TREINTA Y NUEVE
12 de septiembre de 2025, 23:26
En el comedor, Chase fue bombardeado con pláticas. Resultado de haber hecho nuevos amigos.Él trataba de seguirles el paso, pero eran muchos.
Marshall solo sonreía divertido ante la escena. Ver a Chase irritado por tanta atención le hacía notar que, por más que tuviera la habilidad de encantar a todos con su carisma, no era algo que disfrutara mucho.
Sus miradas se cruzaron. Fueron unos instantes en los que el ruido a su alrededor disminuyó y solo existían ellos dos.
Las mejillas de Marshall se encendieron al recordar cómo lo había visto dormir esa noche.
Claro que era consciente de que lo que había hecho fue... inapropiado. Muy incorrecto.
Eso que hizo fue tan homosexual que se sentía avergonzado consigo mismo. ¡Él no era así! Pero, por más que le incomodaba la idea, su necesidad de sentir a Chase más cerca le ganó junto con el sueño.
Se volvió a sonrojar cuando Chase le sonrió.
Chase, los demás cadetes y él se dirigieron a la misma mesa a desayunar, pero antes de sentarse, alguien le tocó el hombro para llamar su atención.
Al voltear, se dio cuenta de que se trataba de Ryder.
—Hola, Marshall. ¿Cómo estás? ¿Te sientes mejor de lo de ayer?
Su preocupación era genuina. Marshall le sonrió.
—Estoy muy bien, gracias. No esperaba verte ayer ahí. ¿Qué pasó?
—Oh, sí. Katie y yo estábamos saliendo cuando vimos a Chase muy alterado, así que entre todos salimos a buscarte.
Marshall miró disimuladamente a Chase, que hablaba animadamente con sus nuevos amigos.
—¿Chase estaba alterado por mí...? No te creo.
—Sí, dijo que no regresabas. Aunque no lo creas, yo pienso que se preocupa mucho por ti —le sonrió. Marshall no pudo evitar notar los hoyuelos que se le marcaban al sonreír—. Oh, lo siento, Katie me está llamando. Fue un gusto verte. Nos vemos.
Y se marchó.
Marshall dejó su comida en la mesa y luego se sentó junto a Chase. Al parecer, le estaba guardando el lugar y lo miraba mucho.
—¿Qué te dijo Ryder?
Dijo Chase después de tragar la comida que tenía. No sonaba muy contento.
—Uhm... nada importante. Solo quería saber cómo estaba y... me dio información para burlarme de ti.
Se burló de él. Chase solo le sonrió.
¿Qué mierda? ¿Le estaba diciendo que lo iba a atacar, a burlarse y lo único que hacía era sonreírle de manera encantadora?
—¿Qué?
Le preguntó Chase tras verlo fruncir el ceño.
—¿De qué?
—¿Por qué me miras con esa cara de culo?
Marshall relajó su expresión y mejor miró a su plato de comida.
—Nada. Que te quedó pasta de dientes en la mejilla.
—No juegues —se asustó. Marshall sonrió con burla—. ¿Hablas en serio? No te creo.
Buscó una servilleta y se limpió.
—Es broma, estoy jugando contigo.
Chase lo miró mal.
—Qué chistoso eres.
—Fue mi venganza por decirme cara de culo.
Chase rodó los ojos y volvió a la conversación anterior cuando lo llamaron por su nombre.
Marshall solo atinó a comer en silencio, pero con una sonrisa, escuchando un poco la conversación cada vez que Chase hablaba.
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Su destino era la oficina del Sargento.
Al llegar, fueron recibidos por el hombre, aunque había más instructores en la habitación.
—¿Hay algo más después de haber capturado a los espías?
—Sí, señor —respondió Chase con firmeza.
Tanto él como Marshall se mantuvieron en posición de firmes ante la presencia de tanto alto mando.
—Continúa. Ellos deben escuchar lo que tienes por decir.
Chase dio un paso al frente para entregarle la carta enemiga al sargento.
—Esta es la carta que mi compañero se arriesgó a conseguir de los espías.
El sargento volteó a ver a Marshall, notando las heridas aún visibles en su rostro.
—Entiendo. Gracias por tu servicio, muchacho.
El hombre se puso las gafas y comenzó a leer la carta.
—En la carta hablan de un ataque a la base, señor.
Lo dicho alteró a los presentes en la habitación, pero Chase se mantuvo observando al sargento. Parecía querer descifrar su expresión. Como si Chase lo estuviera analizando.
El hombre frunció el ceño, preocupado.
—Sí... Tienes toda la razón. El ataque será pronto. Debemos prepararnos, contraatacar y reforzar nuestras defensas. ¿Algo más?
Chase negó con la cabeza, pero Marshall abrió la boca, dudando.
—Se... señor. Tengo la sospecha de que aún hay un infiltrado suelto.
Su afirmación hizo que el hombre alzara una ceja. Chase lo miró rapidamente. Tenso.
—¿Otro espía? ¿Qué te hace pensar eso?
Marshall carraspeó, incómodo.
—Cuando... cuando fui cautivo de los espías, buscaban la carta que escondí, señor. Mientras hablaban, dijeron que debía estar allí porque su informante se los había dicho. —Sentía los nervios apretándole el estómago. Todos lo miraban, especialmente Chase. Podía sentir su mirada fija sobre él... porque no le había contado eso antes. Porque no lo supo en su momento. Porque no pudo hablarlo cuando ocurrió—. Tengo la teoría de que el informante aún podría estar entre nosotros... o en algún soldado infiltrado de otra base. Más si consideramos que la carta fue enviada a la oficina de correo. Las cartas llegan ahí mediante transporte directo desde nuestros camiones y son separadas minuciosamente durante el proceso.
Intentaba que no se notaran sus nervios. No debía mostrar debilidad. No ahora que era el centro de atención.
—Muy buena observación, soldado. Tienes razón. Lo tomaremos en cuenta y haremos una inspección minuciosa. Ustedes han cumplido su trabajo de forma más que excelente. Hoy han salvado la vida de todos los que residen en esta base. Pueden retirarse.
—Gracias, señor.
Dijeron los dos al unísono antes de salir de la oficina.
Apenas la puerta se cerró, Marshall soltó un largo suspiro. Estaba muy tenso.
Estuvo a punto de tambalearse cuando Chase lo sostuvo del brazo.
—Marshall, ¿estás bien? ¿Qué pasó?
Estaba preocupado, pero habia una expresión indescifrable. Había algo más en su mirada.
—Ese hombre me da miedo —confesó.
Chase sonrió suavemente, como si le costara y rodó los ojos.
—Eres un tonto.
—¿Qué? Es en serio. Todos me estaban mirando...
—¿No te gusta que te miren?
Comenzaron a caminar por los pasillos en dirección a su habitación.
—No. Lo odio.
—¿Por qué?
—Estás muy preguntón, ¿no?
Ambos se miraron. Chase parecía indiferente ante su reacción, como si ya estuviera acostumbrado.
—Sí, porque si te vas a poner rojo cada vez que hables frente a las personas, tendré que estar preparado para evitar que te desmayes.
Marshall rodó los ojos.
—Bueno... Es que la gente me mira mucho, ya sabes, porque soy albino y toda esa mierda. No les sorprende tanto mi piel... sino mi cabello. Y cuando muchas personas me miran al mismo tiempo... uh... me recuerda cosas malas.
Chase asintió, comprensivo.
—¿Fueron muy malas?
—Sí.
—Entiendo. Pero ¿por qué no me lo dijiste entonces? Te pude haber ayudado.
—No podía. No sé por qué... pero lo que pasó con los espías fue difícil.
Chase tragó saliva con fuerza. Dudó un poco pero habló.
—Lo imagino. Casi mueres.
—Sí, ¿verdad? No me había puesto a pensarlo.
Chase frunció el ceño.
—¿Estás siendo sarcástico o de verdad me estás dando la razón?
—No estoy siendo sarcástico, idiota. —Rodó los ojos—. No he tenido oportunidad de pensar en lo que pasó.
—Ah... ya.
—¿De verdad fue tan difícil de notar?
—Sí. A veces haces cosas que no entiendo. O dices cosas raras. Y... suenas sarcástico todo el tiempo asi que no se si hablas en serio o no.
Se burló.
—Ay, ya déjame. Todavía es temprano. Y apúrate, porque si no, llegaremos tarde a la prueba física. Aún tengo que cambiarme. Eres muy lento.
—Mira quién lo dice.
Dijo después de caminar con rapidez tras de Marshall. No sin antes dejar un pedazo de papel en una papelera por la que pasaron en el pasillo.
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