ID de la obra: 888

BOOTCAMP

Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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CUARENTA Y UNO

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El cielo era gris. Hace tan solo unas horas brillaba en un hermoso azul, pero el clima se volvio un reflejo de lo que estaba por suceder. Las nubes creaban un ambiente poco esperanzador. Ya estaban en las trincheras y nadie se atrevia a decir ni una sola palabra. Como si se tratara de un pacto no dicho. Para sorprender a un enemigo. No había bromas, no había risas, solo susurros ocasionales que mostraban el miedo de cada soldado. Habían respiraciones contenidas, miradas perdidas y dedos temblorosos aferrándose a las armas en sus manos.Marshall se acomodaba el chaleco médico por quinta vez. No era que le molestara. Era que necesitaba hacer algo con las manos, sino los nervios lo consumiría y no podia permitirlo. Chase estaba a su lado. No hablaban. No lo sentían necesario. ¿Qué rayos debían hablar antes de la batalla? ¿Buena suerte? ¿Nos vemos luego? ¿Sobrevivamos? ¿No mueras? Marshall bajó la mirada a sus guantes, eran estorbosos a la hora de agarrar el equipo médico pero sabia que eran necesarios. —Chase... ¿No tienes miedo?—preguntó, casi en susurro. Chase no respondió de inmediato. Solo giró un poco la cabeza para verlo. Sus ojos seguían fijos al frente, al horizonte que aún no mostraba enemigos, pero que amenazaba con mostrar su presencia pronto. —Mucho —dijo finalmente. —Pero... estas conmigo. ¿No? Marshall asintió. Agradecido por la honestidad. —Si. No lo dudes. Hubo un silencio más. Luego, Chase respiró hondo y bajó la mirada hasta encontrarse con los ojos azules de Marshall. Esos que no importaba cuanto viera, nunca podria cansarse de verlo. Por un segundo se permitió analizar completamente su rostro para grabar cada gesto y facción en su mente. Quería memorizar todo de Marshall. Sus pecas, sus labios, sus largas y blancas pestañas. Su piel... todo.—Pase lo que pase, no te alejes de mí. ¿Sí? Seré tu escudo. Solo enfócate en hacer tu trabajo como medico. Marshall tragó saliva. Y asintió. —Bien... y tú... si recibes cualquier herida no dudes en decirme. —Si. La tierra comenzó a temblar bajo sus pies, moviendo las pequeñas piedras en el suelo. Desde donde estaban, el sonido lejano de los autos enemigos se hizo cada vez mas presente, cada vez más cercano. Chase ajustó su chaleco táctico en silencio, con la mirada fija en el horizonte. A su lado, Marshall respiraba rápido. No hablaban.No podian cuando el peligro era inminente. Y porque Chase sabía que si abría la boca, diría algo que no debía. Algo demasiado sincero. Algo que haría más difícil salir allá afuera sin mirar atrás. Sabia que si hablaba, terminaria por confesarle a Marshall que su preocupación hacia él era mas de la que debía. Marshall estaba de cuclillas, revisando su botiquín por segunda vez. Las manos le temblaban apenas. Chase fingió no notarlo. —¿Estás bien? —preguntó finalmente, con la voz grave y baja, casi como si le hablara solo a él. Marshall asintió. Luego lo miró, tratando de mostrarse confidente y no temeroso. —Sí... solo estoy repasando lo que tengo. Por si acaso. Estoy memorizando donde esta todo. Así será mas sencillo. Chase no respondió. Se inclinó un poco, hasta que sus hombros se rozaron. Y al girar su rostro, estaba centímetros al de Marshall. Tan cerca que era doloroso no poder romper la distancia. Notó como aún con el caos a su alrededor, Marshall se puso nervioso por la cercanía. No pudo evitar sonreírle. Le gustaba causar esa reacción en él aunque este lo apartará. —Todo irá bien. —¿Por qué? ¿Por qué estás aquí? Se permitió bromear un poco. Era su manera de aliviar sus nervios por la inminente batalla. —Precisamente. —Eres un presumido. —... Y tú... —Perfecto. Quizo decirle pero no pudo. —Valiente. Ambos esbozaron una sonrisa breve. Y el sonido de la batalla comenzó. La orden llegó. Las botas comenzaron a moverse. La tierra volvió a temblar. Y juntos, codo a codo, salieron de la trinchera. Los disparos retumbaban en sus cabezas. Cada paso era un salto al abismo.Marshall sostenía su arma con fuerza. Iba detrás de Chase, esperando los gritos y el llamado desesperado que significaría: "hay un herido". En algún momento Chase ya no parecía él.Era otra versión. Una más fría, calculadora, letal.Disparaba con precisión, sin dudar, sin parpadear. Era como si todo su cuerpo estuviera programado para ese momento. La tierra temblaba con cada explosión.El humo comenzaba a cubrir partes del cielo.Avanzaban entre obstáculos: zanjas, piedras, y cadáveres que caían frente a ellos. Chase alzó su puño cerrado: alto.Se detuvieron tras una zanja reforzada, una trinchera secundaria. Desde ahí, comenzaron a disparar. Marshall lo seguía de cerca.De pronto, un grito. Un cadete cayó frente a ellos. Sangre en el hombro. El casco amortiguó el segundo disparo, pero aún así temblaba. Marshall miró a Chase.El líder le dio un solo gesto: ve. Se arrastró por el suelo bajo el fuego cruzado, el corazón golpeándole el pecho. Una bala pasó a centímetros de su oreja.Llegó al herido. Tenía el brazo deshecho. Aplicó un torniquete, luego vendó como pudo, murmurando para tranquilizarlo. —No te duermas. Mírame. Respira. Un segundo después, un silbato. Orden de avance. —¡Vamos! ¡Vamos! —gritó Chase desde adelante. Marshall terminó como pudo, ayudó al cadete a retroceder, y corrió tras su equipo. Las balas le pasaban cerca. Y aún así, su mirada siempre buscaba a Chase. Avanzaron hasta cubrirse entre los muros improvisados. Las estructuras de concreto, tierra y metal que habían preparado antes de la ofensiva eran su única protección. Todo el terreno había sido modificado para crear una ventaja táctica: pasillos ocultos, líneas de tiro, trincheras secundarias. El silbido de las balas era constante. Cada estallido levantaba columnas de humo que nublaban la visión y quemaban los pulmones. Marshall agradeció el cuello alto de su uniforme que podia usar para tapar su boca y nariz; apenas lo protegía, pero era mejor que nada. Iba en el medio, siguiendo de cerca a Chase.Entonces, algo se movió a su derecha. Entre el humo, en el punto ciego de Chase, un enemigo surgió.Marshall se quedó congelado. ¿Iba a dispararle a Chase? Su instinto le gritó que actuara.Sus manos temblaban, pero su miedo era más grande ante la idea de perderlo.Apuntó. Respiró. Y disparó. El disparo sonó más fuerte que todos los demás. Como si fuera el único que estuviera disparando.Chase se detuvo en seco. Lo miró con sorpresa, sin entender al principio. El enemigo cayó de frente con un golpe seco.Todos se detuvieron un segundo. El aire se tensó. Entonces lo comprendieron: había salvado a Chase. Marshall se quedó en shock por un segundo que pareció eterno. No lograba procesar lo que acababa de hacer. Chase le dio un gesto breve con la cabeza con una mirada de preocupación Chase le dio un gesto breve con la cabeza con una mirada de preocupación. Un agradecimiento silencioso. No había tiempo para más. Tenían que seguir. Luego tendrían tiempo para hablar las cosas. Los disparos no cesaban. Más soldados caían. Más sangre empapaba el barro. De pronto, una explosión estremeció el suelo.Una bomba había caído cerca.Marshall sintió el impacto en su pecho, como si algo lo hubiese empujado con brutalidad.Dos de sus compañeros murieron al instante.El zumbido en sus oídos lo dejó sordo unos segundos. Solo sentía el golpeteo de su corazón, rápido, salvaje, como si quisiera salir de su pecho. Vio los cuerpos. Uno de ellos aún tenía los ojos abiertos. No hay marcha atrás. Se obligó a respirar hondo. A moverse. Cuando parecía que el grupo ganaba terreno, la ofensiva enemiga aumentó.Más y más soldados eran heridos por disparos que atravesaban las líneas.De pronto, cuatro heridos al mismo tiempo. Gritaban y pedían ayuda. Chase gritó una orden:—¡Cúbranse! ¡Todos abajo! Pero Marshall dudó. Si no iba por ellos... morirían. Analizó el terreno. Podía usar un bloque caído como escudo. Miró a Chase. El moreno estaba centrado en otra dirección, sin verlo.Marshall se arrastró. Bajo, casi pegado al suelo. Avanzó hacia la estructura y desde ahí, localizó al primero. Jaló al cadete por la pierna, rápido, antes de que las balas lo alcanzaran. Una rozó su bota. Otra golpeó cerca de su codo. Lo arrastró hasta ponerse a cubierto. El cadete sangraba por el estómago. Marshall actuó sin pensar. Presionó, vendó, inyectó.—Respira. No cierres los ojos. Quédate conmigo. Lo dejó recostado a salvo y con vida. Uno menos. Faltan tres. Vio al segundo. Estaba más lejos, arrastrándose, dejando un rastro de sangre.Le faltaba una pierna.Marshall tragó saliva. La bilis subió a su gargantapor la escena, pero no podía parar. Se arrastró hasta él. Lo tomó por la mano. Una bala lo alcanzó en su brazo. Dolió. Mucho. Pero no lo soltó. Gritando entre dientes, lo jaló con toda su fuerza hacia él y lo arrastró de regreso a la trinchera, jadeando.El chico lloraba por el dolor. Agonizando.Marshall le sujetó la cara con la mano que no sangraba. —Vas a vivir. ¿Me escuchas? Le aplicó anestesia. Le hizo un torniquete. Le estabilizó la pierna.El chico lo miró, casi sin conciencia. —Eres como un ángel... —murmuró. —Sobrevivirás —le prometió. Aunque no estaba seguro. Dos a salvo. Faltaban dos. Volvió a escanear el campo con la mirada. Necesitaba encontrar al tercero. Pero antes... tenía que encargarse de su propio brazo.No podía seguir así. No podía salvar a nadie si se desangraba en el proceso. Los médicos eran la última esperanza. Y él no podía darse el lujo de caer. Con movimientos torpes, se quitó el guante, presionó la herida con una gasa y la envolvió con una venda improvisada.Dolía como el infierno. Pero no era momento de quejarse. El dolor significaba que seguía vivo. Y eso era suficiente. El tercer soldado estaba atrapado entre una estructura metálica y un par de vigas caídas que antes sostenían una torreta.Una de las vigas se había incrustado en su muslo.Marshall soltó un suspiro tembloroso y corrió hacia él.Su corazón golpeaba como si quisiera escaparle del pecho. —¡Estoy herido! ¡No puedo moverme! —gritó el cadete, pálido del dolor. Marshall se lanzó hacia la estructura, intentando levantarla por instinto, aunque sabía que no lo lograría solo. Entonces lo oyó.Disparos demasiado cerca. Giró apenas, y ahí estaba Chase, cubriéndolo sin dudarlo, disparando con precisión en todas direcciones. Protegía el perímetro como si el mundo se redujera a ese pequeño espacio donde Marshall estaba. Cuando el fuego cesó por un momento, Chase se giró hacia él. Su expresión era pura furia envuelta en miedo. —¡Estás sangrando, imbécil! —espetó, mientras se agachaba para ayudar. Entre los dos lograron mover parte de la viga, lo suficiente para liberar al soldado.Chase lo tomó por los hombros y lo arrastró hacia una de las paredes de escombros, resguardándolo. Marshall fue detrás, jadeando. Se arrodilló arrastrandose junto al herido y revisó sus signos vitales. El muslo sangraba, pero con una venda apretada y algo de morfina, estaría fuera de peligro inmediato. Ahora estaban los tres heridos juntos, protegidos tras la misma estructura.Malheridos. Pero vivos. Marshall se limpió la frente con el antebrazo. Su visión era un poco más borrosa. Sus manos temblaban. —Falta uno... —murmuró, casi más para sí mismo. Chase le echó una mirada rápida. Parecía dudar. —Yo te cubro —dijo, ya preparado para moverse. Marshall bajó la vista a su propia herida. La venda estaba completamente empapada.No había tiempo. No había repuesto.Pero aún sentía el dolor. Eso era suficiente. Todavía podía seguir. Tenía que seguir. —¿Dónde esta él cuarto? El humo era denso. Y su vista se nubló. Chase hizo un movimiento de barbilla en dirección al herido. —Está ahí. Debajo de la camioneta. ¿Lo ves? Marshall entrecerro los ojos y lo vio. Con la pierna debajo de los escombros de la camioneta y el torso abierto. Su uniforme está sucio por la tierra y sangre. Parecía estar vivo aunque apenas y se movía. Se movió para ir al rescate pero Chase puso una mano en su pecho, deteniéndolo. —Marshall... ya has hecho suficiente. —Dijo firme. —Mírate. Estas sangrando. Estas herido. Tu brazo está mal. Tienes que detenerte. Ya no puedes mas. —Si puedo. —Marshall golpeó la mano de Chase para quitárselo de encima. No iba a parar. —Aún me queda uno y no voy a dejarlo. No cuando puedo hacer algo para ayudar. —¡vas a morir! —Le gritó. Dejando por primera vez que sus emociones lograrán salir a la superficie. Solo Marshall era capaz de lograr tal cosa en él. El rostro de Marshall mostró enojo. Uno profundo. Su ceño fuertemente pronunciado. —No. Voy. A. Dejarlo. —Dijo entre dientes. —¿Tú me pedirías que te dejara ahí si tuviera la oportunidad de salvarte? —Encaró. Pero Chase no pudo responder. Sabia la respuesta. —Eso creí. Dame veinte segundos. Cúbreme. Por favor. Chase asintió, sin dejar de mirar su herida con una mueca. La sangre seguía empapando la venda. Aun asi. Lo dejó ir. Conocía lo suficiente a Marshall como para saber que si le decía que no, igual iría. Marshall se arrastró, pegado al suelo, entre el lodo, las balas y los gritos. Cada movimiento era una descarga de dolor punzante en su brazo herido. Gruñía. Jadeaba. No se detenía. Pero lo logró. Llegó al soldado. —Ey... ey, tranquilo, mirame. —susurró, dándole un par de toques en la mejilla —No cierres los ojos. Estoy contigo. El soldado abrió apenas los párpados. Tenía el rostro cubierto de hollín y una herida abierta en el abdomen. Muy profunda. Demasiada sangre. Marshall tragó saliva. Quería vomitar. Se sintio mal porque ya no tenía todos los suministros. Estaba casi por completo agotado. Pero tenía sus manos.Y no se detendría. Iba a salvarlo. Empezó a aplicar presión, rasgó parte de su uniforme para improvisar una gasa. Estaba haciendo lo imposible, con una sola mano funcional, temblando, sangrando... Detrás de él, se escuchaban los disparos de Chase. Protegiéndolo. Cubriéndolo. —Vamos, solo un poco más. Aguanta. Ya casi... La visión se le nubló un segundo. Todo giró.Incluso su cuerpo se tambaleó inclinándose al frente.Parpadeó varias veces, sacudió la cabeza.Tenía que seguir. Tenía que... —¡Marshall! La voz de Chase. Cercana. Urgente. —¡Ya basta! ¡Lo tienes que dejar! ¡Te estás desmayando! No puedes seguir. —¡NO! —gritó Marshall, con las fuerzas que le quedaban. Histerico. —¡Está vivo! ¡Todavía está vivo! Y lo estaba. Apenas. Pero lo estaba. Parecía que en cualquier momento Marshall iba a desmoronarse. Chase llegó hasta él mientras tragaba saliva y sentia como una presion continua inundaba su pecho, se agachó junto al cuerpo y lo ayudó a cargar al herido mientras Marshall seguía haciendo presión en la herida. Ambos lo arrastraron de vuelta a la zona segura. Chase totalmente alerta a su alrededor. Marshall atento al herido. Cuando lo dejaron a salvo junto a los otros tres heridos, Marshall cayó de rodillas. Los cuatro estaban a salvo. La adrenalina lo había sostenido desde que le dispararon. Pero ahora... el mundo le pesaba. Todo daba vueltas. Todo era borroso. Todo dolía. Alzó la mano en dirección a Chase. —Cha...Chase... Y antes de poder decir nada más, se desplomó. —¡Marshall! El grito de su compañero fue lo ultimo que alcanzó a escuchar.
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