CUARENTA Y TRES
12 de septiembre de 2025, 23:26
"—Creo que quiero morir. Chase."
Esa frase cruda, desgarradora y definitiva; retumbaba una y otra vez en su cabeza. No era fácil de digerir. No era fácil de olvidar.
Se repetía. Y se repetía.Como una campana que no dejaba de sonar.
Sintió miedo.Sintió horror.Sintió tristeza.
Se quedó paralizado.Porque... ¿qué mierda se le dice a alguien que te confiesa que quiere morir?¿Y más si ese alguien es alguien por quien sientes un cariño profundo? ¿Por quien darías la vida sin pensarlo?
¿Qué podía decirle?¿"No digas eso"?¿"No me dejes"?¿"Lucha"?¿"Estoy contigo"?
Tal vez.Pero, ¿era correcto?
Él lo entendía.Sabía perfectamente lo que Marshall estaba sintiendo. Mierda... lo sabía mejor que nadie.
Desde el inicio temió por él. Porque Marshall no era una máquina programada para matar, como lo fue él por culpa de su padre.Marshall tenía el corazón roto, sí, pero todavía palpitaba.Todavía sentía.Todavía dolía.
Marshall no era como él.
Chase mantuvo las palabras atascadas en la garganta durante unos segundos.No quería enojarse con él por decir algo así, pero tampoco podía quedarse impasible. No cuando se le estaban cayendo los pedazos del corazón de Marshall de las manos.
Sintió los ojos picarle, la nariz arderle, y el nudo formarse justo en el centro de la garganta.Dolía.Mucho.
Se relamió los labios por los nervios, respiró hondo, y tomó la mano de Marshall, la misma que seguía apoyada en su mejilla. La sostuvo con fuerza, como si así pudiera evitar que se rompiera del todo.Lo miró directo a los ojos.
Y ahí lo notó.
Algo diferente.Brillaban, sí... por las lágrimas. Estaban cansados, hundidos por las ojeras que se marcaban con fuerza contra su piel pálida.Pero aun así, a pesar de la tristeza, había algo más.
Había una calidez que solo Marshall podía conservar incluso en medio del derrumbe.Una ternura hacia él que dolía.
¿Se estaba ilusionando? Tal vez.Pero podía sentir esa calidez.Estaba ahí.
Chase lo sostuvo con la mirada. Y entonces habló.
—No te... no te atrevas a decir algo como eso otra vez —dijo con dureza, con la voz cargada de temblor y de verdad—. No digas eso. No después de todo lo que has hecho. Después de todo lo que lograste. —Sus rostros estaban tan cerca que podían sentir el aliento del otro. —¿Sabes lo que sentí cuando te desplomaste en el campo de batalla? Pensé que ibas a morir. Estabas tan débil... tu pulso apenas se sentía. Salvaste a todos los que te necesitaban, Marshall... pero dime, ¿quién te iba a salvar a ti?
Le apretó la mano.No quería que se escapara. No de nuevo.
—Creí que morirías y, con eso... una parte de mí también se iba a morir. Porque lo único bueno que tengo en esta vida, Marshall... eres tú. ¿No fuiste tú quien me dijo que no estaba solo? ¿Que nos teníamos el uno al otro, porque solo nosotros podíamos entender lo que hemos vivido?
Su voz se quebró un poco al final. Pero no se detuvo.
—Así que no te atrevas a dejarme. No ahora. No cuando te has convertido en una parte esencial de mí.
Marshall parpadeó con fuerza.Las lágrimas volvían a brotarle sin permiso. Le ardían. Le nublaban. Pero no podía contenerlas.
Se sentía estúpido.
¿Cómo pensó siquiera en rendirse?Claro que debía quedarse. No importaba si su corazón se había desviado del camino, no importaba si no se sentía digno de ese cariño que tanto había despreciado antes.
Chase... Chase le estaba diciendo que también lo sentía. Todo ese dolor que cargaba.Que también estaba roto.Que también se sentía poco digno.
Y aun así... se estaban eligiendo.A pesar de todo.A pesar del odio, de la guerra, del pasado.
Se habían encontrado en medio del infierno.Y si eso era cierto... ¿por qué renunciar ahora?
¿Por qué cambiar lo único real que habían construido juntos?
Antes de poder decir algo más, la puerta fue tocada. Se trataba de una enfermera. Chase y Marshall voltearon a verla, sin darse cuenta de que aún seguían peligrosamente cerca. Cuando notaron la expresión de la mujer, Chase se apartó un poco de Marshall y soltó su mano.
Sabía que, para el albino, sería algo incómodo que los vieran de esa manera con otro hombre. Después de todo, siempre le ha incomodado.
—Joven Byce. Ha despertado.
La mujer miró detrás de ella y luego dijo algo irreconocible.
—Uh... tiene visitas. Han llegado los camiones con los cadetes de Fort Jackson... dijeron que son amigos suyos y quieren ver cómo está.
El corazón de Marshall palpitó con fuerza. Sus amigos estaban de regreso.Antes de decir algo, miró a Chase. Como pidiéndole permiso para cortar el momento tan íntimo que estaban teniendo.Tras un asentimiento, respondió:
—Déjelos pasar.
No pasaron más de dos segundos cuando cada uno de sus tres amigos entraba a la habitación. Primero Skye, luego Rubble y, al final, Zuma.
Aunque este último se veía un poco más nervioso
Aunque este último se veía un poco más nervioso.
—¡Marshall!
Saludó animadamente Rubble, alzando los brazos en un intento de darle un fuerte y gran abrazo. Pero antes de poder hacer algo, Chase se interpuso.
El ambiente se tensó un poco.
—Discúlpame. Marshall todavía está recuperándose. No seas muy brusco con él.
Marshall sabía que Chase solía ser cortés, pero frío, con personas a las que no era muy cercano. El ánimo de Rubble pasó a una mezcla de nervios e incomodidad.
—Oh. Sí, lo entiendo. Disculpa.
Chase volvió a sentarse en su silla, mirando con cara de pocos amigos a cada uno de sus amigos.
Skye llegó de manera más tranquila hacia él y lo abrazó con cuidado.
—¿Cómo te sientes, Marshall? Escuchamos lo que sucedió.
—Como si me hubiera atropellado un tren.
Se rió de su propia broma, pero su risa fue tan contagiosa que los demás no pudieron evitar reírse también.
Finalmente, Zuma se acercó, tímido, creyendo que sería rechazado por Marshall. Pero este solo extendió su brazo para invitarlo a acercarse.
Los dos se miraron, y luego se abrazaron.
—Te extrañé mucho, Marshall.
—Yo también, Zuma.
Cuando se separaron, Marshall los invitó a sentarse. Ocuparon prácticamente toda la cama, mientras Chase se entretenía en su teléfono.
—¿Y cómo pasó lo de tu brazo, Marshall? Nos enteramos del ataque apenas llegamos aquí. Supe que llegaron los Jets antes de la batalla.
Rubble, como siempre, enterándose de todo lo que sucedía.
Marshall se rió. Extrañaba eso.
No lo tomen a mal. Le encantaba estar con Chase, solo que extrañaba mucho a sus amigos.
—Bueno... pasaron varias cosas. Detuvimos a unos espías, Chase y yo. Supimos del ataque, así que lo informamos. Después, por mi participación como médico en el ataque a nuestra base en Fort Jackson, me dieron la opción de servir como médico de combate en el frente... o en el sótano.
Los tres se quedaron quietos. No comprendían un pequeño detalle.
—¿Cómo te dispararon estando en el sótano?
Rubble habló por todos.
Marshall sonrió, avergonzado.
—No fue en el sótano.
La perplejidad en los rostros de sus amigos era evidente. No le creían.
—No juegues. Estás bromeando.
—No, Rubble. Es la verdad. Estuve en el frente.