CUARENTA Y CUATRO
12 de septiembre de 2025, 23:26
—Sigo sin comprenderlo, Marshall. ¿Por qué elegiste ir al frente? ¿Por qué arriesgar tu vida?
Skye hablaba mientras revisaba los papeles del hospital de Marshall. Estaba observando qué procedimiento médico le habían hecho al albino, tratando de aprender de ello.
Marshall cerró la boca, sin saber si debía o no responder. Su mirada pasó de ella a Chase, que seguía entretenido con su teléfono, sentado en la silla que antes estaba junto a su cama pero que ahora se encontraba en una esquina del cuarto.
—Sí... bueno... —carraspeó un poco, intentando llamar la atención de Chase. Pero este, en lugar de ayudarlo diciendo algo, solo le pasó la botella de agua que tenía a un costado.Marshall rodó los ojos y se armó de valor con un largo suspiro. Eso bastó para que sus amigos volvieran la mirada hacia él de inmediato.
—Decidí ir al frente porque... quería ayudar a mis compañeros.
Miró sus propias manos. Casi tan blancas como las sábanas de su cama.
—¿Ayudar a tus compañeros?
Zuma frunció el ceño. Sí, sabía que Marshall era un chico entregado y apasionado, pero también sabía que, a menos que tuviera una conexión cercana con alguien del frente, no arriesgaría su vida así como así.
—Sí. Uhm... ya sabes, heroísmo y orgullo. Quería sentirme útil.
Era una mentira. Una muy grande.
Marshall lo sabía. Lo había hecho por Chase. Por no dejarlo solo. Por poder vivir tranquilo sabiendo que, si algo le pasaba a Chase allá afuera, él estaría ahí.
Pero al final, fue al revés.
Rubble observó a Chase con el ceño fruncido. Había una atmósfera extraña entre él y Marshall.
Casi se podía sentir que se comunicaban con miradas, con gestos sutiles, incluso con silencios.
Era raro. Pero no necesariamente malo.
Por ejemplo, cuando la habitación se enfrió un poco y Marshall comenzó a moverse incómodo en la cama buscando algo con qué cubrirse, Chase se levantó sin decir palabra, fue al armario y sacó una manta. Se la entregó, y no hubo más.
Solo una mirada.
Podrían llamarlo paranoico, pero eso no era normal entre simples amigos. ¡Ni siquiera había pasado tanto tiempo! Y ya parecían tan cercanos.
Preguntar un poco no haría daño a nadie.
—Disculpa... Wallas, ¿tú también luchaste en la batalla? Si es que puedo preguntar...
—Oh, a Chase también le dieron la opción de elegir entre el sótano o el frente —contestó Marshall antes que el aludido. Los tres amigos notaron que esa respuesta, dada por él, no parecía molestar en absoluto a Chase.
Hubo miradas cruzadas entre Rubble, Zuma y Skye.
—¿Y qué elegiste? —volvió a preguntar Rubble, un poco inseguro.
Finalmente, Chase levantó la vista y lo miró. Tan fijo, que un cosquilleo le recorrió la espalda.
—El frente.
Un silencio abrumador se apoderó del ambiente. Uno tan frío como la presencia del joven sentado en la silla.
Tan diferente a Marshall.
—Entonces... ¿ustedes lucharon juntos?
Zuma los miró a ambos. Ahora lo entendía. Ahí estaba la respuesta.Marshall arriesgó su vida por Chase Wallas.
—Sí... aunque yo no lo llamaría luchar. Al menos no de mi parte. Solo pude ayudar un poco, y terminé desmayándome después de que me dispararon.
Zuma abrió la boca para decir algo, pero fue interrumpido por Chase.
—No fue poco, Marshall. Salvaste la vida de cinco personas. De cinco soldados que habrían muerto si no fuera por ti. No te rendiste con ninguno, y ahora dos de ellos podrán ver crecer a sus hijos. Y los otros tres... regresar a casa.
El tono era firme, pero no frío. No como el que solía usar con los demás.
Marshall se sonrojó. Todos en la habitación lo notaron.
Los tres amigos esperaron un insulto, una maldición, un gesto exagerado... cualquier cosa. Pero no llegó.Marshall no reaccionó como solía hacerlo cuando se sentía avergonzado.Y eso... los descolocó.
—Tú salvaste a más personas. Y me ayudaste. Así que es un logro compartido —dijo, evitando mirarlo directamente, con una pequeña sonrisa.
Zuma sintió que estaban interrumpiendo algo.Algo importante.
El silencio fue interrumpido por una llamada al teléfono del moreno. Esto captó de inmediato la atención de Marshall, que lo observó levantarse, disculpándose por la interrupción antes de salir de la habitación.
Cuando Chase ya no estuvo presente, todos —excepto Marshall— sintieron que, por fin, podían hablar sin la sensación de que alguien les cortaría el cuello en cualquier momento.
—Dios... eso fue intenso —suspiró Rubble, dejándose caer sobre la cama casi por completo—. No lo entiendo, Marshall. La última vez dijiste que no era tan malo, pero que era un imbécil.
Marshall rió con nerviosismo.
—Sí... bueno, a veces actúa como imbécil, pero solo... no le gustan mucho las personas.
—Ya, pero en serio, tiene que hacer algo con su actitud. Me da miedo.
—No es para tanto, Rubble —le contestó Skye, dejando todo el material médico en su sitio antes de sentarse junto a Marshall en la camilla.
—¿Cómo te sientes, Marshall?
Zuma se sentó a su otro lado. Tomó sus manos con suavidad. Los tres lo rodearon, atentos.
—Estoy... estoy...
Las palabras no salieron. Un destello: el recuerdo de aquel cuerpo cayendo al suelo se apoderó de su mente por un segundo.
—¿Marshall?
Skye lo tomó del rostro con delicadeza, preocupada. Sus miradas se cruzaron, pero Marshall tuvo que apartar los ojos.
Rubble frunció el ceño. El cambio en Marshall tenía raíces más profundas. La forma en que hablaba, cómo se movía... todo indicaba que algo dentro de él se había quebrado.
—Marshall... ¿qué pasó en el frente?
Se atrevió a preguntar Rubble. Pero la respuesta no llegó en palabras, sino en su cuerpo: una rigidez, una fragilidad que nunca antes habían visto en él.
—Marshall —llamó Skye de nuevo, con suavidad.
—Maté a una persona.
Las miradas de todos reflejaron el impacto. La sorpresa. Luego, se miraron entre ellos, sin saber bien qué decir.
Skye fue la primera en abrazarlo. Luego lo hizo Zuma. Y finalmente Rubble. Un abrazo entre los cuatro, cálido y silencioso.
—Todo está bien, Marshall... —trató de consolar Rubble.
—No lo está... no lo está...
—¿Cuál fue la razón? —preguntó Skye, acariciando su cabello con ternura.
...
No hubo respuesta. No se sentía capaz de ser sincero. No aún. Y no quería poner la responsabilidad de un acto tan atroz sobre Chase.
—Está bien. No tienes que decirlo.
—¿Sabes que cuentas con nosotros, verdad? Somos tus amigos, Marshall. Jamás te dejaríamos —aseguró Zuma.
Marshall lo miró a los ojos y le sonrió con suavidad.
—Gracias...
—¿Quieres que cambiemos de tema?
El abrazo se disolvió, pero ninguno se alejó. Todos se quedaron cerca de él. Marshall asintió.
—Bien. Pues... al parecer, después de los ataques, decidieron que nuestro entrenamiento de diez semanas ha concluido. Solo tenemos que tomar nuestras clases de especialización. Oficialmente dejaremos de ser cadetes. Seremos soldados.
Rubble lo dijo con entusiasmo. Después de todo, eso significaba que pronto podrían regresar a sus hogares.