CUARENTA Y OCHO
12 de septiembre de 2025, 23:26
Fort Monroe era la base militar más grande en la que habían estado hasta ahora.
Y esta vez... serían solo ellos dos.
Al llegar, les entregaron una hoja con toda la información necesaria sobre su estadía en los próximos meses. Horarios, unidades, entrenamientos, reglamentos internos. Todo.Excepto una cosa.Una cosa que ambos notaron apenas abrieron la puerta de su nueva habitación: compartirían cuarto de nuevo.
¿Cómo era posible?
No lo sabían.Y eso lo hacía aún más inquietante.
Normalmente los soldados eran asignados a habitaciones con compañeros de su misma especialización, o con horarios compatibles. Lo lógico era que los separaran. Pero a estas alturas, ya nada parecía casualidad. Que él y Chase estuvieran juntos no era una coincidencia. Era intencional. Alguien había movido hilos para que eso ocurriera.
Dejaron sus cosas y empezaron a acomodarlas sin decir mucho.
La atmósfera entre ellos era extraña. No incómoda en el sentido tradicional... pero sí cargada.Había algo cálido, incluso acogedor, en el silencio compartido. Pero también tenso. Inestable. Como si el aire estuviera lleno de algo que ninguno se atrevía a tocar.
Desde la cercanía que tuvieron (desde ese momento), todo se había vuelto diferente.
Y para Chase... se estaba volviendo insoportable.
Le era cada vez más difícil mantener la distancia entre ellos. Estar tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Compartir ese espacio reducido era como vivir con una bomba emocional que nadie se atrevía a detonar.
La habitación no era muy espaciosa, así que constantemente terminaban chocando hombros, brazos, espaldas... Pequeños roces que no significarían nada, pero les removía todo por dentro.
—¿Ya tienes tu horario, Marshall? —preguntó Chase, sin mirarlo.
—Sí. ¿Y tú?
—También.
Uno de esos roces ocurrió mientras acomodaban ropa en los cajones. Ninguno se fijó al dar un paso hacia atrás. Giraron al mismo tiempo y... se toparon. Cara a cara.
Sus respiraciones se mezclaron por un segundo. Ambos se quedaron quietos, como si el tiempo se hubiese congelado.
Se tensaron de inmediato.Sus rostros rojos.Sus movimientos torpes al intentar retroceder.Como si pudieran volver a una normalidad que ya no existía.
Marshall... Marshall quería hacer algo.Quería decirlo. Hacerlo. Lo que fuera. Porque no lo aguantaba.No soportaba esa tensión, esa incomodidad, esa distancia silenciosa entre ellos. No importaba cuánto lo intentaban, ya no lograban tener una conversación que no sonara... extraña. Forzada.
Y estaba harto. De no saber si Chase también lo sentía. De no poder descifrarlo.¿Pero iba a hacer algo?Probablemente no.
Se fijó en la hora. Era el momento perfecto para cortar esa tensión.
—Es hora —dijo, sin verlo del todo—. Hay que ir a la cafetería.
Chase solo asintió y terminó de guardar lo poco que le quedaba. Se giró para seguirlo, pero se detuvo al mirar la cama de Marshall.
—¿Vas a dejar ese desastre así?
—Regresando lo termino —respondió el albino, sin culpa.
—No vas a querer hacerlo. Te va a dar flojera después de comer —comentó Chase, ya lo conocía.
Marshall lo miró. Y por supuesto, tenía razón.
—...Bien. Tienes razón —cedió, medio resoplando.
Se giró para al menos quitar la chaqueta que había dejado mal doblada encima de la colcha y dejar la mochila a un lado de la cama.
—Eres un caso, Marshall —comentó Chase, con media sonrisa.
—Pero hey —se defendió él—, sé que voy a querer acostarme cuando regrese. No le veo lo malo.
Se rió con ligereza, y sin quererlo, terminó contagiando a Chase.
Por un segundo, la risa aflojó la tensión que habia entre ellos.
Una vez en la cafetería, vieron que ya había muchísimos soldados. Tal como ellos.
—Se ve... algo lleno —murmuró Marshall.
Tomó dos bandejas y le pasó una a Chase mientras se dirigían por la comida.
—Sí —respondió el moreno, sin mucho interés.
Comenzaron a platicar un poco. Nada demasiado interesante, solo cosas banales para matar el tiempo mientras avanzaban en la fila.
—Voy a apartar mesa —dijo Marshall, alzando apenas la voz entre el bullicio.
—Iré por nuestras bebidas, albino —respondió Chase, con una leve sonrisa, mientras se alejaba hacia la máquina dispensadora.
Marshall, por su parte, encontró un espacio libre al fondo. Dejó su bandeja sobre la mesa y se sentó a esperar.Durante todo el tiempo que llevaban juntos, habían desarrollado una costumbre extraña: siempre empezaban a comer al mismo tiempo.No era algo que hubieran acordado. Solo... pasó. Como una especie de acuerdo mutuo.
Pasaron cinco minutos.
Y Chase aún no regresaba.
Marshall empezó a irritarse. Su comida se estaba enfriando, y no creía que conseguir dos malditas bebidas tardara tanto.
Se levantó con fastidio, buscándolo con la mirada.
Y lo encontró.A lo lejos.
Chase estaba hablando con una chica rubia de ojos azules. Y no solo hablando. Ella se le había acercado más de la cuenta, tocándole disimuladamente el brazo mientras reía. Se inclinaba hacia él, invadiendo su espacio personal con una sonrisa claramente intencionada.
Oh, jodida pe...
Frunció el ceño. Él estaba esperándolo, y Chase... coqueteando con una cualquiera.
Se volvió a sentar, pero esta vez no lo esperó. Comenzó a comer de inmediato, tan rápido que por momentos sentía cómo la comida se le atoraba en la garganta.Mientras más rápido acabara, más pronto podría salir de ahí y evitar escenas como esa.
¿Pero qué carajos esperaba? ¡Se trataba de Chase!Ese idiota era guapo.No debería sorprenderle que chicas lo buscaran para coquetearle, para llamar su atención como unas desesperadas.
...
Alto.
¿Por qué se estaba refiriendo a ellas así?¿Por qué le molestaba tanto?
Sintió que el apetito se le iba de golpe.
Miró su plato. Ya no quedaba mucho. Había comido más de lo que pensaba. Podía simplemente tirar el resto y marcharse.
Tenía que irse.Quería irse.
Pero...
¿Y si la rubia lo invitaba a su habitación? ¿Y si lo arrastraba a tercera base? ¡Se notaba de lejos que queria follar con él!¡No podía permitir que manchara la reputación de Chase de esa forma!
No.Chase era hombre.Seguramente debía sentirse como un campeón. Una mujer le estaba hablando. Si se acostaba con ella, eso solo iba a reafirmar su valor. Su virilidad. ¿No? El mismo lo sabía...
...
¿Entonces por qué la sola idea le dolía tanto?
Estaba tan atrapado en sus pensamientos que no notó cuándo Chase empezó a caminar hacia su mesa. Solo se dio cuenta cuando el moreno apareció frente a él, con ambas bebidas en la mano.
Marshall se levantó de golpe.
—¿Marshall? ¿Qué pasa?
No respondió. Seguía molesto. Demasiado.
Tomó su plato, lo poco que quedaba, y lo tiró en el depósito. Dejó la bandeja junto a las demás. Cuando empezó a caminar hacia la salida, Chase lo detuvo tomándolo del brazo, todavía con su propia bandeja en la mano.
—¿Qué? —espetó Marshall, sin disimular el tono ni mirándolo.
—¿Por qué te vas?
—Ya acabé de comer. ¿Tienes algún problema?
Lo miró de frente, notando la confusión en el rostro de Chase. La duda. La preocupación que no se atrevía a formular del todo.
—Pero...
Marshall se soltó de su agarre con un movimiento seco.
—Déjame. Ya vete a comer.
Y se fue.Dejándolo ahí con la palabra en la boca.