ID de la obra: 888

BOOTCAMP

Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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CUARENTA Y NUEVE

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Marshall estaba recostado en su cama, con los ojos fijos en el techo algo mohoso de la habitación. Desde afuera se escuchaban voces, risas y el sonido del balón rebotando en el suelo junto a gritos de emoción por las retas de básquet que hacian afuera. Pero para él, todo sonaba lejano. Sus pensamientos seguían en la cafetería. Había dejado a Chase plantado. Sin explicación. Sin decirle nada.Y sí, había sido grosero, incluso infantil, pero no podía evitarlo. No después de verlo ahí... tan tranquilo... hablando con ella. La imagen se repetía una y otra vez en su cabeza. La forma en la que esa mujer se inclinaba hacia Chase, como si le perteneciera, como si quisiera poseerlo. Como si tuviera derecho. Tocandolo, deseándole. Mirándolo. Y Chase... Chase sonriendole carismático. Totalmente consciente de las intenciones de la mujer sobre él. Marshall apretó los dientes. —Ugh —gruñó, llevándose su antebrazo a la cara—. Que se quede con ella, entonces. No supo cuánto tiempo había pasado, pero la puerta se abrió de golpe. No lo suficiente para hacer ruido, pero sí con fuerza contenida. Se cerró con un clic seco.Marshall no necesitaba girar la cabeza para saber quién era. —¿Qué te pasa? La voz de Chase era tensa, cargada de enojo. Se paró justo al lado de la cama, mirándolo desde arriba. Marshall le lanzó apenas una mirada antes de volver a clavar los ojos en el techo. —...Nada. Déjame en paz. —¿Qué mierda te pasa? —repitió Chase, ahora más fuerte. Marshall bajó su brazo de su rostro. Marshall rodó los ojos, sin molestarse en disimular su irritación. —Que nada. Chase apretó los puños. Literalmente. Los nudillos empezaron a ponerse blancos. —No empieces con tus mierdas, Marshall. "No es nada." Estás actuando raro. Y lo de hoy fue el colmo. —¡¿Y qué mierda te importa?! —espetó de pronto el albino, incorporándose de golpe. Sus ojos brillaban, molestos, pero también heridos. —¡Me importa porque somos amigos, imbécil! ¡Y porque no es normal que te vayas así sin decir una puta palabra! —¡Pues entonces déjame! ¡¡No quiero hablar contigo, jódete!! La poca paciencia que le quedaba a Chase estalló. Cruzó el espacio entre ambos en dos pasos, y sin pensarlo, lo tomó de la camisa y lo empujó con violencia contra el mueble de madera junto a la cama. Marshall soltó un gruñido por el golpe. Lo habia tomado por sorpresa. —¡No me toques! —le gritó, empujándolo de vuelta. Y ahí fue cuando todo se salió de control. Los dos empezaron a forcejear, empujándose, topándose con la cama, con el mueble, con las paredes. No había lógica. Solo enojo, frustración y orgullo. En medio del caos, Marshall reaccionó por instinto. Le dio un codazo directo al rostro. Lo hizo con tanta fuerza que Chase tuvo que retroceder tambaleando, llevándose la mano a la nariz. Se fijó si estaba sangrando pero no pasó a mayores. Ambos respiraban agitados. Chase se recuperó rápido. Demasiado rápido. Volvió hacia Marshall con el rostro encendido por la ira, y antes de que pudiera moverse, lo acorraló contra la pared, sosteniéndolo del cuello con su antebrazo. No con intención de lastimarlo, pero sí para contenerlo. Para que lo escuchara. Estaban demasiado cerca. El aire entre ellos ardía. —¿¡Qué mierda te pasa, cabrón!? —escupió Chase, con los ojos encendidos—. ¡¿Por qué de la nada estás actuando como un jodido imbécil de mierda!? Marshall forcejeó, sin éxito. El brazo de Chase le presionaba el pecho y el cuello con más fuerza de la necesaria. —¡Suéltame, maldita sea! ¡¡No tengo por qué darte explicaciones!! ¡¡Tú eres el imbécil aquí!! —¿¡Yo!? ¿¡Por qué, Marshall!? ¿¡Qué hice!? —¡TODO! —gritó de repente. Su voz se quebró apenas—. ¡Todo! ¡Nunca te das cuenta de nada! Chase lo miró, desconcertado. —¿De qué estás hablando? ¿Qué hice mal? Marshall abrió la boca... pero no dijo nada. Solo temblaba de enojo, sí... No. Había tambien inseguridad y tristeza. Chase aflojó un poco el agarre, apenas. Marshall aprovechó para liberar uno de sus brazos y empujarlo otra vez. Estaba al borde del colapso. Quería gritarle. Quería golpearlo. Quería besarlo. No sabía qué quería. Solo sabía que le dolía toda la situación. No sabía que hacer para que dejara de doler. Y eso le molestaba, le causaba que sus nervios se erizaran del enojo. Estaba a nada de golpearlo. El enojo le ardía por dentro, como fuego líquido. Pero antes de que pudiera soltarle el puño, una de las manos de Chase se deslizó hasta su cuello. Por un instante, pensó que iba a ahorcarlo. A golpearlo de vuelta. Pero no.Chase apoyó la palma a un costado, con firmeza, como si lo estuviera sujetando para que no huyera. Para que no se alejara. —¿¡Por qué estás actuando como un inmaduro, Marshall!? —¡Porque me dejaste plantado en la mesa! —¡No te dejé plantado! —¡Claro que sí! ¡Vete con esa mujer y fóllatela! ¡Era obvio que te estaba invitando a su cuarto! Marshall se detuvo. El dolor de decirlo, de admitirlo, le hizo perder momentáneamente la fuerza en el cuerpo. Chase aflojó un poco la presión, confundido. Su expresión era poema. Como si todo lo que estaba oyendo no tuviera sentido. Quizá porque para el no lo tenía. —¿¿Por esa mierda estás así?? —soltó—. ¡No jodas! Marshall sintió cómo el enojo le volvía a escalar por el pecho. —¡Sí! ¡¿Y qué?! ¡Por eso no quería decírtelo! —empezó a forcejear otra vez—. ¡Suéltame! —No. —¡Suéltame, mierda! ¡¡Vete y déjame!! ¡¡Estoy seguro que follartela aumentaria tu ego!! —gritó, la voz rota, ya al borde del colapso. Estaba diciendo todo lo que no quería decir. Cada palabra era una confesión. Una inseguridad. Y con cada herida abierta, se sentía más estúpido. —Vete... ya... déjame... Bajó la cabeza, incapaz de mirarlo. Hubo silencio por unos segundos. —...¿Estás celoso? —preguntó Chase, muy bajo. No sonó burlón. Sonó genuinamente incrédulo. Como si no pudiera creérselo. Y sus ojos mostraban un brillo que Marshall no podia entender. Marshall apretó los labios. —...No. —Marshall... dime la verdad. Por favor. La voz de Chase ahora sonaba diferente. Más suave. Más vulnerable. Suplicante. Marshall alzó la mirada. Se topó con esos ojos ámbar tan cerca, mirándolo con intensidad. —Déjame en paz... Déjame. —Por favor... por favor. Dímelo. Rogó.El albino chasqueó la lengua. Su cuerpo temblaba. —¡¿Qué mierda quieres que te diga, eh?! —rugió, sin poder detenerse—. ¿¡Que me duele!? ¿¡Que me jode la idea de que puedas fijarte en alguien más!? ¿¡Que no aguanto ver cómo una perra se te acerca como si fueras suyo!? ¿¡Eso quieres oír!? —¡Pero no estaba pasando absolutamente nada! ¡¡Nada!! —¡¿Crees que no es obvio?! ¡La forma en que te miraba! ¡La forma en que se acercaba! ¡Tocándote como si le pertenecieras! La rabia explotó otra vez. Le dio un golpe en el estómago con el antebrazo, más para apartarlo que para herirlo. Pero Chase ya no estaba en modo tolerante. Lo sostuvo con más fuerza, ahora con una mano en el costado de su cuello y la otra en su rostro, haciéndolo girar bruscamente hacia él. Para que lo mirase y no pudiese apartar la mirada. Marshall se encontró completamente atrapado entre Chase y la pared. —¡Ya para! —le gritó Chase—. ¡¿Qué carajos te pasa!? ¡¿Por qué no piensas?! Marshall lo miró. Ya no podía explicarlo. No con palabras.Todo dolía. Todo ardía. Su pecho, su garganta, su orgullo, su corazón. Estaban tan cerca. Y lo único que quería... era callarlo. Acabar con todo ese ruido. Con la presión. Con el dolor. Si tan solo pudiera liberarse un poco... Si. Se soltó apenas lo suficiente y, en un impulso, sujetó el rostro de Chase con ambas manos. Lo acercó de golpe y juntó sus labios con los suyos. Fue un beso torpe. Brusco. Solo un roce al principio.Una acción desesperada, impulsiva.Pero fue suficiente para dejar a Chase en shock. Sus ojos se abrieron, confundidos. Pero no tardó en cerrar los ojos y devolver el beso. No con suavidad. Sino con urgencia. Como si también lo necesitara. Como si lo hubiera estado esperando todo ese tiempo. Como si la única forma de entender lo que sentían fuera así: a través del contacto brusco, violento, del calor, del silencio entre dos bocas comiéndose entre ellas. Tan necesitado. Tan hambriento. Chase apenas tuvo tiempo de reaccionar. Marshall había chocado sus labios contra los suyos como si fuera una urgencia nuevamente. Como si necesitara evitar que hablara. Como si no pudiera contenerlo más. Y Chase no lo pensó. Lo besó de vuelta con todo lo que tenía contenido. Con rabia. Con hambre y con deseo ardiendo. Lo empujó de nuevo contra la pared y devoró su boca como si fuera lo único que importara. Como si estuviera enfadado de haber esperado tanto. Marshall gimió contra su boca. Un sonido roto, frustrado, furioso. Y eso le encantó a Chase. Era un sonido tan tentador, tan adictivo. Marshall enredó los dedos de una de sus manos en el cuello de la camiseta de Chase y tiró de él con fuerza. Mientras que la otra se iba a su cabello, despeinandolo. No había ternura en ese beso. Había meses de odio, semanas de tensión, y una tarde de celos que lo había consumido por dentro. Era tosco y hasta quizá un poco grotesco. Se besaban como si fuera una guerra entre sus bocas. Chase mordió el labio inferior de Marshall sin fuerza, provocandolo y este respondió con un empujón. Casi se tambalean, pero se aferraron más fuerte el uno al otro. Las manos de Chase se deslizaron debajo de su camisa, por su espalda, lo apretó por la cintura. Marshall no se apartaba. No podía. No quería. Su respiración era pesada y sus cuerpos temblaban por la repentina adrenalina que los consumía. Se separaron por un segundo. Solo para mirarse. Desde la vista de Marshall, Chase estaba agitado. Respirando entrecortadamente. Mientras que la perspectiva de Chase mostraba a un Marshall con los labios hinchados, sus pupilas dilatadas y su rostro rojo. Su cabello tambien habia perdido orden. Totalmente despeinado. —Estás jodidamente loco —susurró Chase, sin aliento. —Y tú eres un jodido idiota —contestó Marshall, antes de volver a besarlo de manera impulsiva. Se giraron a trompicones por la habitación. Se golpearon contra la cama. Chase lo empujó sobre el colchón y Marshall tiró de él sin permitirle alejarse. Era una pelea, una rendición, una catarsis. Sus bocas no se soltaban. Sus manos se aferraban con desesperación. El deseo era tan intenso que dolía. No había palabras. Solo jadeos, sus labios chocando, sus manos temblorosas agarrando cualquier parte del otro que pudieran alcanzar. Y entonces, por un momento se detuvieron. Dejaron de besarse y solo se miraron. Cara a cara. Respirando el mismo aire. Con sus frentes juntas. Las manos de Chase en el rostro de Marshall. Los dedos de Marshall enredados en su cabello. —No vuelvas a besarme así —susurró Chase, ronco. Marshall apenas podía respirar. —¿Besarte como? —Como si me odiaras. —Entonces no me mires así nunca más. —¿Mirarte como? —Como si me odiaras. —Repitió lo mismo que le dijo Chase. Chase cerró los ojos. Se permitió un instante de paz en medio de la intensidad. Y volvió a besarlo. Lo besó con mas profundidad, con lentitud y cariño. Besaba el labio inferior de Marshall y luego se iba al superior. Creando un compaz adictivo entre ellos. Los besos que le daba a Marshall en algún punto bajaban de sus labios a la mandibula. Siguiendo un poco el orden de las pecas del chico. Donde besaba un poco y regresaba a su boca. Los dedos de Marshall pasaron por su cabello a su cuello, hombros y los costados de su torso. No habia distancia entre sus cuerpos, no habia lejanía. Solo calor y calidez. Solo deseo contenido y amor profundo. Uno no dicho y roto, pero sincero a fin de cuentas. —Marshall... Se atrevió a interrumpir el beso. Pero el albino solo queria continuar uniendo sus labios. Quería callarlo. —No hables. Solo besame. Oh, mierda. Ese chico le causaría un ataque cardíaco. ¿Cómo negarse ante tal manera tan seductiva de hablar? ¿Como negarse después de ver el desastre que ha hecho de él? De verlo tan... necesitado de él. ¿De verdad se negaría a besarlo? No. No podia. Y no queria dejar de besar a Marshall.
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