ID de la obra: 888

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Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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CINCUENTA Y UNO

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Después de almorzar, fue a buscar a Chase. Sentía la necesidad de hablar con él. Sabía (o algo dentro de él se lo decía) que estaría en su habitación. Llegó y abrió la puerta. Ahí estaba: sentado en el escritorio, escribiendo algo en su libreta. —¿Podemos hablar? Chase cerró la libreta y lo miró, recostándose con calma en la silla. —Preferiría que no. —¿Es cierto todo lo que dijeron? Marshall se acercó con lentitud, cuidando cada paso hasta quedar frente a él. Chase lo observó desde abajo y luego desvió la mirada. —Sí. Durante el ataque en Fort Vent... hice mucho daño al enemigo. Marshall guardó silencio por un segundo. —¿Te arrepientes? —No. No logro sentir el remordimiento que debería, Marshall... no siento la culpa que a ti te carcome. No cuando fui creado para ser así. Las manos de Chase se alzaron lentamente, rozando las piernas de Marshall hasta rodearle la cintura. Sus pulgares comenzaron a moverse en círculos sobre su ropa. —¿No creíste que era necesario decírmelo? —¿La verdad? —Lo miró a los ojos—. No. No lo creí. Pero más que nada fue porque me dio miedo... miedo de que me odiaras. —¿Odiarte? Por Dios, Chase... —Marshall lo tomó del rostro, acercándose—. No podría odiarte. —Bueno... es que noté el daño que te hizo tomar una vida. Pensé que si sabías lo que yo soy... también te haría daño. Por favor, Marshall, te diste asco por días por lo que hiciste. Llorabas por eso. ¿Si hubieras sabido que hice lo mismo que tú, pero multiplicado por cien... no me odiarías? ¿No te daría asco? —...Chase... —No soy como tú, Marshall. Yo estoy manchado. Y no puedo... no puedo mancharte también. No pudo continuar. —¿Manchado...? Marshall frunció el ceño, era la misma comparación que él usó con Chase. Si estaba escuchando bien, entonces esto era más grave de lo que pensaba. —Sí... ya te lo dije. Fui creado con ese propósito... Tomar una vida para protegerte... no es algo que me genere culpa. Marshall asintió. Sabía que las cosas que lo afectaban a él no serían las mismas que afectarían a Chase. —¿Entonces qué es lo que no te deja dormir por las noches? —acarició su rostro con movimientos suaves. —...Perderte. Desde hace tiempo, lo único que logra mantenerme despierto por las noches es la idea de perderte. Me da miedo... Marshall se enterneció al escucharlo. —No voy a morir. —Lo sé. Solo me da miedo porque eres un maldito imprudente —Chase jaló un poco de su cuerpo hacia él, cerrando la poca distancia que había entre ellos. —Ey, ¿qué? No soy imprudente. —Marshall. Durante el ataque a Fort Vent no te detuviste de rescatar a tus compañeros aunque te estuvieras desangrando. ¡Te desmayaste y estuviste inconsciente por la pérdida de sangre! Marshall rodó los ojos. —Bueno, tienes un punto. Pero no podía quedarme sin hacer nada. Al final, todos están vivos. —Y por eso te dieron el apodo del Ángel Blanco. Marshall se tensó. —Sigo creyendo que es absurdo. —Es algo que dejó huella. Para los que salvaste, fue como ver a un ángel, blanco y puro, que salvó sus vidas arriesgando la propia. Creo que el apodo que te pusieron es apto. Chase lo guió para que caminara un poco de costado, hasta que quedó frente al escritorio. Lo empujó suavemente para que se sentara. —Ángel Blanco... no me gusta. Suena muy ñoño —se burló, aunque fue incapaz de sostenerle la mirada. —A mí tampoco me gusta el apodo de "Cazador". Pero es algo que, para los demás, representa orgullo. —Supongo. —Está bien. Por cierto, ¿te adelantaron en tu entrenamiento de especialidad? Marshall alzó los hombros, pero su expresión cambió rápidamente a una de sorpresa. —¡Lo había olvidado! ¡Tengo que ir a ver los resultados, Chase! Se bajó de la silla con apuro, directo hacia la puerta. —Marshall. —¿Mh? —¿No olvidas algo? Marshall se revisó a sí mismo, sin encontrar nada que le hiciera falta. Entonces volteó a ver a Chase... y se sonrojó al instante. Se acercó a él tímidamente. Cuando estuvieron cara a cara, Marshall le dio un suave y fugaz beso en los labios que dejó a Chase sorprendido. Parpadeó un par de veces; no lo estaba esperando. —¿Feliz? —preguntó, como si acabara de hacer un gran sacrificio. —Bastante. Pero... ibas a dejar tu hoja con la información del examen y tu registro. Marshall se quedó quieto.MIERDA.Había hecho el ridículo. —Ah... era eso... —se rió con nerviosismo. Era un idiota. Se acercó a Chase para tomar la hoja y, en cuanto lo hizo, el moreno lo sujetó del brazo y lo atrajo con fuerza. Le tomó el rostro y lo besó de manera más larga, más apasionada... más intensa. Cuando se separaron, Marshall tardó poco más de tres segundos en recuperarse. —Listo. Ya te puedes ir. Parpadeó varias veces y, esta vez, sí salió de la habitación, mientras Chase se daba la vuelta en la silla. ____________________________ Marshall esperaba sentado en una silla de metal, con la espalda recta y las manos entrelazadas sobre las piernas. Apenas llegó un sargento, se puso de pie de inmediato y saludó con respeto. —¿Marshall Byce? —Sí, señor. El sargento revisó una hoja que llevaba en la mano. —Tengo aquí los resultados de tu prueba. Han decidido que tu entrenamiento se acorte por varias semanas. Se te ha asignado una ruta de clases avanzadas dentro de tu especialidad. Leyó algunos detalles en voz baja mientras hablaba, antes de entregarle la hoja a Marshall. —Gracias, señor. —Cuando te pidan una prueba de tu avance, muestra este certificado. Avala tu progreso formal. A partir de hoy, estás en un nivel superior. Que no se te suba a la cabeza, soldado. —Entendido, Sargento. Marshall asintió con seriedad. El sargento se marchó sin más, dejándolo con la hoja en la mano y una mezcla de sorpresa, nerviosismo y orgullo en el pecho. Se fijó en la hora. No estuvo en las clases de la mañana, pero ahora que el almuerzo habia terminado, tendría que ir a las clases de la tarde. Caminó por los pasillos hasta que llegó a la sala de entrenamiento avanzada. Al entrar, notó que no había tantas personas como esperaba. Solo unos cuantos alumnos dispersos en una sala silenciosa y cargada. Se acercó al instructor y le entregó el papel. El hombre lo leyó sin decir palabra, asintió, y le indicó que se sentara. Las primeras explicaciones del día fueron teóricas, pero exigentes. Eran conceptos que ya conocía... solo que ahora eran más específicos y técnicos. Aprendió nuevas formas de detener hemorragias con recursos mínimos, qué hacer en caso de una fractura expuesta en medio del campo de batalla, cómo colocar férulas improvisadas bajo fuego cruzado, cómo hacer una toracostomía de emergencia con un bisturí de combate... Si... No eran lecciones normales. No eran siquiera para novatos. Eran cosas complicadas y sangrientas. Ese día, en particular, se centraron en cómo mantener el área de combate libre de infecciones, cómo usar el entorno como recurso médico, asi como; ropa, metales limpios, fuego. Y cómo improvisar sin matar al paciente cuando se está solo. Marshall tragó saliva. Todo eso lo había hecho antes en Fort Vent sin entrenamiento, sin supervisión ni preparación.Cuando tuvo que usar su propio uniforme para detener una hemorragia y salvar una vida. Todo eso se le vino a la mente durante las clases. Mientras hacía los ejercicios escritos que les asignaban, no notó que el instructor lo observaba detenidamente desde el fondo. Tampoco se percató de las miradas disimuladas de algunos de sus compañeros. Para ellos, era inquietante tenerlo allí. Marshall ya había estado en combate real. Ya había sido médico sin siquiera serlo. Un cadete torpe que había salvado vidas sin saber cómo. Solo deseando que nada saliera mal. ¿Y ahora? Ahora parecía aprender todo de forma veloz. Como si todo encajara perfectamente. Era un prodigio escondido. Cuando terminó el cuestionario escrito, se lo entregó al instructor sin decir palabra y regresó a su asiento. Apenas se acomodó, escuchó una voz baja junto a él. —Psst... tú eres el ángel blanco, ¿verdad? Marshall no volteó. Solo suspiró con fastidio. —Soy blanco, pero no soy un ángel. Su tono fue seco, incluso bordeando lo arisco. Ni siquiera entendía por qué reaccionaba así. Por qué apartaba a la gente sin darles oportunidad de conocerlo. Pero lo cierto era que no soportaba cómo lo miraban, ni cómo lo llamaban con esa estúpida familiaridad. Ese apodo... "ángel blanco". Era tan ridículo. Ellos lo veían como alguien gentil, puro, heroico. Pero Marshall sabía mejor que nadie que él no era ninguna de esas cosas. Él había matado. Le disparó a un enemigo. Y a veces, todavía lo veía en sus pesadillas: el cuerpo inerte cayendo al suelo sin vida. Los ángeles no eran así. No como él. Los ángeles eran como Zuma. Como Skye. Incluso Rubble, era más genuino que él. No él. No Marshall. Sintió cómo los chicos a su alrededor se alejaban un poco. Algunos se encogieron de hombros, otros decidieron simplemente no insistir. Quizá era mejor no hablarle. Y él se lo agradeció. Porque la verdad era que en ese momento, lo único que quería era volver a su barraca, y estar junto a Chase. Solo eso.
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