ID de la obra: 888

BOOTCAMP

Mezcla
R
En progreso
0
autor
Fandom:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

CINCUENTA Y DOS

Ajustes de texto
No había rastro de Chase. Habían pasado dos días desde que ambos fueron ascendidos en sus respectivos entrenamientos, y apenas si se habían visto. Sus horarios no coincidían en absoluto. Cuando Marshall almorzaba, Chase estaba en algún entrenamiento de guardia. Cuando Chase comía, Marshall seguía en clases.Y lo mismo ocurría durante la cena. El único momento en el que se cruzaban era en la madrugada, cuando Chase llegaba a la habitación y Marshall ya estaba dormido. Ni una palabra. Ni una mirada.No había posibilidad de hablar, de tocarse, de compartir siquiera el silencio. Marshall tenía clases temprano, mientras que Chase comenzaba más tarde.Lo que había entre ellos... se sentía en pausa. Sus clases, al menos, iban bastante bien. Aunque aún notaba que muchos de sus compañeros lo observaban demasiado, como si esperaran algo de él. Como si lo midieran constantemente. Ese día, sin embargo, la rutina cambiaría.Tendrían que participar en una actividad conjunta con los cadetes de Policía Militar. Lo que significaba, inevitablemente, que volvería a ver a Chase. El ejercicio se llamaba FTX —Field Training Exercise— y era una simulación casi tan realista como una batalla. Se evaluaban habilidades técnicas, coordinación en el campo, comunicación bajo presión y toma de decisiones críticas. Los dividieron en equipos mixtos de médicos y policías militares, bajo un escenario de combate simulado con armas descargadas, actores haciendo de prisioneros, y evaluadores observando cada movimiento desde lejos. Marshall fue trasladado junto a sus compañeros a un amplio terreno abierto, donde una pequeña base de concreto simulaba la prisión temporal para los prisioneros de guerra. Recibieron instrucciones, normas, y protocolos de actuación. Cuando terminaron, los hicieron pasar a otra sala donde conocerían a los cadetes asignados a su escuadrón. Fue entonces cuando lo vio. Chase. Un poco desaliñado. Con ojeras marcadas y un par de moretones en el rostro.Y aún así, maldita sea, seguía viéndose increíble. Sus miradas se encontraron. Chase también lo había notado. Le sonrió, apenas. Apenas un gesto, pero suficiente para hacerle vibrar el pecho. Marshall sintió el corazón en la garganta. Palpitando tan fuerte que casi le retumbaba en la cabeza. Al fin.Al fin volvería a hablarle. A tenerlo cerca. A tocarlo, aunque fuera por accidente. Los presentaron uno a uno. Médicos y policías. Formalidades rápidas. Nombres cruzados. Hasta que llegó el turno de ellos dos. —Albino —murmuró Chase, con una media sonrisa burlona. —Presumido —le respondió Marshall, con el mismo tono bajo, dejando apenas una rendija por la que colarse en la complicidad. —Es... bueno verte. —¿Acaso no me ves todas las noches? Ambos se alinearon uno junto al otro, lo suficientemente cerca como para susurrar sin levantar sospechas. —Eso suena peor de lo que crees. No soy un acosador —replicó Chase, disimulando una sonrisa. Marshall rió por lo bajo. —No. Pero lo haces. ¿O no me ves cuando abres la puerta? —...Quizá... solo un poco. Marshall rodó los ojos y le dio un leve golpe en el brazo a Chase, asegurándose de que ninguno de los instructores los estuviera mirando. Pronto comenzaron a explicarles cómo sería el ejercicio en equipo. El FTX tenía un tema simple: La unidad médica debía asistir a soldados heridos ubicados en una zona enemiga. En ese sector había una prisión, y, tras ciertos incidentes, algunos prisioneros lograban escapar, generando disturbios en los alrededores.La Policía Militar tenía la misión de asegurar el área, escoltar a los médicos durante la evacuación y contener a los prisioneros. Todo eso bajo fuego simulado. El ejercicio buscaba entrenarlos en coordinación, velocidad y manejo de presión. Les dieron instrucciones detalladas y protocolos específicos para cada grupo antes de iniciar la actividad. Las puertas se abrieron, y los médicos entraron rápidamente. Marshall corrió hacia el primer herido en el suelo, al igual que sus compañeros. Los policías los escoltaban con sus armas levantadas, asegurando los alrededores. Según el guion, se trataba de una herida de bala en el brazo. Marshall aplicó un torniquete rápido al maniquí. Cuando estuvo seguro de que la intervención estaba bien hecha, le pidió a uno de sus compañeros que comenzara a evacuarlo. Mientras avanzaban junto a los policías, un gran estruendo resonó cerca, seguido por una nube de humo que lo hizo dar un paso hacia atrás. Como siempre, su torpeza le jugó una mala pasada. Tropezó con un escombro y cayó al suelo. El humo y el sonido lo desorientaron por unos segundos. Sintió cómo alguien lo tomaba firmemente del brazo y lo ayudaba a levantarse. Era Chase, que se había salido ligeramente del protocolo al correr hacia él. —¿Bien? —Bien. No hacían falta más palabras. Lo que había que decir, ya estaba dicho en la forma en que se miraban. Marshall tosió un poco por el humo, pero no se alejó del lado de Chase mientras seguían avanzando. Entonces, uno de los prisioneros simulados se soltó del agarre que lo mantenía inmovilizado. Corrió en dirección a los policías para atacarlos. Chase, que estaba más cerca, fue el primero en reaccionar. Lo interceptó y neutralizó con eficacia. Pero justo entonces, el prisionero simulado "hirió" a uno de los soldados, iniciando una "hemorragia" en su pierna, parte del guion del ejercicio. Marshall, que se encontraba cerca, corrió hacia él. Se arrodilló a su lado. La escena requería rapidez y una coordinación precisa. —¿Cuánto sangrado tenemos? —preguntó, mientras sacaba otro torniquete del equipo que le habían entregado. —Pierna. Arterial —respondió Chase, presionando con fuerza el punto herido. —Sujeta más arriba. Fuerte —indicó Marshall, y Chase obedeció sin dudar—. Eso. No dejes de mirar lo que hago. Ambos estaban agachados, muy cerca el uno del otro. La tensión del momento se mezclaba con una concentración absoluta. Su trabajo en equipo no pasó desapercibido: los instructores los observaban con atención, tomando nota de cada movimiento. En algún punto, hubo un motín de prisioneros que los policías no lograron controlar, y ahora todos tenían que evacuar.Una bala simulada impactó en el estómago de uno de los soldados (otro maniquí, con un círculo rojo y un agujero en el abdomen). Marshall atravesó el humo y el fuego cruzado hasta llegar al "herido". Aplicó presión con gasas de su bolsa médica. Tenía que atenderlo ahí mismo, o moriría. —¡Tenemos que irnos! —gritó uno de los policías. Pero Marshall no podía irse. No debía irse. —¡Estoy en intervención! Si lo dejo, muere... Pensó que lo abandonarían. —Te cubro. Apresúrate y sálvalo. Chase levantó su arma y apuntó a un enemigo invisible. Se colocó junto a Marshall, protegiendo el perímetro. Tal como había hecho durante el ataque a Fort Vent.Marshall siguió con lo suyo hasta estabilizar al "herido". Después, lo arrastró hacia la salida mientras Chase lo cubría. La prueba terminó. Los instructores se retiraron unos minutos. Marshall se acercó a Chase, lo tomó del brazo y lo arrastró lejos de los demás cadetes. Se ocultaron detrás de unas paredes de concreto. —¿Arriesgaste TU evaluación por mí? —le soltó, con la voz aún cargada de adrenalina. Le agarró la camisa con fuerza. —¿Es una pregunta o una exclamación? —Chase. —Está bien. Pero, ¿y tú? Casi te matan por un muñeco con pintura roja en el estómago. También arriesgaste mucho. —Pero tú no tienes que arriesgarte por mí. —...Sabes que no me importa si es una simulación. Jamás dejaría de arriesgarme por ti. Marshall tragó saliva al ver la decisión en los ojos del chico. Lo soltó, retrocediendo un poco. La cercanía era peligrosa en ese momento. —No lo hagas otra vez. Hablo en serio, Chase. Soy imprudente y hago cosas impulsivas. Si sigues conmigo, puedes poner en riesgo tu evaluación. —Marshall... —Ya sé que no te importa. Pero a mí sí. ¿Bien? Me importa, y no quiero que te sumen semanas por mi culpa. —Entiendo. Pero si te las suman a ti, haré que me las sumen a mí. —¿Qué? No puedes hacer algo así, Chase. No seas idiota. Sus mejillas se tiñeron de rojo. —Mira quién habla. —¿Por qué haces esto? Se atrevió a mirarlo de frente. Pero Chase, a diferencia de él, parecía completamente tranquilo. Marshall podía sentir su corazón latir con fuerza por todas las tonterías que le decía el policía. —Tú sabes por qué lo hago. Oh. No. —No... No lo sé. Los roles parecieron invertirse. Chase, que antes estaba contra la pared, se enderezó y comenzó a avanzar hacia él, haciendo que Marshall retrocediera, acorralándolo y cortando la distancia entre ambos. —Lo sabes, y muy bien... Albino. Oh, mierda. Tenía que huir. —Creo que ya regresaron los instructores. Chase alzó una ceja, pero no dejó de sonreír, mirándolo como si fuera una presa. —Bien. Volvamos. Y le revolvió el cabello, solo para molestarlo. Al regresar, los instructores hicieron énfasis en lo impecable que había sido su trabajo: reacción rápida, ejecución precisa y una coordinación envidiable como equipo. Pero también les recordaron que se habían salido del guion.No habría sanción, pero sí una advertencia.
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)