ID de la obra: 888

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Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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CINCUENTA Y CUATRO

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[. -.   -.-. .- -- .. -. --- .   ..- -. .-   ... . -- .- -. .- .] Una pequeña nota que pareció abandonada en el suelo. Casualmente a las afueras de la base. Tan lejana que no cualquiera podría encontrarla. Mientras tanto Marshall charlaba animadamente con Skye en su barraca. —En las primeras lecciones me hicieron llenar tanques y limpiar aceite pero luego tras un examen me adelantaron. Me trajeron acá porque las lecciones que yo tomaría de vuelo eran mas... especializadas. —¿Y si alcanzas los pedales? Se burló. —¿Que insinúas, bobo? —Oh. Nada, nada. Es una duda real. Skye lo tomó por el cuello para darle un coscorron en la cabeza. —¿A si? —¡No, no, no! Perdón. Perdón. Me disculpo. Es broma. Marshall trataba de quitársela de encima empujandola por la cintura hacia atrás.Finalmente Skye lo soltó. —Eso creí. Le saco la lengua y Marshall solo hizo una mueca. —¿Crees que Zuma y Rubble también sean enviados? —Espero. Me gustaría verlos otra vez. Apenas llegué pero recuerda que sus bases están mas alejadas. —Se quedaron en silencio hasta que Skye noto algo. —¿Y el chico ese...? —¿Quién? —El que odiabas. —Ah. Ya no lo odio. Y se llama Chase. —Rodó los ojos. —El se va antes del almuerzo porque tiene clases. No acaba hasta tarde. —Ya veo. ¿Y son amigos o algo? —Uh... eso creo. Si. —Levantó los hombros con un poco de indiferencia. —Me sorprendió mucho que se hayan vuelto amigos. Y pues, es un poco gracioso el contraste en sus apodos. —Ah... si... eso. —¿Hunter y White Angel? Quien lo diria... Marshall rodó los ojos. —Seh... bueno. ¿Y que hay de ti? ¿No tienes ningun apodo? —En realidad tengo varios. No se han decidido por cual ponerme. —¿en serio? ¿Cuáles son? —Acróbata. Por mis simulaciones de vuelo. Digamos que era muy difícil atraparme. Pulgarcita, enana, umpa lumpa, pixel, átomo... ya sabes los normal. Pero, a mi me gusta el de acróbata. Soy demasiado buena para esos idiotas. Marshall se rió. —Voy a robar lo de pixel. —Ni se te ocurra. El reloj de la habitación comenzó a sonar. —Oh... es hora de la cena. ¿Tanto tiempo estuvimos platicando? —Eso parece. En fin, deberíamos irnos. Marshall y Skye se levantaron y salieron de la habitación. Al recorrer los pasillos, notaron que había más personas de lo habitual. —Marshall... —Skye... —Sabes lo que esto significa, ¿verdad? —¿Han llegado camiones? Skye asintió, y en un segundo ambos salieron corriendo hacia la salida. —¿Cuánta probabilidad hay, Skye? —¿Una entre doscientos? No lo sé. Rubble es medio idiota. Zuma... quizá batalló mucho. Marshall soltó una risa. —No puedes decir eso. ¿Y si mágicamente aparecen en el pasillo y te escuchan? Se detuvieron frente a la puerta de cristal que daba al exterior. Desde ahí podían ver quién entraba y quién salía. —Rubble ya lo sabe, Marshall. ¿Qué me va a decir? Estaban tan distraídos que no notaron que alguien se había acercado por detrás. Sintieron una mano en sus hombros y se congelaron. —Quizá que eres una enana muy grosera —dijo una voz conocida. Skye y Marshall giraron lentamente el rostro. Rubble los observaba con una sonrisa intimidante. —Rubb... hola. —Marshall. —Rubble... —Skyla. Tienes tres segundos de ventaja. Skye abrió los ojos con sorpresa y miró rápidamente a Marshall. —Descansa en paz, querida Skyla —dijo él con tono solemne. —Uno... Rubble comenzó a contar. —Rayos. Skye abrió la puerta de vidrio tan rápido como pudo y salió corriendo. —Dos... —¿De verdad la vas a perseguir? —Sí. —¿Sabes que ella es más rápida que tú? —Por eso te tengo a ti. Te doy veinte dólares si la atrapas. —Trato. —Tres. Marshall empujó la puerta y salió junto a Rubble lo más rápido que pudo. Miró a su alrededor hasta que localizó a Skye corriendo a lo lejos, hacia la arboleda dentro de la base. —Ahí. La siguió, adivinando que su plan era esconderse. Rubble lo alcanzó poco después y le hizo señas indicando por dónde ir para atraparla. Marshall se ocultó entre un árbol y unos arbustos. Al escuchar pasos rápidos, esperó el momento justo, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, saltó frente a ella, provocándole un grito de terror. La sujetó por la cintura y la alzó ligeramente. —¡No! ¡Eso es trampa, Marshall! —protestó mientras pataleaba. —Perdóname, Skye. Es ganar-ganar. Ella intentó liberarse hasta que Rubble llegó. Le revolvió el cabello suelto con brusquedad, dejándola completamente despeinada. —¡Nooo! ¡Mi pelo! ¿Por qué mi cabello? —se quejó. Marshall la soltó al fin, y ella intentó acomodarse el cabello con las manos, sin mucho éxito. —Es que soy medio idiota, ¿no? —se burló Rubble mientras sacaba su cartera para entregarle los veinte dólares a Marshall. —¿Tanto valía tu venganza? —dijo ella, acercándose, aunque su tono ya no era tan molesto. —Sí. Pagaría hasta mil dólares solo por vengarme de ti. Es muy gracioso cómo reaccionas. Skye soltó una risa sarcástica. Marshall guardó el dinero; quizá lo usaría para comprarse su bloqueador solar, ya que la botella que tenía estaba por agotarse. —¿Entonces solo falta Zuma? Rubble miró a Marshall y asintió. —Él y yo hablamos por mensajería, nuestras bases estaban cerca. No debe tardar en llegar. También fue adelantado en su entrenamiento. —Eso todavía me parece raro —interrumpió Skye, mientras se hacía una coleta para controlar su cabello. —¿Tu camión venía muy lleno? —Casi vacío. Unas tres o cuatro personas. Marshall frunció el ceño. Normalmente no solían transportar menos de cien soldados, y según recordaba, cientos de cadetes se habían graduado con él. —¿Tan pocos? ¿Tú también, Skye? —Igual. No es normal. Tal vez tienen otros planes allá arriba. —¿Quizá por los ataques? —Pero no tiene sentido... ¿por qué tan pocos y no la mayoría? —Quizá... —intentó pensar Rubble—. No sé. Aunque tampoco ha habido nada más del Norte. Desde los ataques no han vuelto a dar señales de vida. Los tres comenzaron a caminar de regreso a las barracas. Al estar a unos pocos metros del edificio principal, varios camiones blancos comenzaron a llegar. —Son... Rubble fue el primero en detenerse. —Más soldados. Skye y Marshall también se detuvieron. —¿Zuma? —preguntó Marshall. —Es probable. —Vamos...
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