ID de la obra: 888

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Mezcla
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planificada Mini, escritos 267 páginas, 72.620 palabras, 58 capítulos
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CINCUENTA Y SEIS

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Era el desayuno y Chase no estaba con él. Porque alguna razón no quería acercarse a él o a sus amigos.Lo miraba desde lejos, sentado frente a Rocky, comiendo y charlando... al menos eso es lo que parecía desde donde estaban. Sus amigos mantenían una conversación algo amena entre ellos, a veces lo llamaban pero su interacción con ellos era menos de la esperada. Sintió la mano de Skye sobre la suya, lo que le hizo sobresaltar y mirarla rapidamente. Se veía preocupada por él. —¿Marshall? ¿Te encuentras bien? Miró nuevamente en dirección a Chase y volvió a mirar a la chica. —Si... no es nada, ¿que decían? Los tres se vieron entre si. Luego, Skye se acercó más a él y tomó su rostro entre sus manos. Por alguna razón esta acción le recordó a él y Chase. —Estás muy distraido... ¿Ha ocurrido algo malo? Sabes que puedes confiar en nosotros. La miró a los ojos, luego volteó a ver a Zuma y Rubble. Rubble se veía bastante neutral observandolos pero el chico afro mantenía su entrecejo fruncido. —Yo... —El mirar de Zuma era insistente. —Bueno... ayer me di cuenta que si tengo guardia. Tras decir esto Skye lo soltó y solo lo observó con confusión. —¿Tienes guardia? —Resulta que... ¿Si lo decía podría llegar a meter en problemas a Chase? Parpadeo repetidamente para quitar cualquier pensamiento de su mente. —¿Retraso en el reporte? Interrumpió Zuma. Al verlo, este mostraba complicidad. —Ah... si. Si. Fui a hablar con... los instructores y, ya saben. Problema con el sistema que no había metido mi horario de guardia. Una mentira. Y grande. ¿Por qué les mentía? ¿De que protegía a Chase? —Supongo que puede pasar. Entonces ¿que horario tienes? —No es muy tarde, a medianoche. Los tres asintieron un poco decepcionados. A ninguno les había tocado juntos. —Marshall. —Lo volvió a llamar la chica—. ¿Quieres venir esta tarde después de nuestras clases a la barraca de Rubble? Vamos a jugar varios juegos. Marshall alzó la ceja. —¿Que clase de juegos? —Ya sabes, lo típico para matar el aburrimiento. Uno, monopoly o cualquier otra cosa de cartas. Marshall tragó saliva y asintió. —Si. Solo dejame avisarle a Chase. —¿Avisarle? ¿Es tu novio acaso? Dijo esta vez Rubble, con una sonrisa divertida. —¿Qué? ¡No! ¿Que-? ¿Como creés alguna estupidez así? Yo jamás saldría con un hombre. Que asco. Lo que dijo lo hizo tan rápido que fue tarde cuando se dio cuenta de la estupidez que había dicho.Estaba siendo un hipócrita.Un idiota, insensible y asqueroso mentiroso. El estaba negando lo que sentía por Chase. Lo que había entre ellos dos. Miró a Zuma en busca de apoyo, pero este se veía tan sorprendido como él por lo que dijo. Hubo tensión en la mesa. Nadie dijo nada por varios segundos que se hicieron eternos. Al menos hasta que Skye habló. —Rubble. Entiende que esas cosas no se dicen. Tú sabes como es Marshall... sensible a esos temas. Marshall frunció el ceño. ¡Él no era así! —¿De que estas hablando? No soy sensible Skye. Simplemente no... no... quiero me metan en esas cosas... Bajó la mirada. Incapaz de ver a su alrededor. No podia ver a Zuma. No quería ver a Rubble o a Skye. —Marshall... lo entendemos. Esta bien. Sintió la mano de Skye apoyarse en su hombro. No. No lo entendía. Se apartó bruscamente de ella, levantándose de su asiento. —No. No lo hacen. Déjenme. Y tú. —Apuntó a Rubble—. No te atrevas a decir algo así otra vez. No soy un jodido... maricón. Ni soy un puto crió sensible. Sintió cada palabra cargada saliendo de su garganta para irse a su pecho y aprisionar este en un dolor algo intenso. —Marshall... La voz de Zuma lo detuvo por un segundo. Por un instante se permitió mostrar con su mirar cuan vulnerable se sentía. Mas que odio o tristeza, lograba ver empatía en como Zuma lo miraba. Se alejó de ellos. Se fue directo al pasillo, aprovechando que todos seguirían por varios minutos mas en el comedor.Sus piernas temblaban y el blanco de las paredes comenzaba a marearlo. Respiró pesadamente e internamente pidió ayuda. Pero nadie llegó. Si se ponía a pensar el porque de su actuar solo había una respuesta... miedo. Estaba aterrorizado. Miedo de que la gente viera quien era realmente. De sentirse expuesto y ser rechazado. De la misma manera que él rechazó a todos aquellos que eran diferentes. A quienes eran tan valientes para afrontar sus emociones y aceptar que amar a quienes amaban los haría un blanco para quienes fueran como Marshall. Un blanco para aquellos que no pueden escapar de sus propios demonios y deciden arrastrar a otros. Uno. Dos y tres. Respiró tan fuerte como pudo pero no lograba sentir el oxígeno en sus pulmones. Al menos no de la forma correcta. Quizás ya había aceptado lo que sentía por Chase. Mierda. Si. Ya sabías que sentía por él. ¿Pero el que los demás lo supieran? Un recuerdo llego a su mente en ese momento. Uno que creía perdido o borrado. 《—¿Mami?—. Era Marshall de ocho años, quien se acercó a una mujer de cabello negro, lacio y largo. —¿Si, mi niño? —tosió con un poco de fuerza para luego acariciar el cabello de Marshall. —Mi amigo me dijo que era lindo... Su tono de voz sonaba un poco emocionado, sin embargo su madre se tenso un poco. —¿Tú amigo? Marshall mantenía su vista en una hoja que traía en manos. —Si. Dijo que mis ojos eran lindos y por eso yo también los soy. ¡Mira Mami! ¡Me hizo este corazón firmado! Marshall logró escuchar la puerta principal sonar, pero cuando vio a su madre, esta no pareció notarlo.Ella mostró ligera preocupación. —Que bien... —Dijo fingiendo una sonrisa cuando Marshall volteó a verla. —Solo no le digas a tu padre. ¿Entiendes? —¿No decirme, qué? La gruesa y molesta voz de su progenitor resonó por la habitación de su madre. Sus pasos pesados hicieron eco mientras apresurado trataba de llegar tan pronto junto a Marshall. Tomó la carta entre sus manos y la leyó rápidamente. Tras ver la firma torpe de un tal niño llamado "Oliver" su rostro se puso rojo de la furia. —Pequeño Cabrón. Veras lo que les pasa a los maricones como tú. Desabrocho su cinturón tan pronto como pudo e hizo un gesto que le dio mucho pero mucho miedo a Marshall. El impacto del cuerpo llegó al suelo, creando un ruido fuerte. —¡Harry! ¡No! ¡DETENTE! —Tosió su madre con fuerza mientras intentaba moverse de su cama, pero estaba muy débil y solo logro caer al suelo. Trató de arrastrarse a su hijo y esposo. —¡No le hagas nada! ¡No es su culpa! —¡Cállate, mujer! Esto le enseñara a no dejar que lo tomen por un puto maricón. Marshall quedó acorralado a la esquina del buro de ropa de sus padres y la pared. Lloró con fuerza. Con miedo. —Papito... —¡Cállate, maricón! ¡Y no llores porque te daré una verdadera razón para llorar! Y lo hizo. Lo tomó por él brazo, jalandolo para sacarlo del pequeño rincón en el que se había ocultado. Al subirle la camisa dió el primer azote. Ese fue el primer golpe que recibió. El que más dolió. En el que entendió que rogar no serviría de nada. Y que si no lo soportaba, su madre también sufriría. Porque, cuando intentó intervenir, su padre la golpeó. Podia aguantarlo por ella. Después de todo era un niño fuerte... al menos es lo que le dijo su mamá mientras lo sujeteba en brazos mientras se disculpaba. Con él. —Perdóname, Perdóname Marshall. Soy una mala madre. Perdón. Perdón. —Está bien Mami... —Su voz era baja, casi inaudible. No le quedaban fuerzas para hablar. No después de todo el llanto y los gritos que hizo. —Te amo mami...》 Marshall no supo en que momento pero había logrado llegar a uno de los baños. Estaba sentado en el suelo sujetando sus propios brazos en un pobre intento por darse consuelo.No sabia porque le había llegado un flashback como ese. En esos momentos. Suspiró y se levantó. Logró ver su reflejo en el espejo. Pero no vió nada.Estaba bien. Estaba... bien... Lavó su cara con algo de agua. Respiró profundo y contó hasta diez. Cuando la cuenta regresiva terminó, caminó en dirección a su primera clase. Supuso que el desayuno terminó por la cantidad de personas en los pasillos. Para su suerte no se encontró con ninguno de sus amigos, ni siquiera a Chase. En especial, a Chase.
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