ID de la obra: 888

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Mezcla
R
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2
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planificada Mini, escritos 287 páginas, 80.926 palabras, 65 capítulos
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SESENTA Y CUATRO

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Una cita. Chase le había dicho que fueran a una cita. ¡Una CITA! ¿Acaso había escuchado mal? ¿Era todo una broma? ¿Se estaba burlando de él? No. No era una broma, ni mucho menos Chase buscaba burlarse de él. Todo iba en serio... Y por esa razón, ahora estaba como loco buscando qué ropa ponerse. ¿Qué tipo de cita sería? En realidad, no tenía ni idea. No creía que fuera formal, porque el moreno no tenía un traje consigo, y tampoco creía que fuera a rentar uno... ¿Verdad? Nah... ¿O sí? Salió de sus pensamientos. Estaba tardando tanto por culpa de la ropa. El problema era que ya nada le quedaba. Antes de enlistarse era algo delgado, un poco escuálido incluso, pero ahora... no era por presumir, pero sí tenía algo de músculo. Por esa razón, probablemente había subido una talla o dos. No le quedó otra más que buscar las camisas oversize que compraba en convenciones. Se tapó el rostro y soltó un jadeo de frustración. La más decente que tenía era una de color rojo oscuro, con el estampado de una banda de rock local. El resto... bueno, fue simplemente lo primero que encontró que le quedaba. Cuando creyó estar listo, se perfumó, y justo en ese momento tocaron su puerta. Era Chase. Vestía casual, igual que él. No necesitaba mucho para verse bien, porque el malnacido era guapo de por sí. —¿Y bien? ¿Estás listo? —Claro, llevo como... varios minutos esperándote. Tardas mucho, ¿sabes? —mintió. Le avergonzaba la idea de que Chase supiera cuánto, en realidad, había estado esperando este momento. El moreno sonrió de lado, burlón. —Sí. Porque voy a una cita con el chico que me gusta. Creo que es obvio que quiero verme bien para él. Chase caminó en dirección a Marshall, apreciando cómo el albino comenzaba a ponerse rojo y a moverse nerviosamente en su lugar. Cuando llegó hasta él, lo tomó de la cintura y lo atrajo hacia sí. Marshall puso sus manos sobre los hombros de Chase, riéndose torpemente, sin poder mirarlo a los ojos. Iba a morir. Diosito, dale la fuerza a este hombre para no desmayarse en los brazos del moreno. —Ya, ya... es mucho. No puedo con tanto —Marshall lo apartó con un leve empujón, mientras se tapaba el rostro con las manos. Aun así, se podían ver sus orejas totalmente rojas. —Entonces vamos. —¿A dónde? —A la cita. —Sí, pero ¿dónde es? Tú no conoces aquí. —Confía en mí. Marshall lo miró con nerviosismo, pero asintió. Supuso que, en realidad, no le quedaba de otra más que aceptarlo. —¿Es muy lejos? —Un poco. Tomaremos el bus. Una vez que salieron de la casa, caminaron hasta la parada de autobús, donde esperaron pacientemente. —¿Chase? —Dime. —¿Por qué decidiste hacer este plan de cita? Chase volteó a ver al albino, le sonrió, y luego regresó la vista a la calle. —Sentí que quizá necesitabas distraerte un poco más antes de regresar al trabajo. Ahora fue Marshall quien lo miró. Chase, el hombre que podía actuar y pensar con rapidez y eficiencia, que tenía la capacidad de planear con precisión operaciones complicadas... había usado su habilidad en una cita. Una cita que buscaba distraerlo. —¿Distraerme? —Sí... Con todo lo que ha pasado estos días... con lo de tu madre, noté que estás estresado. Así que hablé con tu abuela y tu mamá para darte un día tranquilo. No digo que no puedas tener paz con tu familia, pero hice unas llamadas para que las llevaran a un buen doctor, para ver si hay algo que se pueda hacer. Y después de eso, las llevarán a ambas a un hotel, donde estarán en el spa y pasarán la noche. Mientras más hablaba, el moreno iba bajando un poco el tono de su voz, volviéndose ligeramente inseguro. Para él, ¿quizá sí era demasiado todo lo que estaba diciendo? ¿Y si a Marshall le molestaba lo que había planeado? Aun si había exagerado, no sabía qué más hacer. Porque, al final, lo único que realmente sabía hacer era eso... planear y prever. Actuar. Y ahora estaba en una situación en la que se sentía incapaz de interferir, porque eran temas personales del albino. Tras esto, Chase volteó a ver a Marshall, quien seguía procesando todo lo que acababa de escuchar. —¿Qué...? —Se veía muy sorprendido, incrédulo—. ¿Qué hiciste... qué? —No sonaba molesto, ni tampoco lo parecía, pero para Chase fue difícil saber si había hecho algo mal—. ¿Sabes lo costoso que es todo lo que acabas de decirme? ¿Por qué harías algo así? ¿Por mí? Pero... no era necesario, tú... es tu dinero, tú... Chase notó cómo el albino comenzaba a entrar en crisis, así que simplemente se acercó a él y lo besó para callarlo. Funcionó. Marshall ya no dijo nada. —Quería que nuestra cita no tuviera interrupciones. Quería que fuera perfecta —dijo mientras se rascaba la nuca con una sonrisa incómoda, y las mejillas suavemente rojas. Marshall podía sentir su pecho contra su cabeza, latiendo a mil por segundo. Jamás había vivido algo así. ¿Qué debía decir? ¿Cómo debía actuar? ¿Le debía algo? ¿Chase querría algo a cambio? Marshall no era una chica, como para que alguien como Chase fuera tan atento. —No lo pienses mucho, albino... por favor. Solo déjame hacerlo... no sé qué más hacer por ti. —Pero... no tenías que hacer algo como esto... No tienes que hacer nada... No por mí. Chase frunció el ceño. —Lo sé, lo sé... Es solo que... —miró al suelo, sintiéndose, por primera vez, perdido en una situación. Comprendía de dónde venía el miedo de Marshall, pero no podía evitar querer demostrar, de alguna manera, lo que sentía por él... o liberar culpas. Marshall notó que Chase quizá estaba sobrepensando, que estaba tan nervioso como él. Así que decidió ayudar un poco. Si de verdad eso era lo que Chase quería... entonces lo aceptaría. Tomó la mano del chico a su lado para que este lo viera. Le sonrió, y Chase lo miró, confuso. —Gracias... Chase. Esto significa mucho para mí. Más de lo que puedes imaginar. —...¿Sí?... ¿No es demasiado?... Porque si lo es, igual puedo llamar y cancelar todo y— —No, no. Haremos lo que tienes planeado. Estoy seguro de que mi mamá y mi abuela lo agradecerán. Además, estar contigo es lo importante. Y sin más, simplemente se quedaron esperando.
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