Capítulo 10
13 de septiembre de 2025, 16:42
La cara de Pablo se iluminó, antes de llevar su mano rozando cariñosamente el cabello de Marizza. Ella se inclinó buscando de nuevo la boca de Pablo. Se fusionaron en un beso ardiente mientras sus lenguas empezaron a jugar entre ellas. Sus gemidos se entremezclaron entre sí.
Casi al instante, Pablo sintió la erección contra sus pantalones. Pablo se inclinó sobre ella, guiándola al filo de la cama y cuando se toparon con ella, se recostaron sin dejar de besarse.
El joven se colocó encima de ella, presionando sus palmas en el colchón. Él se separó de su boca para admirarle y Marizza pudo ver como la adoración en su mirada
-Lo eres todo para mí, Marizza-. Susurró Pablo, mostrándose muy vulnerable.
Marizza sonrió algo abrumada y sin darle tiempo a responder, él se inclinó de nuevo juntando sus labios. Aprovechó para envolver sus brazos alrededor del cuerpo de Marizza, mientras acariciaba su cuerpo por encima de la ropa y empezó a bajarle vestido hacia abajo dejando libre el corpiño blanco a la vista.
Pablo tiró del resto del vestido por sus piernas delgadas hasta que no quedó nada en su cuerpo, solo la ropa interior. Pablo besó sus labios antes de separarse de ella, arrodillarse a su lado y observar su cuerpo, medio desnudo. Clavó la mirada en la bombacha y sonrió.
La respiración de Marizza se aceleró cuando notó la mirada penetrante de su novio en su cuerpo. Y a pesar de todo, ella se sentía bien, algo nerviosa, pero sentir como él la observaba le hacía sentir deseada y eso le impulsaba a seguir. Fue en ese momento que una parte de ella quería ir más rápido a pesar de que Pablo parecía tomárselo con calma.
Ella tomó la iniciativa de elevarse y quedarse sentada para empezar a desabrochar los botones de la camisa de él. Quería verlo desnudo también. Pablo le imitó, mientras dejaba que ella le desvistiera. Pablo no pudo resistir la tentación de inclinarse y besar el cuello, pasar la lengua por su piel suave e incluso darle un pequeño mordisquito en el hombro mientras ella le quitaba la camisa por sus hombros.
Marizza no se podía concentrar si Pablo le besaba ahí, en el cuello y en su piel, por un momento dejó lo que estaba haciendo para sentir los labios de su novio provocandole así. Hasta que finalmente, pasó los brazos por sus hombros quitándole la camisa.
A pesar de los nervios, Marizza volvió a separarse ligeramente y llevó sus propias manos hacia su espalda tratando de encontrar el broche para desabrochar el corpiño, estaba tan nerviosa que tuvo que intentarlo hasta tres veces, hasta que finalmente éste cedió.
Pablo la besó en la mejilla, calmándola pues notó los nervios mientras ella hacia las maniobras y fue él quien agarró la tira del corpiño lo bajó, quedando expuesto así sus pechos. Pablo no la miro de primeras, solo observó su rostro que parecía algo avergonzada, antes de deslizar la mirada por primera vez a los pechos desnudos de su novia. Los había tocado y acariciado en alguna ocasión por debajo del corpiño, pero no los había visto sin nada. Y eran hasta incluso mejores de lo que imaginaba.
Estos subían y bajaban debido a intensidad del momento, mientras él le observaba con la boca medio abierta casi embobado en ellos. Pudo ver como los pezones se endurecían bajo su ardiente mirada.
Marizza sintió un poco de vergüenza y por un momento tuvo la tentación de taparse. Pero entonces él habló.
-Lindísima. –Susurró Pablo.
-Son pequeñas, -dijo Marizza, haciendo el intento de taparse.
-Son perfectas. –Masculló Pablo, cuando atrajo su cuerpo al suyo, abrazándole y sus pezones rozaron su cuerpo.
Cuerpo a cuerpo, corazón con corazón, ambos sintieron sus pieles rozándose y eso hizo que ambos se sintieran más excitados.
Pablo la besó de nuevo, mientras le abrazaba sintiendo sus pieles desnudas una contra otra. Las lenguas jugando entre sí, explorando la boca del otro sin piedad y con fuerza.
Los besos empezaban a ser desesperados, queriendo y buscando más del otro.
Mientras aún se besaban, las manos grandes de él buscaron sus pechos y los ahuecó, amasándolos, acariciándoles, pellizcando sus pezones. Se separó de su besó, dejando una retahíla de besos por su cuello, mientras jugaba con sus dedos los pezones arrugados de Marizza. Ella soltó un gemido cuando él se inclinó hacia su pezón derecho y se lo llevó a la boca.
Marizza acarició los cabellos rubios de Pablo mientras él se dedicaba a chupar y saborear sus pezones, disfrutando como si de un banquete se tratase. De uno a otro, sin dejar de adorarle.
Marizza cerró los ojos disfrutando de las caricias que su novio le estaba haciendo con la boca y manos. En ese momento, los nervios no estaban, solo se centraba en el placer. Observó a Pablo que por su rostro parecía estar disfrutando de placer mientras jugaba con sus pequeños pechos.
Casi inconscientemente su mirada fue hacia sus jeans que él aun llevaba puestos, aunque notaba la erección de él bajo estos. Ella llevó su mano hacia estos, y desabrochó los pantalones mientras él seguía con su boca en su pezón.
Pablo masculló frustrado por tener que sacar su boca de los pezones de su novia, para ayudarle a quietarle sus propios pantalones, pero cuando estos estuvieron fuera de su cuerpo, Pablo volvió a besarlos.
Marizza empezaba a perder la compostura cuando vio la gran erección bajo la tela delgada, que ya había visto y tocado en una ocasión.
Una sensación de excitación apareció en ella cuando pensó que eso era por ella.
Pablo gimió contra el pecho de Marizza cuando ella llevo su mano dentro de los calzoncillos y lo saco fuera. Ella empezó a acariciarlo tal y como le había enseñado la última vez, y pronto empezó a escuchar los gemidos excitados de él.
Marizza empezaba a sentir mucha excitación, tanto que notaba la humedad entre sus piernas.
Pero de repente Pablo se separó de ella, dejando que la mano de Marizza se separara de su miembro erecto. Él sabía que tenía que parar si no quería que terminar antes de empezar. Pablo empujó hacia abajo a Marizza hasta quedar tumbada en la cama.
Miró hacia abajo para ver la humedad que se transparentaba en la bombacha blanca. Marizza volvía a estar a expensas de su mirada cuando él llevo sus manos hacia los lados de la prenda y él compartió una mirada hacia ella buscando el permiso.
Marizza solo le miro y asintió, pues, aunque le había tocado, siempre había sido con ropa y jamás le había visto desnuda. Ella respiró fuerte cuando él bajo la bombacha por sus piernas y dejándola completamente desnuda por primera vez delante de un hombre.
Pablo se sentó ahí, observándola de arriba abajo, sus pechos y su entrepierna, su rostro, su panza, sus piernas, su cintura.
-Marizza... que hermosa. –Dijo en voz baja mientras llevó sus manos para separar sus piernas y tocar su entrepierna, tocando la humedad resbaladiza encontrando el punto de placer, acariciándole en círculos con el dedo.
Marizza lo vio mirándole fijamente en su entrepierna con el rostro lleno de placer algo que jamás había visto en él y cuando, llevó su dedo a su boca chupando su humedad, ella sintió que se calentaba mucho más.
Pablo se tomó su tiempo, explorándola con suavidad, mientras cepillaba sus dedos arriba y abajo, acariciándola en círculos y frotando su humedad con sus dedos, antes de que finalmente se trasladó a su apertura y hundió en lo más profundo un dedo.
En todo ese momento, Pablo no dejaba de mirar su entrepierna con la boca entre abierta y su rostro tremendamente excitado. Marizza le observaba mientras sentía que sus jadeos eran más intensos.
-Oh, Pablo – Exclamó Marizza arqueando la espalda levemente, mientras observaba su rostro lleno de placer, al mismo tiempo, que dejo entrar otro dedo dentro de ella, enterrándolo hasta los nudillos.
Volvió a llevarse los dedos a su boca y chupo el sabor de su novia, mientras gemía. Antes de volver a introducirlos en su interior y empezar a entrar y salir de ella mientras que con el pulgar encontró su clítoris y acariciarla.
Cuando Pablo centró la mirada en los ojos de Marizza, ella mantuvo el contacto visual y gimiendo y eso le pareció, lo más excitante del mundo. Ella se inclinó levemente para buscar el contacto de nuevo hacia su pene.
Pablo negó con la cabeza, agarrando la muñeca de su novia
-Si me tocas, no podré continuar y quiero estar dentro de vos. –Le susurró pablo casi avergonzado de admitir que estaba al borde, él estaba seguro que con solo con el toque de su novia sería capaz de acabar y quería estar dentro suyo aquella vez.
Marizza soltó un "oh" y entonces simplemente sostuvo su mirada conectada a la suya en una conexión tan y tan profunda mientras sus dedos entraban y salían de ella.
Pablo quería hacerle muchas cosas a su novia, pero sentía que el placer era demasiado en ese momento y solo quería estar dentro de ella. Pablo se trasladó su cuerpo por encima de Marizza, por lo que estaba ligeramente tumbado encima de ella, y encontró la boca de ella besándose de nuevo con avidez.
Pablo podía notar que ella también estaba muy desatada. No parecia tener miedo o vergüenza. Eso fue lo que le impulsaba a continuar.
Pablo envolvió con sus brazos alrededor de Marizza en un fuerte abrazo mientras le besaba la boca y cuello, pasó la lengua por el cuello, pero Marizza no se quedó atrás porque también le besaba su rostro, el cuello.
Estaba muy excitada pues sentía el cuerpo de su novio y más concretamente, su pene rozándole la pierna y la entrepierna. Marizza se movía sus caderas contra él, casi en un intento de sentirlo dentro. Y es que en ese momento lo único que quería era eso. Sentirlo en su interior.
-Espera –dijo Pablo.
Finalmente, Pablo se inclinó sobre la cama hacia la mesita de noche, abrió el cajón para agarrar un condón.
La respiración de Marizza se aceleró cuando miró a Pablo arrodillarse entre sus piernas viendo como él se la llevó a dientes para romper el aluminio y agarrar el condón. Pablo estaba tan nervioso también, que la goma se le resbaló dos veces de sus manos debido a que le temblaban todo el cuerpo y masculló enfadado por su torpeza.
Ella sonrió al verlo nervioso y una parte de ella le encontró adorable, tras algunos intentos, al fin consiguió ponérselo, mientras en su mente solo pensaba "va a suceder".
Pablo volvió a trasladarse encima de ella e instintivamente Mariza abrió las piernas. Y sintió el roce de su erección contra su parte intima.
Pablo agarró su barbilla para besarla suavemente y susurró.
-Voy a ir despacio, ¿sí?
Marizza asintió, mientras la mano de Pablo se fue hacia su miembro para guiarle hacia su apertura. Marizza lo sintió un primer contacto y después se adentró lentamente en ella y por un momento un dolor agudo apareció.
-Pablo... para- Dijo. Marizza cerrando los ojos de dolor.
-¿Marizza? ¿Estás bien?
-No, solo dame un segundo. –Dijo ella, mientras Pablo trató de aliviarla dándole besos en las mejillas, mientras la observaba como cerraba los ojos. –Ya, Pablo, creo que ya está.
Pablo la miró y se movió lentamente hasta que se hundió hasta el fondo dentro de ella, mientras observaba su rostro para ver si había otro punto de dolor. Se quedó quieto hasta que finalmente ella movió las caderas ligeramente y entonces sus labios se abrieron en un gesto de placer.
-seguí, Pablo... -Le instó ella, mientras abrazó su espalda.
Lentamente, él empezó a moverse, entrando y saliendo de ella, sin dejar de observar su sus ojos oscuros, mientras sus miradas estaban profundamente conectadas mientras los gemidos se entrelazaban cada vez que se embestia contra ella.
Marizza cerró sus ojos reteniendo el placer que empezaba a sentir debido a los movimientos de Pablo, a los suyos y a la mirada penetrante de él.
-Oh, mi amor...-Masculló Pablo cuando Marizza empezó a moverse por instinto sus caderas contra él.
Marizza arañó su almohada sintiendo que iba a explotar a medida que él empezó a acelerar sus movimientos. Pablo buscó sus labios para besarla, mientras se empezó a deslizar cada vez más rápido, una mezcla de amor y lujuria mientras Marizza apretó sus dedos contra su espalda.
Se movió a un ritmo constante, profundo y amoroso cuando él pegó su frente contra la suya, observándola detenidamente.
Pablo encontró las manos de Marizza, las entrelazó apretándolas cariñosamente mirándola fijamente mientras le hacia el amor. Con las manos fusionadas, los ojos azules cielo mirando profundamente en los ojos castaño oscura, se dieron cuenta de lo profundo que estaba siendo esa primera vez.
Pablo jamás había sentido nada similar con otras minas, y lo que estaba sintiendo era tan indescriptible que sentía que no podía más. Llevó sus dedos entre sus cuerpos para acariciar su clítoris y siguió moviéndose cada vez más rápido.
La habitación se llenó de gemidos entrelazados de ambos.
Apenas le tomó apenas unos minutos que ella se estremeciera de placer sin aliento. Gimiendo y soltando un grito de placer.
sentir su orgasmo contra su miembro y la forma en que su rostro se descompuso de placer, su cuerpo arqueándose contra él, el grito de placer fue suficiente para que Pablo soltará un gemido gutural y explotarÁ. Buscó la boca de Marizza para besarla profundamente, antes de dejarse caer contra su cuerpo y esconder su rostro, jadeante contra su cuello tratando de recuperar el aliento.
Marizza cerró los ojos, mientras lo abrazó, sintiendo el aliento de su novio rozar contra su cuerpo, mientras lo sintió temblar. Marizza disfrutó de ese momento, acarició los cabellos rubios que estaban algo sudorosos.
A pesar de que se hubiera quedado así por años, sentía el peso del cuerpo de su novio contra ella.
-Pablo, me aplastas-, susurró ella, con una risita cuando él besó su cuello.
Pablo se separó de ella, quedándose al lado, para buscar sus labios.
-Te quiero. -Susurró él contra los suyos.
El corazón de Marizza se paralizó por sus palabras. Pablo la abrazó por los hombros, le besó en la frente y le instó para que acostará encima de su pecho. Marizza apoyó su mejilla contra su pectoral desnudo, escuchando con el corazón volvía a la normalidad. Se sentía tan bien y a la vez extasiada, como si lo que acaba de vivir no fuera real.
Pablo miraba el techo, sintiendo una profunda paz y placidez. Sus manos no dejaban de acariciar su espalda desnuda con ternura.
Estaba tan lleno de amor que sentía abrumado por todos esos sentimientos. Volteó para mirar sus ojos y vio en los suyos esa misma sensación. Sonrieron como dos tontos y Pablo la estrechó entre sus brazos sin querer soltarla, acunándola con ternura. Marizza se rio de felicidad entre sus brazos.
Marizza se había sentido tan amada por Pablo que en ese momento se sentía la mujer más hermosa y deseada del mundo.
Así abrazados, mientras él le acunaba, el sueño empezaba a vencer a Pablo. Cerró los ojos, dejando los labios sobre su frente.
-¿Ha estado bien? –preguntó Marizza indecisa y algo de inseguridad, mientras ella le acariciaba su estómago.
Pablo abrió los ojos y la miró, para conectar con los suyos. Le acarició la barbilla y le besó de nuevo.
-¡Ha sido perfecto! – Pablo susurró, sellando sus palabras con un beso y una sonrisa.
Marizza sonrió como una tonta, besó su cuello, escondiendo su rostro en él y aspirando su aroma y cerró los ojos mientras ambos iban cayendo en un profundo sueño.