Capítulo 2: Sirius Black VS la imprudencia.
13 de septiembre de 2025, 19:50
Sirius no se consideraba una persona de poco fiar, pero debía admitir que a veces (y solo a veces), cuando la sangre se le calentaba de más, tendía a actuar según sus impulsos. Esto, por lo general, significaba problemas para todos los involucrados.
En retrospectiva, convertirse en animago ilegal no sería una mala idea... si no fuera porque al tomar la forma deCanuto se volvía tan desinhibido. Cuando era Canuto, el viento y él eran uno mismo. O al menos, eso sentía a la hora de tomar la forma del Grim. Algo dentro de él se liberaba, como si su alma pudiera respirar sin las cadenas del apellido Black.
Eso dejaba al descubierto rasgos de su personalidad que normalmente trataba de ocultar.
Crecer en la mansión Black te hace comprender que no todos los matices de tu personalidad van a ser tomados de buena manera por quienes te rodean, incluidos aquellos que dicen quererte. Por eso, Sirius estaba en una constante puesta en escena, desde que abría los ojos por la mañana hasta que los cerraba para dormir.
La noche anterior... no, desde el mes anterior, había cometido una cadena de errores que lo habían llevado hasta este punto muerto —literal y figurativo—. En Hogwarts, corrían muchos rumores acerca de él, algunos verdaderos y otros falsos. Él, en su acto de chicocool y de enfrentarse a los puristas de sangre, había decidido que lo mejor era dejarlos ser, que el público lo viera como temerario, brillante, carismático, indomable.
Pero desde que pudo transformarse en Canuto en su totalidad, es como si su personalidad se hubiera fraccionado.
Ahora había dos Sirius en su cabeza, y los dos peleaban con cada paso que daba, sin dejarlo pensar con claridad por sus gritos que hacían temblar su cerebro. LlamóCanuto a aquella voz más dominante y humana, aquella que solo quería seguir sus impulsos viscerales, vivir libre, no responder ante expectativas de nadie (ni siquiera las deJames, Remus o Peter). Y Canis a aquella que parecía más tranquila, pero en realidad tenía la misma sutil autoridad y dominio que su padre. Le recordaba que elshow debía continuar.
Canuto gritaba y pataleaba cual niño, Canis se mantenía frío y su autoridad se entreveía en amenazas sutiles.
Esta guerra interna en su mente lo había llevado a fallos de razón más grandes de lo habitual. La línea entre lo que hacía por impulso y lo que hacía por inercia se volvía cada vez más difusa. Y Sirius comenzaba a no distinguir cuál de las dos voces era realmente la suya.
El mes pasado, muy a su pesar, decidió dejar a Canutoserpor primera vez, lo cual lo llevó a sentir una gran empatía hacia la situación deLunático(como decidieron referirse a la forma lobuna de Remus). Lunático, su gran amigo que sufría, igual de atormentado y encadenado que él. Aunque la jaula fuera diferente, seguía siendo una jaula. Entonces, sin consultar, decidió guiar al gran lobo fuera de su guarida en laCasa de los Gritos.
Cornamenta (James) se sorprendió.
Colagusano (Peter) chilló, en parte por disgusto y en parte por terror.
Pero decidieron confiar en él; sus corazones, unidos por un sentimiento tan grande como la amistad (el primer vestigio de amor que sintió fuera de su fraternidad con Regulus), los llevaba a saber que sus intenciones, aunque arriesgadas, no estaban llenas de malicia.
Al inicio, todo ocurrió con relativa paz (tanto como se pueda con un hombre lobo a cuestas). Jugaban a perseguirse sin perder de vista a Lunático, rodaban por el césped e incluso él se perseguía la cola; la felicidad vibraba en su pecho y Canuto no podría estar más complacido.
Pero, como todo en su vida, cuando alcanzaba ciertos picos de felicidad... era inevitable que algo terrible le siguiera.
Lunático vio algo moverse en los adentros delBosque Prohibido y fue como si un instinto de caza se encendiera. Ni siquiera miró hacia atrás, simplemente corrió hacia lo que sea que llamara su atención. Cornamenta fue el primero en reaccionar, galopando tras él para poder bloquear su entrada al bosque, seguido por Canuto y Colagusano, que se montó en su espalda para poder seguir el ritmo, chillando por lo bajo como si eso fuera de ayuda.
Pero por más rápido que sus cuatro patas corrieran, no podían igualar la velocidad de un hombre lobo en plena luna llena. Esa terrible noche, por primera vez, incluso en su forma animal en la cual Canuto era señor y rey, Canis hizo su aparición, diciendo a viva voz: “TU IMPRUDENCIA NUEVAMENTE LOS HA CONDENADO”. Ante esas crueles pero verdaderas palabras, solo pudo contener los chillidos de perro y dejar que sus ojos se llenaran de lágrimas.
No hubo poder que detuviera a Lunático de entrar al bosque y Remus —oh, Remus, dulce Remus— se mancharía de sangre si no lo detenían.
Ya dentro de la vegetación y las ramas, Cornamenta y Canuto trazaron una emboscada al lobo, con Cornamenta estampillándolo a la derecha y él a la izquierda. Si tenían suerte, lograrían inmovilizarlo y podrían arrastrarlo de vuelta a la Casa de los Gritos. Pero no tuvieron tanta suerte. En el momento en que pretendieron hacer funcionar su plan, fue como si Lunático les pudiera leer la mente; el lobo se enfrentó al ciervo en un intento por morder y arañar.
En ese momento, su mente llegó a un consenso. No hubo Canuto y tampoco Canis, solo un Sirius desesperado, quien solo pudo pensar que a veces debemos hacernos daños menores con tal de evitar los mayores. Mordió con todas sus fuerzas a Lunático hasta que cambió su objetivo. Él lo guiaría de vuelta a la guarida segura y enmendaría su error.
Pero la vida nunca fue amable con Sirius y los deseos de su corazón; en menos de un minuto, perdió total interés en él. Al parecer, volvió a avistar lo que lo trajo a este maldito bosque: un puto gnomo.
Lunático aulló, un aullido que dejó a flor de piel el miedo visceral, un miedo primordial a la muerte, y empezó la cacería. Cornamenta corrió tras él, evitando que llegara a alcanzar al gnomo. Él procedió a instigar una pelea con el lobo para volver a captar su atención, pero ni las mordidas ni los arañazos podían apartar el hiperfoco en el que estaba. El lobo, al ver que el gnomo logró huir, gruñó con rabia, parando un momento.
Sirius por un momento pensó que lo habían logrado, que el peligro había pasado... Cuán equivocado estaba.
El lobo olfateó algo en el aire y se echó a correr, tan rápido como un rayo. Y ellos, llenos de adrenalina que alejaba su agotamiento, lo siguieron. Llegaron a un claro con pequeñas estructuras, claramente una pequeña villa de gnomos. ¡MERLÍN, ESTO NO HACÍA SINO EMPEORAR!
Lunático procedió a destruir media villa con las patas en su ansia por cazar, pero gracias a Merlín, no pudo porque sus presas eran muy pequeñas y su altura y postura no colaboraban. De paso, Cornamenta, por tratar de evitar una mayor tragedia, procedió a destruir la otra mitad.
Ante semejante desastre, Sirius quedó congelado por el impacto y hubiera seguido así, si no fuera por Colagusano mordiéndole la cabeza para que actuara. Eso fue grosero, pero funcionó.
Empezó a ladrar como desquiciado; quería que sus dos amigos pararan esta locura y poder volver a la Casa de los Gritos sin herir a ninguno de los dos, pero ese sentimiento se fue a la borda cuando empezó a escuchar los gritos de terror de los gnomos.
La villa de gnomos crujía y colapsaba como un castillo de naipes bajo el peso de una criatura maldita. Trozos de madera volaban, pequeños chillidos se alzaban entre las sombras, y el hedor a miedo impregnaba el aire. No, no el de ellos. El de los gnomos. Un grupo se arrastraba entre raíces, arrastrando a un pequeño con la pierna doblada en un ángulo antinatural. Sirius lo vio. Lo vio todo.
Cornamenta siguió embistiendo con fuerza para sacar a Lunático del lugar. Canuto chillaba en su cabeza ante la tragedia y Canis le gritaba por quedarse como un tarugo viendo y, de paso, ser el catalizador de toda la situación. Eso era lo último que faltaba en esta locura.
Colagusano le volvió a morder la cabeza, como diciéndole que dejara de ser un inútil y actuara. Entonces actuó. Se abalanzó hacia Lunático por la espalda y en ese momento Peter mostró una sorprendente valentía, saltando hacia el lobo mientras se destransformaba para jalarle las orejas y así hacer que fuera un blanco más sencillo para Cornamenta.
Eso ciertamente funcionó. Lunático, furioso pero descoordinado por el doble ataque, trató de quitarse a Peter de la espalda. Peter, ante la posibilidad de un lanzamiento en el que podría salir herido, se volvió a transformar. Cornamenta volvió a embestir y Sirius procedió a atacar, dejando que Colagusano hiciera caída libre hacia su lomo.
Lunático y Canuto se empezaron a gruñir como dos perros a punto de morderse las gargantas. Sirius estaba aterrado, pero todo era su culpa, así que pensó que era lo justo.
Cuando todo pareció que no podía empeorar, ciertamente empeoró.
Había escuchado de los centauros del Bosque Prohibido, lo territoriales que eran, protectores de estas tierras, imponentes en orden y justicia. Pero verlos era una historia distinta, mucho más si contabas con que eras el arquitecto de todo el caos a su alrededor.
El ambiente se congeló, el lío se les salió de las manos. Ahora no solo peligraban las manos sin sangre de Remus, sino también sus vidas.
—¡UN LICÁNTROPO!— gritó uno de ellos, sacando un arco para darle al lobo.
En ese momento, Canuto y Canis llegaron a un acuerdo.
—¡NOOOOOOOOOOO!— gritó Sirius, destransformado, volviendo a ser un humano al frente de un grupo de criaturas mágicas.
Se puso a sí mismo en la boca del lobo (XD), pero por sus amigos haría lo que fuera, en especial si todo había sido su culpa. El centauro con el arco nunca dejó de apuntar, pero sí parecía curioso por semejante muestra de valentía.
—Muévete, niño. Este ha incumplido las normas territoriales de estas tierras —exclamó uno que parecía ser su líder, tal vez el famoso Magorian.
—¡NO, NO LO ENTIENDE!... ÉL... ÉL... ¡ÉL NO FUE, FUI YO! —Ante semejante presión, su discurso salió incoherente y desconectado.
—Se trata de una bestia. Ha cruzado los límites sagrados del bosque. Ha herido, ha destruido —sentenció con voz dura, sin subir el tono. La verdad no necesita gritar.
Colagusano cedió ante la presión y prefirió ocultarse entre el cuello y los hombros de Sirius. Cornamenta se inmovilizó, sopesando si debía intervenir en su forma humana o seguir arremetiendo contra Lunático. El ambiente era tan tenso que hasta Lunático dejó de luchar por un momento.
Sirius respiró hondo y organizó sus pensamientos. —Fui yo quien lo trajo. Él no es de este bosque. Lo convencí de venir aquí. Por favor, si alguien debe ser castigado, debo ser yo —suplicó. No le importó su dignidad; de ser necesario, besaría sus pezuñas.
Los ojos del centauro líder (sí, tenía que ser Magorian, solo él podía irradiar esa clase de autoridad) lo atravesaban como cuchillas.
—Los tuyos han causado mucho daño en este bosque —Sirius sintió que se le iba el alma a los pies—. La estupidez humana no exime el juicio del bosque.
—Por favor, piedad, piedad a ellos —los ojos se le llenaron de lágrimas—. Mis amigos ni siquiera querían estar aquí, fue mi culpa.
Sirius dejó escapar un sollozo. No uno dramático, sino uno seco, de agotamiento puro. Colagusano temblaba aún sobre su espalda, hecho un ovillo, sin atreverse a respirar.
En ese momento, Lunático volvió a gruñir y Cornamenta se preparaba para otra ronda, no sabía si con el lobo o los centauros. El centauro con el arco se preparó para lanzar su flecha.
—¡NO, REMUS, POR FAVOR! —gritó Sirius, y en ese instante, solo por ese instante, vio un destello de reconocimiento en el lobo y este retrocedió.
—Son cachorros —logró escuchar Sirius entre los susurros de los centauros, una de las hembras de la manada—. Muy jóvenes aún -Su destino era discutido en ese momento y él no tenía la claridad mental para poder entender lo que se decía.
El centauro líder se quedó observando a Sirius, que temblaba pero se mantenía firme. El lobo aulló de nuevo, esta vez con una nota de desesperación. TODO ERA SU CULPA; necesitaba sacar a Remus y al resto de allí.
Magorian hizo un gesto para que el arquero bajara su arma, se acercó a Sirius lo suficiente como para que tuviera que mirar hacia arriba para verle la cara, y con una voz firme exclamó:
—Te llevas a tu manada. Que la próxima luna no nos encuentre en estos terrenos. El bosque tiene sus propias leyes. Esta vez os perdonamos por misericordia... y por juventud. Pero el bosque no olvida. Ni perdona dos veces.
—¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS! —Sirius repetía como si rezara después de perder la fuerza en las rodillas.
Peter, humano otra vez, lo arrastró junto con Lunático y James fuera del bosque a la Casa de los Gritos. El resto es realmente confuso para Sirius.
Solo podía recordar la voz de Canis en bucle repitiéndole: “Mira lo que has hecho. Mira lo que eres”.
Remusdespertó con dolor en todas partes. Solo un pensamiento llegó a su cabeza.
—Agua —susurró con voz rota y rasposa por el desuso y la deshidratación—. Agua —repitió, en caso de que sus amigos no lo hubieran escuchado.
Esperó.
Nada sucedía (Cuánta desconsideración).
Entonces su cerebro se puso en marcha, el silencio de sus amigos le heló la sangre, al acordarse del porque estaba en estas condiciones.
—¡Chicos! —tosió—. ¡Chi..cos! —exclamaba con urgencia mientras trataba de ver todo a su alrededor.
Se encontró con la curiosa imagen deJames Potter tirado como un traposucioen el piso, con las extremidades esparcidas y las gafas perdidas.Peter Pettigrew acurrucado sobre sí mismo cual animal herido. YSirius Black cabeceando.
Sus tres amigos estaban tan maltrechos, pero el peor de todos era Sirius. Pegado contra una pared, Sirius parecía haber ido a una guerra y vuelto. Tenía los nudillos en carne viva y el rostro hundido entre sombras. No dormía, no del todo. Solo flotaba, entre el agotamiento físico y una tormenta mental que parecía no dar tregua.
¿Qué carajos había pasado anoche?
El terror recorría el cuerpo de Remus cual corriente eléctrica; la incertidumbre lo hacía sentir como un resorte a punto de saltar. Y a pesar de todo, su corazón no pesaba por sí mismo, sino por la visión trágica de sus amigos, todo posiblemente en consecuencia de él.
Las respuestas no le serían dadas si se quedaba tirado en el piso, y muy pronto tendrían que volver al castillo como lo indicaba el amanecer, así que decidió arrastrarse hasta el Merodeador que parecía más disponible, en su humilde opinión, Sirius.
Se arrastró un poco hasta estar más cerca del pelinegro y exclamó lo más fuerte que pudo.
—Sirius... —Al ver que el otro no salía del trance, decidió repetirse—. ¡Sirius! —A veces, ante elshock, hay que ser físicos, por eso le dio un puñetazo a Sirius.
Claramente funcionó.
—¡REMUS, ESTÁS DESPIERTO! —gritó el chico, y el mencionado se tapó las orejas ante tal escándalo tan temprano después de su transformación.
—Sí, necesito saber qué... —Pero Sirius no lo dejó terminar.
—Ay, Remus, anoche... anoche fue un desastre, fue mi culpa, Remus —Sirius estaba histérico y, sinceramente, nada se le entendía.
—Sirius, cálmate, respira —Remus trató de tranquilizarlo.
Sirius hizo el intento, inhaló y exhaló con dificultad, parpadeando rápido, como si pudiera borrar la noche anterior con eso.
—¡Remus está despierto! —exclamó Peter desde el otro lado, tratando de levantar a James—. ¡James, levántate! —empezó a zarandearlo.
James gruñó algo ininteligible y se removió. Sirius trataba de explicar lo que pasó, pero todo estaba enredado y con poca coherencia.
Ante semejante escena, Remus tuvo que tomar fuerzas de donde no las tenía y poner orden. Se irguió y él mismo zarandeó a Sirius.
—¡Sirius, por Merlín! No se te entiende nada, necesito que te calmes y conectes cerebro y boca.
Parece que el sacudón aclaró lo que sea que pensaba, porque se calmó y se tomó un momento para organizar sus ideas. Con un suspiro, empezó a explicar lo sucedido.
Decir que se lo tomó bien era mentir, pero podría haber sido peor. En medio de la explicación, James despertó y tanto Peter como él se acercaron a Remus y a Sirius, pero ninguno intervino en la verborrea del Black, lo cual en su silencio confirmaba que lo que decía era verídico.
Sirius relató la persecución, el caos en la villa de gnomos y el aullido de furia que soltó Lunático al perder su rastro. Remus escuchaba con un nudo en el estómago, sintiendo un escalofrío al escuchar la magnitud del desastre.
—Y entonces... entonces los centauros llegaron —siguió Sirius, volviendo poco a poco a la histeria.
—Sí, eso fue lo peor —intervino por primera vez Peter.
—¿Y ENTONCES? —la histeria era colectiva al parecer.
—Nadie se murió, pero casi —al fin intervino James—. Iban a por ti, Remus, hablaban mierda sobre territorios y....
En ese momento, un semi-histérico Sirius Black volvió a intervenir. —¡PERO no fue así! Yo... yo no podía permitirlo, me destransformé y les supliqué, les dije que era mi culpa.
Sinceramente, Remus no creía que el perdón de las criaturas del Bosque Prohibido fuera tan fácil y menos ante semejante desastre, por lo cual miró con extrañeza a James.
James se encogió de hombros, todavía pálido:
—En resumidas cuentas, no podemos acercarnos nunca jamás al Bosque Prohibido. Ahora, señores, nos vamos al castillo, ya tuve suficiente —sentenció James, mientras se levantaba tambaleante buscando la salida de la choza.
Sirius solo pudo vivir para disculparse el resto del mes ante lo ocurrido con Remus. El arrepentimiento no iba solo hacia el chico lobo, sino a todo su grupo por haberlos puesto en peligro mortal.
Ante lo ocurrido, la tensión se pudo sentir entre ellos, en especial hacia él. Aunque nadie le dio la espalda, tampoco lo perdonaron del todo; no era lo mismo, la frialdad recorría su trato. A fin de cuentas, había traicionado no solo la confianza de Remus, sino la lealtad incondicional que se habían prometido como hermanos.
Canuto y Canisno dejaban de recriminarle que había separado lo más parecido a una familia que tenía por sus idioteces. Pero la tensión acabó al ver su arrepentimiento y comportamiento autodestructivo.
El primero en aceptar su rama de olivo fue Remus. Oh, dulce Remus. No duró una semana completa enojado con él. Al verlo que no podía dormir ni comer con tranquilidad, una mañana simplemente lo abrazó y en ese momento, Sirius sintió que algunas piezas de su desastrosa vida caían en su respectivo lugar.
—Ya, ya —arrullaba Remus, mientras acariciaba su espalda en el abrazo.
Sirius solo atinó a hundirse más en este y aferrarse al chico lobo; sentía que se le iría la vida si no lo hacía.
Peter le siguió días después. No hubo discurso, ni disculpas formales; simplemente actuó como si no hubiera ocurrido nada, volvió a sentarse a su lado en el comedor y hablaba hasta por los codos de las tonterías habituales que discutían. Era su manera de decirle que, a pesar de todo, lo había perdonado.
James, querido James, hermano de otra madre, su mejor amigo, fue el más reticente a volver a tratarlo. Él le guardó el juicio más duro, y con razón. No le dirigía la palabra salvo lo necesario, y cuando lo hacía, era todo filo y cero calidez.
Hasta que una mañana en la que podrían ir a Hogsmeade, Sirius se levantó de su sueño ante la mirada críptica deJames Fleamont Potter y una habitación vacía con solo ellos dos.
—Nos vamos a Hogsmeade —dijo mientras lo miraba de pie al final de su cama.
—¿Y el resto? —preguntó Sirius, sin entender si estaba informando, invitando o amenazando.
—Solos tú y yo. Cámbiate, debemos hablar.
Se dirigieron a Las Tres Escobas mientras discutían el asunto. James le advirtió que una gracia de tal magnitud no podría volver a suceder o habría consecuencias para todos. Él solo pudo aceptar, no tenía dignidad para nada más.
James lo perdonó, pero la advertencia seguía en pie: se tendría que comportar de ahora en adelante.
Lastimosamente, este sigilo y paz no duraron nada. No se dieron cuenta de quién escuchaba su conversación.
Esa noche pensaron que todo iría como era debido. Grande fue su sorpresa, cuando Lunático en un ataque de ira huyó nuevamente hacia el bosque después de transformarse. Nuevamente habían dado por sentado el caos en que convergía dentro de Remus.
Lunático había visto algo que llamó su atención en la entrada del bosque y decidió que debía perseguirlo.
Se desató nuevamente el infierno y esta vez estaban más que fritos.
No pasó mucho tiempo cuando los centauros los localizaron; debían salir de ese lugar ya.
Entonces un aroma a la vez familiar y extraño llegó hasta él, buscando la fuente encontró al metiche deQuejicus. La situación parecía no poder ponerse peor, pero Sirius se equivocó, llegaron más centauros gritando a viva voz que el resbaloso había mutilado una multitud de gnomos.
NECESITABA SACAR A SUS AMIGOS DE AQUÍ, NECESITABA SACAR A QUEJICUS DE AQUÍ, gritabaCanutoen su cerebro, y sinceramente no le iba a llevar la contraria.
Cornamenta, como dice su nombre, corneó a Lunático y eso lo distrajo de Quejicus. Este fue lo suficientemente listo como para huir ante la oportunidad pero no lo suficiente para no tomar el camino correcto.
Si esto seguía así, sería nuevamente el objetivo de Lunático y las cosas se enredarían aun más, tenía que sacar al grasoso del bosque ya mismo.
Empezó a seguir al flacucho, cuyas piernas inestables lo hacían parecer querer tropezar en cualquier momento. Al ver que su loca huida no lo llevaba a ningún lado, tuvo que intervenir.
Empezó a guiar a su enemigo a la seguridad, por irónico que sonara, jalaba su túnica y le ladraba para llamar su atención y este, aunque tuviera resistencias, no duraban mucho al ver caminos conocidos a medida que avanzaban.
Cuando llegaron a pocos metros del Bosque Prohibido, el cuerpo maltrecho de Quejicus colapsó.
Sirius sintió un escalofrío al pensar que le dio un fallo cardíaco por estrés, así que se acercó. Fue recibido con un manotazo, eso por alguna razón lastimó los sentimientos de Canuto, lo cual lo hizo lloriquear. Pero no detuvo su acercamiento para ver si el chico estaba bien.
Empezó a olfatearlo y el desagradable aroma que esperaba no estaba,noera una mezcla de pociones, grasa y magia oscura, no.... Era pergamino, hierbas medicinales y un dulzor que se agriaba por el miedo.
Canuto arrugó el hocico por la confusión,Canisle gritaba que ese aroma solo era una trampa que debía volver,Canutopreguntaba por qué tanto desprecio a tan delicioso ser.
Sirius casi entra en crisis.
Solo pudo lamer la cara de Severus en una muestra extraña de aprecio y correr, dejando a lo que Canuto calificaba como posible pareja atrás.