Capítulo 3
13 de septiembre de 2025, 21:11
Después de al menos una hora a caballo, llegaron a un pequeño y antiguo pueblo. Zora había intercambiado miradas con Ada en varias ocasiones, pero no habían cruzado palabra. Ambas parecían igual de asustadas ante la idea de enfrentarse a lo que estaba pasando. El chico que manejaba las riendas de su caballo dio un salto para bajar y le tendió la mano para ayudarla, pero cuando sus piernas, temblorosas por la falta de costumbre tocaron el suelo se aflojaron, haciéndola caer en sus brazos.
—Wow, cuidado… —Sonrió a Zora como si fuera una especie de príncipe azul —¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? —Sus brazos aún sujetaban los de ella por los codos, ayudándola a enderezarse. Cuando notó que no tenía intención de soltarla, tiró como si de repente quemara.
—Perdónala, no está acostumbrada a montar a caballo, ni al campo, ni a hacer deporte tampoco. Soy Ada, encantada.
Ada extendió la mano con una gran sonrisa ladeada. No daba crédito. Su amiga estaba coqueteando, otra vez. Siempre había sido atrevida, y si le gustaba algo o alguien atacaba sin piedad, pero le gustaban demasiadas cosas. Después de tantos años estaba acostumbrada a sus nuevos novios y posteriores rupturas. Idas y venidas con muchas lágrimas y helado de chocolate con chispas de chocolate y sirope de chocolate, pero en esta ocasión le molestaba especialmente dada la gravedad de la situación. Antes de que el chico pudiera estrecharle la mano, la sujetó de la muñeca y de un tirón la colocó en su costado. La cara que le devolvió era claramente molesta, pero decidió ignorarla.
—Gódric, encantado. —Su mirada seguía desviándose hacia Zora.
—Es tarde. ¡Vosotras dos! —El señor que parecía el jefe las señaló con el dedo —Dormiréis en casa de Aion, y por la mañana hablaremos de todo lo que ha pasado.
—¿Por qué tenemos que confiar en ti?
Zora respondió a la orden del vikingo sin reflejar un ápice de miedo. Lo había aprendido por las malas en el colegio. Si se metían con ella y no tenía cerca a Ada para defenderla, se hacía pequeña, y eso daba pie a más burlas. Un día decidió que no le volverían a hacer daño las palabras que le lanzaban. En su lugar, empezó a desafiar a aquellos que intentaban hacerle daño. No les dejó tener poder sobre ella y no volvió a tener problemas. Desde entonces lo aplicaba con cualquier persona que la tratara con superioridad, prefería mantener distancia que arriesgarse a que le hicieran daño.
—Porque soy la mejor opción que tenéis —Sonrió con seguridad.
A su lado, una chica pelirroja miraba a Ada fijamente. Su amiga podía ser intensa y en ocasiones agotadora, no estaba hecha para todo el mundo, pero no le había dado tiempo de hacer algo para caer tan mal a esa chica. A menos de que fuera la novia de Gódric, claro. De cualquier forma, pensaba vigilarla, no le pareció una persona fiable.
No discutieron. Siguieron al chico delgado, Aion, hasta su casa. Por suerte no habían perdido sus pertenencias. Las llevaban dentro de los bolsos que cargaban los caballos y se las entregaron antes de separarse. Una mujer los recibió con una cálida sonrisa, abrazó a Aion con fuerza y por el claro parecido que compartían, supo que era su madre.
—Estaba muy asustada porque no volvías, pero veo que lo has logrado cariño. —Las miró por encima del hombro de su hijo. —Pero, ¿por qué hay dos?
—No lo sabemos. Ellas son… mmm… ¿no nos hemos presentado verdad?
—No, habéis sido tremendamente misteriosos —Contestó Ada cruzándose de brazos.
—Me llamo Zora y esta es Ada.
—Encantada chicas, yo soy Lina, la madre de Aion —Las abrazó a la vez, una con cada brazo, pero al separarse mantuvo en la mano un mechón del pelo de Zora. —Tú pelo destaca demasiado, vamos a tener que ocultarlo para protegerte. —Dijo finalmente.
—¡¿Dónde se supone que estamos?! —Ada estaba impaciente por obtener más información pero ella no podía apartar la mirada de Lina. Era una mujer hermosa, con una mirada cálida.
—Rod no os ha contado nada, ¿cierto? —Lina arrugó el ceño en señal de desaprobación.
—Mamá, nos ordenó descansar y contarles todo por la mañana. —Replicó Aion conociendo de antemano las intenciones de su madre.
—Ese hombre es un testarudo cuadriculado, si quiere enfadarse conmigo, que lo haga. Estás chicas necesitan saber algo para poder descansar cómo es debido.
Las llevó a la mesa de la cocina. La casa parecía de otra época, completamente de piedra e iluminada por velas. Sus ropas también eran cómo las que veían en películas medievales. Parecía que habían viajado atrás en el tiempo. Les ofreció pan con una especie de mermelada para comer y un zumo de naranja y empezó su historia
—Bueno, sólo un resumen para que podáis iros a la cama sin miedo. Ahora mismo estás a salvo en Epherea, un planeta muy parecido al vuestro, pero en una dimensión distinta. Vuestro mundo fue creado en semejanza al nuestro por un antiguo príncipe del que desciende mi querido Aion, que a su vez predijo que una chica de vuestro mundo sería la que nos salvaría de la extinción. Sólo los descendientes del mismo príncipe Eron poseen el poder de traer a la salvadora —Posó su mano sobre el hombro de su hijo con orgullo. —Lo extraño es que solo se habla de una chica, no dos.
—Espera, espera, espera…. —Ada se quitó las gafas de la cabeza para peinarse el pelo con la otra hacia atrás —Me estás diciendo que este es un mundo con magia, que nuestro planeta es el invento de un príncipe y que una de nosotras está destinada a salvar este mundo. —Se pellizcó uno de sus brazos —Despierta vamos, despierta…. —Zora le apartó la mano para que dejara de hacerse daño inútilmente.
—Creemos que esa eres tú, Ada —Fue el turno de Aion de hablar —Los habitantes de este planeta tenemos el pelo de un color u otro según si tenemos magia o no, y el tipo de elemento que manejamos. Los no magos lo tenemos en tonos marrón, aunque yo posea poder para controlar el espacio y el tiempo, no se trata de un poder elemental. El pelo en tonos azules significa control del agua, tonos verdes control de la tierra y vegetación, plateado el aire y tonos rojos, el fuego.
—Y yo soy pelirroja mientras que Zora es rubia.
—Exacto.
—¡Pero soy pelirroja por la herencia genética de la familia irlandesa de mi padre! ¡No tengo poderes!
—No los tenías en tu mundo, pero aquí estás conectada con Noyau, el corazón del planeta y fuente de la magia. Deberías poder manifestarlos como el resto de nosotros. —Continuó explicando.
—Esto es una locura… —Habló por fin Zora. —¿Por qué iba Ada a salvar un mundo al que no pertenecemos? Devuélvenos al nuestro, nuestras familias tienen que estar preocupadas, llevamos horas sin dar señales de vida.
—Os llevaré de vuelta después de cumplir la misión.
—¡Y una mierda, he dicho ahora! —Zora se puso en pie y golpeó la mesa con el puño. No pensaba poner a Ada en peligro.
—Lo siento, no puedo, pero os regresaré al mismo momento en el que os traje, nadie notará vuestra ausencia. Ahora será mejor que descanséis, mañana será un día duro.
Se levantó de la mesa y se encerró en una de las habitaciones. Ada puso la mano en la espalda de Zora, con intención de tranquilizarla.
—Lo siento chicas, él también está sometido a mucha presión. Acompañadme. —Lina los llevó hasta una pequeña habitación con una cama individual. —Siento que no haya mucho espacio para dormir, pero no esperábamos a dos personas. Hay ropa en el armario que podéis usar por la mañana y si necesitáis cualquier cosa estoy en el dormitorio que está al final del pasillo.
Las dejó solas en aquella pequeña habitación. Zora empezó a quitarse la ropa, no podía dormir en vaqueros pero tampoco le apetecía rebuscar en ropa ajena, por lo que tocaba hacerlo en bragas y camiseta. A su vez, Ada no dejaba de hablar a toda velocidad andando de un lado al otro de la habitación, divagando. Su mente ya era un auténtico caos sin tenerla a ella generando nuevas preocupaciones. Ada no la había apoyado cuando pidió a Aion que las devolviera a su vida, y eso era lo que más miedo le daba de todo lo que estaba pasando. Siempre había tenido debilidad por adoptar a los más débiles, por eso se habían hecho amigas en un principio, y sabía que no sería sencillo hacerla renunciar a evitar la extinción de un planeta entero.
—Tenemos que irnos mañana, Ada. —Se sentó en el borde de la cama y su amiga paró de andar para mirarla directamente a los ojos.
—No podemos dejarlos así, sabes que no puedo.
—¿Pero y si mienten? O peor, ¿es verdad y te pasa algo? No sabemos contra qué tienes que luchar.
—A lo mejor la profecía dice que soy tan poderosa que voy a estar bien. Mañana el grandullón nos contará más y podremos decidir, pero no puedo irme de esta manera, lo sabes. —Quedaron en silencio y Ada empezó a quitarse el peto. Zora apoyó los codos en sus rodillas y bajó la mirada. —Vámonos a dormir y mañana tomaremos una decisión.
—Prométeme que no te pondrás en peligro y pensarás antes de actuar.
—Lo prometo, ahora hazme hueco en la cama. Sé que odias dormir conmigo pero esta noche te va a tocar aguantarme, como cuando éramos pequeñas.
Se acurrucaron de lado, Zora pegada a la pared y Ada en la misma postura pero en el borde de la cama.
—¿Me abrazas? Hace bastante frío.
El pulso de Zora se aceleró. No odiaba dormir con Ada, odiaba haber descubierto hace años lo mucho que le gustaba estar así de apretadas y había decidido cortar de raíz, excusándose en que se movía demasiado y no conseguía pegar ojo. Pasó su mano por la cintura de su amiga y enterró la cara en su pelo. Su familiar olor fue lo suficiente calmante como para dormirse pasados unos minutos sin pensar en nada más que su aroma.