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—¡Zora espera! —Gódric la estaba siguiendo. Gódric, no Ada. Eso la enfadaba aún más. —¡Lárgate! No tengo nada que hablar contigo. —Ni siquiera sabes hacia dónde estás andando, te vas a perder. —Qué más te da hacia dónde vaya, yo no soy importante aquí. —No le hagas caso a Enya, no tiene nada personal contra ti. —¡Eso me lo creo! —Empezó a andar de espaldas para poder gritar a Gódric a la cara, que continuaba unos metros por detrás. —Parece que tiene un problema con la vida en sí misma, ¡¿qué coño le pasa?! —Puedo explicártelo, solo para un… ¡Cuidado! —Cuando procesó la alerta de Gódric era demasiado tarde, ya estaba cayendo de espaldas. Por suerte no fue durante mucho tiempo y la había amortiguado algo blandito. La parte mala era que un polvo azul flotaba a su alrededor manchándola por completo. Gódric asomó la cabeza desde dónde había caído. —¿Estás bien? —Estaba conteniendo la risa. —Eso creo, ¿Qué es esto? —Preguntó mientras examinaba sus manos manchadas. —Espera. Bajo y te ayudo. Descendió ágilmente por el muro sin tocar ninguna de las plantas que había a su alrededor. Extendió la mano para ayudarla a salir del montón dónde había caído. —No te preocupes, son plantas Dente, las usamos para teñir la ropa y en el maquillaje. —¿Eso significa que sale, no? —Gódric rió. —Exacto, no vas a quedarte de color azul. —Se sentaron en el suelo, al lado del campo de plantas. Habían de todos los colores y Zora habría mentido si hubiera dicho que no le parecía una vista espectacular. —Bueno, es tu oportunidad. Habla. —Enya es mi hermana melliza. —Una broma, ¡no os parecéis en nada! —Lo sé. —Lo que intentaba ser un cumplido pareció incomodarlo. —Enya es cómo nuestro padre. Una líder nada, fuerte, inteligente y con el poder de dominar las llamas. Yo soy más parecido a mi madre. No tengo poderes y tampoco los quiero. No me gusta luchar aunque me hayan obligado a aprender desde pequeño. Me gusta la libertad, moverme por el mundo viendo cosas nuevas montado a caballo. —¿Por qué parece que lo digas cómo si fuera algo malo? —Porque soy una decepción para mi padre. —Bajó la mirada y empezó a jugar con una rama. La movía entre sus dedos y Zora le concedió un tiempo para ordenar sus pensamientos. —Nuestra madre murió cuándo éramos pequeños. Tuvimos que viajar a la ciudad. Había caído enfermo y en el pueblo no tenían lo necesario para curarme. Estaba mejorando cuando decidimos volver pero nos asaltaron unos bandidos por el camino. — Una lágrima empezó a deslizar por su rostro. —Padre nos defendió. Es el líder de la resistencia, el mejor guerrero de todos nosotros, pero eran demasiados. Los tres tuvimos que escondernos entre los árboles para darle tiempo de acabar con todos, pero en el bosque nos encontró un rondador nocturno, un animal creado por el rey para cazar no magos. Nuestra… nuestra madre intentó defendernos pero no pudo. Cuando venía a por mi, los poderes de Enya se activaron. Aún era pequeña y no los controlaba bien, pero siempre fue la valiente. No paraba de llorar después de ver cómo nuestra madre padecía frente a nosotros pero no tuvo miedo y se lanzó para protegerme. Lo incineró. —Dios… es horrible… lo siento muchísimo. —Lo fue. Después de eso no volvió a ser la misma. Nuestro padre nos encontró y pudimos volver, pero no volvió a mirarme de la misma forma. Me culpa de la muerte de nuestra madre, si no hubiera caído enfermo nada habría pasado. Me convertí en una carga, recordatorio constante de la pérdida del amor de su vida, y toda la rabia que guardaba recayó en Enya. Ha entrenado sin descanso desde ese día y su futuro ya fue decidido por nuestro padre. No la han dejado elegir. Dejó de ser una niña de un día para otro. —Tu padre es un capullo, siento decírtelo. —Gódric volvió a reír. —Lo es, pero Enya no, aunque a veces me ponga de los nervios. Dale una oportunidad. —Está bien, lo haré por ti. Pero no pienso irme, no voy a dejar a Ada sola por muy enfadada que esté con ella en este momento. —Me parece bien, pero entonces quizás deberías entrenar también. Lo odio pero me ha sido útil, es un mundo peligroso. —Gódric vio la duda en sus ojos —Así podrás protegerlas a ambas mejor. —Está bien, enséñame a luchar. — Había dado con el punto débil de Zora, que se puso en pie e intentó sacudirse el polvo azul de los pantalones. —Seguramente ya estén con Fédric en el campo de entrenamiento, unámonos. Zora le extendió la mano para ayudarlo a ponerse en pie, pero antes de poder colocarse totalmente recto, lo empujó contra las plantas. El polvo amarillo baño a Gódric de arriba a abajo y Zora no pudo contener las carcajadas. —Estoy lista para empezar profe.Capítulo 6
17 de septiembre de 2025, 18:13
Zora se marchó y Ada quiso correr tras ella. No solían enfadarse, pero Enya le agarró la mano y se lo impidió.
—Déjala. Lo mejor es que vuelva a su mundo, podrás progresar más rápido sin distracciones.
—No tienes muchos amigos, ¿no?
Fue mordaz. La expresión firme de Enya flaqueó por un momento, mostrando un atisbo de fragilidad, pero el ceño fruncido volvió rápidamente mientras se alejaba de ella.
—Sigamos. —Sentenció. Ada se quedó clavada en el sitio, alternando la vista entre Enya y el camino por el que se había marchado Zora.
—Iré con ella, no te preocupes. La mantendré a salvo. —Gódric había vuelto a salir al rescate. Hasta ese momento era al único que Ada consideraba una persona con alma.
—Muchas gracias.
Lo abrazó y él se lo devolvió sin mostrar un ápice de duda. Gódric parecía ser atento y cariñoso, tal y cómo imaginó desde el primer momento que lo vió. Quizás lo estaba poniendo en un pedestal demasiado rápido, pero tenía fe en haber acertado por fin en su búsqueda de un chico decente.
Después de una hora sentadas en la hierba intentando conectar con su fuego interno sin éxito, se movieron para empezar la preparación física. Andaron hasta un campo repleto de gente luchando, tanto con armas cómo cuerpo a cuerpo. Ada pensó que debía ser lo más parecido a un entrenamiento militar en este mundo. Enya y Aion la llevaron hasta Fedric, quién parecía ser el que mandaba.
—Bienvenida chica. ¿Preparada para que te pateen el culo?
—Cómo podría resistirme si me lo vendes así.
El hombre tenía una gran sonrisa dibujada en la cara. Era mayor que ella, supuso que estaría en sus treinta. Sus músculos destacaban, pero la cantidad de cicatrices que recorrían sus brazos desnudos erán lo más llamativo.
—Ya me gustas. —Le palmeó el hombro con la mano sin contener sus fuerzas. —Acompañadme. Cómo es el primer día vamos a empezar con algo ligero. Unas carreras para entrar en calor y principios de autodefensa básicos. Vamos a ponernos en pareja. Tú con Enya y yo con Aion.
—Otra vez no por favor, la última vez estuve días sin poder moverme bien —Se lamentó Aion.
—Tienes que fortalecerte, estoy cansado de decírtelo. Tu padre, además de un magnífico mago, era un gran guerrero.
—Lo sé, pero no soy mi padre.
El ambiente se volvió pesado. Ada se estaba perdiendo algo de información por el camino, porque los tres dejaron la frase flotando en el aire y empezaron a trabajar. Enya no tenía piedad con ella. Aterrizaba en el suelo una y otra vez, y después de ver el color que estaba cogiendo su peto favorito, se arrepintió de no haberse cambiado esa mañana de ropa. Aion no lo estaba pasando mucho mejor que ella. Seguían las instrucciones y correcciones que Fedric les iba dando pero el tiempo pasaba demasiado lento y aún no había señales de Zora.