Capítulo 7
3 de octubre de 2025, 16:28
Ada sentía zonas de su cuerpo que desconocía. Quería pensar que avanzaba, pero si era totalmente sincera, lo único que llevaba haciendo las últimas horas era comer tierra. Enya en cambio estaba fresca. Claramente no era un reto para ella.
—¿Podemos tomar un descanso? De verdad lo necesito.
—Yo la apoyo —Aion se dobló, con las manos en sus rodillas para intentar coger aire.
—Está bien, descanso de quince minutos. Aprovecho para ir a ver qué tal va el resto.
Estaban alejados de los soldados. Ada supuso que se debía a la necesidad de ocultar su llegada y estaba agradecida. No llevaba bien hacer el ridículo en público y el aspecto que tenía era totalmente lamentable. Se sentó en el suelo con la espalda apoyada en un bloque de heno.
—Ey, ahí vienen Gódric y Zora —Señaló Aion.
Alzó la mirada. Se alegraba de que su amiga estuviera bien, pero no sabía cómo afrontarla. Como no solían discutir, reconciliarse era una asignatura pendiente. Normalmente, era Zora la que tomaba la iniciativa, aunque la cagada fuera suya, pero sabía que esta vez no lo dejaría pasar con la misma facilidad. Una cosa era romperle su camiseta favorita y otra pedirle que se alejara de ella. Sobre todo después de prometerle mil y una veces que nunca lo haría.
—Hola chicos, ¿caben dos más en el entrenamiento? —Gritó Gódric desde lejos con una mano alzada para saludarlos.
Parecían sorprendentemente cercanos, caminando entre risas cómo si fueran amigos desde hace mucho. Ada sintió una punzada de celos que le era desconocida. El comportamiento que estaba teniendo Zora solía estar reservado para ella. Además, sabía que su amiga había notado su interés por Gódric desde el momento que bajaron de aquel caballo, no hacía falta que se lo dijera.
—¿Plantas Dente? —Preguntó Aion cuando llegaron hasta ellos.
—¡Sí! —Gódric pasó el brazo por los hombros de su amiga —Esta señorita de aquí quería experimentar nuestra naturaleza de primera mano.
—Itiota… —Zora le dió un pequeño golpe en el pecho, pero seguía sonriendo.
Por un momento cruzaron miradas, pero no hablaron. Notaba los ojos de los otros puestos en ellas, esperando que ocurriría después, pero Fédric llegó, salvándola antes de decir alguna estupidez.
—Bueno bueno, parece que el equipo sigue aumentando. Tú debes ser Zora. Fédric, encantado.
—Igualmente.
—Zora quiere aprender a luchar también. Nos pondremos a un lado para empezar por lo básico si te parece bien. —Gódric era odiosamente encantador.
—Pero no puedo quitarme la capa. Lina me pidió que no dejara ver mi pelo.
—Rod me comentó algo de un pelo amarillo que iba a llamar mucho la atención… Está bien, entonces vayan dentro del almacén. Es pequeño pero para solo ustedes dos nos servirá. —Apuntó a Gódric con el dedo. —No seas muy duro con ella.
La mente de Ada empezó a trabajar al doble de velocidad. Iban a estar los dos, solos, en un espacio minúsculo. No debía hacerlo, no estaba bien, pero necesitaba alejarlos. Zora nunca se había interesado por ningún chico antes que ella recordara, pero necesitaba impedir que Gódric pudiera ser el primero.
—¿Por qué no hacemos un cambio mejor? —Propuso. — Enya está aburrida de mí, como es normal. Puede ir ella con Zora y que así Gódric pueda entrenar bien, ya que llegó tarde por nuestra culpa.
—Mmm… Me parece buena idea. Me fío más de Enya como profesora.
—Pero…
Zora y Enya intentaron protestar a la vez pero Fédric las cortó con un simple gesto con la mano, mientras Gódric se situó frente a ella y Aion resopló al volver a colocarse en posición.
—¿Estás segura que eso que acabas de hacer es buena idea? Nada nos garantiza que no se maten estando solas ahí dentro. —le preguntó Gódric.
—Creo que les vendrá bien hablar. —No era cierto. Ada había sido egoísta pero no podía reconocerlo.
—Deberías intentar hablar con Zora de lo que sucedió. Estaba bastante dolida. —Los ánimos de Zora decayeron. La conexión que habían tenido era evidente en ambos incluso sin conocerlo bien.
—No te preocupes, lo arreglaremos. ¿Tú estás bien? Parece que siempre te infravaloran.
—Nada a lo que no esté acostumbrado. —Sonreía pero no parecía estar en calma con su respuesta. — Bueno, ¿empezamos?
— — · — —
Zora siguió a Enya hasta una pequeña cabaña de madera. No dejaba de pensar en la promesa que le hizo a Gódric. Le tenía que dar una oportunidad, pero sabía que no iba a ser fácil tirar abajo la primera impresión que la chica le había provocado.
El sitio estaba lleno de polvo y herramientas oxidadas. El sol entraba por las grietas de los tablones que formaban las paredes. Enya se acercó a una de ellas y con una llama que salía de su dedo tras un chasquido, encendió un artefacto que iluminaba el espacio.
—No hace falta que hagas esto si no quieres. Puedo cubrirte y decir que fuiste una profesora encantadora. —Intentaba ser amable con ella y darle una opción a elegir qué hacer.
—Quítate la capa para que podamos empezar.
—No hace falta…
—A ver preciosa. No se en tu mundo pero aquí tenemos reglas y una jerarquía. Cumplirla es importante porque de ella dependen nuestras vidas. No me importa lo importante que te creas ni lo acostumbrada que estés a que la gente haga lo que quieres, pero aquí no funciona. ¿Querías entrenar? Entrenemos.
Zora empezó a cantar una canción en su cabeza. Era algo que hacía para evitar decir toda la mierda que se le pasaba por la cabeza. Estaba intentando con todas sus fuerzas no tratarla con la misma moneda, pero no se lo estaba poniendo fácil.
—No me conoces.
—Tampoco lo pretendo.
Se quitó la capa y la lanzó a un lado con todas sus fuerzas. Le enfureció especialmente que le colgara la etiqueta de ególatra. Su meta en la vida siempre había sido no destacar, mimetizarse con la gente y evitar acercarse demasiado. Si Enya no le daba un voto de confianza ella tampoco pensaba hacerlo. Lo sentía mucho por Gódric, pero al menos lo había intentado.
—Primero aprenderemos defensa. Dada tu condición física es más probable que te sirvan de utilidad algunos movimientos para evitar golpes.
—¿Cuál es mi condición física según tú?
—Tienes los brazos débiles —Posó su mano en su bíceps —No pareces haber practicado ejercicio en tu vida.
Notó como Enya detenía su mirada más tiempo del razonable en su figura y un calor se concentró en su bajo vientre. No le gustaba admitirlo pero el mismo nivel de rechazo que le provocaba su actitud, era el nivel de atracción que sentía por su cuerpo, sobre todo ahora que estaban tan cerca. Después de tanto entrenamiento su cuerpo brillaba a causa del sudor, pero su olor le seguía recordando a las flores silvestres. Tenía un un mechón pelirrojo pegado al cuello y Zora tuvo que contener sus ganas de retirarlo.
Enya carraspeó y se alejó, comenzaron el entrenamiento y no se contuvo lo más mínimo. Zora había perdido la cuenta de la cantidad de veces que había caído contra el piso, pero para sorpresa de Enya y su propio disfrute, no dejó de ponerse en pie.
—Contra todo pronóstico, tienes más aguante que Ada.
—Te dije que no me conocías. —Contestó entre jadeos.
—Debe tomarse el entrenamiento más en serio o acabará muerta. —Enya lo dijo cómo si no fuera consciente de lo preocupante de su afirmación.
—¿Puede acabar muerta?
—Cierto, no estuviste en la reunión. Pídele que te lo cuente todo luego.
Enya volvió arremeter contra ella pero su cuerpo no había procesado el miedo del intercambio de palabras y recibió el golpe de lleno en el labio.
— ¡Joder! ¡Me lo has partido!
—Supongo que estamos en paz — Enya señaló el morado que empezaba a formarse bajo su ojo.
—No dejaré que se ponga en peligro.
—Tiene un deber que cumplir.
—¿Dónde lo pone?
—¡La existencia de todo tu mundo se debe a esta causa! Si muere por ello será un mal menor, deja de comportarte como una cría al respecto, ella quiere seguir adelante, respétala.
Enya se marchó, dejándola sola ahogándose con sus pensamientos.