Los primeros pasos para forjar un vínculo
15 de septiembre de 2025, 14:19
Una serie de gruñidos traqueteantes la despertaron.
¡¿Qué... ¿Qué pasa? - se escuchó decir alarmada solo para ver a Vaghar y al Ladrón de Ovejas enfrentándose. Por un momento temió que pelearán, incluso si su dragón tenía una ventaja con su tamaño. Vaghar con todas sus crestas extendidas y su graciosa corona de cuernos, era una bestia magnífica, pero no alcanzaba las dimensiones de su montura y menos aún el colosal volumen de la Vaghar que ella conocía. Su ansiedad fue infundada. Ambos dragones, tras un breve intercambio de siseos graves y profundos, procedieron a ignorarse. Una inquietud menos. Consideró volver a tumbarse pero ya no tenía sueño. Intentarlo solo la llevaría a revivir toda la angustia que prefería ignorar. Eso era lo que ella hacía. Tomaba todo lo malo que no tenía solución, lo enterraba en el rincón más lejano y fingía que no existía. El mundo era una mierda, lleno de un desastre o dificultad, ya sea grande o pequeña, tras otra, acompañados de cortos respiros. O quizás fuera su vida. Así que era mejor explotar los buenos momentos, disfrutarlos al máximo, antes de que desaparecieran. No podía concentrarse en lo malo o sino no sobreviviría. Y considerando su nueva situación, aislada de todo lo que conocía, era mejor que dejará de lloriquear y se pusiera manos a la obra o terminaría tumbandose en el suelo para dejarse morir.
Primero tenía que tantear las aguas y ver cómo resolvía el problema con el príncipe. Estúpida, estúpida, estúpida. Solo a ella se le ocurriría darle órdenes al futuro Maegor el Cruel. Quería golpear su cabeza contra la pared aunque eso no solucionará nada.
Estas despierta. - su voz la sobresaltó - ¿Desea usted sustituirme o debo yo continuar la guardia? - ¿la estaba regañando por quedarse dormida o no? Espera. ¿Había permanecido despierto todo este tiempo? Se fijó en su cara iluminada por unas pocas brazas encendidas. Unos ligeros círculos negros se extendían bajo sus ojos aunque aún no eran bolsas - ¿Mi lady?
Si sabes que los dragones se comerán a cualquier intruso amenazante ¿verdad? Me sorprende que el mío no se haya alterado la primera vez que apareciste. - solo respondió el silencio - Por cierto, ¿cuándo apareció Vaghar?
- Bastante después de que usted se durmiera. Madre debió enviarla a vigilarnos.
- ¿Puede hacer eso? ¡Guau! Cada día se aprende algo nuevo.
¿No lo sabías? - ante su encogimiento de hombros solo pudo suponer - Madre ha estado unida a Vaghar por décadas, tal vez sea por ello que puede hacerlo.
Como ella era nueva en esto, tuvo que pensar que tenía razón. El vínculo era bastante complejo. Una parte era instintiva mientras que otra estaba en construcción cambio y era cierto que le faltaban conocimientos sobre el tema. Dejando de lado sus cavilaciones, decidió acercarse a él. Junto a él estaban los restos de lo que debería ser su cena: un queso con una mordida, media manzana y lo que quedaba de un pollo asado. Como se había saltado la comida, su estómago, jamás interesado en sus debacles internos, le exigía alimento. Así que simplemente fue a por ello.
¡¿Pero qué haces?! - el joven príncipe la miraba como si hubiera cometido un crimen - Esas son mis sobras.
- Lo siento. No sabía que te las ibas a comer.
- No iba a comerlo. ¡Iba a tirarlas!
- Entonces ¿de que te quejas? Te ibas a deshacer de ellas y ya me encargué yo.
Lady Ortiga, - dijo reuniendo paciencia y de pronto volvió a ponerse esa sonrisa de dientes puntiagudos que le había mostrado antes - tengo una cena completa reservada para usted. - sí, no iba a comerse esa comida ni jugando. Las sobras eran más seguras porque, no estaban destinadas a ella para empezar.
No gracias. Me conformo con esto. - y le propinó una mordida a la manzana - Ey, por cierto. ¿Por qué me sigues llamando lady Ortiga? Es incómodo.
Madre dijo que la tratará como una semejante, así que eso hago. Además, cuando la presenten en la Corte de seguro se le otorgarán títulos y pasará a formar parte de la nobleza. Es imposible que mi familia dejé escapar a una nueva jinete de dragón y harán lo imposible por mantenerla de nuestro lado. - no tenía que decírselo. Su madre había planeado una boda falsa con él, o más bien un matrimonio falso - En todo caso, sería casi mi igual.
No somos iguales, - soltó alterada - usted es un maldito príncipe y yo soy una jodida bastarda.
Dije casi. - por un instante dejo caer la sonrisa aterradora, su cara volvió a portar su ya conocido ceño fruncido, solo para que volviera a colocar en su lugar la desagradable máscara risueña - Yo seguiré siendo el hijo del rey mientras que a usted es posible que la llamen extranjera. Aún así, usted es una Señora del Dragón, hija de un Señor del Dragón. Bastarda o no, y madre no quiere que seas llamada así, tienes un dragón y uno inmenso. Se te considera en posesión de un tesoro incalculable. Y yo soy un príncipe Targaryen sin un dragón - apretó sus labios - Vienes de un lugar donde los dragones parecen llover del cielo. - alzó la mano para impedir que lo negara - Tal vez no lo consideres así, pero los Targaryen apenas hemos logrado criar tres dragones en casi un siglo. Podrían pasar décadas antes de que nazca una nueva cría. Así que puede que no sea jinete hasta que uno de mis padres fallezcan. Y eso si me acepta algún dragón. - masculló lo último pero Ortiga lo escuchó claramente.
- ¿Eso te preocupa? Sabes que puedo decirte que dragón montaste ¿verdad? O montarás. Como sea que se diga.
Sus ojos se abrieron ampliamente, el profundo violeta pareció brillar y su cara se iluminó con un matiz de felicidad - ¿En serio? ¿Cuál? - por una vez, sin la falsa mueca de alegría ni el constante ceño fruncido, su rostro reflejó de forma clara su edad. Es apenas un niño, pensó, demasiado joven. Era ancho, sí. Fuerte, también. Y casi tan alto como ella. Pero aún le faltaba terminar de crecer. Sin esa expresión amohinada aún su apreciaban sus mejillas rellenas y redondeadas, lo que su abuela solía llamar grasa infantil.
¡Demonios! A su edad ella ni siquiera había tenido su primera sangre de mujer. Y la gente a su alrededor ya planeaba casarlo, no con una sino con dos mujeres adultas y mayores que él. Siempre le había parecido repugnante los enlaces de hombres mayores con niñas. ¿Por qué a la inversa sería diferente? ¿Por qué lucía mayor y mejor construido? ¿Diría lo mismo si fuera una pequeña? Intentó imaginarlo en su cabeza. Un hombre mayor con una jovencita que ni siquiera tenía su ciclo pero parecía de más edad. Una sensación nauseabunda le recorrió la piel. Se le revolvió el estómago. Asqueroso, simplemente asqueroso.
Se fijó de nuevo en él. Ya no podía verlo solo como Maegor el Cruel, ni siquiera como al mocoso que había que manipular para ver si podía evitar que creciera para ser el tirano en el que muy probablemente se hubiera convertido. Ahora veía la tez de alguien inocente, que no había sido manchado por la oscuridad que asolaba la tierra. Era la imagen de sus amigos, quizás de ella misma, niños abandonados y solos, que solo podían recibir golpes y aguantar. Unos se quebraron, otros se quedaron en el camino, los que quedaron crecieron para convertirse en mendigos, borrachos y violadores. Todas sus esperanzas infantiles y sueños de mejoría aplastados por el peso de la vida que nunca les dio una oportunidad. Donde la sociedad veía escoria, ella muchas veces veía solo niños rotos. ¿Qué te hicieron? ¿Cómo te convertiste en el déspota sanguinario sin piedad para los tuyos?
Había monstruos que nacían y monstruos que se hacían. Ella lo sabía. Los primeros estaban condenados desde el inicio, eran aquellos que parecían disfrutar del sufrimiento ajeno y vivían para repartir miseria para su placer. Los consideraba los más peligrosos porque te hacían daño solo porque sí. El príncipe Maegor no parecía estar en esta categoría. Los segundos, aunque podían impartir la misma crueldad, muchas veces solo habían sido pequeños vulnerables, usados en la mayoría de las ocasiones, expuestos a cosas de las que deberían ser protegidos. Podría haber sido ella si no fuera porque escapó por los pelos, porque a punto de ahogarse alguien le tendió la mano.
¡Pero él es un príncipe! - gritó una parte de ella - ¿Qué sabe el de dolor, de miseria y de hambre? ¿Qué sabe de ser tratado siempre como contaminado, inútil? ¿Un desecho? Es un niño de la nobleza, mimado y protegido. Un príncipe del reino, el segundo detrás del trono, demasiado valioso para ser echado a un lado. ¿Qué sufrimientos pudo haber vivido que lo llevarán a derramar ríos de sangre? ¿Descender en su derecho al trono? Es un segundo hijo, ese es su destino si sobrevive el heredero y se reproduce. Para ello tendrá una vida de riqueza en compensación.
¿Lady Ortiga? - la pregunta la sacó de su debate interno. Todavía tenía esa mirada amplia y limpia adornándolo. Debió ver algo en su cara porque de inmediato se colocó una mano en su propio rostro y una señal de duda apareció entre sus cejas. Como si descubriera algo incorrecto en su aspecto, su semblante cambió. Fue como si una túnica se deslizará sobre su cuerpo y regresó su apariencia estoica y firme. La falsa sonrisa no había sido lo único falso, se dio cuenta. ¿Podría ser su actitud cerrada y huraña su forma de protección? ¿Su barrera contra el daño? ¿O era realmente un estado crudo de su carácter? Quizás era parte de su naturaleza ¿solo que pulida y afilada con los años? ¿Cuál era la verdad? Sabía que en ocasiones, cuando interpretabas a un personaje por demasiado tiempo, tu actuación tomaba a veces un estado más permanente, empezaba a formar parte de tu personalidad. Fíngelo hasta que lo consigas. A Ortiga le había servido. Paso tanto de su vida interpretando el papel de alegre y despreocupada, que ya apenas recordaba a la niñita enfadada con todos que había sido. También podrían ser ilusiones de ella. Puede que sí, puede que no. Trataría de averiguar la veracidad de esto.
No pasa nada, Maegor. Solo me distraje un poco. ¿No tienes por allí algo de agua para bajar la comida? - la sed se había vuelto apremiante.
¿No prefieres vino? - cuando negó, rebuscó en la cesta hasta pasarle un odre con agua - ¿Y bien? ¡Dímelo! ¿Cuál será mi montura? ¿Es uno que conozco o una cría por nacer?
¿No te lo imaginas? - negó e intentó disimular su energía nerviosa - Balerion, el Terror Negro, la criatura más grande que ha surcado jamás los cielos de Poniente. - en dragón más aterrador para el rey más aterrador, fue lo que no dijo.
Una sensación de alivió pareció recorrerlo solo para lucir derrotado instantes después - ¿Qué pasa? ¿Qué te molesta? - intentó pensar en lo que significaría para él desde su perspectiva - ¿Es porque tu papá tiene que morir para convertirte en jinete?
Ni siquiera había pensado en eso. - se estremeció y luego aceptó - Pero es una realidad que muchos Targaryen terminan cabalgando sobre las monturas de sus padres. - dudó antes de admitir renuente - No debería decir esto pero... tenía miedo. Temía... temía quedarme sin dragón. Todos en mi familia tienen ¿sabes? Menos la princesa Rhaena que todavía es una bebé en pañales. - arrugó la nariz - Tenía miedo de no ser nunca un jinete. De ser menos que los demás, menos que mi hermano. - suspiró - Aenys tiene una cría desde que muy pequeño. Como no habían más crías mi padre me dio un huevo de dragón, aunque no llegó a nacer. Yo... - se retorció un poco - el día que vine aquí venía a algo así como "liberar al huevo". ¡No le digas eso a mi mamá! - actuó de repente como un niño asustado ante un regaño. Es un niño, se recordó, no podía olvidarlo. Lo que dijo a continuación solo se lo demostró - A veces, cuando voy a Desembarco del Rey o cuando regreso, veo a Aenys jugando con su dragón, dando vueltas en el cielo. Yo quería hacerlo también. Solo he montado a Vaghar y los vuelos de mi madre son aburridos. - así que quería su propio dragón para jugar ¿y qué?
¿Qué tiene eso de raro? ¿O de malo? - la miró interrogante - Volar es parte indisoluble de la naturaleza de un jinete y disfrutarlo es parte de ella. Ah, - se detuvo - es porque no puedes hacerlo pronto. ¿Por qué no le pides a Aenys que te lleve o a tu padre?
Un príncipe Targaryen no puede rebajarse a sí mismo suplicando por algo. - pareció muy seguro de sí mismo mientras que Ortiga dudaba de esto. Nunca había interactuado con muchos nobles y menos con sus hijos aunque creía que estos últimos, al igual que sus padres, se limitaban a exigir en vez de pedir y hacían un berrinche si no se cumplían sus caprichos. Quizás no todos fueron criados iguales, fue su pensamiento posterior. No veía a Visenya, luego de conocerla por pocas interacciones, siendo una madre mimosa y consentidora - Y mi padre es el rey de varios reinos conquistados, no puede desperdiciar su tiempo en juegos infantiles. - lo defendió con una inflexión que denotaba una creencia absoluta y no admitía discusión.
Entonces ¿ni siquiera se lo puedes pedir a tu hermano? - Maegor negó y Ortiga vio su oportunidad de empezar a ganar un poco de favor - ¿Quieres dar una vuelta en mi dragón? - la luna llena brillaba clara sobre el mar y desde su repisa se divisaban cielos despejados. La visibilidad no sería un problema. Él se levantó de golpe, acercándose todavía más a ella.
- ¿Podemos?
Sí, claro. Aunque deberíamos evitar giros y cambios bruscos no vaya a ser que te caigas del dragón. - aprovechó su acercamiento para comparar sus alturas. Por imposible que pareciera un niño de trece años casi la alcanzaba en tamaño por dos o tres dedos. Él no pareció molestarse cuando ella usó sus manos para equiparar su diferencia de tallas, más bien emocionado por la próxima aventura.
¡No te preocupes! Tengo mi faja de montar. Madre me ordenó traerla. - pensar en su madre trajo a colación otro dilema - Tal vez no deberíamos hacer esto. Madre ordenó discreción. No creo que quiera que nadie sepa que existes todavía.
Pffff - ella desestimó esto - Es plena noche. Incluso si alguien estuviera despierto solo podrían ver un dragón volando desde la isla. Las personas ven lo que quieren ver y la mayoría pensará que es simplemente Vaghar. La cual, convenientemente, está acá. - la señaló descansando en un rincón - Para notar algo raro tendrían que estar muy cerca y prometo que si vemos algún barco nos alejaremos.
Titubeó pero aceptó su explicación. Sus ganas de un vuelo divertido superaban por mucho su temor a desobedecer, al menos de momento. De inmediato registró entre sus cosas hasta encontrar una banda elaborada llena de eslabones. Con la poca iluminación del fuego no se distinguían bien los colores de la misma lo que reforzaba la creencia de que desde lejos nadie notaría que la bronceada dragona que esperaban ver era bastante más grande y bastante más marrón. Colocando la alrededor de su tronco se dispuso a sujetar la y ajustarla bien. Ella se dirigió hacia su bestia. El Ladrón de Ovejas la recibió con un sonido profundo que despertó a Vaghar. Esta los observó a todos antes de bajar la cabeza y continuar su siesta. Cuando su dragón notó que se preparaban para una cabalgata salió de su letargo rápidamente. Su pobre bebé. Creciendo en libertad no estaba acostumbrado a que le impidieran volar. - Lo lamento tanto mi amor. Te prometo que pronto no tendremos que ocultarnos más.
¿Qué haces? - interrumpió Maegor - Sabes que los dragones solo entienden alto valyrio ¿verdad?
Solo sé un par de comandos simples en valyrio, así que no tengo otra forma de hablarle. - el príncipe, que se veía listo para partir, aceptó esto - Debo preguntar. Ya te dije que no quiero que me llames Lady Ortiga, porque es rarísimo, pero... ¿Cómo quieres que te llame? - estaba presionando fuerte pero Visenya le había dicho que quedaban pocos días para su boda y si se iba a unir a esta, era mejor averiguar si el principito aún podía cambiar y adaptarse o sí ya había pasado el punto de no retorno.
- Puedes llamarme Maegor, al menos cuando no haya público. De todas formas no me has llamado de forma respetuosa en todas nuestras conversaciones.
¿No lo hice? - dijo un poco acobardada. Se acordó de dirigirse con formalidad a la reina Visenya pero no a él. Esto era malo. Esto era muy malo. Una cosa era intentar gradualmente y poco a poco, énfasis en lo último, ganarse su confianza y hacer que estuviera cómodo con ella. Otra muy diferente era faltarle el respeto y obligarlo a aceptarlo. Solo los estúpidos y los que no apreciaban su vida se portaban así con la nobleza y menos con la realeza. Maegor debió notar que estaba alterada porque intentó apaciguarla.
No me importa. Ya se dijo. Eres lo más cercano que tengo a una igual. Los únicos que podrían superarte son Aenys y su hija y no soy muy cercano a ellos. Aenys siempre está en los Recorridos Reales junto a mi padre. Cuando regresa a la Corte en Desembarco, madre y yo nos mudamos a Rocadragon y cuando ellos se trasladan aquí nosotros vamos a Desembarco del Rey. - a Ortiga esto le sonó raro. Todas las historias contaban que el rey Aegon había amado solo a su segunda esposa mientras a la primera la soportaba, o eso decían los rumores. Mantenerse lejos de cualquier mujer que solo aguantabas tenía sentido, la realidad de muchos matrimonios suponía. Lo que no tenía sentido era la distancia que mantenía de su segundo hijo. ¿Por qué lo haría? - Y la princesa Rhaena todavía está en la cuna. Así que puedes ser mi amiga de verdad. No como mis acompañantes. Tú estas de nuestro lado. Madre me lo dijo. Por lo que puedo confiar en ti.
No digas eso, pensó. No confíes en mí. Ella quería estar cerca para vigilarlo. Para ver si podía arreglarlo o huir antes de que fuera peligroso. No te portes así. Esa ingenuidad solo para mí. No me hagas sentir debilidad por ti. Sí lo hacía, terminaría cuidando de él. Protegiéndolo como si fuera suyo. Y ella tendía a aferrarse a los que consideraba suyos con uñas y con dientes, con la ferocidad de alguien acostumbrado a tener muy poco y esperar aún menos. Muéstrame al monstruo, no al chico solitario.
Él notó su incomodidad - ¿Qué pasa? ¿Dije algo mal? - y dudó antes de mostrar de nuevo esa sonrisa fea, como de tiburón a punto de morder.
¿Por qué haces eso? - preguntó algo nerviosa - Esa sonrisa rara con los dientes afuera.
Se quedó atónito antes de enfurruñarse. Incómodo confesó - Madre dijo que carezco de habilidades cortesanas, así que trate de lucir con ademanes de la Corte para que te sintieras más cómoda y demostrarle a mamá que no soy insuficiente en ese sentido.
Pues déjame decirte que fallaste. Fallaste miserablemente. - esto casi le saca los ojos de las órbitas. Una especie de tic nervioso hizo que la comisura de su labio se contrajera una y otra vez en una mueca de enojo - Dudo que nadie en la Corte, jamás de los nunca jamases, se atreviera mostrarse así para dar confianza. Y si lo hace, huye en la dirección contraria. Esta mal juzgar las apariencias y todo eso pero lo cierto es que esa es la sonrisa de una serpiente.
Maegor no lo tomó como ofensa - Entiendo. - luego se iluminó - Ves, te portas como un amigo real. Me dices las cosas como son y no las que quiero oír. - si él supiera. Solo pudo resoplar para sus adentros. ¿Cómo es que en lugar de un príncipe mimado se encontró a este niño? Es mejor que mantuviera esa fachada de hijo de perra porque esa ingenuidad sería devorada en la Corte. Ella nunca había estado en una pero de que era un nido de víboras, lo era. Esta bien, cambio de planes, o más bien nuevo objetivo. Además de "Hazte amiga del tirano" y "Reune monedas e información para escapar", iba a agregar un nuevo propósito: "Evita que aniquilen su lado bueno". ¡Maldición! En que problemas se metía por sus propios medios.
Esta bien, escucha, estás son mis condiciones. - hora de ponerse firmes - ¿Quieres que sea tú amiga? Seré tu amiga. Pero no obedeceré órdenes, las órdenes son para lacayos y subordinados, no para los amigos. No te veo asintiendo. - dijo mientras levantaba una ceja y el príncipe cabeceó bastante rápido de forma afirmativa - Bien. Cualquier cosa que me hagas te la devolveré, ya sea insultar o pequeñas represalias. Si escalas demasiado o pienso que te pasas de la raya, me largo. Das miedo mocoso y yo no me voy a enfrentar a ti. Como vez, no soy contraria a la venganza ni a pequeñas mezquindades así que si quieres desquitarte de alguien, atención que esto importa, de alguien que se haya metido contigo primero, cuenta conmigo. Aclaró porque no me voy a pelear con gente solo porque sí. A menos que me caiga mal, pero si me cae mal a mi y te cae mal a ti, entonces ese pendejo está jodido. - a Maegor se le escapó una sonrisita maliciosa y actuaba encantado - Si pienso que te estás pasando un poquito con tus acciones espera un sopapo por la cabeza. Si tu madre los usa no veo porque yo no. Veamos, que más. ¡Ah, sí! Espera insultos y maldiciones, las más bajas y sucias de toda la bahía del Aguas Negras. No es que vayan dirigidas a ti, es que se me salen.
Le caerás bien a mi maestro de armas. - fue la enigmática sentencia de Maegor. No entendía lo que quería decir aunque le dio la impresión de que no quería averiguarlo.
Me falta algo... ¡Honestidad! Pregúntame algo con honestidad y te responderé si puedo. Es más ¿quieres saber lo que discutí con tu madre? Porque te lo diré si quieres. - para recibir algo tienes que dar algo primero, si quería ganar confianza con él tenía que entregar algo a cambio desde el comienzo y no dudó en lanzar a Visenya y a sus planes bajo la carreta (la reina también haría lo mismo). Visenya era peligrosa pero la amenaza en potencia era el príncipe.
Él negó - Si mi madre cree que no debería saberlo todavía, entonces es mejor que no lo sepa todavía.
Excelente. - oye, ella ofreció. Que la rechazará poco importaba porque la oferta se hizo. Mejor, era un ganar - ganar. Ella se brindó a compartir el secreto de Visenya a la vez que lo guardó y quedó bien con ambos al final - Mmmm, prepárate para las bromas pero ese es como uno de los síntomas de una amistad. Y ahora, la advertencia. - se deshizo de su actitud risueña y sacó su puñal - A mi nadie me toca si no lo deseo. Trata y habrá violencia.
¿Me atacarías con tu daga? - dijo entre conmocionado y burlesco.
¿Con esta pequeña cuchilla? No. Eso era para dar énfasis. Deberías preocuparte más por este. - y los pasos de su dragón retumbaron en el suelo. Un sonido bajo y amenazante salió de su garganta. Vaghar levantó la cabeza rápidamente. Luego de que el ruido se apagará y no hubiera indicios de agresión, soltó una especie de chillido de queja y regresó a su descanso. Maegor observó a su bestia y asintió preocupado.
- Enemistarse con una jinete de dragón no es algo inteligente.
Claro que no, pero no todo es malo. Mientras no tengas ningún problema serio conmigo cuenta con que te cubra la espalda. Ya sea peleas, disputas, chismes, groserías, - enumeró con los dedos - no se que cosas más pero si aparecen, tú me las dices y ya veremos como las resolvemos. No te preocupes por la traición, no me comprarían por todo el oro de Roca Casterly. - todo el oro del continente de nada servía si terminaba de enemiga de estos dos - Lo juro por mi vida. - que es más o menos lo que estaba en juego - Y obtienes todos los paseos que desees en mi dragón, - dijo palmeando el pecho de el Ladrón de Ovejas - como somos amigos solo sería un favor y entre nosotros, - se acercó con complicidad - me encantará usarte de escusa para tomar todos los vuelos que quieras. - esto energizó al príncipe que comenzó a mirar a su dragón con deseo - Entonces, para arriba. Dejame montarme a mi primero y luego eliges si quieres ir delante o atrás..
Ni siquiera pudo completar la oración - Adelante.
Ella trepó por el costado de su bestia, usando tanto sus espinas y los anclajes de su montura como escalones, justo como Daemon le había enseñado. Apretó los labios, decidida a no pensar en cosas tristes. Al llegar a la cima llamó a su compañero - Vamos, sube.
Él comenzó el ascenso y su dragon se sacudió un poco. Se encontraba preparado para esto, porque sólo se aferró más fuerte y continuó subiendo cuando todo el movimiento se calmó. Se colocó al frente de su silla con presteza y ambos comenzaron a engancharse las cadenas correspondientes a su posición. El Ladrón de Ovejas levantó su cabeza, observó Maegor sobre él y resopló.
- Empiezo a creer que le desagradas a mi dragón.
- ¿Empiezas? Yo estoy bastante seguro de eso. Creo que no me perdona el haber intentado vincularse con él.
¿Los dragones pueden guardar rencor? - ante su encogimiento de hombros supuso que se quedaría con la duda - Bueno, agárrate fuerte. Cuidado cuando grites no vaya a ser que te muerdas la lengua.
- No voy a gritar. ¿Piensas que soy un cobarde en su primer vuelo de dragón?
Con un gesto su dragón estiró y encogió sus alas. Luego se acercó a la boca de la cueva por la que entró. La caverna no estaba en la cima de Montedragon aunque tampoco estaba muy abajo. La caída hasta el mar era bastante grande. Ortiga supo enseguida que ella disfrutaría mucho de esto. Del príncipe estaba por verse. El Ladrón de Ovejas se tambaleó cerca del borde, esperando y entonces - Sōvēs.
El dragón saltó. Maegor esperaba la caída. La sensación de que algunos órganos dentro de su cuerpo subían mientras el resto de su cuerpo bajaba. La caída siguió y siguió y el mar, que se apreciaba gris con la iluminación nocturna, se acercaba cada vez más - ¡¡¡Qué haces, loca!!! ¡¡¡Nos vas a matar!!! - quizo girarse para reprender la pero sus manos no soltaban las agarraderas de la silla. A una distancia muy corta de la superficie acuosa, demasiado corta, escuchó - Vēzot.
El dragón inclinó sus alas y la caída en picada se redujo. Su gigantesca masa salió disparada hacia delante. Aunque no se llegó a sumergir, las patas del animal cortaron las olas. Sentía como gotas de agua salada chocaban contra él y la risa ligera y divertida de la chica resonaba a su espalda.
¡Lo hiciste a propósito! - acusó.
Lo hice. - ella no intentó negarlo - ¿Quieres que lo vuelva a hacer o quieres nuevos trucos?
Su mandíbula cayó mientras la miraba de reojo. Luego, el entusiasmo se hizo cargo - ¡Sorpréndeme!
No lo podía negar. Esto era lo más divertido que había hecho jamás, hasta el justo momento en que Ortiga dirigió a su montura a una serie de piruetas y rollos en el aire. Cada vuelta los llevaba más lejos de la isla, lo que era conveniente para evitar cualquier posible ojo indiscreto. Caídas y subidas cerradas fueron intercaladas entre voltereta y voltereta. Hasta que a Maegor le dolieron los brazos de aferrarse a la silla de montar. Nunca antes había sentido como se separaba de la montura mientras las cadenas de la misma lo mantenían atado. Esto solo lo motivó a agarrarse más fuerte. Fue solo después de un rato que el viaje se calmó y el Ladrón de Ovejas se contentó con planear a la deriva sobre el mar. Rocadragon era una mancha diminuta en la distancia aunque aún visible.
- Entonces ¿fue lo que esperabas?
Fue mejor. - esta había sido por mucho, la ocasión más feliz en la vida de Maegor. Se sentía perezoso y relajado luego de tanta emoción y no pudo evitar recostarse contra ella como en ocasiones hacía con su madre. Ella le sujetó las caderas en respuesta y colocó su cara en el hueco de su hombro. La brisa marina sopló suave contra su rostro cuando sintió que giraban de regreso a su refugio. El viento le impedía conversaciones largas. Aún así preguntó - ¿De verdad prometes que me llevarás a pasear cada vez que puedas?
En cada ocasión, mocoso. - si intentaba insultarlo no lo lograría. Nada podía cambiar esta satisfacción.
Un día, cuando tenga mi propio dragón - prometió - seré yo quien te lleve a pasear por los cielos.