ID de la obra: 941

Sangre y fuego y otras magias extrañas

Het
NC-17
Finalizada
1
Tamaño:
579 páginas, 308.987 palabras, 45 capítulos
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Camino a Antigua

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Ya no era tan joven como antes. A más de cinco décadas de su nacimiento, era algo que a Visenya tenía que empezar a aceptar, por mucho que hiriera a su orgullo. El cuerpo que había puesto de rodillas a gran parte del continente protestaba por la escalada de la pendiente. Más aún cuando no se había recuperado del viaje del día anterior. Realizar la subida por tercer día consecutivo quedaba descartado. Acercándose a la caverna escuchó voces entusiastas y excitadas.Ella reconocía esas voces pero no podía creer que una de ellas provenía de quien ella pensaba. Se detuvo perpleja. Te lo digo en serio, todos dicen que el dragón le quemó las piernas y la espalda a Alyn, pero yo digo que le quemó el trasero. - una sonrisa ladina escapó de quien solo podía ser su hijo - De verdad, ni siquiera podía sentarse. Solo estaba ahí, de pie, y se recostaba boca abajo. Y si le ofrecías uno de esos taburetes de campamento, sabes, esos con asiento de tela y marco de madera ¡Te miraba feo! - la carcajada de Maegor estalló. No era grande y ruidosa como las de Orys y sus hijos, ni siquiera la suave y musical de Aenys. Fue seca, corta, como si no estuviera acostumbrado a usarla. Trató de recordar cuando fue la última vez que escuchó a su príncipe sonreír. Trató y trató y entonces recordó. Atrás, tan atrás. Todavía podía ser considerado casi un bebé. ¿Cuándo sucedió esto? pensó. Se había esmerado tanto en su educación, siempre encima de él, supervisando cada detalle. Enfocada en criar a un niño que no fuera temeroso e indeciso como su medio hermano. El príncipe perfecto que el reino necesitaba. Había pulido lo que ella consideraba imperfecciones. El comportamiento bullicioso y as distracciones no eran aceptables. Un príncipe se debía al estudio, al entrenamiento y a aspirar a ser lo mejor en lo que se esperaba de él. El entretenimiento y el juego eran cosas a las que ella no le había prestado atención. Las creía innecesarias en el mejor de los casos, obstáculos que le impedían a las personas alcanzar su pleno potencial. Su retoño, siendo un niño atento y obediente, había seguido tanto sus ideales como sus instrucciones al pie de la letra. Tuvo que detenerse a analizar esto y sus posibles consecuencias. Es que acaso, en su intento de refinar a su vástago en el pilar de su estirpe ¿lo había trocado en un alma amargada? Visenya solo intentaba crear una espada que protegiera a su familia, justo como era ella. La revelación llegó como un golpe de su primer maestro de armas. No sabía ni le interesaba cómo o porque un hombre ándalo había llegado a alcanzar dicho puesto en Rocadragon. Solo que cuando se le ordenó entrenar con una espada a Visenya, al caballero no le había hecho mucha gracia, y menos cuando la situación de la que nadie se atrevía a hablar había forzado a convertirla en una probable heredera. El ándalo había adorado a Aegon, llenándolo de las estúpidas historias de caballería del Dominio, y a ella, que amenazaba su posición, la había odiado con igual intensidad. Su entrenamiento había sido inmisericorde, le enseñó a soportar el dolor y estar siempre alerta para evitar recibir un impacto. Y hoy, a más de cuarenta años de la primera vez que estuvo bajo su tutela, recordó la exacta sensación de recibir un porrazo de su espada de entrenamiento. Un dolor abrasador en las costillas, la incapacidad de respirar y mucho menos pensar más allá del trauma recibido, y sobre todo, el entendimiento de que había sido una falta suya la que había provocado esto. ¿Qué he hecho? ¿Intentar convertir a su hijo en un arma? ¿Cómo ella? Tuvo que cubrirse la boca para no gritar. ¿Podría considerar correcto lo que le hicieron a ella? Lo admitiera o no, una parte de ella estaba retorcida y no funcionaba bien. Amaba a su hijo, de verdad que sí, pero siempre fue consciente que ella no debió convertirse en madre. Había algo en ella que funcionaba mal. La mayoría de las veces se sentía desconectada de los demás, inepta para empatizar con sus sentimientos y sufrimientos. E incluso con su hijo, no hallaba la manera de demostrar el afecto y suavidad que empezaba a ser obvio que necesitaba con desesperación. Lo siento, quiso decir, siento haberte hecho esto. Pero un lo siento no bastaría. Ella misma resentía a sus padres por lo que le habían hecho, ambos por igual, años después de su muerte. No es que se hubieran disculpado por lo que hicieron. Habían tomado a una niña y le quitaron las partes que consideraban inconvenientes una y otra vez, hasta convertirla en lo requerían en ese momento. Luego, cuando ya no les fue igual de útil, la desecharon. Dejada de lado como una herramienta obsoleta. ¿Podría una mujer quebrada criar algo diferente a un niño roto? ¿Acaso era ella la responsable de haber creado a ese otro Maegor? ¿El de Ortiga? ¿El qué no era más que dureza y brutalidad? ¡¡¡No!!! ¡Se negaba! Incluso si una vez fue cierto ahora tenía pedazos de información que le ayudarían a sortear esos problemas antes de que se formarán. Aunque solo contará con algunos fragmentos, era mejor eso que naufragar a ciegas. Avanzó. Addam me cae bien, hasta donde yo se es un chico agradable. Pero su hermano es algo fresco e insolente. Por eso cuando sugirió que había algo malo con mi dragón, por caer en un truco tan barato, le grité: ¿Qué pasa Alyn? ¿De envidia te arde el culo? - la pequeña risotada de Maegor se detuvo a la mitad cuando la vio. Ojos sobresaltados. Pasó de estar sosegado a una posición de tensión. No, quiso decirle, esta bien, sigue así. En vez de eso, de su boca escapó un - Alguien comentó que Vaghar había dado un largo paseo anoche. ¿Quieres decirme... ¡¡¡Fue ella!!! ¡Ortiga dijo que podríamos pasear! ¡Dijo que en la oscuridad nadie distinguiría a un dragón de otro y que como las personas esperaban a Vaghar, verían a Vaghar! - eso sonaba atrevido, y también tenía su lógica, no demasiado pero si lo suficientemente sólida para usarla. Pensándolo bien, era bastante astuto y podría convenirle a sus propios planes, cada vez le gustaba un poco más esta muchacha. Tomar riesgos calculados era una parte fundamental de la vida y muchas de sus victorias personales, se debían a este tipo de acciones. ¡Maldito soplón! ¿No podías cerrar la boca? - le soltó un pescozón que dejó a Maegor impactado - Cuando alguien te interroga es mejor callarse hasta el final hasta averiguar qué sabe. Hasta yo que me enfermo si me quedo en silencio, sé esto. ¡No soy un soplón! ¡Tú... - viendo a su hijo enrojecer, Visenya decidió detener la pelea antes de que el mal carácter de su hijo se desatara. Maegor, - su descendencia le prestó su inmediata atención - nuestra pequeña Ortiga tiene toda la razón. ¡¿Qué?! - dijo más moderado. En primer lugar, su proceso de pensamiento fue correcto. El comentario era sobre Vaghar, no sobre un dragón desconocido. En segundo, su consejo es adecuado, no digas nada hasta saber lo que conocen tus oponentes, y en tercer lugar, - no sabía como la chica había logrado ablandar a su hijo, aunque fuera un poquito, pero tomando en cuenta sus consideraciones anteriores, su hijo necesitaba más... normalidad en su vida, por no decir la suavidad que no sabía si podría darle. Su influencia probablemente haría más bien que mal - lo cierto es que te comportaste como todo un soplón. No. No, yo... - ver a su descendiente sin palabras para responder fue la segunda sorpresa de la mañana de Visenya y una de las muchas en lo que iba de luna. El año se había perfilado como tranquilo pero esta segunda mitad empezaba fuerte. Una sonrisa taimada se apoderó de sus labios. Veamos cómo le iba a Aegon y a su Corte con una fracción de las revelaciones que ella había vivido. No te preocupes Maegor, no es para tanto. - Ortiga removió su cabello - Querramos o no, todos hemos sido soplones en algún momento. Lo importante es que nadie salió herido. - su hijo resopló, aunque ella lo conocía mejor que eso. De alguna forma estaba disfrutando del contacto. Se sintió dividida. La parte más cínica de ella, la que veía al mundo con ojos sospechoso, calculaba lo que esperaba obtener su pequeña ladrona con esta muestra de afecto, cuán vulnerable podía ser su hijo a esto, como podían usarlo en su contra. Cuán patético era caer por ¡¡¡Detente!!! Esta forma de pensar era venenosa. ¿No había llegado ya a una fea conclusión? Que una parte importante de los problemas de su vástago, era muy posible que hubieran surgido por su incapacidad de tratarlo como algo más que un utensilio para la gloria de su Casa. Puede que dudar no formara parte de su naturaleza, y menos cuando dichas dudas se trataban acerca de su forma de ser. Quizás era hora de reevaluarse. Incluso los mejores estrategas cometían errores, y ella, sin madera para ser madre, era muy probable que la hubiera jodido en la crianza de su niño. Aceptar las equivocaciones con gracia, una valiosa lección que había adquirido con los años. Si quería cambiar el mañana venidero se su hijo, debería no conformarse con simples acciones, sino que tendría que trastocar una parte de la esencia de la manera en que lo educaba. Había que atemperar de alguna forma la naturaleza inflexible y severa de Maegor. Vaya tarea titánica. Y puede que la reparación fuera más sencilla de lo que creía. Frente a ella, Ortiga molestaba en chanza a Maegor. Ligeros empujoncitos que en otro lugar, ella misma los hubiera descrito como vulgares, el comportamiento de un niño sin educación, la ausencia absoluta de la dignidad. Aunque su príncipe sostenía la compostura, su postura corporal contaba otra historia. No fruncía sus cejas, no se ofendía por su actuación, lucía dispuesto a ignorarla. Bastante distante en su personalidad, la mayoría cometería la equivocación de creer que al desatenderla, su heredero estaba menospreciado la actitud de la chica, y no podrían estar más errados. En el caso de que realmente estuviera molesto, la personalidad volátil de su hijo lo hubiera llevado a estallar. Ella no era tan incauta. ¡Su hijo incluso se acercaba a ella en vez de alejarse! En una sola noche, la jinete había obrado lo que solo podía llamarse magia con su hijo. Nada de otro mundo, por supuesto. Un poco más suelto, un pelo más permisivo. Un verdadero milagro. Solo puede ser un regalo de los dioses. No una mensajera, como originalmente pensó. No una simple pieza útil, sino una clave. En lugar de ser la emisaria del problema, puede que fuera enviada a ser la solución. Pero se le acababa el tiempo. Los barcos habían partido esta mañana. Pequeños y discretos, barcos de pescadores, comerciantes y hasta contrabandistas. Partieron hacia diferentes puntos de Essos, contando susurros de haber visto un nuevo dragón. Cada versión mencionaría un animal de color y ubicación diferente. A la gente de Braavos se les diría que la bestia fue vista en las Tierras en disputa, a los de Pentos que el dragón apareció en Volantis mientras que en Myr hablarían de Astapor, Yunkai, Meeren. Antes de que la luna se alzara en su fase menguante, por todo el viejo continente correría el rumor de que de una de sus esquinas surgió una fiera desconocida montada por una mujer. Las acciones de Visenta avivarían las llamas. Ortiga obtuvo la idea correcta: la gente verá lo que quiera ver. En algún momento tendría que agradecerle por el pensamiento a la que empezaba a ver cómo su bendición personal. Aunque puede que lo más correcto sería llamarla su parlanchina personal, ya que por lo visto la niña no tenía la capacidad de callarse. ¿De qué estaba hablando ahora? Pues sí, no digo que Fuegosol no fuera espléndido, porque lo era. Escamas doradas que relucían como el oro y alas de un delicado rosa pálido. Las veces que lo vi volar sobre Desembarco vi a un dragón frágil, lindo y esbelto. Pero personalmente me gustaba más Arrax, el dragón del príncipe Lucerys. De construcción más robusta aunque mucho más joven, era del color blanco de las perlas más finas y sus escamas, cuando le daba la luz del sol hacían esto que era como brillar con los colores del arcoíris. ¿Cuál es la palabra? La tengo en la punta de la lengua. ¿Será irisdiscencia? - respondió su hijo en un tono que jamás había escuchado de él. ¡Sí! ¡Esa! Iris... - la lengua de Ortiga se enredó con la palabra - irisdiscencia. Que junto a sus crestas doradas lo hacían más bonito para mí. Aunque bueno, para gustos están los colores. La mayoría decían que Fuegosol era el dragón más bello que jamás había existido. Por eso hay quien dice que es el dragón digno de un rey. Lo que es estúpido. En todo caso Arrax y Fuegosol serían dragones dignos de princesas, princesas mimadas. Del tipo de princesa que está cubierta de joyas y que nunca ha pisado barro en su vida. Ese tipo de princesa. - ese comentario sacó una risita algo risueña de Maegor que la detuvo enseguida. Sus ojos alarmados buscaron en ella una señal de desaprobación. Visenya intentó mantener su rostro acogedor, o al menos neutral. Tenía que comenzar a apoyar actitudes más relajadas en él, despegarlo del camino de abnegación absoluta en nombre del deber que le había inculcado hasta este día, y que mejor manera de continuar que esta. Viendo que si actuar no fue reprendido, Maegor desvió rápidamente su atención a Ortiga de nuevo - Ninguno de los dos parecían dragones de reyes para mí. ¿Y cuál piensas tú que era el dragón digno de un rey? - el interés de su hijo en los dragones rayaba la obsesión, pero eso era algo que ella no intentaría detener. El poder y gloria de los Targaryen venía de ellos. Bueno, si fuera sólo por las dimensiones diría que Vaghar pero no sé. - arrugó la nariz un poco - Es colosal, es aterradora, pero si hablamos de como luce, entonces no parece material para dragona de un rey. - la reina trató de no ofenderse por sus palabras, que eran honestas, ella conocía mucho sobre intercambios cortesanos para reconocer que lo hablado no estaba destinado a herir. Aún así no podía negar que le picó - Vermithor, la Furia Bronce, es impresionante por sí mismo y ya fue montado por el rey Jaehaerys. Aunque no sería mi favorito. Le siguen en tamaño Ala de Plata y Fuegoensueño, aunque nunca escucharás a nadie decir que nacieron para ser montadas por el monarca. - el Caníbal caía en esta categoría, por motivos diferentes - Al final, estamos hablando de su aspecto, porque de ser cuestión de magnitud sería un argumento pendejo decir que Fuegosol nació para ser montado por el soberano cuando Sirax, la bestia amarilla de Rhaenyra, no es solo enorme y formidable, sino que lo dobla en envergadura. Mi favorita personal - el tono de su voz fue soñador - hubiera sido Meleys, la Reina Roja. ¡Hasta su nombre lo dice! Inmensa y descomunal, era probablemente la dragona más peligrosa de la guerra luego de la montura de tu madre. Mi... mi padre - aún dudaba en llamarlo así - me contó que era feroz y astuta, y la más veloz de todos los dragones. Fue la montura de mi propia abuela. - la reverencia era clara - Bueno, estamos hablando de dragones destinados a reyes y esa condenada y magnífica criatura sería mi elección. De escamas escarlata brillantes y con garras, crestas y cuernos del color del cobre pulido, encajaba hasta con los colores de la Casa. Si los reyes Targaryen se eligieran por como se veían sus bestias entonces nadie podría negar que Meleys estaba destinada a ser montada por un rey... o la reina gobernante. Lo que supongo que no estaría lejos de la realidad, después de todo su última jinete fue Rhaenys Targaryen, la Reina que Nunca Fue, y a ella todo el pueblo llano sabe que el rey Jaehaerys casi que la despojó de su derecho al trono dos veces. Aunque interesante lo que había dicho, y Visenya quería averiguar lo ocurrido ahí, eso sería cuando estuvieran más cómodos para obtener más detalles. En este momento todo era una carrera contra el tiempo para que los planes se Visenya funcionarán a la perfección. Maegor, - su voz autoritaria interrumpió la plática y capturó la atención de ambos chicos - prepara tu cinturón de montar. Tus cosas ya han sido enviadas a Antigua por mar y te llevaré a ti hoy mismo junto a tu padre. Conocerás con él a tu prometida. La sorpresa adornó su cara - Padre ordenó que me llevarás a Antigua el día de la boda. Lo sé, Maegor. - dudó, antes de acariciar su pelo como había hecho la pequeña pilla. Si su hijo se sorprendió lo superó muy rápido, pues pronto se inclinó ante su contacto. ¿Qué te he hecho mi niño? ¿Qué te hemos hecho? La parte calculadora de ella, luego de haber aceptado que necesitarían algo de suavidad para moldear a su hijo en alguien diferente, se preguntó: ¿cuán vulnerable al afecto lo hemos dejado? ¿Cuán fácil sería, para la persona correcta, manipularlo? En su deseo de hacerlo más fuerte lo había dejado inerme antes ciertas situaciones. Príncipe mío, tu madre corregirá sus errores y me aseguraré de que nadie explote tus debilidades - Pero muchas cosas han cambiado. Ahora, déjame tener una discusión tranquila con la pequeña ladronzuela. Mirando a la muchacha que había quedado muda preguntó - ¿Volveremos a estar juntos después de la boda? Sí Maegor, me aseguraré personalmente de eso. Solo recuerda, nadie debe saber nada sobre ella. - cuando asintió, continuó - Danos unos momentos a solas. Cuando su hijo le dio espacio, la muchacha se despidió con fuerte agitón de manos y se adelantó a decirle - ¿De verdad crees que no tratará de espiarnos? - dijo mientras miraba en la dirección que se había marchado. - Mi príncipe es obediente, mi pequeña bendición. No desafiará mi palabra. En este caso ¿lo harías tú? Mmmm, - la chica meditó y asintió veloz - claro que sí. Sin duda alguna. No sabes acaso que es peligroso saber ciertas cosas - le explicó divertida. - Lo sé. Pero prefiero no entrar a problemas a ciegas, es mejor saber a lo que me enfrento. Prefiero que me intenten joder por algo que sé, a que lo hagan sin que yo sepa nada. Una suave risa se escapó de sus labios - Eres realmente un tesoro. - su aura se volvió amenazante - Hora de la amenaza. Si piensas escapar pensando que está será tu mejor oportunidad... Señora... ¡Reina! - rectificó rápido - Si yo fuera tan estúpida para intentar escapar lo hubiera lo hubiera hecho anoche. Cuando fuera menos probable que nadie me viera ni supiera el rumbo que tomaba. Y cuando vuestra jodida dragona estaba aquí, descansando fuera de su alcance. Así que agradecería que cesarán las amenazas, no me sientan bien. - Visenya enarcó su ceja - Mire, no es que no lo haya pensado, pero mientras más lo pienso más me preocupo y más mala idea me parece. El continente que yo conozco lleva más de cien años unido, excepto por los putos dornienses, mientras que este está formado por reinos que de seguro eran enemigos hace un par de décadas. Por lo que a diferencia de donde yo vine, no me voy a poder mezclar con facilidad, y si una mujer sola tiene una vida difícil, una mujer sola y considerada extranjera la tendrá peor. En el continente de al lado será lo mismo con la diferencia de que no conozco el idioma, la cultura y prefiero mantenerme lejos de los esclavistas. Así que tendré el matrimonio falso con Maegor - ¿matrimonio falso? ¿Así interpretó sus palabras? Pobre, aún le quedaba algo de ingenuidad, cuando comenzara su educación tendría que encargarse de esto. Aunque quizás fuera conveniente que pensara así, al menos al inicio, sería más fácil de... asegurarla. Ella no se sintió ni un poco culpable. Prometió tratarla como una hija y como una hija la trataría. Solo que su pilluela había ignorado tontamente que las madres de los Targaryen esperaban siempre el matrimonio entre sus hijos - y los apoyaré en cualquier cosa que no sea un crimen genocida que sea una afrenta total contra la moral, y eso que no soy precisamente el miembro más correcto y respetable de la sociedad. - dijo mientras se rascaba la cicatriz sobre su nariz - Así que ande sin miedo, que yo me voy a echar a dormir un rato y quedaré muerta para el mundo hasta que despierte. - terminó con un guiño. La miró interrogante. ¿Qué? No me mire así. El día de ayer me la pasé inconsciente y aún así me dejó agotada. Y luego de mi paseo de anoche no pude pegar un ojo. Digamos que si a mi me gusta hablar de dragones, lo único que me supera es su hijo, que le gusta todavía más escuchar sobre ellos. ¿Quién soy yo para negarnos lo que ambos disfrutamos? - exclamó dramática - Pero ahora, cuando se vayan ambos, dormiré como un muerto. - al parecer, ninguno de los tres había descansado la noche anterior. La reina sólo pudo negar con la cabeza ante el comportamiento descarado. Tampoco podía decir que no se sentía refrescante. - Tu bestia tendrá que soportarlo, pero, de la comida que trajo mi hijo ayer ¿te alcanzará para aguantar dos días hasta que vuelva? Ortiga soltó un largo silbido - ¿El viaje de aquí a Antigua y de vuelta tarda 2 días en dragón? Guau. Debe quedar bastante lejos. - en parte sí, pero Visenya tomaría digamos que un desvío - Listo, aquí hay de sobra para alimentarme. - se río - Creo que su hijo trajo suficiente para soportar un asedio entre ambos por media luna. No lo dudaba. Su niño se había emocionado, lo mostrará o no, con pasar tiempo con la chica. Además, se dijo con burla, tenía el apetito de un dragón. - Excelente. Descansa muchacha. Pronto las cosas de volverán movidas. Antes de que concluyera de hablar, Ortiga se había estirado todo lo que podía, para luego acomodarse sin fanfarria en el suelo. Visenya estaba bastante segura de que, antes de llegar a Vaghar, la chica ya dormía. Mientras tanto, Maegor la esperaba paciente. Ambos se movieron en silencio, subiendo a la dragona y atando sus cadenas de forma metódica, realizando una tarea que habían repetido infinitas veces. Vaghar retomó una corriente de aire apenas despegó con rumbo al Dominio. Maegor, - preguntó de repente - ¿Qué piensas de la chica? La rigidez de su hijo fue automática - Pienso que es un activo valioso. Una jinete de dragón cuya lealtad nos... No. - lo detuvo - No quiero respuestas sagaces. Quiero saber ¿qué piensas tú de ella? Abrió la boca y la cerró como si le hubiera preguntado sobre un misterio del universo. - Vamos mi príncipe. No pregunto por conveniencias ni motivaciones estratégicas. Solo lo que sientes. Pensara lo que pensara, Visenya no desistiría de realizar la boda doble. Era demasiado necesaria. Si la lograba con éxito en el Septo Estrellado, sentaría el precedente del matrimonio múltiple Targaryen avalado por la misma Fé. Era mejor atajar un problema incipiente antes de que se convirtiera en una verdadera amenaza. Suerte acusando a su hijo de bigamia luego de que ellos mismos celebraran el matrimonio. Y en el caso de que la Dama Hightower fuera realmente infértil, habría conseguido para su hijo la mejor opción de segunda consorte a la que jamás podría tener acceso. Sin vínculos con otra Casa, una mente joven para ser moldeada por ella y nadie más, y un dragón adulto completamente crecido atado a su sangre. Nada de lo que saliera del vientre de Alyssa podría ser mejor partido, y más considerando que todo apuntaba a que se les daría a sus retoños la crianza más ándala posible. A su conveniencia por supuesto. Aún así, Visenya necesitaba algo. Seguridad tal vez, de que su hijo no estaría atrapado con alguien con quien ni siquiera deseara compartir espacio. Era la punzante verdad en la que vivía y no la ansiaba para él. Yo... - respiró hondo como si esto fuera todavía más difícil - Se siente bien. Como si no tuviera que mantener toda mi guardia. Ella, ella puede ser amenazante si lo desea, pero no quiere serlo ni le interesa. Es calmante y amena. Se siente... Estar con ella se siente cómodo. - concluyó mientras se recostaba contra ella. Hacía mucho rato que no lo hacía, se dio cuenta, solo recostarse y confiar. Incluso con ella había empezado a levantar barreras. Se mordió los labios. Con sinceridad podía decir que su hijo era la única verdadera conexión que le quedaba, y poco a poco lo había estado alejando. Vaciló antes de decidirse a besar sus rizos, oro sobre plata, y más que ver, pudo sentir la satisfacción del mas pequeño cuerpo acostado contra ella. Con la dirección marcada hacia Antigua, en cuyo camino debía estar el resto de su familia, y la brisa fría de la madrugada golpeandoles la espalda, ambos dejaron que la calidez innata de Vaghar los aletargara. Maegor se rindió primero ante el agotamiento y su madre lo siguió después. No fue vencida por el cansancio absoluto ni los narcóticos. Aquí entre las nubes, con su vástago seguro en su abrazo y un futuro que se perfilaba más brillante, solo podíancaber sueños de paz. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Una sacudida feroz lo sacó de su descanso. No sabía cuánto había durado su cabezada pero estaba desorientado. Una segunda sacudida lo agitó. Despierto y alerta, y con las cadenas de la silla sujetándolo firmemente, miró a su alrededor. Las manos de su madre se encontraban apretadas a sus costados, su cuerpo tenso contra él. No entendía que pasaba. Al principio tampoco vio nada. El rugido agresivo de Vaghar lo distrajo. Fuerte y profundo, lo sentía hasta en los huesos. Entonces lo presenció. La inmensa masa negra de Balerion se alzaba en el cielo con su padre a sus espaldas, la mancha roja que era su capa lo delataba contra el absoluto negro de la fiera. Ambos dragones volaron en círculos. Giraban uno alrededor del otro en movimientos acechantes. Esto no era la típica agresividad. ¿Qué pasaba? ¿Iban a pelear de verdad? Los Targaryen no pelean contra Targaryen. Aún así, podía sentir la tensión de la bestia bajo él. Las llamadas belicosas de ambos animales. Esto no era un recibimiento amistoso. ¿Por qué? ¿Se enfrentarían realmente? Una frialdad lo recorrió. La montura de su madre no tendría una verdadera oportunidad contra el Terror Negro. Cuando todo parecía a punto de estallar, un destello blanco atravesó la circunferencia imaginaria. La joven Azogue, que apenas superaba la década, se dedicaba a realizar multitud de piruetas entre ambos depredadores amenazantes. ¡Mocoso estúpido! - fueron las palabras escupidas por Visenya - Un día de estos se meterá en una situación de la que no saldrá entero. La escuchó tomar y expulsar aire, una y otra y otra vez, detrás de él, y luego, la mayor parte de la tirantez del animal bajo ellos desapareció. En la distancia se podían apreciar volutas de humo escapando de las fauces de Balerion, el cual tardó más en calmarse. Cuando la promesa de peligro desapareció, su madre le envió señas a los jinetes frente a ella. Intercambiar palabras entre ellos era imposible, por eso, cada Casa de las cuarenta familias había desarrollado su propio lenguaje con las manos, cuyo significado se transmitía solamente entre parientes. Aenys no dudó en descender mientras que el rey Aegon mantuvo su altitud. La reina tuvo que ceder y bajo primero. Ya en tierra, su medio hermano no demoró en recibirlos con una familiaridad sin sentido para él. Eran de la misma sangre pero alejados en la convivencia. - Tía, Maegor, ¡qué sorpresa! No los esperábamos hasta la boda. El príncipe heredero parecía esperar una respuesta de ellos incluso antes de que bajarán del dragón. Al plantar sus botas en el suelo sintió la tierra suave y la hierba húmeda, debía de haber llovido reciente. Como él no sabía que responder, decidió mantener el silencio. Su madre no compartió su estrategia. - Esperaremos a mi esposo para hablar, sobrino. No tuvieron que esperar demasiado. Aunque el descenso del Terror Negro podía calificarse como suave, lo cierto fue que su aterrizaje sacudió la tierra. Cuando su padre terminó de descolgarse, los observó a los dos fijamente, desde la cima de sus cabezas hasta la punta de sus calzados antes de hablar: Visenya, Maegor. Deberían de haber llegado el día de la boda. - casi las mismas palabras pero transmitían un mensaje opuesto. Aunque mantenía su voz modulada y su rostro ecuánime, era obvio que su padre no se alegraba de la desviación de los planes trazados. Estudió a su madre con más profundidad - ¿A que se debe esto? Susurros han llegado a Rocadragon. Cuentan cosas fantásticas del otro lado del mar. Imposibles pero también, lo suficiente peligrosas para no dejarlas pasar sin investigación. He traído al príncipe Maegor para que complete el resto del trayecto a tu lado mientras yo misma indago la amenaza. - su tono se pasó de ser firme a seductor - No querrías que nuestro hijo se perdiese su propia boda en caso de que yo no pueda regresar a tiempo. ¿Verdad, esposo mío? Tanto su padre como Maegor se pusieron rígidos por diferentes motivos. ¿Su madre no asistiría a la ceremonia? - ¿Tanto te desagrada el matrimonio que pacte para tu hijo, que estás dispuesta a faltarle el respeto tanto a la familia de la novia como a mí al no asistir? ¡No me hables de falta de respeto! - escupió con veneno - No he sido más que leal a los intereses de nuestra familia siempre. Todas mis acciones están destinadas a proteger el futuro de la Casa. No hay nada que no haría en nombre de los Targaryen y nunca haría nada para ensuciar dicho nombre. ¿Puede decirse lo mismo de los demás? Un nuevo nivel de tiesura fue alcanzado por el rey. Aunque los rostros de ambos monarcas permanecían impasibles había una velada animosidad por debajo. Ambos, Aenys y él, debían sentirla. Pero mientras Maegor mantenía su cara inexpresiva en clara imitación de sus padres, un príncipe nunca deja entrever sus emociones, su hermano era lo contrario. Sus ojos asustados saltaban de Aegon a Visenya y de Visenya a Aegon. Se inclinaba de un pie a otro y su postura comenzaba a encorvarse. Ambos reyes se enfrentaron en un duelo de miradas y, por una vez, fue el rey quien cedió. Bien... - su labio se curvó en una mueca de desagrado que Maegor conocía bien y vergonzosamente imitaba a veces frente al espejo - Se puede saber ¿cuál es la amenaza tan grande que requiere investigación directa de la reina? Oh, solo cotilleos y chismes. - su charla fue ligera - Habladurías de la gente que normalmente ignoraría. Solo que son demasiadas voces contando el mismo cuento. Mejor pasarnos de precavidos que ser sorprendidos con la guardia baja. - ¿Cuando partes? - En este justo momento, te dejaré a Maegor para que... Estoy ocupado. - cortó su frase - Llévalo tú a la comitiva. Ya deberían haber comenzado a acampar a unas cuantas millas hacia el sur, simplemente no sigas el camino principal sino el que viene desde el hogar de los Tarly. - Sí mi tía se encuentra muy apurada, yo podría conducir a mi hermano hasta... - Tú no Aenys, vuela junto a mí. Visenya, conduce al príncipe Maegor hasta el campamento y organiza su cuidado. E intenta regresar para el festejo. Su madre sólo asintió. Su padre regresó junto a su dragón y escaló de forma eficiente hasta su silla de montar. Cuando estuvo asegurado tronó. - Hijo, vámonos. - Sí, padre. - fue su rápida respuesta. Azogue solo inclinó su cuerpo hacia adelante lo que facilitó el trabajo de su medio hermano. La dragona blanca partió primero con Balerion cerrando su marcha. El aleteo de las alas del Terror casi impulsa a Maegor hacia atrás. Los vio alejarse y antes de que desapareciera la inmensa forma negra en el horizonte, su madre lo guió de regreso a Vaghar. Su bello rostro, el epítome del orgullo valyrio, era de piedra, pero había un brillo de furia que nadie podría negar ardiendo en ella. El rey Aegon estaba bastante descontento con la nueva situación. Era claro que si llegada inesperada no era apreciada. Quizás fuera mejor mantener un perfil bajo en estos días. De repente sintió un vacío cerca de su estómago. Una nueva pregunta surgió alimentada por los descubrimientos recientes. Y luego de que la planteo en su cabeza no podía borrarla. Inmerso en sus pensamientos no sintió cuanto demoró Vaghar en llevarlos hacia la caravana real. El campamento ya había comenzado a armarse antes de que los atrapase el anochecer. Visenya aterrizó al otro lado del camino que seguían y un pequeño grupo de caballeros, sirvientes y nobles se les acercó. Quiero para llevar una pequeña tienda de campaña, la más sencilla que tengan. Raciones de viaje para cuatro días, mantas y cambios de ropa para mí. - nadie se atrevió a discutir las exigencias de la mayor de los tres hermanos Conquistadores. Los sirvientes despegaron para cumplir sus órdenes - ¿Quién está a cargo? Yo, su Gracia. - se inclinó ante ellos un cortesano desconocido, tal vez un terrateniente de las Tierras de la Corona. - Se le otorgará al príncipe Maegor la mejor tienda que se pueda adquirir conforme a su estatus, no me importa si debes reorganizar el alojamiento del resto de los nobles. Mi hijo necesitará un sirviente personal para cumplir sus necesidades, no más, no necesita ser mimado, y los dos mejores guardias que no estén a cargo de la seguridad del rey y de su heredero. Ellos se rotarán sus deberes se protección. Exijo tan pocos porque asumo que el campamento esté correctamente vigilado. Esto es el Dominio pero estamos demasiado cerca de esos malditos dornienses. - Si, mi reina. La Guardia Real ha organizado la seguridad de la familia real y por ende, la del campamento. Contamos además, desde que salimos de Colina Cuerno, con varios caballeros de la Casa Tarly que nos acompañan. - Excelente. Hemos terminado. Retírense de mi vista. Así como llegaron, desaparecieron. Durante el intercambio, el primer grupo de sirvientes ya había regresado con lo demandado por la reina. Maegor, que ya se encontraba en el suelo, comenzó a cargar las cosas hasta Vaghar, usando la tarea para intentar distraerse del pensamiento que ahora lo acosaba. No importa cuán acostumbrados a los dragones estuviera la servidumbre, todos ellos entendían que lo más seguro para su vida y su extremidades, era dejar que solo los Targaryen se aproximaran a los gigantescos depredadores. Su madre, que permaneció todo el rato sin desmontar, amarró las alforjas con experiencia practicada. -¿Qué ocurre príncipe mío? - su madre esperó paciente - Algo luce como si te molestara. No quería cargar a su madre con su duda pero se lo estaba comiendo vivo - Madre, una vez me dijistes que mi padre tuvo un sueño de todo el continente unido bajo nuestro estandarte. ¿Es cierto? Sí, mi príncipe - la voz de Visenya. ¿Crees que fuera un sueño de dragón? - la duda lo había llevado a preguntar, pero frente a su progenitora, no se atrevía a darle palabras a lo que pensaba. Eso al menos lo creyó tu padre y lo hizo tomar una decisión. Que conquistaramos Poniente no puedo decir que fuera gracias a una premonición cuando fueron planes forjados durante años lo que nos llevó hasta aquí. - la guerrera lo afrontó - Pero no creo que sea eso lo que preguntas. Oteando el horizonte, incapaz de mirarla a los ojos no fuera a ser que estos no pudieran ocultarle la verdad que temía, preguntó - ¿Crees que padre soñó en lo que me convertiría? ¿En el monstruo Matasangre? ¿Es por eso que me trata así? Maegor no. ¡No! No digas eso. Tu padre, tu padre... - Visenya maldijo y comenzó a desatarse los amarres. Uso para su caída el ala extendida hasta el suelo de Vaghar - Tu padre no soñó que te convertirías en un monstruo y no lo harás. - lo agarró con fuerza de los hombros y lo sacudió - Escuchame bien, sangre de mi sangre, no importa el futuro que conozca Ortiga, este no se hará realidad. - Pero ella... Pero ella nada, desde el momento en que la niña apareció, lo que debía ser, cambio. Puede que sean cambios pequeños como pequeñas chispas, pero debes recordar que una pequeña chispa puede provocar un incendio rugiente. Su propia existencia demuestra que lo que ella conoce no pasará. - ante su duda, aseguró - Maegor, el hecho de que ella esté aquí debería haber cambiado el mañana. - Pero padre... Nada de peros, - teniendo tan cerca a Maegor decidió abrazarlo, fue incómodo y tenso, ninguno de ellos acostumbraban a intercambiarlos, aunque era necesario. Incluso ella, disociada de la mayoría de las emociones, sabía que esto lo ameritaba. Maegor tembló bajo ella, reprimiendo, como siempre le había enseñado, sus emociones - tú padre te mantiene lejos porque es peligroso tener a sus herederos juntos. - la mentira le supo a ceniza - Pronto esto cambiará, ya lo veras. Pronto te casarás y serás considerado un adulto. Te considerarán listo para enfrentarte al mundo y a sus peligros, pero tu estarás bien, porque yo te he preparado para eso. ¿No es cierto? - Sí, madre. Aún te quedan cosas por aprender, cosas que yo no puedo enseñarte. También tendrás que encarar cosas a las que nunca imaginaste combatir, pero lo superarás. Ahora, - fue momento de despedirse - recuerda bien, príncipe mío, discreción y dignidad. Pronto, su dragona se elevó en el cielo, siguiendo una ruta en dirección al este para completar una tarea desconocida. No hables de la chica y pórtate como todo un príncipe, fue el mensaje implícito. Juró hacerlo. Al volverse hacia el campamento, que no debió haber apreciado el intercambio, protegidos como estuvieron por la extremidad alada de Vaghar, pudo sentir como lo observaban. Los acompañantes de la comitiva real eran todos los comunes aduladores lamebotas de la Corte. Los cercanos lo recibieron con sus sonrisas practicadas, atentas, abiertas, aunque nunca los alcanzaban hasta los ojos. Los más alejados le dirigían miradas de desagrado, que pudo captar por el rabillo. Su madre le había enseñado bien a mantenerse siempre en guardia, y los enemigos, incluso sociales, no pasarían desapercibidos. Que insolencia, pensó, siendo él el segundo hijo del rey. Como ya había decidido no destacar y tampoco había mucho que pudiera hacer, se limitó a ignorarlos. Un día sería diferente, nadie lo miraría con esos ojos y para aquellos que lo despreciaban, lo cierto era que su disgusto era recíproco. Y un día ellos pagarían por su impertinencia.
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