La retorcida verdad
8 de octubre de 2025, 11:34
A diferencia de otras ocaciones, esta vez, cuando atravesó la puerta, el olor a menta de su esposa no inundó la habitación. Todavía flotaba por ahí, ligero y sutil, pero al menos no tenía que atragantarse con el insoportable aroma. La había convocado a estas habitaciones, aprovechando que los Hightower tenían que atravesar todo el camino desde el septo hasta aquí, para discutir sin interferencias. Todavía no podía creer la audacia de su consorte, su atrevimiento, para realizar una maniobra como esa. Casi tan impresionante como el hecho de que había encontrado a una nueva jinete de dragón, quizás una familia entera. ¿Cómo lo había hecho? Pero primero, la precaución.
-¿Los guardias?
Adivinando siempre lo que pasaba por su cabeza su mujer completó - Vigilando todo el pasillo. Nadie podrá expiarnos. También están a una distancia en la que no escucharán la mayoría de nuestros gritos.
Bien. - finalmente pudo soltar la fachada de líder imperturbable que prefería mantener - ¡¿Se puede saber, por los fuegos de las catorce llamas, en que estabas pensando?! ¡Maldición! ¡Casi arruinas nuestra alianza con los Hightower! Necesitamos a la Fé de nuestro lado y sales con esto. Dos novias Visenya, dos malditas novias. Una de ellas la sobrina del puñetero Septon Supremo. ¿Crees que no se van a sentir ofendidos?
- Déjalos que se ofendan Aegon. Ya viste que no nos desafiarán de frente. Si intentan algo por la espalda de eso me encargaré yo. Además ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué dejará a la jinete libre por ahí? ¿Volando sola por el viejo continente?
No, por supuesto que no. - pasada la explosión inicial, le era más fácil recobrar la compostura. El hecho de que Visenya se mantenía ponderada contribuía a ello. Lo que también lo sorprendía. Su hermana podía ser fría y calculadora, pero su temperamento era un volcán dormido a punto de entrar erupción. Mejor mantenerse alerta. Se pasó las manos por el pelo - ¿De dónde la sacaste?
-Te dije que habían rumores sobre algo lo suficientemente peligroso para perderme la boda de nuestro hijo. Elegiste no creerme y pensar lo peor de mí. He aquí el resultado.
¡No me dijistes nada sobre un nuevo dragón! - y no uno pequeño. No alcanzaba todavía el tamaño de Meraxes pero era obvio que superaba a Vaghar. Que desastre.
¿Me hubieras creído? ¿O lo habrías tomado por la tonta fantasía de una mujer que no quería que su único hijo se casará con una familia de malditos religiosos? ¿eh? ¡Responde Aegon! - con cada palabra su volumen fue subiendo y fue su turno de calmar la volátil situación.
Calma, calma. Tienes razón. - era mejor tener a la jinete bajo su control que en las manos de nadie más, amigo o enemigo - ¿Familia?
Ninguna. Todos idos. Ellos y sus dragones. - una amenaza menos de la que preocuparse. ¿Cómo habían logrado ocultarse todos estos años? Es imposible mantener un perfil bajo cuando hay dragones involucrados - La muchacha solo quiere familia y se la daremos. - si podían ganarse su lealtad por las buenas era mejor. Aegon asintió - Y seguridad. La seguridad esta en los números. Sabes bien eso.
Tuvo que volver a asentir. Ser un jinete solitario debe ser algo terrible. Incluso a lomos de un dragón, es difícil cuando hay un mundo entero en tu contra y nadie te cuida la espalda.
Necesitabamos su total lealtad. Que mejor manera que considerarla una de nosotros. Eliminar todos los lazos que tiene con su pasado es más sencillo si tiene con que llenar los huecos. ¿O es que preferías atarla casándola con un Velaryon? ¿O quizás un descendiente de Orys? - la idea era risible para la reina. Ortiga ya se sentía incómoda entrando en matrimonio con un Maegor de trece años, ¿Qué pensaría si le comprometían y casaban con un niño de ocho? El hijo de Orys ya estaba casado y a su heredero aún le limpiaban los mocos. Y aún así, el mocoso sería el mejor pretendiente, porque a nadie se le ocurriría jamás casar a una jinete con alguien que no fuera un heredero directo.
Aegon hizo una mueca - Por supuesto que no. No se me ocurriría. - No confiaba del todo en Aethan y en los los suyos, aún quedaba algo de rivalidad allí. Y aunque confiará en Orys y en su hijo, no estaba seguro de que tan envenenados tenía a sus nietos Argella Durandon.
Entonces hice lo correcto y fin de la discusión. - su hermana mayor se encogió de hombros - Presioné en el momento adecuado para lograr que el Septon Supremo legitimara una boda doble y até a nuestro linaje una fueza que podía desequilibrar nuestro poder. No me puedes pedir más Aegon.
Solo pudo apretarse el puente de la nariz cuando le recordaron el problema que tenían entre manos - Aunque estoy de acuerdo en que un matrimonio doble era necesario, no debiste plantearlo hoy.
Era necesario. - dijo sin dudar - Estaban descolocados y aproveché el impacto de la situación para obligarlos a actuar. Si lo dejábamos pasar hubieran tenido mil escusas listas para rechazar la idea y no hubieran aceptado.
Lo hubiran hecho. - replicó con vehemencia - Les hubiera costado aceptar pero lo hubieran entendido. Solo si la segunda esposa no se enlazaba con el marido de su sobrina. Eso sería inadmisible para ellos y justo ahora lo es.
¿Entonces con quién? - Visenya alzó una ceja - ¿Contigo? Serías la opción más obvia. Poniente entero ha estado interesado en la idea de que tomes a otra mujer. Ya has tenido un matrimonio múltiple y prácticamente todos han intentado echar a sus hijas a tus pies para que las tomes como tercera esposa. Nadie se atrevería a oponerse. - se burló - Pero ¿crees que podrías? Sin Rhaenys has sido casi que una vela apagada.
Aegon se sacudió ante la implicación. No tenía un ego delicado pero la insinuación había asestado un buen golpe.
- ¿Y cómo se sentiría nuestra nueva compañera en esa situación? A las hijas nobles de los reinos del Ocaso se les enseña a callar, aceptar y obedecer. ¿Pasaría lo mismo con la sangre de la vieja Valyria? Más si tiene un dragón para hacer vale su opinión. Y no te equivoques. No aguantaría lo que yo he aguantado.
En su última frase se escuchó algo oscuro, aunque no tenía idea de que era. Pero no se había referido a él mismo - No hablaba de mí. La mejor opción era Aenys. Es el heredero al trono. Necesita acaparar todo el poder que pueda y su familia entiende nuestras tradiciones. Aceptarían esta tesitura con mejor disposición.
Si... Aenys, tu hijo pródigo. - la voz de Visenya salió afilada como un pedernal - No creo que seas tan tonto para creer eso. La jugada que les hiciste a nuestros primos en tu adolescencia casi causa una ruptura entre las familias. - el Conquistador se estremeció. Había sido joven y tonto, pensando que todos se inclinarían ante sus deseos y lo aceptarían felices. Incluso sus más cercanos aliados podían cortar relaciones contigo si se los presionaba demasiado. Le había costado casi una década sanar los orgullos magullados y restablecer el vínculo. Una lección que le fue muy útil como rey. Era mejor hacer amigos que enemigos. Pero por alguna razón, a la gente de su pasado, cuando solo era Lord Aegon, las seguía tratando igual. Intentaba no hacerlo, pero era como si su cabeza estuviera atascada en esa forma de ser con ellos.
- También está que a su bonita novia caballito de mar no le haría ninguna gracia, y tú y yo sabemos muy bien que ella lo tiene bien apretado entre sus lindos y delicados dedos. Pero bueno, ya que lo mencionaste, he averiguado algo relacionado con tu heredero y estoy esperando su llegada en cualquier momento para discutir algo con él. Si me lo permites, por supuesto.
Aegon se preguntó que había descubierto. Debía ser algo grande cuando su esposa quería discutirlo con Aenys. Después de que le ordenó mantenerse alejada de su educación cuando era más pequeño, su hermana mayor se había dedicado a ignorarlo a favor de su propio bebé. Aún así no creía que podía superar la revelación de la jinete, nada podría hacerlo. Aunque quizás le convendría poner en marcha a sus propios espías, deberían estar prestando más atención ya que se les pagaba para ello y aún así, ninguno le había traído la más leve mención de un nuevo dragón.
Con respecto a mi hijo como opción, me pareció la respuesta más lógica. Ya expliqué como use el factor sorpresa para que nuestro querido Septon Supremo apruebe la unión. - alzó dedo - El hecho de haya aprobado un matrimonio polígamo después de nuestra supuesta conversión a su Fé marca un precedente para las futuras generaciones. - alzó otro dedo.
No se podía negar, había sido una jugada arriesgada, pero su esposa tenía razón. Puede la poligamia no fuera común para los Targaryen y no se aprobara que siempre la practicarán. Pero ahora, gracias a las recientes acciones, se había establecido dentro de la misma Fé una excepción a la regla para su familia. Y también dejaba una puerta abierta para permitir otras de sus tradiciones - Al casarse ellas dos a la vez deja en claro las dos son iguales en el matrimonio, sin esposa principal ni segundaria. Establecer esa jerarquía nos habría traído consecuencias que serían mejor no enfrentar esposo mío.
- Como nuestra boda.
Visenya se detuvo. Esperó su furia inevitable, aunque se equivocó. Su esposa se limitó a inspirar y expirar fuerte en varias ocasiones antes de proseguir - Como nuestra boda. Dos esposas iguales ante la ley. Con la clara ventaja de que una esta dispuesta a ceder el derecho de darle a nuestro hijo sus primogénitos.
¿Qué? - preguntó turbado.
A lady Orthyras - fue una genialidad inventarse un nombre tan parecido, así cuando llamarán de esa forma a su pequeña bendición de los dioses, no se confundiría - al parecer no le agrada la idea de acostarse con un niño. Lo que es una ventaja duplicada para nosotros. - el Conquistador elevó una ceja en interrogación - Por un lado demuestra que no está realmente hambrienta de poder, de ser así no renunciaría a tener al primogénito. Por otro, lo podemos usar como concesión con el otro lado de su matrimonio.
¿Cómo? - estaba bastante interesado por este proceso de pensamiento.
Por un lado les prometeremos a los Hightower que los herederos de mi hijo los tendrá su chica, - si los podía concebir - o más bien tendrá una ventaja de tiempo para hacerlo. Como mínimo de tres años o más, en los que Orthyras no se acercará de esa forma a Maegor, aunque sí intentaremos que se vinculen. De esa manera ellos obtienen indirectamente un dragón y cumplen su objetivo de no solo tener su sangre en nuestra familia, sino que además la prioridad en la obtención de cualquier patrimonio. Solo me preocupa que se ofendan por el actuar de la chica. Los beneficia, pero ya conoces a esta gente. Si haces algo les molesta y si no, les molesta que no lo hagas. Al final no podrán cambiar nada y tendrán que aceptar que la muchacha no quiere dormir con lo que considera un infante.
Aegon tuvo que aprobar esto. De forma equivocada, pensó que este comportamiento estaba más bien relacionado con las viejas tradiciones. Erróneamente creyó que la joven había crecido en su cultura, o con los atisbos de ella que conservaba su propio linaje. A diferencia de las tradiciones ándalas, los valyrios no gustaban de las bodas a temprana edad, o al menos para los señores del Dragón. La magia en su sangre y el vínculo con sus bestias ofrecía una protección doble contra la mayoría de los malestares y enfermedades. Así que no había necesidad de presionar a sus descendientes no del todo crecidos de procrear a la siguiente generación. Su descendencia era un caso aparte. Uno era el heredero de una dinastía. De complexión frágil incluso después de haberse vinculado a Azogue, Aegon siempre temía que algo le pasará y necesitaba asegurar su línea sucesoria. Mientras, Maegor tenía una edad considerada demasiado joven para contraer nupcias en la mayoría de los casos. Pero el hecho era que se temía, que por la diferencia de edad con su esposa Hightower, si se retrasaba la consumación se le dificultaría la capacidad de concebir. El hecho de que la prometida tuviera un vínculo tan cercano y traía consigo una alianza tan necesaria al núcleo de la Fé, había facilitado el ignorar las razones de disensión. Maegor ya casi tenía la altura de muchos hombres y gracias a su género, un matrimonio temprano no le traería las consecuencias más peligrosas a las que se expondría si fuera mujer.
A diferencia de Poniente y el resto del mundo, donde en la mayoría de los casos las hijas eran consideradas desechables o bienes de segunda importancia, el Feudo Franco ofrecía un respeto reverencial a las féminas de la Sangre del Dragón. Nadie se arriesgaría a perder a sus hijas en un matrimonio temprano, que era considerado así siempre que dichas mujeres no hubieran terminado de crecer en su totalidad. Casi que eran protegidas más contrapartes masculinos en ese sentido. Con mucho fervor. Él y Visenya, en los largos encierros a los que era sometido, debatían sobre esto. Sus estudios sobre las tradiciones de su hogar ancestral habían incluido muchas especulaciones sobre esto. Las damas de Valyria eran tratadas diferentes del resto de las féminas, exceptuando quizás a los condenados Rhoynar. Líderes por derecho propio, guerreras por naturaleza (porque solo los estúpidos dudarían de la capacidad destructiva de una mujer encima de un dragón), eran tratadas con paridad en su sociedad salvo en ese tema. La concepsión y el embarazo eran asuntos casi sacrosantos en el Imperio y no se expondría a sus portadoras a ninguna amenaza.
Tanto él como su hermana habían intentado dilucidar sobre esto. Las Señoras del Dragón no eran vistas solo como vientres y aún así, las tradiciones protegían este aspecto con omniosa solemnidad. Muchas respuestas se perdieron con la Maldición, debido a la costumbre de no dejar por escrito los conocimientos que no se deseaba que nadie de afuera conociera. Por lo que solo quedaban suposiciones. Habían inferido entre ambos que la progenie femenina tenía una condición más importante en el índole de la reproducción, tal vez relacionada con sus vínculo con los dragones. Lo que explicaría porque la protección casi desmedida en este referente con las hijas de las grandes familias. No sabían como, ni porque, ni para que, solo que sus mujeres eran más resguardadas en este asunto. Cosa que ya había discutido con Aenys y suponía que Visenya había hecho lo mismo con su hijo. Se lo había dejado claro, nada de matrimonios tempranos para Targaryen femeninas, lo que también tendría que explicar a sus nietos cuando llegará el momento adecuado. No le importaban las costumbres ándalas a las que su hijo demostraba ser tan aficionado, ni el hecho de que su propia novia había sido joven para sus estándares. Aún con la vieja sangre en sus venas, los Velaryon habían sido meros comerciantes en el Imperio y no sangre del dragón. Los comportamientos y creencias que seguían, incluso viniendo del mismo lugar, no eran las mismas.
Un leve toque en la puerta lo sacó de su diatriba interna. Él tendía a caer mucho en la introspección y su hermana, que lo conocía tan bien, lo dejaba continuar.
- Pase.
La puerta se abrió y Aenys se asomó a través de esta - Padre ¿me mandó a buscar? ¿Tiene que ver con el nuevo dragón?
- Detente Aenys. Luego aclararemos eso. En estos momentos Visenya quiere hablar contigo.
Oh, tía. Disculpe, no la vi - y la saludó besando sus nudillos y colocándolos contra su frente - ¿De qué desea hablar?
Tu padre me comentaba sobre su idea de que, cuando llegara el momento, convirtieras a tu heredero en el príncipe de Rocadragón. Usar la fortaleza ancestral de los Targaryen como asiento del heredero me parece.... brillante.
- ¿Padre finalmente te lo contó? Pensé que todavía dudaba en hacerlo.
Y lo hubiera dudado hasta que me lo confirmarte. - su rostro se convirtió en pieda, rígido y severo - Deberías marcharte.
¿Qué? - al mirar trás él, vio a su soberbio y regio padre, pálido - ¿Padre?
Sal Aenys. - su tono no admitía discusión - Y diles a los guardias que se alejen un poco más.
Aenys cabeceó y se marchó rápidamente. La calma calculada de su hermana había sido una trampa. Lo suficiente sutil para adormecerlo en un falso sentido de seguridad. Bajó la guardia, actúo como si ambos tuvieran los mismos planes, y su joven sucesor vio esto como que ambos estaban confabulados de mutuo acuerdo y cayó directo entre sus fauces. Había sido atrapado en una mentira. Cuando paso el tiempo suficiente, Aegon intentó hablar - Viseny...
¡No uses mi nombre! ¡Asquerosa rata traidora! ¡Embustero de mierda! - la reina estaba encolerizada como nunca antes había visto - Después de la hermosa sorpresa que me diste en nuestra boda juré que nunca nadie me agarraría desprevenida. ¡Jamás! y vienes con esta basura. ¡¡¡No eres más que un vil traidor!!!
-Visenya, tienes que entender...
¿Entende qué? ¡Entender qué! - la jinete de Vaghar se paseaba por la habitación como un depredador enjaulado - Entender que me mentiste. ¿Qué ibas a robar la herencia de mi hijo ¡Mi hijo! para dársela al hijo de tu favorita y su descendencia? ¡Mi hijo Aegon! ¡Mi sangre! ¡Mi herencia!
- iNo es tu herencia para dar!
¿No es mi qué? - todo su movimiento se detuvo, su calma fue diez veces más aterradora - Repite lo que dijistes, Aegon.
No es tu herencia para dar, - tuvo que tragar en seco ante la imagen que tenía ante sí - yo soy el rey y yo decido, por lo tanto es mía. Mi herencia.
¿Tuya? - su risa fue seca, rota, gutural, todo al mismo tiempo - Creo que has sido consentido por mí y lo que te he permitido hacerme durante demasiado tiempo Aegon. Es hora de la lección de historia. Te casaste con Rhaenys porque sí, porque querías, y se te permitió ser feliz con ella a expensas mía, usando una tradición a la que no tenías derecho.
- Era el señor de Rocadragón, tenía todo el derecho.
- Y yo era tu hermana - esposa, Señora de Rocadragon como gobernante y no como simple consorte, en virtud de las leyes valyrias.
- La gobernación conjunta es algo obsoleto. No se ha usado desde las primeras generaciones posteriores a la Maldición. Cuando nos mudamos a la Fortaleza de Rocadragon, los Targaryen fuimos adoptando poco a poco las tradiciones andal...
iNo puedes hacer eso! ¡No puedes reclamar la tradición ándala y luego aferrarte a un antiguo y poco utilizado edicto valyrio! No cuando se contradicen el una al otro! - y cogió una pequeña representación de cristal de El Padre y la reventó contra la pared.
- Pero hablemos de tradiciones ya que las mencionas. La tradición que te permitía tomar una segunda esposa venía con condiciones. En primer lugar solo podías tomar las consortes segundarias que quisieras si tu consorte principal no era tu igual. ¿Se cumple conmigo? No. Si tu consorte es tu hermana - esposa debes conseguir su aprobación para una esposa segundaria ¿Lo hiciste conmigo? No. Puedes tomar una segunda esposa si queda claro que tu esposa principal no puede darte hijos después de determinado tiempo. ¿Se aplica a mí? ¡Por supuesto que no! Me restregaste a Rhaenys en la cara el mismo día de nuestro matrimonio, - con cada respuesta se acercaba un poco más a él - y luego dejaste en claro que ella y solo ella sería le madre de tus herederos.
- No fue así...
¿No fue así? ¡¿No fue así?! - gritaba mientras alzaba las manos - Aegon, dormías en mi cama una vez por cada diez noches que pasabas con nuestra hermana. Y la mitad de las veces no me tocabas porque decías estar muy cansado. ¿Y lo peor? Los siete reinos lo saben y se burlan de mí por ello.
Senya... - pronunció suavemente - a ti nunca te ha importado lo que digan de ti.
- Por supuesto que me importa. A todos les importa aunque sea un poco. Solo fingen que no. ¿Pero qué iba a hacer? ¿Eh? ¿Castigarlos? Ya me considerán que me excedo en lo que me correspondía como tu esposa, era la tirana a la que apenas soportabas a saber de todos. La villana en tu historia de amor verdadero. ¿Y de que serviría intentar aplastar los cuchicheos? Era una realidad que estaba ahí para que todos la vieran.
Con su acercamiento, el olor a menta aumentó, provocando en el gobernante de Poniente unificado una sensación de revoltura en la boca de su estómago.
¿Qué más iba a hacer entonces? ¿Llorar? La Corte siempre está cazando debilidades y aprovecharían esto para aplastarme más fuerte todavía. Y a ti tampoco te hubiera convenido. Todo lo que me quedaba por hacer era tragarme mi orgullo y aguantar. - tomó varias respiraciones profundas intentando recobrar el control - ¿Sabes que fue lo peor? La ley que te permitió tomar otra esposa me daba a mí derechos por encima de ella, mis hijos tendrían prioridad por sobre los de los de ella. Eso tu lo sabías muy bien. Por eso es que existía el título de esposa principal y esposa segundaria. Pero tu dijistes: Somos hermanos, somos Targaryen, somos iguales. Y yo te creí. Quería creerte. Después de que rompieras tus promesas de fidelidad quise creer que al menos nos tratarías igual. ¿Cómo pude ser tan estúpida para creerte, si lo único que haces es traicionarme? - se cubrió el rostro con una mano, como sino aguantará verlo más.
Senya, se que te hice daño pero yo amaba a Rhaenys y no podía soportar la idea de estar sin ella, - se detuvo antes de seguir - y yo nunca te he traicionado Senya.
Fue lo equivocado de decir. El equivalente de vaciar un frasco de fuego valyrio en una hoguera ya rugiente. Visenya se desató en rabia.
¿No me has traicionado? Te revolcabas con nuestra hemana, con total libertad, mientras yo me hacía cargo de tus obligaciones en el Feudo. Me dijistes que no te sentías preparado, que yo estaba mejor capacitada. Pensé que te merecías un poco de soltura, de hacer las cosas que no podías hacer de pequeño. No me importaba cargar con el peso, estaba acostumbrada, quería complacerte. ¿Y qué hiciste? Apareciste con una segunda esposa el día de nuestra boda y dijistes que seríamos iguales, solo para además de darle los mismos derechos que a mí, preferirla en todo. iEn todo! - gritaba a pleno pulmón - Su hijo era tu heredero y yo acepté sin rechistar, después de todo, tanto Rhaenys como tú y yo conquistamos este maldito continente. Tenía sentido que su hijo tuviera derecho al trono que forjamos. Porque fuimos los tres, Aegon.
Visenya volvió a caminar a través de la habitación, buscando canalizar algo de control a través del movimiento. Frustrarse y gritar sin argumentos ni lógica no la llevaría a nada.
Pero Rocadragon era mío, para heredarlo para mis descendientes. Tú los sabías bien. Tanto el hijo como la hija mayor tienen un reclamo. Por ello los Señores del Dragón casaban a sus primogénitos. ¿Es por ello te casastes conmigo? ¿Querías asegurar que el feudo permaneciera en tu poder? ¿Temías que yo te lo disputará? No puede ser que temiera ofenderme al abandonarme, porque razones para eso me las has dado con tu desprecio constante. - era una verdad nunca antes dicha en voz alta - Me trataste como arma, como tu principal lugarteniente, como guardián. Me tocó la parte fea del gobierno, la aburrida, para que tú y Rhaenys pudieran disfrutar. Vivir en la dicha.
Casi se le escapa un sollozo, o eso pensó Aegon. Pero aquello era imposible, su hermana mayor no lloraba.
- Tuve que ver fiestas, torneos, celebraciones a su nombre. ¡Hasta cuando descubriste que habían dedicado un septo, casi que en mi honor, te dedicarte a construir uno más grande y bello para ella. ¡Un maldito Septo! Porque si yo tenía algo, Rhaenys tenía que tenerlo más grande, más divertido y mejor.
No fue así. - dijo el rey antes de enfurecerse también - Si querías festines para ti ¡Podrías habermelo pedido!
¿Por qué tendría que hacerlo? ¡Mi hermana nunca lo hizo! - de pronto ya no parecía la feroz hermana que siempre había conocido - Solo tenía mi orgullo. ¿Porqué te iba a pedir algo? Incluso si me lo dabas, no iba a ser por verdadero afecto. ¿O es que también querías que te mendigara amor?
Eso lo dejo sin palabras.
- Tuve que aceptar ser siempre la segunda opción. La piedra incómoda en el zapato de mi propio matrimonio. Tuve que vivir en una eterna competencia donde siempre estaba en desventaja. Luego, desde el momento en que nacieron, supe que el trono sería de Aenys y que Maegor sería solo el repuesto. Porque Anys era el primogénito, el hijo de mi hermano y hemana. Puede que me hubieran lastimado pero todavía los amaba, incluso si no los soportaba. Y a mi me enseñaron desde pequeña a darlo todo por mi familia. Que ese era mi deber. Me criaron para ello. Así que mantuve mi lealtad, tanto a ustedes como a él. Era lo justo, pensé.
Visenya, la brava y fiera Visenya, apretó sus propios brazos a su alrededor, como buscando consuelo. De niña lo había necesitado mucho, ambos, cuando solo se tenían uno al otro. Rhaenys ni lo quería ni lo necesitaba. Había sido la niña mimada y feliz, la que se había salvado de la oscuridad de su padre. A Visenya nadie la salvó, y se contentaba con abrazos apretados cuando nadie miraba. ¿Hacía cuánto tiempo que no consolaba a su hermana?
Cuando nació Rhaena dije: ¿Y si la hacemos heredera y la casamos con mi hijo? Después de todo, tú has respetado y mantenido las leyes por las que se rigen los ándalos, ¿por qué ellos no podrían aceptar las valyrias para una corona forjada por valyrios? - y admitió - Y también codiciaba un poquito el trono. Yo también ayude a forjarlo. Uniríamos así dos linajes que de otra forma podrían separarse, nos evitaríamos el surgimiento de líneas dinásticas que podrían ser rivales. Mi hijo estaría cerca del poder que ayude a conquistar, aunque Rhaena fuera la reina regente. ¿Está eso mal?
Eso fue sencillo de admitir - No, hemana.
- Entonces dijistes que no y tuve que acoger tu veredicto. Comprometiste a mi niño, al que no le dedicaste el más mínimo interés en toda su vida, con ese puñado de religiosos y tuve que acceder. Y aún así, seguía confiando en tí y en lo que acordamos. Me lo habías prometido. Los siete reinos para el hijo de Rhaenys, un trono heredado por el derecho de Conquista de su padre y de su madre. Y Rocadragón para mi heredero, el hijo de los Señores Consortes de la Isla, por la ley valyria de primogenitura de ambos padres.
Grandes ojos de joya se fijaron en él. Rhaenys, la bella y amada Rhaenys, los había envidiado. Aegon el dragón temía verse reflejado en ellos. Ver su confianza rota. Por eso muchas veces la ignoraba. No soportaba ver el precio de sus propias decisiones. No se arrepentía de tomarlas, pero le pesaban.
Aunque nunca lo hiciste oficial ¿verdad? Nunca admitiste ante todos como sería la herencia dividida entre tus hijos. - lo miró fijamente a los ojos - Yo solo descubrí que cuando el sucesor de Aenys se volviera oficialmente el príncipe heredero, se le entregaría también el asiento que le pertenecía a Maegor. Me di cuenta de que como no proclamaste la Isla como herencia para él, ni siquiera en tu testamento, Aenys como rey y albacea de la familia, podía disponer de la misma. Pero él no tiene ni las pelotas ni la astucia para que se le ocurriera este plan. Y tengo que preguntarte, después de todo lo que he hecho por ti, lo que hemos pasado... ¿por qué?
Era su oportunidad de explicarse - Visenya, eres una mujer inteligente, tienes que entender. Aenys tendrá una situación complicada. Será el primero en heredar un trono recién conquistado, cuando hay muchos que todavía recordarán σ creerán recordar como eran las cosas antes de que llegáramos. - múltiples reinos desgarrados por la guerra. Nobles y reyes disputando entre sí cada gota de prestigio y poder que podían. Una tierra que no conocía la paz - Tenemos que dejar bases afianzadas para que pueda sostener esta dinastía que comenzamos juntos. El muchacho no es el sucesor más imponente, nació frágil y la pérdida de Rhaenys lo devastó, lo afecta hasta día de hoy. - ella tuvo que asentir. La muerte de Rhaenys, con todo lo que había entre ellas, todavía le provocaba un nudo en la garganta.
- No me importa lo que digan de tu carácter, las personas que hablan de ti no te conocen como yo, se que entiendes que la mente de los niños funciona diferente, tienen necesidades diferentes.
Visenya asintió apesumbrada - Todo niño necesita el amor de una madre.
Y se que te hubiera gustado llenar ese lugar, pero no podías. Eras demasiado severa e inflexible para hacerlo. ¿Hubieras realmente podido darle el afecto que necesitaba a un bebé que todavía buscaba la suavidad de su mamá? - fue una puñalada en el pecho, porque golpeaba en sus inseguridades. Si no le había brindado ese cariño a su propia carne, siendo él de naturaleza más fuerte ¿qué daño le habría hecho al sensible Aenys? Más sabiendo las consecuencias de su crianza sobre su descendencia, por las advertencias de Ortiga.
- Es por ello que necesitamos fortalecer la imagen de Aenys. Que todos recuerden de donde salió él y la fuerza de los que le precedieron y los que le seguirán. Mi hijo necesita todos los símbolos de poder a los que pueda recurrir, para mayor peso de su reclamo. ¿No quieres proteger a lo único que nos queda de nuestra hermana? ¿De nuestra hermanita?
Visenya se estremeció. Todo que decía era cierto - También está Montedragon, la cuna natural de nuestras monturas. Si se lo doy a la línea de Maegor, la familia principal se quedaría sin acceso o con este limitado a los dragones y a sus huevos. - desagradable pero posible.- No es vaya a dejar a Maegor sin nada. Después de todo también es mi hijo, y el tuyo. Y tienes razón, Rocadragon es su derecho de nacimiento, y por tu contribución a la Conquista también merece ser premiado con los frutos de tu esfuerzo. Así que te puedo asegurar que él tendrá una fortaleza digna de su posición. Te lo prometo.
Visenya cabeceó afirmativamente y Aegon agradeció a los dioses por finalmente salir de este debacle. Enfrentarse a su hermana no era algo divertido y francamente, lo agobiaba hasta la médula. A veces ella tenía razón, a veces no. Lo cierto era que al final, él teminaba tenso y agotado. Evitar las confrontaciones cuando era posible resultaba más efectivo.
Aceptaré la pérdida de Rocadragon, por todas las razones que me diste, - Visenya al parecer había interiorizado sus palabras - si puedes responderme a una sola pregunta.
Claro, Senya. - eso lo podía hacer feliz.
- ¿Qué fortaleza le entregarás a Maegor?
Su mente se quedo en blanco.
Aegon... ¿Qué fortaleza le entregarás a mi hijo? - repitió puntualizando cada palabra.
No tenía respuesta para ello. Había ideado la estrategia de Rocadragon, de usar la Isla y su territorio como insignia para los herederos de Aenys cuando llegará el momento y ya él hubiera partido. La fortaleza ancestral de los Targaryen, un castillo único e irrepetible, no con los viejos hechizos y métodos de construcción valyrios perdidos, sería un eterno recordatorio para todos de donde había salido el linaje gobernante. Los sucesores de la vieja Valyria. Y también ayudaría a acallar esos malditos rumores sobre la ilegitimidad de su hijo. Rocadragon era el asiento de poder de su familia y si su estirpe gobernaba desde su solio, con su simbolismo, ayudaría a que pocos pudieran cuestionar la pureza de su sangre. No había pensado en los cabos sueltos.
- ¿Acabas de llamar a mi hijo cabo suelto?
¿No había dicho eso en voz alta? ¿O sí? Miró a su hermana. Sus ojos amatistas se habían vuelto dos pozos negros. El tiempo comenzó a correr más lento, hasta casi detenerse. Su rostro estaba petrificado, estático, y luego se fracturó en un máscara de ira.
- ¡Ibas a dejar a Maegor sin nada!
No te alteres Visenya. No es para tanto. - esta vez su voz no la apaciguó - Aún le puedes construir su propio castillo.
- Así que después de conquistar parte del puto continente para ti, no solo planeas robar lo que le corresponde a mi hijo por mi herencia, para dárselo no a tu heredero, sino a quien quiera sea que sea su heredero...
- No exageres Visenya, no te estoy robando nada.
- ...y lo que me ibas a entregar no existe y ¿se supone que sea yo quien lo construya? ¿En serio?
La reina sentía la necesidad de jalarse los pelos de la cabeza, para ver si despertaba de esta puta pesadilla. Aunque quizás lo mejor sería rastrillar sus uñas por la impoluta cara de su marido. Ya sea un mal sueño o la realidad, definitivamente lo disfrutaría.
Te das cuenta de que si no hubiera descubierto tu brillante idea, - dijo con el tono más sarcástico posible - cuando Aenys declarará a su heredero príncipe de Rocadragon ya tú estarías muerto y hecho cenizas. Y a mí no se me hubiera ocurrido construir nada para Maegor. Nada. Seríamos segundones viviendo de la caridad de la familia real. ¿Y que le podría exigir a Aenys? Heredaría el trono y sus propiedades y no me debería nada. Dos asientos de poder para él, nada para mi sangre. Ni siquiera lo que le corresponde. Y sabes que, - lo miró como si enfrentará una revelación - creo que planeaste esto a propósito.
Siempre llevándote por los extremos Visenya, pensé que eras más inteligente que eso. - su hermano menor se burló - Ya sabes que no soy así. Yo soy él de las ideas, Rhaenys era la política de nosotros y tú quien ejecutaba todo. Funcionabamos bien así. Sin ella, me he tenido que hacer cargo de su parte, que ha sido muy pesado. Si me hubieras ayudado más en vez de siempre enfrentarme quizás hubiera tenido más presencia para pensarlo mejor. ¿No es cierto?
Ya no sé. Planeaste usurpar mi feudo, mientras me hacías promesas. Me juras a la cara que si Rocadragon era para los hijos de Aenys, le darías algo igual valor a Maegor ¿y que era eso? ¿El derecho a construir? Has recompensado a muchos de tus vasallos con más por menos. - Visenya se sentía enferma, había intentado ignorar lo obvio. Cuando Ortiga contó que desde Aenys en adelante, el príncipe heredero era considerado príncipe de Rocadragon, pensó que tenía que ser un error. Uno bien grande. Aegon la había ignorado a ella en favor de Rhaenys, y luego, había repetido el patrón con sus dos hijos. Toda la atención para el favorito, todas las expectativas y el deber para el ignorado. Pero esto era un nuevo nivel de... de... ¿auto indulgencia? ¿Egocentrismo? No tenía realmente una palabra para describirlo - Esta bien, digamos que me pongo a construir un castillo desde cero. ¿Dónde? Cuando negociaste la dote de la novia no pedistes tierras, ni siquiera un miserable torreón. Solo monedas. Por que las necesitabamos. Ja.
- Ya pensaré en algo.
Ya pensarás en algo. Ja. Nunca planeaste dejarle nada, ni siquiera un pequeño territorio a mi príncipe. La otra pregunta sería: ¿Con qué presupuesto? O planeabas que construyera un castillo en un terreno que no tengo con monedas que no poseo, porque nunca me alertaste que tenía que hacerlo. - seriamente lo dudaba pero tenía que preguntar - ¿La corona lo pagaría?
Se le escapó un gruñido. Eso sería muy complicado. Suspiró - Cuando yo fallezca, habrá quien se sebelé. Quizás Aenys confisque sus tierras y se las de a su hermano.
- Quizás. Ja. Ese intento de heredero que estas criando probablemente tratará de hacer las paces con quien sea que vaya en su contra.
- Visenya, no te atrevas a hablar así de...
Escúchame Aegon, por una vez en tu miserable vida escúchame. - Visenya se aferró a su control - Ya me has probado que tu palabra, cuando de trata de los míos, vale menos que la de los gusanos que se revuelcan en la inmundicia. ¡No me interumpas! - le gritó cuando fue a hablar en contra del insulto. No soportaría que intentará respaldar su comportamiento. Había aguantado mucho ya - Limítate a negar o asentir con la cabeza por una vez. Me entiendes.
El movimiento fue afirmativo.
- Yo he cumplido con todo lo que se me pidió, por difícil que fuera. He respetado y me he sacrificado por mi familia. Amé y protegí a mi esposo y a su todavía más amada esposa. He sido fiel e indispensable a su causa. Y por una vez, por una puta vez, quiero la verdad de tus labios. No lo que quiero oír, no lo que piensas que debo oír, no lo que crees que es correcto de oír. La verdad ¿aceptas?
Asintió.
- Cuando se te ocurrió convertir a Rocadragón en el asiento que marcará la sucesión del trono de Hierro ¿que futuro previste para Maegor? ¿Para sus descendientes? Quiero la verdad Aegon, pura y sin adulterar. Dámela.
En esta ocasión, le costó más liberar las palabras, su hermana - esposa no se lo tomaría muy bien - Pensé que tal vez podrías convertirse en el administrador de...
- ¿Un sirviente? ¿Planeabas quitarle el trono de piedra y convertir a mi hijo y a sus hijos
en sirvientes?
-No serían sirvientes. Serían como los Tyrell, una noble Casa, que recibiron el título de mayordomos de Alto Jardín cuando...
- No.
Esta bien, esta bien. Puede que me haya pasado un poco. - intentó negociar - Podemos....
- No.
- ¿Visenya?
Toda mi vida me he sacrificado por la prosperidad de los Targaryen. Siempre he sido fiel. Siempre la menos importante - y lo peor, había estado criando a su niño bajo los mismos ideales. - Todo sea por el sueño de Aegon y la sangre de Rhaenys. Eso acaba hoy. - su mirada le dio escalofríos, la había enfrentado dolida y rabiosa, pero nunca así - Declararás a Maegor heredero oficial de Rocadragón y que asumirá el título cuando sea mayor de edad, porque no confió en que no intentes retractarte en el camino si lo limitas a que sea a condición póstuma. Y déjame dejártelo claro: O aceptas o habrá consecuencias.
- Visenya, ¿estás segura de que quieres actuar así? Eres una estratega. Tienes que entender. Tal vez tú y Maegor no se rebelen contra la estirpe de Aenys pero sus hijos si podrían. Podrían pensar que tienen un derecho mayor y enfrentarse a su primos. La mejor manera de evitarlo es quitarles cualquier dominio y autoridad. El señorío de Rocadragon es demasiado valioso por su simbolismo. Entregarlo podría ser como armar a sus enemigos. Tienes que pensar en la dinastía.
¡Me importa una mierda la dinastía! A ti no te importa en lo más mínimo el ser que salió de mi vientre y mucho menos su estirpe. Lo prometiste con los Hightower porque necesitabas la alianza para afianzar el reinado de Aenys. Solo te interesó cuando lo pudiste utilizar para el bien del único de los dos chicos que es valioso para ti. Pues sabes que, a la mierda. - cuando miró a Visenya a los ojos, no había reconocimiento en ellos, solo un deseo de quemarlo todo - Se acabaron los sacrificios en el altar de tu felicidad. Elige la opción que te di o sufre las consecuencias.
¡Visenya! - tronó Aegon, con ese tono que comando a ejércitos enteros a postrarse - Soy tu rey y hermano varón y no te permito actuar así. Amas tanto la cultura de Valyria que no te das cuenta de que no estamos allí. Este reino funciona con otras leyes y tradiciones. Por quien eres se te permiten más libertades pero este es Poniente, estás subordinada a mí en todos los sentidos y no hay nada con lo que puedas amenazarme. - una cosa era pelear y discutir para dejar salir la frustración y otra era esto.
¿Ah no, querido? - su voz sonaba dulce, demasiado dulce - ¿No crees que sería un excelente regalo de bodas para la novia que tú le conseguiste a Maegor nuestra separación? - Aegon palideció - Solo imagínalo. Si la reina de tus codiciados siete reinos se arrepintiera de todo corazón - batió sus pestañas - de su matrimonio incestuoso, estoy segura que ese arrastrado trepador del Septon Supremo encontraría la piedad para perdónarme por darle una hermana - esposa a su sobrina. ¿No crees?
No puedes hablar en serio. - no podía fingir que no había quedado afectado - Necesitamos un frente unido para mantener la estabilidad dinástica. Tales divisiones entre nosotros solo alentarían a cualquier enemigo a explotar nuestras debilidades.
- ¿Crees que me importa? Ya decidiste que mis descendientes serían enemigos de los que consideras los tuyos. Te aseguraste de que mi línea no estuviera en el trono y ahora quieres tomar de ellos también Rocadragon, para evitar que se alcen en contra de la corona. Pues bien. Temías a un futuro enemigo, creaste uno en tu propio seno.
Un escalofrío recorrió al soberano. Pasará lo que pasará, su hermana siempre había estado de su lado. Esta mujer ante él, que en tantas ocasiones había sido su espada y escudo, no solo no movería un dedo por él sino que si alguien intentaba dañarlo, lo más probable era que lo disfrutará.
- A partir de este punto ya no hay nosotros. Le entregarás a mi hijo lo que le corresponde o cumpliré mi amenaza. Si tienes dudas por su juventud, yo serviré como administradora del Feudo. Después de todo, lo he hecho todo este tiempo. Pero no esperes de mí más apoyo que el que recibes de cualquiera de tus señores.
Brutal, inmisericorde. Su hermana no era de las personas que tomaban decisiones a medias. Lo más preocupante de todo, que en muchas ocasiones había sido una ventaja, era que cumplía lo que prometía. Una promesa que aterraba a cualquier que estuviera de su lado malo.
- Me encargaré personalmente de la tutela de la nueva jinete. Es mi nuera y su educación es mi deber. Será leal a Maegor y será un activo para su familia. Y para la tuya si así lo quiere mi hijo. Por lo que te daré un último consejo. Todos estos años te fui leal, ciegamente leal y así eduqué a mi príncipe. Mi confianza en ti ha muerto hoy, la de él no. Finge al menos ser el padre que piensa que tiene, llevalo a tu lado, tratalo aunque sea la mitad de bien de lo que tratas al hijo que tuviste con mi hermana. Y quizás él no note lo mucho que desprecias su sangre y este dispuesto a luchar por su hermano tanto como yo luché por ti. Y es obvio que lo necesitará. - terminó con un resoplido - Ahora dilo.
Rocadragon es suyo. - tuvo que ceder, no se atrevió a no hacerlo.
- Empezaré a dimitir de mis funciones poco a poco. Envía a Alyssa a Fuerte Aegon cuando puedas, para que se encargué de tu residencia. Cuando termine la procesión real envíame a Aenys, le enseñaré lo que me corresponde en la dirección del reino y que se haga cargo él a partir de allí.
- No está preparado.
- ¿Qué parte de no me importa no entiendes? Si él no puede, encárgate tú de ello. Para algo eres el rey como me has recordado tanto. Tu reino, tu problema. Total, ya estábamos casi separados a los ojos de tus súbditos, di que simplemente me soportas menos que antes y ya.
- No puedo creer que estás haciendo esto. Que abandonas todo por lo que hemos luchado y construido.
¡Yo no hice nada! ¡Tú lo hiciste! ¡Tú trasastes las líneas esposo! - lo miró desde arriba - Hasta el perro más fiel finalmente se arta de que lo pateen y devuelve la mordida. Y yo no soy un perro. - cuando alcanzó la puerta para marcharse le dedicó unas últimas palabras - Todos hablan de mis defectos. Mi severidad, mi inflexibilidad, que soy agresiva para ser mujer y puede que hasta amargada. Cada libro de historia que escriban sobre ti me describirán de esa forma. Pero me pregunto ¿Cómo te describiran? ¿Hablarán del líder que eres? ¿Sobre la figura casi mítica? ¿O habrá alguien que pueda hablar de tu avaricia? ¿De tu codicia desmedida? Necesitabas siete reinos enteros para ti y no dudastes en tomarlos a la fuerza. Tomastes dos mujeres cuando eras incapaz de amar a una de ellas. Le entregaste todo lo que pudiste a la otra, dejando a la primera en el olvido. Luego pretendes hacer lo mismo con sus hijos. Eres cruel Aegon, y me pregunto si en el futuro, cuando escriban tu historia, alguien lo sabrá.