ID de la obra: 941

Sangre y fuego y otras magias extrañas

Het
NC-17
Finalizada
1
Tamaño:
579 páginas, 308.987 palabras, 45 capítulos
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El héroe del día

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Así que aquí estabas. Se ve un rincón muy cómodo y apartado. - explicó Ortiga mientras bajaba a su repisa. Descendía por unos escalones de piedra que quizás fueran un camino secreto hacia el agua desde la torre tras ellos. Desde este punto se podía apreciar el mar abierto a la vez que se mantenía fuera de la observación de las murallas - ¿Puedes compartirlo? ¿Cómo me encontraste? - dijo Maegor sin responder. Sentado en el suelo de roca, con un paquete apretado contra su pecho, no despegó su vista del horizonte. Tengo ojos en el cielo. - señaló al Ladrón de Ovejas que volaba alrededor de la bahía. Sus rugidos se habían calmado ya, junto con su furia, pero los barcos no se atrevían a cruzarse a su paso y permanecían atados a la desembocadura del río - Na, mentira. Te seguí cuando saliste corriendo. Solo tuve que preguntar que dirección había tomado tu linda cabecita a las personas que pasaban por ahí. Cuando saliste de las murallas externas y no llegaste a los muelles para salir de la isla solo tuve que rastrear el camino más obvio y ¡Aquí estás! - dudó - ¿Estas bien amigo? - no se atrevía a llamarlo mocoso, no después de como había sido tratado por su padre. Maldito cabrón. ¿Qué fue eso? ¿Por qué lo trató así? A su propio hijo. Ortiga estuvo a punto de gritarle como una verdulera pero hizo acopio de toda la paciencia que tenía, y la que no tenía también, para evitarlo. Gritarle a un noble podía ser mortal para un niño de la calle. Ella no era ya eso, como Aegon no era un simple noble. Era el puto rey y jinete de una pesadilla viviente. Eso no saldría bien y por lo que acababa de ver, Maegor necesitaba todo el apoyo que pudiera obtener de ella. No debí salir corriendo. - Maegor ignoró su pregunta - Es indigno de un príncipe. No debería actuar así. Pues que bueno que sean los príncipes los que no deben correr y no las princesas. - se puso su mano en el pecho y dramatizó ser elegante de la forma más exagerada que pudo - Porque yo corrí tras de ti como si me persiguieran cobradores de deudas y la guardia de la ciudad combinados. Se burló un poco pero no consiguió sacar de él una de sus sonrisas maliciosas. Mira, soy analfabeta y no se mucho de política, por lo tanto no tengo idea de que pasó allá atrás pero... - Ortiga lo miró de frente - No hicistes nada malo. Era un enfrentamiento y te enfrentaste a él. El caballero intentó molestarte pero no reaccionastes como quiso. Aprovechaste que se confió y lo venciste. Tu padre debería haberte felicitado. Además... - le dio su sonrisa más abierta - El Hightower andaba buscando problemas y los encontró. Y de paso le pateaste el culo. - sus palabras estaban cargadas de admiración - De donde yo vengo eso es poesía, amigo. ¿Tú crees? - la comisura de su labio se elevó un poco antes de bajar de nuevo. Se miró sus manos, manos que no parecían las de un niño de su edad - Ortiga, ¿tú crees que soy un monstruo? ¿Tú? No. ¿Por qué? - se sentó a su lado, desparratada. Ser delicada no formaba parte de su naturaleza y aquí solos ¿por qué fingir lo contrario? - ¿Ni siquiera sabiendo lo que voy a hacer en el futuro? Maegor, no has hecho nada todavía, por lo tanto todavía no eres un monstruo. Y yo estoy acá para evitar que eso suceda. - lo agarró por la parte posterior del cuello, a la mierda los modales cortesanos y como se suponía que debía comportarse una dama, y acercó su cabeza a la suya - Escuchame fuerte y escuchame claro. No eres un monstruo, ni nada de lo que sea que te dijeron ahí. Y si no quieres, no te transformaras en tal cosa. Ignora a aquellos que dicen que vas a ser. Ellos mienten y si los escuchas, todos te arrastrarán hacia abajo. ¿No me crees? Maegor asintió, después negó y luego mostró duda. Maegor, toda mi vida me dijeron que sería una puta. Incluso mi madre. Los mande a todos a los siete infiernos a podrirse. - habló nariz con nariz - Usé sus palabras como impulso. Mientras más me lo decían más dispuesta estaba yo a probar que estaban equivocados. Y mirame a donde llegué. - se señaló - Una bastarda como jinete de dragón, y ahora una jodida princesa. No estoy segura de cómo termine aquí, pero acá estoy. Y puedo jurarte de que no soy la mitad de talentosa que tú, maldito genio. - le intentó hacer cosquillas que para su asombro funcionaron, una risa relajada y alegre se le escapó. Maldición, si que era bonito cuando se dejaba llevar - Derrotando a un caballero con apenas trece años. ¿Como puedes ser tan increíble? Maegor apoyó su cabeza contra su hombro mientras se calmaba de su cosquilludo ataque. Un suspiro más tranquilo salió de él. Una suave brisa del norte calmaba cualquier molestia causada por él calor. De repente, pareció recordar algo. - Ortiga, ten. Conseguí esto para ti. A ver ¿qué es? - recibió de él el paquete entre sus brazos. Al desenredarlo encontró una algo sucia capa de terciopelo marrón - Maegor, ¿cuando la conseguiste? ¿De dónde la sacaste? Se encogió de hombros - Cuando busque mi equipamiento le ordené a alguien que me la trajeran. Soy un príncipe y puedo hacer muchas cosas con chasquear mis dedos. - explicó con orgullo. A Ortiga se le llenaron los ojos de lágrimas. La capa que le dio su padre estaba de regreso en sus manos - ¡Mi héroe! - a la mierda con todo. Lo acercó y le dio un beso de verdad en los labios. Maegor se separó de ella con desagrado, usando un brazo para lograr distancia mientras con el otro se restregaba sus labios - Puaghhh, que asco. ¿Por qué hicistes eso? - arrugó la nariz. Ella no podía dejar de sollozar. Tonto como era, este era uno de sus tesoros - Muchas gracias Maegor, no sabes lo que has hecho por mí. No es para tanto. - sus ojos no eran capaces de encontrarse con ella - Solo se lo pedí a un sirviente. Cualquiera lo hubiera podido hacer. No creo que nadie en esta Fortaleza me quiera obedecer. Pero lo que vale es que te acordaste. - se controló e intentó lucir sabia y madura - Entonces, un acto heroico merece un premio igual de valioso. ¿Qué me dices si vamos a dar una vuelta en mi dragón? - la miró con emoción - Tú estas aquí, yo estoy aquí, mi dragón está aquí. - señaló a la bestia volando alrededor de la bahía - ¡Busquemos un cinturón de montar y hagámoslo! La idea de un paseo por el cielo lo animó al instante. Se levantó enseguida y regresaron hacia la fortaleza a sus espaldas. Solo espero no encontrarme con el dragón de tu padre. - Ortiga no pudo evitar quejarse - Es demasiado negro y da demasiado miedo. Maegor la miró como si estuviera loca - Su título es el Terror Negro. ¿Qué esperabas? - Pues que no fuera tan negro, terrorífico y caliente. Pensé que me iba a quemar solo por estar cerca de él. - ¿Cómo que caliente? Balerion es igual de cálido que el resto de los dragones. Ortiga se quedó pensando en ello mientras regresaban a sus habitaciones. ¿Cómo que igual de cálido que los demás? Casi se cocina viva a su sombra. El dragón era un maldito horno en comparación con los otros. Eso no podía ser normal. Lo que tampoco debía ser normal es como Maegor recorrió todo el camino de regreso a sus habitaciones sin preguntar ni perderse. Luego de doblar por los múltiples pasillos un par de ocasiones ella no tenía idea de donde estaban. Él, luego de recorrer el trayecto una o dos veces, ya lo reconocía. Vaya memoria. Estando en sus aposentos, mientras ambos se colocaban sus cinturones, fue que apareció Ceryse. ¿Se puede saber dónde estaban? - solo entonces observó sus ropas, ambos con sus jubones negros con hilados en rojo, solo que le habían agregados anchas bandas de cinturón con múltiples enganches. Lo único que diferenciaba a los dos esposos era el color de sus cinturones, negro para uno y marrón para la otra, y el anillo de plata sobre la cabeza de Maegor - ¿Se puede saber a dónde piensan que van? Ya hay Lords esperando entregar sus regalos y ser formalmente presentados a usted, princesa Orthyras. - se fijó en joven marido - Ya has avergonzado lo suficiente a este matrimonio el día de hoy. Luego de quedar mal ante el rey, - Maegor se puso rígido y Ortiga no podía creer que lo culpará. Bueno, el tipo con el que el príncipe peleó era su hermano, pero fue él quien se buscó ser derrotado de esa forma. Intentó ofender a Maegor para que perdiera el control y como lo arrastraron por el piso ¿es culpa de Maegor? - ¿piensa quedar mal con los nobles también? Maegor apretó los dientes, para nada emocionado con la idea de una reunión formal con presentaciones de la mayoría de los nobles que acudieron a su boda y menos aún por las recriminaciones de su esposa. Oh, vamos. Estábamos a punto de salir. - dijo Ortiga - ¿No puedes ir solo tú? No. Princesa Orthyras, no se como se hacen las cosas de donde usted viene pero en Poniente respetamos las formalidades y lo que es correcto - se puso más erguida - es que todos los novios acudan a recibir regalos y buenos deseos de los Lords que se presentan. Mirando a su esposo falso que parecía resignado, y bastante irritado, tuvo que conceder - Bien. Vayamos a esa entrega tuya de buenos regalos, deseos, lo que sea. - Total, cuanto podía durar. Horas después se arrepintió profundamente de no haber escapado cuando pudo de la dichosa ceremonia. Uno tras otro, lords de todo el continente fueron presentándose con sus regalos y alguna que otra palabra. Demasiados nombres y sigilos que no reconocía y de los cuales no tenía la esperanza de acordarse. Tedioso era poco para describir esta basura de cortesía y competencia por quien daba el regalo más caro. Joyas, telas, adornos, símbolos religiosos. Un libro aquí y allá, gracias al pensamiento algo original de algunas personas, no importaba que no supiera leer. Alguna que otra especia fina. Pero ¿a quién carajo se le ocurrió la brillante idea de armas enjoyadas? Esas cosas no servían para la defensa. Para lo que si servían era para que te asaltaran en medio de la calle. Esas eran guardar o vender ¿Verdad? Nadie podía usarlas en la vida real. Imposible. También tenía que agradecer la inteligencia de Ceryse de tener sillas para el procedimiento, porque a estas alturas estaría agotada de estar de pie. Otra cosa sumamente extraña era el comportamiento de los mismos Lords con ellos. Quitando a los que le dijeron que eran del Dominio, propensos a alargar a la dama Hightower, la mayoría pareció centrarse en ella en vez del príncipe e incluso Ceryse. Al principio pensó que se lo imaginaba pero no. Pensó que era por como estaban vestidos, ellos de una forma y Ceryse de otra. El negro y rojo contrastando con el verde de Ceryse. La dama Hightower se presentaba con un delicado vestido verde musgo con múltiples torres adornando el dobladillo y un recientemente entregado collar de zafiros, otorgado por el Señor de Tarth. Cuando lo mostró, sus ojos le brillaron y Ortiga la empujó a ponerse la prenda. Si ella no hubiera aparecido todos los regalos hubieran sido suyos. Ella podría haber robado en ocasiones pero ¿tomar los regalos de una novia? Nunca había caído tan bajo. Por eso planeaba darle los aretes que le fueron ofrecidos por el mismo lord. Al final, los Señores se presentaban con un regalo principal y otros de complemento, quizás para no decir que dejaron sin nada a una de las novias. Eso seguía sin explicar porque se concentraban tanto en ella. Al único al que se atrevía a preguntar por esto era a Maegor a su lado. Se inclinó lo más discreta que pudo ante él y preguntó. - ¿Por qué está gente me está haciendo tanto caso a mi y no a ti? Se que soy nueva y nadie me conoce, pero ¿no deberían estar intentando besarte el trasero? Eres el príncipe después de todo. Lo dijo lo más bajo posible. No queriendo que nadie supiera lo realmente desconectada que estaba del comportamiento que debería ser típico de la realeza. Ceryse, al otro lado de Maegor, de seguro sabría más. Pero aunque tenía planeado llevarse bien con ella, el secreto de su nacimiento era algo que mejor guardaba con Visenya y Maegor que ya lo conocían. Maegor se encogió de hombros - No creo que sea muy popular. Siendo el segundo príncipe mi padre no ha tenido mucho tiempo para mí. - se removió en su lugar - Mi madre tampoco le agrada mucho y siempre me ha mantenido con ella, así que nunca he formado parte de su Corte. - se rascó el cuello - Supongo que eso, sumado a lo que me dijo esta mañana les hace pensar que no gozo de su favor. Y lo que el rey quiere todos se lo dan, aunque sea tratarte así. - dijo Ortiga con un poco de rencor. Maegor desvió la vista y ignoró su comentario. - Quizás crean que se me otorgó Rocadragón solo para complacerte. ¡¿Qué?! - preguntó tan alto que Ceryse la miró fijamente - Rocadragón es tuyo porque eres su hijo. Eso a mí no me involucra. - susurró. Maegor empezó a golpear suave y constante su mano contra su pierna mientras explicaba - Mi padre no tenía planeado darme Rocadragón tan pronto. - o nunca considerando que pertenecía al príncipe heredero desde los tiempos de Aenys - El hecho de que me lo haya dado por mi boda y el título que te dio significa que quiere asegurar tu lealtad. Como una nueva jinete - dudó - supongo que tu eres el poder en potencia, no yo. - ¡Mierda! Esto suena a más complicaciones para mí. Inmersos en su conversación, se perdieron la presentación de un invitado lo suficiente importante como para que se atreviera llamar su atención aclararándose la voz. Maegor pareció reconocerlo, todo movimiento se detuvo, y Ceryse actuó deferente con él. Era un hombre alto y fornido, más grande que Aegon, pero eso era todo lo llamativo en él. De cabello oscuro y ojos negros, sus rasgos no destacaban demasiado. Su sigilo era para ella lo mismo que las letras, dibujos al azar que no transmitían nada. Parado firme, con sus brazos detrás de él, solo dio una señal para que un inmenso baúl de madera oscura fuera colocado por dos lacayos a sus pies. He escuchado que te gustan bastante los combates muchacho, - vaya, Maegor no lucía molesto por la cercanía. Así que debía conocerlo bien, y todavía más importante, le caía mejor - así que espero que mi regalo sea de tu agrado. Maegor se abalanzó sobre el cofre, para sacar de él un gran escudo de acero contrachapado. El dragón rojo de los Targaryen estampado en él con mucha escritura labrada adornando sus bordes. Se veía bastante resistente y a diferencia de otros presentes, Maegor si podía usarlo en la práctica. ¿Son protecciones en valyrio? - el príncipe deslizó su mano por las letras. Ortiga ni siquiera se había dado cuenta de que estaban en otro idioma. Sí muchacho, - el hombre asintió feliz - yo mismo las escribí para ti y mandé al artesano a agregarlas. - después de ver al joven esposo bastante contento con su ofrenda puso su vista sobre Ortiga. Se acercó con una cara seria y extendió ante ella su brazo, como para intercambiar el apretón de manos. Entonces se dio cuenta de que le faltaba parte de la extremidad. Ah bueno, modales son modales. Así que apretó lo que le ofreció y lo sacudió con energía. Todos parecieron contener la respiración. El hombretón estaba pasmado. Hasta el hijo menor de Aegon, no precisamente el mejor en formas educadas, la miró boquiabierto. ¡¿Qué?! - dijo sin soltar la mano, bueno el brazo - Es solo un muñón, gente. No es contagioso ni nada. El lord desconocido abrió bien los ojos hasta que soltó una risa que parecía más bien un bramido. No dudo en acercarla a su pecho con su brazo incompleto y despeinarla con el otro con alegría - ¡Eres una pilla irreverente! ¿No es cierto, Visenya? - la reina que había entrado silenciosa tras él solo asintió antes de colocarse al lado de los novios. Con ojeras profundas, parecía que no se había atrevido a dormir en el hogar de sus nuevos parientes políticos, quizás temiendo represalias por su aparición sorpresa con Ortiga. Como Visenya no actuaba nada alerta por el tratamiento del Gran Lord hacia ella, asumió que estaba bien - ¿Sabes qué? Escuché lo que dijo Aegon de ser la muchacha acogida en otra Casa. Si no es molestia, me encantaría ofrecer la mía, Vis. Estaría encantada, Orys. - la reina no mentía. Había en su rostro una sonrisa de complacencia. Esperen ¿Orys como Orys Baratheon de Bastión de Tormentas? ¿Él de los cuentos? Bueno, disculpen. ¿Podrian prestarnos atención? - más que pedir, una voz algo chillona interrumpió y exigió que se concentrarán en ella. Solo conocía a una persona que se creería lo suficiente importante como para interrumpir a la reina y un Gran Señor. Efectivamente ahí estaba Alyssa Velaryon, con un delicado vestido azul, siguiendo el consejo de sencillez de Aegon y un tocado alto envuelto en una red con perlas. Aenys se encontraba tras ella algo avergonzado, con túnicas de un suave púrpura y su anillo de oro adornando su cabeza - Nos gustaría presentar nuestro regalo a la nueva pareja. Oh - se colocó de forma delicada la mano sobre la boca y parpadeó inocente - no creo que esa sea la palabra. Todos los novios, e incluso la reina y Lord Baratheon fruncieron el ceño. A Alyssa no le importaba. Segundones todos. Incluso Orys. Era un secreto a voces que era el hermano bastardo de Aegon y la razón por la que su familia no era considerada la segunda familia del reino. Siempre interponiéndose entre los Velaryon y la mayor proximidad al trono. Su padre lo detestaba. Para empeorar todo, ya era bastante ofensivo que no se hubieran inclinado en reverencia ante ella y Aenys, de mayor estatus que la mayoría de las personas en la habitación. La llegada de la reina, justo frente a ellos y como no exigió dicho trato, liberó a todos de presentarles los respetos adecuados. Será un placer recibir su regalo, Alteza, lady Alyssa - habló Ceryse, siempre política, con solo una pequeña inclinación de su cabeza. Aenys mostró entonces una pequeña y delicada caja que traía entre manos. Espero que nos disculpen, pero la nueva y sorpresiva novia nos impidió preparar un regalo para ambas. - la mayoría de los nobles se aparecieron con regalos de acompañamiento para agasajar a la "otra novia" a la que no correspondió el regalo principal, pero ninguno se atrevió a hacer alarde de no estar preparados - Con esto, el príncipe heredero y yo queremos mostrar este presente para fortalecer nuestros lazos y mostrarle a la nueva... relación, el respeto que se merecen. - ante sus palabras Aenys abrió la caja mostrando una hermosa tiara de plata con múltiples piedras preciosas encajadas en ella. No era uno de los anillos sencillos como los de los príncipes pero tampoco extravagante, aunque las redondas amatistas indudablemente subirían su valor - Espero que nuestro regalo sea interpretado como una muestra de nuestros verdaderos sentimientos por ustedes. Plata y no oro para la familia del segundo príncipe, tal y como el anillo que el mismo Maegor llevaba sobre su cabeza. Siempre por detrás. Esperaba que cada vez que la esposa que se quedará con la corona la viera, recordará su lugar. Ceryse fue la única que pareció notarlo y empujó de forma discreta a la segunda novia a tomar la costosa joya. Su elevado precio ya se pagaba solo con saber que sería una espina constante en el pensamiento de su dueña. Orthyras tomó la delicada pieza en sus manos y la colocó sobre su cabeza sin pensar. Alyssa se alteró. ¡¿Pero qué crees que haces?! ¿Cómo te atreves a llevar una corona sobre tí? - eso estaba reservado solo para la familia real de sangre. Ni siquiera ella, como esposa del heredero podía llevar una. Tenía que aguantarse hasta ser reina - ¿No sabes que solo la realeza puede usarlas? Oh. No se enteró, lady Alyssa. - Visenya habló relamiéndose, disfrutando como nunca de la situación - Mi querida nuera fue declarada anoche princesa Targaryen para honrar su lealtad para con su nueva familia. - Visenya acarició el pelo de Ortiga, todavía atrapada en el pecho de Orys. Alyssa la miró como si se hubiera cometido el mayor de los crímenes ante ella. La muchacha con su cabello despeinado y sin remedio, vestida con un jubon semejante al de su marido, portaba como él un anillo de plata que ella misma le había entregado. ¿Princesa? ¿Ella? La cicatrizada mujer, claramente confiada de la posición a la que había logrado escalar, tuvo incluso el valor de preguntar - Espera, ¿pretendías entregar un regalo que nunca fuéramos capaces de usar? La vocalización de sorpresa de Aenys fue tan espontánea que nadie dudó de ella. Aún así, las reacciones de las personas de la sala fueron como mínimo acusadoras. Maegor enrojeció. La reina y Orys fruncieron el ceño de forma parecida, solo diferenciados por el espesor de sus cejas y Ceryse mantuvo una expresión helada. Oh, no, no. - su esposo, siempre buscando no quedar mal con nadie, habló - Nunca se nos ocurrió pensar en eso. Ni mi Alyssa ni yo nos dimos cuenta. ¿Cómo podríamos hacerle eso a la nueva pareja, parejas de mi hermano? ¿Verdad, querida? Alyssa tuvo que morderse los labios para no estallar cuando asintió. No se atrevía a abrir la boca o maldeciría como un marinero estafado en los astilleros. ¿Esa rata descuidada declarada princesa? ¿Cómo había pasado esto? ¿Por qué nadie se lo contó? Esto era malo, esto era muy malo tanto para ella como para Aenys. Solo que él, siempre confiado, no se daba cuenta. Lamentamos no habernos dado cuenta del error de nuestro regalo, lady Ceryse. Afortunadamente la declaración de mi padre con su otra novia, evitó que fuera de alguna manera ofensivo. ¿No es así? - no había evitado nada, era la intención lo que contaba y lo que quería transmitir Alyssa estaba muy claro. Arrastrando arrepentido a su esposa tras de sí y a solo unos instantes después de cruzar la puerta, una voz tan aguda que hizo que Maegor se estremeciera gritó - ¡Porque nadie me dijo que fue declarada princesa! Esa caballito de mar actúa como si la heredera del trono fuera ella. - Orys resopló poco impresionado. Sí, - Visenya admitió - pero esa, es responsabilidad de Aegon, no mía. Tan preocupado esta mi hermanito por las amenazas externas que no se da cuenta de los problemas que se gestan en su seno. Pero bueno, eso lo tendrá que resolver él solito si quiere ver prosperar a su preciosa dinastía. - casi escupió antes de serenarse. Orys soltó a Ortiga de entre sus brazos para mirar a Visenya de forma sospechosa. La reina no hizo caso a esto y llamó a tres sirvientes para que trajeran sus regalos. Tres novios merecen tener tres regalos para cada uno. Regalos destinados solo a ellos y que encajen con lo que son. - presentó para Maegor una nueva funda para su espada - Hermana Oscura pasó de mis manos a las tuyas hijo mío, tiene sentido que sea también yo quien te de una nueva funda para ella. - acaricio su cabello, no olvidando su promesa de intentar ser más cercana a él, que su deseo de que estuviera siempre listo y protegido se cumpliera - Y para las novias de mis hijas he traído un libro para cada una. Una breve historia de los Targaryen antes y después del Siglo Sangriento para la princesa Orthyras, para que conozca de donde viene su nueva familia - te entregó la historia de tu propio linaje, quiso decir - y una antigua y muy bien conservada copia de La Estrella de las Siete Puntas para lady Ceryse, para que puedas transmitir tu vínculo con la Fé a tus descendientes. - si es que tenía. El libro no era más que un molesto regalo de Edmyn Tully, de cuando fue Mano del Rey e intentó ganarse su favor. Algo lo suficientemente viejo y valioso para que fuera un desperdicio deshacerse de él pero que Visenya prefería no ver más. Aplicaba para dicha novia. Ella ya se había enterado del incidente de esta mañana y no estaba feliz. Cuando vio al Ladrón de Ovejas sobrevolar el Faro, rugiente y alterado, se dio cuenta de que algo estaba mal. Antes de que llegará hasta aquí, cinco personas diferentes le contaron todo lo que había pasado con lujo de detalles, y eso que no contaba a sus propios espías. Parece que a su hermano - esposo no había creído del todo sus palabras. Eso cambiaría pronto. Me retiró y los dejaré disfrutando del evento. - quería reírse del desagrado que mostraron tanto Ortiga como Maegor. La chica al menos intentó ocultarlo a diferencia de su hijo, aunque no lo logró muy bien. Cuando salía de la estancia, acompañada por Orys, vio pasar a su lado al segundo hijo de los Lannister. Oh, esto sería interesante. Engreído como pocas veces había visto, el muchacho todavía actuaba como si su familia estuviera en la cúspide de su poder. Lástima que se lo perdería. Por un momento Ortiga fue cegada por el reflejo del metal. Traía demasiado oro en el traje, algo que nunca pensó decir. Casi más oro que el de todos los regalos presentados juntos, aunque pareciera imposible. Una gabardina roja con detalles en oro e incrustaciones en topacio se encontraba por encima de una túnica de terciopelo rojo, de corte largo y más filigranas de oro. Atado a su cinturón y sin esconder por debajo de la ropa, traía su monedero, uno bastante lleno. Un collar de esmeraldas y monedas del precioso metal colgaba de su cuello y alcanzaba a cubrir la mitad de su pecho. Este hombre llegó para hacerle competencia a Alyssa en cuestión de vestimenta extravagante, fue en lo único que pudo pensar Ortiga. También era bastante atractivo, de cabellos dorados, ojos de un verde encendido y nariz algo ganchuda. Pero Ortiga había estado espuesta a los Targaryen y sus rasgos valyrios. No podía competir con ellos. Presentándose con una apenas perceptible inclinación de cabeza, muy contrastante con las educadas reverencias de otros miembros de la nobleza, el hombre saludó - Buenos días, alteza, lady Ceryse, - la miró a ella con expresión algo mohina - supongo que alteza también. - tanto Maegor como Ceryse se quedaron algo rígidos ante el trato irreverente con el que acudía ante ellos. Ortiga no, ella quería ver a dónde llegaba esto - Soy Lyden Lannister. - y mostró una sonrisa altanera. Mmmm ¿quién? - Ortiga no contuvo su lengua. Hacerse pasar por un miembro de la nobleza extranjera en una época diferente a la suya tenía sus ventajas. Todos asumían que su acento venía de otras tierras y su forma de hablar burda era resultado de no tener realmente un maestro formal del idioma. Al igual que podía fingir total desconocimiento de normas y apellidos de Poniente y tenía una escusa a la que aferrarse. Bendita sean las ideas de Visenya. El Lannister pareció algo aturdido, pero se recuperó rápido - Soy el antiguo segundo príncipe de la Roca, hijo de Loren el Último, último rey de las Tierras del Oeste y actual Guardian del Oeste. - explicó con suficiencia. Y eso hace de tí el... ¿qué título precisamente tienes? - hacerse la desentendido era una buena estrategia, se dijo con diversión. Quedar en ridículo era el doble de doloroso si lo hacía alguien que aparentaba ser media despistada. Eso le tenía que arder en el orgullo. Soy el heredero de mi hermano hasta que tenga hijos legítimos, - mordió - y él es a su vez el heredero de mi padre. ¿Así que sin título? ¿Y vienes aquí y te comportas de esa manera con los que si tienen? - Ortiga hizo ese ruidito que hacen las madre que tiene que enseñar a niños berrinchudos - Creo que te faltó mucha educación en diplomacia cuando eras príncipe... ¿eh? Ceryse querida, ¿como debo referirme a él? Puedes llamarlo simplemente por su nombre, a memos que haya sido nombrado caballero, entonces sería lo correcto nombrarlo Ser. - luego de lidiar con Alyssa, Ceryse no tenía paciencia de sobra para tratar con este presumido. Ambas lo miraron directo - Entonces, ¿usted ha sido nombrado caballero? El ex príncipe enrojeció y Ortiga contestó - Solo Lyden Lannister ¿eh? Bueno, ¿vino a felicitarnos por la boda o a entregar un regalo, solo Lyden Lannister? El cambio de tema lo descolocó, antes de ser sacudido - Si, vine a presentar un regalo en nombre de mi familia. - hinchó un poco el pecho - Será un regalo magnífico. Digno de la Casa más rica del reino. - no pudo evitar pavonearse - Pero debemos salir a la caballeriza para encontrarlo. Excelente, no hagamos esperar a solo Lyden Lannister. Vamos. - Ortiga empujó suave y cordial al rubio por la puerta. Ceryse solo pensó que la chica haría lo que fuera para no seguir encerrada, aunque fuera recibiendo regalos. Cuando de repente se escuchó el sonido de trote y por la misma salida apareció una versión algo más vieja del Lannister de la habitación. Sus ropas, igual de caras, estaban un poco desajustadas, como si hubieran sido colocadas en una marcha apresurada. Su reverencia si fue más elegante y formal. Hermano, estás aquí. - aunque intentó sonar feliz, se oía un gruñido en sus palabras - Probablemente estabas muy entusiasmado por enseñarle a sus altezas nuestro regalo y por eso no me esperaste y te adelantaste, ¿no es cierto? - colocó su brazo sobre su hombro y lo pegó a él con un empujón mal disimulado - Me presentó altezas, lady Ceryse. Ser Lyman Lannister, heredero de Roca Casterly. ¿Así que es usted el heredero de los Lannister? - preguntó Ortiga. Ante el seco asentimiento del dorado mayor, continuó - Por un momento temimos por el futuro de la Casa, si nos fijabamos en los modales de su segundo hijo. A estas alturas tenía miedo de que su regalo fuera algo así como un burro. - dijo con algo de burla. Por los Siete, no princesa. Nuestro regalo es una hermosa yegua con su montura. Escuchamos que lady Ceryse le encanta salir a trotar por las afueras de la ciudad, así que planeamos el regalo en consecuencia. - se aclaró enseguida - Por supuesto también preparamos un presente para usted con los orfebres de la ciudad. Oh, no se preocupe. Primero vamos a ver el regalo de Lady Ceryse. - como Maegor no ofreció su brazo a ninguna de sus esposas, fueron los Lannister los que lo hicieron. Ortiga rechazó y permaneció junto al príncipe mientras Ceryse aceptó. Ellos guiaron el camino hacia los establos, a la vez que explicaban a la dama Hightower las características de su nueva montura. Como ella y Maegor se quedaron atrás en una curva, aprovechó para empujar al Targaryen a un lado. Esta es nuestra oportunidad de escapar. - se aseguró de que no hubiera nadie alrededor - ¿Alguna idea de cómo dirigirnos a la muralla exterior? - ¿Qué? Maegor, mirame. - dudo antes de sostener un poco la mirada - ¿Prefieres seguir atrapado recibiendo a Lords y lo que traen o prefieres salir a volar en dragón? - la respuesta era clara para los dos - Lo único que lamento es no poder ver la cara de ese maldito Lannister cuando se de cuenta. Lo que le hice le va a doler por largo rato a ese imbécil. ¿Qué cosa? - a la pregunta de Maegor, Ortiga sacudió un monedero rojo y dorado entre sus manos, lo hizo rebotar en ellas y luego lo guardó dentro de su jubon - Ortiga, - susurró - no debiste. ¡Se dará cuenta! ¿Cómo? - se apoyó ella en su hombro - No sospechará de mí y si lo hace, ¿qué va a hacer? ¿Va a decir que una princesa le robó un par de monedas? Nadie se lo creerá y su familia aún menos. No después de esa jugada que hizo hoy. - le enseñó una sonrisa malvada - Solo nos desharemos de la bolsa a lo lejos y adiós evidencia. - alzó una ceja - ¿No crees que se lo merecía? - cuando asintió continuó - Entonces solo disfruta. Consideralo su regalo personal para nosotros. Ahora, larguemonos de aquí antes de que Ceryse se de cuenta que faltamos. - y usando la memoria prodigiosa de Maegor, los dos príncipes escaparon de recibir más regalos. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Vengo a una audiencia con el rey, así que todos se pueden largar. - las palabras de Visenya motivaron a la mitad de los presentes a irse, la otra mitad esperó que el rey negará la imposición de la reina. Pobres ilusos. Cuando Vis andaba así, lo mejor era apartarse de su camino o aceptar las consecuencias. Apenas las puertas de la estancia se abrieron, su hermana rugió un - Fuera - y conociéndola como la conocían, algunos miembros de la Guardia Real se encargaron de alejar a los cortesanos demasiado interesados en lo que se iba a discutir. Visenya, - Aegon en vez de corregirla suspiró, y eso le dijo a Orys que era culpable de lo que fuera que tenía a su hermana así - preferiría que no tratarás de esa forma a mis nobles. Las formalidad son n... El gobernante de Poniente se paralizó ante la visión que tenía. Los dos Guardias Reales que protegían al rey, los gemelos Gregor y Griffith Goode si no se equivocaba, sostenían sus manos sobre las empuñaduras de sus espadas. Conocían suficientemente bien a Visenya, ¡Por todos los dioses! ella los había elegido personalmente para custodiar a Aegon, como para saber que desenvainar se convertiría en una pelea a muerte con ella. Su lealtad se debía al monarca pero había sido su esposa quien fundó su orden, los escogió y luego se encargó de sus prácticas y entrenamientos. No existía nadie más leal al Conquistador que ella misma, y aún así, ella temblaba mientras intentaba contenerse para no sacar su propia arma de su funda. La tirantez en su cuerpo, su postura inclinada preparada para el enfrentamiento, le hablaban de las intenciones para nada benignas que poseía. ¿Qué había hecho su hermano para lograr esto? ¿Cómo la había jodido tanto? Todos guarden las armas, - exigió - puede que porten coronas pero solo es una riña entre hermanos. - los hombres dudaron. Orys se habia alejado mucho tiempo de la Corte de Desembarco y suponía que sentían que su autoridad no valía tanto ya en materia de los reyes. Obedezcan. - la voz de Aegon no permitió otra alternativa que seguir sus órdenes - Retírense. Los Capas Blancas dudaron. Era claro que por una vez, estar encerrado con Visenya era más peligroso para el rey que seguro. Fue el mismo Orys el que cerró la puerta cuando se marcharon. Al volver hacia ellos, vio que seguían en su enfrentamiento silencioso, su hermano lucía cansado mientras que la furia se Visenya era tan clara como los fuegos de Montedragon. Esta bien. Quiero saber. ¿Qué pasó aquí? ¡Hablen! - era muy probable que fuera el único ser vivo capaz de exigirles algo en ese tono a sus hermanos, pero la tensión en la sala comenzaba a ponerlo nervioso. Aegon abrió la boca para hablar, luego la cerró. Cuando lo intentó de nuevo no le salieron las palabras y se conformó con restregarse la mano por el rostro. Visenya se adelantó - ¿Qué pasa Su Majestad? - ¿Su Majestad? ¿Esto de donde salió? - ¿Tu brillante idea no suena tan brillante en voz alta? O acaso te das cuenta que te portaste como un imbécil con tu propio hijo en público. ¿En qué estabas pensando? Gritarle y humillarlo frente a toda la maldita fortaleza solo porque venció al segundo hijo de esta Casa. - Era muy agresivo... ¡No hizo nada malo! Es apenas un puñetero niño enfrentándose a un jodido caballero y lo venció. Sin trampas ni golpes bajos. Ah, pero que el Hightower insultara al príncipe no importa ¿verdad? - su feroz hermama miró al rey con desprecio - Cualquier cosa que lo arrastré por el piso esta bien, con tal de que quedé como incompetencia y ayude a que se vea mejor tu queridísimo heredero en comparación. ¿No es cierto? No metas a Aenys en esto. Dije que le enseñaría a tu hijo a gobernar para que se hiciera cargo adecuadamente de Rocadragon. Lo primero es enseñarle a tener conciencia. No puede ir golpeando aliados de esa forma. - se mofó de ella - Es claro que ese carácter lo sacó de ti. Sin afabilidad ni la capacidad de ser simpático. Demasiado severo y sin suavidad. - alzándose sobre ella, apenas pudo oler un leve rastro de menta, y enfadado como él estaba por el desarrollo de los eventos, no pudo evitar presionar la herida - Es por ello que todos, incluyendome, preferían a Rhaenys sobre ti. ¿Quién querría soportales a menos que se vean forzados a ello? - la inspiración de Orys tras ellos fue aguda. ¡No metas nuestra relación en esto! Si fuera por la naturaleza de sus padres entonces Aenys no sería tan amable como tanto te vanaglorias, sino que viviría para humillar y apuñalar a todos a su alrededor. - esta vez fue su oportunidad de burlarse - Y también sería incapaz de guardar fidelidad a su pareja. Enseñandole sus dientes en un amago de sonrisa, Aegon sintió el golpe de forma cruda. Esperaba que se refiriera a las acusaciones de Visenya de cuando él y su hermana iniciaron su romance a sus espaldas y no a las burdas mentiras que circulaban en la Corte sobre su fallecida esposa. ¿Cómo se atrevía a caer tan bajo? A traer a colación tales vilezas. - Aquí el problema fue que desbarate tu plan de entregarle Rocadragon al heredero de Aenys y ahora quieres hacer pagar a Maegor tu maldita frustración. Orys lanzó un grito - ¿Qué planeabas hacer qué? - y lució tan escandalizado como una septa virgen abandonada dentro de un burdel. Esta vez fue él quien se enfrentó a su hermano - ¿Le ibas a quitar Rocadragon a Maegor? Aegon ¿en que estabas pensando? Te diré en qué estaba pensando. Estaba pensando en que luego de morirse, ni yo ni mi hijo podríamos reclamar nuestro feudo de Aenys, por lo que el que considera su único hijo - puntualizó sus últimas palabras - podría darle dicho asiento a su heredero para darle más peso a su herencia y nunca tener que enfrentarse a una amenaza de nuestro lado de la familia porque no tendríamos nada. ¡Nada! Exageras, Visenya. No se quedarían sin nada. - desacreditó lo que dijo - La Corona se haría cargo de sus necesidades. Solo que no confías... ¡Por supuesto que no confío! - la voz de la única reina sobreviviente se iba elevando - ¡Intentaste usurpar los derechos de mi hijo en mi cara! Motivado precisamente por una desconfianza. En la posibilidad de que quizás alguno de sus descendientes quisiera reclamar el derecho al trono, querías dejar a todo mi linaje sin su legítimo derecho. ¡Cuando no te correspondía! - ¡Yo te he dado demasiado para que digas que no me correspondía! Te hice reina y te... ¡No me hicistes reina! Eso aplica sólo para las mujeres que se quedan encerradas en un castillo, a la espera de que sus maridos conquisten tierras y gloria. Yo no. - vocalizó - Yo sangré por ti y te ayude a tomar cada trozo de terreno de este continente. Si no era con las armas, era con estrategias y planes. Si tu me hiciste reina yo te hice rey. Lo único que me distes en realidad fue a Maegor, y solo lo hicistes porque creías necesitarlo. Entonces, cuando sientes que pasó su utilidad, buscas aplastarlo. No intentaba aplastarlo. Tiene que entender lo que es correcto y lo que no. No puede tratar de menos a los hijos de ilustres familias. Debe madurar para que entienda cual es su posición en la vida. Que le corresponde hacer y que no. - la miró con desdén - Puede que si lo hubieras educado de forma correcta no tuviera yo que ser así con él. Pero siempre estás interviniendo. Siempre queriendo controlarlo todo y con un espía en el más mísero rincón donde quepa. Incluso dentro de mi misma Casa. Visenya se burló. ¿No lo niegas? ¿El hecho de que tus ratas traicioneras recorren los pasillos de mi hogar? - a Aegon todavía le molestaba la idea - Así fue como averiguaste mi plan. Uno de mis propios leales te contó sobre cómo planeaba establecer al sucesor de Aenys como Príncipe de Rocadragon. - no tenía sentido aunque era lo único que se le ocurría. Él se había abstenido de debatir esta trama con nadie más que con su hijo. Planeabas tomar mi Fortaleza, mía, y ¿te molestan posibles vigilantes que haya puesto por tu propia seguridad? Y con respecto a tu magnífica invención del nuevo título del príncipe heredero, nosotros teníamos que aguantaramos y ya. ¿No? Jodido imbécil. ¡Has pensado que al conocer que nos quitaban la Isla, tendríamos motivos reales para querer destruir al otro lado de la familia! - le gritó - ¡Querías dejarnos como mendigos hambrientos mientras robabas el pan de la boca! Tienes que agradecer que lo descubrí ahora y no después, así Maegor nunca tendría resentimientos contra el linaje de su hermano. Pero ¡Por los dioses verdaderos y los nuevos! Ahora te dedicas a humillar a nuestro hijo a la más pequeña escusa. ¿Esa es tu idea de educación? - ¡Haré lo necesario para que aprenda su lugar! Su lugar... - saboreó la frase - Tu y yo sabemos cuál era su lugar, incluso dentro de la cultura extranjera a la que tanto te aferras. - incluso con el incesto Targaryen, si Aegon hubiera seguido un ideal más ándalo, Aenys habría nacido bastardo. El hijo de la segunda mujer, e incluso dentro de la tradición valyria estaría por detrás de Maegor. Pero Aegon siempre hacía lo que se le venía en gana y todos tenían que aplaudir. Quizás era hora de seguir su ejemplo. - Te dije que cuando pudieras enviarás a Alyssa y Aenys a Desembarco para enseñarle mis funciones. Pues eso se acabó. O vas tu a Desembarco a gobernar o mandas a Aenys, pero consideralo oficial. Dimito de mis responsabilidades como la reina. Gobierna tú o que gobierne el hijo al que consideras perfecto, pero eso ya no es problema mío. Y como vuelvas a tratar así a mi hijo... - los puños de Visenya se apretaron pero Aegon ignoró eso. No puedes estar hablando en serio. No puedo abandonar el Progreso Real. Ya está planeado todo nuestro trayecto y las Casas nobles que nos recibirán. - cambiar de planes significaría ofenderlos. Esperaban agasajar al rey y ser agasajados con su presencia. Los recorridos servían además para fortalecer la conexión de la familia real con sus súbditos, más cuando eran vistos todavía como extranjeros de costumbres extrañas, y para recordarles el peligro de rebelarse contra ellos - Aenys es demasiado joven para realizarlo por su cuenta. - su hijo no estaba preparado, todavía necesitaba ser protegido de aquellos con segundas intenciones y enemigos encubiertos, sin contar de que aún no era capaz de infundir el respeto por el que eran tan necesarios estos viajes - Tambien esta que les prometí a los Hightower que su hija me acompañaría con Maegor durante él. - Entonces envía a Aenys a gobernar Desembarco. Después de todo y según tú, la Corte lo adora. ¿No? Pues que la gobierne él solo. ¡No está preparado! - era la mejor opción pero aún así no se sentía correcta - Es demasiado joven e ingenuo. Cometerá errores a los que no sabrá cómo enfrentarse. El gobierno de un país no es lo mismo que encantar a una audiencia. No ha desarrollado las habilidades necesarias. ¡Pues no me importa! ¡No me importas tú! ¡No me importa el reino! ¡Y no me importa cómo se sienta! Ya terminé de soportar humillaciones para mi y mi hijo para que ustedes se ennaltezcan y finjan ser superiores. - aprovechó para devolverle sus palabras - Ya es adulto, que vaya y aprenda su lugar. Miró de arriba a abajo al hombre por el que tanto se preocupo una vez. Apenas y recordaba si hubo un momento de su vida en el que no creyera que él era lo primero y más importante. Nunca más - Te lo dije la última vez que discutimos. No esperes que te proteja a ti y a los tuyos cuando no consideras a mi sangre tu familia. Ya no te considero la mía. Mejor reza a los dioses porque Maegor no crea lo mismo que yo y aún le guardé a su hermano un poco de lealtad para cuando venga a mí. Porque juró por las Catorce Llamas que te destruiré, Aegon Targaryen, si pienso que le has hecho daño a mi niño. - con estas palabras se retiró, asqueada de compartir con el monarca el mismo aire que respiraban. Aegon observó entonces a Orys, apoyado en una pared como si las revelaciones fueran demasiados. Se apretaba la frente con la única mano que le quedaba antes de mirarlo fijamente - ¡Por los dioses! ¿Qué has hecho Aegon? - sintió la necesidad de masajearse las sienes. El dolor de cabeza que se avecinaba era inevitable. Hice lo que creía que era mejor para mí linaje. - Orys lo miró como si se hubiera vestido de mujer y hubiera empezado una danza dorniense frente a él - No me mires así. Pensé que era lo correcto, pero las cosas se me han ido un poco de las manos. - ¿Un poco? Aegon, Visenya no dudó en amenazarte. La mujer que quemaría Poniente por ti y haría de escudo humano si eso significará salvarte, esa Visenya. ¿Y piensas que has actuado "un poco" mal? Los latido que atravesaban su cerebro aumentaban de intensidad - Esta bien, actué un poco peor que mal. Puede que necesite tu consejo. ¿El de un Gran Señor, el de una Mano o el de tu hermano? - los tres eran muy parecidos, pero la forma de entrega y su lógica eran muy diferentes. El de un hermano, ya tengo Señores y una Mano para los otros. - Orys asintió y se acercó a él para hablar en confidencia. El puñetazo que le soltó por el estómago hizo que se doblará y cayera en el lugar. Agradece que perdí mi mano derecha o eso te hubiera dolido más. - en el suelo y sin capacidad de respirar todavía, Aegon tuvo que estar de acuerdo. Hacía años que Orys no le tumbaba de esta forma y recordaba muy claro que podía ser peor con su mano dominante - Eso es para que saques tu cabeza de donde quieras que la tengas metida y regreses con el resto de nosotros, los mortales, a tierra. Te daré consejos como Señor, como Mano y como hermano. ¿Sabes por qué? Porque la mayoría de tus señores e incluso tu Mano son lamebotas que te dirán lo que quieras oír y no lo que tienes que oír. ¿Me entendiste? Aegon asintió mientras Orys extendía su muñón para ayudarle. Fue a retirarlo cuando se dio cuenta, incluso una década después de perderla todavía sentía natural usar su mano de la espada. Aegon no lo permitió, se aferró a ella y la usó para levantarse. Quizás otros se burlarán de él por ser manco, pero para Aegon su apoyo valía más que unas estúpidas murmuraciones. Sin él a su lado, Aegon era el que había perdido uno de sus brazos, y ahora sin Visenya... Ay, Aegys. ¿Cómo se te ocurren estas ideas? - negó con la cabeza - Hasta sus enemigos prefieren que Visenya este feliz a tenerla rabiosa al enfrentarse a ellos, y vienes tú y sales con esa mierda. - le dio unas palmadas en la espalda a su hermano que casi lo impulsan de regreso al piso - Pensemos entre los dos en una manera de arreglar esto. Necesitaremos todo nuestro ingenio para sacarte de este hoyo que tu mismo cavaste. Aegon agradeció a todos los dioses, los nuevos, los viejos y los verdaderos, por esto. No era muy religioso, pero tener a su hermano de regreso a su lado se sentía casi como intervención divina. Cuanta falta le había hecho, su único amigo. Que fuera una de las pocas personas que se atrevían a escupirle la verdad y tuviera conciencia, no hacía nada para molestarle. Hace poco se había quejado de una persona que mantenía sus principios, pero con Orys no. Le doliera o no lo que le dijera, su lealtad era incuestionable y eso no tenía precio. La lealtad de Visenya valía igual y mira lo que has hecho, le dijo una pequeña vocecita, y aunque no era mentira, aún así la acalló. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Visenya se arrastró por los pasillos entumecida y desconectada. Después de cada choque contra Aegon se sentía enferma pero nunca así, tan vacía. Como si nada tuviera sentido. Puede que sea sólo cansancio, se dijo. No había usado sus pociones para dormir desde que comenzó esta aventura. Necesitaba de todo su ingenio para actuar y planificar en consecuencia, y luego de lograr su principal cometido, no se atrevía a descansar. Incluso en su amada Isla, rodeada de gente que le debía total lealtad, su cuerpo se negaba a apagarse. Siempre podía haber alguien que mentía, que esperaba un momento de debilidad para atacar. Siendo así en el lugar donde debería estar más segura, ¿cómo podría bajar la guardia aquí? Estaba cercada por personas que la odiaban. Los Hightower eran símbolos vivientes de la Fé y también de los maestres, cada uno le causaba más indisposición que el otro. Después de traer a Ortiga a la boda de su hija, lo más probable era que le guardarán rencor. No. Dormir estaba descartado hasta que ella volviera a casa. A su habitación desnuda, en lo alto de su torre. Donde nadie podría escalar. Donde no había ningún pasadizo oculto (había revisado una y otra vez para asegurarse y lo haría de nuevo cuando sintiera el impulso). Donde luego de trancar su puerta no habría forma de ingresar. Para que cuando cayera en el sopor de las drogas, no se encontrará vulnerable. Donde sólo podrían atormentarla sus pesadillas. Se tambaleó contra una pared. La realidad se desdibujó para llevarla de regresó a uno de los peores días de su vida. Su padre ya había muerto y Visenya se empezaba a liberar paso a paso de las cadenas que le impuso. Su boda marcaría para ella un nuevo comienzo. El inicio de un periodo de felicidad. Libre, al fin sería libre. Y por una vez no temía sonreír, actuar más suave. No había un monstruo vigilando para destruir cualquier pequeña cosa que le alegrará la existencia y no temía compartir la algarabía de su hermana por la ceremonia. Rhaenys la ayudaba, emocionada porque cada detalle saliera a la perfección. Tonta, tan tonta. Que estúpida se sintió cuando Aegon se presentó e hizo su anuncio ante todos. Por supuesto que Rhaenys estaba tan preocupada por la boda. Esta también era su boda y todo debería ser siempre como las historias de las canciones de los bardos para la más dulce de las hijas de Aerion Targaryen. Aquella que nunca tocó con lo peor de su fealdad. Y luego se sintió doblemente estúpida. Cuando organizaron todo, se aseguró de que el vestido de su hermana fuera a semejanza del suyo. Para que no se sintiera menos. Rhae Rhae tendía a ponerse celosa por muchas cosas y a ella no le importaba compartir eso. Después de todo, Aegon sería suyo finalmente. Lo demás no importaba. Tan estúpida. Ese día se prometió que no habrían más sorpresas y secretos para ella. Nadie la tomaría desprevenida. Un espía en cada esquina, Aegon tenía razón, ese era uno de sus principales objetivos. ¿Se imaginaría él que la motivación para ello fueron sus propias acciones? Lo dudaba. Todo lo que tenía que ver con ella era ignorado y echado a un lado por su esposo. Visenya se tambaleó, casi colapsando. Pronto tendría que reposar su cabeza sobre una almohada y recuperarse de su agotamiento. Todavía no. Primero tenía que regresar a casa. A su cuarto vacío. A su cuarto seguro.
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