ID de la obra: 941

Sangre y fuego y otras magias extrañas

Het
NC-17
Finalizada
1
Tamaño:
579 páginas, 308.987 palabras, 45 capítulos
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Cuando los dragones danzan en el cielo

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El agua estaba helada. El viento del norte que había empezado a soplar en estos días, traía consigo corrientes de aire frías que uno no esperaría experimentar en el Dominio durante esta estación. Aún así, Maegor se sumergió en ella junto con Ortiga. Intentando no mirar fijamente a su pecho, donde la temperatura del riachuelo y brisa fresca hacían que se le marcarán las puntas. Incluso por encima de la banda de tela en la que tenía envuelto su torso. No es correcto mirar así a una dama. No es correcto mirar así a una dama. Había muchas veces que él no se portaba de la forma correcta, él lo sabía. Es como si hubieran reglas de comportamiento que todos conocían y nadie le había contado. Por eso, cuando su madre o sus maestros le explicaban algo, él lo intentaba seguir. Había sido su maestro de armas, ser Gawen Corbray, quien le había enseñado esto. Unos escuderos con los que entrenaba, bastante mayores que él, lo habían retado hace un par de años a ver algo interesante. Lo que encontró no había sido nada interesante. Solo unas criadas dándose un baño, pero para sus acompañantes había sido algo que los traía eufóricos. O así fue hasta que ser Gawen los descubrió. La azotaina que les dio era algo que nunca olvidaría. Ni su madre ni su maestro de armas creían en los niños de los azotes. El castigo lo debes sentir en tu carne si quieres aprender algo, no que alguien más lo sienta por ti. Así que entre palabras que le calentaron las orejas y la corrección física Maegor había aprendido claramente la lección. El dolor en su carne se le pasó más rápido que la humillación. Cuando su madre le repitió la misma instrucción, sin aceptar sus escusas, él la grabó bien en su cabeza. No es correcto mirar así a una dama. ¿Por qué entonces sus ojos seguían intentando desviarse? No es correcto, se dijo. Para distraerse intentó hablar con Ortiga. Ortiga, ¿qué fue eso que hiciste en el pueblo? - había aterrizado cerca de una aldea mugrienta luego de volar un rato hacia el norte con una ligera inclinación hacia el este. Su esposa le había dicho que vigilara la dirección para no perderse. Ella seria el timonel del dragón y él el navegante. Se sentía un poco tonto hacerle caso pero ella tenía razón cuando dijo que era lo mejor para evitar desviarse, que su buena memoria los ayudaría si daba una vuelta equivocada. Se sintió bien ser útil - ¿Cuando entraste a la taberna? La mayoría de los aldeanos habían permanecido ocultos. El pueblo, antes lleno de actividad, permaneció vacío mientras él esperaba junto al Ladrón de Ovejas. La bestia lo soportaba en el mejor de los casos, pero era mejor no tentar al destino. Permanecer encaramado arriba de el animal sin Ortiga se le hacía demasiado peligroso como para intentarlo. Su esposa entró a una taberna silenciosa y salió entre vítores borrachos. Ella le lanzó una sonrisa, incluso con sus dientes algo torcidos, se veía bonita y algo maliciosa - Le di un buen uso a la plata Lannister. Unas pocas monedas e invité a todos a beber por mi salud y la de mi nuevo novio. - entornó un poco su mirada y explicó - Si la gente piensa que soy tan importante con respecto a ti, me encargaré de que Poniente entero crea que eres el esposo más amado y mimado del continente. Además, siempre quise invitar a una ronda de bebida, lo que nunca tuve las monedas. - se estiró todo lo que pudo y Maegor tuvo un destello de pezones oscuros. Que su ropa interior, con la que tomaba el baño, estuviera húmeda y pegada a su cuerpo no ayudaba en nada. No mires. No mires. No mires. - Bueno, ya lo hice una vez, no lo hago más. Me hizo feliz por un momento pero no vuelvo a desperdiciar moneda en eso. Viendo que se quedaba callada, intentó seguir conversando. Él no era de los que hablaba mucho pero tenía que distraerse con algo más. Lo necesitaba - ¿Te gustan mucho los baños? - que pregunta más estúpida. ¿Cómo se le ocurrió hacerla? - Es que muchos nobles no se preocupan tanto por el baño, prefieren untarse aceites aromáticos y ya. Tú no, tú... ¿Te cuelas en los baños de los demás e intentas mojarte cada vez que puedes? - No sonaba como una acusación pero él no podía estar seguro - Es algo tonto Maegor. ¿Sabes cómo se baña la gente pobre? O cargas agua desde un pozo hasta donde te bañaras o te sumerges en un riachuelo como este. La segunda opción es preocupante si eres mujer y estás sola. Por suerte yo tengo a mi dragón. - el Ladrón de Ovejas estiró su cuello ante su mención y luego volvió a ignorarlos mientras tomaba el sol - Si es un baño de agua caliente es más complicado todavía. La mayoría de las personas que crecen como yo usan simplemente una jofaina para asearse. ¿Pero una tina de agua caliente o lo más cercano que podamos llegar a ella? Calentar el agua es difícil. Así que todos usamos la misma. ¿Cómo? - ¿todos con la misma agua? Estaría sucia para la siguiente persona. Ortiga leyó bien su cara y asintió. Primero se baña una persona, luego la siguiente y así hasta que llegué tu turno. - arrugó la nariz del horror - Para cuando me tocaba a mí, el agua ya no estaba tan caliente y era más oscura que clara. Así que yo veo agua limpia y caliente y me intento colar antes de que me toque. - esta vez su risa fue algo disgustada con ella misma - Mientras me sienta cómoda contigo y no te crea una amenaza intentaré colarme en tu agua calentita. Consideralo una de mis rarezas. - ¿a qué se refería con verlo como una amenaza? Con respecto a las rarezas no le importaba. Creía que tenía bastantes de esas él mismo. Las personas no se lo decían a la cara pero él lo sabía. Ahora me toca a mí preguntar - la frase de Ortiga lo descolocó - ¿Qué? Si tu haces preguntas yo también puedo hacerlas. - señaló sus dos montones de ropa. La de Ortiga colocada en orden apresurado, no dejadas al azar pero acomodadas por una persona muy poco interesada en su disposición. La de Maegor correctamente doblada, cada esquina recta y sin permitir arrugas innecesarias - ¿Eso por qué? Parece que sabes lo suficiente de servir, pero no debería ser así. Eres un príncipe. Los príncipes también sirven. - aclaró él - Podemos ser coperos, como fue Aenys para mi padre o escuderos como yo. Ortiga asintió comprendiendo - Entiendo. ¿Pero por qué acomódaste así tu ropa? Le prestaste demasiada atención a los detalles. No creas que no me fijé. Maegor se removió incómodo. La mayoría lo miraba con sospecha o como un bicho raro cuando lo hacía. No de frente, porque él era un príncipe, aunque si mal disimulado - Tú tienes tus rarezas, yo tengo las mías. - su tono le salió algo brusco. No quería hacerlo así y ofender a su nueva esposa y única amiga. Por suerte para él no estaba en su carácter enfadarse. Solo le volvió a sonreír. Sus dientes blancos y bien cuidados para ser alguien nacida en el pueblo llano. - Ya, ya, no te enojes. Todos tenemos nuestras diferencias. No es algo malo. Cualquier otra cosa que fuera a decir fue interrumpida por el chillido de un dragón que solo podía ser Azogue. El sonido demasiado agudo para ser el de los demás dragones que conocía. Volando hacía ellos, la blanca montura de su hermano aterrizó cerca, a una distancia prudente del dragón de su esposa. Aenys descendió de ella y se dirigió alegre hacia ellos. Ortiga se asustó, o algo parecido, se sumergió en el agua y buscó ocultarse tras un matorral. Había estado tranquila con él mientras llevaba escasa ropa. Lo mismo no aplicaba para su hermano. Maegor se lanzó a proteger su modestia. Corrió hacia su hermano y de un empujón lo tiró al suelo. Aenys quedó sorprendido allí donde cayó y la gentil Azogue lanzó un graznido, más de molestia que de furia gracias a los dioses. Lo suficiente suave y poco agresivo para no molestar al Ladrón de Ovejas. Maegor frunció el ceño. No es correcto empujar a las personas. - se rascó la cabeza ante su propia acción, antes de extender su mano para levantarlo. - Tampoco es correcto intentar ver a mi esposa con poca ropa. - y miró acusador a su hermano. Aenys lo miró boquiabierto. Primero había estado confundido por la actuación de Maegor. Solo después de que habló se dio cuenta de que si su hermano estaba jugando en la pequeña corriente junto a la nueva bestia marrón, eso significaba que su mujer estaría con él. Tienes razón Maegor. - tomó su mano para salir del suelo, que fuerza tenía para ser alguien tan joven - Debería haber notado sus circunstancias y mantenerme alejado. Me disculpo. - la mandíbula del menor de los príncipes casi toca el suelo - Hablando de disculpas, también quería disculparme por la ropa que llevé a tu boda. Padre tenía razón, no es correcto destacar más que la novia y supongo que también el novio. - pareció pensativo un momento - También disculparme por lo de nuestro regalo. Que tu madre apareciera con una nueva pareja para ti nos tomó por sorpresa a Alyssa y a mí, además de que a ninguno se nos ocurrió que nuestro presente pudiera no ser del todo apreciado. ¿Por qué te disculpas? - fue toda la respuesta que dio el menor de los dos - Un príncipe no debe pedir disculpas. Aenys lo miró extrañado - Maegor, si alguien hace algo mal lo correcto es pedir disculpas. - su hermano lo miró con ojos grandes y dudosos - Aunque seamos de la realeza no dejamos de ser personas capaces de cometer errores. Pedir disculpas es el primer paso para intentar reparar el daño causado. - cuando le dirigió una mirada sospechosa aclaró - Maegor, si padre que es el rey se ha disculpado por cometer errores ¿por qué no debería hacerlo un príncipe? - la sorpresa en su cara le dio ganas de reír aunque lo evitó. Todos hablaban de que eran un niño malhumorado, y aunque no lo creía del todo, lo mejor era no hacer nada que pudiera ser una afrenta cuando no se conocían tan bien como él quería. Hablando de padre, me ha enviado a una misión personal a Alto Jardín. A entregar órdenes e indicaciones. - su padre confiaba solo en él para tal responsabilidad, pensó con orgullo - Vi tu dragón, bueno, el dragón de tu esposa y pensé: ¿les gustaría echar una carrera hasta allí? - aunque su padre volaba con él en muchas ocasiones, no era lo mismo. Esta vez, Maegor si actuó como se esperaría de un niño. No más ceños fruncidos o miradas suspicaces. Lo agarró vibrante y emocionado antes de responder con un - Sí, lo haremos. ¡No hasta que me seque y me vista! - gritó la desconocida que se convirtió en esposa de Maegor y princesa de su familia desde su oculto lugar tras unas hierbas altas. Esta vez fue Aenys quien frunció un poco su entrecejo. No creía que fuera educado ni elegante que una mujer de la nobleza se dirigiera a nadie en ese tono - De hecho y pensándolo bien, dile a tu hermano que salga primero. Le daremos ventaja en lo que nos secamos. ¿Tú crees? - Maegor se acercó nervioso al rincón cubierto de vegetación - ¿No nos ganaría por eso? Su dragona es muy rápida. La respuesta fue baja y Aenys no pudo escucharla. Maegor lució complacido con ella y le indicó a Aenys que continuará su camino - Avanza Aenys. Te venceremos. Dudoso y algo divertido por la seguridad de su hermano en un dragón que apenas conocía, Aenys emprendió el vuelo. Había muchas cosas que le gustaban. La música, los bailes, las fiestas, los misterios de las estrellas e incluso montar a caballo. Aún así, todas esas cosas jamás se podrían comparar a montar con Azogue. Teniéndola desde que era una cría, su dragona era para él una parte vital. Preferiría perder un brazo o una pierna a pasar el resto de su vida sin la bestia. A Alyssa no le gustaba mucho pero entendía el poder y el valor de los dragones para su Casa. Quizás alguien tan delicado como su hermosa compañera no le agradará estar cerca de una criatura tan peligrosa, pero no era lo mismo para Aenys. Su vínculo lo cambiaba todo y sabía que la gentil y grácil Azogue nunca podría hacer nada que lo dañará. Uff, que frío hace acá arriba. El viento que soplaba del norte era más fuerte a mayor altitud y retrasaba el vuelo de su dragona. Sus dedos estaban helados debido a la ausencia de guantes pero no esperaba que sin rastros de invierno, el cálido Dominio se enfriara así. Su vuelo continuó tranquilo por un largo rato, sin empujar a su dragona a tomar mayor velocidad. Había unos cientos de millas entre Antigua y Alto Jardín y tendría que hacer un viaje de ida y vuelta. Entre ello y el viento en contra la mitad del trayecto prefería no agotarla. Para cuando creyó que su hermano no lo alcanzaría escuchó el bramido. No era un rugido en toda regla. Más bien como un ruido emitido para avisar de su presencia. Aunque de menor tamaño que Balerion, la bestia marrón fue acercándose a una velocidad constante. El batir de sus alas no luchaba contra las corrientes como su Azogue. Tardo un rato, no muy largo, en alcanzarlo. Cuando le cruzaron por el lado vio a su hermano haciendo un gesto de despedida con la mano mientras iba al frente del picudo animal. Entonces la muchacha presionó a su dragón. Desde donde estaba sintió el flujo de aire cuando las alas del dragón re-doblaron su esfuerzo. Azogue quedó tras la estela de la bestia. Tanto tiempo preocupado de dejar a su hermano atrás cuando fue este quien tomó la delantera. Nada molesto por perder y más divertido que otra cosa, Aenys solo pudo soltar una carcajada. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Desde la distancia, la vista de Alto Jardín los saludó. En su viaje con Visenya, en plena noche, Ortiga había podido apreciar muy poco de los territorios recorridos y mucho menos las construcciones que se les atravesaron. De algo sí podía estar segura - ¡Guau! ¡Ese es el castillo más parecido a un castillo que jamás he visto! El más bonito también. Delante de ella en la montura, Maegor se giró para mirarla como si estuviera loca - ¡El mejor castillo es Rocadragon! Ortiga puso los ojos en blanco. De líneas rectas y arquitectura única, Rocadragon tenía su belleza. Una belleza afilada y feroz, peligrosa, como un depredador salvaje. Era bello a su manera única, su estilo hablaba de la vieja Valyria... pero no era lo que se esperaba cuando hablabas de un castillo. Alto Jardín lo era. Coronando la cima de una colina, tres murallas de piedra blanca servían de muro antes de llegar al centro de la inmensa fortaleza y esbeltas torres se alzaban a su alrededor. Algunas de las estructuras guardianas lucían cuadradas y asustas, pero muchas más eran altas, redondas y gráciles. Desde aquí se apreciaban patios y jardines y si, esto era lo que Ortiga esperaba ver cuando escuchaba a los bardos cantar sobre palacios en sus canciones. Maegor, ¿qué es eso entre la primera muralla y la segunda? - de color verde era obvio que eran plantas, aunque quizás ¿recortadas? Muy bien recortadas, en líneas rectas y delimitando un, pudiera ser, ¿camino? Eso es un laberinto - dijo el príncipe sin darle mucho interés. - ¿Un qué? Un laberinto, ya sabes. - se limitó a darle una mirada en blanco - Es algo así como un lugar creado con encrucijadas para confundir a quien se adentre en él. El de Alto Jardín está formado de zarzas, que sirven también como línea de defensa contra las invasiones, retrasando o dificultando el avance directo e impidiendo el uso de máquinas de guerra. Ortiga cabeceó afirmativa. Se veía bonito, era útil y definitivamente encajaba bien con el diseño de la fortaleza - Ya lo decía yo, el mejor castillo. Ya te dije que Rocadragon es mejor. - respondió terco y algo exaltado. Maegor, ya se que es de vuestra familia y lo amas. - incluso siendo su padre un Targaryen y ella siendo declarada uno, no se sentía como tal. Todavía había algo que la separaba de ellos - Pero ni Rocadragon ni la Fortaleza Roja lucen tan... tan... ¿cómo describirías a lo que luce lo más castillo posible? Maegor ignoró su pregunta y emitió la suya propia - ¿Qué es la Fortaleza Roja? Ortiga aterrizó su dragón en una colina cercana. Si Antigua se había asustado con su presencia no querría ver cómo reaccionarían las personas de aquí, no cuando no contaban con sus propios dragones para protegerlos. - La Fortaleza Roja es la sede del Rey de los Siete Reinos y donde descansa el Trono de Hierro. ¿Por qué? ¿Dónde reside tu padre en Desembarco del Rey? - En Fuerte Aegon. Mmmm, de ese no he escuchado nada. - Ortiga admitió - ¿No es muy impresionante o qué? ¿Quizás lo hayan derribado para construir el otro? - solo podía hacer conjeturas. Es una estructura de madera y tierra. - que el centro de poder del continente fuera ese lugar era un poco bochornoso. Suponía que su padre tenía otras cosas de las que preocuparse además de su propio palacio, después de todo, había creado un reino doblegando al resto de Poniente y aún tenía que mantenerlo en pie - ¿Quién construyó esa Fortaleza Roja y cuando? Tú lo hiciste. - le contó con una sonrisa abierta adornando sus labios, un gesto que siempre lucía tan natural en ella - Así que no solo eres bueno con la espada, sino también en la construcción. Fuiste tú quien construyó el imponente edificio desde donde gobiernan todos los Targaryen. - achicó sus ojos y Maegor casi podía escucharla pensando - También empezaste la construcción de Pozo Dragón. - hizo una mueca veloz pero el príncipe estaba prestando atención. - ¿Qué? ¿Qué pasó? Emmm, - esta vez fue ella la incapaz de sostener su mirada, su sonrisa pasó a ser más artificial y sostenida, falsa, como la de los miembros de la Corte - puede que hayas liquidado a cada obrero y artesano que trabajó en la Fortaleza Roja. ¡¿Qué?! - su voz salió en un chillido vergonzoso - ¿Por qué? Creo que para evitar que contarán sobre sus pasadizos y túneles secretos. Hiciste una fiesta para ellos al terminar y Zaz, los mandaste a matar a todos. Los que se salvaron por no haber participado se negaron a trabajar en Pozo Dragón y repetir la experiencia de construcción - masacre. - su boca se contrajo un tilín - Por lo que para empezar a construir necesitaste reclutar a los prisioneros de la ciudad como mano de obra y no creo que estuvieran muy emocionados por ello. No creo que le pusieran ganas ni esfuerzo a lo que hacían. ¿Así que asesine a todos y cada uno de mis trabajadores? Ja, con razón me conocen como Maegor el Cruel. - en ocasiones no entendía que era correcto o no, pero matar a todas las personas a su cargo cruzaba una línea que hasta él sabía que estaba mal. ¿Qué tenía en la cabeza? No pudo evitar cerrar su puño y golpearse un par de veces en la frente, para ver si lograba sacarse los malos pensamientos. Ey, Maegor. Ey. ¡Para! ¡¿Qué haces?! - desde su espalda Ortiga intentó sujetarlo. El dragón bajó ellos se removió sintiendo la tensión de su jinete. Era indiscutible que no podía contenerlo ni competir contra su fuerza. Si seguía haciendo eso le haría daño. Se miró las manos, manos que no lo convertirían en un caballero como los que su padre admiraba sino en el otro Maegor. El que Ortiga dijo que era sinónimo de brutalidad. Eres un monstruo le había dicho Morgan Hightower. Un monstruo con manos de monstruo. Cruzó sus brazos sobre su pecho y escondió las manos como mejor pudo. Solo pudo balancearse en el lugar, intentando escapar de una idea que echaba raíces en su cabeza. Soy un monstruo que se va a convertir en un monstruo más grande. Padre tiene razón, soy salvaje. Un animal rabioso. ¿Qué está mal conmigo? - sus movimientos se aceleraron, las cadenas de su cinto aprisionándolo en el lugar - Cada historia que cuentas sobre mí es peor que la anterior. ¿Por qué estoy tan defectuoso? - su voz sonaba rota. Ortiga lo abrazó por atrás. Sus brazos ligeros, incluso si se sentían más macizos que los de Ceryse - Calma Maegor, todo va estar bien. No estás defectuoso. - le repitió mientras lo tranquilizaba - Estoy aquí para ti y no te dejaré convertirte en eso. Ya verás. De aquí a cincuenta años, cuando seamos viejos y canosos estaremos riéndonos de esto. - quizás sonaba un poquito desesperada - Seré una viejita doblada en un bastón y tú estarás medio sordo y les gritarás a todos para que te repitan lo que dijeron. - le sacó una sonrisa un tanto acuosa. No lo detuvo del todo pero si lo ralentizó. ¿Ya estás mejor? - preguntó su esposa pasado un momento. Asintió desde su posición, incapaz de levantar el rostro - Lamentó esto. No está bien que un príncipe tenga una - dudó que palabra usar hasta que se decidió - crisis. Ay, ya. Olvida esa escusa boba. - pesé a lo que dijo, Ortiga le acariciaba suavemente la espalda en movimientos circulares - Eres una persona y tienes sentimientos, y es bueno dejarlos salir o sino estallan como una ballena varada. - un espectáculo bastante horrible - Verás. Los días que llegue mi sangre de mujer yo tendré crisis - se burló de la frase - por cada hoja que se caiga de un árbol. Solo que espera lloriqueos y ataques de rabia de mi lado. Ambos se rieron de esto. ¿Me escucharás fuera de broma ahora? - se preocupó de que una nueva confesión lo enviará en espiral de regresó - Mira, te di consuelo y aquí te van mis soluciones. Si alguna vez, finalmente te toca de nuevo construir la Fortaleza Roja, ya sabes, en este tiempo, solo hay que encontrar la manera de evitar que lo que te llevó a hacer ese desastre se cumpla. - ¿Qué? Mira, por ejemplo, - explicó - si los constructores de tu fortaleza fueron asesinados para evitar que revelaran los secretos de los túneles ¿no puedes hacer cosas para que sigan siendo secretos? ¿Cómo? - preguntó. - Que se yo. ¿No puedes hacer túneles como la cosa esa de zarzas de Alto Jardín? ¿Un laberinto? - ella cabeceó. Sí, para que se pierda el que se meta allí. Incluso puedes crear diferentes grupos de trabajadores para construir diferentes partes del laberinto ese, - las salidas del problema eran sencillas de ver desde lejos - y también guiarlos no sé, con los ojos vendados hasta donde deben trabajar, así por si solo no conocerían el camino. O poner también trampas, o pasadizos secretos y paredes ocultas dentro de los mismos túneles. - parecía muy interesado en esas respuestas. Bueno, si alguien moría por eso, es que estarían haciendo lo que no debían o hurgando donde no deberían hurgar. Tienes todo el tiempo del mundo para preparar un plan Maegor, - le acarició el pelo - para estudiar que vas a hacer y como hacerlo de una forma en la que te sientas bien y no dañe a nadie. ¿No es cierto? Le dio muchas cosas para reflexionar que definitivamente sacaron de su cerebro otros retorcidos pensamientos. Mientras tanto, desde Alto Jardín y viendo que la bestia marrón no avanzaba, algunos hombres lograron conseguir el valor y armarse en una comitiva para enfrentarse o saludar al animal. Con lord Tyrell y sus hijos en Antigua para su boda, quien sabe quién estaba a cargo de las defensas de la fortaleza. Se dirigieron a ellos lentos y renuentes. El Campo de Fuego aún estaba muy presente en la memoria de muchos. La consecuencia directa se apreciaba en los estandartes que portaban, una rosa dorada en vez de una mano verde. La legendaria Casa Gardener extinta y miles de hombres con cicatrices de quemaduras por toda la región. Cuando se plantaron ante ellos, sus caballos nerviosos y queriendo retroceder, una voz destacó - ¿Príncipe Maegor? ¿Se consiguió un dragón? ¿De dónde lo sacó? - la última pregunta dicha en un tono tan bajo que dudaba que fuera para él. ¿Quién eres y como sabes quién soy? - se presentó con confianza y orgullo, el era un príncipe Targaryen, hijo del Conquistador y aunque no fuera suyo, gracias a Ortiga, tenía de su lado a un dragón. Soy un simple caballero alteza, - saludó uno de los más valientes del grupo - pero he visto a su padre de lejos y usted lleva su rostro. - eso era todo lo que le faltaba a Maegor para restaurar su humor. Sí, él aún podía llegar a ser como su padre, no era un monstruo todavía. Entonces, - otro hombre a su lado necesitó de mucha fuerza de voluntad para preguntar - ¿le concedemos el paso a Alto Jardín? No, - explicó Maegor al guerrero con su postura más seria, aquella que le enseñaron que debía mostrar en público - solo acompañabamos a mi hermano hasta aquí, lo que se quedó atrás con su dragón. - luego aclaró presentando a su acompañante - Esta es mi segunda esposa y la jinete del dragón, nombrada por mi padre princesa de mi Casa, Orthyras Targaryen. Ortiga se asomó detrás de él y saludo con una simple agitación de manos y un - Hola, ¿cómo están caballeros? ¿Segunda esposa? ¡Eso es blasfemia! - se escuchó desde el fondo del grupo. Segunda esposa legítima. - Maegor habló de forma castigadora - Casados por el mismísimo Septon Supremo dentro del Septo Estrellado en una ceremonia formal. Por supuesto que si Alteza. - a estas alturas el más atrevido de los caballeros estaba del mismo color que el viejo sigilo de los Gardener - Estoy seguro de que mi compañero habló por impulso y sin pensarlo bien. O para nada. - masculló. Mi héroe. Siempre defendiéndome. - Ortiga murmuró en su oído y a Maegor le gustó más. Él quería eso. Ser más el héroe que el villano del cuento. Pasado el momento de tención se quedaron en un punto muerto hasta que una mancha blanca se divisó en el cielo. - Es el príncipe Aenys con Azogue. Gracias a los Siete. Todos los presentes conocían ya al afable príncipe heredero, que hacía poco tiempo se había quedado en el territorio y que no cargaba consigo la ya creciente reputación agresiva de Maegor. Sumado a eso un dragón sacado de la nada, la situación con el segundo príncipe no generaba mucha confianza. Azogue no tardó en llegar. Aenys sobre ella se encontraba muy calmado con todo lo que ocurría a su alrededor. Se lamentó mucho que la persona encargada de la Fortaleza se hubiera quedado detrás de los muros en vez de salir a recibirlos y que tendrían que ingresar a Alto Jardín para dar las órdenes e indicaciones. Entendió menos aún cuando su hermano y su esposa decidieron no ingresar por el momento, cuando el palacio era simplemente una delicia que todos disfrutarían. Todos, menos la gente del mismo palacio, que se sentían expuestos con el dragón desconocido. Aenys les pregunto inseguro - ¿No les importa esperar acá afuera? ¿No creen que les sería más cómodo entrar? Maegor los observó detalladamente a todos y negó con la cabeza. Ve y has lo que tengas que hacer. - le dijo Ortiga - Nosotros esperaremos. Aenys frunció sus cejas ante esto un instante y luego lo dejó pasar enseguida. Poco tardo en desaparecer tras las blancas paredes, la comitiva de caballeros siguiéndole el paso acudieron a reunirse con él dentro de las murallas. Sin dejar ni siquiera una escolta simbólica para Maegor. O muy tontos para saber lo que era apropiado o muy cobardes para enfrentarse al gigantesco y marrón animal en el que descansaba. Ortiga no perdió el tiempo y sacó para ellos un refrigerio. ¿De dónde sacaste esto? - Maegor dudó antes de dar bocado, su madre le enseñó a vigilar de donde salía la comida - y ¿Cómo sabes que no está envenenado? Ortiga tragó con fruición - Lo saqué de la taberna. Era para alguien más y lo tomé de él. No puedes envenenar a alguien cuando no esperas que aparezca y le vas a servir la comida a alguien más. No pueden ponerte una trampa cuando haces un movimiento inesperado. - encogiéndose de hombros continuó su banquete y movido por su lógica, Maegor la siguió. ¿Ortiga? ¿Tienes alguna otra idea que darme sobre la construcción del nuevo fuerte para mi familia? - ella lo miró vacilante, aunque sin detenerse entre bocado y bocado. Maegor no titubeó con sus palabras - Creo que das muy buenos consejos y me gustaría escuchar más de ti. Ella se puso a pensarlo, a pensarlo bien. Si la tenía en tan alta estima lo mejor sería no decir una tontería. Ya. Terminó de tragar antes de hablar - Cuando construyas Pozo Dragón no lo hagas tan alejado de la Fortaleza Roja. - ¿Qué? Sí. Pozo Dragón está en la cima de la Colina de Rhaenys mientras que la Fortaleza Roja domina la Colina Alta de Aegon. - se sentía incómodo estar tan alejado de su mayor fuente de seguridad en caso de emergencia - Así que para acceder a los dragones que descansan ahí, tienes que recorrer un largo trayecto a caballo por media ciudad. ¿No sería mejor hacerlo más cerca? - Espera ¿Cómo que construí Pozo Dragón en la cima de la Colina de Rhaenys? Allí está el Septo de la Conmemoración. ¿Qué pasó con él? Ortiga se encogió un poquito - Lo quemaste con Balerion junto con todos los miembros de la Fé militante que había adentro. Genial. Otro crimen a su nombre. No había pasado y ya podía escuchar a los fieles de los reinos del Ocaso gritando de indignación. En que estaba pensando cuando hizo eso, o no estaba pensando en absoluto. Siendo un niño sin conciencia, como lo llamó su padre, entendía que ese era un error estratégico enorme. Suspiró - Dime, ¿cuando fui rey hice al menos una cosa buena? Cuando Ortiga se limitó a darle una mordida a su pastel sin decir palabra, decidió que lo mejor era no preguntar más. Bien. ¿Alguna otra sugerencia? - su esposa cerró los ojos buscando concentrarse y los abrió de forma repentina. Asintió mucho con la cabeza, lo que fue gracioso con sus mejillas hinchadas por la comida. Casi se atraganta antes de hablar - Si puedes pensar una forma de mejorar el alcantarillado de la ciudad, al menos como el de Antigua, hazlo. No se como es ahora, pero de donde yo vengo, Desembarco del Rey apesta. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ El vuelo de regreso junto a Aenys fue más calmado, no la loca carrera que fue llegar a Alto Jardín. Con el viento empujando esta vez a su favor, y Azogue volando a la estela del Ladrón de Ovejas, el dragón más joven pudo mantener una velocidad constante, no opacada por su competencia. Volar a su saga también ayudó a la menor de las bestias. Al parecer viajar cerca de su lado y ligeramente por detrás del dragón mayor, le daba a la joven dragona un impulso adicional y le permitía aprovechar las corrientes de aire emitidas por el líder del grupo. Algo así como hacían las aves al volar en formación. Como la tarde empezaba a amainar y el temporal norteño proseguía, Maegor lo sentía por su hermano. Su dragon más grande emitía más calor y con Ortiga a su espalda lo conservaba mejor. Aenys debía estar sufriendo un poco más. Él no se quejaría pero le gustaría estar pronto frente a una chimenea y calentarse un rato. Los dragones no nacieron para pasar frío. Como el mismo Aenys había sugerido llevar un ritmo más lento para volver, se sorprendió cuando Azogue se le adelantó e hizo alguna cabriolas en el aire. Su comportamiento era claramente juguetón. Ya veo a Antigua. - exclamó Ortiga asomándose a un lado al ver los movimientos de su hermano. Él apenas vislumbraba una línea blanca en el horizonte aunque eso explicaba el jugueteo. Con la ciudad a sus pies, ya no era tan necesario guardar energía para el recorrido. Pronto todos descansarían. Aenys hizo otra de sus movidas divertidas. Aprovechando la mayor maniobrabilidad de la blanca montura, giró por completo de un lado al otro de la envergadura del Ladrón de Ovejas antes de adelantarse un trecho frente a él y allí, dio una voltereta sobre su propio eje imaginario. ¿Quieres seguirle el juego? - el comentario susurrado directo contra su oído le hizo cosquillas y tuvo que asentir - Agarrate fuerte. El Ladrón de Ovejas cayó rápidamente en picada antes de dispararse hacia arriba, cortando el vuelo de su hermano antes de realizar un círculo completo en el aire. No se detuvo ahí. Regresó a tomar la delantera con un vuelo en espiral. Maegor pudo escuchar el aullido de emoción de Aenys antes de unirse a sus giros. El corazón le latía en el pecho. El viento le cortaba la cara pero él no querría detenerse jamás. Sí, había soñado con hacer esto muchas veces. El intercambio siguió por un rato. A veces Azogue, a veces el Ladrón de Ovejas, se alejaban un poco y hacían una maniobra que el otro imitaba o intentaba imitar. Alguna que otra vez la realizaban juntos. Esto era lo mejor. Ningún sentimiento se le podría igualar. Entonces Aenys se alejó una distancia un tanto mayor. El ruido del viento contra sus orejas hizo casi indistinguible su grito, pero un parpadeo después quedó claro cual era su comando. Una tras otra, bolas de fuego blanco eran disparados por su bestia. Las llamas eran claras y únicas, como solo podía ser el fuego emitido por sus creadores. Era probable que tuvieran su propia magia. De la misma forma que le preguntó la vez anterior, Ortiga interrogó - ¿Quieres dar tú la orden? Tu dragón no me obedecerá. - por supuesto que quería hacerlo. Ese debía ser el impulso primario de cualquiera que montará un dragón. - Tu lo gritas, yo lo ordenó, el Ladrón de Ovejas lo hace. Se sentirá como si tú lo hicieras. ¿No quieres probar? No tuvo que repetírselo. Con todo lo que tenía gritó - ¡Dracarys! Ortiga repitió el comando tras él. El dragón tardó apenas en pestañeo antes de abrir sus fauces y lanzar una llamarada el triple de grande que la montura de su hermano. Eso no fue lo que lo sorprendió. Como pasaba con Azogue, el fuego que escupían los dragones seguía su propio color. Las brazas de Vaghar era de un bronce claro con algunas chispas verdes. El de Balerion era tan negro como sus propias escamas. Esperaba lo mismo de él Ladrón de Ovejas. Una llama marrón podría ser algo interesante. No fue eso lo que vio. Rojo encendido, como el de la piedra derretida por un volcán, rojo vivo mezclado con dorado brillante. Era indescriptible. La belleza de una tonalidad que no alcanzaba a ser nombrada con meras palabras. Giró para mirar impresionado a Ortiga que ya lo esperaba con una sonrisa iluminando su rostro. - ¿Te ha sorprendido, verdad? ¿No esperabas que el dragón más feo tuviera una de las llamas más hermosas, no es cierto? Solo pudo callar. No era mentira que su dragón no era la bestia más bonita, aunque si hubiera podido vincularse a él lo habría hecho. La fuerza de estos depredadores no se media por la estética de sus cuerpos. Aún así, la sorpresa no se le pasaba. Su hermano se acercó a ellos, de lejos se podía notar que estaba igual de impresionado. Era tan bonito. Quería verlo de nuevo. Dracarys. - lanzó, pero la bestia no respondió, no era suya. Ortiga repitió la orden por él y fue obedecida de inmediato. El rojo brillante iluminó el cielo, más claro que la sangre, más atractivo que el color de las manzanas maduras. Su esposa tenía razón, este era por mucho el más bonito de los fuegos. La emoción lo llenó y fue contagiosa. Entre aleteos de las gigantescas criaturas, tanto Azogue como el Ladrón de Ovejas disparaban una y otra lengua de fuego, hasta que las nubes a su alrededor parecían entrar en combustión. Un rugido ensordecedor lo detuvo todo. Si las cadenas no lo ataran a la silla, Maegor habria saltado en el lugar. Fue un sonido horrible que le recorrió los huesos. Aenys y Ortiga reaccionaron de forma similar y diametralmente opuesta. Ambos guiaron a sus dragones en una picada para escapar de la amenaza desconocida. La caída de Aenys fue más controlada. Simple y rápida, dejando que el impulso y la gravedad hicieran el trabajo. Ortiga no. Giros rápidos y torciones en el aire acompañaron su descenso. Suponía que esto dificultaría un ataque directo contra ellos. Al mismo tiempo, alguna fuerza desconocida lo impulsaba fuera de la montura. Compartiendo la mitad de los enganches lo mejor sería aumentar los agarres de la silla para aumentar la seguridad. Si dos personas montaban al dragón lo mejor sería agregar más eslabones para enganchar sus cadenas. Ideas locas que tiene uno cuando intenta distraerse del susto. El feroz sonido no se volvió a escuchar. Aenys se acercó en vuelo eficiente a ellos y continuó en línea recta hacia el Faro, por debajo de sus bestias la ciudad entraba en pánico por el brutal ruido emitido. Solo podría haber sido Balerion. ¿Pero por qué el dragón de su padre reaccionaría así? ¿Algo malo le habría pasado? Las ganas de jugar habían muerto. La alta torre de su familia política se alzaba imperturbable en el centro de la bahía. Ortiga guío a su dragón para que aterrizara contra las murallas, incapaz de entrar en la fortaleza. Aenys aterrizó directo sobre las murallas en vez de hacerlo en el patio como la vez anterior, cerca de ellos. Maegor lo vio retorcerse las manos, alterado, cuando puso los pies en el suelo. ¿Qué crees que le haya pasado a padre? Porque fue el dragón de padre ¿no es así? - caminaba nervioso en el lugar en vez de averiguar lo ocurrido. Parecía que prefería no salir de su presencia pero Maegor tenia que esperar a que su esposa bajara tras él. Ya en el piso emprendieron los tres el camino. Él a la cabeza, confiando en el mapa mental que tenía de la estructura. Los demás sólo lo siguieron. No tardaron mucho en encontrar al monarca que ya se acercaba presuroso a ellos. Casi una procesión completa de personas lo seguían. Aenys, gracias a todos los dioses estas bien. - dijo envolviéndolo en un abrazo apretado frente a todo su público. Aenys estaba todo desconcertado - Por supuesto que estoy bien padre. Fui y vire de Alto Jardín con buen tiempo. Quizás la ventolera del norte me haya retrasado un poco pero nada fuera de lo habitual. El regreso fue mucho mejor, como volé junto a mi hermano... La sola mención de Maegor sacó la furia del monarca que no dudó en dirigirse contra los otros príncipes - ¡¿Qué creían que hacían poniendo así en peligro a Aenys?! ¡¿Intentando superarlo de esa forma en el aire?! Padre, solo estábamos jugando. He hecho cosas peores a tu lado. - por una ocasión, Aegon ignoró a su hijo. Aún cuando el mayor de los príncipes era conocido por sus travesuras en el firmamento. Eres mi heredero Aenys, tienes que entender que tu seguridad está por encima de todo. ¡Ellos te pusieron en riesgo! ¡De seguro te presionaron para hacerlo! - se inflamada a sí mismo con cada palabra - ¡¿Qué me habría hecho yo si algo te pasaba?! - Padre, no... Aenys negaba fervientemente pero su padre no hacía caso. Se impulsó contra Maegor - ¿En qué estabas pensando para poner a mi hijo en esa posición? - fue a ponerle una mano en el hombro pero otra más oscura y delicada se posó ahí primero. Una red de finas cicatrices cubrían los dedos que pertenecían a una sola persona. Su cara podría estar neutral, poco amenazante, la mayoría diría que estaba tomando con gracia el castigo. Sus ojos decían retrocede. Puede que no lo enfrentara directamente y se mantuviera tras su hijo, pero el mensaje estaba claro. Ella protegía su espalda y para llegar ahí, tendría que pasar sobre ella. Durante el tiempo que tomaba el vuelo de una flecha se preguntó ¿así es cómo se veía Visenya? ¿Cómo un protector, un guardián, que aunque no tomaba el protagonismo era una firme disuasión para cualquier enemigo? ¿Una figura secundaria pero más aterradora? La idea le enfureció. ¿Pensaba que podía protegerlo de él? De seguro fue ella quien... Aegon, ¡detente! - entre los presentes, Orys avanzaba atropellando a todos los que se cruzaban en su camino hasta llegar al núcleo de la trifulca - ¿Se puede saber que esta pasando? Lo viste. ¡Viste lo que hicieron! - Aegon respondió - Viste como volaban contra mí heredero. No era así, no era así. - Aenys explicaba, detectando por una vez una figura de autoridad por alguna razón mayor que su padre - Yo empecé a jugar y ellos me siguieron la corriente. Nunca me intentaron hacer daño ni me pusieron en peligro. Por supuesto que no Aenys. - Orys expresó con calma - Maegor es tu hermano y a su forma dura te ama de seguro, tal como hacía Visenya con Aegon. - la referencia a tiempo pasado no se le perdió al rey, así como el castigo en la voz de Orys - Tu padre sólo está paranoico. Se olvida de que él hizo cosas mucho peores en su juventud. Y tú eres el hijo de tu madre. - le acarició los rizos - Es por encima de nuestras cabezas donde te sientes más cómodo, Aegon gobernará sobre la tierra pero allí arriba es tu dominio. ¿No es así? Aenys asintió encantado, viendo allí la salida de este embrollo sin sentido. Aegon fue tranquilizado poco a poco. Maegor, Orthyras. ¡Qué buenos movimientos! - que no usará títulos no se les pasó a la mayoría de los cortesanos. Maegor se concentró más en sus palabras. Sí, él no dirigía el dragón pero si que había montado durante unos buenos movimientos - Quizás tengan que enseñarle un par de esas maniobras a los viejos reyes. ¿Eh? - la tensión desaparecía poco a poco entre todos - Ahora, se que están cansados, pero deberían asearse para el banquete de esta noche. ¿Sí? Con esa sugerencia se desactivo la mayoría del conflicto. Los príncipes se retiraron apresurados junto a algunos de los nobles. Del resto se encargó la Guardia Real ante un solo gesto de Orys. Aegon lo había dejado claro, puede que no fuera la Mano del Rey, pero todo lo que salía de su boca era ley y sería tomado como tal. Confiaba más en él que en cualquier Mano al azar. ¡Por todos los rayos de Bastion de Tormentas Aegon! ¿Me puedes explicar que es lo que acabo de presenciar? Y no te atrevas a decir que atacaron a tu hijo de alguna forma. - Aegon cerró su boca - Por un lado Aenys es joven y tiene derecho a tener aventuras y divertirse. Por otro Maegor también es tu hijo. ¿Por qué no reaccionaste preocupado por él? Aegon se removió incómodo - Es hijo de Visenya, estará bien. Aenys es más frágil Orys, debe ser cuidado, protegido. No puesto en riesgo de esa manera. ¿De qué manera Aegon? ¿Jugueteando en el cielo? ¿Volando y vinculándose con su hermano? - Orys lo miró buscando respuestas que no tenía - ¿Portándose como un joven con un dragón? Pensé que te alegrarías por eso, mientras más cerca estén los hermanos menos peligro de que intenten dañarse. Por alguna razón pareces decidido a cultivar resentimiento en tu hijo menor. ¿Qué hizo? - Nada. No ha hecho nada. Pero se parece demasiado a su madre. ¿La madre que mató por ti y más importante, hubiera puesto su vida antes que la tuya? ¿Esa madre? - Orys lo fulminó - Y para dejarlo claro por si no te has dado cuenta, ¿la madre que estás convirtiendo en tu enemiga si no lo es ya? - ¡Mi heredero necesita ser protegido! ¿Esa es la escusa que te dices a ti mismo? ¿Qué lo estás protegiendo? - el Baratheon se quiso golpear su cabeza contra una pared, haber si así se le abría la mollera - Aegon lo estas sobreprotegiendo. Y esa actitud le va a hacer más daño que bien. - el muchacho era demasiado confiado hasta con los que no conocía del todo, como si no imaginara que nadie en el mundo querría hacerle daño, solo porque Aegon los exterminaría antes de que llegaran a él. ¿Qué se haría cuando su padre le faltara? - Las madre gallinas reaccionan más calmadas que tú cuando agarras a sus polluelos. Tienes razón, pero es que Aenys es todo lo que me queda de su madre. Tengo que cuidarlo. No puedo perderlo como hice con ella. - la vibrante Rhaenys ya no estaba a su lado. ¿Qué habría pensado de él por esto? No muy bien. En sus últimos años intentó arreglar su relación con Visenya. No le fue muy bien, mucho rencor acumulado por su hermana mayor y aún así no cesó. Visenya era demasiado Visenya para tenerla en tu contra, había dicho, nada bueno resultará de eso. Siempre la política, de seguro tenía razón pero él no soportaba a la mayor de su grupo. Siempre perfecta, siempre llevando la razón. Insufrible e irritante. Más sabiendo que vivía y Rhaenys no. Los dioses eran crueles - Y es delicado. Más delicado que su madre. Maegor es un bruto en comparación. ¡Maegor es tu hijo y no volverás a hablar así de él! - Orys lo silenció - Quieres mi ayuda para resolver esto y te la daré. Pero me tienes que hacer caso. Lo primero es que dejes de tratar a tu hijo de esa forma y lo empieces a tratar como si fuera, ya sabes, tu hijo. Y para ser precisos me refiero a Maegor. - porque por lo que veía, a su medio hermano le gustaba actuar como si solo hubiera engendrado un niño - Eres un estratega brillante Aegon, quizás no el más amigable o con el que sea más fácil empatizar, pero eres generoso y capaz de perdonar a tus rivales por ofensas que cualquier otro rey consideraría gravísimas. ¿Por qué tratas así a tu propia familia? Ellos son tuyos, tal como es Aenys. Lo sé. - presionó sus sienes, el dolor taladrante de cabeza de esta mañana estaba de regreso y Orys no le dejaría echarle la culpa a alguien más - Es solo que son tan diferentes. Aenys era alegre y juguetón de pequeño, siempre buscando agradar, un niño que todos querrían ver a su alrededor. - Maegor no. El par de ocasiones que interactuó con su yo pequeño se lo demostró. Serio desde la más tierna infancia, nadie se sentiría atraído a conectar con él - Yo me encargué de cuidar de Aenys, de traer a sus maestros y nodrizas. Vigilar su educación. Soy todo lo que tiene para cuidarlo. Maegor tiene todo para ser como él, mejor, no perdió a su madre. Y aún así actúa tan... severo. Hu, - bufón Orys - mira quién habla. Aegon, ¿te has mirado en un espejo? Quizás el niño actúa así porque salió a ti o porque te imita. - No es lo mismo que yo. Sigue diciéndote eso. Pero tú eres el rey de los adustos y solitarios. - cuando Aegon no dijo nada Ory afirmó - Aegon, ¡Soy tu único puñetero amigo! ¡Y eso que tienes a todo un puto continente a tus pies! Te quejas de Maegor que ha estado aislado de la Corte, al que una y otra vez has demostrado que no está en tú favor, cuyos compañeros "demasiado importantes" robabas frente a las narices de su propia madre. - cuando Aegon lo miró espantado - Todos tienen espías Aegon, acéptalo. Tú tienes, yo tengo, Visenya tiene. Y él que no tiene cuenta con los rumores. El hecho es que Maegor, con su carácter repelente o no, no ha tenido todo a su favor como tú dices. Ha tenido una piedra más grande que los demás en su camino y ese ha sido su propio padre. Aegon se cerró ante esto, Orys decía eso porque no conocía al chico. Ser suave no funcionaría con él, no después de que Visenya arruinará el de por si ya mal carácter que tenía. Él estaba demasiado ocupado con su hijo y heredero para preocuparse por como era criado el muchacho por su madre, pero ahora eso tendría que corregirse. Se encargaría personalmente de ello. - ¿Qué te dijo Visenya? ¿Aceptó no abandonar del todo el gobierno? Sí y no. Aceptó no soltarle todo encima de Aenys de un tirón. Dijo que la niñita engreída de Alyssa se puede hacer cargo de los deberes femeninos de los que tanto clama poseer apenas llegué. Que tu hogar ya no es su problema. Le dará las instrucciones básicas de como prefieres las cosas y se acabó. - con eso bastaría. Visenya era muy metódica, incluso con las asignaciones de los sirvientes y en la formación de sus deberes, así que Alyssa solo tendría que supervisar - Con Aenys y después de mucho humillarme, espero que aprecies lo que hago por ti, aceptó ayudarlo durante la mayor parte del día, siempre y cuando yo me quedé a su lado por si surge algo imprevisto cuando vaya a descansar a Rocadragon. - ¿Por qué iría a Rocadragon? Aegon, ¿estás borracho? - su hermano se acercó y le olfateó - Ya sabes porque va a Rocadragon ¿Quizás para entrenar a tu nueva hija política? Igual de importante ¿no crees? O pensabas que la iba a dejar en tus garras. No, a quien iba a dejar era a su demasiado rígido hijo. Esperemos que Ceryse sea una mejor influencia para él. Era noble, educada y criada en los más firmes preceptos de lo que se esperaba de ella como mujer ándala. Lo opuesto a todo lo que representaba su esposa. Espero que te hagas a la idea del lío en el que te metiste, amigo mío. - Orys palmeó bastante fuerte su espalda - La Visenya que criaron para adorar el suelo por el que pisas ha sufrido una muerte brutal a manos de la criatura que habita su cuerpo. Si fuera por ella, construiría un Muro como el del Norte solo para permanecer separada de ti. Pensándolo bien, todo marchaba a la perfección. Su hijo y heredero entrenado por los mejores gobernantes que conocía. Sí, no le caía bien su hermana pero no dudaba de sus habilidades. Orys de vuelta en Desembarco y con suerte de forma más permanente. La presencia de Visenya alejándose de él más tiempo del esperado y sin tener que presionar ni exigir para ello. Y medio año para enderezar al terco y malhumorado niño mimado de su hermana. Sí, la vida empezaba a mejorar para él. Aegon sonrió como hacía tiempo que no hacía. Ay, Orys. ¡Qué bueno es tenerte de regreso! - Aegon le pasó un brazo por encima del hombro y lo acercó a él - Tienes razón en todo. Mi mano derecha, porque lo eres, no intentes negarlo. Sin ti soy yo el manco, cojo y que le falta un ojo. - Aegon se río de sus propias palabras, finalmente tenía motivos para estar eufórico - Es bueno tenerte de regreso, mi único hermano.
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