El resultado de nuestras acciones
8 de octubre de 2025, 12:24
Su esposo era una criatura de costumbres, pensó Ceryse. Tenía una rutina creada y era más devoto a ella que la mayoría de los fieles a los sermones. Levantarse temprano. Baño. Entrenamiento. Incluso la noticia de la pronta partida de su madre no lo desequilibró. Orthyras, por otro lado, necesitó ser llamada en un par de ocasiones para que despegara el cuerpo de la cama. Y solo porque Visenya le exigió que estuviera lista. ¿Para qué? No dijo. Pero había un aire tenso a su alrededor. Así que aquí estaban de nuevo. Su esposo ejercitándose metódicamente en el patio y ambas observándolo desde el mismo pasillo. Como una bizarra repetición del día anterior.
Las únicas diferencias eran que esta mañana, ella y Orthyras estaban sentadas y desayunando. Ceryse hubiera preferido comer en el salón. Una comida más completa acompañada de los nobles que aún se reunían en la Fortaleza. Para socializar y formar conexiones. Se suponía que esa sería una de las ventajas de su nuevo matrimonio. Su esposo prefería evitar las multitudes y la princesa Orthyras le seguía. Es por ello que estaban todos aquí, aunque nunca le hicieron exigencias a la dama. Ceryse misma se obligó a estar. Cuando Orthyras era aún considerada una lady había planteado la cuestión. Era mejor que los vieran juntos para dar una ilusión de unidad. Así que se tuvo que conformar con un desayuno ligero y la presente compañía. Al menos se aseguró de que le gustara lo que le llenaría el estómago. Pan blanco de trigo con mantequilla y huevos. Acompañado de las mejores manzanas Fossoway. La otra esposa de su marido, si se le podía considerar así, nunca tenía una queja o una crítica negativa sobre la comida. La variación estaba en lo que bebían. Ella con vino dulce y Orthyras rechazándolo a cambio de agua pura, sin hierbas aromáticas ni nada.
Al llegar Morgan por detrás de ellas, prestó especial atención a este hecho. Su hermano especulaba problemas con la bebida. Conocía a soldados que evitaban por completo la hidromiel o la cerveza, o caerían de nuevo en una espiral de borracheras. Ella lo dudaba. La princesa rechazaba cualquier ofrecimiento de vino. Alguien con anhelo por la alcohol lo miraría aunque fuera con un destello de codicia.
Princesa Orthyras, hermana, - su hermano las saludo con la reverencia que correspondía - atrapadas de nuevo observando tal fascinante espectáculo, ya veo. - el sarcasmo al final era claro en su voz. Su enfrentamiento con el príncipe lo había llevado a un rechazo exagerado hacia él. Además de un temor infundado hacia lo que le podría ocurrir a ella. Innecesario. Pesé a las críticas del rey, su nuevo esposo no se habia portado de forma inapropiada. Algo desconsiderado, sí. Pero no incorrecto. Ella se pondría del lado de su hermano, por supuesto. Maegor era un desconocido, y si el Conquistador rechazaba su comportamiento, ella lo rechazaría igual. Su suegro era la llave con la que su familia accedería a más poder.
A Orthyras, su comentario no le agradó mucho. Morgan intentaba ganarse su atención con su encanto y atractivo. Aprovechando que la muchacha rechazaba el contacto con su esposo. También ignoraba de forma tonta que quizás no quisiera compartir su cama, pero era protectora con él. Muy protectora. Aunque la princesa mantuvo una expresión de bienvenida, su mirada sugería otra cosa. Era probable que luego de sus palabras, preferiría verlo sumergido bajo las corrientes del Aguamiel que a su lado.
Maegor también notó su llegada. Sus estocadas y defensas se hicieron más agresivas. No intervino en su discusión ni intercambió ningún comentario. Aún así se sentía salir de él la tensión. La gente a su alrededor empezó a prestar más atención a la escena que se desarrollaba.
Vaya, al menos nuestro príncipe aprendió algo de moderación tras la lección de su padre. - su hermano se burló un poco al alcance del oído de todos. Seguro de que el hijo del monarca no se atrevería a enfrentarse a él tras eventos anteriores. No contaba con Orthyras.
La lengua de la princesa había demostrado ser afilada. Si bien no de forma sutil, como se esperaba de la elegancia de una dama, sino más bien como un hachazo. Una vez que daba un golpe, era casi imposible recuperarse. No se quedó atrás con su hermano.
¿Qué pasa, querido cuñado? ¿Todavía te arde un poco la derrota de ayer? - Morgan parpadeó anonadado ante el ataque verbal - No te preocupes, puedes intentar la revancha. Hablaré con mi esposo para que sea suave contigo.
Los hombres de armas a su alrededor no contuvieron las risotadas. Su forma de ser no incluía comentarios velados o risas discretas. Eran directos y burdos, sin paciencia para contemplaciones o egos magullados. Más bien, disfrutaban de estos. Y la princesa estaba complaciendo sus gustos a costa de su hermano.
Puede que no fuera el mejor ejemplo de distinción y refinamiento, pero para Ceryse, Orthyras dominaba el arte de aplastar con palabras. Y se dirigía a rematar. Lamentablemente para Morgan, poco podía hacer. Si bien su lealtad estaba con él, tampoco podía permitir que humillara en público a su esposo y apoyarlo. Solo al rey se le podía conceder esa gracia. Estaba por ahora, en su mismo barco. Sin contar con que defender a alguien que buscaba menoscabar a su marido de forma obvia, solo dañaría su propia reputación.
No te preocupes, Ser Hightower, estoy segura de que alguien podrá besar tus heridas para que sanen mejor. - y si dejarlo contestar se dirigió a los que lo rodeaban - ¿Es que nadie va a saltar a defenderlo? Ayer fue un niño, hoy se pelea con una muchachita. Pobre Ser, siempre te metes con los peores enemigos. - negó de forma triste con la cabeza.
Si para hoy, las personas habían olvidado la derrota de su hermano a manos del príncipe, gracias al regaño de Aegon. Para mañana todos lo recordarían fuerte y claro. Las burlas de los caballeros no se hicieron esperar.
Su pobre Morgan no sabía como reaccionar. Se había peleado con duelos y con puyas contra muchos hombres. Con las mujeres estaba más acostumbrado a que un par de frases suaves y una sacudida de sus rizos les ganara su favor. No solía enfrentarse a ellas. Discutir contra una mujer era un mundo de diferencia a discutir con un hombre. Además, la princesa lo superaba tanto en estatus como en fuerza. Su bestia no podría ser tomada como inofensiva por nadie y por su misma confesión, ella había salido de una guerra. La misma Ceryse le hizo a Morgan un gesto con la cabeza.
Retírate antes de que sufras más bajas, fue lo que quiso decir. Su hermano obedeció. Aunque su tendencia a cuidarla lo sobrepasaba, no era como otros hombres que subestimaban la inteligencia de sus hermanas.
Orthyras apenas le echó un vistazo a su huida y prosiguió a animar a su esposo. Sin mucho respeto o decoro por las normas sociales. Su padre debió ser muy permisivo y liberal con ella. Pero que podía esperarse de un hombre que dejó a su otra hija llevar el cabello corto.
Ceryse siguió en sus cavilaciones y Orthyras avivando a su esposo. Esto duró hasta la aparición de Visenya.
Un gesto de su mano y cada hombre en el patio mantuvo la distancia entre la reina y su vástago. Suponía que era la despedida. La reina Visenya, lord Baratheon y el príncipe Aenys deberían haber partido al rayar el alba. Pero a petición del heredero de Aegon, se retrasó la salida. Pronto, Aenys asumiría de forma indirecta el gobierno de los Siete Reinos. La influencia de Visenya mermaría en parte. Aunque en control del nuevo dragón, no podía estar muy segura de que tanto caería su poder.
Tambien le gustaría saber de qué hablaban su esposo y su suegra. Desde aquí, no se escuchaba nada. No había paredes ni muros que permitieran un disimulado acercamiento a ningún criado. No habría manera de informarse del intercambio. Fuera lo que fuera, a su joven marido no le agradaba lo dicho.
¡No! ¡Es mi esposa! ¡Mía! ¡Debería permanecer a mi lado! - la famosa terquedad de Maegor estaba saliendo a flote.
Hace menos de una luna que la conoces y apenas dos noches como esposa ¿y ya te sientes tan posesivo, mi niño? - su hijo no aceptó la broma como sabía que pasaría. Su sentido del humor estaba más atrofiado que el suyo - Es por tu bien.
- ¿Cómo va a ser por mi bien? ¡Te la vas a llevar!
Visenya tuvo que suspirar antes de empezar a contar su versión de los hechos - Maegor, cuando conocí a Ortiga por primera vez nos temía demasiado, así que hice un trato con ella. La muchacha piensa que no es tu esposa de verdad.
Su siempre adusto hijo, lució como si le hubieran arrebatado de las manos su tesoro más preciado.
Dije piensa, no dije que no lo sea. - el esperado ceño fruncido cayó en su lugar - Ella prometió protegerte y serte leal como una esposa. Pero se rehúsa a dormir con un niño. Una parte de ella también puede temer al hombre en el que te conviertas. Así que le prometí que no tendría que compartir tu lecho - el tic en su labio se desató con brutalidad incontenible - hasta que ella misma quisiera. Ella como que olvidó la parte de que si te acepta en su cama, el trato está sellado. La separación te permitirá crecer ante sus ojos. Dale tiempo al tiempo. Mientras tanto, el nuevo contrato de matrimonio negociado por tu padre con los Hightower establece ciertas premisas que encajan con este plan. En él se estipula que en el primer par de años de tu matrimonio, tendrás a Ceryse diez noches por cada una con ella.
Un intento de Aegon de insultarla. Fútil. Llevaba años sufriendo desaires frívolos de su Corte y humillaciones directas por su parte. Esto era apenas una pequeña gota en un estanque ya desbordado.
- La solución a esta cuestión es sencilla. Crece hasta ser un adulto, al punto que ella ya no sea capaz de llamarte infante, y luego seducela.
Maegor la vio como si le hubieran destruido un ídolo. ¿Qué pasaría por su cabecita?
Para Maegor, su madre había perdido la cordura. Esa era la única respuesta que tenía ante su idea. ¿Seducir a alguien? ¿Él? Estaba tan loca como algunos mendigos en la calle. Miró sus ojeras negras. Quizás fuera eso. Sí, se dijo. Su brillante e inteligente madre no se le ocurriría en su sano juicio que Maegor tendría la capacidad, o la habilidad, para seducir a alguien. Era la falta de sueño quien hablaba. Él había nacido como un príncipe. Siempre supo que se casaría en un matrimonio por conveniencia de la Corona. Nunca le había molestado. Más bien contaba con ello. Si dependía de él atraer una mujer, entonces estaba jodido. O lo contrario de jodido. Porque no lograría galantear a nadie. Para eso se suponía que estaba el prestigio, el poder, la moneda acumulada en su familia.
Ortiga no caería por eso. Pensó con creciente pánico. Incluso casada con él ante los ojos de todo Poniente, no habría dudado en salir corriendo de creerlo necesario. Nada emocionada con entrar a un matrimonio real. ¿Cómo hago yo para cortejar a una mujer como esa?
Maegor, no te agobies mi príncipe. - su madre acarició su pelo, nunca antes había sido tan suave con él. Le gustaba - Tienes años por delante antes de que llegué ese momento. Tantas cosas han cambiado y quizás muchas otras cambiarán. - originalmente se suponía que él y Ceryse volvieran con ella, al exilio de su presencia que le había impuesto Aegon - Serás expuesto a nuevas cosas. Confrontaciones que nunca esperé tener también me han ocurrido. Solo tenemos que salir adelante. ¿Sí?
Su hijo cabeceó, su mente ya evaluando este nuevo problema - Solo debo recopilar y evaluar la situación, adaptarme a las circunstancias, conservar la calma y la paciencia y aprender de cada experiencia. - asintió ante su nuevo plan. Visenya quería reír ante su lógica. Aplicando los mismos consejos que le dio para cuando se enfrentará a un enemigo desconocido.
Luego de pedirle a Ceryse que abandonara temporalmente su presencia, la conversación de la reina con Ortiga fue más sencilla. Mientras su hijo luchaba contra los cambios, la muchacha tenía una notable capacidad de adaptación. Rebotaba de una situación a otra y siempre buscaba una solución. Una explicación sencilla del lado de Visenya sobre la necesidad de la separación: entrenamiento, educación, distanciarla de sus enemigos e instruirla para enfrentarse a ellos, y la chica ya estaba a bordo. Se haría lo que tenía que hacerse y fin del embrollo. Lidiar con ella tendría sus dificultades. Todos los jóvenes de su edad venían con las suyas propias, y sabrían los dioses que otros escollos la asediaban, pero hasta este mismo instante era astuta y resiliente. Una superviviente. Ella prosperaría y Visenya le daría las herramientas necesarias para ello.
Maegor había terminado su ejercicios mientras discutía con la muchacha. Luego, mientras él y Ortiga se arreglaban en el interior de sus habitaciones, se había despedido a su manera. Poco dado a la emotividad, mientras ella se colocaba su traje de montar completo, él le pidió que se cuidará y le prometió cuidarse. Algunos lo llamarían frío. Visenya lo reconocía como un avance.
Cuando Ortiga dijo adiós, su hijo apenas sostuvo la esquina de su traje y le hizo jurar a Visenya que su esposa podría ponerse toda su ropa si gustaba de ella. La que tenía en Rocadragon. La chica lo abrazó, refiriendo exagerada lo dulce y amoroso que era su esposo. Maegor no la rechazó. Se quedó ahí soportando el trato a la vista de la reina. Una madre conocía a su hijo. Su pequeño príncipe disfrutaba del irreverente contacto.
Afuera de las murallas los esperaba una reducida comitiva real. Aegon con Orys a su lado. Uno de las fajas de montar del propio Aegon atada a su cintura. Ante su necesidad, Vaghar y el Ladrón de Ovejas sobrevolaban la torre esperando su llamado. Balerion mantenía su distancia fuera de las murallas de la ciudad. Había previsto que tuviera cierta territorialidad con el nuevo dragón, aunque nunca espero su comportamiento... excéntrico. Los extraños bramidos y llamados que había emitido con anterioridad en su presencia, todavía desequilibraban a Visenya. ¿Qué significaban?
Azogue ya estaba en la tierra, con Aenys sobre él y un tripulante inesperado.
¿Esto qué es? - exigió Visenya.
Alyssa estaba imbuida en ropa abrigada, con uno de los cintos de Aenys enganchándola a la silla y aferrada todo lo posible a su esposo. Se suponía que sería enviada más tarde a hacerse cargo de sus nuevas responsabilidades. No que compartiera el viaje con ellos. Esto estaba destinado a ser un vuelo rápido. Intentando recorrer la mayor distancia en el menor tiempo posible. De alguna forma Visenya sabía que los retrasaría.
Oh, tía. - el hijo de su hermana la recibió con una sonrisa y un saludo - Mi Alyssa extraña demasiado a nuestra hija. Esta tan desesperada por volver a verla que esta dispuesta a hacer el viaje en dragón.
Esto no será un viaje de placer, Aenys. - aclaró Visenya pese al fuerte ceño fruncido de Aegon. Su hermano - esposo vivía para complacer cada uno de sus caprichos, tal y como había hecho con su madre. Parecía molestarle que los demás no se doblegaran ante este comportamiento también. Su rostro ceñudo lucía enfadado, tan semejante al de Maegor. ¿Aceptaría él alguna vez su extraordinario parecido con el menor de sus hijos? Lo dudaba - No será una marcha lenta y no habrán paradas pintorescas.
- Oh, lo sabemos tía. Juro que lo entendemos. Es solo que mi Alyssa desea reunirse prontamente con nuestra bebé.
Era más seguro que no quisiera que él escapara de su control, pensó Visenya. Pero bueno, poco podía hacer. Aenys alzó el vuelo. Su pequeña dragona cabía con comodidad en el exterior de los muros. Para el Ladrón de Ovejas, fue más complicado. No tan grande como Balerion, aún tenía que aferrarse a los bordes rocosos para no caer de la isla. Ortiga montó con eficiencia.
Cuando Vaghar descendió, fue más fácil para la dragona aterrizar en el estrecho tramo de tierra. No le sobraba espacio como Azogue aunque no se deslizaba por los bordes como los otros dos dragones. Ni un - Cuídate - salió de Aegon. Décadas de lealtad ciega y así le pagaba. Bueno, la venda se le había caído de los ojos. Si la historia de Ortiga no hubiera sido suficiente, sus acciones hablaban por él. Orys escaló cuando ella ya descansaba sobre Vaghar. Su subida fue más lenta por la ausencia de su mano, dificultando la escalada. Al llegar hasta ella, sus mejillas estaban rosadas, más por la vergüenza que por el esfuerzo.
Te estás haciendo viejo. - fue su seca contestación.
Orys se detuvo de atarse las cadenas y la miró. Su risa fue más bien un ladrido y luego sus carcajadas brotaron como agua de un manantial - Ay, Vis. Como extrañaba tu idea de humor.
Dio la orden de volar y Vaghar despegó, tomando cada vez más altura. Aquí arriba el aire era tan frío que te entumecía. Las zonas del cuerpo expuestas sin protección a los vientos, se sentían como atravesadas por fragmentos de vidrio. Sin el calor que irradiaban sus dragones, esta altitud de seguro los congelaría. El Ladrón de Ovejas y Azogue volaron en su estela, en una formación en punta de flecha.
Veamos cuánto tardaba Alyssa en hacer un berrinche, se dijo Visenya.
La respuesta a la pregunta que se hizo la reina fue: nada. No habían salido de las tierras de los Hightower y ya había sido necesario aterrizar. Orys le dijo que mantuviera la calma. Alguien no acostumbrado a montar necesitaría descansos más frecuentes. Además la muchacha estaba verde y mareada. Sobrevolar sobre Alto Jardín significó otra parada para la comida del mediodía. Alyssa necesitó un breve momento para recuperarse a petición de Aenys. El "breve momento" se extendió entre entretenimientos. La real pareja parecía enamorada con el palacio que construyeron los Gardener. Pensó que estaría bien que su nueva hija política disfrutará de ello en cierta cantidad. Cantidad que fue sobrepasada cuando tras un par de horas, ni Aenys ni Alyssa cesaban sus diversiones.
Paramos aquí a descansar un rato. Ya se hizo, ya nos vamos. - fue Orys quien se puso firme - Si querían quedarse y disfrutar este no es el viaje para ello.
Parecia que al final Alyssa no estaba tan desesperada por encontrarse con la princesa Rhaena, porque fue a quien más le costó dejar las frivolidades del castillo. O puede que simplemente subestimara su incapacidad para soportar el vuelo y quisiera retrasar lo más posible la repetición de la experiencia.
Una vez más, en medio del viaje, habían tenido que descender para que Alyssa se repusiera. Su palidez también se hacía menor con cada vuelo, así que podía suponer que empezaba a adaptarse. Eso, o no lo quedaban ya fuerzas para sentirse mareada. Tuvo que luchar contra ella de nuevo para no detenerse a descansar en la próxima fortaleza. Esto no era un Real Progreso de Aegon, de torreón en torreón y de Casa en Casa. Entonces Alyssa se había quejado de que Azogue nunca dirigía el grupo de vuelo. Solo el Ladrón de Ovejas y Vaghar. Aenys tuvo que explicar, con una calma que se evaporaba más rápido en Visenya que el agua en el suelo de Dorne, que un dragón tan pequeño tendía a luchar más contra el viento. Que el impulso generado por el vuelo del dragón al frente de la comitiva le permitía a Azogue aprovecharlo, manteniendo un ritmo que no alcanzaría por sus propios medios. Alyssa se calló después de eso, pero no parecía satisfecha.
Las esperanzas de Visenya de completar el viaje de un solo tirón no habían sido altas. Este era un trayecto difícil. Pero las múltiples paradas de Alyssa los tenían a menos de la mitad del camino, posiblemente. Hacía rato que los lloriqueos habían comenzado a desgastar la nunca muy larga paciencia de Orys, y la de Ortiga estaba sostenida por simples hilos. Una lluvia que los sorprendió en el aire los dejó todavía más miserables y a Visenya más desesperada por llegar a casa. Necesitaba dormir. No podía hacerlo aquí, sin paredes tras la que ocultarse. Como no lo podría hacer en una fortaleza desconocida. Nunca sabría del todo si albergaba amigos o enemigos.
Para su sorpresa, fue Ortiga quien inició la detención del grupo. La chica había aguantado el primer viaje con facilidad pasmosa y sin queja. Echándose una que otra siesta a lomos de su dragón. Por lo que que fuera ella quien marcara la abrupta parada fue inesperado. Su dragón rugió para que se le prestara atención y bajo casi en picada hasta el borde del Mander, en el punto en el cual se unía con otro afluente. El río se extendía casi hasta las mismísimas Tierras de la Corona, por lo que era un excelente punto de referencia para seguir durante su viaje. Al desmontar, una Ortiga muy atareada ya estaba montando un campamento.
¿Por qué te detienes? - preguntó Visenya a pesar de sus acciones claras. Orys, que había bajado antes que ella, rufunfuñaba mientras se quitaba las prendas exteriores más mojadas.
Porque no vamos a llegar a ningún lugar. Ni avanzar más. - reunía la madera más seca que había a su alrededor, que no era mucho. La lluvia había pasado por aquí - Tú te estás cayendo en pedazos, yo estoy húmeda y de malhumor y en cualquier momento Alyssa bajará y empezará a quejarse de algo.
Como si fuera una sombra invocada por su domador oscuro, apenas Azogue hizo contacto con la tierra, pudo escuchar los lamentos de Alyssa. Esta vez estaba en negación ante la idea de dormir en campo abierto, sin la protección de toda una comitiva de guardias y sirvientes como mínimo. Su marido la consolaba como si esto fuera una tragedia a la que tenían que enfrentarse. Como tenía las fuerzas para quejarse, y menos discutir, con los temblores de sus piernas, Visenya nunca lo sabría.
Yo haré la primera guardia. - la reina fue a contestar y Ortiga se adelantó, la deferencia olvidada en favor del sentido común - O no, tú no. Yo prenderé una pequeña y agradable fogata - continuó mientras sacaba un pedernal e intentaba sacarle chispas contra su daga - y tú dormirás acunada por la calidez como si estuvieras la cama más blanda de los Siete Reinos.
Y no hables de enemigos. - Orys aclaró conociendo como funcionaba su mente - Estamos en medio de la nada y nadie sabe que estás acá. Tenemos dos ríos a nuestra espalda por lo que difícilmente alguien llegue de sorpresa de esa dirección. Tenemos tres dragones como custodios y nadie aquí te hará daño.
A menos que le temas a Alyssa y sus infinitos lloriqueos. - escupió Ortiga, que estaba al borde de su aguante con el comportamiento infantil y exigente de la dama.
La susodicha casi se atraganta con su propia saliva ante el comentario. Cuando fue a demandar respeto fue ignorada por todos menos su esposo.
Bien, todo arreglado, por lo visto. - Orys interrumpió cualquier negativa. Visenya no se veía del todo bien y él solo quería mantenerse seco y caliente - Pero no creo que con madera verde y húmeda puedas encender nada, muchacha.
Como para burlarse de él, la fogata prendió enseguida. Miró el fuego algo extrañado.
Ja. Puedo prender cualquier cosa que no esté bajo el agua. - la nueva jinete afirmó - Solo no esperes que cocine nada porque lo quemaré... o moriremos envenenados.
Visenya, incapaz de oponerse a la alianza entre Orys y Ortiga, tuvo que ceder. No es que tuviera un deseo feroz de enfrentarse a sus sugerencias y para empezar, no podía reunir las fuerzas ni para decir nada.
En medio de todo, el Señor de Bastion de Tormentas observaba la situación. El hecho de que su hermana no se opusiera le decía más a Orys que cualquier otra cosa.
Aegon se quejaba de su agresividad, cuando debía estar agradeciendo a los dioses en los que creía y en los que no, que Visenya no lo hubiera matado con sus propias manos. Su lealtad por él era como las estrellas en el cielo, incontable. Aún así, de alguna forma la había agotado. ¿Y lo peor? No creía que su plan de quitarle Rocadragon a Maegor fuera todo lo que motivó el conflicto entre ambos. Más como la estocada final en medio de un combate.
Ya había presenciado el comportamiento de Aegon con su segundo hijo. Los rumores del deseo del rey de dejar de lado a su reina siempre se le antojaron absurdos. Visenya no era la más fácil de soportar pero era un pilar para su reinado. Una espada para luchar por sus intereses y un escudo contra sus enemigos. Solo un idiota menospreciaría a tal mujer. Subestimó a su hermano. En el tiempo en el que habían estado distanciados, las cosas en la capital se habían ido degradando. ¿A que punto? Pues lo averiguaría. No podía seguir ignorando lo que pasaba con su familia. Lo reclamarán oficialmente o no, ellos se protegían los unos a los otros.
O al menos lo hicieron una vez. La actitud de Aegon con la mitad de su linaje dejaba mucho que desear. En especial para alguien que debería estar interesado en mantenerlos unidos y felices. La receta para una guerra interna se cocinaba bajo sus narices y el maldito condenado solo parecía echarle más sal. O quizás solo fueran suposiciones. Solo sabía algo.
Vis se caía en pedazos ante él.
Como no se habían hecho planes para quedar a la intemperie, no tenían más que una tienda de campaña personal. La que la propia reina había llevado al otro lado del mar en su búsqueda de la jinete, suponía Orys.
Alyssa enseguida intentó reclamarla para ella y su esposo.
No. - la jinete de la bestia marrón no cedió ni una pulgada de terreno - Visenya no se siente bien y es la dueña de la tienda, así que duerme en ella.
Alyssa intentó una y otra vez que se le otorgara la tienda a ella y a su marido. La princesa se negaba en cada ocasión. Orys pudo ver que cada no que daba, la desgastada, aunque no en la dirección que esperaría Alyssa. Finalmente, Orthyras declaró que su no seguía siendo un no y en sus palabras:
- Si escucho otra de tus quejas o lloriqueos y no dejas dormir bien a la reina, habrán consecuencias. Te voy a coger, te voy a arrastrar hasta una pila de mierda de uno de los dragones y te voy a sumergir ahí para que tengas algo por lo que llorar de verdad.
Obviamente, el aguante de la muchacha comenzaba a ceder y Orys podía verlo reflejado en su dragón. Abría y cerraba sus mandíbulas en silencio. Aterrador. Lamentablemente para él, aunque Alyssa se tomó muy en serio su velada amenaza, Aenys decidió que era el muy equivocado momento para mostrar carácter.
- ¿Cómo te atreves a hablarle así a mi esposa? Ella solo está sufriendo por las condiciones de este viaje. Si pudieran ser más considerados con ella...
- ¿Ser considerados? ¡¿Ser considerados?! Tu esposa no se calla. Todos estamos sufriendo, todos somos miserables. Pero por alguna razón son solo sus sentimentos los que importan. Si era tan delicada que no hubiera venido. Todo lo que ha hecho es retrasar y...
Princesa Orthyras, ¡Deténgase! - Orys le tomó de la mano - Entiendo su frustración, pero por favor, vaya a refrescarse un poco. Entiendo cómo se siente. Se que algunas veces los nuevos jinetes pierden con más facilidad el control de su temperamento. Usted es nueva con su dragón ¿verdad?
Orthytas asintió - Menos de un año.
Correcto, así que el descontrol es esperable. - le dio unas palmadas gentiles - Vaya, yo me encargo de todo acá.
La muchacha suspiró y se dirigió a la ribera del río, a echarse algo de agua en el cuello. Eso calmaría un poco los ánimos revueltos.
Su comentario fue insultante. - Aenys continuaba.
¡Sí! - afirmó Alyssa - ¿Cómo se atreve a dar órdenes y a sugerir que mi esposo y yo descansemos al descubierto?
Orys miró a Visenya, que ni siquiera tenía las ganas de discutir contra Alyssa. Solo armaba la tienda con desgano. No se ofreció a ayudar porque molestaría a su hermana de alguna forma. No tocabas sus cosas a menos que supieras exactamente como a ella le gustaban. Llegó también a la misma conclusión que la muchacha.
La tienda es de Visenya y ella va a dormir en allí. Como te incluiste en este viaje de forma inesperada, tienes que aceptar lo que hay y ya. - como la caballito de mar intentó rebatirlo, Orys aseguró - La muchacha prometió enterrarte en estiércol si llegaba a sus oídos otra queja. Yo ya la calmé un poco, pero si lo intenta, no la voy a detener.
Alyssa enrojeció de furia pero se mantuvo sabiamente en silencio. Marchó furiosa al otro lado del fuego y fue el turno de debatir con Aenys.
- Niño, ven.
Aenys dudaba. Su padre siempre habló de este hombre como su mejor amigo y la persona más digna de confianza que existía. Cualquier duda o problema que tuviera, podría recurrir a él para buscar solución. No le pareció que su resolución ante esta vicisitud fuera la correcta.
¿Qué ves? - señaló a la extraña criatura que era el nuevo dragón.
¿Eh? - como parecía hablar en serio, respondió - El dragón de la princesa Orthyras.
- No el dragón, los detalles a su alrededor.
Ah. Se fijó mejor. Aunque reposaba por completo en tranquilidad, la punta de su cola se alzaba y bajaba, golpeando la tierra en la que reposaba la bestia. El suelo a su alrededor tenía un par de surcos largos, como si unas garras lo hubieran rastrillado. Las dragoniles pupilas se hallaban alertas y vigilantes.
La fiera está enfadada. - lo dijo más para él mismo que para Orys. Y retrocedió un poco. Si el animal atacaba tampoco es que sirviera de mucho.
El Señor de Bastion de Tormentas asintió, para nada asustado por las palabras de Aenys - Esta es una lección que debes aprender. Tienes que observar y reaccionar a lo que descubres. En este caso la muchacha está enfadada y su dragón está igual de enfadado, lo cual es una mala combinación. Dale espacio a la chica. Los nuevos jinetes no son los mejores manteniendo encerrados sus peores impulsos. Yo diría que ella lo hace bastante bien pero lo mejor es no arriesgarnos.
No creo que eso sea aceptable. Si no puede controlar a su dragón, entonces es un peligro y no debería permanecer cerca de las personas. - Aenys enunció - Además, cuando yo reclamé a Azogue no me volví así.
Pero Aenys, tú no recuerdas cuando reclamaste a Azogue. Apenas y eras tu mismo una cría cuando pasó. No es lo mismo reclamarlo que montarlo por primera vez. Tampoco es lo mismo vincularse siendo un niño que mayor. - ¿Acaso Aegon no te le había explicado esto? - Para empezar todos cambian. Tú lo hicistes, lo creas a no. - pasó de ser un niño al borde de la muerte a uno sano, no muy fuerte pero sano.
A Visenya el vínculo la hizo más dura. Entre las exigencias de su madre y las acciones de Aerion Targaryen, había visto como rompían cada uno a su manera a la orgullosa niñita. Cada día más presionada. Pese a tratarlo como un enemigo, no podía evitar sentir lástima por ella. La veía fracturarse e intentar recomponerse, hasta que la desesperación la llevó a hacer lo impensable. Una Visenya de nueve años había escalado Montedragon y reclamado a una dragona salvaje. Cosa que no pudieron hacer los Targaryen antes que ella. Su padre la había llamado el orgullo de su Casa y la hija perfecta que todo Lord querría tener, una pizca de celos se traslucía en su voz. Aegon había estado impresionado y dolido. Entendía porque lo había hecho, por su bien, pero las palabras de su padre eran cuchilladas en su pecho.
No sueñes con la posición de mi hermano, usurpador, no la tendrás. - le había dicho. Orys había notado el cambio en sus formas. Seguía siendo atenta y obediente, pero había algo en ella que se había vuelto indoblegable. Cuando su madre, consciente de que la herencia estaba asegurada, había querido echarle. Su esposo había consentido. Orys ya no era necesario. Que él nunca hubiese codiciado nada o que fuera el mejor amigo y única compañía de Aegon no había importado. Orys sería abandonado. Solo que Visenya se interpuso en el plan.
Orys pertenece aquí y no se irá. - había dicho su hermana. Su señora madre intentó negarlo.
Se queda. - repitió Visenya. Y fue escuchada. Fue cuando Valaena Velaryon se dio cuenta de que sus órdenes estaban por debajo de las de su hija. Sus regaños se desataron. Visenya no cedió. Sus exigencias volvieron, apelando a su sentido del deber. Visenya demostró la fuerza que no había tenido antes. Las súplicas de su madre caían en oídos sordos. Sus ruegos para deshacerse de la vergüenza que la atormentaba.
Puedes irte tú de esta Casa, no me importa. Aquellos que llevan la sangre del dragón permanecerán. - la dama se había quedado estática ante las palabras de la niña que antes la había seguido y escuchado en todo. Su señor padre había sonreído de forma aterradora. Tenía ante él, el resultado que tanto había buscado. Orys se había quedado, y Valaena, con la amenaza de que ella valía a los ojos de los Señores de la Isla menos que un nacido bastardo.
Vaghar no solo le había dado a Vis el poder que quería, sino la fuerza de voluntad para hacerle frente a aquellos que la dañaban. Su hermana había escogido el correcto nombre para su dragona. Una diosa de la guerra.
- ¿Lord Baratheon? ¿Orys?
¿Sí? - Aenys lo miraba preocupado - Me distraje con mis pensamientos. ¿De que hablábamos?
- Sobre vínculos tempranos con dragones.
Ah, sí. Mientras más pronto se produce el vínculo, menos efectos obvios se pueden ver. Pero están ahí. Solo que cuando ocurre tan temprano en la vida, las personas asumen que el carácter que desarrollas es tu verdadera naturaleza y no esta influenciado. Tontos los que piensan eso. - Orys había presenciado el nacimiento de varios nuevos jinetes y había visto el contraste entre sus personalidades. Casi podías decir que había un antes y un después. No todo era malo, pero en definitiva, no ayudaba en la contención. Al menos al inicio.
¿Padre también cambio? - la pregunta de Aenys fue sencilla.
Orys asintió - A mayor edad, el vínculo te motiva a seguir los impulsos que antes considerarías encadenados. O a los que nunca te hubieras atrevido a dar forma. Tu padre se volvió tan feroz, que su señor padre lo envió a él y a tu tía Visenya de gira por Poniente. Acabaron en Antigua un buen tiempo. Lo que fuera para evitar ser calcinado por las llamas de Balerion.
Aenys estaba un poco horrorizado. Había oído del viaje en breves anécdotas. Al Conquistador no le gustaba mucho hablar de su juventud. Lo que si había escuchado de su progenitor era sobre su abuelo, de como iba en contra de sus deseos que cualquier niño de su sangre llevara su nombre. Sabía que su memoria le era desagradable. Nunca imaginó que se necesitara una distancia física verdadera para evitar que su padre cometiera uno de los peores crímenes que podrían ser nombrados. Era imposible que cayera en eso. ¿Verdad? ¿Y su madre?
¿Y mamá? - Rhaenys era bondadosa y amable. Todos lo sabían y todos la amaban por ello. Nadie que conociera tenía nada malo que decir sobre la amada reina del Aegon el Conquistador.
Orys respondió con una mueca y un breve - Tu madre nunca tuvo inclinación a la violencia. Pero se volvió salvaje. Y sobre eso será mejor que no me preguntes porque no responderé.
Aenys se negaba a aceptar que eso podía ser cierto. La fallecida reina era favorecida por todo aquel al que le preguntaba. Una reina encantadora en una Corte llena de esplendor. Sin su madre, su padre y su tía habían mantenido un aire de sobriedad en Fuerte Aegon que tal vez ahora, él podría corregir un poco.
Durante el silencio que resultó entre Aenys y Orys, la princesa Orthyras regresó y ayudó a Visenya en sus últimos esfuerzos con la tienda. Luego le deseó que soñará con cosas buenas, como nietos por nacer o nuevos dragones. La reina resopló y se adentró tras la carpa. Orys solo deseaba que tuviera una noche sin pesadillas. La chica esperó un momento. Como para asegurarse de que todo estuviera bien con el descanso de su hermana. Luego se dirigió hacia ellos.
¿Mejor? - fue todo lo que preguntó Orys.
Ella cabeceó - Algo. Te lo juro, desde que me vincule al Ladrón de Ovejas es como si pasara de estar bien y relajada a furiosa en un instante.
¿Tu dragón se llama Ladrón de Ovejas? - exclamó Alyssa, que se había acercado cuando vio moverse a la flacucha en dirección a su esposo. Si nadie se iba a comportar con formalidad ella tampoco lo haría - ¿Qué clase de nombre ridículo es ese?
Orthyras se removió incómoda - Como era un dragón salvaje cuando lo domé, nadie le había nombrado y solo lo llamaban así porque le gustaba el cordero. Mucho. - aclaró.
Orys entendía, hasta que Visenya la reclamó, Vaghar era solo la dragón salvaje de Montedragon.
Entonces es su título y no su nombre. - corrigió Aenys - ¿Cómo es que no le has dado un nombre correcto en todo este tiempo?
Porque no a tenido tiempo, Aenys. - cortó Orys cuando vio retroceder a la muchacha - Si ha salido de una guerra que acabó con su familia, no habrá tenido oportunidad de encontrarle un nombre. Los dragones viven por siglos y lo portará durante todo ese tiempo. Es algo para pensar con detenimiento. - se giró hacia ella - Preguntale a Visenya, pilluela. Estoy seguro que le encantará buscar como nombrar a un nuevo dragón.
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En un raro giro de los acontecimientos, Visenya estaba soñando. En lugar de una típica pesadilla, o la repetición exhaustiva de sus peores recuerdos, fue un sueño sobre sus deseos. No sabía como, pero estaba consciente de que estaba dormida. La escenificación de uno de sus anhelos corría ante sus ojos. ¿O debería decir volaba?
Las nubes le impedían una buena visibilidad. Una ligerísima capa blanca se interponía entre ella y la vista. Aunque estaba segura de lo que era. Alguien, que solo podía ser su niño, montaba sobre un nuevo dragón. Negro como Balerion, lo que más pequeño. Con un brillo patinado adornando sus escamas. Aunque cuando Maegor tuvo su huevo, ella deseó de todo corazón que su cría naciera negra con reflejos en bronce. No había habido cría y menos reflejos. Aún podía soñar.
Aquí, su príncipe surcaba una densa condensación de agua con una risa encantadora y juguetona. La que nunca había oído ni oiría de él, de eso no tenía duda. No le impedía disfrutar de la ensoñación. Disfrutaba verlo retozando en el cielo. Incluso cuando la luz del sol se le atravesaba en la cara y le molestaba. Fue la molestia la que la llevó a abrir los ojos.
Cual sería su asombro de ver el sol en lo alto. Su siempre alerta mente se había apagado por completo y no había reaccionado a ningún estímulo, como acostumbraba. Ni siquiera fue el sueño pesado inducido por sus brebajes. Al salir de la tienda los vio a todos presentes y listos. Los demás miembros de su grupo se hallaban ya rompiendo el ayuno, mientras ella permanecía en el reino de los sueños. Entonces lo notó. Se sentía renovada. El mejor descanso que había tenido en décadas. Su cuerpo no cargaba con el agotamiento arrastrado. Siempre funcionando a media capacidad, fue... encantador. Sentirse completa y sana por una vez. Llena de energía. Viva.
La sonrisa con la que se levantó sorprendió a Orys, casi tanto como su buen humor. Hasta Alyssa se había quedado descolocada viendo la actitud jovial de la reina. Más motivos para sentirse bien. El viaje prosiguió como una repetición del día anterior. Las quejas de Alyssa fueron menores, o no la molestaron tanto. Un par de pequeñas fortalezas y casas de campo se le atravesaron en el camino y cuando los reales herederos pidieron un merecido descanso en ellas, no vio porque negarlo. Fueron lugares pequeños, y sin los lujos necesarios para motivar a Alyssa a apegarase a permanecer en ellos. Así que el recorrido prosiguió sin grandes detenciones, para su alivio. Solo que Ortiga y Orys la seguían mirando extrañados. Como si se preguntarán si fue intercambiada durante la noche por otra mujer con su rostro. Quizás lo hizo. Este estado de satisfacción en el que se encontraba no podía ser normal.
El efecto de un sueño completo e ininterrumpido obraba como arte de magia en ella. Sí, puede que los sueños no se cumplieran exactamente como ella quería, pero aún podían hacerse realidad en cierta forma.
Cuando cayó la noche, le cedió con facilidad la tienda a Alyssa. Esta estrechó sus ojos con duda. Visenya se burló. Ojalá y no durmiera bien, esperando una trampa que no llegaría. Ortiga armó de nuevo la hoguera de su campamento.
Podía no tener muchas habilidades, le dijo su nueva pupila en confianza, pero si que sabía como crear una fogata que mantuviera cálidos a todos. Que los arrullara durante su descanso. Casi le dolió montar su guardia en vez de caer envuelta en sus pieles de dormir. Cuando finalmente llegó su turno de cerrar los ojos, se lanzó a ellas solo para que el sueño la tomara con fuerza.
Tras dos noches completas de inconciencia, Visenya no se podía sentir mejor. Casi sentía la tentación de armar una repetición del viaje cada cierto tiempo. Si las quejas de Alyssa eran necesarias para duplicar la experiencia, las acogería con gusto. Pero ya en el tercer día de su recorrido y volando las tierras de la Corona, fue la esposa de su sobrino la que presionaba para llegar a la capital. El lujo de su propia mansión en la Colina de Visenya le resultaba cada momento más atractivo. Y a diferencia de ella, el viaje la había desmejorado mucho.
Al acercarse a Desembarco, la saludaron las murallas inconclusas. Solo que la idea de pelear con el Strong para culminar su construcción no le molestaba tanto. Que la Mano del Rey hiciera lo que se le viniera en gana, pensó con desdén y poco interés. Esta, capital pertenecía a su marido y era problema de su marido. Ayudaría a Aenys en lo que pudiera. Luego se desharía del peso que era gobernar un reino que no le pertenecía y que la repudiaba. Solo sería ella y su amada Rocadragon, que siempre debió ser suya. Puede que lo hubiera sido de no ser por sus tontas desiciones.
Mientras veía a Aenys aterrizar en la que era su propiedad, ella permaneció en el aire. Sobrevolando lo que consideraba el resultado de muchas de sus decisiones. Ortiga y su bestia le seguían por detrás, en un vuelo lento. Los desembarqueños a sus pies puede que estuvieran algo asustados por el animal desconocido. Desechó el pensamiento, otras cosas ocupaban su cabeza.
¿Vis? - detrás de ella Orys preguntó.
Sabes, si no fuera por mí, este podría haber sido tu destino. - señaló a la ciudad con la amplitud de su brazo.
¿Mía? Na Vis. - su tono tras ella fue jocoso - No tengo la codicia ni la voluntad para construir y mantener un reino tan grande. Hay veces que pienso que Bastión de Tormentas es demasiado para mí, pero es el reino en el que mejor encajo.
Si, encajar. Es algo que nunca había sentido. Ni en la Corte de Aegon ni en su matrimonio.
¿Qué me dices de los dragones? - eso mantuvo en silencio a Orys - Puede hubieras terminado montando a uno, incluso el mismo Balerion.
- Eso es un golpe bajo, Vis. No quiero lo que pertenece a mis hermanos.
¿Aunque te haya robado el cielo? - Visenya le expresó sus sentimientos - Sin lo que hice, no habrían sido nuestros dragones para empezar. Uno de ellos habría sido tu propia montura. Se que te gusta volar, no me mientas.
- ¿Qué quieres de mí, Vis? ¿Saber si me habría gustado tener un dragón? Todo niño sueña con uno, y más si es un bastardo de tu sangre. De tener un dragón me habrían reconocido inmediatamente, pensaba de pequeño. Lo más probable es que se hubieran desecho de mí, para que nadie supiera que un bastardo podría domar a una bestia.
No si padre te hubiera reconocido como suyo. - como estuvo a punto de hacer, fue lo que no se dijo - Solo no pasó por mis acciones.
No si tu padre me hubiera reconocido como suyo. - asintió - Pero de no haber hecho lo que hiciste, todavía estaríamos atrapados en Rocadragon. Nunca hubieras sido la reina de Siete Reinos. En todo caso y si no hubieras luchado tan duro, solo serías la Señora de una pequeña isla en la bahía del Aguasnegras. ¿Cómo te hubieras sentido de tener que ser mi esposa? - Orys se burló. Visenya nunca se permitiría ser la mujer de un bastardo de sangre mestiza. Su linaje contaminado le habría traído resentimiento.
Visenya pensó en la situación, como se habría desarrollado. No hubiera sido pisoteada una y otra vez, incluso si no era amada. Demasiadas cosas se sostenían entre Orys y su mujer, como la muerte de su propio padre, como para que crecieran sentimientos. Pero Orys lo había intentado. Que fue más de lo que le dieron a ella. Su pareja no habría traído otra mujer y le restregaría que era su favorita. Incluso en un matrimonio sin amor, Argella Durrandon nunca había tenido competencia. Orys se negaba a dejar bastardos por ahí y sentía una preocupación real y vínculo con sus hijos. Su niño habría tenido un padre. Su respuesta dejó mudo a Orys.
Lo que pensaba de joven no es lo mismo ahora que tengo más experiencia. ¿Yo como tu esposa? - resopló, no insultada por la idea como cabría esperar - Quizás habría tenido la oportunidad ser feliz.