Una amenaza desde las Murallas Negras
8 de octubre de 2025, 12:24
Los malditos cuervos no paraban de llegar. Tarde, demasiado tarde, pensó Aegon. En todo su recorrido desde la capital hasta Antigua, no le había llegado un solo susurro de advertencia. Del impactante hecho que se avecinaba. Poniente se preparaba para una boda real y nada más. Él había mantenido a su gente alerta en previsión. Cierto, vigilaban más las fronteras dornienses que lo que ocurría del otro lado del mar. Aún así...
Justo hoy temprano, revisó otro de los nuevos mensajes. Según la información, nadie sabía de dónde había salido la chica. Algunos lanzaban teorías sobre Señores de Dragón escondidos más allá de Asshai de la Sombra. Lo que sí sabían, era que medio continente había visto pasar a una jinete en un vuelo desorientado. Sin dirección fija. La muchacha no seguía ninguna ruta o andaba perdida. Un evento tan desafortunado. En especial para él, ya que la chiquilla tuvo que terminar justo en las garras de su hermana. Como si los dioses se burlarán de Aegon, allí donde pusiera su voluntad, su hermana mayor lograba su cometido. Le disgustaba la novia que consiguió para su hijo y justo en su regazo, cayó una con los incontables requisitos que exigía.
Las estrellas se alineaban en el cielo para Visenya. Ella se encontraba por encima de los demás. Era su superior, o eso se creía. Era cierto que tenía una irritante tendencia a tener la razón. Que sus planes trazados se desarrollaban justo como había ideado, con la facilidad de un cuchillo cortando la mantequilla. El resto de los mortales sobre la tierra tenía que esforzarse para lograr sus cometidos, no como ella. La chica perfecta que lo hacía todo perfecto, o casi.
Su casi perfecta creación se esforzaba ante sus ojos. Un varón fuerte. El niño de teta más robusto que nadie jamás había visto, le habían llamado. Originalmente una esperanza. Un descendiente que necesitaba con desesperación, en caso de que algo le ocurriera a Aenys. El ansiado bebé que había tenido con Rhaenys se había tambaleando una y otra vez en el borde de la vida. El mundo era un lugar cruel, donde a menudo el segundo hijo podía volverse el único hijo. Maegor había sido una opción válida y útil. Al menos lo fue hasta que Aenys sobrevivió y prosperó. Esto lo convirtió en algo más. Una amenaza para el trono de su hijo. No confiaba en él. El muchacho criado por Visenya no conocía la suavidad y era todo culpa de su madre. Empecinada en criar al príncipe que el reino necesitaba, se olvidó de su lugar. Era un segundo hijo, no el heredero. Debería conformarse con quedarse atrás y dejar brillar Aenys. Pero no, el chico destacaba allí donde su hijo no tenía sus mayores fortalezas. Cosas que las personas notaban. Y el muchacho lo sabía. Por ello, Aegon estaba preparado para enseñarle al vástago de su hermana lo que era la humildad. Por eso habían acabado allí.
Originalmente el plan era que tras su boda, Maegor y Ceryse regresarían a la Corte de Visenya mientras el Cortejo Real continuaba su recorrido. Al volver a Desembarco del Rey, ellos residirían en la Isla. Así sucesivamente. Era su preferencia que se mantuvieran el mayor tiempo posible fuera de la atención de todos, en especial la suya. Las recientes acciones mandaron ese plan a la basura. Maegor a su lado y el príncipe heredero en la Corte de Visenya, Aegon negó con la cabeza. Las sorpresas a las que se enfrentaba no acababan nunca.
No pudo permanecer en Antigua por mucho tiempo, o se estropearía el cuidadoso horario que había establecido para la continuación del Recorrido Real. Por lo general, tenía un mayor margen de maniobra. Pero Aenys había quedado fascinado por la Corte de Alto Jardín y él no le había podido negar el placer de su disfrute. Tantas cosas le habían sido robadas a su niño. Tanto el amor de su madre como la risa y la algarabía que siempre la rodeaban. Aegon la había amado por ello, su carácter risueño fue un escape de sus propias vivencias. Atrapado en sus cuartos por orden de su propio padre, sin otra compañía que Orys y sus libros. Y Visenya cuando tenía tiempo. No la juzgaba por ello, había sido tan cautiva de las órdenes arbitrarias de Aerion Targaryen como él. Donde la juzgaba era en como se había desarrollado su carácter. No podía evitar compararla con Rhaenys. Rhaenys era la encarnación de la diversión y la alegría. Recordaba bien observarla jugando desde su ventana y querer ir a su lado. Algo que fue imposible hasta mucho tiempo después. Era mejor no pensar en ello. Había pasado décadas junto a ella y no había sido suficiente.
Al final, su estadía en Alto Jardin se extendió más de lo que podría permitirse. Había retrasado su desplazamiento al punto que pensó en que no llegaría para la boda de Maegor. Un escándalo demasiado grande, sintiera lo que sintiera por el hijo de su hermana. Tal alteración de sus planes de desplazamiento había llevado a que la permanencia en el centro religioso de Poniente no fuera factible. Por el cambio de planes, provocado por Visenya, se habían organizado presurosos los pormenores para incluir a la nueva pareja real en su comitiva. Los Hightower habían preparado con urgencia cada detalle, hasta el transporte en carruajes de príncipe Maegor y Lady Ceryse. Maegor lo odiaba. Detestaba el hecho de viajar en lo que el llamaba: incómodos artilugios sin sentido. Aegon lo prefería en uno. Lo mantenía fuera de su vista y fuera de su mente. Además de, por supuesto, incomodarle. El príncipe Maegor necesitaba aprender que no conseguiría todo lo que quería en la vida. Empezando por montar a caballo en la delantera de la comitiva. Continuando por ser vencido una y otra vez en el patio de entrenamiento.
No era un patio propiamente dicho, sino más bien la arena despejada a su lado del camino. Aegon alzó su espada sobre su cabeza lo más que pudo sin exponerse. El muchacho no perdonaría ninguna equivocación y explotaría sin dudar cualquier debilidad durante su "entrenamiento". Él no era Morgan Hightower y sabiendo quién había educado al niño, no cometería errores. Lo golpeó justo donde el príncipe había golpeado a su cuñado. Un golpe que hubiera resultado ser fatal en un combate verdadero, aunque en ese caso habría golpeado su cuello. A diferencia del Hijo del Guerrero, Maegor no fue lanzado al suelo por el impacto. Durante toda la pelea se había mantenido firme sobre sus pies, incluso frente a la fuerza no contenida de Aegon.
Golpe mortal, príncipe. Vuelve a tu posición, tendremos otro combate. - lo observó esforzarse en levantar su escudo. Siendo este ya su tercer asalto, sus fuerzas deberían estar mermando. A él, el sudor le corría por la espalda. En el mocoso, podía ver respiraciones amplias. Llenaba de aire sus pulmones en un intento de no fatigarse. Pesé a eso, regresó a su guardia. Sus pies correctamente separados a la altura de sus hombros, dispuesto a desviar cualquier ataque - Bien, al menos mantienes la postura correcta.
Ni una queja salió de sus labios. No se rendía. Cuando Aegon lo llamó a practicar contra él, había dado la mayor muestra de satisfacción de su vida. Su pecho se había hinchado y su cabeza se había alzado con orgullo. Al parecer se sentía muy seguro de su valía con la espada. El monarca se había prometido que no se detendría hasta que esta se inclinará en derrota. No iba a faltar a su promesa.
Aegon fingió revisar su arma de prácticas. De repente se lanzó con un sprint. Le permitió arremeter sin que su contrario se preparara del todo. A pesar del ataque, Maegor fue capaz de usar su escudo para repeler la mayor parte de su ofensiva. Incluso evitó ser sacudido al doblar sus rodillas para absorber la acometida. Algo vano porque Aegon no detendría el asalto.
Su espada de madera intentó atravesar sus defensas. El mocoso la rechazó. Aegon impulsó su arma en un corte diagonal. Maegor casi no pudo pararla. Defensa. Asalto. Estocada. Las dos réplicas de espadas cortas imitaron el entrechocar de los aceros. La madera crugió por el esfuerzo. La del rey deslizándose contra la del príncipe. Intentó un corte descendente, que el niño desvío hacia un lado. Entonces sucedió. Maegor impulsó su propia estocada. Su fuerza disparada a eliminarlo. Hasta ahora no había pretendido ningún intento de ganar. Ningún ataque para asegurarse la victoria. Si algunos contragolpes, pero no esto. ¿Así que aspiraba a vencer a un rey? Aegon le enseñaría. Golpeó y volvió a golpear. De observar la pelea, no habría nadie que creyera que esto era un entrenamiento. Esto era un ajusticiamiento. Una paliza por todos aquellos que no habrían tenido oportunidad contra el arrogante príncipe. Aún a pesar de poner todo su peso en sus asaltos, Maegor se empecinada en rebatir sus pendencieros arrebatos.
Demasiado concentrado vigilando sus armas y el terreno a su alrededor, Maegor ignoró su movimiento. Una apertura dada por él mismo, al engañar a Maegor para desviar su espadazo. Le permitió plantarle la bota en el pecho. El empuje lo derribó. El suelo acunó la figura del príncipe, aún con su armamento sujeto a sus manos. Se imaginó que fue su madre la que le enseñó eso. Soltar la espada y el escudo era morir, si se encontraba en medio de una batalla.
¡¿Qué dije de la guardia?! En medio de un combate real, debes esperar lo inesperado. - regañó - Estarías muerto de no ser yo quien soy.
En su defensa, era una jugada que no intentaría hacer si tuviera una armadura completa reduciendo su movilidad, en vez de solo un traje acolchado. Solo que hoy no se sentía generoso como para admitírselo.
Tienes razón, padre. - el muchacho se levantó, se sacudió la tierra y volvió a su postura. Demasiado terco al parecer para aceptar su inferioridad, volvía a intentarlo una y otra vez.
Maldito cabeza dura. Al final, resultó ser él quien tendría que conceder. Enfadado por ello, solo pudo decir:
A partir de mañana entrenarás con la Guardia Real. - sus ojos violetas brillaron, aunque una sonrisa no alcanzó a llenar su rostro. ¿Pensaba que esto era una recompensa? ¿Qué por su nivel no lo quería entrenando con otros? - Les diré que no sean suaves contigo. Te convertirán en una mejor versión de ti, cueste lo que cueste.
Pareció más emocionado que otra cosa. Aegon se dijo con repugnancia que a pesar de la casi humillación pública, porque todo el campamento se habían detenido a contemplar las acciones de su rey, incluida su Guardia, Maegor continuaba tozudo en su orgullo. ¿Pensaría acaso el príncipe que su actuación era digna de elogio? No podía ser tan testarudo para mantener dicho pensamiento. ¿Verdad?
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Su esposo era demasiado denso para darse cuenta del verdadero propósito de las acciones de su padre. Ceryse lo observaba atenta darse su baño. El príncipe no tenía problemas con que lo mirará en ese estado siempre que no intentara tocar. Mientras lo observaba llegó a esa sencilla conclusión. De carácter demasiado agrio para creer que lo hacía por inocencia, solo podía pensar que no era capaz de entender los intercambios sutiles. O no tan sutiles. O obvios. Así que el hijo de Visenya Targaryen era algo lento. Jamás lo hubiera creído. Retraído, sí. Introvertido, definitivamente. Pero no lento.
Se fijó de nuevo en él. Por una ocasión, el agua estaba fría. Para disgusto absoluto del príncipe. En un intento de reducir la inflamación de los múltiples moretones, Maegor había optado por ello. No significaba que le gustará la variación en la temperatura. Mientras Ceryse miraba, comenzó a aplicarse unas pocas compresas, de vinagre de sidra de manzana, mientras suspiraba. Tenía variadas zonas negras hasta donde alcanzaba la vista, y aún así, dentro de lo que cabía para su personalidad, no podía estar más feliz.
¿Estas contento con lo que pasó? - no pudo evitar preguntar.
Asintió entusiasmado, deseoso de expresarse ante lo mejor que le había pasado, fuera a quien fuera - Padre por fin se fijó en mis habilidades. Todavía no son las mejores pero se fijó. La Guardia Real me entrenará a su petición. Los mejores guerreros del reino. - suspiró con placer para luego hacer una mueca al tocarse una zona amoratada especialmente sensible.
No los mejores sino la mejor combinación entre fortaleza y lealtad a Aegon, pensó Ceryse. Si hubiera un caballero destacado en este tiempo sería ser Gawen Corbray, cuya letalidad era indiscutible, y considerando que seguía a Visenya, jamás estaría entre los Capas Blancas.
Padre quiere convertirme en lo mejor. - dijo con orgullo - Le demostraré que puedo hacerlo. Pronto el rey estará muy orgulloso de mí.
Era un tonto. Lo cual podía ser algo bueno para ella, si sabía manejarlo bien. Sería más fácil de manipular. Mientras lo mantuviera controlado, podría ella hacer lo que quisiera. Tendría la libertad con la que soñaban muchas mujeres.
Esto también explicaba el rencor de Aegon hacía su esposa. Su amado hijo mayor no era precisamente de complexión fuerte. Tanto en su físico como de naturaleza delicada, Aenys no tenía madera de ser un gobernante duro. El que necesitaba la dinastía. Que Maegor, además de ser el hijo de la reina a la que apenas soportaba fuera de paso lerdo, tenía que doler. En muchos sentidos. ¿Qué diría la gente de un rey que producía un heredero defectuoso? Los niños así eran expulsados por sus familias. Muchos ocultados en el caso de que un progenitor se apegara ellos. Como se podía decir que hicieron con Maegor en Rocadragon. Que su hijo con porte guerrera fuera lento de entendederas sería una bofetada para el Conquistador de todo Poniente. Que además fuera corpulento y macizo cuando su heredero, con todas sus facultades, era lo contrario, tenía que ser como echar sal a una herida abierta.
Donde los demás verían una piedra, Ceryse veía un escalón. El reino necesitaba herederos. La dinastía Targaryen, pese a su poder y a su resiliencia, estaban al borde del colapso. Apenas dos adultos, una de ellos con sus años reproductivos ya pasados, un joven, un niño y una bebé en la cuna. Los Gardener habían sido más y se extinguieron en un día. Quedaron algunas mujeres pero esas no contaban, para dolor de su madre. Aegon el Conquistador necesitaba que su familia creciera. En Aenys tenía a su hijo predilecto, pero era débil. Ceryse lo había notado y de seguro lo harían muchos más. Quizás como un sucesor de un reino establecido prosperaría, pero no en una nación recién conformada. Sus herederos tendrían que ser lo que él no era y tendrían que serlo a tiempo. Aegon el Dragón todavía estaba sano y fuerte, pero ya no era tan joven. Y había concebido a sus dos hijos tan tarde en la vida. De Maegor ¿realmente querría Aegon niños? Lo dudaba, y aún así, los necesitaba. Ceryse estaba ahí para dárselos, pero ¿en que condiciones los querría? Ella tendría que acercarse al rey y averiguarlo primero. Quizás ambos podrían ganar algo de allí.
Ceryse decidió marcharse. Tenía planes que trazar. Antes de salir de la tienda se fijó en la ropa del príncipe. Doblada con esmero por su propia mano, pocos sirvientes se hubieran cuidado tanto por las esquinas de la misma o por evitar las arrugas. Negó con la cabeza. Metódico con sus comportamientos y realizando tareas de la servidumbre. Su marido era raro. Raro y tonto, y Ceryse no podría estar más complacida.
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La gente en Fuerte Aegon había perdido la cabeza, esa era la única explicación que tenía Orys. Eso o estaban viviendo una especie de... de... ¿histeria colectiva provocada por la aparición de un nuevo dragón? ¿Envenenamiento por aguas contaminadas? Lo último tendría más sentido en la población común, pero no para la nobleza. De no tener agua limpia deberían tener acceso a vino y cervezas de alta calidad. Así que hasta ahí llegaba su teoría de exposición a aguas ponzoñosas.
Las cosas seguían sin tener sentido. Él no estaba preparado para lo que presenció. Pesé a lo que creyera Poniente, Aegon podría portar la corona y sentarse en el trono, pero habían sido sus hermanas quienes gobernaban la mayor parte del tiempo. Una ley aquí, una proclamación allá, muchas posturas y declaraciones, el rey se limitaba a aparentar y la mayoría de la dirección del reino había sido dejado a sus esposas. Rhaenys para la politiquería y Visenya para ejecutar los asuntos más engorrosos como administración, finanzas y las políticas de defensa. Entre ellas y Orys, se habían dividido el peso del gobierno. Había funcionado bien. Por lógica, había esperado lo mismo de este nuevo Consejo Privado. Sí, muchos miembros incluyéndose, habían cambiado. Aunque esperaba diferencias por ello, no esperó jamás enfrentarse a esto. Abierta oposición a todo lo que Visenya hacía. La Mano siempre dispuesto a contradecirla. Miembros del Consejo desafiándola. ¿Qué clase de espectáculo era este? Ni siquiera sus banderizos se atrevían a tratar así a su esposa, que había sido apartada del poder directo por su nombramiento con Lord Supremo.
Ten cuidado con como te diriges a ella, es tu reina. - era la frase que más había repetido en este tiempo. También expresada en forma de ladrido.
¿Cómo se atrevían a tratar a Visenya así? Puede que los ándalos subestimaran a sus mujeres, pero esta era su reina conquistadora. ¡Visenya tenía un maldito dragón! Medio continente había caído por su mano. Menospreciar a cualquier mujer que montará una de los gigantescos depredadores era una locura. Era en especial conciente de esto, por como había sido criado, y sabía de primera mano de lo que eran capaces las mujeres con sangre del dragón. Quizás los Señores de Poniente no conocieran la historia del Feudo Franco, muchos eran analfabetos pesé a contar con maestres para su instrucción, para saber sobre las jinetes de dragón de Valyria. Que ellas habían sido parte del grueso de sus fuerzas. Dirigido sus familias en muchas ocasiones. Muchas veces igual de peligrosas y respetadas como sus contrapartes. Puede que los hombres comunes se saltarán a las hijas en favor de los varones, ya que muchas de ellas no podían reunir el poder por si solas para gobernar, pero ¡Eso no aplicaba aquí!
Incluso en la Isla, aunque el poder de las mujeres Targaryen había mermado un poco por diversos motivos (influencia ándala, falta de dragones para repartir y una bajísima natalidad femenina), nadie se habría atrevido a los comportamientos a los que se hallaba expuesto.
Aenys había actuado normal, como si esto no fuera nada. Sorprendido de que Orys se alterará por la situación. Considerando que aunque sin puesto oficial, su padre lo invitaba a reuniones de forma constante para que aprendiera, quizás estuviera acostumbrado a estas ocurrencias. Sobre ello, solo podía hacer suposiciones. Por un lado, el muchacho podría permanecer inconsciente de que se trataba a su tía con una desconsideración absoluta a sus méritos. Lo que podría ser cierto. Solo que hablaría de una ineptitud total para darse cuenta de las cosas más obvias. Mala señal para alguien que tendría que gobernar. Por otro, puede que estuviera tan expuesto a este nivel de descaro que no veía nada particular en él. Lo que hablaría mal de su hermano, porque solo él podría permitir que esta irreverencia saliera impune.
Y a Visenya no podría importarle menos. Durante su viaje había tenido un repentino acceso de buen humor. Un estado vivaz que no había visto en ella desde la muerte de su padre. Cosa que todos, excepto Valaena Velaryon y quizás Rhaenys, habían celebrado. Una actitud que había visto arder desde, hizo una mueca, su boda. Esa cosa fue un desastre en muchos sentidos. Nadie terminó del todo feliz, ni siquiera los enamorados novios. Pero Vis estaba animada y amena. No diría risueña, esa palabra no iba con ella, tal vez ¿contenta? Una conducta tan rara en ella, que incluso juraría que vio a un septon haciendo uno de sus símbolos de protección en el aire cuando la vio pasar así.
Cuando llegaron de su viaje desde Antigua, la recién nombrada princesa Orthyras y Orys se habían quedado en la mansión personal de Visenya. Porque ella se mantenía separada de Aegon, incluso cuando no vivían en el mismo lugar en la misma época. El cansancio se había apoderado de todos excepto de Vis. Rebosaba de emoción y había ido a organizarlo todo al Fuerte Aegon. El nuevo dragón de la chica reposaba en el establo de Vaghar, establecido en la mansión. La reina había establecido un perímetro con sus propios soldados leales para que nadie se acercará. Ni un alma más allá de sus más fieles subordinados entraría en contacto con su nuera. Nadie recibiría explicaciones de lo que sucedía. Ni siquiera el Consejo.
Qué aprendan todo por cuervos, los muy cabrones, - le había dicho las palabras en un ánimo positivo - yo no pienso facilitarles nada. - y se rió. Vis se estaba riendo y no de forma sarcástica, sino con verdadero disfrute. A Orys casi se le salen los ojos de las órbitas y no había entendido en ese momento lo que ocurría.
Al otro día, ya se encontraba recuperado. A la princesa se le había dado la orden de permanecer en el lugar, no salir, ni siquiera asomarse por una ventana. Un servidor de la más absoluta confianza de la Targaryen la atendería. A Visenya no le había agradado del todo pasar la noche en la mal diseñada urbe, a juzgar por sus propias palabras, pero pronto estaría en casa. Mientras tanto, él la había acompañado personalmente al Fuerte para evaluar cómo dividirían sus funciones y como introducirían a Aenys a estas. El propio príncipe había llegado incluso ante que ellos, acompañado de su caballito de mar.
Alyssa, excelente. - había exclamado Vis - Ya ayer informé a los sirvientes de todo. Cada mujer u hombre, que realice desde la más servil de las tareas o trabaje como el más importante de los mayordomos sabe que a partir de hoy, comenzarás a hacerte cargo de los deberes de la Fortaleza.
Alyssa Velaryon lucía emocionada.
Ven, te llevaré al despacho donde controlo todos los registros de gastos internos y te presentaré con los líderes de los sirvientes para que los conozcas y sus funciones. Mientras más rápido te involucres y domines todo, mejor para mí. - por una vez en la vida y como espectáculo irrepetible, estaba seguro, ambas mujeres sonrieron a la vez.
A Orys le había tocado regresar solo a los salones donde discutía el Consejo. La costumbre casi lo había impulsado a sentarse a la cabeza de la mesa, como hacía cuando no estaba Aegon, o a su derecha. Ahora era un miembro no oficial y con Aenys encabezándolo, el lugar a su derecha estaba reservado para la Mano. Se sentó dos puestos a la izquierda, el puesto vacío antes que él reservado para cuando llegará Visenya.
La sesión inició con alabanzas y adulaciones para el príncipe heredero. Todos estaban tan felices de que el príncipe al final pudiera demostrar sus capacidades, de que finalmente empezará a ocupar la posición que le correspondía, de que el lugar fuera gobernado por alguien digno de ocupar dicho puesto. ¿A que se referían con eso último? Orys lo averiguaría más tarde, en ese momento se había mofado de los excesivos halagos. Algo vano que el padre del muchacho siempre había despreciado. O lo había hecho la última vez que estuvieron juntos. Aunque dudaba que eso hubiera cambiado. Aegon no tenía mucho aguante para los aduladores, a menos que tuvieran habilidades realmente útiles y supieran explotarlas.
Las palabras de Osmund Strong lo convirtieron en un interrogatorio - Ya que la reina Visenya - el desprecio en su voz fue claro e hizo que Orys estrechara sus ojos - se negó a contar nada más allá de lo estrictamente necesario, puede usted contarnos que es esto. - empujó un breve mensaje hacia él con desdén.
La nueva Mano no estaba feliz con su llegada, quizás temiendo que le quitara su posición. Pobre iluso. Si Orys quisiera su lugar de vuelta, el mismo Aegon habría volado desde Antigua para devolverselo. Con una sonrisa de confianza, alcanzó el papel con su mano izquierda y leyó:
El Septon Supremo, en su sabiduría y en el nombre de los dioses, declara que esta unión doble es una solución pragmática, que previene la discordia y garantiza la unidad entre las Casas más poderosas de Poniente. - escrito en una letra minúscula, Orys se contuvo de bufar por la petulancia del mensaje - La incorporación de la jinete y su dragón en la familia real no sólo será un símbolo de unión sino también un recurso valioso para la protección y defensa de nuestro reino. Por ello, invito a todos a los que les llegué este mensaje que acepten la decisión para que...
¿Así que los Hightower habían hecho las paces con la nueva jinete? ¿Se habrían convencido de que les beneficiaba más de lo que los amenazaba? Tenía sentido, un dragón saliera de donde saliera, les daba más poder. Si sabían como controlarlo, por supuesto.
Alzó la vista y preguntó - ¿Qué?
Ya sabemos que la jinete es real, todo Desembarco del Rey la vio pasar sobre sus cabezas. - afirmó lord Strong - El problema es que estamos llenos de preguntas que la reina Visenya - su nombre fue pronunciado con desagrado - se negó a responder. Como por ejemplo ¿de dónde salió?
Del otro lado del mar, como estoy seguro de que ya saben. - Orys se divertiría jugando al juego.
Sí, sí. Ya sabemos eso. - el Consejero de Rumores afirmó, algún pequeño lord de las Tierras de la Corona, aunque era Visenya en quien realmente confiaría para dichos... menesteres - Hace poco que empezaron a llegar los marineros con las historias desde Essos sobre una jinete desconocida. Pero ¿podría ser más específico?
Juraría que ese es su trabajo, mi lord. - dijo Orys con una sonrisa sin querer alargarse - Solo se que viene de lejos, no está segura de cómo llegó acá y que el resto de su familia está muerta. Ah, y que por ella Poniente tiene ahora una nueva princesa. - todo cierto y los dejaría en la incertidumbre. No se le pasó que lo mismo ocurrió para todos aquellos que escucharon a la muchacha. Hablaba con la verdad, podría jurarlo, pero había algo ahí en su negación de decir más que tenía despierta la curiosidad de Orys.
¿Y porque su alteza no ha sido presentada a nosotros? - el Gran Maestre Gawen habló. Era un hombre enjuto y pálido, de pelo castaño claro y bastante más joven de lo esperado para el puesto que ocupaba. La cadena que portaba hablaba mejor de lo que era capaz y lo que era probable que lo impulsó a ese rango. O quizás simplemente Aegon se cansó de que sus Gran Maestres no durarán mucho debido a su edad.
Porque la reina así lo quiso. - solo podía encogerse de hombros. Las ideas de Vis eran siempre un poco precavidas en extremo, solo que al final funcionaban bien. Si funciona, ¿porque cambiarlo? Había sido su lema con ella.
¿Quién se cree esa mujer que es para actuar así en esta situación? - se explayó enfadado el Strong
Pues... - Orys solo pudo parpadear antes de responder con sarcasmo - la reina.
¿Y usted cree que por solo porque tenga ese título - Orys desvió la cabeza hacia Gawen mientras hablaba - le da derecho a tomar este tipo de decisiones?
Le costó decir la palabra, más por el hecho de que la gente a su alrededor pensara que había otra respuesta que porque dudara de la misma - Sí. - fue una afirmación clara - Tiene todo el derecho a tomar estas decisiones y la única persona que debería ser capaz de contradecirla es el rey, - los miró a todos en la mesa - que no lo hace. Por lo tanto, lo que hizo es lo que debía hacerse y ya.
Cuando lord Mano fue a replicar, Visenya entró por la puerta como un vendaval. La suave sonrisa en su rostro hacía desaparecer muchas de sus arrugas y lo descolocada un poco. A todos alrededor los tenía desconcertados, por lo que veía.
Bueno, señores, ¿en que estábamos? - Visenya no dudó en ocupar su posición a la izquierda de Aenys, él mismo se mantenía confundido con las muestras de jovialidad de la reina.
Orys se rascó la cabeza - ¿No deberías estarle enseñando a Alyssa sus responsabilidades?
Oh, la querida esposa de nuestro heredero dijo que ella podía encargarse sola del resto. - Orys la miró un poco impactado, incluso si estuviera aquí de forma constante y que Vis le entregará sus registros llevados de forma tan meticulosa como estaba seguro que los tenía, no se esperaba que nadie se hiciera cargo total de sus funciones en apenas un día y sin explicaciones. Aethan Velaryon debió pensar lo mismo porque enseguida alzó su cabeza y lanzó una mirada un tanto alarmada a la puerta - Nadie debería preocuparse. Estoy muy segura que cumplirá con lo que se espera de ella a la perfección. - terminó la frase en un tono ronroneante que habría sido más común en Rhaenys, solo que en la oscura Visenya le daba un matiz más carnal. Desconcertante. Orys tuvo que sacudir su cabeza para despejarse.
Las horas que siguieron fueron un dolor de cabeza.
Cada planteamiento de Visenya se encontraba con oposición. Cada solución con comentarios desfavorables. Cada tarea a cumplir bajo su mando era un tedio de rechazos y negaciones. Encabezadas por la Mano y el Gran Maestre. Incuso las respuestas lógicas y útiles, que Orys ni nadie jamás habrían descartado, chocaban con un muro de planteamientos pesimistas. El grupo bien engrasado que debería ser, trabajaba más bien como obstáculos en el camino de Visenya, en una subida empinada y molesta. Incluso el Consejero Naval, parecía ignorar todo y fingir que no ocurriría. Orys había tenido que morderse los labios para no ponerse a despotricar como loco. ¿Quién se creía esta gente que era? ¿Para tratar así a Vis? Una sola palabra de Aegon y ellos desaparecerían. Quizás es eso, se dijo. Él ha permitido esto todo este tiempo y por ello se portan así. El desagrado de Aegon hacia su hermana la había convertido en el blanco de los funcionarios que trabajan para ellos. No creía que su hermano podría llegar a ser tan idiota, pero últimamente no sabía que creer.
No habían terminado de abandonar la sala de reuniones cuando se habían enterado de las actividades de Alyssa. Había reunido a los sirvientes del Fuerte y había avisado de su despido para aquellos que no le convenían. La mayoría de estos inconvenientes eran lacayos de se hermana, estaba seguro, y otros de dudosa lealtad hacia Alyssa. Un juego de poder contra la reina.
Es mi prerrogativa como la dama que dirige esta Fortaleza despedir a la servidumbre a mi antojo y como consideré conveniente. - Alyssa había respondido cuando ambos habían acudido a esclarecer el asunto. Más a insistencia de Orys que por preocupación de su hermana.
Al mirarla, Visenya no lució enfadada. La reina ensanchó su sonrisa, solo que esta si la conocía. Amplía, aguda, con todos su dientes al descubierto. Como un depredador que finalmente avistaba a su presa en un estado indefenso. Vis le había dicho que no se preocupara, que llevaría a su nueva hija política a instalarse en Rocadragon ese mismo día. Que no le esperarán hasta la tarde del siguiente día.
Así pasó y cuando regresó, Vis lucía complacida con el mundo. Tuvo el valor de respirar hondo en uno de sus viajes desde la mansión, en la que había decidido quedarse, hasta el palacio de gobierno de Aegon. Si se le podía llamar así a las inconexas estructuras de madera y barro. En vez de repugnancia con el olor, pareció complacida.
Ah, Orys. - suave, tan suave, su hermana nunca le había hablado así - pronto podré largarme de este lugar y su hedor de mierda. - mencionó antes de dejar escapar una risita infantil. Esta bien. ¿Quién era ella y dónde estaba su hermana?
En medio de otra reunión tediosa, donde los mismos argumentos presentados por Visenya el día anterior eran presentados por otros miembros con acogidas mucho más positivas, una ligera nota fue llevada por un sirviente al Almirante de la flota.
¡¿Se puede saber que es esto?! - estalló Aethan, lanzando el papelillo con todas su fuerzas sin que llegará muy lejos. Una actuación tan distante de su siempre regio porte, que todos a su alrededor se fijaron en él.
No sé, primo, - Visenya intentó fingir la inocencia que nunca tuvo - dímelo tú.
Me han llegado noticias de Marcaderiva. - Aethan se veía tensó mientras hablaba - De como llegaste a Rocadragon y despediste a cada hombre, mujer o niño que llevará mi sangre de la Fortaleza. Los pocos con conexiones que quedan fueron obligados a jurar lealtad hacia tí con la promesa de ignorar cualquier resto de deber hacia mi Casa.
Ah, los debió despedir temprano antes de salir para acá. Tendrían que haber llegado a la isla vecina para haber mandado la noticia, que habría tardado unas cuantas horas. Conociendo a Visenya como la conocía, esos que quedaron estarían más vigilados que monedas de oro en manos de un avaro.
Sí, lo hice. - afirmó con indiferencia - ¿Y qué?
- No puedes hacerlo.
Oh, pero si puedo. Es mi prerrogativa como la señora que dirige la Fortaleza, - aclaró con una mueca de satisfacción, las palabras devueltas para que se las transmitiera a su hija - y lo acabo de hacer. - terminó con un tono más firme, el acero de regreso en su voz.
Somos la Casa más fiel a los Targaryen, hemos sido sus vasallos desde que tu familia se mudó a estas tierras y ¿te atreves a tratarnos de esta forma? ¿A humillarnos? - Aethan estaba tenso, las implicaciones eran muchas, las connotaciones políticas aún más.
Ah, mi querido primo. - dijo Visenya con ese nuevo estado de complacencia tan inaudito en ella - Estas tan acostumbrado a que sea yo la que ceda y se trague las cosas por el bien de la paz. Que deje pasar sus quejidos y lloriqueos solo porque sus minúsculos... egos no soportan una mujer dirigiendo. - una acusación que Orys habria desestimado en otra ocasión, pero en lo que llevaba aquí había probado ser cierta. Incluso Aethan, acostumbrado desde niño a la posición de las mujeres Targaryen fuera de la jerarquía aplicada a otras féminas, se había mantenido ignorando la firme oposición del resto del Consejo. No se enfrentaba a Visenya, pero parecía contentarse con como era tratada. Era probable que pensara que con su hija casada al heredero, su posición estaba asegurada por un par de generaciones y que no tenía motivos para apoyar o aliarse con la reina.
Alguien en la sala fue a protestar. Parecía ser lo único que podían hacer. Vis se adelantó.
¿No lo han escuchado? - miró con detención a todos los asientos ocupados - Pronto me haré cargo de mi Feudo y los dejaré gobernando a sus anchas sin mi presencia. Lo que muchos llevan años deseando estoy segura. - asintió para si misma - Solo que... como ya no me importa el gobierno de mi hermano, ya no me importan sus políticas o lo que lo beneficie. Si los Velaryon me humillan, los Velaryon sufren. - mantuvo en Aethan una concentración peligrosa - Tu niña insensata y mimada quiere jugar rudo, dile entonces que se preparé para las consecuencias. - esta vez, su sonrisa fue feroz. Orys no sabía como se había comportado Visenya todo este tiempo con esta manada de cretinos incapaces de ver más allá de su muy inflamada altivez. Solo sabía una cosa. La Vis que sabía quién era y lo que merecía estaba de vuelta. Y a diferencia de antes, poco le importaba lo que Aegon sentía o que Aegon quería. ¡Ay, hermano! ¿qué has hecho?
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Mi rey, tenemos que hablar. - ¿cómo una frase tan sencilla podía poner una preocupación tan grande en el corazón de una persona? Aegon nunca estaría seguro. Lo que si sabía era que las palabras pronunciadas por el Lord Comandante de la Guardia Real, Ser Corlys Velaryon, no le auguraban nada bueno.
En medio de un camino entre una fortaleza y otra, su tienda tendría que bastar para esta conversación. Con dos miembros de la guardia real custodiando su entrada y aún más soldados y caballeros custodiando el campamento, Corlys se dio el lujo de sentarse en uno de esos extrañamente cómodos asientos plegables. Era un hombre más imponente que su hermano. De cabello plateado como se esperaba de su familia, que se empezaba a teñir de blanco con la edad y con su armadura completa, la visión del Velaryon sentado en el diminuto asiento era bizarra.
Estando lo más solos que podían estar, Aegon preguntó - ¿Qué pasa Corlys? - Quizás no confiara tanto en él como en Orys, pero luego de este, era lo más cercano que había a un segundo lugar como amigo.
Con el debido respeto. - lo miró intensamente - ¿Qué mierda está pasando, Su Alteza?
Aegon parpadeó y volvió a parpadear. Las palabras que había creído escuchar de su Lord Comandante no podían ser las que escuchó.
¿Qué? - por un instante quedó aturdido. La impresión superando por poco a la ofensa. ¿Cómo se atrevía a hablarle de ese modo? - ¿Cuál es el significado de sus palabras, Ser Corlys?
Como en la mayoría de sus discusiones, Aegon prefería mantener la calma. La cabeza fría era más que necesaria cuando cada acción que tomaba tenía sus consecuencias. El caballero ante él había demostrado ser leal y sobre todo, un brillante pensador por derecho propio. En casi quince años, desde la fundación de la Guardia Real, no había cometido la menor indisciplina e irreverencia. Así que suponía que se había ganado el derecho de hablar así, por una única vez, y si era capaz de explicar su razonamiento. Tenía que admitir que estaba bastante impresionado por como permaneció estoico ante su mirada. Hombres más poderosos se habían retorcido.
Corlys solo respiró hondo antes de responder - Se que no somos amigos, no intente negarlo. Pero creo que me considera uno de sus consejeros de confianza. ¿No es eso cierto?
Aegon tuvo que asentir. No solo le confiaba su protección, sino que era el encargado de dirigir a los hombres juramentados con ese objetivo. Insinuar una cosa diferente sobre él no tenía sentido.
- No solo me preocupa su seguridad. Como miembro del Consejo Privado, es de mi interés que se cumplan sus aspiraciones. Para ello necesito saber cual es el propósito de sus acciones, que espera lograr con ellas y por mucho que no le guste al rey oírlo, corregirlo si creo que se está cometiendo un error grave. Es por ello que pregunto ¿Qué mierda está haciendo, Su Alteza?
El discurso le reafirmó a Aegon la opinión que tenía del Comandante de su Guardia, pero seguía sin entender a que se refería.
- Sea más claro, Ser Corlys.
Él emitió un único cabeceo - Esta bien. ¿Puede decirme que espera el rey haciéndonos, a mi y a la Guardia, darle una paliza todos los días a su hijo?
La sola mención del príncipe Maegor encendió un mal humor en el monarca que fue incapaz de controlar. Sentía el calor subir por su cuerpo. Ese tema era para él como yesca seca en una fogata, se prendía con suma facilidad - ¿Qué crees que hago? - su voz había perdido su cadencia constante - Le enseño todo lo que su madre se ha saltado en su educación. - terminó un poco más fuerte de lo que esperaba e intentó recomponerse.
Corlys lo miró con intensidad, como si desentrañara sus motivos, solo para decir - Discúlpame pero... No entiendo lo que quiere.
¿Cómo que no entiende? ¡Esperaba más de alguien tan afilado como usted a demostrado ser! - Aegon apretó sus puños mientras Corlys permanecía en su lugar, con toda la calma del mundo, como si no se estuviera enfrentando a su rey - El príncipe Maegor necesitaba aprender a comportarse con corrección, como se espera de él.
- ¿Y qué espera usted de él? ¿Podría decirme?
Aegon no pudo articular la finalidad de sus deseos por un momento. ¿Acaso no era obvio? - Quiero eliminar su orgullo desmedido. Su creencia en su superioridad. Estuviste ahí ese día, Corlys. - no pudo evitar agitarse - Vistes como trató a Morgan Hightower. ¿Crees que es correcto como se comportó?
Pues sí, lo creo. - Aegon lo miró como si fuera una extraña criatura desconocida. Gracias a los dioses no se había quedado boquiabierto. Semejante cosa era indigna de un gobernante - Vi a un niño de apenas trece años abatir a un caballero armado, vi como se mantuvo frío durante el enfrentamiento y vi como se aprovechó de cada ventaja que pudo encontrar. Francamente, si fuera mi hijo, me hubiera hinchado de orgullo y me hubiera encargado de que cada persona de aquí a Desembarco del Rey supiera lo que hizo.
- ¡Viste su rabia! No importa que tan frío se portará, no se detuvo hasta humillar a su cuñado.
Lo hizo. - asintió Corlys - Pero tuve la previsión de preguntar que motivó su actuación antes de juzgarlo. Gregor y Griffith estaban ahí entrenando cuando comenzó el enfrentamiento. Cierto, el muchacho fue un poco arisco con los otros niños Hightower, - concedió - pero en ningún momento buscó desafiarlos. Él estaba allí en sus asuntos, ellos buscaron congraciarse con él y eventualmente superarlo. No funcionó. Sabes cómo eso caldea el ánimo de los nobles. Por lo que Morgan Hightower lo encaró, intentó humillarlo y por la misma razón, fue vencido.
Morgan Hightower no intentaba denigrarlo, - rectificó el Conquistador. Luego del hecho, él también había recibido la información de lo ocurrido de los gemelos Goode - solo son puyas esperadas entre hombres de armas.
Correcto. - aceptó Corlys - Ahora puede explicarme ¿por qué las acciones de Maegor defendiendo su posición luego de ser pinchado esta mal? ¿Mientras que se defiende el actuar de Ser Morgan?
¡¡¡Porque no debería haberse portado así!!! - casi rugió. Su temperamento casi siempre dominado, escapó de su vigilancia. Se le encendió el rostro de la indignación - ¡Siempre el niño que puede derrotar a adultos en combate! ¡El mocoso que en justas puede derribar a jóvenes que lo superan en unos cuantos años! ¡Creyendose tan impecable cuando está lleno de defectos! Como si fuera un heredero perfecto. - dijo con aversión.
¿Eso es lo que piensas de él? - el murmullo de Corlys fue sereno, casi apacible. Aunque no sofocó el enojo de Aegon, le permitió un poco de discernimiento.
- ¡Por todos los dioses! ¡¿Por qué lo defiendes tanto?!
¡Para que despiertes de una puta vez! - fue Corlys quien perdió la razón por un momento - Para que regrese el rey por el que estaba dispuesto a morir. Por el que hombres estaban tan orgullosos de defender, que abandonarían sus títulos y propiedades por él.
Esto le cerró la boca a Aegon como pocas veces algo lo había hecho.
- Cuando te veo tratando así a tu hijo, no reconozco al hombre por el que prácticamente abandone mi nombre. Sabes que te soy leal, incluso por encima de la lealtad a mi propia Casa. ¿Lo sabes, verdad?
Lo sabía, Corlys era la encarnación de la fidelidad a su causa. El ejemplo en el que Visenya se basó cuando eligió a los Capas Blancas.
Lo hice porque creía en ti y en lo que prometiste ser. El rey más grande que este continente haya conocido o conocerá. - la decepción estaba escrita en su cara - Con tus acciones no veo a ese rey, veo al joven que humilló tanto a mi familia que casi rompió todos nuestros vínculos. - el recordatorio era un puñetazo en el estómago. De lo que fueron sus peores años. De cuando casi vio desaparecer todas sus aspiraciones - Veo al Señor que creía que sus caprichos debían aceptarse, aunque arrastrara el respeto de los demás por el lodo y la inmundicia.
Aegon intentó defender su posición - No es lo mismo. En ese entonces era joven y estúpido. Arrogante, como solo puede ser un nuevo jinete, que piensa que el mundo entero debería postrarse a su pies solo porque sí. - Aegon se estrujó la frente con una mano, tantos errores cometidos que no tenían marcha atrás - Me arrepentí sinceramente de lo que hice. Puedes estar seguro de ello.
Lo estoy. Apostaría mi vida a ello y no soy alguien que apruebe los juegos de azar. - por supuesto que no, su obsesión era la seguridad - Lo que no significa que tus elecciones no dejaran cicatrices en muchos. El matrimonio de mi hermano es un ejemplo.
Aegon hizo una mueca. La hermosa y morena Alarra Massey jamás había perdonado a Aethan Velaryon por lo que creyó que era un desaire a su persona. Una de las mujeres más bellas de su tiempo, le costaba aceptar que apenas era un reemplazo para su esposo, y uno poco deseado.
Pero tu comportamiento sigue un patrón. Dices que Maegor es demasiado orgulloso. Yo te digo que lo es y que no lo es. Todos los Targaryen son orgullosos, tienen que serlo. Llevan en las venas la sangre de la Antigua Valyria y son los únicos que conservan a sus dragones. Excepto la nueva chica, claro. - un bufido divertido se le escapó - Pero el orgullo de Maegor no solo es normal, es esperado. Además de todo, es un príncipe y hijo del Conquistador. ¿Por qué no estaría orgulloso?
Esa era una pregunta para la cual no tenía respuesta.
- Pero no es demasiado orgulloso como para no recibir consejos en el patio de entrenamiento. No importa cuán duro le peguemos, no importa cuántas veces le derrotamos. Siempre se levanta y pregunta que hizo mal, como puede mejorarlo y aprende. ¡Aprende! ¿Sabes lo difícil que puede ser enseñarle a un niño noble?
Por supuesto que lo sabía. Desde el inicio de su gobierno había impulsado la política de que los señores le enviarán a sus segundos y terceros hijos a la Corte. Eran demasiado aficionados a sus primogénitos como para enviarlos a ellos. Que sus repuestos fueran acogidos era más beneficioso. Como resultado, Desembarco se llenó de grupos de niños mimados y egoístas en la mayoría de los casos, que creían que era su derecho ser tratados de tal forma y se terminaban quejando cuando no se cumplían sus caprichos. Lloriqueando más de lo esperado para un bebé en pañales. Fue horrible y lo peor de todo, fue que era su responsabilidad. A Rhaenys no le llamaba la atención hacerse cargo de niños que no eran suyos y Visenya, si no podía aplicar lo que ella esperaba de como debía ser su educación, descartaba ocuparse de ellos.
Pero usted no quiero eso ¿verdad? Quiere que lo rompamos. - Corlys entrelazó los dedos de sus manos como si rezará - Quiere que aplastamos el orgullo de un niño que esencialmente no ha hecho ni ha intentado hacer nada malo, solo porque sientes que lo necesita. O más bien porque quieres que se haga. - se veía medio enfermo, con un destello de palidez en su tez - ¿Sabes que pasó hoy?
Aegon tuvo que negar con la cabeza.
Ser Darklyn le pegó tan fuerte al príncipe que le aflojó un diente. - el rey se preocupó un poco. Quería bajarle los humos al hijo de su hermana, no que se le hiciera verdadero daño al chiquillo - Darklyn se alteró. Se supone que es el protector del rey. No un matón que le pega a la gente por algún deseo de su señor. ¿Sabes cómo respondió tu hijo? Maegor le dijo que no se preocupará, que todavía era un diente de leche. Eso fue peor. ¡Maldita sea! Nos estás haciendo apalear a alguien que ni siquiera tiene sus dientes de adulto.
Corlys se revolvió el pelo, como si ya no supiera que decir. Lo cierto es que le estaba dando muchas cosas que pensar a Aegon.
Lo que quería decir es que somos la Guardia Real, Alteza. Somos una organización joven para los anales de la historia, pero ya nos estamos labrando un lugar en ella. Como símbolos de élite, los adalides con más honor que defienden a su soberano.- sus palmas se alzaron casi en una súplica - Por favor, no nos conviertas en los bravucones que aporrean niños. No soy como la reina Visenya, mi rey. Ni como lord Orys. No puedo llamarme un miembro de tu familia y demandarte que hagas algo. Solo puedo darte mi punto de vista que es externo y esperar que me hagas caso.
Intentó hablar y las palabras se le enredaron. Lo intentó de nuevo con una sensación de hundimiento. Bueno, tres personas diferentes habían abogado por el mismo tema y sin intercalar ideas entre sí. Puede que tuviera la mollera dura, pero Aegon tenía algo en claro. Los tres eran estrategas valiosos, por mucho que no le gustará, desestimar sus consejos era cosa de necios. Y un rey no se podía dar el lujo de actuar como un tonto.
Asintió antes de indicarle - Pueden seguir entrenando al príncipe como consideren correcto. No tienen que seguir presionándolo de más. - el alivio en Corlys fue instantáneo y visible. Como si le quitaran una piedra enorme del pecho y al fin pudiera respirar - ¿Alguna idea de donde puede estar Maegor? - el muchacho no disfrutaba de socializar, y Corlys, como encargado de la seguridad de la familia real, debería saber donde se encontraba.
El Velaryon se encogió de hombros - Debería estar repasando libros en su tienda. Nadie más me lo creería si se lo contara, pero si no fuera tan bueno con la espada, el niño serviría para maestre. - negó con la cabeza antes de aproximar sus dos dedos, el índice y el pulgar - Estoy a esto de creer que es medio ratón de biblioteca.
Con sus palabras rondándole la mente, y una escolta pequeña, Aegon se dirigió hacia allí. Solo un guardia aburrido descansaba en su entrada, y lo dejó pasar sin intercambiar palabras. Como Corlys adivinó, Maegor se encontraba transcribiendo un libro. Su pluma en una mano y apoyando su cabeza en la otra. Otros papeles y escritos abundaban a su alrededor. Como si estuviera muy atareado con algo. Pese a todo, su llegada no pasó desapercibida. No podía olvidar que sus instintos habían sido afilados para el combate y era muy probable que se mantuviera consciente de todo lo que pasara en su cercanía.
Padre, ¿qué hace acá? - se levantó y se inclinó en una breve reverencia. Un moretón rojo oscuro abarcaba desde la comisura de su boca hasta su oreja.
- Solo quería venir a comprobar que estás haciendo.
Estoy estudiando como me recomendó. Cuando no supe sobre las leyes que se aplicaban en estas tierras. - durante una de sus audiencias, le había realizado preguntas que no había sido capaz de responder con precisión. Le había exigido que dedicara más tiempo al estudio. Que él mismo necesitara de seis maestres para aclarar sus dudas sobre historia, leyes y costumbres locales, no se le antojaba relevante. Quizás se hubiera pasado un poquito.
Sin saber exactamente qué decir, solo pudo cabecear - Excelente. Es bueno que te tomes en serio tus obligaciones.
Maegor continuaba mirándolo con atención. Sin saber que hacer, Aegon le dedicó una pequeña sonrisa. Maegor inclinó su cuello un instante, detallándolo, y luego sonrió también. Era un gesto incómodo e incorrecto. Más una mueca que una señal de felicidad. El hueco entre sus dientes era visible y le causó un estremecimiento, por su complicidad en el evento que llevó a ello. La sonrisa desapareció de la cara frente a él. Esperen un momento. Acaso... Volvió a sonreír para comprobarlo y el príncipe colocó de nuevo esa gesticulación extraña. ¿Sería que Maegor siempre intentaba imitar su rostro?
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Príncipe Aenys, ¿por qué cambiaste la decisión final sobre el edicto que presentó el Cosejero de la Moneda? - Orys interrogó al heredero de su hermano luego de que se hubieran marchado el resto de los señores del Consejo Privado - Tenías buenos argumentos para aceptarlo.
No entiendo Lord Orys, - Aenys permaneció dubitativo - pensé que tanto usted como mi tía se oponían al mismo.
- Lo hacemos. Por nuestros propios motivos y creencias. La pregunta es ¿por qué lo hicistes tú si no pensabas lo mismo que nosotros?
Porque ustedes creían lo contrario. - el muchacho no razonaba - Mi padre me encomendó seguir sus consejos y eso hago. ¿Cree que estuve mal? - parecía más preocupado por esto que por los resultados de la ley que discutieron.
No es eso, Aenys. - Orys se rascó la parte posterior del cuello, sin saber cómo explicarse correctamente - Tu tía y yo tenemos muchos años de experiencia y sabíamos que eso no iba a funcionar para todos. Pero ese no es el punto. Cierto, a la hora de gobernar un rey debe seguir el consejo de sus consejeros. - se burló - Para eso existen. Pero debería ser capaz de tomar sus propias decisiones basado en lo que piense que es correcto. ¿Entiendes?
El muchacho se estrujó las manos - ¿Deberíamos volver a reunirlos y cambiarlo de regreso?
No. No, Aenys. Hay momentos en los que debes ceder, pero un rey debe mantenerse firme con las medidas que toma. - el príncipe parecía un manojo de nervios. No está preparado para asumir el puesto, se dijo a sí mismo. ¿Lo estaría alguna vez? Era su trabajo intentar que lo estuviera - Debes tomar las decisiones que crees correctas y a menos que te den un argumento lógico que indique lo contrario, mantener tu posición.
Pero es que es tan complicado. ¿En quien debo confiar? ¿A quién debo creer si todos tienen una idea de cómo deberían hacerse las cosas? - ¡Deberías creer en ti mismo y en tus ideas! Quiso gritar. Ese era el problema. El joven se inclinaba ante los demás como los juncos de la orilla ante los vientos de tormentas. Agitarlo no serviría de nada. Había que cultivar su confianza en sí mismo, pero era tan difícil. Cada vez que alguien hablaba, Aenys buscaba complacerlo y un rey no podía complacer a todo el mundo. Era una realidad de la vida.
Suspirando profundo e intentando que no se le notara lo decepcionado que estaba, Orys habló - Aenys, tienes que empezar a...
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Maegor frunció el ceño pero no pronunció palabra. Él hacía esto a menudo, se dio cuenta Aegon. Cuando empezó a prestarle más atención, verdadera atención, notó el objetivo de muchas de sus acciones. El niño no cuestionaba lo que hacía, al menos no al momento, sino que prefería rumiar para sí mismo esto una y otra vez. Eventualmente lo interrogaba. Porque había hecho eso, con que motivo. Diseccionaba cada respuesta como un maestre interesado en los secretos del cuerpo humano. Muchas de sus elecciones lo choqueaban, no esperaba que su padre claudicara en tantos asuntos.
Más tarde, ya terminado el tribunal, llevado a cabo desde el estrado de un pequeño torreón, Maegor inició sus indagaciones.
- Padre, ¿por qué aceptastes un castigo tan suave para esos villanos? Estaban perturbando la paz del rey. Deberían haber sido apropiadamente castigados. ¿No?
Maegor, no todo en esta vida se resuelve mediante la violencia, o con castigos ejemplares. - el niño le miró como si esa respuesta desafiará toda lógica, pero no la criticó. Esperaba con paciencia su explicación - Hay ocasiones en las que es necesario ganarse la consideración del pueblo llano. Para que confíen en que seremos justos. - ante su evidente duda expandió su explicación - Si respondemos de una forma muy suave, seremos vistos como débiles. Cada uno de nuestras enemigo buscará socavarnos. Demasiado rígidos y sin transigir, seremos vistos como tiranos. Incluso los que se oponen entre ellos, se unirán con la meta de destruir el que consideren el mal mayor. Hay que encontrar un equilibrio.
La arruga de su entrecejo no desapareció. Más bien pareció profundizarse - Pero... si nos temieran lo suficiente, ¿no bastaría eso para mantenerlos bajo control?
Oh, no digo que no deban temernos. Una parte fundamental de gobernar es infundir el temor a oponerse a nosotros. - una cruel realidad para todo aquel que quisiera prosperar en este mundo.
- Hay un pero, ¿no es cierto?
Correcto. Si gobiernas solo desde el temor, perderás todo tu poder en el momento en que no te teman. - es por ello que las debilidades no debían exhibirse - O peor, si tienen tanto miedo y piensan que los destruirás, entonces el mismo miedo los llevará a oponerse a ti.
¿Cómo? ¿Por qué? - Aegon sintió un destello de diversión. El hijo de su hermana necesitaba que le arrancaran las palabras de la lengua, aunque estas eran definitivamente las que repetía con mayor frecuencia. Casi podía creer que representaban la mitad de su vocabulario.
- Porque si piensan que de todas formas serán exterminados, es mejor morir luchando para intentar sobrevivir que quedarse esperando como corderos al matadero.
Sus cejas se suavizaron al final. Pareció impresionado por la lección aprendida. ¿Qué esperaba de él? ¿Qué fuera todo el tiempo el hombre que quemó Harrenhal? - Maegor, si quemará a cada persona que se opusiera a mí y no me hubieran matado para el momento, hoy sería rey de cenizas.
Maegor abrió sus ojos violetas enormes. Como si se enfrentará a una gran revelación.
Más tarde, otro día, también le preguntaría porque visitaba tanto todo el reino. Porque realizaba audiencias tanto en los castillos como a mitad del camino. Porque, porque, porque.
Las respuestas fueron variando. El reino necesitaba conocerlos, saber de lo que eran capaces. Necesitaban recordar su presencia, el peligro que representaban y también tener presentes que sus gobernantes estaban ahí. Consientes de ellos. Al igual que era más fácil apagar una pequeña chispa que un fuego rugiente, era más sencillo aplacar una rebelión que sofocarla luego de que estallaba. Además - Un señor debe conocer las tierras que gobierna, Maegor.
El niño asentía, callaba e interiorizada. Nunca espero la respuesta que le dio a continuación - Creo que me alegra no ser el heredero. No creo que nací para hacer política. No soy como Aenys. No se como agradarle a los que me rodean.
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El mensajero corrió a través de los pasillos mal iluminados del fuerte de madera. Sus pasos repiqueteaban a través de los salones. No disminuyó la velocidad, pese a casi embestir a un par de nobles. Su urgencia era tal que no sentía el miedo a recibir castigo o sus repercusiones. Al alcanzar las estancias donde se reunía el Consejo Privado, unos guardias lo detuvieron. Un breve intercambio y ellos también comprendieron la gravedad de la situación. Fue enviado dentro casi sin presentación.
¡¿Qué es este comportamiento?! - exigió con voz agresiva el Lord Mano. El paje no tembló ante él, atrapado como estaba por los pálidos ojos de quien solo podía ser la reina Visenya. Sí, era una mujer, pero estaba seguro de que era más aterradora que todos los hombres que estaban ahí dentro, juntos. La información que traía tampoco la complacería.
Noticias importantes, mi lord. - respondió presuroso - Un barco volantino a atracado en el puerto. Porta un grupo de nobles y embajadores y exigen una audiencia con el príncipe Aenys.
¿Qué desean esos sucios esclavistas para hacer tales demandas? - el Gran Maestre Gawen no contuvo su desprecio. La sociedad de Poniente, a pesar de sus tratos y comercio con muchas de las ciudades libres, no apoyaba la práctica de la esclavitud. El hecho de que Aegon se hubiera enfrentado bélicamente a ellos, solo reforzaba su postura. No había nada mejor que te desagradaran las mismas personas a las que se oponía el rey.
- Están exigiendo la devolución de la princesa Orthyras.