ID de la obra: 941

Sangre y fuego y otras magias extrañas

Het
NC-17
Finalizada
1
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579 páginas, 308.987 palabras, 45 capítulos
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Reina de Venenos

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Niño tonto. Niño estúpido. ¡Por el amor de todos los dioses! ¡¿En qué estabas pensando?! - Visenya deambulaba por la sala del Consejo como una bestia enjaulada. Estaban en medio de una sesión de emergencia, por las ingenuas y casi apocalípticamente estúpidas decisiones de su sobrino. Que nadie intentará rebatir sus palabras era una señal de la severidad de la situación. Ni siquiera sus enemigos en el Consejo se atrevían a pensar que los insultos que escupía eran incorrectos. ¿Y su sobrino? Aenys se encontraba del otro lado de la mesa, en el asiento opuesto al de la figura de mayor autoridad. Ojos grandes y desamparados. Los observaba a todos con sus manos entrelazadas y apretadas. Como un aprendiz a punto de recibir un regaño de sus instructores. Un regaño no bastaría. ¡Por todo lo que era sagrado! ¡Una paliza no bastaría! ¡¿Cómo se te ocurre?! - sonó como una de esas mujeres histéricas, no lo podía evitar. Ya, ya, Vis. Lo resolveremos. - en un arranque de confianza que nunca había tenido con ella, Orys la apretó entre sus brazos. No lo rechazó por algo muy simple. Seguridad. Tenía la sensación de seguridad. ¿Hacía cuánto tiempo que nadie intentaba confortarla? La ira que sentía iba mermando poco a poco, como una lluvia torrencial que se convertía en una llovizna antes de desaparecer por completo. Aunque sabía que apenas abandonará este abrazo, todos los problemas se le echarían arriba de nuevo. Necesitaba calmarse y quizás fuera lo mejor hacerlo aquí. Estaba demasiado exaltada. Al parecer los demás lores de la habitación pensaron lo mismo, porque nadie cuestionó la falta de decoro de su comportamiento - Verás que todo se solucionará. ¿Cómo se va a solucionar? - se estremeció. No era una cobarde, pero las consecuencias se avecinaban con la misma fuerza que un ariete contra una puerta de madera podrida. Sería devastador e ineludible - No solo planeaba entregarle a la jinete así porque sí ¡un dragón! ¡Y la nuevo miembro de la familia real! Sino que para cuando termine la semana, todo Poniente creerá que esa historia que se inventaron los volentinos es cierta. ¡Porque ni siquiera se molestó en comprobar nada! Se escuchaba tan desesperado. - la voz de Aenys justificándose era baja y suave, aunque lo suficiente alta para que llegará a los oídos de Visenya, enfureciendola - Solo pensé que decía la verdad. ¡Tú no pensastes nada! ¡Solo actuaste! ¡Eso fue lo que hicistes! - el fortalecimiento del agarre de Orys le impidió saltar sobre él - Escuchaste una historia triste y tomaste una decisión basado en ella. Sin pedir pruebas. Ahora, sin importar que hagamos un juicio correcto, sin importar que demostremos que mienten, todos en el reino creerán en ellos. ¿Sabes por qué? Aenys negó con la cabeza. Miraba en todas direcciones, buscando en los demás una respuesta. Visenya le dio tiempo, para ver si era capaz de poner a funcionar ese cerebro suyo en algo no relacionado con celebraciones o codearse con cortesanos. Nada. Iba a intervenir hasta que Aethan, quieto y bebiendo una jarra de vino dorado del Rejo, respondió por él. Porque tu creías que tenían la razón. Todos lo vieron. Como no dudaste de su historia, debes saber algo que la hace cierta. - bebió otro trago de su copa, intentando ahogar el temor a la reacción de Aegon con el dulzor del vino. Lo juraba por el rey Merlín, si sobrevivían a esto... - En esta situación, ya no es que deban mostrar que lo que dicen es verdad. Tú los respaldaste. Somos nosotros quienes tenemos que demostrar que mienten. E incluso si lo hacemos, - Osmund Strong se veía algo verde, un color que no iba con su rostro arrugado por la edad - todos seguirán creyendo en la otra versión. Dirán que pusimos una trampa o falsificamos pruebas. Ahora están en todo el derecho de llevarse a la chica. - el Consejero de Edictos tartamudeaba entre temblor y temblor. El hombre jamás habría sobrevivido en un campo de batalla. ¡¡¡No se la van a llevar!!! - Visenya estalló, estos inútiles no le seguirían arruinando su futuro. Por supuesto que no lo harán, - Orys palmeó su espalda y le hizo sentarse en la silla principal. Si a la Mano le molestó, no tuvo la audacia de exigir de vuelta su puesto. Una pequeña sonrisa intentó salir a flote. De forma indirecta, Orys la colocó como para dirigir la situación - Tengan el derecho o no, tengan la razón o no, pueden estar seguros de que no se llevará a la chica. Aethan y la Mano asistieron en acuerdo, mientras que el Consejero de los Edictos caía cada vez más presa del pánico - Pero... pero... ellos podrían apelar a una autoridad superior. ¿Cuál? - Visenya se burló. Pues entonces, podrían exigir indemnizaciones, declarar ilegítima la unión, - el cobarde que solo servía para las letras continuó amedentrándose con sus propias palabras - quedaría un estigma de falta de honor en el gobierno de los Targaryen. Podría significar la pérdida de la confianza de sus naciones aliadas. Una reducción con el comercio. - fue esta vez el Consejero de la Moneda quien comenzó a sudar, como si fuera su propio oro el que se perdería - Sin contar con la pérdida de la credibilidad, tanto interna como externa. Nuestros propios vasallos perderían la fé en que mantengamos nuestras promesas... Entonces, simplemente entreguen a la chica. - la sugerencia vino de la única persona que se mantenía en total calma en la estancia, quizás en toda la fortaleza. El Gran Maestre Gawen siempre había sido fiel y leal a Aegon y a su hijo. Puede que la desaprobara, la maldita rata gris que no soportaba la idea de una reina guerrera, pero jamás se le habría ocurrido que hiciera un movimiento contra el interés de la línea de Aenys. Aunque puede que fuera eso. Tal vez creyera que Ortiga era una amenaza tan grande para su sobrino y sus descendientes, que preferiría entregársela a sus enemigos. Maldito y miope tonto devoto. No va a pasar. - respondió Orys de forma tan cortante que hizo sacudirse al hombre. Como dijo el Consejero de Edictos, - el maestre seguía terco en su decisión - las leyes de derecho paterno favorecen al volantino y a su pariente. Las leyes que rigen a los dioses y a los hombres le da la autoridad al padre ha decididir el futuro de sus hijas y nosotros tomamos de sus manos la decisión. En todas las naciones civilizadas, si nos negamos a devolverla, tomarían las acciones de nuestra reina y el príncipe como secuestro y rapto. - que bello de su parte liberar a la parte de la familia real que le gustaba de toda responsabilidad - Tal como fue la conclusión del príncipe Aenys algo precipitada, no hay nada que demuestre que lo que cuentan es falso. Excepto que la muchacha nunca había sobrevolado Essos, sino que fue ella. Aunque esa escusa no serviría aquí, y le abriría la puerta a preguntas que prefería no responder. Jamás. ¿Acaso estás senil, viejo? - la falta de respeto en las palabras de Orys fue tan grande, que Visenya sintió la necesidad de reírse. Ah, que bueno era sentir un poco de alivio entre tanta tensión. Un merecido desahogo, tan raro que ya casi había olvidado como era - Olvidate de devolver a la muchacha y preocúpate por tus cuervos para informar al rey. Los cuervos no tienen ningún problema. - farfulló el Gran Maestre - Es solo que algunos están ya en viaje a las fortalezas a las que necesitamos escribir mientras que otros están de regreso y cansados. Mandarlos a volar ahora no garantizaría que llegaran o que lo hicieran a tiempo. ¡Bah! ¿Qué importa que lo hagan a tiempo? - se burló Orys - Solo tienen que llegar al castillo o torreón asignados y de allí, el personal enviará el mensaje al Cortejo Real. El Gran Maestre se revolvió incómodo - No se me ocurrió que mensajeros de los castillos pudieran llevarle el aviso que Aegon. ¡¿Qué cosa has dicho? - bramó Orys - ¿Tenemos una crisis diplomática que involucra la custodia de un dragón y no has empleado todos los medios necesarios para informarle al rey? - Pues pensé que era un contenido demasiado importante para que alguien más pudiera tener acceso a él. ¡Por todos los dioses! - la voz de lord Baratheon subía a cada instante - Deberíamos hacerte revisar la cabeza por otro maestre, porque estas desvariando. - y continuó con otra retahíla de insultos que de alguna forma relajaron a Visenya. Ah, que sensación más agradable. ¿Así que así se sentía cuando alguien defendía tu interés? Ella no recordaba nunca haber estado en esta posición. Cierto, en los últimos tiempos había estado viviendo nuevas y gratificantes experiencias. Aunque en Desembarco no pudo replicar las extasiantes noches de descanso que sintió en el viaje, allá en su Isla, aunque a veces le invadían las pesadillas, las cosas habían cambiado. Cálida, abrigada, protegida. Las sombras del pasado se escabullían a su paso. Ya no era el Feudo de los Targaryen y por ende, el de su marido. Era suyo, y de su hijo. Como siempre debió ser. Y cuando solucionará este embrollo en el que la metió la credulidad del Aenys, no saldría de allí en mucho tiempo. Aquí, en esta ciudad concurrida y plagada de suciedad, un monumento a la codicia de su hermano, no era feliz. La falta de sueño volvía y las heridas se reabrían. Estaba llena de recordatorios constantes de las cosas que prefería olvidar. Incluso si una vez las amó, o pensaba que lo hizo. Ya no estaba tan segura. Ni de la ciudad, ni del reino, ni de su hermano. Frente a ella, la discusión seguía. Orys insultaba la inteligencia de Gawen y su incapacidad de ver que si otros verían como falta de honor devolver a la princesa, con mucha seguridad verían peor que la entregaran. Por un lado, mostraríamos debilidad y por otro... Ni aquellos que los juzgarían por agraviar a los volantinos les gustaría que estos tuvieran un dragón. Aegon se había conformado con su continente. Un dragón allá pondría en pie de guerra a las Ciudades Libres y a la misma Bahía de Esclavos, eso sí no conseguían más dragones y un día miraban hacia Poniente. Con un solo dragón no se podría lograr mucho, pero como el mismo emisario Niphorro dijo: en Volantis se conservaban conocimientos del Imperio perdidos para todos los demás durante la Maldición. ¿Quién sabía si con un dragón y la nueva sangre de su jinete podrían despetrificar los huevos que poseían? Todos puntos válidos, aunque con los ánimos caldeados, no se llegarían a soluciones eficaces. Hubo un tiempo donde Visenya habia vivido en ese estado y aunque la alerta constante era buena para evitar peligros desconocidos, no propiciaba el pensamiento mesurado y racional. Mejor que se retiraran a descansar los que pudieran, para que mañana tuvieran la mente fresca para idear formas de salir de este hueco que ellos mismos habían cavado. Todos retírense. - fue tanto una orden como una petición, que no fue desobedecido por nadie - Tú no, Orys. - dijo cuando vio a su hermano dirigirse a la puerta. Un sospechoso Gawen miró hacia atrás mientras su hermano se dirigía a sentarse a su derecha. Hazme un favor y pasame la copa de Aethan. Si no se murió en todo este tiempo, es que no estaba envenenada. - se rió de su propio humor oscuro. No le importaba compartir la bebida de alguien más y los viejos hábitos paranoicos tardaban en morir. Orys sirvió el vino sin perderla de vista, como si fuera un depredador a punto de atacar y no su hermana. ¿Qué? - dijo y luego tomó un sorbo, que dulce. Pensar que antes prefería el tinto dorniense. ¿Estas bien, Vis? Digo, por supuesto que estás bien. Mírate. - y la señaló desde su lugar - Es solo que estabas tan alterada y ya están tan, tan... ¿Calmada? - preguntó mientras elevaba una ceja. Hizo girar el vino en su copa - Si, ya me desahogue un poco y estar enojada no sirve de nada. Solo queda buscar una solución. - se tocó la cara para ver si tenía algo, el Baratheon la miraba con demasiada intensidad - De nuevo, ¿qué? Has cambiado. - explicó - Has cambiado mucho. ¿Por qué? No sé, - se encogió de hombros - solo espero que no sea para peor. No. - la risa de Orys salió en un resoplido - Definitivamente no. - Respiró hondo - Entonces, ¿cuál es el plan? No estarías tan calmada sin uno. Si te digo que no tengo ¿me creerías? - su medio hermano apretó sus cejas, luciendo entre frustrado y sorprendido. No el gesto de eterna decepción de su hermano. Mejor no pensar en él, para no agriarse - Últimamente tengo momentos buenos y momentos malos, supongo que estoy del lado positivo aquí. - Lo siento. ¿Por qué? - lo miró genuinamente confundida - Nunca antes me había sentido tan bien. - esperaba que la sonrisa que le lanzó lo calmará, aunque solo consiguió que su cara se apretara más. Lo lamentó tanto, Vis. - sacudió su cabeza - Bueno, he tomado algunas medidas por mi propia mano, - insinuó mientras señalizaba con su muñón - He enviado un informe a Aegon, dos páginas separadas. La primera no aborda nada de lo que está pasando con tu princesa, solo información de rutina de la ciudad, y la segunda sí. Fue el turno de Visenya de fruncir sus cejas. No te extrañes Vis. - Orys le sonrió de manera maliciosa - Si a Aegon no le llegan informes constantes de Desembarco, se preocupará. Este reino es su legado. - ella asintió - Así que si alguien está interceptando los mensajes, se deshará de la segunda página pero dejará la primera para tranquilizar al rey. Hay un código en la primera. Shhh. - Visenya miró a su alrededor, preocupada de espías detrás de las puertas. Su medio hermano bajo la voz - Es de cuando éramos niños, ya sabes, de cuando Aerion. - el solo nombre le provocaba náuseas a Visenya - Por lo que no le pude explicar bien la situación, solo que acelerará el paso. ¿Cuando podemos esperarlo? - preguntó. - Pronto, solo que será cuando y como él decida. Cuando lo creamos no tenía a Balerion, así que no le podía decir: Monta tu trasero en ese dragón, idiota, y ven aquí Una carcajada final escapó de Visenya. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ El olor picante del azufre invadió sus fosas nasales y Visenya supo sin ver, que su hogar estaba cerca. Vaghar lanzó un rugido de alegría. Aterrador para muchos, ella solo se dio cuenta de que hacía años que su dragona no emitía esos ruidos. Un rugido fue contestado en respuesta. Allí en el horizonte, una flecha marrón volaba en su dirección con su amada Isla de fondo. Cuando ambas bestias se acercaron peligrosamente, el Ladrón de Ovejas, en serio tenía que conseguirle un mejor nombre, se lanzó en una pequeña picada para luego seguir una vuelta alrededor de la reina y su montura. Un comportamiento tan tonto e infantil, Visenya negó con la cabeza. Luego, aunque antes lo hubiera considerado un desperdicio de energía, la reina sacó sus propios turcos. Un giro doble, donde un círculo se conectaba con el otro y requería cambiar la disposición del cuerpo en plena pirueta. La impresión pareció ralentizar al dragón marrón, para que luego soltará un trino de alegría y continuará una imitación de su propio truco en el cielo. Esta vieja mujer aún pude hacer cosas impresionantes ¿verdad? La ligereza la invadió. Sí, finalmente estaba en casa. Se acercó lo suficiente para observar la piedra negra con la que se construyó Rocadragon, sus colores le parecieron más brillantes. Su propio legado descansaría aquí, en las estructuras cubiertas de dragones y gárgolas de piedra. Cuando aterrizaron, el patio de su fortaleza si podía albergar a ambas bestias, no como el Faro de Antigua, Vaghar cayó primero y la bestia parda después. Ortiga se dirigió hacia ella, dando un rodeo un poco exagerado a Vaghar. Más tarde preguntaría por ello. Quizás sólo fuera otro de sus pequeños problemas, como el hecho de asaltar las cocinas o esconder comida en sus habitaciones. Lo extraño de ello era que no la comía, solo la guardaba para "después". Ella no la criticaría. No considerando que hasta hace unas pocas lunas revisaba de forma maniática su habitación en busca de enemigos o pasajes ocultos, luego de años de hacer lo mismo. Todos tienen derecho a sus propias rarezas. Quien sabe si Visenya volvía a esa costumbre de vez en cuando. Sin decir nada, ambas se dirigieron a la entrada. Tengo noticias importantes. Importantes y peligrosas. - comentó mientras veía por el rabillo del ojo despegar a los dos dragones para continuar con sus juegos. Cualquier desconfianza que tuviera la muchacha hacia su dragona, no la compartía su montura. El silencio preocupado la acompañó hasta sus propias estancias. Fue la misma Ortiga quien prendió la chimenea y comenzó a encender sus velas. Si lo dejó a tus órdenes, puede que te quedes siempre en penumbras. - le había dicho cuando entraron en más confianza - Nada de eso. Si tienes cosas buenas como estas velas de cera, - y dio una profunda inhalación a las mismas ya prendidas - vas a disfrutarlo. No más sombras oscuras, solo brillo y calor. Definitivamente apreciaba el calor, estaba calada hasta los huesos por la humedad del viaje. En otro tiempo se hubiera negado, creyendo que todo era un desperdicio. No hoy. La chimenea expulsó el frío e iluminó la ya de por sí oscura habitación. Ortiga la miraba preocupada desde una esquina, su pelo suelto y erizado por el vuelo y sus manos retorciéndose de ansiedad. No le gustó la vista. Su llegada había destapado muchos problemas, aunque a la vez, le había traído tanta paz. No sabía como pasó, pero el fin de sus pesadillas, o que estás la asediaban rara vez en vez de ser constantes, había sido marcada por su aparición. Ni con todo el oro de Roca Casterly podría pagarle por ello. Ya desentumida, alcanzó uno de sus peines de marfil y le pidió a Ortiga que le alcanzará su aceite de almendras. Alcánzame aquello chica, - dijo señalando una de sus botellas más preciadas - y ven y siéntate a mis pies. No se como se te ocurrió montar un dragón con el cabello suelto. - negó con la cabeza - Ahora tu pelo es un desastre que tardaré en desenredar. La muchacha trotó con confianza, y ya arrodillada a sus pies, dijo - Cada tapiz de Rhaenys que veo por la fortaleza es montando así. Así que quise probar. Niña tonta, - esta vez sus palabras, tan semejantes a las que le dijo a Aenys, fueron más bien cariñosas - Podría parecer que mi hermana montaba de esa manera, pero no llevaba el pelo suelto en el aire. Solo parecía así porque era como le gustaba que la viera la gente. - considero también enviar la mayoría de las representaciones de su hermana de regresó a Desembarco. Ella la había amado, claro que sí, pero Aegon había convertido este lugar en su mausoleo. Para que todos tuvieran siempre presente a su amada reina. Siempre recordando lo que perdieron. Los pocos tapices de aquí y de Fuerte Aegon la tenían a ella en casi todos. Ahora Rocadragon era solo suya, y aunque mantendría alguno para recordar, su fantasma no la vigilaría más sobre su hombro. A Alyssa y a Aenys le encantaría la idea, con su nuevo proyecto de "corregir" la estética de Visenya. Si supieran que era a Aegon a quien no le gustaría nada la nueva decoración, o las acciones de Aenys. Decidió evadir el tema un rato más. Entonces ¿cómo hacía?, ¿andaba con el pelo amarrado y se lo cepillaba casi al aterrizar? - por un momento Visenya temió que la muchacha intentará imitarla, a la reina más bella. Una astilla de ansiedad se le clavó, ¿quien no querría ser como su hermana? Alegre, despreocupada, amada, consiente de que todos la favorecerían. Debió recordar que su ladrona no pensaba como los demás - Eso suena complicado y a mucho trabajo. - aunque no podía verla, casi podía imaginarla arrugando su nariz - Mejor me ató el pelo y ya. - solo por el alivio que sintió con sus palabras, decidió que le haría la trenza más bonita que pudiera. Esta actividad no correspondía a una reina, pero se había pasado la vida haciendo lo que consideraba correcto y miren adónde la había llevado. Ortiga tenía razón, era su tiempo para disfrutar. Y haría lo que se sintiera mejor para ella. Unas pocas gotas de aceite perfumado embadurnadas en el cabello y comenzó a desenredar las puntas. Un desastre era lo que traía entre las manos, pero al menos requirió de toda su atención. Deshacer los nudos fue como deshacerse de sus preocupaciones. No había encontrado la solución, pero solo tenía que desenmarañar los hilos de su problema. No sabía de dónde salió tanta calma, aunque la apreciaba. Le permitía pensar mejor. Terminando su trenza, Ortiga preguntó - Entonces... ¿Me vas a decir lo que pasa o no? Suspiró en los que ataba el final y observaba bien su obra. No tenía sentido seguir posponiendo lo ocurrido - Nobles volantinos se presentaron a una audiencia, reclamando ser tus parientes y exigiendo tu devolución. Mi sobrino Aenys no solo los recibió, sino que prácticamente admitió ante la Corte que sí eran tus familiares y casi les concede tu custodia de regreso. ¡¡¿Qué?!! - la muchacha giró su cara hacia ella impactada. Sí. Nos ha metido en un buen embrollo. - Visenya cabeceó - Cuando regrese el rey, tendremos que concederles una especie de juicio para ganar tu custodia. Su pilluela saltó en el lugar - ¿Custodia? ¿Cómo que mi custodia? - Además, las acciones insensatas de Aenys nos pusieron en una situación precaria. Ya no tienen que probar que son tu sangre, sino que somos nosotros los que debemos probar que ellos mienten y no tienen derecho sobre ti. - ¿Y si los quemamos? Visenya tarareo divertida. No te rías que habló en serio. Puedo ir ahora mismo donde sea que estén, - señaló en dirección oeste, hacia Desembarco - y hacerlos arder. Quizás al principio hubiera funcionado, pero ahora no. - la idea no desagradaba del todo a la reina, solo que si quemaban a alguien ella se reservaría el placer por la tensión que le hicieron pasar - El juicio se llevará a cabo cuando regrese Aegon, aunque los volantinos presionan constantes para adelantarlo. A ellos tampoco les gusta la idea de presentar esta farsa frente a él. - ¡Puta Madre! ¡Estamos jodidos! Ortiga, lenguaje, - había trabajado con ella con respecto a esto, prefería que mantuviera un poco de decoro - o te haré volver a comer jabón. - ¿Qué quieres que diga? Tu hermano-esposo de seguro me entregará a esa puñetera gente solo por joderte a ti y a tu hijo. Aegon no... - la mirada dura de la niña la detuvo. Las palabras se le atacaron en la boca. Antes no habría aceptado ese gesto. Eso era antes. Lo pensó mejor. Todavía una parte de ella se encontraba atrapada en ese lugar donde debía proteger a su hermano, defenderlo. Ya no lo haría más, se prometió. Aún así... Suspiró - Aegon no lo hará por nosotros. No te entregará a nadie más por él mismo y por su legado. - le agarró la mandíbula y la observó atentamente - Puede que no luzcas valyria y puede que te considere tanto un activo como una amenaza para Aenys y los suyos, pero no dejará que nadie más te tenga. - la soltó - ¿Sabes porque te ofrecío el título de princesa Targaryen? - Fue para comprarme. Una afirmación tan cierta en muchos sentidos. La reina cabeceó - Sí, por un lado te daba un título por el que muchos matarían y ahora se lo debes. - caminó hacia la chimenea, el calor llamándola - Por otro te daba la sensación de que esta era tu familia, a quien debías lealtad. Pero y más importante, intentaba borrar tu historia. - ¿Qué? Aegon se forjó un nombre para los cronistas, el Conquistador de todo un continente. Con sus propias manos hizo lo que ningún otro jamás. - bufó - Se escribirán sobre él leyendas y sobre sus descendientes. La última Casa del Dragón del mundo. ¿Crees que dejaría que ensuciaras su brillante cuento con otro apellido. ¿Cómo lo haría? - se acercó a ella. Al darte su nombre a borrado a tu supuesto apellido de la historia, - esta vez fue Ortiga quien resopló - Si escriben sobre ti no será sobre una nueva Casa que se unió a la suya. Será sobre alguien que salió de la nada, - miró fijamente a la chica - y cualquier logro que hagas, le pertenecerá a él y solo a él. No a otra sangre. El crepitar de las llamas fue el único sonido que se escuchaba en la habitación, hasta que Ortiga volvió a hablar. Bueno, - se puso su mano en el pecho - que alivió. ¿Qué? Si no intentan entregarme a nadie más, no tengo porque preocuparme. Visenya frunció sus cejas - No te relajes demasiado. Aún tenemos que probar que mienten. ¿Por qué? - la muchacha se estiró en el lugar, para ella había pasado el peligro. Porque todos pensarán que dicen la verdad. Seremos a sus ojos secuestradores en el mejor de los casos, y violadores en el peor. - fue Ortiga quien arrugó su frente - Tanto los Señores como los súbditos dejarían de confiar en la monarquía, y en que siga las reglas más básicas. Podemos gobernar así, pero en definitiva, nos lo haría más difícil. Pues a pensar en la solución. - su ladronzuela frotó sus manos - Es más fácil tener ideas cuando no hay amenaza real. Avísame si tienes una. - dijo divertida. Ummm, - era adorable como intentaba concentrarse con mucha fuerza - Pues sí, la tengo. Problemas simples, soluciones sencillas. - terminó con una sonrisa. - ¿Pues cual es tu brillante plan? No es un plan, solo una idea. - se retorció un poco - Tú eres la inteligente, tu crea la estrategia con lo que a mi se me ocurre. Pues dímelo, para ver si funciona. - su pobre niña todavía necesitaba educación. Ella se dijo a sí misma que tendría que corregir la inocencia que aún pensaba que imperaba en el mundo. Hasta que soltó sus palabras. El semblante de Visenya cambió. Su expresión se quedó en blanco. - ¿Qué? ¿Es muy tonto, verdad? No me hagas mucho caso si digo boberías. Oh, mi niña. - una sonrisa depredadora iluminó su cara - No es tonta, es brillante. ¡Excelente! - ahora era ella la que tenía ideas, tantas y tantas. ¿Cuál sería mejor? La que fuera más dramática. Después de la boda de su hijo, había descubierto su pasión por la teatralidad. Con razón le gustaba tanto a Rhaenys. Solo que a ella nunca le permitieron tales indisciplinas. Después de todo, ella era la hermana responsable. ¿No se había propuesto cambiar y no aceptar lo que se le imponía? Emmm, alteza. - Ortiga llamó su atención - Su sonrisa me está asustando. Una carcajada grande y feliz salió de ella - No te asustes, mi querida bendición de los dioses. Y no me llames más alteza. Me niego a ser llamada así por el regalo que pusieron en mi camino. Eso pareció poner aún más dudosa a la muchacha. Oh, ya sé. - se dijo a sí misma con alegría - Veamos cuánto temen esos volantinos a comer de la mano de la reina de los venenos. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Los sirvientes estaban inquietos y corrían por toda la fortaleza. Esto avisó a Orys incluso antes de que llegara cualquier paje o mensajero. Los esperó solo para que lo guiaran ante él. Entró en sus aposentos, donde soldados comunes y no miembros de la Guardia Real lo protegían. Los que estaban en Desembarco no debían haber sido avisados todavía y conociendo a su hermano, habría despedido a quienes lo acompañaron durante el trayecto. Un sirviente llenaba una tina de agua caliente, el vapor humeando, mientras otro servía en silencio la comida en la mesa del rincón. Un tercer hombre, una ayuda de cámara, ayudaba a Aegon a despojarse de su armadura y su ropa húmeda. Al parecer había sido atrapado por la lluvia en el camino. Ah, Orys. Que bueno que llegas. - Aegon rió mientras se quitaba su camisa y se quedaba con el torso desnudo - Ya le advertí a los guardias que no dejen pasar a nadie más. Si el Gran Maestre quiere revisarme, tendrá que ser después. Estaba cacareando sobre mi salud por la llovizna y le dije que mejor revisará a Ceryse. Sabes cómo son de frágiles algunas damas. ¿Ceryse? - ¿por qué vendría con la esposa de su hijo? Sí, - Aegon terminó de desnudarse para luego entrar en la tina. El agua desprendía vapor humeante, dando pistas acerca de la temperatura. Había una razón por la que los Targaryen no recibían asistencia al tomar sus baños - Planeaba venir solo con un par de guardias y Maegor. No creo que sea buena idea dejar al muchacho sin supervisión para continuar el progreso y mantener relaciones cordiales. - sacudió la cabeza, y por su cercanía, Orys fue salpicado - La dama se enteró de que los abandonabamos por un tiempo y no quiso separarse de su esposo. Lo considero algo bueno porque Maegor no está intentado nada por su relación y espero que ella logre algún vínculo. Pesé a sus palabras, el Baratheon no escuchó desdén. Más bien, una discusión sobre el comportamiento del príncipe. No del todo paternal, pero sí una mejora significativa. Además, se que me dijistes que me apresurara, por ello dejé el Cortejo atrás. - comenzó a enjabonarse a él mismo - Pero no debe de ser nada tan preocupante, ya que nadie además de ti me escribió para informarme. Entonces, ¿qué pasó? Cuando Orys explicó, el jabón se cayó de las manos de su hermano. Su rostro se torció de furia, en un gesto que le recordó mucho a Orys al menor de los hijos del monarca, antes de que abriera la boca y gritará: - ¡¡¿Qué hicieron qué?!! Poco acostumbrados a que el rey perdiera los estribos, los escasos sirvientes de las estancias se paralizaron. Incluso el que dejó caer la jarra de vino fue incapaz de moverse. Orys los entendió una pizca, aunque él no se amilanaba ante tales demostraciones, Aegon el Dragón enojado era un espectáculo aterrador. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Al romper el alba, un cuervo atravesaba la bahía del Aguasnegras. Se dirigía a más que una isla, a una roca negra encajada en el mar. El destino era Rocadragon y el mensaje era claro: Su Majestad, el rey Aegon Targaryen, primero de su nombre... solicita a la reina Visenya Targaryen y a la princesa Orthyras Targaryen, que se presenten a la Corte de Desembarco del Rey, para realizar un apropiado juicio sobre la custodia definitiva de la última y lograr desestimar las acusaciones realizadas por embajadores volantinos sobre actuación indebida de... ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ El rey estaba enojado. Su hermana una vez más había sobrepasado su posición y se había negado a acudir a su convocatoria. Era tan propio de ella creerse en el derecho de actuar así. Aunque, y no podía negarlo, estaba en igual medida intrigado. La astucia y estrategia de Visenya era algo con lo que siempre podía confiar. Su hermana afirmaba tener una solución y si en algo se podía confiar en esta vida, era en que lo que Visenya prometía, lo cumplía. Recibida la contestación de su esposa, la mayoría del Consejo intentó responsabilizarla por como resultarían sus acciones. Nadie era tan falto de entendederas para probar echarle la culpa por como habían llegado hasta aquí. También evitaban mencionar la responsabilidad de Aenys en todo esto. Su hijo... Aegon se estrujó la cabeza por como había actuado. Ni siquiera se había reunido por él. No sabría que decirle. ¿Cómo enfrenta un padre a un heredero que estuvo a punto de entregar uno de sus activos más valiosos a un enemigo? ¿Por qué? Y la pregunta más importante ¿Quién le había aconsejado que actuará así? Él lo averiguaría, y quien fuera, pagaría por sus acciones. Mientras tanto, Maegor estaba hecho una furia. No le había permitido deshacerse de los volantinos como creía que deberían hacer, ni tampoco rechazar el juicio que exigían por la tutela de su segunda esposa. En vez de pelear o gritar, el muchacho se había marchado. Sus informes decían que había tomado una espada de acero roma y se había enfrentado a un muñeco de práctica tras otro, destrozándolos con una rabia que asustaba a sirvientes y escuderos. Nadie quería ser su compañero de entrenamiento. La espada en sus manos se convirtió en un mazo. Quebraba la madera, la paja salía volando y muchos agradecían no ser su objetivo. Aegon intentaba, realmente intentaba, no pensar que el receptor de tales emociones podría ser Aenys. Aún podían ser los volantinos. Sí, eran los volantinos. Ellos tenían toda la culpa, o la mayor parte, de lo que estaba pasando. Miró una vez más las indicaciones de su hermana: juicio formal en tres días, ella acudiría con la princesa Orthyras a cuestas, quería a toda la familia real reunida a un lado del trono, incluido Orys y la lista de nobles a los que se les permitiría participar. Esto último lo más problemático. Muchos se ofenderían, especialmente varios Grandes Señores que habían sido bloqueados de asistir. Bueno, se dijo, con un período de tiempo tan corto no llegarían en el plazo de la audiencia incluso si acordarán reunirse. También estaban decididamente no permitidos algunos representantes específicos mientras que otros tenían vía libre. ¿Por qué? No sabría decirlo. Su maldita hermana se negaba a contarle su plan. No sabía si insultarse o aplaudir por su iniciativa. Detestaba que actuará por sus propios medios sin confiar en él, mientras que por otro lado, alguien había saboteado la entrega de información importante a él mismo. El mensajero de Orys habia llegado con una sola página, no las dos que más tarde le contó su hermano, y encima de un palafren de baja calidad. No la veloz montura esperada para un aviso importante de su palacio. Quizas fuera lo mejor mantener su plan en secreto, siempre que lograra darle solución a sus problemas. Más vale que sepas lo que haces Visenya. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ El día había amanecido claro y soleado. Un buen augurio, había replicado el Gran Maestre. No estaba tan seguro, viendo el ánimo tumultuoso y decididamente oscuro de las habitantes de Fuerte Aegon. O quizás sólo fuera su mal humor. Se había negado a recibir a Aenys por tercer día consecutivo, con la indicación explícita de que discutirían cuando lograra deshacerse del emisario volantino y el supuesto padre de la jinete. Quieran los dioses que de forma positiva, que le de la escusa perfecta para hacerlos arder a todos y cada uno de ellos. No, definitivamente no estaba se buen humor. Para empeorar todo tenía una comezón extraña en la nariz, había encontrado algo de polvo en su habitación y pasará por donde pasará, veía tapices por doquier. ¿Esta era la idea de su hermana de hacerle la vida difícil por sus elecciones cometidas en su supuesto perjurio? Puede que fuera que solo se sintiera mal. Demasiada humedad y el aguacero que lo pilló en el camino le habían jugado en contra. Los salones cargados de humo de su propio hogar no ayudaban. Cuando se subiera en su trono, mejor ventilado, todo mejoraría. Las demás estancias previas a la sala del trono estaban inundadas. Los nobles que no eran permitidos en la audiencia acechaban en busca de noticias de primera mano. Al entrar al salón donde se reunía la Corte, ignoró a la mayoría de los asistentes. Apenas y escuchó como lo presentaban. Aunque lleno, el salón no estaba a reventar como hubiera esperado, gracias al paso restringido que se había establecido. Esto solo propiciaría rumores desfavorables, algunos podrían sugerir juego sucio por parte de la realeza y un intento de controlar la narrativa. Pero esas habían sido las condiciones de Visenya. Hablando de ella, estaba junto a toda la familia real a la derecha del trono. La izquierda desde su perspectiva, con una notable ausencia. Se inclinó ante ella antes de preguntar en un siseó - ¿Donde está la princesa? - la ausencia de su característico olor a menta lo desestabilizó, siendo este sustituido por un perfume ahumado y ambarino, con un toque amaderado. Detestaba el antiguo olor, sin embargo, su falta le provocó un escalofrío. Ay, mi querido hermanito, - la sensación de insulto se agravó - No te preocupes tanto, ella llegará cuando tenga que llegar. Incluso ahora, su dragón sobrevuela bien alto la ciudad. - su sonrisa fue genuina, no tenía duda de ello, pero le dejó una sensación de incertidumbre a la que hacía años no estaba expuesto - Dale, sube a tu puesto y comencemos este espectáculo. Las palmaditas que le dio a su espalda se sintieron como mazasos por lo desconcertado que quedó. ¿Esa era su hermana? Un rey tenía que lucir regio, y más frente a la Corte, pero mientras subía por la escalinata solo quería echar un vistazo hacia atrás, para fijarse bien en Visenya. Al llegar a su asiento ya había recuperado la compostura y pudo recostarse de forma indolente. La presentación de los malditos volantinos le dio el espacio para observar a Visenya. La vista de su espalda le resultaba conocida y de alguna manera, alterada. Allí estaba una de sus reconocibles trenzas adornando su cabeza, vestida para la guerra y con una espada a sus caderas. Era cierto que en reuniones formales, y pese a lo que la mayoría del reino creía, Visenya no se oponía a usar vestidos. En este caso usaba la ropa con la que se sentía más cómoda y suponía que le servía de armadura en muchos sentidos, pero... Algo era diferente. La confianza siempre había estado ahí, era Visenya después de todo. Aún así, sus hombros se echaban hacía atrás, se inclinaba con suavidad hacía su hijo y no mantenía su postura cerrada y firme. Desde aquí no la podía ver, pero casi podría jurar que estaba sonriendo. ¿Qué estaba pasando? ... y por ello Majestad, Volantis reclama la devolución de lasy Orthyras Edevhanys, para que vuelva a su legítimo lugar frente a su padre. - Aegon devolvió la vista al emisario Niphorro. Un miembro de los Elefantes, era todo lo que esperaría de su partido. Formado por diplomáticos, mercaderes y expansionistas económicos, su elocuencia y condescendencia era algo que esperaba de él. Además de su habilidad para calcular fríamente todo. El hombre tenía razón, a los ojos de todos, le correspondía a los Targaryen demostrar que su nueva jinete no era su familiar. Quieran las Catorce Llamas que no lo sea y su hermana pueda probarlo, porque el no la devolvería, costara lo que costará. Entiendo sus intenciones, emisario Niphorro. - inclinó su cabeza en una leve aceptación - Pero me parece que se apresuran a creer que le entregaremos a mi nueva hija política solo así. - su voz era como un martillazo contra el silencio de la sala. Nadie se atrevía a contradecirlo, aunque de seguro murmurarían lejos de su mirada. Majestad, - la sonrisa del embajador era la misma que la de un lagarto-león, la de alguien que esperaba un paso en falso para arrancarte una extremidad - Todos entendemos su preocupación, pero hasta su hijo - intentó mantener el rostro inmutable, aún así no pudo evitar crisparse - entiende que tenemos todo el derecho en el asunto. ¿Cómo pueden rechazar nuestro pedido los Targaryen? Para ello confío en que mi reina y hermana diluirá cada duda que tengas. - señaló con in gesto magnánimo a su esposa. Al hombrecillo le costó un poco rebajarse a mirarla. ¿Y qué puede decir esta mujer? Si ni siquiera se dignó a presentarse con la princesa - se preguntaba si el hombre temía un poco de juego sucio, sus próximas palabras resolvieron sus interrogantes - ¿Cómo sabemos que no nos negará la devolución de nuestra hija cuando demuestre estar errada? ¿Duda usted de mi palabra? - el tono de Visenya se escapó con la combinación perfecta de amenaza y seducción. Habian pasado años desde que había escuchado ese matiz - Supongo que un hombre de su... prestigio, habrá escuchado con anterioridad de mí. - su ronroneo atravesó a todo aquel al alcance del oído - Dejeme probarme mi sinceridad. Dijo unas palabras a aquellos que la rodeaban, poniendo a la familia real rígida en una orden. Aegon se preguntaba ¿qué anunció para provocar esto? El volantino Niphorro también lo notó, y sus acompañantes, pronto toda su delegación había entrado en un estado de alerta. Se preguntaba, que vería ante él la serpiente essosí. Niphorro mentiría su dijera que no estaba levemente aterrado. Confiaba algo en las normas de hospitalidad y el estúpido honor al que se aferraban estas gentes de Ponientes. Enfrentarse a los dragones era una cosa, y no una pequeña. Enfrentarse a la reina de venenos era otra. Ese epíteto le había llegado hace poco, pero se correspondía con lo que murmuraban uno que otro de sus espías. Una guerrera reconocida y jinete de dragón, historias más oscuras circulaban tras su nombre. Sobre como se revolcaba en venenos y como su hijo puede que haya sido concebido con magia. Muchos de sus informantes de aquí desestimaron esto. Supersticiones lo consideraban. Eso era la mentalidad de estas tierras. De donde él venía la hechicería no era tan rara y el veneno era una moneda común. Para él, la reina era tan peligrosa como el rey sentado en el trono. ¡Y qué visión era! La diferencia de Aegon el Dragón con su heredero era tan abismal como comparar un riachuelo contra el poder del mar. Allí donde el príncipe Aenys se veía tan desamparado, Aegon irradiaba intimidación. El trono había sido hecho para que él posara su real trasero, de eso estaba seguro. Las espadas a su alrededor no se cernían sobre él sino que podía decir que se inclinaban sobre sus enemigos. A sus pies, menos vistosa e igual de impresionante, su familia. A la derecha del monarca, pero visto desde la izquierda según su perspectiva, se alzaba el futuro de la Casa Targaryen. La reina, una belleza que se desvanecía. Cincuenta y tantos años según sus informes, la edad empañaba lo que debió ser una vez la joya del reino, sin embargo no borraba del todo sus rasgos afilados y letales. No solo era bella, sino que el peligro irradiaba de ella. Hermosa, peligrosa e igual de inteligente. Que desperdicio que naciera aquí. Que triarca habría perdido Volantis con ella. Le seguía quien debía ser el príncipe Maegor, una copia de su padre por lo visto. Aunque más agresivo, pudiera decir por sus rasgos cerrados. El muchacho no era adulto, o eso decían, pero se negaba a creer que tuviera solo trece años. Su tamaño desmentía la afirmación. Le seguía una belleza recatada y elegante, su cabello rubio claro bastante bonito, aunque carecía del brillo de la sangre valyria. Debía de ser la primera esposa del muchacho. Luego la preciosidad de cabellos de plata y un pálido vestido azul. Una Velaryon por los informes, su porte inocente y puro hubiera provocado infinidad de pretendientes de donde él venía. Y en la esquina final y como un cachorro apaleado, el príncipe Aenys. Debía de haber caído de la gracia de su padre con su actuación. La facilidad con la que se zambulló lo había desconcertado al principio, creyendo que era una trampa. Resultó no ser así. Pasará lo que pasará y todo apuntaba a que las cosas terminarían a su favor, los volantinos sabrían que no habrían de preocuparse por el próximo rey Targaryen. No solo dudaba de cualquier afán expansionista de su parte, sino que empezaba a creer que el trono que tanto le costó a su padre se derrumbaría bajo él. Por ello, y como prueba de que no se planea hacer ningún daño, quiero ofrecer el pan y la sal en mi propio nombre. - algo en su comentario lo incómodo. Los múltiples susurros que estallaron entre la observadores lo alertó, más cuando alguien de su comitiva le dijo al oído de la irregularidad de tal tratamiento. ¡Protesto, alteza! - Niphorro sintió un hilillo de sudor correr por su espalda - Ya recibimos el pan y la sal al llegar. No veo porqué habríamos de recibir nada de las manos de la reina. - había escuchado de pócimas de la verdad, o incluso podría tratarse de algún líquido misterioso con el cual, sino confesaba, no les daría el antídoto. Pero señor mío, - la conversación de la reina se sentía como el canto de la sirena, de aquellos cuentos donde guiaban a los marineros a su perdición - eso fue en nombre de Aenys. Esto es en el mío. Para que no teman de mi nada malo. ¿Acaso temen que los envenené? - su diminuta risa le erizó todos los pelos del cuerpo. - Me rehúso a... ¡Se hará! - el rey se había inclinado hacía adelante, su orden potente no admitía vacilación - Procede, Visenya. Ante su comando y un gesto de la reina, tres sencillas criadas aparecieron desde una esquina. Una cargada con la bandeja del pan y la sal, otra con un trabajado paño y otra con una caja sellada y adornada. ¿Qué se traía entre manos? Habría una especie de trampa, ya sea en la comida o en la caja. El pan y la sal fue ofrecido. Los temblores de la sirvienta casi se le contagiaron. Una servidora algo menuda, sus manos cargadas de cicatrices. Un breve vistazo a su rostro demostró porque. Una mancha de hollín le surcaban el rostro y un mechón de pelo negro se escapaba de su cofia. De ser suya, la habría hecho azotar o quizás cortarle un dedo. Pero puede que en Poniente no se pudiera, después de todo no creían en la esclavitud y esta debía de ser una mujer libre. El temblor de la muchacha se redobló y temió por un instante lo que significaba. La bandeja estaba envenenada, no lo dudaba. La infeliz criatura que la portaba lo sabía y temía que sería culpada por cualquier cosa que pasara. - No creo que necesite comer de aquí. Confío en que... Coma. - la orden del gobernante de todo un continente fue breve e inevitable. Forzó a Niphorro a hacer lo que más temía. Tanto el pan como la sal eran insípidos, aunque eso no significaba nada. La falta de sabor no significaba ausencia de peligro. El temor se multiplicó cuando la ofrenda fue llevada a su acompañante, cosa que no se hizo al principio. Suponía que querían darle un trato preferencial al que consideraban lord Raulion Edevhanys y también al que acudía como su mano derecha. Eso, o se deshacían de los considerados líderes de la delegación. Tras un momento no pasó nada. Otro e igual, nada. La sonrisa de la reina se fue haciendo más grande y aterrador y él esperaba caer fulminado en cualquier momento. Nada. Bueno, mi amado esposo. ¿Esto comprueba para ti que esto embajadores - el sarcasmo y la suficiencia se mezclaban en su voz - se han presentado ante nosotros, llenos de falsedades y calumnias? Lo hace. - el Conquistador los miraba a todos ellos como si quisiera prenderle fuego en el lugar - Ahora, Volantis deberá rendir cuentas por su infamia. Intentar acudir a nosotros llenos de ofensas cuando son apenas poco más que simples estafadores. Los nobles a su alrededor se revolvían, sin entender nada, justo como lo hacía Niphorro. - ¿En que se basa el rey para emitir este veredicto y sus absurdas acusaciones? En que mi supuesto padre debería reconocer a su hija. - tras ellos se encontraban las tres siervas. Solo que una de ellas, la que sirvió el pan, se arrancaba la falda para dejar entrever unas calzas marrones con refuerzos de acero a los costados. Con la cofia eliminada, negro como su mechón rebelde, se presentaba su cabello atrapado en una trenza. El pañuelo de una de las criadas sirvió para que se lo pasará por la cara, mostrando una reveladora cicatriz atravesando su nariz. De la caja surgió una diadema, un anillo de plata con amatistas que fue colocado descuidadamente por ella sobre su cabeza. La oscura niña se dirigió con altivez hacia el príncipe Maegor, abrazándose a su costado. Para rematar, fue el ceñudo príncipe quien le pasó un brazo sobre su cadera - Escuche que alguien que se hacía pasar por mi familia quería alejarme de mi nuevo amor, - le dio un beso gigantesco y público a Maegor en la mejilla - y pensé ¿cuál es la manera más sencilla de demostrar que mienten unas personas que no conozco? Y me dije: pues ellos tampoco me conocen. Si decían la verdad, ¿no debería un padre poder reconocer a su propia hija? De repente la marea había cambiado, y un millar de ojos acusadores se volvían en su dirección.
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