ID de la obra: 941

Sangre y fuego y otras magias extrañas

Het
NC-17
Finalizada
1
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579 páginas, 308.987 palabras, 45 capítulos
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¿Quien se lleva la culpa?

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Esta batalla ya había sido ganada, pensó Maegor. Solo ahora, con su esposa en sus brazos, se dio cuenta de que lo que había sentido todos estos días no había sido ira, sino miedo. Miedo de que se llevarán a su única amiga, y ella era su amiga de verdad. Nunca había querido tomar nada de él. Cuando le contaron sobre Volantis y su reclamación le habían zumbado los oídos, su corazón latiendo en un ritmo desenfrenado. Él tenía que hacer algo. La respuesta de su padre: no hagas nada. Había querido estallar, pelear, expulsar a los mentirosos y ladrones volantinos que querían tomar a su Ortiga. Pero, ¿cómo hacerlo? Su padre era el rey más grande del mundo, hasta el más aburrido de los maestres lo sabía. Los años se contaban ahora a partir de su conquista. Así que hablaba desde la sabiduría. O eso quería pensar. ¿Cómo podría él no hacer nada si se querían llevar a su esposa? Con Ortiga segura junto a él, con una simple camisa blanca y sus calzas de montar, sintió un poco de vergüenza. Era un príncipe y cuando le negaron la justicia ¿qué hizo? Ir a destrozar muñecos de prácticas como un niño en un berrinche. Sintió que su cara se calentaba. Un príncipe no debería portarse así, debería actuar mesurado. Padre le había estado enseñando sobre el equilibrio, ni demasiado duro ni demasiado blando, y venía él y salía con esto. En ese momento no pensaba, solo actuaba. Con razón el rey lo mantenía siempre lejos. ¿Quién quiere a un príncipe que actúa como un salvaje? ¿Cómo el monstruo que algunos sospechaban que era? No debería haberse portado así, debió actuar calmado. Quizás si le hubiera escrito a su madre, ella le diría que todo estaría bien. O quizás preguntarle a su padre. O... Maegor, ¿estás bien? - solo el susurro de Ortiga lo sacó de su cabeza, dándose cuenta de que había comenzado a inclinarse de un lado a otro sobre sus pies. Por suerte, los ojos de los cortesanos estaban todos en los volantinos o esto sería una humillación mayor. No. - admitió renuente. Tomó mucha fuerza decir la verdad - Tenía miedo de que te llevarán lejos, lejos de mí, y reaccione mal. Suaves círculos calmantes fueron trazados en su espalda. Su esposa hacía eso cuando quería hacerle sentir mejor, se dio cuenta, solo para aceptar que funcionaba. ¡¿Cómo sabemos que esto no es un montaje de la propia familia real?! - exigió Niphorro, como un hombre que se ahoga aferrado a un pequeño tablón de madera, incapaz de mantenerlo. Sencillo, - la sonrisa de su madre a su lado era tan amenazante como tranquilizadora. Si era usada contra sus enemigos, entonces no había de que preocuparse - Tras esas puertas, hay varias decenas de nobles que acudieron a la boda de mi hijo y mi nueva hija. ¿Qué crees que pasará cuando los hagamos pasar y les pidamos que señalen a la princesa Orthyras? El embajador abrió y cerró la boca como un pez recién salido del agua. ¿Sabes qué?, probémoslo. - su madre mandó a pasar un noble tras otro. Todos señalando a su segunda esposa ante las interrogantes de Visenya. - ¿Alguien se murió? ¿Eh? - por un momento había apagado todo pensamiento. Ortiga estaba a salvo, nadie se la llevaría, y por algún motivo esto dio paso a una abrumadora sensación de cansancio. Mayor a la de todo un día de entrenamiento - No. Entonces, esta bien. Todo tiene arreglo a menos que se haya muerto alguien. - la sonrisa torcida de su esposa se dirigió a él y tuvo que apartar la cara, incapaz de sostener la mirada. Aún así se apoyó en ella. Tocarla le recordaba que no se iría. Pensándolo bien, era probable que no la soltará hasta que se hubieran desecho de esos malditos volantinos. No habría descanso hasta que la amenaza fuera eliminada de la forma que fuera. Sin embargo, el cuerpo le pesaba tanto. Quizás puso demasiado peso en ella, porque empujó un poco de regreso y preguntó - ¿Qué pasa? Nada. - intentó negar cualquier cosa. Un guerrero debía soportar situaciones peores. Dímelo o conseguiré la forma de sacártelo frente a todas estas personas. - su esposa no era alguien que dudará por cosas como el decoro o una audiencia, así que tuvo que responder. - Solo estoy leve, de forma muy, pero muy leve, cansado. Lo que se traduce en que te estás cayendo a pedazos, ¿verdad? - frotó su espalda de regresó antes de decir - Eso tiene fácil solución. ¡Ey! Alteza... La mirada de su madre cortó la palabra, aunque el regañó que esperaba nunca llegó. Estoy algo cansada. ¿Puedo retirarme con Maegor? No conozco nada acá y él puede guiarme hasta nuestras habitaciones ¿no? - la reina alzó una de sus cejas - ¿Qué? Ya tienes controlado todo, por lo que no me necesitas. ¿Habría que pedirle permiso al rey o algo? Al mirar hacia el trono casi podías sentir el frío enojo saliendo del Conquistador. Por suerte toda su atención estaba en la embajada extranjera que se retorcían en el lugar como los gusanos que eran. Sabes que, váyanse. - los despidió mientras se le permitió el paso a las docenas de cortesanos que estaban afuera. Supuso que no tenía sentido seguir señalando a su esposa como "la verdadera princesa Orthyras Targaryen" - Los mandaré a buscar para la cena. Una leve reverencia y se marcharon por la parte posterior de la sala. Ceryse lo miró algo alarmada por su deserción, mientras que Aenys y Alyssa fruncían el ceño. No le importaba, él, posiblemente aconsejado por ella, casi habían provocado que perdiera a su amiga. Orys solo asintió. Un guardia los acompañó hasta los cuartos de Maegor, para luego quedarse vigilando la puerta. La mayoría de la Guardia Real se mantendría en la sala del trono. Ahí continuaba un juicio demasiado importante, donde pronto se impondrían castigos y donde se encontraba la mayor parte de la familia real. No le importaba. Solo quería descansar. Ni siquiera llamó a un criado para cuidar su ropa. La dobló el mismo como correspondía. Calzas por debajo del jubon, sin ningún doblés sobresaliendo. Solo para girarse y encontrar a su esposa en ropa interior, sin sus calzas. ¿Qué haces? - preguntó algo alarmado. ¿Ortiga había decidido que no importaba su edad y cumpliría sus funciones de esposa? ¡Él no se había preparado! - ¿Por qué te desnudas? No estoy desnuda. - dijo mientras subía a la cama - Yo también estoy algo cansada. Dije, si tu duermes, yo duermo. Después de todo, llegué de Rocadragon aquí en barco y tuve que atravesar toda la ciudad a pie. - un bostezo enorme la invadió. ¿Por qué viniste en barco? - se coló lentamente en la cama. No disfrutaba compartirla con Ceryse y no estaba seguro de como sería con Ortiga - ¿Y tú dragón? El Ladrón de Ovejas debe estar volando sobre nuestras cabezas ahora. Vine en barco porque tu madre creyó que sería más fácil para que pasará desapercibida. - se acomodó bajo las sábanas - Hablaremos después, duerme. A pesar de lo que creía, solo tuvo que tocar la almohada para caer rendido. Despertó más tarde, ningún sonido en la puerta lo alertaba de que era llamado. Frente a él, Ortiga dormía con su boca entreabierta. Un hilillo de saliva caía en la sábana. Era asqueroso y aún así, se dio cuenta de que no le molestaba compartir el colchón. No como lo hacía con su primera esposa. Quizás fuera porque no hicieron otras cosas o quizás era que solo le caía mejor Ortiga. Solo sabía que dormía bien a su lado. Estirando su mano par sujetar su camisa, por temor a perderla todavía, se dejó llevar de nuevo por el sueño. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Al despertar, las sombras le contaron que había dormido más de lo previsto. Maegor no estaba a su lado, aunque solo tuvo que alzar la cabeza para encontrarlo. En un apartado rincón se daba un merecido baño en una amplia bañera de cobre. ¿Cómo carajos trajeron y llenaron una tina de agua y yo no me di cuenta? - hablando en voz alta para sí misma, desde su posición Maegor respondió. Pues no sé. - su ceño arrugado no se hizo esperar - Los sirviente trabajan en silencio pero debiste despertarte. No es bueno bajar la guardia de esa forma. Te deja vulnerable. Lo sé. Lo sé. - se estiró todo lo que pudo en su muy cómodo lugar - Pero si soy capaz de dormir en un barco en plena tormenta, ¿imaginas como sería aquí que es tan suavecito? - amasó el colchón bajo ella - ¿De qué estará hecho para ser tan rico? - Plumón de ganso, creo. ¿En serio? - una cabeceada le respondió - ¡Que genial! Entonces... ¿nos bañamos porque sí o por algo especial? - Madre me informó que padre quiere que acudamos a una cena con él. ¿El rey Aegon? ¡Mierda - se lanzó de la cama sin estar muy segura de que hacer - ! ¿Por qué no me avisaste? - Estabas tan cansada que no despertabas por el ruido. Quería que durmieras un poco más. Y ahora tengo que prepararme para una reunión y estoy segura de que estoy atrasada. - dirigiéndose hacia él, se paralizó y se vio apenada - Emmm, perdón por acercarme sin preguntar pero... ¿puedo bañarme contigo? ¿Tú me lavas la espalda y yo lavó la tuya? - ella asintió feliz. Maegor suspiró en derrota - Esta bien. No tardo nada en sumergirse en el agua. La temperatura estaba justo como le gustaba, lo suficiente caliente como para pelar cerdos. El jabón fino y el contacto con el líquido le hicieron desear quedarse un rato más aquí, pero tuvo que ser práctica. En una imitación casi ensayada del día posterior a su falsa boda, repitieron todos los pasos, incluyendo el rostro de Maegor atrapdo entre sus manos. Nunca en su vida se imaginó pensar - que tierno - de Maegor el Cruel. Pero... ¿era realmente Maegor el Cruel? Madre también te dejó algo para que usarás. - dijo señalando un montoncito perfectamente apilado sobre un baúl, ya imaginaba quien era responsable de tanta meticulosidad - Esa es una de mis túnicas viejas. No me importa que las uses pero... ¿Por qué no te hicieron ropa nueva? - Ufff, casi peleó con tu mamá por eso. ¡¿Cómo?! - la impresión casi lo hace mirar en su dirección. Sí. Primero, tu madre quería hacerme vestidos y le dije: Señora, ¿le parece a usted que sea yo alguien que usa vestidos? No gaste moneda en algo que no voy a usar. ¡Jamás! - ella misma negó mientras se colocaba su camisa sobre las vendas de sus pechos - Luego quería hacerme túnicas, jubones y calzas nuevas cuando tienen una colección de ropa en buen estado que pueden usar. La misma tuya de cuando eras más joven y menos gordo, me queda perfecta. ¡No estoy gordo! ¡Estoy fuerte! - se enfadó lo suficiente para mirarla, de seguro agradeciendo que estaba mayormente vestida. Bromeó, bromeó. - se rió un poco - Era solo un chiste. No me gustan los chistes. No los entiendo muchas veces. - se negó a mirarla mientras afirmaba esto - Cuando la gente empieza a reírse, pienso que lo hacen de mí y me enoja. - admitió mientras se rascaba la parte posterior del cuello. No obtuvo ninguna burla o ridículo por lo que dijo. Sabía que Ortiga no era así, aunque una parte de él seguía esperando ese comportamiento. Nadie se burlaba de un príncipe de frente, a menos que el príncipe no se diera cuenta que lo hacían. Siempre podían hacerlo a su espalda. Su amiga no era clase de persona o eso creía, si se burlaba de él, sería en su misma cara. Tanto un alivio como una preocupación. Mmm, entiendo. - Ortiga tarareó - A partir de ahora, no me reiré de ti sino contigo. Si yo sonrío sabes que puedes reír, - señaló con el dedo - si haces algo gracioso me divertiré a tu costa pero te lo diré. A cambio puedes reírte de mí. No me molesta. - ¿En serio? Sí, - asintió - la vida esta llena de mierda. Hay que sacarle lo divertido donde se pueda. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Fue un sirviente de la Fortaleza el que vino a buscarlos, hasta conducirlos a un pequeño comedor privado. El objetivo, por lo que sabía, era una cena formal con solo el núcleo de la familia real. Al entrar se dio cuenta de que estaban todos los demás. El rey a la cabeza de la mesa, Aenys y su esposa a su derecha, Ceryse a su izquierda y su madre del lado contrario a la cabecera. Un raro silencio invadía el solar. Acercarse al que debería ser su puesto desató una interrogante. - ¿Por qué hay una sola silla acá? Oh, hermano. - ¿Hermano? ¿Desde cuándo Alyssa lo llamaba así? No le gustaba, no le gustaba para nada - No me di cuenta de que faltaba un asiento para Orthyras. ¿Diriges la fortaleza y eres incapaz de notar que no hay suficientes asientos para todos los miembros de la familia? - Visenya se burló, no se le había pasado por alto que no había usado el título de su pequeña ladrona - Somos tan pocos que hasta un niño de teta podría hacer tal cálculo. Fue un mísero error de juicio, tía. - los ojos de Visenya se estrecharon suspicaces - No contaba conque Orthyras estuviera aquí. - ¿Era tan despistada que creyó que de verdad le entregarían un dragón a los volantinos? ¿Cómo puede una hija de Aethan ser tan idiota? ¿No pensaste que mi esposa estaría acá? - las cejas de Maegor se habían estrechado tanto que casi chocaban con el nacimiento de su nariz - Consigue una silla para ella. - ladró una orden como haría un comandante a sus soldados. La intervención de Aenys abogando por calmar los ánimos fue ignorada por todos. No voy a hacerlo, - la dulzura de Alyssa se fracturó por un momento, para luego regresar con renovado fervor - esto es una importante reunión familiar. Pensé que solo estaría lady Ceryse como tu esposa, - la pausa que dejó fue amplia - ya sabes, ya que es la... principal. Ceryse mantuvo el rostro neutral, ni negando ser la pareja primaria en su enlace ni agradeciendo el hecho de que quisieran hacerla parte de este enfrentamiento en particular. Mantuvo la gracia y el porte y nada más. ¿Intentaste sugerir, querida Alyssa, que la princesa Orthyras no es una esposa legítima? - la reina había pasado de regañar, a un estado de hablar más seductor - ¿O acaso crees que un matrimonio de tres debería seguir las reglas de una esposa principal y otra secundaria? Basta, Visenya. - este era un tema espinoso que mejor no tocar. Sin embargo, la instigación no había surgido de su hermana-esposa - Alyssa, deja de hablar estupideces. ¿Acaso no tienes educación para saber cuándo callarte? Alyssa se estremeció, como azotada por el látigo de un esclavista myriense. Cuando el rey intervino, su madre también retrocedió, pero no derrotada. Más bien como el lobo que le arrancó una pierna a un cordero, y sabe que sin el pastor guardián, hubiera devorado a su presa. Le ordenaré a un sirviente que traiga una silla. - Aenys de nuevo trataba de borrar el detonante sin darse cuenta de que ese no era el problema real - Tanto escándalo por algo que se soluciona tan fácil. No deberías hacer nada solo porque Maegor lo exija, amor mío. - Alyssa seguía empecinada en luchar contra la corriente. Ya no era Maegor quien la miraba ceñudo, era el propio Conquistador. Tiene razón, príncipe Aenys. - Orthyras se inclinó en una reverencia, desconcertado a todos - Ya no es necesario que se traiga otra silla. ¿Se retira, princesa? - la felicidad de lograr su cometido permitió a Alyssa la magnanimidad de otorgarle el título a Ortiga. Al menos hasta que la susodicha respondió. Oh, no. Tengo una idea mejor. Siéntate mi vida. - el tono meloso desconcertó algo a Maegor, pero entendía que era una actuación para el resto del mundo. Apenas su trasero tocó el cojín, Ortiga se sentó en su regazo - He pasado tanto tiempo lejos de mi amor que lo he extrañado demasiado. - se acurrucó contra él - Así que compartir asiento me parece un regalo. ¡Pareces una golfa! - Alyssa no pudo contener el insulto. ¡Alyssa! - Aenys lucía escandalizado por las palabras de su esposa, solo para poner la atención sobre ellos y continuar igual o peor - Ese comportamiento es inapropiado. Una dama adecuada... Esta pantomima termina ya. Alyssa, supongo que no me entendiste, pero has silencio. Espero que el resto de la noche tu voz solo sirva para contestar las preguntas que se te realicen. - la caballito de mar dejó caer la.cabeza, juraría que incluso vio lágrimas salir de sus ojos. No creía que se sintiera triste, aunque no era un experto en emociones. ¿Quizás por enojo o frustración? Le preguntaría después a su madre o Ortiga, eran buenas leyendo personas - Princesa Orthyras, en este lugar seguimos un código de conducta más estricto. Se ordenará traer un asiento y espero que acepte su lugar. ¡Y no se hable más del asunto! El resto de la comida, luego de servida, continuó en un silencio brutal. Un peso invisible aplastaría cualquier intercambio de banalidades en la mesa. Al menos hasta que Aegon concluyó. Bien, - el rey apuró su copa de vino, tinto dorniense para todos excepto Ortiga que rechazó a cambio de agua. No se amilanó por la mirada especulativa del monarca - Quiero comenzar informando a la princesa Orthyras que el personaje presentado como Raulion Edevhanys descansa en nuestras mazmorras. El emisario Niphorro dio a entender que el hombre se había presentado en Volantis en el tiempo adecuado para que todo pareciera verdad, - bufó - y que los volantinos actuaron sin maliciosa intención. Ja, - Ortiga se burló de forma seca - supongo que quieren hacerlo cargar con toda la culpa. ¿El tipo de Volantis se intenta declarar inocente? ¡Ese es un vil mentiroso! - gruñó Maegor - Ese hombre dirigía todo. De seguro fue a él a quien se le ocurrió el plan. ¿Por qué crees que es culpable? - preguntó indeciso Aenys, cono si no le gustará hacerse escuchar en esta situación - No tienes nada que lo pruebe. - no olvidaría el juicio erróneo que estuvo a punto de realizar sin evidencia. Los dos príncipes verbalizaron a la vez, lo que pareció provocar un dolor de cabeza en su padre. En primera no podemos acusar a Niphorro de mentir solo porque sí. Creo que es culpable y es por ello que está "invitado" en una de nuestras más lujosas habitaciones en Fuerte Aegon, en concesión a su estatus de embajador. - una metáfora para decir arresto domiciliario - Puede que no nos guste pero así funciona el mundo. ¿Entendiste, príncipe Maegor? Cabeceó con impulso, aceptando sin que le gustara mucho o estuviera en paz con la idea. El hombre intentaba robarse a su esposa, una princesa del reino y era castigado con ¿una invitación al palacio de gobierno? Eso parecía estúpido, e injusto, y leve. Necesitaría más explicación después, no quería quedar como ignorante frente a todos si ellos entendían. Ahora, Aenys - el pánico invadió al mayor de los hijos del rey, temblando como una hoja ante un vendaval - ¿Sabes por qué creo que miente ahora y mentía al principio? El primer se quedó mudo, esperando paciente por la respuesta. Aegon suspiró profundo y algo decepcionado, lo que contribuyó a poner aún más nervioso a su heredero. - La falta de ciertas cosas también cuenta como pruebas Aenys. Tienes que aprender a mirar más allá de lo que parece evidente. ¿La falta de ciertos elementos es una prueba? - Aenys se encontraba confundido, y Maegor admitió para sí mismo que él igual - ¿Cómo es eso posible? Aegon se apretó la nariz y preguntó con calma - ¿Quienes son los líderes de Volantis? Los Triarcas. - la educación de Aenys al fin rendía algún fruto. Correcto, y dime Aenys. - el rey observó a su hijo con una mirada que nunca antes le había dedicado - ¿Por qué si estaban seguros de que tenían derecho a un dragón, enviarían a un simple embajador y no a un Triarca? ¿Para no arriesgar a uno de sus líderes? - conjeturó Aenys. Tienen dos más. - explicó el gobernante - Y ya que los consiguen mediante elecciones, encontrar uno nuevo es fácil. Esto es lo suficiente importante para requerir la presencia de uno de ellos. Piensa mejor. Culpa. - se le escapó a Maegor, y tanto su padre como Aenys se concentraron en él - Como mismo Niphorro quiere echarle toda la culpa a Raulion, Volantis puede culpar a Niphorro. No pasaría con un Triarca, no podrían eludir la total responsabilidad de sus acciones. Aenys lo miró impresionado mientras que Alyssa lo veía como si se hubiera vuelto el enemigo número uno. Aegon lo observó callado antes de afirmar. Con Niphorro pueden decir que fue un emisario truculento que actuó bajo sus propios intereses. Que buscaba asegurarse un dragón para sí mismo y no para sus tierras. Un Triarca querría el acceso a un dragón probablemente por lo mismo, - su visión saltó de Maegor a Aenys - solo que con él en nuestras manos, toda Volantis sería señalada con un dedo. Además de ser una señal de debilidad que uno de tus enemigos se haga con tu líderes. ¿Entendiste? Las concesiones por sus acciones serían más grandes. Por una vez Aenys y Maegor parecieron realmente hermanos al asentir a la vez. Cuando la tensión en la sala empezaba a disiparse, Aegon le prendió fuego a la tranquilidad. Entonces Aenys, - la calma con la que habló no alertó sobre el peligro que se acercaba - Quieres decirme ¿Quién fue el que te convenció para escuchar tan atentamente a los volantinos? - su voz demasiado firme para que pareciera una pregunta al azar. ¿Qué? - Aenys habló como si le acabaran de sacar todo el aire del pecho de un puñetazo. A su lado Alyssa, aunque mantuvo su semblante inocente, tensó su cuerpo. ¿No me escuchaste bien? - Aegon enarcó una ceja justo como lo hacía Visenya - Te pregunté ¿Quién te convenció para cometer semejante e irreverenda estupidez? ¿Por qué pensaría eso padre? - a pesar de sus palabras, Aenys comenzó a rascarse una mano con otra. Porque te mandé a gobernar, pero te dije que escucharás a Visenya y Orys por encima de las demás personas. Que confiarás en sus decisiones. Y aún así fuiste en contra de ellos. - su ceño se apretó, haciendo estremecerse al mayor de los príncipes - Porque te negaste a escuchar los consejos que te decían que no aceptarás ni siquiera la reunión y te mantuviste terco y firme, contrario a tu naturaleza. - Aegon apretó la copa en su mano - Porque no quiero creer que el futuro rey sea tan ingenuo para entregarle un dragón, la mayor arma sobre la tierra, y uno mucho más grande que el propio a, digamos no un enemigo, sino a cualquier persona de afuera de la familia. ¡Responde! ¡¿Quién te metió esas ideas tontas en la cabeza?! - Padre, no... - ¡Contesta! Aenys se veía como si hubiera recibido una paliza. Maegor, aún sabiendo que no era con él, inclinó su cabeza y se sentía castigado por las palabras. ¿Por qué? No lo sabía, solo que se sentía frío e incómodo. Yo, yo... - Aenys tomó aire, y contrario a lo esperado por su padre no cedió. Hacerlo sería arriesgar la ira del rey sobre aquellos que le importaban y que a cambio, también se preocupaban por él. La furia de Aegon era terrible y conociendo la debilidad del monarca por él mismo, esperaba que cargar con la responsabilidad no pusiera un blanco en aquellos que sólo le deseaban lo mejor - Nadie me dijo que hiciera eso padre. - tembló bajo la mirada acusadora de su progenitor - Mi tía y lord Orys trataron de enseñarme antes a mantenerme firme en las decisiones que sentía correctas, luego de escuchar siempre a mis consejeros. Perdón. Supongo que me puse terco. - tragó y trató de poner una pequeña sonrisa. - ¿Piensas que esto se arreglará con una simple disculpa? No... no, padre. - Aenys tartamudeó. Bien. Porque es claro que algo falló en tu educación. Necesitarás corregirlo. - su mirada era castigadora por si misma - ¡No asientas así! Yo mismo controlaré lo que estudias. No más música, no más astronomía. ¡Ni poesía! Retomaras las lecciones con la espada. ¡No me importa que no te guste! ¡Se hará! - su hijo mayor era incapaz de sostener su mirada, Aegon miró hacia el lado contrario - Maegor, tu recibirás las mismas lecciones que Aenys, junto a él. El hijo de Visenya levantó sus ojos por un instante y los volvió a bajar - ¿Por qué? ¡Porque yo lo digo! - al frente del gobernante, su hermana escudriña sospechosa de su acciones - ¿No es lo que querías, Visenya? ¿Qué le enseñará a tu hijo a gobernar? Pues se hará. No está sujeto a debate o discusión. Cualquier promesa de ambiente festivo en la comida dada, dudoso antes de que iniciará, desapareció de inmediato. Aunque prefería por mucho la serenidad en un lugar que la exaltación, la habitación cerrada se le ofrecía demasiado opresiva a Maegor. Otra vez fue su padre quien cambió el estado de las cosas. Una última cosa. - más relajado en la cabecera de la mesa, hizo pasar a un servidor - Este es uno de los asistentes del Consejero de Susurros, - lo presentó - ¡Informa! Mi rey, - una extravagante reverencia para un hombre tan anonadino - como le decía, justo antes del problema de Volantis, circulaba en la Corte el rumor que la princesa Orthyras era su hija bastarda. Criada aparte y traída luego para reclamar un lugar en su lado, e incluso casarla con uno de sus hijos sin temor al rechazó por el incesto. Maegor se quedó boquiabierto con la idea, un vistazo rápido al resto de la mesa demostró que Ortiga y Aneys estaban en condiciones similares a la suya y Ceryse tenía sus cejas alzadas hasta casi su cabello. - ¿La fuente de los rumores? No la hemos encontrado, mi rey. - el hombrecillo negó - Con el posterior caos desatado por los volantinos el rumor no ha vuelto a ser mencionado. Bien. - un criado rellenó la copa de su padre - Continúa buscando y advierte que la Casa real no tolerará tales historias malintencionadas. - el espía o lo que fuera se retiró con un murmullo y otra reverencia. Maegor no entendía que había pasado. ¿Por qué su padre había pasado a este hombre para discutir algo tan insípido cuando no dejó pasar a sus Consejeros? ¿Por qué el hombre llegó a informar sino tenía respuestas? y ¿Por qué su padre ordenó advertir contra los chismes y no castigar a quien ensuciaba su nombre? Fue a preguntarle a su esposa, que miraba horrorizada a Alyssa. Un vistazo a Ceryse demostró que esta también tenía sus ojos bien abiertos posados en la esposa de su hermano. ¿Por qué... Culpa. Culpable. Su padre no buscaba castigar a nadie, esto era una advertencia para el culpable. Por ello pasó el hombre bajo el mando del Jefe de Susurros. Su madre ni Ortiga intentarían tal rumor. Aegon, Ceryse y él estaban en el Progreso. Por eliminación quedaban Aenys y Alyssa, lo que significaba... ¡¿Tú esparcirse esos rumores?! - Maegor acusó a Alyssa. Algo dentro de él se engrifó. Mi esposa nunca haría algo así, es demasiado bajo y rastrero para ella. - dijo Aenys mientras Alyssa se ponía una mano en el pecho agraviada - Además, es un cuento demasiado ridículo para que mi Alyssa lo cuente. Ella es demasiado gentil e inteligente para esparcir algo tan descabellado. De seguro se lo inventó alguien de baja calaña, sin sentido común y con sus capacidades mentales nubladas. Desde donde estaba, vio que la suave sonrisa de la Velaryon sufrió un espasmo. Si, tienes razón príncipe Aenys. - Ortiga bebió de su copa de agua. Maegor llegó a pensar que saltó a una conclusión equivocada cuando su segunda esposa dijo - Es imposible que su esposa haya ideado tal mentira. De seguro fue alguien descerebrado, estupido, con mente de pollo, no la encantadora Alyssa. La sonrisa de la mencionada no había caído, incluso se había hecho más amplia, pero le recordaba a Maegor la sonrisa de muchos cortesanos que le desagradaban le habían dirigido. Sí, - feliz de hablar de alguien más y distraer de la discusión reciente, Aenys continuó - solo a un idiota se le ocurriría. Para comenzar ¿De donde la princesa Orthyras habría sacado el dragón? Porque no está registrado como uno de los nuestros y no pudiera ser una cría joven que le fue entregada o un huevo. Este era un dragón hecho y derecho cuando nació. ¿Cómo nadie iba a no notar que existía y luego notar que "desapareció"? Simplemente estúpido. La sonrisa de Alyssa se había tornado más dura, con todos su dientes expuestos en una mueca de complicidad - Ya, ya, no es para tanto. ¿Esto era un juego? Aunque no lo fuera, él también disfrutaría de molestará a Alyssa - Tienes razón. Quien dijo el rumor es estúpido y tonto. Quizás un poco enfermo de la cabeza. Ya basta, mi príncipe. - su madre lo detuvo. Una lástima porque lo estaba disfrutando - No nos burlamos de alguien que probablemente padece de la mente tanto, que no está en contacto con la realidad. - un brillo travieso relució en sus ojos - Solo sientan lástima de esa persona. Esta tan mal que nunca se recuperará. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ El día de Maegor comenzaba magnífico, aunque tal vez comenzó así de bien desde la noche anterior. Por alguna razón, Ceryse le había indicado que después de tanto tiempo separados, debería dormir con Ortiga. Ya había tomado una siesta con ella, así que pensó que no estaría tan mal. Se equivocó. Fue mejor. Tirados en la cama, su esposa le había preguntado por los dragones. - Ya yo hablé de ellos, ahora te toca a ti. - le había dicho. Le gustaba el tema, pero no pensó que hablaría tanto. Cuando empezó no podía detenerse, más cuando su amiga le hacía preguntas sobre lo que decía y le comentaba sobre su propio dragón. Todos son diferentes, lo sabía. Y que sus conocimientos eran más bien generalidades y algunos datos exactos sobre Vaghar. Eso no lo detuvo, ni aburrió a su esposa que no perdía el interés en su conversación. Se habían dormido sin que imperara el silencio entre ellos jamás. Hoy, se había despertado descansado. El cálido peso cercano a él no lo molestaba. De hecho, se sentía bien. Una ojeada demostró a su mujer muy cerca, desparratada junto a él. Una de sus piernas se cruzaba por encima de su propia barriga, lo que casi lo hizo reír. Dormía como si fuera un muerto lanzado desde un carromato. Así como cayó, así se queda, solo el subir y bajar de su pecho desmintiendo el parecido. Maegor se movió con cuidado, no olvidaba que al contrario de él, ella no disfrutaba madrugar. Fue a pedir un baño, y cambio de opinión, mejor un lavado. Se bañaría luego de entrenar. La alteración en la rutina no lo desconcertó esta vez. ¿Por qué lo haría? Hoy era un día bueno, y de seguro, avanzaría mejor. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ - ¿Y bien? Informa. No hicieron nada, mi lady. - expresó la criada que mandó a espiarlos en sus habitaciones - Ninguno de los dos intentó consumar nada. Solo se la pasaron hablando. La princesa Orthyras se inclina a ser parlanchina, aunque nunca dice nada de mucho peso. - Ceryse dudaba que fuera una cabeza hueca, más bien que no confiaba del todo en ella. Suponía que era justo, ya que ella le devolvía el trato - Maegor debe haber estado molesto. - su esposo era ante todo cerrado y callado. Oh, no, mi lady. - aclaró - De hecho, fue él quien más habló. Casi no cerró la boca en toda la noche. - Te mandé a vigilarlos. ¿Cómo te atreves a venir a mi con mentiras? No es mentira, mi lady. - la voz tembló. Me dices que mi esposo, - tuvo que señalarlo - el príncipe Maegor, se la pasó hablando como una vieja chismosa. ¿Y quieres que te crea? - Si, mi lady, porque es la verdad. Se la pasaron hablando cosas tontas sobre dragones. Incluso sobre el cuidado y el cambio de las escamas. Ceryse quedó confundida. Quería creer en su criada. La envió porque confiaba en ella. Pero la idea de que su esposo, Maegor Targaryen, se la pasará cacareando, le sonaba absurda. También envió un escalofrío por su columna. La princesa Orthyras no intentaba usurpar su posición. Era claro como el día que no estaba interesada en producir los herederos reales que asegurarían su estatus y aún así... Algo en ello la ponía nerviosa. ¿Qué importaba si su esposo, algo lento y en definitiva introvertido, se convertía de la nada en un conversador? No habrían niños nacidos de usar la lengua para charlar. La princesa tampoco le interesaba mantener una imagen o rol convencional. Que no tuviera ropa que usar tras su boda tenía explicación, vestirse como hombre luego de gozar de las riquezas de Desembarco y Rocadragon no. Que ambos fueran raros y amigos no lo hacía peligroso para ella. Aún así, sus instintos le alertaban aunque no podía entender porque. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Ah, Majestad. - pesé a su situación, Niphorro se inclinó ante él en una elaborada reverencia. No sabía si era su perfume o algo más, pero la nariz del rey le picaba - ¿Viene a visitar a este hombre injustamente encerrado? Aunque debo admitir que el gusto con el que diseñaron estas habitaciones es tan exquisito que a nadie se molestaría nunca por estar atrapado aquí. Basta de halagos, vengo a informarle de algo. - sin embargo, sus palabras le hicieron prestar más atención. Ligeramente se había dado cuenta de un mayor número de tapices y cuadros por el Fuerte, pero detallando todo bien, notó la presencia de cortinas y alfombras de alta calidad. Una sensación incómoda le comenzó a trepar por el lomo. ¿Por qué Visenya permitió esto? Además, el polvo en algunos lugares que encontró era en absoluto inaceptable. Así que ese malvado estafador encontró su fin. - el embajador volantino negó apesadumbrado - ¿Cómo sabremos ahora que intentaba lograr? ¿Si acaso se llamaba realmente Raulion Edevhanys? Parece que nunca lo sabremos. - procedió a sentarse en una pequeña mesa a romper su ayuno. Venía precisamente a informarle de ello, pero sospechó de que sabe de que murió. - el rey se sentó frente a él - Pesé a que quedó prohibido de que nadie le informará lo que pasará en el Fuerte, y que su querido pariente - el sarcasmo era claro - fuera envenenado sin que nadie atravesara mis guardias. Oh, rey mío. Admitó que lo nuestro fue una jugada arriesgada. - el embajador pinchó y se llevó un jamón a la boca - Pero Volantis no suele dejar las cosas al azar. Un cabo suelto no es algo que guste mucho en el mundo de la política. No donde los puestos no son vitalicios ni - pausó la frase - hereditarios, como aquí. - ¿Y no teme usted mismo convertirse en un cabo suelto? - Oh, no. Yo tengo mi valor todavía, poco pero lo tengo. ¿Y porque se arriesgaría a venir aquí entonces, - el rey preguntó - si piensa que vale tanto para que no se deshagan de usted? Niphorro sonrió - Porque valgo demasiado para morir por un pequeño insulto como este que cometimos, más cuando el claro culpable está muerto. - admitió condescendiente - Pero no valgo lo suficiente para escalar hasta donde quiero. Ah, codicia. Algo con lo que trabajar. Un hombre sin aspiraciones era diez veces más peligroso que uno con una. Con estas, podías controlarlo. Si alguien no quería nada de ti, entonces no tenías manera de dirigirlo para que fuera hasta donde tú querías - Entonces, ¿que deseas lograr y como quieres que te ayude? - el enemigo de ayer era el aliado de mañana. No le confiaría mi vida pero... Lo que deseo es solo para mí y la ayuda no es necesaria todavía. - admitió el hombre. Sus rasgos valyrios eran tan destacados en un mundo donde predominaban los ándalos que lo desconcentraba un poco - Solo haga lo suyo. No pida demasiado por mi entero no vaya a ser que mi Patria se conforme con mi cabeza, y pronto le informaré. ¿Quiere que confíe en algo tan vago? - esto divirtió al rey. - Sí, después de todo, este mundo es un caos, y por lo que sé, usted es muy bueno con las apuestas. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ La posada a la que se dirigía era un tugurio de los más bajos de Desembarco del Rey. La ciudad se asentaba en su propia mierda, por lo que decir eso era mucho. No entendía porque le habían pedido reunirse aquí y no en una de las muchas salas de Fuerte Aegon. Por su posición, requisar una no habría sido tan difícil. Hacer esto se sentía dudoso. Casi como traición. No pudo evitar temblar. Sí, era medio cobarde, o cobarde y medio como lo llamaba su hermano mayor antes de expulsarlo a la Corte. Solo servía para las letras, solo que lo que antes fue visto como debilidad, le granjeó un puesto en el Consejo de rey dragón. Consejero del los Edictos, su hermano estaría verde de envidia. Un lord menor, cuyo hermano cobarde era ahora más importante que el mismo. Como le debía de molestar. Aunque con respecto a la traición, la palabra lo erizaba como las plumas de una gallina, nunca se atrevería. Todo su poder y dinero venía del rey, no de su hermano que no quería saber nada de él. También era muy cobarde como para atreverse a traicionar a nadie. ¡Ey, Larrys! ¿Eres tú? - una voz conocida lo llamó desde una esquina de un edificio. Sí, soy yo. - se acercó - ¿No se suponía que nos veríamos en la posada... - la palabra se fue deshaciendo mientras un profundo dolor le subía desde el estómago. Al principio no sintió nada, luego el dolor se agudizó. Fue a gritar pero una mano le tapó la boca y retorció el arma contra su vientre. Me ha asesinado, pensó, solo para luego sentirse mareado y divertido. No estaba muerto todavía, por lo que no lo habían asesinado. No podía sostenerse de repente y se abalanzó hacia el suelo con un golpe sordo, estrellas estallaron tras sus ojos. No tenía la fuerza para gritar. Fue agarrado por los brazos y arrastrado al callejón tras él. Su sangre se derramaba en ríos bajo él, podía sentirla empapando su ropa. ¿Por qué? - quiso preguntar. Sin embargo no le salía nada de la garganta. Escucho monedas tintineando a su alrededor, su superficie fría mientras entraban en contacto con él. Se fijo en ellas, monedas de oro, coronas y carabelas. - Lo siento, amigo. Alguien tiene que cargar con la culpa. Allí lo dejo, entre el olor a orine y su propia sangre. Las monedas a su alrededor refulgían, más carabelas que coronas hasta donde alcanzaba a ver. Tenía tanto frío. ¿Tantas carabelas era porque iba a morir? Tenía tanto frío, porque no le podían dar un poquito de calor.
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