ID de la obra: 941

Sangre y fuego y otras magias extrañas

Het
NC-17
Finalizada
1
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579 páginas, 308.987 palabras, 45 capítulos
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La esposa del deber

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Cuando Orys abrió sus ojos, la luz del sol ya empezaba a clarear en el horizonte. Un vistazo a la cama demostró a Aegon dormido y recostado contra su esposa. Había tenido una tos esporádica al inicio de la noche, aunque al avanzar las horas esta había desaparecido. Los brazos de Visenya, sentada detrás de él y sosteniéndolo, se movieron. Bastó acercarse a ella para notar que no había dormido. Manchas largas y negras se marcaban bajo sus ojos amatista. Ey, - la llamó. Reaccionó con lentitud, tan impropio de ella - ¿estás bien? Vis abrió su boca para contestar y la cerró. Un suspiró hondo salió de ella antes de admitir - No, me he acostumbrado demasiado a dormir la noche entera. Me dejan en guardia una sola vez y ya me caigo a pedazos. - se removió un poco. El movimiento debió alterar a Aegon, que se despertó con un pequeño estertor. Una mirada de pánico se encendió en él y por ello Orys lo agarró y lo arrastró al borde de la cama - Tranquilo, tranquilo. - palmeó su espalda de una forma que casi le saca los pulmones - Esta bien. No ha habido tos ni dificultad para respirar durante tu sueño. Ves. Todo está bien. Aegon observó todo a su alrededor antes de tragar en seco y asentir. Visenya se había comenzado a levantar desde el otro lado de su lugar de reposo. Se veía un tanto inestable sobre sus pies. Orys hubiera ido a ayudarla, pero su hermano se veía tan oscilante que temía que al soltarlo terminará en el piso. O al menos pensó que se hallaba en un estado frágil hasta que abrió la boca para decir: Supongo que ya estarás contenta. - ¿eh? Su hermana estaba tan confusa como él. Se había quedado en un estado de quietud absoluta con su comentario - Ya probaste que Alyssa no sirve para dirigir este lugar. Que sería un desastre. ¿Pero tenías que dejar que llegará hasta este punto? - Vis se había pasado la noche cuidándolo y él ¿la culpaba? - Lamentó informarte que tú querida hija política, o como sea que quiera llamarse, se hizo cargo de todo y no aceptaría ni una sola sugerencia mía si no es para llevarme la contraria. Como si eso te hubiera detenido alguna vez. - todavía en sus manos, o más bien su mano, Orys sintió la tentación de sacudirlo, a ver si se le quitaba lo que fuera que tenía - Tú eras la encargada de mantener este lugar en orden y lo dejaste que se fuera a la mierda. Era tu deber y lo abandonaste. ¡No era mi deber! ¡Te dije que no me haría cargo más de esto! - señaló alterada Visenya, la calma de los últimos tiempos evaporada bajo las acusaciones de Aegon. - ¡Al menos le pudiste mostrar a la niña Velaryon a simplemente a dejarlo todo en su lugar porque era lo correcto y ya! Quise enseñarle a la muchacha como dirigir, como mantener las cosas. Pero todo era demasiado austero y sobrio para su gusto. Y según todos es culpa mía que el Fuerte desde el que gobiernas se vea tan severo. Porque tu eres el rey justo que cedes ante mi "molesta rigidez" y es claro para todos que esta estética es ¡mi culpa! - estaba enojada y perdiendo el control - No podías decir que era tú mismo gusto el que había llevado el lugar a ser así. No. No conviene a tu imagen de rey poderoso de una dinastía floreciente, así que: hechémosle la culpa a Visenya. Es lo que siempre haces ¿no? - No tengo idea de lo que lo que estás hablando. ¿Cómo que no? ¿Cómo que no? - una risa algo maniática salió de ella - Todas las excentricidades, todos los pedido raros, todo lo que no sea correcto o adecuado me es adjudicado a mí. Después de todo, soy la reina incorrecta ¿no es así? Es lo que se espera de mí, que cubra tus defectos. ¡Es tu deber! - rugió - No puedo ser visto como débil. El rey que conquistó el continente no puede ser visto como endeble. Así que tú tienes que cubrir esos defectos. ¡Es tu lugar! - ¡Es mi lugar y una mierda! Estoy harta del puñetero deber que se me impuso. Protege a tu hermano Visenya, decía mamá. Se la heredera perfecta, para cuidarlo. Ah, pero apenas mejoraste, olvidó todo lo que tuve que hacer para cuidarte y empezó a exigir que fuera más como Rhaenys. - ¡No metas a Rhaenys en esto! ¡Rhaenys era perfecta! ¡Rhaenys era perfecta porque nunca tuvo que sacrificar nada! ¡Yo si lo hice! Tuve que cambiar quien era para cuidarte a ti. Todo por ti. - lo señaló con el dedo - Entonces tu enfermedad pareció remitir y ya a mamá no le agradaba que su primogénita fuera buena con la espada en vez de con la danza, como Rhaenys. Porque no puedes ser más como ella, me decía constantemente. Se le había olvidado que después de que afila una cuchilla no le puedes pedir que no corte. ¡Es que eso es lo único que sabes hacer! ¡Cortar! - le echó en cara Aegon, si no tuvieran la estructura de madera y plumas entre ellos, los dos ya se estarían enfrentando físicamente - Rhaenys supo encontrar el equilibrio entre su papel como reina consorte y su ayuda en la Conquista, pero tú no. Tu eras siempre el deber y nada del disfrute o la alegría. Así que si eres así, como mínimo deberías ser útil y cumplir tu deber para con tu familia. ¡Yo siempre cumplí con mi deber! - le lanzó de regreso - Me sacrifiqué una y otra vez en tú nombre, solo para descubrir que nunca valdría tanto para ti. Que en el mejor de los casos, sería el segundo lugar. Que apenas y era soportada por lo que podía ofrecer. Me ignoraste y me despreciaste siempre que pudiste. - el temblor en sus manos fue visible para todos - Parecías muy contento de deshacerte de mí y ahora quieres que vuelva a ser la vieja yo. La que carga con la culpa. ¿Sabes qué? Puedes joderte. Disfruta resolviendo todo sin mí para que me cargues con la responsabilidad de todo lo que sale mal. - salió marchando firme, el portazo que dio casi arranca la puerta de sus goznes. Aegon intentó ir tras ella, solo que la única mano de Orys lo sostenía en su lugar - Dejala irse. Se lo merece. - sus ojos oscuros lo miraron sancionadores - Perdí mi mano por ti y de ser necesario te daría la otra. Pero si demandas un sacrificio continuó, en base a la fidelidad que se te debe, es que no lo mereces. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Cuando Visenya llegó a las habitaciones asignadas a ella en Fuerte Aegon, fue incapaz de dormir. Este no era su hogar, bajo su control. No era su Feudo apartado, ni su mansión en la colina que llevaba su nombre, y todo se lo recordaba. Primero, la mirada suspicaz del sirviente en los alrededores de sus aposentos. Este no era uno de los suyos, de los que sobrevivieron a la purga y a los despidos de Alyssa. Así que no podía confiar en él, que no fuera un espía o algo más. Se quedó vigilante en la puerta, esperando que fuera él quien se retirará. ¿Qué hacía en esta área tan temprano? Algunos servidores del fuerte podían seguir realizando su trabajo con esmero, pero para ella, la confianza estaba rota. Aegon se quejaba de que sus muros protectores habían sido derribados, y la culpaba a ella, por supuesto. ¿Se daría cuenta alguna vez que los escudos de seguridad de Visenya habían sido también desarticulados? ¿Le importaría? Su discusión se repetía una y otra vez en su cabeza. Otra vez su hermano quería que fuera la señalada, la distracción de su debilidad, para que nadie supiera o sospechara de él. La mujer extraña con gustos extraños a la que todos miraban como defectuosa, suponía que podía cargar con un pequeño peso como ese. Pero no quería. Al fin se empezaba a sentir bien donde estaba, no quería volver a ese lugar. Donde el peso de la responsabilidad era de ella pero nunca recibía los premios de su trabajo. Es tu hermano, seguía diciendo una pequeña vocecita. Deberías querer protegerlo. Te necesita. El mundo no puede saberlo. Pero ¿por qué tenía que hacerlo ella? Había sido tan infeliz así. Siempre cargaba con la culpa sin el más mínimo agradecimiento. Incluso en los tiempos de la vistosa y alegre Rhaenys. Todos intuían que la ornamentación de este lugar era menos elegante y elaborada en concesión a ella por los otros reyes. Que como la reina amada tenía la Corte llena de juglares y mimos, sus hermanos en su magnanimidad, le permitían mantener la fortaleza a su gusto. Porque si algo no encajaba, debía ser por Visenya. Lo quisiera o no, el resentimiento se había acumulado. Solo que hasta el momento no había tenido una palabra para darle nombre a las emociones conflictivas. Ella los amaba, ella estaba dispuesta a hacerlo, ella no le importaba tanto ser señalada por dichas acciones. Lo que le molestaba era la condescendencia. Que se esperaba que lo hiciera sin un miserable gracias. ¿Por qué si Rhaenys lo amaba tanto y se merecía tanto no podía ser la que era apuntada por ello? Ella sabía porque. Porque no era la naturaleza de Rhaenys, las personas sospecharían, y más importante, Rhaenys sufriría. Abjudicarlo a Aegon, ni soñarlo. Había que alejar toda suposición negativa sobre él, incluso decir que su carácter severo prefería las paredes de su sede desnudas era inaceptable. No. Sería mejor que Visenya cargara con eso. Después de todo, ya estaba acostumbrada. Pues se había acostumbrado en estas últimas lunas a no ser señalada con tanto fervor. En Desembarco del Rey pasaba solo el periodo de tiempo obligatorio para intentar instruir a Aenys en los asuntos de gobernación. Una lucha entre su indecisión crónica y la eterna oposición del Consejo. Tener a Orys le había quitado mucho peso de encima. Todo se había sentido más fácil. Si se sentía demasiado presionada, siempre podía escaparse a descansar a su Isla. Rocadragon se había convertido en su lugar seguro como nunca antes lo había sido. Donde esperaba eliminar cada rastro de sus pesadillas, donde no fuera señalada en cada esquina solo como la hermana guerrera, la no querida, lo que sobrevivió aunque su hermano hubiera preferido a la otra. La estaba convirtiendo, con el control férreo y total que nunca se le había dado, en realmente SU fotaleza. Incluso le había ofrecido a Ortiga que eligiera la habitación que más quisiera para ella, con la esperanza de desalojar de las estancias principales a Aegon, ya que Maegor no lo haría. Pese a que le correspondían ahora como Señor del Feudo. Si su esposo podía ser mezquino, ella también. Ese era ahora su hogar, solo suyo y sin expectativas aplastantes, y mientras más pudiera deshacerse de su presencia, mejor. A una parte de ella le dolió. Este debería ser el refugio de todos ellos. Su hermano gozaba de venir acá cuando el aire de la capital se volvía demasiado estancado. Era bueno para su salud. Visenya no querría que su familia sufriera. Debería querer protegerlos, pero ¿y ella? Se sentía segura por primera vez en posiblemente toda su vida. No como aquí, donde sentía la tentación de revisar de forma compulsiva el pequeño cuarto en busca de venenos. Pensando quizás que Gawen buscaría la represalia por el pequeño desquite de Visenya contra sus cosas. Sintió el impulso de ponerse a registrar. No. No tenía sentido. El Gran Maestre no era tan idiota y lo mejor sería intentar dormir un poco. Intentó atraer el sueño, conjeturando detalles que ahora le ofrecían cobijo en Rocadragon. Ya fuera el nuevo calor que era atrapado por sus oscuras paredes, Ortiga tenía razón con que un poco más de fuego hacía la diferencia, o el olor a salitre y azufre en el aire, e incluso a la ceniza que flotaba con el viento. No sirvió para relajarse. Su mente seguía encendida. Activa y preocupada. ¿Y si Gawen buscaba la revancha? Era mejor empezar a buscar, un polvo tóxico podía estar escondido en cualquier lado. Dormiría después. El temblor de sus manos, que no había desaparecido desde la discusión, pareció agudizarse. Además, intentaba ignorar la voz en su cabeza que clamaba por el deber que tenía que cumplir, el deber que le exigía que protegiera a su hermano. Es solo un pequeño peso, decía la voz, ¿una última vez no lo puedes soportar? ¿No es acaso tu lema hacerlo todo por la familia? ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Visenya no había querido volver a ocupar sus funciones y era claro que Alyssa era una incompetente en ese tema. Incluso cuando su esposa pasaba meses lejos de donde él estaba, ya sea en Desembarco o en Rocadragon, sus criados estaban tan bien instruidos y organizados que no cometían los errores con los que se había visto obligado a convivir. Un escalofrío lo recorrió, obligándolo a espiar a su alrededor de nuevo en busca de otro detonante oculto para su mal de los pulmones. Ya había recibido al Gran Maestre, con Gawen acusando a Visenya de destruir varios de sus materiales y componentes más caros luego de echarlo de su propio lugar. Una gota de sudor se deslizó por la espalda. El miedo de que alguien, incluso alguien tan leal a él como Gawen supiera su secreto, le retorcía las tripas. Por suerte, la actitud vengativa de su hermana le servía de cobertura. Unas palabras al Maestre de que Visenya había ido a hacerle un tónico para la tos, por haberse mojado a su llegada al castillo, solo para encontrar un desastre entre sus cosas y que se le dificultase la labor lo había callado. El hombre había farfullado sobre las mentiras de la reina, pero con él fingiendo creerle a su esposa sabía muy bien lo que creería la Corte. Su enemistad jurada con ella y el obsesivo amor por el orden de la guerrera, hacía de Gawen como el objetivo culpable más creíble. Aegon era un experto en ello. ¿Qué tenía más sentido? ¿que un hombre viejo y ocupado, que no gustaba de asistentes o aprendices, fuera un poco desorganizado, o que la mujer que vivía para tratar una mota de polvo en la esquina de cualquier habitación como un insulto a su persona, fuera y armara un reguero dentro del fuerte que hasta hace poco existía bajo su metódico control? Visenya no era muy amada, sin embargo todos conocían su personalidad. Más bien se preguntarían, de pensar en ella como culpable, que motivo su arranque destructivo. Volviendo al tema, la solución parecía más clara. Necesitaba a Visenya. Necesitaba su habilidad y gestión. Ya que no podía obtenerlo, se iría por la siguiente opción. El hijo de Visenya era eficiente, y la esposa que él había elegido para el muchacho debería ser igual de instruida y eficiente. En especial, en las labores que se esperaba de la mujer que gobernaba una fortaleza. Su propio padre la había alabado, y aunque no era propenso a confiar en las palabras de alguien que en esencia le estaba vendiendo a su hija como yegua de cría, la muchacha había demostrado su carácter ante él. Permanecía en silencio sin expresar su opinión, sabía que aún siendo la esposa de Maegor, su posición se la debía al rey. Veía en ella a la dama perfecta, callada e inteligente, y sobre todo una pieza que se movería a su favor en el tablero. Es por ello que la había convocado junto a Alyssa, y por ello las observaba a ambas midiendo sus reacciones. Ceryse había llegado y se había inclinado en una cortes y elegante reverencia. Permanecía callada, con sus finas manos dobladas frente a su vestido verde con detalles en blanco y adornos de marfil. Una Hightower ante todo, una digna representación de lo que se esperaba de una lady criada en la Fé. A su lado, y aunque intentaba contenerse, Alyssa se removía incómoda. Había llegado efusiva, saludando como si ayer mismo Aegon no hubiera criticado abiertamente sus faltas de dotes administrativas. Notando enseguida que el rey no había olvidado o decidido ignorar sus errores, se encontraba inquieta. - ¿Saben porque están aquí? No, padre. - Alyssa contestó enseguida. Ceryse detalló al monarca, antes de responder en una disculpa - No, alteza. - Alyssa ha demostrado una ineptitud total para dirigir este fuerte. ¡Padre! - Alyssa dijo escandalizada. Una mirada castigadora de Aegon la silenció enseguida. Contaba con que los Velaryon hubieran educado bien a su hija en temas de la administración de su hogar. En vez de eso, encontré - fulminó a la caballito de mar - que fue legado a sus manos un sitio perfectamente organizado, y apenas tres lunas después el lugar era irreconocible. - Alyssa temblaba de la humillación, lágrimas calientes se le escapaban de los ojos y se deslizaban hasta mojar su vestido verde mar - Despidió a trabajadores leales y los cambió por criados que no cumplen sus funciones. Llenó de frivolidades mi palacio, sin preguntar ni pedir permiso. Y por último, eliminó el cuidado establecido a la ropa de cama, sacrificando la pulcritud que espera cualquier Targaryen en base a que se ahorraría monedas con ello. - le vertió la correcta dosis de superioridad a sus palabras, para que todos lo imaginarán como una extravagancia en la que fue criado. Ensuciaría un poco su imagen con algunos, ¡Maldita sea Visenya por negarse a hacerse cargo! pero desviaría cualquier atención indebida - Somos los gobernantes de Ponientes y quemar leña si queremos es un lujo que fácilmente podemos permitir. Un sonrojo de vergüenza llenaba por completo la cara de la Velaryon, una mirada a Ceryse la mostró impávida antes esto. - ¿Sabes que espero de tí? No especialmente en esta situación, mi rey. - la dama Hightower inclinó su cabeza - Pero si me lo dice, puede estar seguro de que lo cumpliré lo mejor posible. Entonces Aegon vio algo brillar en sus ojos. Codicia. No era tan tonto como para no pensar que las mujeres no podían sentir esto. Tampoco lo veía como algo malo. Siempre que nadie se extralimitara de su lugar, la codicia era una poderosa herramienta. Que fuera una mujer era una ventaja añadida. Siempre subestimadas y sin que les fuera permitido mucho, conocían bien las líneas que no se podían cruzar y se aferraban a la vez, a la fuente que le brindaba sus anhelos muchas veces reprimidos. Deshacerse de una dama que se propasaba también era infinitamente más fácil. Nadie lo cuestionaría si simplemente la echaba de su lugar. Después de todo, era solo una mujer. - Si te digo que te hagas cargo de las funciones de Alyssa, ¿Qué harías, lady Ceryse? La inhalación de la dama valyria fue seguida por una respuesta firme de la otra fémina en el despacho - Asumiría el control de la Fortaleza, comenzando por exigir de Alyssa los registros que lleva de la dirección de la misma. Luego, iría con mi suegra, la reina Visenya y le pediría las indicaciones para que todo este a su gusto, mi rey. Si ella supo dirigir todo de la forma correcta, es su método el que debo imitar. - una mirada púrpura e indignada se posó en ella, como si la idea de que Visenya fuera mejor que ella en la labor fuera insultante por si misma - Comenzaría a buscar los sirvientes despedidos mientras evalúo los que se encuentran aquí. Despediría a los que no cumplen con su deber y re-contrato a aquellos que le plazca a la reina, luego de contar con su aprobación. - él asentía ante sus sugerencias - Además, devolvería todos los cambios efectuados en el Fuerte a su estado original. No pediría su aprobación, porque si así funcionaba su palacio, era porque cumplía con sus exigencias. No se debe molestar al soberano con esas nimiedades. Excelente. Excelente, lady Ceryse. - Aegon no podía estar más complacido, recuperaba el orden de su Casa sin tener que ceder más ante su hermana - Haste cargo de esas funciones desde ahora. Alyssa, obedece a la dama Hightower. Pueden retirarse. - una sensación de complacencia lo invadió. Todo pronto recuperaría su ordenado lugar. La esposa de Maegor organizaría todo para complacerlo, no tendría que lidiar más con la incompetencia de Alyssa y por sobre todas las cosas, no tendría que pedir nada ante su hermana para recuperar su tranquilidad. Mira Visenya, ya no te necesito. ¿Quieres marcharte? Veremos cuánto tardas en volver. Después de todo, por mucho que digas despreciarme, no puedes mantenerte alejada de mí. La puerta se cerró tras ellas y mientras las dos damas avanzaban por el pasillo, Alyssa siseó. - No puedo creer que actuarás así. Yo intente defenderte en la cena hace un par de días. No. Intentaste deshacerte de la princesa Orthyras, que es un mal mayor para ti. - no olvidaría su regalo de bodas. Este supuesto intentó de alianza de la preciosa niña a su lado se debía solo a que existía una amenaza más grande que ella. Sabía muy bien que de no existir, o desaparecer, adonde apuntarían sus maquinaciones - Además, nadie le dice que no a un rey. Sí. - Alyssa no podía negarlo - ¿Pero volver contratar a los viejos siervos? ¿Sabes que son espías de Visenya, verdad? No dije que los contrataría a todos. - admitió. Su actuar frío - Volverán algunos, mientras que otros serán mis servidores. Solo que ellos si conocerán su lugar y cumplirán sus funciones, y además, - la miró de arriba a abajo - si quiero tomar el control total, debo empezar paso a paso. No con cambios que molesten a aquellos que están en el poder. - la miró con algo de burla - Ahora, quiero que me muestres donde están las cuentas y anotaciones sobre el control del Fuerte, y no intentes tenderme una trampa para que falle. Sere minuciosa y como no estás en la gracia del rey, señalarte no me costará nada. Recordaré esto, ¿sabes? - le dijo furiosa - Soy la esposa del príncipe heredero y un día seré la reina. Más te vale recordar tu lugar. Deberías recordar bien el tuyo. - Ceryse se detuvo para devolver uno de sus plateados rizos, que había abandonado su cabello con la agitación - Ambas solo somos simples damas. Ambas casadas con príncipes. Y me guste o no, lo cierto es que mi matrimonio lleva una ventaja de estatus al estar casada técnicamente con dos. Deberías tú recordar tu lugar. Repetir que serás reina una y otra vez podría ser interpretado como traición. - se acercó a ella, usando su altura superior - También deberías recordar, que ser el príncipe heredero no garantiza siempre que sea el siguiente en gobernar. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Después de entrenar el día de ayer, Maegor no vio más a su segunda esposa. Se había enterado de que había salido del castillo, cuando Orys y Visenya salieron, pero no regresó con ellos. Una lástima, le hubiera gustado salir a pasear en el Ladrón de Ovejas. Una sensación de orgullo lo recorrió al recordar que una de sus esposas tenía un dragón, una situación que ni siquiera Aenys podría tener. Él podía ser el heredero, pero era Maegor quien tendría la esposa con más sangre Targaryen, no importa como luciera. Pensamientos felices que abordaban su cabeza por estar distraído. Como tenía tiempo libre, dedicó un poco al estudio de la construcción de las Murallas de la ciudad. Ortiga había dicho que era una de las pocas cosas no destructivas o absolutamente malvada que había hecho. Así que era mejor que empezara a aplicarse a ello. Su primera esposa le había aclarado que esta noche volverían a yacer juntos, lo que no le emocionó demasiado. Pero tenía que tener un heredero y suponía que para ello era necesario la humillación de compartir el lecho. Solo que después de una noche de sueño con Ortiga se sintió... no estaba seguro. ¿Repelente? ¿Más desagradable? ¿Cómo si su cuerpo hubiera descubierto dos formas diferentes de pasar la noche y se quejara de que esta era la que no se sentía correcta? ¿O agradable? El gusto no tenía nada que ver con lo que hacía, aún así, llegó a la conclusión de que no tenía que pasar el ciclo nocturno con ella. Aquí tenía cada uno su propios apartamentos, a diferencia del Cortejo Real, por lo que le explicaría a Ceryse que debían hacer arreglos para dormir en habitaciones separadas. La mayoría de las parejas casadas lo hacían así de todas formas. Camino a los dormitorios de su esposa, fue que escuchó un comentario al azar de un cortesano: - Parece que Lady Ceryse es la Rhaenys de esta generación. ¿Ceryse es Rhaenys? ¿Eso significaba que él era Aegon y Ortiga era Visenya? La idea lo llenó de orgullo. Él se parecía al Conquistador y Ortiga sería su consorte guerrera leal. Quiso decírselo cuando la viera, más cuando alguien lo volvió a repetir esta mañana. Solo que ella no había aparecido hasta después de que comenzó su entrenamiento. Allí estaba, observándolo desde una esquina del patio, pero no podía detenerse a charlar en medio de sus prácticas. Lo haría cuando acabara o se tomarán un receso. Una señal de Ser Darklyn y alzó el escudo y cargó contra él - ¡Excelente Maegor! Ahora sube más el escudo. Bien. Tienes que permanecer atento no vayan a superar tu guardia. - fue una buena aclaración, más cuando un par de movimientos después Darklyn intentó arremeter con un empuje camuflado y él atacó en una contra-defensa - ¡No pongas todo tu peso en tus ataques Maegor! Se que eres fuerte, pero conviene guardar energía. Usa el impulso de tus oponentes en su contra. Ven, ataca. Te demostraré. - el caballero prácticamente hizo tropezar a Maegor, como si su estocada apenas fuera un juego. Esto lo desconcertó un poco - No pongas esa cara muchacho. - había un susurro suave en su tono que calmaba a Maegor, en comparación con las estridentes voces de algunas personas. Inteligente, buen combatiente y con un tono calmante, este era un guerrero al que no le importaba seguir y escuchar - Ven, imita mis movimientos. Excelente. Ahora pruébalo conmigo. - Ser Darklyn se movió justo como había hecho él apenas un instante atrás. Maegor siguió su ejemplo y el Guardia casi cae al suelo. Solo que estaba preparado para ello. Se sintió demasiado fácil. - tuvo que admitir - Es imposible que se pueda usar en un combate. - casi que Darklyn había caído más por su propio empuje que por la oposición que él usó. Oh, se puede hacer. Créeme. - el Guardia Real cabeceó - Solo que los hombres experimentados no caerán en este truco. - se acercó lo suficiente como para revolverle el pelo - También tengo que felicitarte. Aprenderlo y ejecutarlo de una sola vez. Eres todo un prodigio, muchacho. - no le agradaba que lo tocaran así. No lo hacía. Pero considerando que lo estaba elogiando un luchador tan bueno, podía aceptarlo. Más fuerte, Aenys. Mi abuela pegaba más duro. - ambos se distrajeron con las palabras de Ser Colina. Es príncipe Aenys, Ser. - inquirió su hermano - Y no tengo la fuerza. Me duelen todos los músculos. ¿Te parece que me importa? - Ser Addison no cedía - Tú padre te puso conmigo porque no quería nada de trato suave para ti. Si tienes fuerza para quejarte entonces tienes fuerza para usar bien el arma. - escupió - Ahora, ¡golpea! El intento fue más bien patético. Una mirada al rostro de Darklyn mostró una sonrisa, aunque no parecía de alegría o suficiencia. Más bien como si intentara mantenerla con todo lo que tenía pero su propia cara se rehusara a hacerlo. Pobre niño. - negó con la cabeza antes de mirarlo - No importa cuánto quiera el rey, nunca va a ser como tú. - la comparación lo extrañó. ¿Su padre quería que su heredero se pareciera en algo a él? Más razones para estar orgulloso y entrenar con más brío. Retomó el sparring con renovada energía. Darklyn solo amplió la sonrisa, su cara llenándose de pequeñas arrugas - ¡Así, muchacho! ¡Me gusta ver ese vigor! ¡Ay, niño! Será un placer hacer de ti un caballero. Las peleas de entrenamiento habían ido excelentes, como le gustaba decir a su madre. A muchos no le gustarían ser corregidos, sin embargo, era una parte fundamental para mejorar tu técnica. Si solo te dicen cómo se hace algo y te alaban por repetirlo, nunca sabrás que has hecho mal y fallarás. Maegor se enorgullecía de necesitar pocas correcciones, porque escuchaba atentamente y se esforzaba por no olvidar. Lo que lo dejaba exhausto y satisfecho, tanto física como mentalmente. Su instructor también había estado muy complacido con su desempeño. Por ello, cuando Maegor pidió un descanso intermedio, no se lo negó como había hecho Addison con Aenys. Solo dijo: - Aprovecha y ve a conversar un rato con esa dama tan diferente tuya. Por supuesto que lo haría, pero antes - ¿Si sabes que ella es una princesa, verdad? Puede ser una princesa, - asintió el Capa Blanca - pero así como tú eres para mi un muchacho, ella puede ser para ti, tu dama. Mientras intentaba analizar esa lógica llegó junto a ella. Ten, lo guardé para ti. - le ofrecía de sus manos unas manzanas y un odre de agua. Se demoró un poco, temiendo de donde sacó las cosas. Su madre le dijo que siempre vigilara de donde salía lo que comía. Ella lo miró sospechosa y recogió las manzanas contra su cuerpo - ¿No las vas a botar o sí? Porque me las comeré yo si no las quieres. Negó con la cabeza. Siempre tan protectora con la comida, su esposa - ¿De dónde lo sacaste? Lo asalté de las cocinas cuando nadie miraba. - le explicó sin parpadear. Eso era... raro. Pero bueno, ella tenía razón en algo. No pueden envenenar la comida si no saben que es para ti. Así que no dudó en extender la mano y tomar la fruta. Una pequeña porción de comida traída por Ortiga era para ella el equivalente de un Lannister regalando su oro, no podía despreciarla. Buscando llenar el vacío preguntó entre mordida y mordida - ¿Qué hiciste ayer cuando fuiste con madre? Oh, no salí con la reina. - ¿qué? - Salí por la puerta con ella y me puse a dar algunas vueltas por la ciudad. ¿Cómo? - no, esa no era la pregunta - ¿Por qué? El como no es complicado. Salí con su grupo y me aleje a medio camino. Nadie me conoce realmente y como no destacó me mezclo muy bien con los habitantes. - espera, lo hizo ¿sola? No sabía si estar impresionado o sacudirla por ponerse en riesgo al salir sin escolta - Sobre el porque, ¿no te preguntas cómo están las cosas ahí afuera? - La verdad es que no. No tiene sentido. Mmm, ¿cómo explico para qué comprendas? - su sonrisa era suave, no había burla por no entender algo que debía ser simple para ella - Ya sé. ¿Te gustaría entrar a una batalla con la mitad de la información. No. - eso era una idea terrible a menos que estuvieras encima de un dragón, donde un ejército enemigo no podría alcanzarte. A menos que tu enemigo tuviera un dragón. Mmm. Pues eso es este lugar para mí. sí. - señaló todo a su alrededor - Dentro de los muros de este lugar es un mundo y afuera es otro. Me gustaría saber de ambos. Además, - dijo divertida - soy demasiado curiosa para dejarlo pasar. Él tuvo que admitir que tenía sentido, sin embargo... - ¿Tenías que salir sin escolta? Destacarían mucho. - Maegor no aceptó del todo la explicación - Bien, hablaré con tu madre a ver si me puede conseguir compañía protectora. - mucho mejor. A él no le gustaba la idea de ella ahí fuera pero suerte obligando a una jinete de dragón a hacer algo o más bien, no hacer algo que quería - No te preocupes tanto, lo más malo que me pasó fue que me robaron unas monedas. ¡Esa rata si que tenía talento! - mencionó emocionada mientras que él entraba en pánico. - ¿Cómo que te robaron? ¿Sabes la cara del que fue? Podría mandar a la Guardia de la Ciudad a perseguirlo si eres capaz de reconocerlo. No. - la respuesta fue firme - A esa rata la atraparé yo, nadie más. - ¿era algo así como orgullo de ladrones? La respuesta se le debió escapar porque su esposa asintió. Pues sí. Así es. Además, como te dije, solo fueron unas cuantas monedas de algo que vendí. Mi consejo es que nunca pongas toda tu plata en la misma bolsa. - lo expresó como si estuviera impartiendo una gran sabiduría - Así aún si te asaltan, no se llevaran todo. Ni siquiera el mejor ladrón puede robarte las botas mientras caminas. - ¿Qué vendiste? ¿Por qué? ¿En cuánto? ¿Como regresaste? ¿Por dónde entraste? ¿Cómo... Para. Para. O me voy a olvidar de la mitad de las preguntas antes de darte todas las respuestas. - Ortiga se reía desenfadada. No creía que se estuviera burlando de él, ella se lo había prometido, así que sonrió de vuelta - Oh, eres tan dulce. - no, no lo era - Pero aquí van. Vendí uno de los regalos de la boda. El pisapapeles de la manzana de oro. Me acuerdo de ese. Un regalo un poco tonto. - un pisapapeles de manzana para la Casa Targaryen. Que vergüenza. Aunque su esposa compartía su idea, discrepaba en la causa. Bueno, al final la solución era la misma. Verdad que sí. Si vas a dar un pisapapeles que no sea algo tan caro. Madera o piedra, no oro. Que desperdicio. - negó con su cabecita. Su cabello amarrado en una cola de caballo en vez de una trenza. Después preguntaría porque - Compré algo por aquí, tiré unas monedas por allá. Le llevé tres ovejas gordas a mi pobre Ladrón de Ovejas para que no se atreva a comerse la de ningún campesino. ¿Porque te importaría si se come las ovejas de los campesinos? - preguntó con genuina curiosidad. Porque para ti no son nada. Para ellos podría ser la diferencia entre vivir y morir de hambre. - y su esposa era muy defensiva cuando se trataba de la cena, incluso cuando no era suya - Al final, volví por donde mismo entré el primer día que llegué acá. Los guardias me reconocieron, aunque estaban un poquito indignados de verme regresar sola. Habían hecho bien su labor. Considerando que nadie más se preocupó por ella, tendría que recompensarlos de alguna manera. Eso era lo que su padre hacía cuando estaba contento con como había respondido alguien ante una de sus demandas. Hablando de su padre... Orthyras, - no se olvidaría de su nombre de princesa, no cuando sentía acercándose un grupo de pasos - ¿sabes que escuché en la Corte? No, dime. - ella le arrebató una de sus manzanas a medio comer y le dio una mordida - Cuenta, me gustan los chismes. No es un chisme. - aclaró, él no era un chismoso - ¿Sabes que en la Corte dicen que Ceryse es la nueva Rhaenys y sobre que tu eres Visenya? Eso significa que tú y yo somos Aegon y Visenya, el mejor equipo. No lo dicen porque Aegon y Visenya sean el mejor equipo. - se burló el dueño de los pasos a su espalda - Lo dicen porque Rhaenys era la reina amada y favorecida - un vistazo demostró quien era. Cabellos de plata y una creencia exagerada de su propio valor, solo podía ser Aemion Velaryon. Había intentado ser un compañero de juegos de Maegor, siendo apenas dos años mayor, y no había funcionado. Que no se diga que los Velaryon no intentaban estar en todos los frentes. Su plan se hundió debido a que si a Maegor le costaba lidiar con niños que se arrastraban por complacerlo, más le costaba soportar a uno con una estima tan grande por él mismo. El hijo favorito de Alarra Massey, por lo que había escuchado. El consentido de su madre y probablemente la única persona en el mundo más mimada que su hermana Alyssa - y Visenya es la esposa del deber. La que Aegon desposó solo porque era lo que se esperaba de él y luego, prácticamente la tiró a un lado. ¡Eso es mentira, Aemion! - Maegor frunció el ceño - Mi padre no tiró a mi madre un lado. Por favor, - el compañero a su lado debía de ser otro Velaryon, quizás un primo. No solo compartían la típica coloración valyria sino que ambos vestían de túnicas a juego, verde y azul con calzas azul oscuro y botas fuertes y resistentes - todos saben que eso es verdad. El rey apenas soportaba a la reina Visenya cuando su otra esposa estaba viva, por ello pasaba diez noches con Rhaenys por cada noche que pasaba con Visenya. Se murió su esposa amada y el rey ya no quería saber de ella. - su risa se escuchó como un rebuzno en sus oídos, lo que puede que se debiera a que todo se empezaba a escuchar distorsionado - De no haber sido porque te dio a luz, lord Dragón incluso se abría casado con otra. Los lord comenzaron a traer a sus hijas a la Corte por ello. Mentiras, mentiras, mentiras. - se puso las manos en las orejas con tal de no escuchar esas infamias. Aún así, no pudo bloquear todo lo que dijeron. ¿No nos crees? - continuó Aemion - Preguntale a cualquiera a tu alrededor. Cuando llamas a alguien la Visenya y la comparas con Rhaenys no es un halago. Les estás diciendo que son la mujer tolerada, porque es útil y nada más. Maegor miró a Ortiga, buscando que los desmintiera, solo para notar que apretaba los labios. Un horror se extendió dentro de él - Yo no te despreció. - susurró - No quería ofenderte. - para él, Ortiga era una de las mejores cosas. Como su madre. Que la gente pensará así de su madre... Comenzó a sentir un dolor en el pecho, una sensación como si se le apretara, como si se estuviera ahogando. Se sentía frío. Tan pero tan frío. Y luego sintió el calor subirle por el cuerpo. Y furia. Mucha furia contra aquellos que insultaban así a su madre, y a su esposa. Iba a ir tras ellos. Incluso había avanzado un paso, ciego de rabia, cuando Ortiga saltó sobre su espalda y le mordió la oreja. Se sacudió del susto tan fuerte que casi la desbanca. Ella se aferró más y le murmuró al oído - No lo hagas. Están buscando pelea. Contrólate. - ¿ellos la ofendían y ella quería detenerlo? - Confía en mí, no pelees. Confía en mí. Tomó todo su control no deshacerse de ella y saltar sobre ellos. No cuando continuaban sus insultos hacia su madre. Tenían que agradecer que Ortiga lo sujetará con tanta intensidad, que temía que si intentaba liberarse, le haría daño. Oh mira, la chica es toda una salvaje. - Aemion continuaba mientras su primo había empezado a retroceder, no del todo confiado en que Ortiga logrará contenerlo por mucho tiempo - Con razón dicen que es tu Visenya. ¿Qué mejor comparación que con la reina guerrera rechazada? La mujer defectuosa que todos tienen que soportar por el bien de su dragón y nada más. Si no lo tuviera el rey la habría... ¡¡¡Aemion!!! - fue la voz escandalizada de Aenys quien detuvo todo - ¡¿Cómo puedes estar diciendo cosas tan horribles sobre mi tía frente a mi hermano?! - sabía que su madre era la favorita. Eso no era ningún secreto. Pero exponerlo así era simplemente cruel. Ni siquiera discutían hechos, sino que los comentarios buscaban hacer daño - Alyssa estaría tan decepcionada contigo por tu comportamiento. Ven y discúlpate con Maegor por tus palabras. ¿Por qué me tengo que disculpar? - Aemion se rebeló - ¿Acaso es mentira lo que dije? ¡Aemion! - intentó ponerse lo más firme que podía, como le había intentado enseñar Orys - Vas a ponerte frente al príncipe Maegor y vas a disculparte por ofender a los miembros de la familia real. Bien. - si Aenys pensó que había logrado algo, se equivocó - Perdón por decir la verdad y perdón porque esta te ofendiera, príncipe Maegor. Debe ser muy duro ser el hijo de la no amada, y ser igual de atesorado que ella. Para empeorar tu situación, te casaron con la versión mestiza de tu madre. Oye, al menos puedes follar con la Hightower. A la bastarda morena nadie con sangre valyria se dignaría a tocarla. Aenys se atragantó mientras el joven Velaryon se marchaba bastante complacido con él mismo - Por los Siete. ¿Qué le pasa a ese niño? Mi Alyssa a tenido unos días muy duros, pero esa no es razón para desquitarse contigo. ¿Estas bien, Maegor? - su tono era dolorosamente suave. Le hubiera puesto una mano en el hombro, sin embargo tenía a su esposa encima y temblaba con tanta ira reprimida que temía que esta se dirigiera a él cuando escapará. Maegor había perdido el sentido de lo que ocurría a su alrededor, concentrando toda su voluntad en no moverse y cargar en persecución de los infractores. Solo una voz atravesó su neblina, con un mensaje que se le quedó grabado - Hagas lo que hagas, no te quedes solo hoy, deja que todos vean dónde estás. - la voz sobre él se escuchaba dura, con un lado depredador - Y sobre todas las cosas, deja que todos lo recuerden bien. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Maegor había pasado el resto del día en un bucle de tensión y frustración. Él debería ir tras Aemion y castigarle. El maldito caballito de mar y su compañero lo habían ofendido a él, a su esposa y a su madre. Debería poder proteger el honor de su familia y castigar a los que lo ofendían. Era su deber. Pero su esposa le había pedido que no le hiciera, que confiará en ella. Él lo hacía. De verdad. Aunque hacer lo que pidió iba en contra de todo lo que él era. Si Ortiga lo había detenido es porque era una trampa. Ella lo protegía cuando no se daba cuenta de las cosas. Entonces... ¿por qué había desaparecido? No había sabido de ella desde entonces. Aenys debió escuchar lo que ella le pidió. Que no se quedará solo. Tal vez para también seguir el consejo de su esposa, tal vez para que no hiciera nada equivocado, su medio hermano no se apartó de su lado en todo el día. Ya fuera en el patio o en el estudio del maestre, incluso lo arrastró a la biblioteca de la Fortaleza. Un Septon que siempre era gruñón con Maegor lo recibió con verdadero deleite y le permitió tomar libros que antes apenas le permitía tocar con sospecha. Al final resultó ser muy útil el consejo de su mujer, estuviera donde estuviera, porque al otro día en medio de su entrenamiento, fue llamado al despacho personal del rey. Insatisfecho con tener que abandonar sus ejercicios antes de terminar la sesión, y con todas sus emociones reprimidas desde ayer, casi había explotado cuando escuchó que se solicitaba su presencia porque Aemion lo acusaba de haberlo atacado el día anterior. Su medio hermano, viendo el alboroto, había acudido ignorando a Ser Colina que le informaba que no se le permitía abandonar la rutina. Están acusando injustamente a mi hermano, - había dicho Aenys, soportando el enfado de su instructor lo mejor que podía - yo estuve con él todo el día de ayer y es imposible que haya hecho algo. No sé porque el hermano pequeño de mi esposa dice esas cosas pero es mentira. Yo serviré de testigo. Su esposa debía haber imaginado que el Velaryon querría atenderle una trampa, pero Maegor nunca habría imaginado que llegará hasta ese punto. No cuando entró en las dependencias de su padre, encontrándolo detrás de su escritorio y a lord Aethan Velaryon y sus dos hijos en una esquina. El Señor de las Mareas permanecía impasible mientras Alyssa estaba severamente indignada. Incluso él se quedó con la boca abierta ante la vista que lo recibió. El rostro delicado de Aemion, que compartía con su hermana, estaba golpeado en su totalidad. Labios partidos, ojos hinchados, moretones e incluso un pómulo cortado. Estaba de pie sin problemas por lo que dedujo que si tenía dolores en otras partes del cuerpo no eran tan importantes. Pero ¿cómo era que ese niño egocéntrico y lleno de amor por sí mismo había permitido que le dieran semejante paliza solo para señalarlo? ¿Acaso el mundo se había vuelto loco? Estaba bastante seguro de ello, cuando el caballito de mar lo señaló con un dedo y dijo: - Fue él. Él me hizo esto. Solo porque señalé la diferencia entre Visenya y Rhaenys. Una era la reina amada, otra es poco más que la madre de un monstruo.
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