ID de la obra: 941

Sangre y fuego y otras magias extrañas

Het
NC-17
Finalizada
1
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579 páginas, 308.987 palabras, 45 capítulos
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Lo que damos y lo que recibimos

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¡Aemion, baja esa mano! - el regaño de Aethan Velaryon no se escuchaba muy alto, pero tenía a ambos de sus hijos entrando en pánico. La astuta serpiente había notado lo mismo que Aegon, el shock del príncipe Maegor al ver los moretones del Velaryon - No hacemos ninguna acusación hasta que presentes tu caso. ¿Así que iba a continuar la farsa? Mmm, suponía que era muy tarde para echarse completamente para atrás. Aunque al parecer no planeaba presentar el problema él mismo, como se esperaría del padre del afectado. Puede que hubiera planeado hacerlo originalmente, pero viendo el desarrollo reciente decidió retroceder. Lo comprendía en parte. La reacción de Maegor era una prueba en su contra por sí misma. Otros podrían creer que el segundo príncipe sería capaz de fingir sorpresa. Esos serían sólo los que no lo conocían. Siendo el Consejero Naval, Aethan estaba asentado permanente en la Corte, y de seguro conocería exactamente la naturaleza expuesta y sin disimulos del hijo de su hermana. Si el niño decía que no lo hizo, uno podía estar seguro de ello. Y Aethan era demasiado astuto para ser atrapado en una mentira, incluso en una que le beneficiará. Bienvenidos, mis príncipes. Lamento encontrarlos en estas circunstancias. - detrás de Maegor surgió Aenys, Aegon no había enfocado su presencia hasta que las palabras del Señor de las Mareas lo reconocieron. Los Velaryon ejecutaron una reverencia antes los príncipes y los príncipes una más sencilla ante el rey. Las ropas manchadas demostraban que ambos habían venido aquí desde el patio de entrenamiento. El Conquistador entrecerró sus ojos. ¿Por qué estaba su hijo aquí? - Mi hijo Aemion a realizado una acusación formal ante el rey, y nuestro soberano a decidido escucharla. Esto se hará aquí y sin una audiencia, de forma que nada fuera de lugar se filtre fuera de estas paredes. El rey inclinó la cabeza de forma breve en concesión a su introducción y ordenó - Di tus palabras, niño. Aemion Velaryon no estaba preparado para ello. Tanto él como su hermana parecían desconcertados por el hecho de que su padre no presentaría él mismo la petición ante el monarca. Se miraban el uno al otro, Alyssa lanzando miradas preocupadas a su esposo, que se encontraba ubicado tras el príncipe acusado, dando una ligera sensación de apoyo. ¿No has escuchado a nuestro rey? - exigió lord Aethan - Cuéntame lo que dijiste Aemion. ¡Habla! El joven Velaryon se estremeció antes de tomar la iniciativa - El día de ayer, el príncipe y yo intercambiamos palabras... - ¡¿Llamas palabras a insultar a todo mi familia?! Maegor, has silencio. - Aegon no admitía discusión - Permite que el Velaryon diga lo que tenga que decir. Luego lo rebatirás, si puedes... Un tic nervioso pareció encenderse en la mejilla del príncipe Maegor. Una mirada acusadora dirigida al más joven de los caballitos de mar. Yo y mi primo intercambiamos insultos con el príncipe, lo admito. - la rectificación tampoco pareció complacer a Maegor, que comenzó a abrir y cerrar los puños en su lugar - Pronto el príncipe Aenys intervino y desalentó la discusión. - ¿su hijo lo había hecho? Lo miró removerse nervioso. No, pero quizás sí que lo había intentado. Interesante. Interesante y conveniente. Si su hijo se convertía en una especie de protector social de Maegor... - entonces el príncipe nos atacó en un pasillo, alrededor de la hora del crepúsculo. Aegon vio cómo el menor de los príncipes iba a hablar, para luego morder sus propias palabras. Dijiste: nos atacó. - inquirió Aegon. Si, alteza. - afirmó Aemion - A mí y a mi primo. - Interesante... ¿Por qué su primo no se presentó también a testificar? Temía las represalias, mi rey. - Aemion contó - Como el príncipe es capaz de esto, - señaló su cara amoratada - prefería no volver a quedar expuesto. Teme a tal punto que si le preguntas si fue él, lo negará. ¿Incluso a su rey? - su pregunta pareció tocar algo dentro del muchacho, que enseguida respondió. No estoy seguro. - el muchacho se retorcía y dudaba - Pero su testimonio no será necesario, porque yo estoy aquí para contar la verdad. - que ingenuo comentario. ¿Creería que se saldría con la suya con tanta facilidad? Bueno, hasta hace poco Maegor era el príncipe dejado de lado, desterrado de su presencia. Suponía que todos esperaban que usara esto para deshacerse de él por un rato. Pero, lo planes habían cambiado, y Maegor le resultaba más útil y necesario aquí mismo. Mentiras, mentiras y mentiras. Todo lo que escupe con tu lengua son mentiras. - Maegor temblaba de rabia ante ellos, sin articular con fundamentos. Sus puños se apretaban con más fuerza todavía - Llamaste a mi madre la despreciada, la que solo era soportada. Comparaste mi situación con ella. - apretó los dientes, luciendo un gesto agresivo y amenazante - Llamaste a mi esposa mestiza que nadie de sangre valyria querría tocar. Y ahora me acusas de pegarte cuando no lo hice. Y sí que quería hacerlo. Pero no lo hice. Mi esposa me lo pidió y no lo hice. ¡No lo hice! Maegor, cálmate. - Aegon lo miró de arriba a abajo, ya no estaba seguro si temblaba de la rabia o de la frustración, aunque era claro que la contención estaba cobrando su precio - Espero de ti un mejor argumento que: No lo hice. - se burló un poco - Eres un príncipe de la Corona y no un niño y espero algo mejor. Así que me das una buena respuesta o tendré que creerle a Aemion. Así es como pasaría en un juicio real. Maegor tomó aire e intentó hablar, pero las palabras se le enredaban en la lengua. ¿Qué podría decir él para que le creyeran? Después de todo, Aemion lo había dicho. Muchos lo consideraban un monstruo, no creerían en su palabra. Quería gritar de la frustración, arremeter. Al menos hasta que Aenys habló: Pero padre, - su voz suave intervino insegura, como si dudara en desmantelar la historia del hermano de su esposa, adivinando quizás las posibles repercusiones - es muy fácil probar que no lo hizo. Deje a Ser Gregor custodiando la puerta del príncipe cuando se fue a arreglar a sus habitaciones. Estuvo de guardia allí hasta la hora de la cena cuando fui a buscarle. Ser Goode no me informó que el príncipe saliera en ese tiempo así que no debió ser él. - le dedicó a Aemion una mirada de disculpa, como si no acabara de destapar toda su mentira. Desde el espacio que ocupaba, Alyssa negaba una y otra vez con la cabeza, como si no aceptara lo que significaban las palabras de su esposo - Quizás se confundió pero quien le atacó no fue mi hermano. Entonces fue uno de sus sirvientes. - intentó mantener a flote su engaño el mocoso Velaryon - De seguro ordenó hacerlo en algún momento del día. No. Yo pasé todo el día con él. - Alyssa permanecía callada y atrapada contra la pared, pálida y aterrada, viendo a su esposo desarmar el plan de su hermano para responsabilizar a Maegor. O quizás su propio plan, pensó Aegon. Para este momento tenía los labios blancos y unas gotas de sudor en la frente. Debía estar imaginando las consecuencias que venían - Cuando Maegor llegó a sus habitaciones, su baño estaba listo y a él no le gusta requerir sirvientes para el mismo, así que no le pudo dar ninguna orden a nadie. Aemion intentó continuar la farsa. Pero Aegon ya estaba aburrido - ¿No dijiste que había sido el príncipe Maegor quien les pegó a ambos? ¿Ahora quieres culpar a uno de sus sirvientes? - alzó una ceja. La curiosidad también le picaba. ¿Quien habría sido? Lo más probable que un sirviente de su hermana, buscando una compensación posterior de la reina. Dudaba que Alyssa pudiera eliminar ella misma a todos los que servían, directa o indirectamente, a los intereses de Visenya. Bah, que importaba quién fue. Solo que no podían probar que fue Maegor. Aunque se mantuvo impasible, estaba bastante disgustado con todo lo demás. El niño Velaryon intentaba culpar al hijo de su hermana, quien se presentaba ante Aegon como una solución a los problemas de suavidad de su porpio hijo. En beneficio, la defensa de Aenys de su causa, podría empezar a granjearle la amistad del segundo príncipe. ¿Cómo castigar al jovencito entrometido sin interrumpir su alianza con los Velaryon? No podía afrentar del todo a su familia, no si quería mantener su lealtad. Pero tampoco podía dejarlos marcharse con una palmada en las manos, como estaba acostumbrada Alyssa. Solo sabía algo. Los hijos menores de Aethan eran unos tontos, por lo visto. No diría lo mismo de los mayores. Había conocido a Daemon y de ser posible, era más calculador aún que su padre. ¿Qué hacer? ¿Que hacer? Aenys, - preguntó. Al principio pensó en que el mismo eligiera el castigo, sin embargo, cambio de opinión. No podía sabotear su posición con los Velaryon. De seguir ese camino tendría que escoger entre eso, o sacrificar su plan para que estableciera un lazo más fuerte con Maegor. No. Mejor pensar en otra cosa - ya que Aemion mintió intentando culpar al príncipe Maegor, me gustaría saber que tan ofensivo fue lo que dijo para descontrolarlo tanto. ¿Podrías iluminarme? Oh, emmm. - su hijo dudó antes de admitir - Puede que llamara de varias formas a Visenya como un... como un... - buscó una forma desesperada de expresarse sin avivar un castigo mayor para el joven Aemion. Quizás estuviera pasando por momentos difíciles, aunque eso no escusaba que se portara así con su hermano. Aún así, lo que dijo fue bastante duro. ¿Cómo podría expresarlo sin que le creara un problema mayor a Aemion? Sabía que su Alyssa lo apreciaba bastante - ¡un lastre! para la familia, que solo la mantenías cerca por su utilidad. - Aegon permaneció tranquilo ante esto. La fémina de los Velaryon se había cubierto la boca con una mano. ¿Queria negar las palabras de Aenys o las de su hermano? - Que la princesa Orthyras alguien de sangre mezclada y una versión defectuosa de mi tía. Emmm, algo de follarse a lady Ceryse. - para este momento, no sabía quién estaba sudando más, si su hijo o el de Aethan. Cuando terminó, el silencio se apoderó de cada esquina del cuarto. Como si nadie supiera que decir a eso. Bueno, ya tenía lo que necesitaba. Entonces, Aemion de la Casa Velaryon, has insultado tanto a la sangre de tus Señores como a la de tu familia política. - evitó mencionar que eran la familia real, o el castigo tendría que ser más duro - Has faltado el respeto a las esposas de tu príncipe. Has mentido en tus palabras y has lanzado falsas acusaciones. - el muchacho temblaba en el lugar. Quien quiera que fuera quien le dio la golpiza, debió haber mantenido la boca cerrada en vez de venir a mentir y a quejarse - Dime, ¿cuál crees que sería una penitencia adecuada? El mocoso intentó mirar a su padre en busca de ayuda. La desaprobación de Aethan Velaryon era palpable, aunque no contra el rey. Su hijo había transgredido algunas normas y todavía peor, había fallado dejando a su Casa en un mal lugar. No. No encontraría consuelo ni apoyo en su padre. Su cara llena de moretones le causaba algo de lástima a Aegon, aunque no lo suficiente para perdonarlo por las molestias causadas. Viendo que lord Aethan no planeaba interceder a su favor, continuó. Pues bien, - puso su cara más regia - Aemion, por tus crímenes se te destituye de cualquier cargo o privilegio que pudieras tener en la Corte. Quedas a la vez, desterrado de la misma hasta nuevo aviso. - los menores de los Velaryon lo miraban con fascinado horror - A partir de ahora, quedarás destinado a Puerto Gaviota, para supervisar la construcción de barcos de la Flota Real y el patrullaje de las costas. No regresarás a Desembarco del Rey ni a Marcaderiva sin mi permiso expreso. ¿Queda entendido? - era severo, pero no sangriento. Una solución práctica para Aegon, que alejaba además su mala influencia y le permitiría, si el muchacho podía, hacerse un nombre y una fortuna propia. Un castigo suficiente para no ofender a ningún bando y mantener la autoridad de su hijo. Incluso creyó notar como la tensión salía del patriarca de los Velaryon, sus hombros relajándose. El mocoso casi se había derrumbado en el piso. Algo patético. Estaba seguro que la presencia de Aethan era todo lo que le impedía rogar por perdón. Si el joven Velaryon esperaba una defensa de su padre, se iba a decepcionar - Deberíamos poner un plazo fijo mi rey. - observó a su hijo colapsado - Cinco años me parece muy poco, pero diez es algo exagerado. - Aemion se estremeció y Aethan desvió la vista hacia Aegon - Que tal si establecemos que sean siete años. Después de todo, ofendió a una dama de la Fé y el Siete es un número sagrado de penitencia y purificación. Sí, - Aegon tenía que asentir, el número complacería a los Septones - siete años estarán bien. - de esta forma el niño o madurada o se amargaba, pero lejos de aquí. También Aethan se aseguraba que su hijo no estuviera desterrado indefinidamente - Este castigo se mantendrá también en confidencia. Las acciones imprudentes de un niño no deberían manchar la excelsa reputación de su Casa. Aunque Aemion no tenía el estado para apreciar el gesto, su padre sí lo hizo. Un destello de alivio cruzando su rostro. Esperaba que este gesto fuera recordado y se devolviera con gratitud si alguna vez tenía la ocasión. Todos, - los señaló - pueden retirarse. Aenys, quédate a mi lado, hijo mío. Quiero discutir algo contigo. Para cuando los demás abandonaron la sala, Aenys sostenía sus manos juntas, apretadas - Padre, ¿siete años no serán excesivos? No, Aenys. - le explicó - ¿No ofendió él a toda la familia de Maegor? ¿No son ellos sus superiores? Cuando Aenys fue a replicar explicó - Ese niño es una amenaza para su propia familia. ¿Se te ocurre pensar que la mayoría de los Velaryon no verían con buenos ojos que ofendiera directamente a dos jinetes de dragón y a alguien vinculado a ellos? - la mayoría oscilaría entre el pánico de tentar a Visenya a quemarlos y el deseo de ahorcar personalmente al muchacho. Supongo que no estarían muy contentos con él, ¿verdad? - lo miró con esperanza - Sí, se lo diré a Alyssa. Fue por su propio bien. Aegon sintió una mordida de decepción por su propensión a inclinarse ante su esposa, pero lo desestimó. Un problema para después. Era momento de sentar las bases de su plan - Aenys, estoy muy orgulloso de ti. - ¿Lo estás? ¿Por qué? Hoy defendiste a tu hermano. Ya sabes que no es muy bueno con sus palabras y es demasiado joven. - si, apenas era un niño. Aenys incluso se sintió un poco incómodo cuando celebraron su boda con trece años, pero como todos decían que lucía mayor... Se distrajo por un momento de lo que le decía su padre - así que como él es tan solitario. ¿Podrías poner un poco de esfuerzo y convertirte en su amigo? - ¿Eh? Aenys, Maegor siempre está tan solo. ¿No quieres ayudarle? - no podía fallar aquí - Incluso permitiré que la carga que te impuse disminuya. Podrías hacerle ese favor. Mmm, nunca tiene acompañantes ¿verdad? - Aenys asintió - Y resulta ser que le gustan bastante los libros, padre. - dijo emocionado - No sobre temas que me llamen mucho la atención, pero encontraré algo. Tienes razón. Mi hermano necesita compañía. - era muy cerrado, pero no era realmente un mal niño. Solo un mal conversador - Lo haré, padre. - afirmó con alegría. Que satisfacción. Por una vez, cada plan de Aegon comenzaba a salir a la perfección. No más errores inesperados, no más piedras en el camino, y sobre todo, no más sensación de asfixia cerniéndose sobre él. Su dinastía perduraría y él se aseguraría personalmente el triunfo de Aenys. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Como todo se había resuelto de forma favorable, o eso creía, Maegor marchaba de regreso a su entrenamiento. Era lo que correspondía hacer en las mañanas y ya había sido severamente atrasado. Tendría que esforzarse más para recuperar el tiempo perdido. Suspender la práctica por hoy jamás se le habría pasado por la cabeza. Al parecer, los dioses tenían sus propias ideas de lo que él haría. A punto de terminar su recorrido para llegar a su destino fue interceptado por su madre. Su Guardia Real asignado manteniendo una amplia separación entre ellos. Puede que ordenado por la misma Visenya para que no escuchara el intercambio. Maegor, ¿qué pasó? ¿Por qué me dijeron que ese bebé mimado que es el hijo de Alarra Massey te acusó de golpearlo? - su madre actuaba tensa, vigilando todo a su alrededor - ¿Qué castigo te dio tu padre? No me castigó, mamá. No hice nada. - uff, sonó como un niño quejándose - Aemion mintió. Es por ello que esta desterrado de la Corte, de Desembarco y de Marcaderiva por siete años. ¿Qué? - preguntó extrañada - ¿Qué hizo para merecer tal cosa? ¿Además de intentar inculparme con respecto a que le pegué? - su madre lo pensó bien, antes de asentir - Ofender a la familia real. - no quería repetir lo que dijeron ¡No quería! Y como no quería, fue lo primero que su madre preguntó. - ¿Qué te dijeron? Me explicaron que cuando la gente llama Visenya a Ortiga, no la están halagando. - no tenía la fuerza para mirarla a los ojos. Una parte de él todavía quería negarse a aceptar lo que significaba. No podía ser cierto. ¿Cómo la gente no podía admirar a su madre? ¿Por qué? Ay, mi niño. - aquello le provocó un dolor sordo. Él no reconocía bien muchas emociones, sin embargo, la aceptación en la voz de la reina sobre esta situación era inconfundible - Esa es la realidad del mundo para aquellos que no encajamos. - su madre lo apretó entre sus brazos. Se sentía tan cómodo aquí y a la vez tan expuesto, que quería ponerse a llorar como un niño de teta. Esta bien, mamá. Digo, madre. - mamá era para los niños pequeños, él ya era un hombre con esposas - Orthyras me detuvo antes de que pudiera enfrentarme a ellos y me dijo que me mantuviera siempre al lado de alguien. Al final, tenía razón. Me querían tender una trampa. Solo que como Aenys les dijo la verdad y padre lo escuchó, no pudieron inculparme. Su madre sujetó sus brazos - ¿Aenys? Sí. - asintió - Cuando mi esposa me dijo que hiciera lo que hiciera, dejara que todos supieran dónde estaba. Mi hermano debió sospechar, como ella, que planeaban una traición y se mantuvo a mi lado todo el tiempo. - era lo correcto, la familia se protegía. ¿Por qué su madre fruncía el ceño? - ¿Qué pasa? Nada. - la reina no le hubiera adjudicado tal inteligencia estratégica a Aenys, pero puede que solo escuchará con atención los consejos de su pequeña ladrona. Su ladrona... algo sonaba sospechoso. Maegor la miró com curiosidad, antes de encogerse de hombros y seguir - Cuando termine mis ejercicios voy a buscar a mi esposa. No la he visto desde ayer. Ella tampoco. La realización la golpeó y se convirtió en alarma. No podía ser. Maegor también notó que estaba desestabilizada por algo, ya que cuando Visenya giró y salió disparada, la siguió en vez de ir al patio. Retírate a descansar. - ordenó Visenya mientras se marchaba a su protector. Al caballero ni siquiera se le ocurrió contradecir a la reina. ¿Madre? - Maegor se preocupó. ¿Qué podría haberla alterado de esa forma? Su inquietud solo aumentó cuando se dio cuenta que iban directos a los cuartos de Ortiga. Asignados por algún motivo alejados de los suyos. Antes de doblar la última esquina, Visenya recobró el porte y Maegor la imitó. Uno de los Capa Blanca estaba estacionado en la puerta. ¿Y la princesa? - la pregunta de la reina fue respondida con inmediatez. En sus habitaciones, alteza. - el caballero afirmó - La princesa Orthyras se siente delicada desde ayer y ha decidido descansar. ¿Ortiga, delicada? ¿Ella? - Cédame el paso. - Nuevamente, nadie se atrevió a oponerse a sus mandatos. La puerta se abrió y tanto ella como Maegor entraron. Ortiga estaba en la cama todavía e inmediatamente se cubrió con una sábana. Estoy indecente. Deberían irse. - su esposa estaba ganando algo de pudor. Por lo visto la educación de su madre estas lunas había mejorado su recato en algo. Visenya no creía lo mismo y fue directo a donde estaba para arrancarle las coberturas. No le dio tiempo a Ortiga a responder antes de que agarrara su mandíbula y la expusiera a una mejor iluminación. Un labio partido y un pómulo desgarrado fue lo que alcanzó a ver. El ¿qué pasó? que escapó de sus labios fue opacado por la afirmación de su madre de - Tú, delicada y quieta en una habitación son cosas que no creeré hasta que las vea con mis propios ojos. Y no estarías así a menos que estuvieras muriendo u ocultando algo. Asi que... ¿te metiste en una pelea? - su madre también atrapó su mano para observarla. Sus nudillos estaban algo raspados. Ortiga engurruñó sus ojos oscuros y asintió. Supongo que otros padres o tutores preguntarían algo más, pero siempre me han acusado de ser diferente. - había una inflexión que nunca había escuchado en su madre - Mi principal preocupación es: ¿Quién ganó? Una pequeña risita salió de los labios rotos de su esposa - Si piensas que estoy mal, deberías ver cómo dejé a los otros dos. A uno lo dejé cojeando y al otro le partí la cara. Maegor sintió que su quijada se le caía hasta el pecho - ¡¡¡Fuistes tú... - su esposa no dudó en cubrirle la boca como prometió hacerlo. Él mismo se dio cuenta que casi grita el secreto para que todos se enterarán. Más bajo repitió - Fuistes tú quien le pegó a los chicos Velaryon. Por eso me dijiste que me mantuviera al lado de alguien todo el tiempo. No era porque temías una trampa, sino para que luego no me acusaran de nada por lo que les iba a pasar. Un guiño fue toda la respuesta que recibió de ella. - ¿No tienes miedo de que uno de ellos te acuse por golpearles? Oh. No lo harán. Créeme. - su risa fue más maliciosa - Les pegué donde más les duele a los hombres. ¿Qué tiene que ver un golpe entre las piernas con que no hablen? - Ortiga se le quedó mirando. Yo quería decir un golpe a su orgullo. - su sonrisa se hizo tan grande que le debió pellizcar el labio, porque se lo tocó - Pero si puedes asestar un porrazo ahí, hazlo sin dudar. ¿Cómo evitaste que hablaran, entonces? - pregunto viendo que su madre permanecía en silencio. Les dije: ¿van a contarles a todos que una sola chica - batió sus pestañas en un gesto exagerado - les pateó el trasero bien pateado a los dos? Uff, deberías haber visto sus caras. No admitirán que fui yo ni aunque los maten. Usar el ego de los jóvenes en su contra puede ser un arma de doble filo, Ortiga. - expresó su madre, sin embargo aún se escuchó un diminuto deje de satisfacción - Tendrás en ellos unos enemigos desde ahora. Maegor frunció el ceño y Ortiga solo se encogió de hombros - Si son capaces de insultar abiertamente de esa forma a un príncipe - ella ignoraba que también era una princesa - es que ellos ya son enemigos. - terminó de forma un tanto oscura. Su madre cabeceó mientras Maegor oscilaba entre la admiración y la frustración. Vencer a golpes a esos dos debía hacerlo él, no ella. Si no eres buena con las armas, ¿cómo les ganaste? - ella le había contado que su madre comenzó a enseñarle a usar la espada. Dos hijos de la Casa Velaryon deberían tener entrenamiento suficiente para superarla. Soy mala con las armas, - respondió Ortiga antes de soltar otra risita - y muy buena con las emboscadas. Este lugar está muy mal construido. Puntos ciegos, pasillos retorcidos. Burlar a mi guardia fue más difícil que asaltarlos. Digo reducirlos. El truco está en que una vez que caigan al suelo no permitas que se levanten más. - expresó con confianza - No soy tan fuerte como ellos, pero si alzas una silla sobre tu cabeza y le pegas con todo lo que tienes, la mayoría cae. - contó con mucha calma, como si no estuvieran conversando sobre un castigo físico clandestino dirigido a un par de miembros de la nobleza. Aún así, si les ibas a pegar al final, deberías haber dejado que fuera yo. - ese era su trabajo, una de las únicas cosas en las que era bueno. Debería ser el quien protegiera su honor, no al revés. Ortiga colocó su pequeña mano en su cara. No era delicada ni suave contra él, sino que se sentían varios cayos en ella, y le dijo - Ellos buscaban pelea y lo más importante. Querían que fueras tú quien la diera. Yo les di lo que buscaban pero en mis términos. Sí hacías algo, pagarías. Prefiero que sufran ellos. Debió verlo desanimado, porque continuó: No te preocupes tanto mocoso, - una chispa de maldad brilló en sus ojos - soy una problemática. Así que tendrás muchas oportunidades para pelear por mí. Y aunque no lleve la cuenta, ten por seguro que espero que me devuelvas el favor de ser necesario. Yo aplastó a los que tú no puedes tocar y a cambio, tú enfrentas a quien me quiera dañar y yo no pueda vencer. ¿Trato? - estiró su brazo para intercambiar un apretón de manos. Miró la mano extendida frente a él y lo pensó bien. Él haría su parte, ella la suya y aquellos que querían hacerlo caer en una trampa, pagarían. Tarde o temprano, como demostró su esposa. Apretó su mano y afirmó - Trato. Los que te hagan daño, morirán. Emm, no todos tienen que morir. El castigo debe ser acorde al crimen. - eso sonaba parecido a algo que dijo su padre durante el Cortejo Real, aceptó la corrección - Además, hay veces que es mejor dejarlos vivir. Para que sufran más. La muerte rápida es muy suave para lo que se merecen algunos. Cada vez que alguien haga algo, lo discutiremos primero y evaluaremos que lleva cada uno por separado. - mmm, eso no sonaba como un no para Maegor, sino más bien un después. Quizás fuera lo mejor. Sonaba algo muy inteligente por hacer. Maegor miró bien a su esposa. Astuta y valiente, con buenas ideas. Su cómplice, su amiga y jinete de un dragón poderoso. ¿Cómo podría alguien pensar en ella como una mestiza inferior? Esa gente eran los mismos que creían que su madre, su madre que conquistó medio continente, era defectuosa. Y llegó a una conclusión. El mundo estaba lleno de estúpidos, y como él era claro que era superior, no tenía que guiarse por lo que pensaran. Su esposa y su madre eran las mejores mujeres que existían y estaban de su lado. Todos los demás o eran tontos o le tenían envidia. La lógica decía eso. Ortiga, no le hagas caso a los que te llamen mestiza. Nunca. - le comentó con convicción - No dejes que te ofendan, porque son ideas de débiles sin cerebro. Oh, pero eso no me ofendió. - aclaró ella sin parpadear. La misma duda de Maegor la debió sentir su madre, porque preguntó - Si no te molestaron las ofensas. ¿Por qué vengarte de los Velaryon? - y había sido una muy buena venganza. La delicada cara de Aemion parecía una gigantesca pasa de uva Redwyne amoratada. Porque molestaron a Maegor. - la respuesta lo llenó de orgullo pero pareció confundir a su madre. Parpadeó con extrañeza una, dos, tres veces. Como si Ortiga fuera un acertijo especialmente complicado al que no le encontraba solución - Mire, me han dicho cosas peores toda mi vida. Si quieren insultarme van a tener que inventarse algo mejor que decirme sangre mezclada o algo más. También, ¿por qué me importaría lo que esos pendejos pensaran de mí? - los miró a ambos - Lo que dijeron le dolió a Maegor, y de seguro es algo que te dolería a ti. Así que me aseguré de que ambos sufrieran. Y puedes estar segura que les dolió. Fue rápido y eficiente, pero me aseguré de que se lo sintieran bien feo en la carne. Maegor hinchó su pecho. Ayer, ella no lo había contenido por miedo o temor a la violencia. Al parecer, ella podía aplicarla por sus propias manos. Lo hizo porque buscaba protegerlo y hacer pagar correctamente a los demás, sin tener que sufrir por ello. Él tenía razón. Lo que creyeran los otros no valía nada, solo lo que pensaran en este pequeño círculo en el que estaban ellos tres. ¿Cómo podría alguien jamás inferir que Ortiga podría ser inferior? Él tenía la mejor esposa del mundo y quien pensara la contrario, estaba equivocado. Bueno, todo está resuelto entonces. - él no dudaría más - Terminaré mis ejercicios y mis estudios y vendré a pasar el rato contigo. - asintió para consigo mismo, nadie podría decir que estaba mal pasar tiempo con su mujer. Más si decía que su esposa se sentía mal - Cuídese madre. Cuídate Ortiga, - le guiñó un ojo justo como había hecho ella, o al menos lo intentó. Su réplica se sintió como un espasmo en su cara. Fue una imitación torpe por las miradas que recibió. Suspiró. No importa que tan bueno fuera repitiendo movimientos en el campo de batalla, si intentaba recrear gestos con su cara, fallaba de una manera casi espectacular - nos vemos pronto. Sí, definitivamente tenía toda la razón. Las mujeres de su familia no tenían comparación. Que no fueran como se esperaban que fueran las damas, según el resto de las personas de Poniente, tenía sentido. Estaban tan acostumbrados a damiselas delicadas, que solo servían para verse bien y tener hijos, que cuando enfrentaban una mujer valyria de verdad las despreciaban su naturaleza fuerte y audaz. Cuando Maegor partió por la puerta, Visenya se quedó al lado de Ortiga por un momento. Permaneció quieta, atrapada en sus pensamientos. De cuando en cuando la observaba y abría ma boca, solo para negarse. Parecía querer decir algo, sin saber cómo soltarlo. ¿Qué pasa? - preguntó sin miramientos. Ortiga, si ves a alguien que nos ofende a nosotros, - intentó explicar la reina, en un tono suave y sin exigencias - no tienes que verte en la obligación de defendernos. Podemos hacerlo por nuestra cuenta. Aunque nos seas leal. No es tu deber. Lo sé. - la muchacha explicó, desenfada y tranquila, no parecía vacilar en su actuación - No estoy obligada a defenderlos, pero... - inclinó la cabeza pensativa, como buscando la correcta manera de esclarecer su razonamiento - Si estas listo para proteger a alguien que nunca te defiende a ti, entonces tu lealtad es tonta. Una cosa es que aquellos a los que seas leal no tengan la fuerza para defenderte o no puedan hacerlo. Otra muy diferente es que no hagan nada por defenderte cuando pueden. ¿Tiene sentido para ti?   ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ ¿Qué si tenía sentido para ella? Horas más tarde y la reina no podía sacarse la maldita frase de la cabeza. La luna había ascendido en el cielo y ya comenzaba su trayecto de despedida, y ella todavía estaba atrapada por la explicación. El problema era que tenía toda la lógica del mundo. ¿Cómo podían unas palabras tan sencillas, golpear tan fuerte contra años de deber e imposición requeridas de ella? Décadas de vida y de auto sacrificio resumida en una cruda verdad. Si eres leal a alguien que no es leal a ti, si te desvives por proteger a alguien que no alza un dedo a tu favor a menos que le convenga, entonces tu lealtad es tonta. Una respuesta tan fácil. Simple, llamarían algunos. Visenya quería golpearse en la cara por no haberla visto hasta ahora. Era tan elemental que no entendía cómo no se pudo dar cuenta de esa verdad hasta este momento. Aquellos que toman y nunca dan, no merecen ninguna lealtad. No se refiere a que deben darte algo, o para aquellos que no tienen nada para entregarte. Es el deseo, es la motivación. Como había dicho su pequeña ladronzuela: Una cosa es que aquellos a los que seas leal no tengan la fuerza para defenderte o no puedan hacerlo. Y otra... otra es que con todo el poder, no lo hagan. Una filosofía tan comprensible en tantos sentidos, que había hecho tambalearse todas sus creencias. Era un reflejo doloroso de su existencia. Ella no estaba fallando a su deber, a su familia. Ellos le habían fallado a ella. Cuando tomaban una y otra vez sin dar nada a cambio. Habían fallado cuando su madre pidió que lo diera todo por un hermano que le pesaba entregar una fracción de lo mismo por ella. Habían fallado cuando esperaron que Visenya aceptará sacrificar toda su alegría, por la felicidad de sus hermanos. Aegon había fallado cuando ignoró al hijo de Visenya, por el cual ella había sufrido tanto, solo para brindar cada angustiante pedacito de afecto a su sobrino. Es por ello que se enfrentaba, en esta sala vacía, a la mayor representación de su ignominia. Un trono retorcido de metal reposaba aquí. El responsable de tanta sangre derramada. A la reina no le importaba la mayoría, era cierto, pero algunos sí lo habían hecho. Hombres de Rocadragon que ella entrenó personalmente. Su tío Daemon, que la trataba como su sobrina favorita y como si aún fuera una niña indefensa y no la mujer que dominaba un dragón. Le había fastidiado tanto en ese entonces, cuando en realidad le había hecho tanta falta. Para él, ella era solo su familia, y había intentado cuidarla todo lo que podía. Se acercó aún más. Si se estiraba, podría alcanzar una de las espadas. Por este trono había muerto también la amada de su esposo, su querida hermana. ¿Cuantas veces habían cruzado Aegon y ella el mar de Dorne, para buscar venganza por la caída de su hermana? ¿Cuántas veces habían dejado una estela de fuego y destrucción en pago por la vida de la reina Rhaenys? En una ocasión se preguntó a sí misma ¿sus hermanos habrían quemado Dorne por ella? Y de hacerlo ¿lo habrían hecho por dolor verdadero, o solo como retribución? Fue una pregunta cuya respuesta prefirió ignorar y no pensar. ¿Qué decía eso de lo que ella misma creía? Te he entregado tanto - explicó observando el asiento vacío - y aún así demandas más de mí. Más sangre, más deber, más lealtad. A cambio ¿qué ofreces? - un trono sin ocupante sólo podía permanecer en silencio - Una prisión. Un eterno pozo sin fondo. Una bestia insaciable que siempre necesita más. Pues ya no quiero y ya no te debo nada. La lealtad es un pacto, no la cadena de un esclavo. He pagado el precio. Ahora tengo una deuda conmigo misma y con los míos. - recordó el labio cortado de Ortiga. Como se había enfrentado a dos personas solo porque dijeron algo que molestó a Maegor y podía molestarle a ella. No porque se lo debía, no porque se le pidió, no porque esperaba ganar algo. Lo hizo porque quiso. Porque no soportaba ver molestas a personas que le importaban un poquito. No era cuestión de política, era cuestión de sentimientos. Y ella había ignorado los suyos propios y los de su hijo por demasiado tiempo. Ese labio cortado era una insignia de algo más - Me debo a mí y no dejaré que nadie me impida compensarme. No soy feliz aquí y no permaneceré en este lugar. - en un instante, sintió que era lo correcto. Ella regresaría a su casa, donde no habría más exigencias fuera de lugar. Marchó con la cabeza levantada. No cargada con el peso aplastante de una corona, con la idea de que una reina debía verse de cierta forma y que debía actuar de otra. Sino recordando que era la orgullosa miembro de un linaje que nunca se doblegó. Era una Señora del Dragón por ella misma, no por la gracia de Aegon. No por su corona ni por su trono. Era miembro de una Casa que venía directamente del Imperio más grande que la tierra había conocido. Donde hombres y mujeres habían escrito su destino, sin que las últimas agacharan la cabeza antes sus congéneres. Ella no quería estar aquí y no lo estaría. En este retorcido intento de un palacio. La madera y barro nunca podrán competir contra la piedra negra y pudida de su hogar ancestral. El último vestigio de la gloria de la vieja Valyria. Algunos se burlaban, refiriéndose al Feudo como el remanente de un pasado que no volvería. Otros lo observaban solo como una curiosidad arquitectónica. Para los Targaryen había sido el refugio contra las crisis que les arrojara el destino. Para ella, era el lugar que finalmente le ofrecía paz. Preparen todo. Regresaremos a Rocadragon. - le dijo a su sirviente personal, que permanecía expectante a la llegada de sus comandos. Sus órdenes serían obedecidas. Allí, en su aislado remanso, no se vería obligada nunca más a inclinar la cabeza. O ofrecer todo de ella a cambio de migajas. Ella había nacido para ser la Señora Gobernante de la Isla, no la reina de un país de ándalos. Se negaba a seguir interpretando esa figura. Volvería a donde pertenecía. Visenya Targaryen regresaba a casa.
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