Semillas de lealtad
8 de octubre de 2025, 12:26
Rocadragon, su hogar, se alzaba en la distancia. Las paredes de piedra negra, las torres de construcción ominosa, las estatuas de dragones, gárgolas y otras bestias aterradoras, quizás hubieran causado aprehensión en alguien más. No en ella. Paz y una sensación de orgullo la invadía ante tal espectáculo. Casi podía pensar que la fortaleza se veía más vibrante y clara en los últimos tiempos.
Junto a la vista, un leve olor a azufre se distinguía incluso a esta distancia. E incluso podía afirmar que había ceniza en el aire. Montedragon debía de haber expulsado una carga grande de ese molesto polvo gris en estos días, pero ni eso le quitaría el placer de estar de regreso. Era más probable que su placer fuera eclipsado por la ausencia de Maegor. Su príncipe debería estar en este vuelo con ella, o quizás con Ortiga. En vez de eso, había tenido que dejarlo en las garras de...
No se dio cuenta de que estaba rechinando los dientes hasta que un gruñido de Vaghar la hizo desviar el pensamiento. Su furia se transmitía de forma directa a su vieja compañera e intentó aplacarla. No era buena idea tener a una bestia escupe fuegos de mal humor si no habían enemigos a la vista. No podía hacer nada para evitar aquello, a menos por supuesto, que decidiera quemar vivo a Aegon con su dragona. Ella nunca se atrevería hacer eso. Hubo un período en el que ni siquiera se le hubiera ocurrido imaginarlo. Aegon era su hermano y el centro de su familia. Ahora, la idea de convertirlo en un cerdo asado no sonaba tan mal, aunque no era factible. Ella ya tenía mala reputación y convertirse en Matasangre solo pondría una mancha oscura en cualquier pretensión que tuviera Maegor. No. Las cosas ya eran bastante difíciles para su príncipe sin que ella le agregara más carga. Lo mejor que podía hacer era facilitarle la vida. Rocadragon era su legado y se aseguraría de que fuera la fortaleza más eficiente, segura y organizada cuando la recibiera. Ya se había desecho de algún buen número de alimañas junto con los Velaryon. Personas a las que su hermano mantenía aquí por factores políticos y otras cosas. No más. Se habían ido junto a la purga de caballitos de mar que hizo. Verlos alejarse en sus barcos se sintió como si muchas de sus preocupaciones fueran desterradas junto con ellos. Podía decir que el viento que sopló sus velas, arrastró con él gran parte de su desasosiego. Había comenzado a eliminar los obstáculos en el camino de su hijo, y por suponer, de su ladrona. Y es por ello que desde entonces, Visenya cazaba en silencio a las ratas que quedaban.
En el descenso vio al Ladrón de Ovejas aterrizar en la cima de la torre donde Ortiga eligió sus habitaciones, todavía sorprendida de que la muchacha supiera que las estructuras eran capaces de aguantar el peso de sus monturas. Bueno, se dijo, vino de un mundo lleno de dragones. Verlos aterrizar allí sería una cosa más normal. Lo contrario a normal fue su elección de aposentos. Cuando le dijo que eligiera cualquiera del Feudo para su uso personal, esperaba que contra todo pronóstico que eligiera las habitaciones del Señor de la Fortaleza. Aquellas que ahora pertenecían legítimamente a Maegor pero que él no tomaría de su padre, que siempre habitaba en ella las tres lunas al año que pasaba en la Isla. También había descartado las habitaciones de la Señora del castillo. Se había sorprendido de que no las ocupara Visenya, como esposa de Aegon.
En su juventud, ese había sido el plan. Incluso había pensado en compartir el dormitorio con su hermano-esposo. Al menos eso esperaba, hasta su fatídica boda. El conjunto de habitaciones de la Dama de la fortaleza había sido asignado a Rhaenys. Era la favorita y tenía más sentido, ya que se encontraba más cerca de las de su esposo. Eso había dolido por diferentes motivos, aunque nunca le guardó rencor a su hermana. La amaba demasiado para eso. Además, como habían dicho sus hermanos, el cuarto pequeño que su padre le había dado cuando decidió convertirse en heredera, encajaba más con ella. Bastante pequeño para la hija del amo de Rocadragon, era más utilitario que otra cosa. Con vistas al patio de entrenamiento y paredes desnudas por temor a que su padre destruyera cualquier cosa que trajera para hacerse feliz. Después de la muerte de Aerion, ella todavía no se había atrevido a llenarlas con algo más, temerosa de ver aparecer a su fantasma para continuar la persecución que llevó en vida.
Visenya había querido ocupar el lugar que le pertenecería a su hermano, de haber estado sano, y pesé a que no lo estaba, pagaría por la impertinencia. Si quería actuar como si fuera un hombre, ella sería tratada como un soldado y no como una señorita. Su padre nunca dijo las palabras, pero estas eran tan claras como el cristal de Myr.
Basta de pensamientos oscuros, pensó Visenya al dirigir a Vaghar para aterrizar en el patio. Ortiga, única como era, había elegido habitaciones igual de únicas. Ubicadas en la cima de una torre, para estar más cerca del cielo y del acceso a su dragón, era indiscutible que tenía una buena lógica. El hecho de que subir y bajar escaleras no la molestaran con su energía infinita, y que fuera conveniente como ejercicio para que acumulara algo de músculo, convenció a Visenya. Solo que no imaginó que lo que capturó su codicia fueran tres cosas separadas en ese pequeño conjunto de salas. La habitación de cristal era atractiva por sí sola, un nido de vidrio en la cima de la estructura. Su uso como observatorio atrajo a muchos Targaryen, solo que luego de un tiempo la fascinación se desvanecía y solo los verdaderamente interesados en las estrellas continuaban sus visitas. Ella había sido la primera persona posterior a la llegada Targaryen que realmente la había ocupado y convertido en su solar personal. Que poseyera una amplia azotea para que aterrizara y despegara su Ladrón de Ovejas, en serio tenía que buscarle un mejor nombre, era un beneficio tangible. Lo que debía ser originalmente un salón de estudios se convirtió en su tocador, donde debería guardar sus cosas personales. Por último y no menos importante, donde se encontraba el verdadero tesoro, era el que debía ser el cuarto personal del estudioso de astronomía. Algo pequeño para el estatus que ahora ostentaba, pero si le gustaba entonces era suyo. Su ladrona había revisado cada resquicio de la habitación y había encontrado con sus cuestionables habilidades una pequeña estantería oculta, no mayor que un armario, con anotaciones y estudios del cielo en valyrio. Algunos agradecerían el conocimiento reencontrado, a su pilla le gustaba más la caja escondida en la pared. Un lugar seguro para sus propios tesoros, aunque la reina no preguntó que eran. Todos tienen derecho a guardarse algunas cosas.
Otras personas podrían estar dudosas con la necesidad innata de la muchacha para encontrar secretos, pero considerando que ella misma tenía la irritable tendencia a buscar pasadizos ocultos en un cuarto revisado medio millar de veces, no podía criticar. Había sido la propia Visenya quien le había advertido de pasajes desconocidos, alijos secretos y rinconeras selladas y olvidadas. Una pesadilla para su mente siempre alerta. Le había contado sobre su pequeña biblioteca secreta, de la que solo sabían ella y Maegor, en una de sus primeras tentativas de ganar confianza. Si iba a estar de su lado, su estimado regalo de los dioses, era mejor que Visenya le diera al menos la validación de algo de fé en ella. Su brillante ladrona había preguntado porque era Visenya y no Aegon quien conocía un acumulo de conocimientos separado, desconocido incluso para el maestre de este lugar. Chica lista. No había respondido. La respuesta estaba en el pasado y ya no tenía sentido. Como no tenía sentido que los señores de la fortaleza no conocieran todos sus secretos. Pero como los Targaryen no la habían construido y no siendo ni siquiera sus dueños originales, este lugar estaba lleno de espacios vacíos que ella desconocía. Y no le gustaba. Es por ello que sabiendo lo que sabía, y para quitarse de arriba unas cuantas preocupaciones, había negociado con su ladronzuela.
Tenía el permiso para recorrer el castillo de arriba a abajo y buscar en cada grieta y rincón, cuando estuviera libre de sus estudios con ella. Si encontraba alguna inconsistencia en la estructura, le informaba, y a partir de ahí evaluarían que hacer con los datos recopilados. Así mantenía a la muchacha inquieta, entretenida y fuera de problemas, y localizaba con su ayuda cualquier pasaje clandestino para ella. Ella ganaba por partida doble. Cuando sus serviciales y siempre vigilantes criados la observaron escrutando cada esquina, no dudaron en informar a Visenya. Una confirmación de su parte de que la esposa de su hijo estaba realizando un encargo para ella y nadie volvió a mencionar nada, pese a ser un comportamiento raro para alguien que ya era considerada extravagante. ¿Qué que ganaba su pequeña ladrona con esto? Ortiga se podía quedar con toda moneda o joya que encontrará, siempre que no fuera un objeto histórico. Las cosas que pudieran contener cualquier conocimiento, pasaban primero por la revisión de Visenya y si no las consideraba útiles, le dijo a su pilluela que hiciera lo que quisiera con ello.
Esto también fue una prueba sobre cómo reaccionaba con material desconocido y cuanto era capaz de explotarlo. Los pergaminos que encontró sobre cartas astronómicas fueron el anzuelo perfecto. No contenían nada que pudiera ser valioso para ella, aunque la sabiduría acumulada nunca debería ser subestimada. La reina se proponía observar que hacía su nueva protegida con ellos, incluso si tenía que ver que los vendiera a bajo precio o que dichos rollos se alejaran de aquí para siempre. La respuesta le pareció brillante e inteligente por separado. No vendió los papeles.
No los comprendo y no entiendo del todo su valor. Venderlos en esas condiciones significa entregar algo por un precio que podría no corresponderle. Y a mi nadie me estafa una estrella de cobre. - le había dicho posteriormente. En su lugar, se los entregó al maestre.
Así pertenecerían a Rocadragon a hechos prácticos - le había explicado - y yo gano un aliado.
Visenya no era de las que usaba mucho las alianzas y la política, y no confiaba en los maestres, pero tuvo que aplaudir su astucia. Los rollos sin mucho valor para la reina y de precio desconocido para Ortiga, casi hicieron llorar de alegría al viejo amargado que servía en el castillo. Se aferró a ellos como el hombre más tacaño del mundo a las últimas monedas que le quedaban en vida. ¡Y que aliado había ganado! Trataba a Ortiga como a la hija que más había amado y perdido, y que había buscado desesperadamente durante toda su vida. Su ladronzuela había encontrado un defensor incondicional. Pasó de ser el hombre crítico que Visenya conocía, a volverse el abuelo consentidor al que realmente se parecía. Cualquier censura hacía ella era desestimada por su persona y cualquier queja de que la princesa Orthyras no actuaba como una dama verdadera, era respondida por él mismo con un: es una dama valyria, ella actúa como se espera de ella.
No era cierto, sus actividades no eran lo esperado, incluso para la sangre del dragón. Pero nadie le discutió al maestre, el cual estaba muy entusiasmado por cualquier labor de búsqueda y rescate que realizará la princesa. Cualquier cosa que significara más conocimientos perdidos debía ser admirada, según su lógica, aunque se conformaba con lo ganado por lo que había oído. El hombre se regodeaba de que su traducción y análisis de los textos dejaría en vergüenza a un tal Lyman. Ortiga había ganado su primer guardián. Sus ceños fruncidos nunca eran para ella y a cualquier lacayo que tratara de menospreciarla ante él, era expuesto a gran velocidad a la reina. Así fue como ella consiguió una coalición inesperada para proteger a su pequeña enviada del futuro, y una fuente de informes precisos de los movimientos de algunos siervos inconvenientes en el territorio. Las ratas en sus dominios tenían ahora un nuevo perseguidor.
Pero hablando de lacayos, en el patio de la Fortaleza la esperaba un grupo de sirvientes, atentos para recibir la llegada de su Señor y la que esperaban fuera la verdadera Dama del castillo. Pronto quedarían más que decepcionados.
Al aterrizar y desmontar, se encontró con un recibimiento bastante grande por parte de la servidumbre. Ella no era muy adepta a estas convenciones y prefería la practicidad, aunque suponía que como todos esperaban la llegada de Maegor como nuevo Señor del Feudo, tenía sentido para ellos. Lo cierto era que este escrutinio público le convenía un poco. Hora de sembrar las correctas lealtades y empezar a deshacerse de las que no respondían a lo que ella consideraba su nuevo núcleo familiar.
Desmontó con toda la compostura del mundo y le hizo una señal al jefe de mayordomos para que se acercara. El hombre no se habría atrevido a cuestionar la situación de una manera tan pública, más cuando un gran número de siervos se hallaba reunido a su alrededor y no habían sido despedidos. Sin embargo, viendo que era la propia reina quien le daba apertura a su necesidad de aliviar las interrogantes para su necesaria preparación, preguntó con deferencia:
Mi reina, - el hombre volvió a mirar el lomo de Vaghar, como si esperara ver surgir de la nada a su hijo - ¿cuándo podemos esperar la llegada del príncipe Maegor? El personal del castillo desea recibirle apropiadamente, si usted lo considera adecuado.
El príncipe Maegor no vendrá, al menos no pronto. - aunque se dirigió a él, las palabras llegaron a todas las personas reunidas - Cuando preparaba nuestra partida, el rey Aegon decidió que Maegor se quedaría con él. - un ligero encogimiento de hombros para sus espectadores, para que interiorizaran lo ocurrido.
Era de conocimiento común para ellos, que el príncipe de la isla era ignorado por su padre en la mayoría de las ocasiones. Que fuera ordenado a permanecer en la capital sin el entendimiento de la reina, sonaría arbitrario. Puede que fueran fieles a Aegon, pero Maegor era ahora su señor directo y ella rompería cualquier creencia de que su esposo tenía prioridad sobre su hijo en estos lares.
No se preocupe, prepare sus estancias de todas formas. - le aclaró al administrador doméstico de la fortaleza. Necesitaba transmitir un mensaje sin palabras. La lealtad de los lacayos nunca es ciega, y estaba matizada por sus propias expectativas. Muchos veían a Ortiga como una simpática protegida de ella, pero no como una dama adecuada o la esposa a la que correspondía el título de Señora de este lugar. Aunque para Visenya lo fuera. Había otra esposa, de comportamiento más noble y menos "pintoresco", y muchos tenían la creencia de que aquella sería la verdadera gobernante del Feudo isleño. Visenya quería cambiar eso. Pero no puedes obligar a nadie a creer en nada. Si lo haces a la fuerza se resistirán. Pero si los conduces... y eso haría. Solo necesitaba que su mayordomo siguiera interpretando su papel frente a su público - El príncipe Maegor consiguió la promesa de su padre y podrá acudir a sus tierras al menos una vez cada luna. Cuando su esposa Hightower tenga su sangre de mujer.
Su siervo se removió incómodo. Si era por hablar temas íntimos o por la falta de discreción de Visenya, nunca lo sabría. Aún así, y ya que ella no daba indicios de dar por terminada la discusión, continuó - ¿Y la dama cuando acudirá?
Esto si que atrapó la atención de todos. Saludar a su nuevo Señor era importante, pero era alguien que ya conocían. Conocer a la que esperaban era su nueva Señora, podía ser de igual o más de importante para los criados. Después de todos, eran las mujeres las encargadas del funcionamiento interno del castillo, y eran las que regían a los sirvientes y determinaban sus recompensas y castigos.
Oh, la dama no acudirá. Se quedará en Desembarco durante todo el tiempo. El rey le ha asignado funciones en la administración de Fuerte Aegon y allí se quedará por su propio deseo. - vio muchos ceños fruncidos entre las filas posteriores, las que esperaban no ser visibles desde donde estaba ella. Una mucama incluso se atrevió a hacer una mueca de desdén. Sus palabras eran claves. Era Ceryse quien había elegido tal destino e incluso cuando su esposo acudía de regreso, la lady que esperaban no visitaría a Rocadragon. Para muchos sería un menosprecio de su Feudo. Algunos llegarían a la acertada conclusión de que si el rey le asignó una tarea debía cumplirla, pero... Saber una cosa no te impedía tener sentimientos encontrados. Ahora, agregemosle un desaire a las habilidades del propio personal - Conocerán a la dama cuando mi esposo acuda a residir en su período de tiempo aquí, como hace cada año. Ella se encargará de que las condiciones en las que se aloje el rey sean las adecuadas.
Un insulto directo a la eficiencia de sus labores, cuando ellos se habían ocupado siempre que las necesidades de Aegon fueran satisfechas. Algunos incluso lo habían hecho antes de que su hermano se volviera rey. Cuando Ceryse llegara para evaluar las estancias y el tratamiento que esperaba para el monarca, comenzaría a verse como una crítica a la labor que habían realizado metódicamente durante mucho tiempo. Hasta el personal tenía su orgullo y se encargaría de que sus acciones lucieran, no como una fría evaluación, sino como un apenas disimulado desprecio.
El encargado del castillo le dirigió una mirada rápida. Como un líder dentro de la servidumbre, esperaba que fuera hábil e inteligente, y que supiera captar el trasfondo de muchas cosas. El hombre ya había notado que Ceryse no le agradaba como nuera. Ahora estaba seguro de que Visenya socavaría su posición. ¿Su respuesta? Una leve inclinación de cabeza. Hacía mucho que el hombre había aprendido que ella conseguía lo que se proponía. Solo un tonto se interpondría en su camino.
¿Ceryse quería jugar a escalar alto? Primero debería aprender el valor de cuidar de sus bases. La guerra se lo había enseñado. Un apoyo desde abajo podía ser igual de valioso que la lealtad de un lord.
Bueno querida, - sonrió para sus adentros observando a su servidores comenzar a murmurar. Ella nunca había permitido chismes entre sus paredes, pero por una vez no los detendría - que comience el juego.
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Como solía hacer durante su tiempo de estudio, Ortiga había acudido al cuarto personal de Visenya a practicar su escritura. Prefería que no fuera de conocimiento público la casi total falta de educación de su pupila, y aunque pudo elegir otro lugar para esto, eligió realizar su educación aquí. ¿Por qué razón lo hizo aquí? No estaba muy segura. Solo que la muchacha tenía una habilidad para insuflarle vida a las habitaciones por donde pasaba, y este lugar, lleno de malos recuerdos para ella, necesitaba ser calentado.
Para atender a su nueva estudiante, incluso debió traer una mesa al aposento. Además de su cama y un par de baúles para guardar sus cosas, no tenía muchos muebles. Tenía un par de pilas de libros formadas en torres, perfectamente organizadas eso sí, debido a la ausencia de hasta libreros en las paredes del pequeño local. Una pequeña chimenea y una minúscula ventana al patio eran los lujos más grandes que habían aquí.
De nuevo. Este cuarto, considerando la cantidad de habitaciones bonitas y vacías que he visto por ahí en mis andanzas, - Ortiga hablaba sin perder de vista la página. Su princesa no había avanzado mucho con la lectura, y aún menos avanzó con la escritura, pero nunca podría echarle en cara que no se esforzaba en ello. Además, se dijo, apenas habían pasado tres lunas desde que tomó una pluma por primera vez. No podía seguir exprimiendo milagros de ella - parece menos una habitación y más una especie de castigo.
Porque lo es. - afirmó Visenya - Fue un castigo de mi padre hacia mí, por algo que me atreví a hacer.
Vaya, - Ortiga frunció el entrecejo. Si era por lo que pasaba por su cabeza, o por un párrafo particularmente difícil de entender no sabría decirlo. Su pobre pilluela, una vida de analfabetismo le había dificultado a aprender las letras del común. Cuando empezara con el valyrio, sufriría bastante - ¿y te gustó este lugar o algo? Porque déjame decirte que la decoración está horrible.
Desde su asiento ella tuvo que reír - No. - admitió la verdad - Lo odio.
¿Y porque sigues aquí? - esta vez, su regalo que vino del mañana levantó los ojos del escrito y los posó en ella.
Mmmm, - lo pensó. ¿Cómo decirlo? - Cuando nos... Cuando mi boda, esperaba mudarme a la habitación de mi hermano, o a las de la Señora. Pero Aegon también se casó con Rhaenys y supongo que ella encajaba mejor en ellas y yo en este cuarto.
- ¡¡¡Perros desgraciados y egoístas!!!
Visenya la miró castigadora, aunque una parte de ella disfrutó su defensa automática, incluso por encima del rey o su amada hermana - Suave con el lenguaje o buscaré un método peor que el jabón. - lavarle la boca con el material había reducido bastante su vulgaridad, o más bien, le había ayudado a evitar soltarla con la misma facilidad. Sin embargo, se resistía a abandonarla del todo y Visenya ya estaba planeando otra manera de corregir, lo que la chica llamaba sus crueles y retorcidas formas.
Pero, - Ortiga regresó a la lectura - ¿cómo quieres que los llame si te obligaron a permanecer aquí?
No me obligaron a permanecer. Incluso me recomendaron que me buscara otro lugar. - ella recordaba bien aquellos días. Demasiado bien para su gusto, cuando hubiera preferido que ese tiempo fuera un hueco en blanco en su memoria - Decían que era una de las dos esposas de Aegon, debía tener un mejor lugar. Pero no quise. Digamos que fue mi modo de protestar por lo que sentía que me habían quitado. - también le daba una sensación de identidad, este cuarto era lo que ella era: fuerte, sencilla sin necesidad de lujos. También era una de las pocas elecciones que sentía que podía hacer por su cuenta. Su hermano la quería en otros aposentos, quizás por culpa por lo que le hizo, lo que dudaba, o porque no se vería bien que tuviera viviendo a Rhaenys en el lujo y a ella aquí. Así que eligió quedarse.
Entonces... ¿te estás castigando a ti misma por algo? - Ortiga volvió a desconcentrarse de su libro, solo que la mirada que le dio fue más profunda.
Abrió la boca para decir que no, solo para no saber que responder. Ella odiaba esta habitación. Sus muros eran testigos silenciosos y eternos recordatorios de que nunca fue lo suficientemente buena. Ni para su padre, ni para su hermano. Y que ambos al final encontraron algo mejor para sustituirla. Este sitio era una declaración de que era considerada menos, un error para ser corregido. Era como estar ante un lienzo de sus peores momentos.
Vaya reflexiones oscuras, suspiró. E interrogó a su muy astuta ratera - Supongo que como madre del nuevo Señor y Señora de facto ¿debería mudarme, verdad?
Ortiga ni siquiera intentó ocultar su sonrisa cuando asintió.
- Y supongo que piensas que ya tienes la habitación ideal para mí ¿no?
Ella volvió a asentir, su sonrisa creciendo.
Visenya miró sus paredes sin adornos. Donde ella, incluso tras la muerte de Aerion, seguía atrapada en sus reglas. Suspiró de regreso, medio en rendición - Bueno, supongo que puedo verla. - Ortiga ya salía disparada hacia la puerta - Ten en cuenta mi atrevida pilla, que no he dicho que me mudaría que ella. Solo que la revisaría. - las cabeceadas de ella aumentaron de velocidad.
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Ortiga casi trotaba de la emoción mientras la conducía al aposento que pensaba que encajaría mejor con la reina. Uno solo le había dicho, en lugar de varios, razón por la cual la mayoría de los nobles lo evitaban. No tenía cuarto de sirvientes ni acceso a otras pequeñas habitaciones. Solo una puerta de entrada y Visenya admitió que la idea era atractiva. Además de las ventanas, significaba que un enemigo tendría solo otro punto de acceso, a menos que...
Y no hay ningún pasaje secreto o rincón oculto. - parloteó su ladrona, la chica nunca se callaba si podía, aunque por una vez, su eterna charla le parecía interesante - He revisado cada espacio, cada esquina, cada minúsculo pedazo del lugar. Ya sea pared, piso o techo. Incluso revisé las habitaciones a su alrededor para ver si tenían alguna forma de ingresar o espiar a esta.
Vaya, - sus cejas se alzaron un poco de la impresión - esto parece muy deliberado. ¿Llevas rato pensando en esto?
Pues sí. - admitió su chica sin vacilación - Si yo tengo varias habitaciones, no entiendo porque tú no puedes ser igual o mejor. - no era lo mismo, pero no la corrigió - Pero cada quien tiene sus propios gustos y busque algo que encajara con lo que pensaba que te gustaría.
La reina tuvo que reír al ver a la muchacha darse la vuelta para mirarla y seguir caminando de espaldas en la dirección marcada - ¿En serio? ¿Y que otros requisitos cumple esta habitación que crees que es ideal para mí?
- Bueno, es inmensa. Así que tienes todo el espacio que ta hace falta al alcance de la vista. Pero no tiene cuartos accesorios por lo que nadie podría ocultarse de ti ahí. ¿Qué? Oye, si estás obsesionada con túneles secretos y piensas que son peligrosos, es señal de que te preocupa un visitante inesperado.
Bueno, no podía discutir contra su lógica - Muy bien, sigue.
- Pues, dos de las paredes dan al exterior, por lo que no tienes que preocuparte por intrusos desde esos lados. Las paredes son demasiado lisas para escalar y el balcón demasiado alto para ser alcanzado por una soga. Evalué colgarse desde balcones superiores, pero las habitaciones correspondientes tienen esas pequeñas ventanas cerradas por las que no cabe nadie más que un niño.
Eso sonaba prometedor, pero - Si está demasiado alta, suena a muchas escaleras. Puede que a ti no te molesten, sin embargo yo... - lo dejo en el aire. Visenya empezaba a envejecer y ya había hecho las pases con eso. Además, nunca le gustó demasiado subir escaleras.
Oh, eso es lo mejor. La torre donde esta la habitación se encuentra a un desnivel con respecto al resto de la estructura. Así que aunque el cuarto es alto con respecto a su base, el acceso desde el castillo es casi plano. - oh, una de las torres ubicadas al oeste, probablemente podría vigilar el mar desde allí y avistar cualquier barco o flota que se acercara desde Desembarco o Marcaderiva. Se perdió parte de lo que decía su ladrona, atrapada en los pensamientos de un lugar cuyas vistas le permitieran vigilar cualquier invasión - Entonces, tienes un buen ventanal si hace calor y una chimenea inmensa en la pared al cuarto adyacente si hace frío.
Mmm, - eso sonaba un poco delicioso. Aunque nunca antes le había molestado el frío, no, más bien una parte de ella creía que lo merecía, comenzaba a disfrutar del calor y un lugar mejor iluminado podría ser una mejora - Lo has pensado todo, ¿no es así?
Es para asegurarme que no tengas una escusa para decir que no. - la sonrisa de la muchacha, con sus dientes torcidos pero blancos, era completamente abierta. Algunos la llamarían una falta de elegancia, aún así, la reina comenzaba a apreciarla. Si hubiera hecho caso de lo que se esperó siempre de ella, ahora sería una de esas matronas cabizbajas y amargadas, que no les quedaba más nada en la vida que esperar a que su marido muriera y tratar de gobernar lo que pudieran tras él, en lo que llegaba una nuera codiciosa a quitarle sus escasos dominios. No. Esa no era ella.
¿Estas lista? Porque hemos llegado. - Ortiga lucía vibrante de emoción, aunque ese era su estado por defecto. Si no pasaba nada malo, si no había una crisis en el horizonte, entonces era un buen día y lo disfrutaba y ya.
La joven se enfrentó a una puerta de madera de ébano, probablemente de las Islas del Verano, por su color negro profundo con imperceptibles vetas. Visenya notó que se encontraba casi al final del pasillo. ¿Así que solo una pared era compartida con otra habitación y otra daba al corredor? Aunque no dudara de la capacidad de Ortiga para encontrar un túnel escondido, el hecho de que el cuarto tuviera tres paredes "libres" por así decirlo, le ofrecían una ligera capa de seguridad a su eterna manía de sentirse amenazada.
El lugar era inmenso, como decía la jinete. Techos alto y un ventanal que se intercalaba con un balcón. El mar podía verse desde aquí - Oh, es tan bonito - y seguro, pensó al mirar la inmensa caída desde el mirador. Era cierto que nadie podría escalar para llegar hasta aquí, un vistazo hacia arriba confirmó que un enemigo tampoco podría descolgarse con facilidad moderada. Dentro de la habitación, la chimenea más bien parecía un conjunto que una estructura única. Una chimenea central con dos adyacentes, así se podría decidir cuántas encender en función al calor que se necesitara. Un hogar cálido en cualquier clima estaba garantizado. Sonaba tan cómodo, aunque una parte de ella no estaba segura - No se si sea lo correcto que me mude acá. Estoy bien allí, ya me adapté.
Ortiga la miró, detallandola bien, antes de inclinar su cabeza y preguntar - ¿Crees que es correcto encerrar a un dragón en una pequeña gruta donde apenas cabe?
No. - eso no se preguntaba. Los dragones necesitaban espacio.
Entonces, - inclinó la cabeza hacia el otro lado - ¿porque te quedas encerrada en tu pequeña jaula?
Era una buena pregunta, ¿por qué lo hacía? Su padre hace mucho que había muerto y ya había decidido deshacerse del yugo de Aegon. Ella era ahora la matriarca de esta familia y como tal, se merecía un lugar digno de ella - Sabes que, tienes razón. Que mis pertenencias de Desembarco no estén desempaquetadas es hasta conveniente. Me mudaré aquí. - su afirmación fue tanto para Ortiga como para ella.
- Sabes que puedes buscar por si hay otro lugar que te quede mejor.
Lo dudo. - respondió la reina, peinando detrás de una oreja otro de los rizos salvajes de la muchacha, que escapaba de su peinado - Algo me dices que llevas tiempo trabajando en esto y no encontraré un lugar en el que me sienta más tranquila. - observó el espacio vacío antes de suspirar - El problema ahora es llenarlo. Con solo mis muebles este lugar parecerá desolado.
Pues cómprate nuevos. - la chica morena solo se encogió de hombros - Debes tener suficiente plata para eso.
Visenya se burló - ¿Son esas las mismas palabras de la princesa que se negó a tener ropa nueva y prefirió que se le adaptaran prendas usadas?
Soy un poco tacaña, no lo niego. - la niña lo afirmaba con la misma aceptación de quien dice que el cielo es azul - Pero aquello era un desperdicio de monedas con una fácil solución. Lo que me complació y espero que lo ahorrado sea guardado para más tarde. - sus ojos ardieron con suspicacia. La chica estaba obsesionada con almacenar dinero para después, aunque la dama valyria no la culparía por ello - Tú no eres tan avara como yo y te mereces llenar este lugar de cosas que te gusten. Así que... - se volvió a encoger de hombros.
Visenya resopló, dándole una segunda mirada a la que era su nueva habitación - No estoy segura de que cosas me gustan. - que problema más tonto. Que una reina no supiera cómo llenar su propia habitación.
¿No sabes que te gusta? - las cejas de Ortiga se alzaron como gaviotas de la playa asustadas por un depredador.
No. - Visenya acarició las paredes bastantes vacías de este cuarto - Quizás un tapiz. Aegon los detesta.
No. - la reina la miró - Esto es sobre lo que disfrutas. No lo hagas sobre Aegon. Incluso si es para molestarlo. Hazlo por ti.
La idea le dio vueltas a la cabeza mientras la interiorizada. Tenía razón. Esta era su habitación y era para ella. Ahora, ¿qué le gustaría tener?
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La estancia permanecía en silencio casi absoluto. Lo único que alteraba ese estado era el sonido de una pluma rasgando el papel. Alyssa permanecía de pie en medio de todo esto. Cada línea sobre la hoja le causaba un pavor inexplicable, aunque también temía el momento en el que el instrumento de escribir fuera colocado en el tintero al finalizar.
Aethan Velaryon escribía su mensaje con calma. Sin reconocer la presencia de su hija en la habitación. Actuaba concentrado, regio, solo un hombre de poder que escribe una carta. Sin molestarse con que la esposa del príncipe heredero del reino estuviera allí, sin ofrecerle un lugar para sentarse o discutir lo ocurrido. Más una hija a punto de recibir un reproche que a una dama con sus propios títulos. Fuera de estas puertas, solía tratarla con la deferencia que se merecía. La esposa del primogénito y futura reina. La madre de los próximos reyes. Dentro, solía guiarla hacia la dirección que convenía que recorriera para su familia. Hoy no. Hoy la trataba como una niña desobediente y malcriada por algo que no fue su culpa.
Era injusto. ¡Injusto! ¿Cómo iba a saber ella que no fue Maegor quien le dio esa paliza a su hermano? Cuando le preguntó si había sido él, su respuesta fue afirmativa. Luego del fiasco con el rey y con su propio esposo, Alyssa aún quería gritar y retorcerse en el suelo como una niña pequeña y maleducada por ello, le había reiterado su pregunta, sabiendo ahora que ese bruto que era el segundo príncipe no había sido el responsable. ¿Su respuesta? Negación total. No importa que hubiera mentido y que la hubiera metido a ella en problemas. Su hermano se negaba a señalar con el dedo al causante de su golpiza y la de su primo. El cobarde ese fue peor. Había aludido sentirse mal y no había recibido directamente a Alyssa, y por ello aquí estaba. Siendo señalada como la responsable por errores ajenos.
Aethan terminó de escribir y colocó calmadamente la pluma en su lugar. El sonido fue efímero, pero sonó para ella como un rayo partiendo el cielo. Aterrador. Su padre nunca levantaba la voz. ¿Por qué estaba tan asustada? ¿Qué podría hacerle?
¿Sabes que es esto, Alyssa? - desde su escritorio, su padre señaló la misiva frente a él. La tinta aún fresca no se había secado por completo.
No, padre. - Alyssa permaneció quieta en donde estaba, con la delicadeza que se esperaba que profesara. Mientras tanto, encogía los dedos de sus pies dentro de sus zapatos, fuera de la vista, pero incapaz de reprimir la aprehensión que sentía.
Es un informe, para tu madre. - Alyssa miró aterrorizada el cuadrado blanco lleno de líneas que se desgiguraban ante sus ojos. Sintiendo el deseo de lanzarse contra él y romperlo y destruirlo en mil pequeños pedazos - En ella le cuento lo ultimo que ha pasado, incluido el reciente... traslado - la palabra bonita para evitar decir destierro - de tu hermano a Puerto Gaviota y tú relación con el asunto.
¡No es mi culpa! ¡Padre, no es mi culpa! - se escuchaba rota y desesperada- ¡Ella me culpará! ¡Siempre lo hace! ¡Por todo!
Aethan no reaccionó ante la pérdida de la compostura de su hija.
Oh, lo sé. - afirmó. Francamente, él tampoco quería. Sin embargo, los años le habían enseñado que intentar ocultar esto solo retrasaría lo inevitable. Tarde o temprano, su esposa se enteraría y tendría una arma más en su arsenal para hacerlo sentir miserable. Mejor limpiar la herida infectada de un tirón - Pero no tiene sentido ocultar la verdad y cada uno de nosotros debe responsabilizarse por sus propias acciones. - y considerando la actuación de su hija en los últimos tiempos, su mujer tendría un blanco más adecuado. Con algo de suerte, su mimada descendiente se enderezaría de una vez por todas, con tal de evitarla, y Aethan no necesitaría recrear esta desagradable experiencia.
¿Me culpas? - el púrpura de los orbes de Alysda se posaron en él - Yo no le dije que mintiera. Aerion se inventó esa historia por su cuenta, no fue idea mía padre. - se quejó suplicante.
Aún así, tu madre querrá venir a despedirse de su hijo. - el Señor de las Mareas explicó - No importa que ella pueda ir a visitarle. Ella vendrá y se encargará de encontrar a alguien más a quien señalar por la infracción de tu hermano, - Aethan resopló. Siendo uno de los menores de sus hijos, lo había dejado al completo bajo su cuidado y miren como había resultado. Un completo inútil y descerebrado. Y a Alyssa la había dejado a medio camino de ahí. Eso era lo que ocurría cuando te ligabas con alguien por debajo de ti - erigirse de juez y emitir castigos.
Pero Alyssa ya no lo escuchaba, se encontraba estática ante la peor noticia que había recibido en mucho tiempo. No bastaba con que hubieran querido casar a su hija con Maegor, conque el mocoso de Visenya luego se casará dentro de una familia tan poderosa en el continente y se consiguiera una segunda esposa con su propio dragón. Justo cuando pensaba que este año no podría salir mal, su padre le salía con esto. Pensaba que podría evitar a su madre el mayor tiempo posible. Entre los Recorridos Reales y posponer constantemente sus viajes a Marcaderiva, pensaba que estaba a salvo. Su padre siempre se había negado a recibir a su madre en la Corte. Justo cuando pensaba que su año no podía ir peor, se enteraba de esto. Alarra Massey venía a Desmebarco del Rey.
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Poco tiempo después, antes de que cambiara la luna, un cuervo voló sobre el mar de la Bahía del Aguasnegras. Traía entre sus alas un mensaje que hubiera desanimado a la mayoría.
Sangre de luna. No hay embarazo. Como fue solicitado, el príncipe puede regresar a su Feudo mientras su esposa no pueda recibirlo.
Las comisuras de la reina se elevaron. No mandaría a preparar un barco para buscar a su niño. Eran Targaryen y su dominio estaban en el cielo. Su hijo pondría un pie por primera vez en la Isla como su Señor, luego de descender de los lomos de un dragón.
Prepárenlo todo. - Visenya comando a su asistente luego de llamarlo - El príncipe Maegor regresa a casa.