ID de la obra: 941

Sangre y fuego y otras magias extrañas

Het
NC-17
Finalizada
1
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579 páginas, 308.987 palabras, 45 capítulos
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Una dama incorrecta

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Una elegante galera navegaba presurosa hacia el puerto. Sobre ella ondeaba un estandarte bastante reconocible. Un caballo de mar plateado sobre un campo aguamarina. La proa de la embarcación se dirigía directamente hacia el embarcadero principal, mejor construido y vigilado, reservado únicamente para la Flota Real, embajadores y nobles de alto rango. Pese a lo esperado a partir del caos de diseño que era la ciudad, la capital del reino tenía una organización portuaria eficiente. La desorganización total no era viable. Al atracar en el muelle, una figura destacó al descender de la nave. Vestía del azul verdoso que muchos asociaban a la familia Velaryon, pero sus ojos castaños y su cabello negro que apenas comenzaba a mostrar un par de canas por la edad, desmentían la relación sanguínea. Su rostro era bello a pesar de los años y lo hubiera sido aún más, de no ser por su gesto de constante desaprobación que se vio agudizado cuando miró hacia el frente. Madre, es un placer tenerla acá. - rodeada de sirvientes y guardias reales, Alyssa realizó una perfecta reverencia, consciente que cualquier defecto en su postura sería pillado, analizado y criticado más adelante. Alyssa, que... inesperado. - la voz salió armoniosa, una combinación perfecta entre la suave delicadeza de una dama y el comando a ser obedecido de una Señora, por mucho que Alyssa tratara de imitarlo, siempre fallaba - Esperaba que siguieras evitándome, justo como has hecho desde tu boda. No diga eso, madre. Es solo que como esposa del príncipe - tenía que recordarle cada vez que pudiera su nuevo estatus, o sí no, su madre se encargaría de tratarla como si hubiera sido ofrecida en matrimonio a un mendigo - he estado muy ocupada. Entre Recorridos Reales y cuidar de la fortaleza... Cuidado del que ya no eres responsable porque fallaste. - la novia de Aenys apretó sus dientes todo lo que pudo, sin dejar caer su expresión de bienvenida. Por supuesto que su madre sabía sobre esto, no había uno solo de sus errores que fuera pasado por alto o ignorado jamás - Supongo que olvidaste todas las lecciones que te di. Nunca fuiste la más aplicada de las niñas. - no como tu hermana. Alyssa casi pudo oír las palabras - Bueno, no seguiré discutiendo aquí. Es indigno actuar como pescaderas. - dijo Alarra Massey mientras sacaba un delicado pañuelo, era probable que estuviera imbuido en perfume, antes de agitarlo y colocarlo sobre su nariz - Condúceme al carruaje. No quiero seguir rodeada de estos olores y suciedad. No vaya a ser que se me pegue alguna plaga o mal humor en el aire. La esposa del Señor de las Mareas se dirigió al carruaje de la familia real como si este hubiera sido enviado específicamente a ella por el mismo rey, dejando a su hija tras de sí como una simple ayudante. Alyssa se ofendió pero se tragó sus palabras. Cualquier reproche que tuviera sería interpretado por su madre como que su desconsiderada hija quería seguir exponiéndola a la fetidez de los muelles. Como si su madre no conociera el hediondo olor de la madera mojada y el salitre, del agrio y rancio olor del pescado fresco, pescado podrido y redes de pescar que nunca se secaban combinados. El sol ni siquiera se había alzado y la brisa soplaba en una dirección que le impedía enfrentarse a la descomposición ligada a las aguas residuales de una urbe que carecía de cualquier tipo de alcantarillado. Pronto se volvería nauseabundo, y lo peor era que Alyssa casi prefería quedarse imbuida en ese olor, que entrar al espacio cerrado que la esperaba para su viaje de regreso junto a su madre. La Velaryon soltó todo el aire de su pecho y luego aspiró todo lo que pudo, tomando fuerza para soportar el trayecto con algo de aplomo. Subió a su transporte y antes de poder sentarse en su asiento, su madre comenzó su interrogatorio: - ¿Donde está tu padre? Padre se quedó en Fuerte Aegon. La reina Visenya acudió para llevarse al príncipe Maegor de regreso a su Isla bien temprano y posterior a esto, se celebraría una reunión del Consejo Privado a la que él debía asistir. - su madre no dijo nada, a pesar de la deliberada ofensa. Era casi un deber social que un lord recibiera a su esposa, especialmente luego de un período de separación, tal como era uno habitando Desembarco del Rey y la otra en Marcaderiva. Razón por la cual Alarra levantaba la nariz con orgullo herido, pero callaba. La excusa de su señor padre no solo era irrefutable, sino socialmente aceptable. Su progenitor se mantenía como un servidor de la Corona diligente, un consejero devoto e indispensable, a la vez que priorizaba otros asuntos por encima de su mujer. La dama Massey no podría quejarse sin parecer egoísta y lucir como una villana. Ya veo. Que... servicial de su parte. - su madre olfateó un poco - La familia real debería agradecer tener un hombre tan enfocado y capaz entre sus manos. La caballito de mar no sabía qué decir, que contestar, y con toda seguridad podría afirmar que preferiría que el silencio se mantuviera hasta llegar a su destino. Sin embargo, los dioses no eran benévolos con ella. ¿Cómo está esa familia tuya? - para cualquier otro sería una pregunta inocente, para Alyssa significaba una puerta que su madre había traspasado para torturarla. Muy bien, madre. Gracias por preguntar. Lamentablemente el príncipe Aenys no pudo acudir a recibirte, ya que su padre el rey - intentó recordarle una vez más el estatus de las personas a su alrededor, para ver si la motivaba a mitigar sus críticas - lo ha colocado de regreso en sus entrenamientos con espada y ha establecido una rutina de estudios. Pues finalmente, nuestro monarca ha decidido encaminar a su heredero a temas que le son más acordes a su posición. - abiertamente desdeñosa, Alyssa se preguntaba como era posible que siendo de la misma altura e incluso después de su enlace con alguien superior, la mujer que la dio a luz seguía mirándola por debajo de su nariz - Esa tontería de la poesía y admirar las estrellas no le corresponden al heredero del trono. Solo que deberías haber sido tú quien lo guiará en ese sentido, pero claramente decidiste apoyarlo en esas nimiedades. Es el gusto del príncipe quien lo ha llevado a perseguir tales pasatiempos. - que ella compartiera muchos y los disfrutara, no tenía nada que ver - Además, no veo que tiene de malo que invierta su tiempo en ellos. Los disfruta y le permiten ser el hombre refinado y culto que todos conocen y adoran. No será con adoración como lo recibirán cuando se siente en el trono, Alyssa. - su mirada fue firme y calculadora, por un instante sin rastro de desdén - Tendrá que estar preparado para demostrar su capacidad para gobernar, y aún así lo desafiarán. Ja. - el tono de la Velaryon fue burlón, lo que no fue muy inteligente de su parte - Tiene un dragón, solo un tonto se atrevería a desafiarlo. - su confianza no flaquearía en ese asunto. Lady Alarra no respondió, solo se inclinó hacia atrás en su asiento, y por un momento todo permaneció en bendito silencio. No iba a durar mucho. - ¿Y la princesa Rhaena? Otro punto delicado para Alyssa. Cuando la tuvo, su madre acudió a conocer a la primera descendencia de su hija con la familia real. Ella pudo evitar a su señora madre aludiendo debilidad, pero permitiendo que fuera presentada a su hija. Aún así, se encargó de hacerle saber su decepción por haber dado a luz a una niña y no a un heredero. Alyssa también se había decepcionado, pero no le correspondía a su madre criticar y pudo silenciar sus comentarios gracias a la alegría del rey por sostener a su nieta. En excelentes condiciones, madre. - ella explicó para que no se encontrara falta en sus acciones - La veo al menos tres veces al día. Una en la mañana para supervisar las actividades que realiza, una luego de la comida del mediodía para escuchar los informes de las nodrizas y por las tardes, cuando baja el sol, damos un pequeño paseo por los caminos del Fuerte. Los nobles nos ven pasar y me ven como una madre devota e irreprochable. Su madre asintió. De esa forma sería vista como una figura materna ejemplar y dedicada pero todavía apropiada. - ¿Para cuándo el próximo embarazo? Tu hija ya tiene dos años. ¿Por qué no has tenido otro bebé? ¡¡¡Madre!!! - no pudo detener el tono escandalizado. Nada de madre. Diste a luz una niña en vez de un varón. Y luego, en vez de quedar encinta inmediatamente, - el disgusto fue evidente - has esperado, por alguna razón. - la miró de arriba a abajo - No has salido en estado porque estás esperando, ¿verdad? No porque no puedas o porque tu marido se aburrió de compartir tu lecho, ¿cierto? Mi marido no se ha aburrido de mí. - exclamó muy ofendida - Me ama y me será eternamente fiel. Niña incauta y estúpida. - esto la dejó estupefacta. Hacía años desde que su madre la ofendía así directamente. Habría pensado que ya había superado la etapa en la que le dolía, pero las lágrimas que tuvo que contener le mostraron que estaba equivocada - Todos los hombres se aburren con el tiempo. Solo un heredero asegurará tu posición. - además del insulto, la dama Massey no pudo evitar retorcer el puñal en la herida - Mi Ethelyna me hubiera escuchado y ya tendría un nieto del rey Aegon entre mis brazos. No como esta niña tonta que cree que por ser algo bonita siempre será la favorita de todos. ¡No puedes estar segura de eso! - escupió Alyssa - Incluso si hubiera vivido, no puedes estar segura de que mi hermana se hubiera casado con Aenys. No solo tenía tu cabello negro y nada valyrio - le echó en cara a su madre la falta de cabellera plateada en su hijita adorada, una carencia heredada de ella y que estaba ausente en Alyssa. Un defecto que un purista como lo eran los Targaryen no hubieran pasado por alto - sino que también era un par de años mayor que mi esposo. Niña incauta, estupida y ciega. - su madre habló de manera sombría - Aegon el Conquistador no se hubiera atrevido a rechazar a la hija favorita de los Velaryon - la confirmación de la preferencia de su familia todavía dolía - solo por su color de pelo. También careces de cerebro si crees que tres años de diferencia habrían influido en algo, considerando que casó a su hijo menor con una mujer una década mayor. Alyssa casi se muerde la lengua para evitar una réplica vulgar y virulenta. En cambio contestó - Al final no importa. Mi hermana está muerta y nunca sabrás si mi Aenys sería capaz de amarla. Sigues con esa tontería del amor. - se burló lady Alarra - Ya te dije que no es útil y solo sirve para dar problemas. Lograr que te amen es una ventaja, pero en este mundo la seguridad debe ser la perseguida. No tontos sentimientos. Palabras fuertes para una mujer que nunca fue amada por su marido. - fue su respuesta. No lo fui. - admitió lady Massey con estoicismo, aunque no pudo evitar la mueca de un ego herido. Hacía años que lo había aceptado, aunque aún ardía en su orgullo. Una de las mujeres más bellas de su tiempo y siempre fue considerada inferior. Lo peor es que nunca pudo hacer nada contra su marido ni contra... - Pero le di a mi Señor esposo los herederos que necesitaba, las hijas para obtener sus alianzas. Mi posición de mantuvo firme y nadie la puso en duda. No como tú, - el desprecio era evidente - que has logrado decepcionar al monarca y tras varios años de matrimonio, solo tienes una nena para mostrar. Y un marido que me ama. - reafirmó Alyssa luego de notar el gesto de su madre. Una debilidad desconocida y que puede que le sirviera de arma para esgrimirla contra su actitud - A diferencia de a ti. Ay, mi tonta e inocente niña. - Alarra negó con la cabeza - Aún tienes tantas cosas por aprender. Tu la has tenido fácil. - sus ojos castaños la atraparon en con despiadada intensidad - Cierto. No pude seducir a mi marido. No cuando llegué al matrimonio y él ya tenía a alguien en su corazón. Alguien prohibido. Aunque eso solo hace que el deseo de los hombres se inflame más allá de lo posible. ¿Su práctico y siempre pragmático padre enamorado? ¿Cómo es que nunca había escuchado de esto? La curiosidad ganó a las ganas de seguir discutiendo de Alyssa y se sintió forzada a preguntar - ¿Y quién es esta mujer que logró tal acto imposible? No te preocupes por ella. - fue Alarra quien miró por una diminuta ventana del carruaje mientras atravesaba la capital, dispuesta a terminar la conversación - Hace años que esta muerta. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Visenya soltó una carcajada estridente, aunque aquí, volando tan alto sobre el mar, nadie la llamaría así. Su hijo y Ortiga viajaban a su lado, de regreso a casa, y la muchachita no perdió la oportunidad de jugar en el aire. Al frente de su montura estaba su hijo, y desde aquí podía ver que irradiaba una satisfacción que ella compartía. Regresaban a su hogar, abandonando las trampas cortesanas de Desembarco y su familia tenía ahora dos dragones. ¿Qué más podría pedir? Ortiga hizo un giro en el aire con su bestia y pudo escuchar, incluso en la distancia que los separaba, un grito de alegría de Maegor. Sí, su niño feliz era otra cosa que podía pedir y también estaba a su alcance. Una gran sonrisa adornó su rostro. Estaba segura de que no había sonreído así desde ese breve periodo que prosiguió a la muerte de su padre, aunque no pensaría más en ello. Se sentía contenta y nadie arruinaría eso. Así que lanzó ella su propio grito y Vaghar rugió en respuesta. Una caída en picada y un saltó hacia adelante a gran velocidad le revolvió el pelo que escapó de su trenza y le hizo latir el pecho en un ritmo loco. Sí. Hacía décadas que no se sentía tan viva. El regreso fue una repetición más brillante de la vez anterior. El mismo colectivo de la servidumbre se afanaba en el patio, para recibir a su nuevo señor. Ortiga, consciente de esto, realizó una maniobra de aterrizaje conjunta con Vaghar a pedido de Visenya. Los dos dragones bajaron en un círculos consecutivos, con cada uno de ellos al lado contrario del círculo del otro. Una persecución representada en una especie de juego, para que todos entendieran de una vez la confianza y el poder entre ambas bestias. Fue Vaghar quien primero se posó en el piso, seguido bastante rápido por el coloso marrón. Visenya se desató sus cadenas con calma, conociendo que la bajada del Ladrón de Ovejas de su hijo sería más lenta. El dragón, aunque no agresivo con él, no parecía que le agradara mucho su niño. Ah, bueno. No importa que fuera de la realeza o un Targaryen, nadie podía obligar a un dragón a sentirse cómodo con nadie. Al llegar al suelo, la reina se sorprendió un poco al ver que su heredero no se había presentado al frente de la comitiva de bienvenida. Un vistazo hacia atrás le mostró a su niño esperando por el descenso de Ortiga. ¿Su príncipe aguardando a su esposa? Aún mejor. Cualquier criado los vería aparecer juntos y antes de eso, observaría la preocupación del nuevo Señor por ella. Preocupación nunca antes vista hacia nadie más, excepto quizás hacia ella. Con los pies de su pequeña ladrona plantados seguros en la tierra, Maegor se encaminó con fuerza al centro de todo. Quienes no estuvieran acostumbrados a él, no notarían el cambio con el príncipe de Rocadragon que todos conocían. Sus ropas estaban un tilín desajustadas. Su pelo, pese a su corta extensión, se hallaba un tanto erizado. Aunque no tanto como el de Ortiga. En serio tenía que conseguirle una mejor doncella, una que recrear sus peinados para su pilluela. Era el gesto de su boca, la mirada en sus ojos, lo que había cambiado. No había una sonrisa en él, su retoño intentaba lucir respetable y regio para su edad. Pero había una ligera inclinación en la comisura de sus labios, un gesto de satisfacción. Su mirada ya no era sospechosa o suspicaz, era la de alguien lleno de orgullo que contempla lo que le pertenece. Su hijo aceptó todas los saludos y presentaciones con seriedad, considerando que estos eran formalidades esperadas hacia el nuevo Señor del lugar. Aunque no sería el dueño absoluto hasta los seis y diez años, el que todos lo reconocieran como gobernante del lugar era algo que no dolería. El reconocimiento era algo que todos, incluido su niño que pensaba un tanto diferente a los demás, buscaban con ahínco. Terminado el recibimiento y en contra de lo esperado por todos, el príncipe agarró la mano de la morena muchacha, sin pedir con elegancia o modales que lo acompañara y le dijo - Ven, Ortiga. Déjame presentarte el castillo. - y la arrastró tras de sí. No es que ella se opusiera tampoco. Siendo quien era, tomó su entusiasmo y avanzó con él todo el camino. A pesar de su entrenamiento y la rigurosidad férrea que acostumbraban a seguir, hubo miembros del personal que abrieron tanto sus ojos ante esto, que casi se les salen de las órbitas. Incluso hubo un mozo que dejó caer la mandíbula. ¿La acaba de llamar Ortiga? - Visenya se encogió un poquito por dentro por el desliz de su hijo. Pero decidió rectificar un problema y echarle más fuego a la situación de un solo golpe. Sí. - asintió para la mucama que había preguntado, que ya se encontraba temblando en el lugar por su indiscreción - Le llama así de cariño. - tarde o temprano el nombre verdadero de su ladronzuela se les escaparía. Mejor crear una escusa válida desde hoy. Todos pusieron su atención en ella, ahora que el nuevo señor había desaparecido tras la entrada. El rumor se regaría como los piojos entre un grupo de niños de pueblo. Puede que hubiera personas que aún tuvieran la esperanza de que Ceryse Hightower fuera la Señora de la fortaleza, en comparación con Ortiga, la dama menos adecuada. Pero definitivamente a partir de este día, nadie en el castillo tendría dudas de algo: al segundo príncipe del reino, Maegor Targaryen, le gustaba mucho su segunda esposa. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Fue entre los pasillos de Fuerte Aegon que se cruzaron con ella. La altiva y correcta lady Ceryse Hightower, que era perseguida por los mismos líderes de los sirvientes que la habían obedecido a ella hasta hacía poco. Aquellos que había tratado de poner de su lado junto al resto de la traicionera servidumbre. Como por ejemplo, las lavanderas. Ella pensó que al librar a dichas empleadas de las tareas de hervir constantemente las telas de cama de la familia real, ganaría su aprecio y fidelidad, y así fue. Al menos hasta que llegó Ceryse a "rectificar" sus acciones. Instauró de regreso el trabajo previo y destinó alguno de los fondos ahorrados en combustible, para darle una mísera compensación a los siervos por la inconveniente restauración de sus deberes. Ella les había quitado trabajo difícil de las manos, pero ellos por unas pocas monedas se habían vendido. Todos habían cambiado de lealtad más rápido que un mar tranquilo se convertía a uno embravecido en plena tormenta. Tras ella, caminaba su madre, un dechado de recato para todos. Veamos cómo le iba a la Hightower. Una mirada a Alyssa y a su acompañante, y Ceryse se inclinó en una rápida y perfecta, por supuesto que era perfecta, reverencia. Podría haber usurpado su posición como gobernadora de la fortaleza, pero al menos reconocía su estatus superior. Sintió a su madre reverenciar tras ella. Por un momento pensó en no devolver el saludo, para que ambas entendieran su posición, pero decidió ser magnánima, y evitar potenciales críticas de su progenitora. Los modales debían seguirse antes que todas las cosas. Alguien de estatus superior puede saltarse las formalidades, pero si Alyssa lo hacía, su madre pondría un grito en el cielo. Esperando que la locuaz lengua de su querida mamá hiciera efecto contra la enemiga de su Casa, se sorprendió al oír: Lady Ceryse, un placer conocerla. - no había ni una pizca de veneno en la voz de Alarra Massey - He escuchado que se ha hecho cargo de todas sus funciones con una efectividad que rivaliza con los comandantes en un campo de batalla. La esposa de ese bruto de Maegor, inclinó la cabeza en aceptación y respondió - Gracias por sus amables palabras. Solo intento estar a la altura de los estándares requeridos antes de mí. Estoy segura de que lo está, mi señora. Y si necesita algo, - otra reverencia de su madre. De no ser por su crianza estricta, Alyssa habría boqueado de la impresión - siempre puede contar con los Velaryon como verdaderos servidores de la Corona. Para lo que necesite. - dijo con firmeza. Y con mayor confidencia, afirmó - Por favor, perdone las acciones de nuestra hija. Por lo visto sus escasos años en la Corte la han mimado en exceso. Ceryse devolvió una sonrisa breve y amable, aunque no devolvió palabra y continuó con sus labores. Quedaba claro que no caería en la falsa cortesía aunque tampoco la rechazaría. Cuando la vio desaparecer, Alyssa exigió: ¿Qué fue eso? ¿Por qué has tratado a esa trepadora Hightower así? - como parecía que la Señora de los Velaryon avanzaría sin responder, Alyssa la agarró del brazo - Responde. Su madre no se inmutó para decir con el tono más melodioso - Olvidaste todas mis lecciones, por lo visto, mi niña tonta. - hizo el además de enderezar el cuello de su vestido - Hay oídos en todas partes y ojos en las paredes y aún así buscas una confrontación pública. - Ella es enemiga de los Velaryon y tú le ofreciste ayuda. Ayuda sincera, si lo que escuche en tu voz era correcto. Puede que lo hiciera, puede que no. - su madre continuó en esa misma tonalidad - Depende de lo que convenga a la familia. En estos momentos lo que conviene, y por lo tanto, lo que pasará, es que tú eres su enemiga, no los Velaryon. Si ella es mi enemiga, es enemiga de los Velaryon. - siseó Alyssa en voz baja, para que nadie más pudiera escuchar - Solo me enfrenté a ella porque amenazaba los intereses de nuestra familia. No, - la Massey corrigió - te enfrentaste a ella porque era peligrosa para ti y tu orgullo. No porque te amenazaba, y de paso te has conseguido una contrincante donde pudiste crear una aliada. Si vas a actuar por un impulso egoísta, no esperes el respaldo de tu Casa. Ella no se pondría de nuestra parte. - la caballito de mar aclaró, como si fuera algo obvio - Solo esperaría su oportunidad para aprovecharse. Como debería hacer toda buena dama. - su madre asintió - Esperar el momento adecuado y hundir las garras cuando más nos convenga. No desafiar a las personas en un duelo directo, ni buscar pleitos que no estés segura de ganar. - miró a su hija, casi tenía dos décadas y actuaba como si no cumpliera más de una por lo errada que estaba en sus métodos - Después de todo mi querida Alyssa, en la mayoría de los casos, todos los demás son enemigos. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Maegor se había avergonzado un poco a sí mismo, al darse cuenta después de un rato, de que Ortiga conocía la mayoría de los lugares que le estaba enseñando. Fue un alivio inmenso cuando ella le respondió que conocía el área, no la historia ni los cuentos. Y le contó sus propios descubrimientos confidenciales que compartía con su madre. Usar su habilidad para encontrar cosas escondidas le pareció algo de lo más inteligente por hacer. Cuando tu madre me mostró su biblioteca secreta me tomó por sorpresa, lo admito. - sus dos cabezas se mantenían cerca mientras se murmuraban, para que nadie más escuchara lo que decían. Que vista resultó ser para aquellos en su camino - Pero nunca había rondado por aquí en total libertad. Cuando me puse a revisar desde el exterior, me sorprendí que nadie más se hubiera dado cuenta. Conté las ventanas por dentro de las habitaciones y por fuera del castillo y efectivamente, había una de más en ese piso. Son demasiadas para que alguien se fije bien. - explicó Maegor. Una sola ventana pasaría desapercibida entre las muchas que adornaban esa pared de la fortaleza. Ortiga asintió orgullosa, tras admitir que era mala con las letras, pero hasta su Visenya la había felicitado por su habilidad con las cuentas - Por supuesto, hay demasiadas ventanas a simple vista para darse cuenta. Tienes que comparar por dentro y por fuera, evaluar el nivel en el que están y recordar los números. Pero ese es uno de mis talentos, además de revisar en cada esquina posible. - ella se río y Maegor sintió la tentación de imitarla. - Madre debe estar feliz por lo encontrado. Tu madre está complacida, y creo que duerme mejor sabiendo que ando tras los túneles ocultos. Así como el maestre Morel. El hombre me defiende de cualquiera que diga que no es correcto que yo haga eso. - Ortiga resopló suavemente - Vamos, entiendo que se vea extraño que me la pase escarbando y revisando por los rincones, pero como la reina les dijo que lo estoy haciendo para ella, los demás se quedan callados. Maegor le apretó la mano en respuesta, mano que no había soltado en todo el rato. Solo cuando su emoción del primer momento desapareció se dio cuenta de lo que hacía, pero puesto que Ortiga no dijo nada, no la soltó. Era su esposa y no era incorrecto tomar la mano de su esposa en público. O eso creía. La verdad es que no quería soltarla y ya. Además, le recordaría a cada sirviente que los vio pasar que ella era su mujer, de él, y que nadie tenía el derecho a mirarla con extrañeza. No se había olvidado que decía que había personas que decían que ella actuaba de forma incorrecta. ¿Quién se atrevía a decir eso de Ortiga en su propio Feudo? No solo estaba haciendo algo útil y aprobado por su madre, sino que ella era una de las Señoras del Castillo, y ningún criado tenía derecho a opinar sobre sus acciones. - Todavía me pregunto por la biblioteca de tu mamá. Si solo tú y ella sabían de ella, significa que si no se lo dicen a nadie más, ¿otros Targaryen desconocerían su existencia? Él solo se encogió de hombros. Creía entender lo que decía. Sin ellos, ¿los Targaryen de su tiempo sabrían de la biblioteca? Lo más probable era que no. Aunque no estaba seguro de ello. Como no entendía luego de que ella preguntó, porque su abuelo le había contado a Visenya el secreto de los conocimientos escondidos y no se lo había dicho a su padre. Después de todo, el heredero era él, ¿no? Bueno, lo que era, era. Pensar en ello no le aportaría nada. ¡Oye! - Ortiga lo miró emocionada - ¿No quieres ver mi cuarto y ya sabes, - le susurró al oído, haciéndole cosquillas - ver el armario que encontré? El descubrimiento lo fascinaba. Si encontró esos rollos de astronomía, ¿qué otras cosas podían estar esparcidas por ahí? Maegor, ¿qué me dices? - lo miró con sus bonitos ojos oscuros. - ¿Decirte qué? - ¿Quieres ver mi cuarto? La respuesta era sí. Así que una caminata larga después, y tras la subida hasta la cima de la torre, ambos llegaron a las habitaciones. Aunque no le importó la subida ya que la lógica de estar más cerca del techo para despegar y aterrizar con su bestia le pareció magnífica, era claro que su esposa era muy astuta, tuvo que admitir que era un buen tramo de escaleras. Ortiga pensó lo mismo. Ufff. Esa escalada está fuerte ¿verdad? - esperó algo de él, que solo cabeceó porque tenía razón - Pero tres lunas subiendo y bajando varias veces al día están dando resultado. Tu madre me dijo que me daría músculo y tiene razón. - se palmeó su trasero sobre las calzas - Miralas, están firmes como nunca. Ahí fue cuando el príncipe cometió un error, pero solo lo supo después de hacerlo. Ella le dijo que estaban firmes y él fue a comprobarlo. Cuando su palma entró en contacto con su nalga, Ortiga se quedó rígida y lo miró con los ojos bien abiertos. Él lo notó entonces. Se lo habían dicho muchas veces, no es correcto agarrar las partes trasera de una lady. Aunque había visto a muchos señores de la Corte hacerlo con criadas y una que otra dama ocasional. Que su esposa se quedará tan quieta era que había hecho algo malo ¿verdad? Perdón. - fue lo único que se le ocurrió decir. Aenys le había dicho que un príncipe sí podía disculparse, y si alguien era digna de recibir disculpas si le hacía algo malo, era su amiga. Dices perdón, pero me sigues agarrando el culo. - mordió su esposa, apenas se atrevió a parpadear cuando ella habló - ¿No me has escuchado? ¡Suéltame! Separó en ese momento su mano como si estuviera tocando carbones encendidos. Maegor, - no quería mirarla a los ojos - no es correcto lo que hiciste. Buscó defenderse de alguna forma, pero solo se le ocurrió - ¿Esta mal que un esposo le agarré el trasero a su esposa? - el tic en su mejilla se desató con sus propias palabras. Ortiga fue a responder y se quedó en silencio. Lo intentó de nuevo y nada - A ver, no está mal. Pero... - los señaló a ambos - somos un caso especial. ¿Qué dije que haría si me tocabas sin permiso? Violencia. - se acordaba de eso bien, aunque... - ¿Qué pasa con las manos? Te agarré de las manos sin permiso. No, no. Las manos están bien. - su amiga afirmó - De hecho, si algo me molesta te lo voy a explicar. Porque por lo visto, nadie te lo ha dejado muy claro. Puede que porque eres un príncipe, y de los que dan miedo. También habrá cosas que a otros le molestarían pero a mi no. Así que pregunta sin miedo. Él asintió. Si se lo explicaba a detalle, sería más fácil. Más si con ella se aplicaba de forma diferente. Así que avanzó hacia donde ella iba, a mostrarle el famoso aparador secreto. Mientras tanto, apretó su mano en el aire. Su esposa tenía razón en muchas cosas, una de ellas es que sus nalgas de verdad que estaban firmes. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Príncipe Aenys. Es un placer saludarlo. - el recibimiento de Alarra Massey para con su esposo fue dulce como la miel, e igual de repugnante. Sabía que a veces o más bien, en muchas ocasiones, una dama debía fingir cosas que no sentía por el bien de las cosas, o simplemente porque era considerado lo correcto. Pero la habilidad de su madre para escupir bilis de alguien y luego darle la bienvenida con tal entusiasmo, sin que su máscara de matrona benigna nunca desapareciera, siempre sorprendía a Alyssa. Cualquiera diría que la señora de Aethan Velaryon se preocupaba de verdad por su esposo. En especial porque luego de la reverencia formal, extendió sus manos para sostenerlo, pese a estar el príncipe heredero bastante sucio y sudado por los entrenamientos. Y si había algo que su madre detestaba era la suciedad. Oh, no, mi señora. Somos familia ahora y no estamos en público. - Aenys la saludó con entusiasmo - Sin formalidades. Oh, alteza. - su madre logró de alguna forma lucir sonrojada - No ne atrevería. Tonterías. - su siempre dulce marido, demasiado confiado con las víboras a su alrededor - Disculpe no haber ido a recibirla yo mismo. Mi padre ha establecido un régimen muy riguroso para mi educación. No se preocupe, mi príncipe. - Alarra sonaba casi como una madre preocupada - ¿Esta siendo muy duro el entrenamiento? Pensé que con mi hermano menor fuera, tendría unos días libres. Ya sabe, mi padre quiere que entrene y estudie a su lado. - Aenys se burló un poco y Alyssa notó como la mirada de su madre se entrecerró - Pero sin él, se le ha ordenado a mi maestro de armas aumentar la severidad. Padre intenta que alcance a Maegor. - negó con la cabeza - Incluso si me gustará pelear, no creo que podría hacerse. Mi hermano nació para ser un campeón con las armas. - dijo con un orgullo que Alyssa despreciaba en él. Ya veo. - la caballito de mar no vio lo que su madre captó, pero la dama Massey continuó - Bueno, un hermano triunfa en las armas y otro en lo académico supongo. Un perfecto equilibrio. ¿No? Uno pensaría eso, ¿eh? Pero no. - Aenys aclaró - Todavía lo supero por poco, pero contrario a lo que todos creen, mi hermano es muy estudioso. - repugnante como alababa al mocoso de Visenya. Pues que bueno que los Targaryen posean un hijo con tales cualidades. - asintió su madre - Pero me disculpo por molestar. Se nota que se dirigía a asearse y lo estoy interrumpiendo. No se preocupe, mi señora. - Aenys expresó antes de marcharse a sus cámaras - Es un placer interactuar con una dama tan bella de mi propia familia. Cuando su pareja se marchó por la puerta, de seguro resonaron en su oído las alabanzas de su madre por ser tan educado. El sonido de los pasos alejándose, le permitió a la actual Señora de la Casa Velaryon de volver a su pasatiempo favorito: criticar. Cuando pensaba que no podía haber nadie más cabeza hueca que tú. Aparece él. - ¿cómo se las arreglaba para resoplar de forma refinada esta mujer? - ¿Desde cuándo es tan cercano a su hermano menor? - la pregunta de su madre salió disparada en forma de acusación destinada a Alyssa. Pues desde que su padre los puso a entrenar juntos. No se porque el rey hace eso. Creo que es un castigo por casi entregar a la bastarda esa a los volantinos. - ella todavía estaba molesta por aquello, tan cerca de deshacerse de esa espina y con que facilidad. Pero tuvo que venir Visenya e interrumpir ¿La princesa Orthyras? - no había ninguna inflexión en su voz - Otra razón más para pensar que el muchacho no tiene cabeza. Aegon el Dragón nunca hubiera permitido que la dama saliera de sus manos. Y lo que está haciendo el rey no es un castigo, Alyssa. ¿Cómo que no? - preguntó ella realmente contrariada - Hace entrenar a mi esposo con ese bruto de su hermano y luego lo hace pasar más tiempo con él. El propio rey le pidió que fuera su amigo. - la palabra le sabía amarga en la boca. Niña tonta, rey astuto. - Alarra la miró de arriba a abajo - Tienes que ser más inteligente Alyssa, si quieres empezar a prosperar ahora que no te entregan todo en bandeja de plata. El rey se está dando cuenta de las habilidades de su hijo menor, que por lo visto supera en mucho a su hermano. - Alyssa la miro algo asustada, a lo que su madre asintió - Es por ello que le pide que sea su amigo, de seguro. - por una vez, fue su perfecta mamá quien actuó imperfecta, mordiendo una una de su mano. Eso hablaba de preocupación - Pero si presiona a Aenys para que supere a Maegor es que todavía tiene fé en él. No abandonará a su heredero. El rey jamás abandonaría al Aenys por el hijo de Visenya. - exclamó escandalizada. La idea de lo contrario era tan absurda como... como... que sabía ella. Como un mundo sin nobleza, eso. Cambiar a Aenys como heredero por Maegor sería como vivir en un mundo sin nobles - El Conquistador ama demasiado a su hijo, el recuerdo de Rhaenys, para cambiarlo por el príncipe Maegor. Ay, querida Alyssa. ¿Cuántas veces debo explicarlo? El amor no vale tanto como crees. - se encaminó hacia una ventana, observando algo más allá de su vista - Aegon prefería a Rhaenys, cierto, y es por ello que cuando murió su padre le permitió adquirir a su dragona. - la plateada Meraxes, una bestia inmensa de ojos dorados, o eso había oído - Ahora, - Alarra la miró fijamente - ¿crees que si Rhaenys no hubiera podido domar a su dragona, Aegon se habría atrevido a casarse con ella? La pregunta le sacó el aire de los pulmones - ¿Qué? Lo que dije. - rectificó las palabras - Si Rhaenys no hubiera conseguido a Meraxes, ¿crees que Aegon se habría atrevido a casarse con ella? ¿A poner a sus hijos por encima de los de Visenya? Tenerla a un lado, si. Es probable. Pero ofender a la esposa con un dragón por una mujer sin uno. - negó con la cabeza. Era un pensamiento estúpido, incluso para la misma Alarra que tanto despreciaba a la reina superviviente. Podría desagradarle la mayor de los Targaryen, pero no era ciega a la verdad. No. - Alyssa negó vehemente - Aegon siempre hubiera escogido a Rhaenys y a su hijo. Era la reina adecuada. Alegre, femenina, más suave que su hermana mucho más severa y rígida. - o eso le habían dicho. No la conoció personalmente. - Rhaenys era una reina más adecuada en el papel, cierto. Pero no te equivoques Alyssa, sin dragón no hubiera llegado a reina, ni siquiera a esposa. Por suerte para ti, un trono conquistado por dragones será mantenido por ellos. Por lo que el príncipe Maegor, más adecuado o no, sin su propia bestia no gobernará. Esto duplicó el miedo en el corazón de la Velaryon, el segundo hijo del rey no tenía montura pero su esposa sí - La segunda esposa de Maegor no cuenta. ¿Verdad? Es salvaje y maleducada y no es una heredera de la Corona. Así que no cuenta. ¿Cierto? - aunque la sospecha de que era una bastarda de Aegon no desaparecía de su mente. Alarra dudó - No lo creo. Puede que ella sea un apoyo, pero sin su propio dragón, Aegon no pondría a Maegor por delante de Aenys. Una sensación de alivio, seguida de satisfacción, la invadió - Sí, por supuesto que sí. Además, esa mujer con su comportamiento inadecuado, no será más que un lastre para el lado de Visenya. - se regocijó con el pensamiento. No seas ingenua, Alyssa. Puede que no sea una dama correcta y aún así, lo que se espera y lo que se necesita son dos cosas distintas. - su madre le agarró delicadamente la mandíbula, asegurándose de no dañar la precioso cara - Por ejemplo. Se espera que las ladys sean solo adornos bonitos y suaves, que sonrían de forma dulce y tengan bebés. En realidad se necesita una mente astuta y política que sepa apoyar a su Casa desde su lugar segundario y que sepa navegar entre las traiciones y trampas de la Corte. - la soltó con desdén - Y pesé a que te eduque para ello, estas fallando. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ El día había sido ajetreado como pocos. Por suerte para él, su madre lo conocía lo suficiente para buscarlo luego de que hubiera completado su rutina de ejercicios. No le gustaba saltársela. Ya acá en la Isla, tanto había cambiado que a Maegor le daba vueltas la cabeza. Que Ortiga eligiera habitaciones tan originales no le alteraba tanto como la mudanza de su madre. Había abandonado su pequeño cuarto cerca del patio por uno al menos varias veces más grande. Él y Ortiga se habían burlado un poco del tapiz en el pasillo de entrada, una representación de la batalla naval de su madre en Puerto Gaviota, que hasta hace poco había adornado un corredor alejado en Fuerte Aegon. Su esposa había comentado sobre la representación de su madre quemando barcos en su dragón con su escudo y espada alzadas y tenía razón. Quien hizo el tapiz carecía de seso. En una batalla en dragones no tiene sentido alzar una espada. Si acaso un escudo, y aún así, de tenerlo lo ideal sería mantenerlo atado a la espalda. El tejedor de tapices no sabía nada sobre dragones. Lo más probable es que su madre se hubiera aferrado a su montura durante el evento. Mientras analizaba esto, pasó a conocer su nuevo cuarto, y se sorprendió. Una cama con dosel era una fastuosidad que nunca se habría imaginado para Visenya. Una alfombra de gran tamaño en el centro casi vacío mientras otras más pequeñas rodeaban la cama y otra frente a la amplia chimenea. ¿Alfombras? ¿En la habitación de su madre? Aparte de un par de cofres, la reina había adquirido una mesa amplia con un par de sillas, un librero que cubría una pared entera y un diván. Seguía siendo un mobiliario escaso para un miembro de la realeza, pero para lo que acostumbraba su mamá, esto era el colmo del lujo. Se detuvo impactado, casi igual a lo que se sintió al ver un dragón desconocido, antes de mirar a su madre, que se removía en su lugar, y decir: - ¡Impresionante, madre! Horas más tarde, de regreso en los aposentos de Ortiga, todavía estaba pensando en ello. O al menos lo hacía hasta que escuchó a su esposa a través de la puerta que daba a la antecámara. Nada de peros, ya te dije que el diván es más cómodo para ti y que duermes en él. - una pausa - No, no vas a ayudarnos a prepararnos para dormir. No somos niños, lo podemos hacer solos. - ser niños o no, no tenía nada que ver con la situación, aunque él se sentiría irritado si lo hacía. No le gustaba que lo tocaran sirvientes desconocidos. Ni tampoco le gustaba mucho que lo hicieran los conocidos. Bah, prefería doblar él su ropa, para que quedara perfectamente doblada, y desvestirse él mismo - No, no estamos molestos contigo por nada. Puedes dormir tranquila. Ortiga atravesó la puerta y él habló - A mi me gustaría que se fuera a dormir al solar. Así estará más alejada de nosotros. No tiene dónde dormir ahí. - le explicó su esposa luego de calmar a la temblorosa criada. Había comenzado a parlotear con familiaridad cuando su mujer llegó, sin darse cuenta de su presencia. De alguna manera, Ortiga se las había arreglado para que la mayor parte del personal del castillo la tratara como una amiga o conocida que como su señora. Al notarlo, y descubrir que dormiría ahí, comenzó a temblar como un perro mojado en invierno. Debía ser una empleada nueva, luego de que su madre se deshiciera de la mayoría de los Velaryon. Eso, o tenía demasiada mala fama entre los sirvientes, cosa que no se había cuestionado hasta hace poco. El hecho de que Aenys fuera popular incluso en la servidumbre le hizo darse cuenta de cuán diferente era tratado él. Aún así, la moza actuaba con demasiada confianza con su mujer. - Que duerma en un jergón. Ya te dije que no lo haría y que no lo va a hacer. - nadie podría tildar jamás a Ortiga mujer callada y obediente. Era lo contrario a la correcta y sumisa damisela promedio. Si no le gustaba lo que decía, se negaba en redondo. Cuando vio que se empezaba a quitar la ropa, miró para otro lado. No era correcto mirar a una dama, y aunque fuera su esposa, si no está bien para Ortiga que la toquen, entonces no está bien mirarla. - Entonces, mañana después del entrenamiento, ¿me puedes acompañar a las barracas? Me gustaría investigar a ver si ocultan algo. Él asintió, un poco confundido por qué necesitaría compañía, pero bueno. Si ella se lo pedía y su madre accedía, no veía porque no. Sintió el movimiento en el colchón, que le avisaba de que Ortiga ya subía junto a él a la cama y empezó a sentirse un poco incómodo. Él estaba aquí con un mentira. No era correcto mentirle a su amiga, que también era su esposa. A Ceryse sí, porque ella no estaba de su lado, pero a Ortiga no. Ortiga, - ella lo miró desde su lado. Su cabello oscuro ya estaba desparramado sobre la almohada - cuando dije que me tocaba dormir contigo, mentí. - ella frunció sus delicadas cejas. La cicatriz en su nariz y ese gesto le daba un aspecto malvado, pero de cerca, no pudo evitar notar que había suavidad en sus rasgos. Sus ojos parecían libres de segundas intenciones. Y aquí estaba él, con mentiras - En Fuerte Aegon, Ceryse y yo ya tenemos habitaciones separadas. Aja. ¿Y? - puede que su mujer no conociera bien las costumbres de la nobleza y no entendiera el significado. Pues, - se removió en su posición - voy a su habitación a buscar un heredero, - la tensión de lo que decía desató el tic de su boca - pero no pasaba la noche completa con ella. - su amiga seguía luciendo como que no comprendía - No duermo con ella, por lo tanto, tú tampoco estarías obligada a dormir conmigo. - lo había intentado porque le gustó la otra vez, aunque hacerlo bajo un falso pretexto lo molestó tanto que tuvo que decirle la verdad. Su mujer no se enfadó. Solo le dedicó una sonrisa grande y de dientes torcidos, antes de casi gritar - ¡Awww, que lindo! Eres casi el príncipe perfecto. No te preocupes, amorcito. - se burló ella - Si solo vamos a dormir, no tengo problemas en compartir cama. Duermo mejor en compañía. Un alivio. Hasta que se le ocurrió decir - ¿Casi perfecto? Mujer tonta, no existe el príncipe perfecto. El príncipe Jacaerys Velaryon lo era. - y allí empezó la explicación del porqué. Que luego se saltó a una charla sobre su dragón, Vermax, y su rápido crecimiento. Por una vez, Maegor no atendió a nada relacionado con el nuevo dragón. Había un sentimiento punzante en su estómago. Una duda persistente. Cada elogio dedicado a esta persona desconocida era un peso que se apilaba sobre él. Le molestaban los halagos sobre sus habilidades e incluso la descripción de su físico. Él tenía todos los rasgos valyrios. Él era mejor. Pero... ¿y si Ortiga lo prefería así? Ya había dicho que no le gustaban los hombres fuertes. Así que tal vez, a diferencia de la mayoría, no le gustará el cabello oro-plata que compartía con el resto de los Targaryen, ni sus ojo violetas. Quizás prefiriera esos rasgos oscuros del hijo de la Casa Velaryon. La incertidumbre se apoderó de él. ¿Era Jacaerys el hombre que su esposa había amado? Ella lo describió como heroico y caballeroso. Un príncipe perfecto según sus palabras, y tenía una montura. ¿Era él quien había compartido su cama? Otro sentimiento lo invadió, uno que ya conocía bastante bien. Enojo. Pero no con la muchacha que se cubría con su misma cobertura. Sino con ese príncipe desconocido. Hijo de una reina, igual que él. Solo que tenía a su propia bestia, era el heredero y por sobre todas las cosas, tenía la admiración de su esposa. Lo odiaba. Odiaba su nombre y la cara que nunca conocería. No sabía porque, pero el solo saber de su existencia le molestaba. Él tardaría años en descifrar lo que sentía, aunque no tuviera nombre para esto, un día se daría cuenta de la razón. Maegor Targaryen estaba celoso.
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