ID de la obra: 941

Sangre y fuego y otras magias extrañas

Het
NC-17
Finalizada
1
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579 páginas, 308.987 palabras, 45 capítulos
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El secreto oculto en la pared

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Ortiga... - se aclaró la voz, dándose cuenta del desliz - Esposa. Diez centavos. - ligeramente encaminada por delante de él, ambos se dirigieron a las barracas. Su amiga le había dicho que este era un buen horario para la tarea que iban a realizar. En la mañana y de preferencia antes de la comida del mediodía. Después de todo, el área quedaría mayormente vacía para que ella pudiera hacer lo suyo. Aunque apreciaba que no interrumpiera las rutinas de los demás en el castillo, si ella quería hacer cualquier cosa, tenía el derecho de hacerlo como ama y señora de la fortaleza. ¿El molesto escudero era la razón por la que no querías revisar este lugar sola? - Seguía sin aprender su nombre, pero ya que se iban a deshacer de él, no le veía el sentido a dirigirle otro pensamiento. Mmm... - tarareó ella - En parte. ¿Por qué no lo echaste a la primera que te molestó? - he allí la cuestión de todo esto - Eres la Señora de Rocadragon. Esta dentro de tus capacidades hacerlo. Ella le lanzó una breve sonrisa y continuó la caminata - Porque quería darle una oportunidad a todos. No se si te has dado cuenta, pero no encajo bien en el papel de dama remilgada. Una risita maliciosa salió de él. No estaba acostumbrado a reír, ni a divertirse mucho. Con ella se relajaba lo suficiente para hacerlo. Suspiré - Ya se lo expliqué a Visenya. Imagina esto. ¿Puedes tú interpretar al príncipe amistoso y carismático? ¿Cómo su hermano? No lo creía. Negó con la cabeza. Pues así mismo, yo no puedo ser la dama fría y distante que todos esperan y con la que se sentirían cómodos. Quizás durante un rato, pero con el tiempo, la fachada se caería. Lo que sí puedo ser es amistosa y juguetona. - le guiñó un ojo - Lo que no significa algo malo. Digamos que preferimos entrar suavemente a una situación. ¿Afable? - preguntó algo extrañado. Si. - Apuntando - En vez de llegar agresivos desde el principio, puedo empezar a buscar amigos. Puede que a muchos no les guste, o que me vean como agradable pero inadecuada. Al final, no me molesta lo que crean de mí, sino como actúen. - su tono se volvió serio - Cuando las personas piensan que están por encima de ti de alguna forma, actúan diferente a si te ven como igual o superior. Puedes ver como son realmente. Esto me permite separar a amigos y enemigos. Eso tenía algo de lógica, pero no era correcto que ella se rebajará. No le dio tiempo de opinar cuando con el mismo tono amistoso con el que le pidió que golpeara al escudero, dijo: Además, la violencia no queda descartada. - fijó su atención en ella - Si empiezas con malas formas, nadie te creerá cuando extiendas la mano, Maegor. - él interiorizó esto - Mientras que si empiezas tratando de ser amable y no se puede, siempre puedes recurrir a ser agresivo. Incluso se verá bien. Trataste de ser bueno y fueron los demás los que cometieron el error. El problema es buscar el equilibrio. Ni demasiado suave, ni demasiado rígido. Su padre había tratado de explicarle esto. Sobre cómo la correcta forma de gobernar tenía que tener en cuenta muchos factores y debía empezar desde una posición de benevolencia. Que su esposa supiera algo de esto sin una educación formal demostraba que tenía una astucia afilada, además, era más fácil de comprenderla a ella que al rey. Casi habían llegado a la puerta del que era un dormitorio para la mayoría de los soldados mientras hablaban, cuando Ortiga expusó - Digamos que el escudero, era uno de los más que me preocupaban. Estoy seguro de que hay más gente que piensan como él, solo que son lo suficientes inteligentes para ocultarlo. Las personas estúpidas son peligrosas por su propia estupidez, - dijo su amiga con desprecio - porque no saben medir las consecuencias. Piensan, si son capaces de hacerlo, que todos verán el mundo como ellos y que no pagarán por aquello que cometan. Aquellos con cerebro se cuidan de las repercusiones. Aunque al final si me hacen algo, la pagarían, pero prefiero no exponerme. Y es aquí donde entras tú, mi feroz guardián. La puerta del albergue se presentó a su alcance. Ortiga la abrió, revelando un espacio en su mayoría vacío. El olor a sudor rancio y cuero húmedo lo golpeó primero. La iluminación era escasa debido a las ventanas pequeñas y altas. Unos cuantos sacos de dormir de paja descansaban sobre tarimas de madera. Mmm... No hay nadie. Excelente. - Ortiga avanzó con rapidez. El bastón de madera que tenía en las manos, que Maegor se preguntaba porque fue traído, fue usado para golpear una y otra vez cada superficie disponible. Desde el piso hasta las zonas más altas de las paredes. Ortiga golpeaba y escuchaba, golpeaba y escuchaba. El príncipe se mantuvo en silencio, pues aunque no tenía claro que hacía su esposa, parecía avanzar con la confianza de quien tiene todo bajo control. Aunque tardó un rato, la mayor parte de la estancia fue revisada con exhaustivo rigor. Hasta que llegaron a un espacio ligeramente separado del resto. Había una pared, o más bien un tabique de madera, que delimitada un rincón separado aunque sin puerta. Al ingresar, enseguida notaron un movimiento dentro de un jergón. Los ojos de un soldado algo pálido y sudoroso le dieron la bienvenida. Necesitamos el lugar. Venta. - la orden salió un poco más duro de lo esperado, pero si Ortiga prefería que no hubiera nadie en las barracas, este hombre estaba interrumpiendo. - Mi Señor príncipe... ¡Maegor! - el reproche en la voz de su compañera fue tan claro, que dejó al hombre postrado paralizado en su lugar, sin saber cómo reaccionar - ¿No vez que luce enfermo? - sin dudar ni respetar las diferencias entre ellos, Ortiga puso su mano en el frente del soldado y se dirigió a él - Mmm, pareces tener fiebre. ¿Ya has ido a ver al maestre? El hombre le respondió seguidamente, pero no quitaba la vista de Maegor - No, señorita. - un gesto de Maegor lo hizo recular - Digo, no señora, no quería molestar. Oh. Tonterías. - su esposa volvió a su tono amistoso - Vaya con el maestre Morel y dígale que yo le envío, y que también iré más tarde a ayudar a alimentar a los cuervos. Así tendrás más tiempo libre para dedicarse a sus cosas. - con una sonrisa, Ortiga lo ayudó a levantarse - ¿Necesitas ayuda para llegar con él? Hable sin miedo y buscaré quien lo asista. Oh. No te preocupes. - era bizarro ver a un hombre adulto sonrojarse. Algo en ello le molestó. Y no se desvíe. - le gritó Ortiga mientras se iba - Le preguntaré directamente al maestre por su salud y me enfadaré si averiguo que no acudió a él. Cuando Ortiga se le enfrentó, luego de la despedida del enfermo, se encontró con el ceño fruncido del príncipe - ¿Qué? - ¿Por qué actuaste así? ¿Así cómo? ¿Amable? - una cabeceada - ¿Qué te dije, Maegor? Haz amigos y no enemigos. De ambas maneras él saldría, solo que yo le expuse como una preocupación por su bienestar. No me cuesta nada. En todo caso, aunque él crea que necesitamos algo de aquí, sabe que, por mínimo que sea, fue atendido por sus Señores. Nunca subestimes el poder de la lealtad, mi príncipe gruñón. Por grande o pequeña que sea. - Seguía sin creer que él podría portarse así - Bueno, de regreso a lo nuestro. Mientras más pronto terminemos, más pronto nos bañaremos. Ella tenía toda la razón en eso. El sudor del entrenamiento comenzaba a picarle, y como venían directamente de allí para no desperdiciar el tiempo, no habían podido lavarse. Su esposa comenzó a dar toquecitos por todas las superficies, el golpeteo rítmico era bastante calmante. O lo era hasta que se detuvo. - Creo que tenemos algo. ¿Lo tenemos? - preguntó emocionado. Sí, mira. O más bien escucha. - golpeó alrededor de un área - No solo hay un sonido hueco, sino que delimita un cuadrado. Por lo que es más difícil que sea un defecto de construcción. Ahora, lo marcaremos y... Maegor cerró sus puños y con la parte interna le pegó con fuerza a la pared. El revoque de barro y paja se astilló y desmoronó. El viejo enlucido se quebró en una explosión de polvo y cascotes, dejando el entramado de madera al descubierto casi por completo. ¡Mierda, Maegor! ¿Por qué hiciste esto? - sacudió los minúsculos fragmentos de polvareda que flotaban en el aire. - Pues... quería ver qué había ahí. ¿Por qué esperar? Porque es un espacio pequeño en una zona nada importante. Maldición. Es Visenya quien determinaría si valía la pena o no hacerle daño a la pared. Mierda. Quien sabe que castigo loco e inventivo se le va a ocurrir ahora. Joder. - se encogió un poco por dentro - Además, en caso de que hiciéramos algo, había que inventarse una escusa creíble para esta basura que hicimos. No quieres que nadie más ande buscando los secretos escondidos, ¿verdad? Arrugó su nariz - No. Bueno, lo hecho, hecho está. Veamos si valió la pena. - comenzó a escarbar en la pared hasta que llegó a un tablón de madera. Este se desprendió con una pasmosa facilidad, soltando una nube de polvo menor que la primera y permitiendo que Ortiga hiciera un vistazo a la grieta - Creo que veo algo. Mete la mano y sácalo. ¿Por qué no lo haces tú? - preguntó genuinamente extrañado. Su esposa no era una de esas damiselas inútiles que no podían hacer nada. Porque si hay un bicho, voy a gritar. - la miró conmocionada - ¿Qué? Todos le tienen miedo a algo. A mí me dan asco los bichos. La miró por un momento antes de meter la mano. Primero salió un trozo de tela mohoso que enseguida dejó caer en el suelo. Luego, sus dedos hicieron contacto con algo más duro. Al sacarla vio una pequeña botella de arcilla de color terroso, al agitarla no emitía sonido, por lo que estaba seca. Otra vez de metió la extremidad sintiendo pequeñas piezas de metal y algo más grande que agarró. Creo que hay monedas ahí dentro. - dijo mientras sacaba el objeto. Deja ver. ¡Puta mierda! ¡Creo que son varios! - Ortiga lo empujó a un lado y se puso a registrar a detalle todo - Lindas monedas, vengan con mamá. Su mujer estaba loca. Loca. Decidió mirar lo que tenía en brazos. Su mala encuadernación no desmentía lo que era, un libro. Un libro viejo, ruinoso y de mala calidad. Las hojas parecían ser de piel de animal, con la tinta herrumbrosa de color marrón oscuro pero aún semilegible. El enlucido y la madera habían creado una cápsula seca y hermética que lo protegía de la humedad. Al hojearlo, lo escuchó crujir un poco y temió que se deshiciera ahí mismo. El olor que tenían todos los papeles y escritos antiguos no lo sorprendía, solo le hizo prestar más atención a los detalles. Esto era valyrio, un valyrio masacrado pero valyrio. De las pocas cosas que era capaz de leer, entre la escritura tosca, funcional y con faltas de ortografía, se dio cuenta de que esta no era la caligrafía elegante de un noble. Puede que un capataz o un capitán, alguien que necesitaba saber lo básico de las letras y nada más. Trato de descifrar las primeras líneas. El trabajo avanzó este día a buen ritmo. - un capataz entonces - Al astro comenzar a descender, el monte empezó a escupir suficiente polvo de montaña de fuego para dejar una capa de un dedo sobre la Isla. - ¿polvo de montaña de fuego? - Ha sido una magnífica forma de concluir la jornada. El polvo de... - no era montaña de fuego, la traducción se refería a un volcán - volcán - algo indescifrable - y continúa cayendo durante la noche. Rezó para que esto no se detenga. Polvo de volcán, polvo de volcán ¿A que se refería? Las diminutas y molestas limaduras que soltó la cubierta de la pared aún flotaban a su alrededor. Había una escasa luz iluminando los haces polvorientos. Al alzar la vista hacia la ventana, se fijó en los restos de la última columna de ceniza que expulsó Montedragón. Cuando el volcán empezaba a liberar estos restos, era necesario tapiar cada ventana o puerta, o el castillo quedaba inundado de la sustancia gris. El escritor del libro... ¿se refería a la ceniza volcánica? ¿Por qué un capataz, o alguien para el caso, estaría feliz por la caída de ceniza? No pudo responder a esto, porque miró a su esposa que celebraba encontrar un pequeño bulto de monedas. Ella le dedicó la sonrisa más grande que había visto nunca dirigida a él, y llegó a la conclusión de que aunque el libro no valiera nada, había válido la pena. La satisfacción que sentí en este instante era el verdadero tesoro. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Su padre se las había arreglado para evitar a su madre hasta justo ese momento, y solo se habían encontrado por pura casualidad. Después de todo, ninguno de los dos esperaría encontrar al otro en uno de los pasillos más alejados de Fuerte Aegon. Tan alejado que incluso estaba adornado de un tapiz indigno de la realeza, pero al ser un lugar tan separado del centro de poder, sus adornos podían ser más utilitarios que magníficos. Por algún motivo, su padre se había detenido de llegar a donde quiera que iba por este poco transitado lugar para contemplar la escenificación presentada en la pared. Debido a ello, había tenido la desgracia de encontrarse con la persona que tanto había tratado de evadir. No necesitaba leer mentes para saber que el siempre regio Aethan estaba maldiciendo para sus adentros al mismísimo Merling. Después de todo, era el dios que seguía en silencio la mayoría de los hombres Velaryon, pero no las mujeres. Las mujeres nacidas en la Casa seguían la sagrada Fé de los Siete. Tal distinción le pareció extraña pero bueno, había crecido con ella. Tal vez era porque las hijas estaban destinadas a ser enviadas a otras Casas y su madre se había encargado de que tuviera una férrea adhesión a la religión correcta para que encajarán mejor. Entonces, veo que finalmente acudes a recibirme. - ¿sarcástica o dulce? Cualquiera que no la conociera apostaría por lo segundo. Pero para lamento de Alyssa, ella la conoció y la conoció muy bien. Tenía cosas importantes que hacer, mi señora esposa. - su padre se mantuvo calmado - No tenía tiempo para desperdiciar en cortesías fútiles. ¿Darle la bienvenida a tu esposa cae en esa categoría? - la dama Massey enarcó una ceja - ¿Después de tanto tiempo sin vernos, querido esposo? Su padre no dudó - Sí. Alarra Massey no dejó parpadear su armadura de esposa amorosa, aunque podía sentir su molestia creciendo como la espuma de la cerveza más fina - Parece que tu prolongada estancia en Desembarco del Rey te ha hecho olvidar los modales corteses. Algo normal, considerando que están expuestos a nuestra - a su madre le costó un poco encontrar un epíteto adecuado - inquebrantable reina. Incapaz de insultarla directamente pero despreciando su rigidez y austeridad, y por supuesto, el hecho de que Visenya era la antítesis de todo lo que consideraba adecuado en una dama o reina, su madre tenía que reunir elogios empuñados como armas. Que pudiera criticar a Visenya, su gobierno casi perpetuo de la capital, ya que Aegon pasaba solo tres lunas del año aquí, y el hecho de que su padre evitaba Marcaderiva cuando podía en una sola frase, era una oportunidad que Alarra no dejaría pasar. El hecho de que el Señor de las Mareas prefería soportar a la Targaryen que a ella debía ser un insulto lo suficientemente grande. Alyssa también se habría sentido humillada en su piel, solo que desde su lugar externo y por mucho que le pesara decirlo, Visenya era más fácil de aguantar. Era un peligro mayor, no lo dudaba, pero coexistir con ella no le provocaba el deseo de saltar desde la torre más alta que pudiera encontrar. Como de seguro le pasaba a su padre. Viendo que no tienes nada más que hacer - el Velaryon estudió a su consorte de arriba a abajo - que tus clásicos juegos de intentar rebajar a los demás y lograr que se sientan miserables con su sola existencia, debo preguntar. ¿Cuándo te marchas? A sus costados su madre presionó sus puños, pero el resto de su cuerpo no mostró reacción alguna a la más que ofensiva pregunta. El jefe de la Casa Velaryon queria librarse de su presencia, de preferencia enviándola de regreso a su isla, y su hija apoyaba de todo su idea. Apenas llevo un par de días aquí, mi señor esposo. - la dulcificación de su voz no engañaba a Alyssa - Le ordenarías a tu esposa abandonar la Corte del rey y la posibilidad de disfrutar de un merecido descanso, además de la compañía de su esposo, hija y nieta. Alarra, por favor, - Aethan se burló, perdiendo por primera vez en mucho, mucho tiempo, la compostura - tú estas tan interesada en disfrutar de tu familia como lo están los dornienses por vivir al norte del Muro. Ahorranos las mentiras. Ni siquiera ha visitado a la princesa Rhaena en todo este tiempo, y dudo que le dediques poco más que una mirada. Como puede decir mi amado esposo algo tan horrible sobre mí. - la mano en su pecho le agregó un dramatismo que no concordaba con su tono - Soy solo una esposa ignorada que quiere mantenerse cerca de los más importantes para ella y ayudarles en sus situaciones difíciles. Apoyarlos dentro de lo que pueda. Ya veo. - la observación de su padre fue más calculadora - Haz lo que quieras, siempre que te mantengas alejada de mí. Tu presencia la considera insoportable, la verdad. Y mientras más tiempo me mantengo lejos de ti, más tiempo así quiero permanecer. ¿Espera? ¿Su madre iba a permanecer aquí? ¿Siempre que se mantuviera apartada de él? Eso la convertía en el blanco más probable de sus recomendaciones y consejos no solicitados. ¡Por los Siete Infiernos! ¿Qué clase de pesadilla era esta? Su padre ni siquiera esperaba respuestas, sino que continuó su camino a donde quiera que se dirigiera. Sin saber que hacer con el horrible destino que la compañía de su madre le auguraba, Alyssa vislumbró el tapiz al que se enfrentaban y que había atraído a su padre. Uno de los pocos que habían sobrevivido a la nueva muestra de austeridad del rey. Posiblemente ocurrió debido a que se encontraba en uno de los pasillos más alejados de Fuerte Aegon. Originalmente, aquí yacía uno sobre la victoria de Visenya y Vaghar contra la flota de Puerto Gaviota. Una obra de arte espléndida hecha de seda fina e hilos de oro y plata. Visenya había intercambiado alguna tapicería de las que estaban en Rocadragon y que no quería, como este, por los pocos que trataban sobre ella en este palacio. El valor de este tapiz era menor, una base de lino de alta calidad con hilos de lana tejidos con ricos colores. La seda se reservó para detalles importantes como eran los dragones, la armadura de los Conquistadores y por supuesto, la ropa de un Velaryon. Siendo esta obra confeccionada un par de años antes de la Conquista, explicaba el uso de materiales inferiores a otros tapices con los que Alyssa había adornado este lugar. Se hubiera burlado de la idea del intercambio de Visenya, sino fuera porque le agradó deshacerse de la mayoría de las representaciones de la misma reina. Ahora, este ejemplo inferior de arte se encontró expuesto, mientras las verdaderas obras que Alyssa apreciaba eran guardadas y escondidas. Patético, pensó. Habría avanzado, ignorándolo, de no ser por las acciones de su madre. Alarra Massey se había quedado contemplando la pieza de tela como quien ve la escenificación de una tragedia. La Velaryon se fijó de nuevo en él. El inmenso muro de tela casi que cubría por completa la pared. Era la boda de los tres hermanos Conquistadores, quedaba clara. El rey Aegon al centro de la composición, el eje alrededor del cual giraba la escena. Sin corona, pues no iniciaría su campaña hasta más de una década después de este evento. Sus dos manos extendidas hacia sus futuras esposas. Visenya se encontraba a la izquierda de Aegon y por un momento Alyssa no pensó nada de ello. Era claro para ella que Rhaenys, la favorita, se encontraría a la diestra de su marido. Solo para notar que era cuestión de perspectivas. Ah, bueno, se encogió de hombros, era la hermana mayor de quien siempre se habría esperado casarse con el futuro monarca. Cuando Aegon reclamó una tradición en desuso, quizás haya molestado a la perra frígida, y quizás por ello se le dio esta muestra de respeto en comparación con los verdaderos sentimientos de su esposo. Después de todo, era la esposa esperada, la del deber, como mostraban su expresión y postura: erguida de forma estoica e impasible, su mano reposando sobre la empuñadura de su espada. De su lado se hallaban las olas del mar Angosto rompiendo sobre los acantilados y los tres dragones Targaryen: Balerion, Vaghar y quien solo podía ser Meraxes, volando sobre ellas. A la derecha de Aegon, suponía que la izquierda en el cuadro, se encontró la preciosa Rhaenys, más suave y alegre, con una delicada sonrisa en sus labios. En contra de lo esperado llevaba un vestido muy parecido al de su hermana mayor. Su mano tocando el brazo de Aegon, la reina de corazón y elección, dijera lo que dijera su madre. A sus pies una lira, completando su escenificación para el trío. Y por supuesto, de su lado, las personas celebrando, porque la guerra y los dragones eran para Visenya, mientras que el amor de la gente era para Rhaenys. Seguía son entender que había capturado la atención de su progenitora. Intentó darle un repaso más profundo a los detalles. Aegon al centro, como el puente, con Fuegoscuro en su vaina. Visenya mirando hacia el frente con su postura desafiante. Incapaz de lucir serena en su propia boda. Rhaenys, aunque desconocida para ella, siendo el vivo ejemplo de la gracia y el carisma natural. Nada en ellos. Se fijó en los participantes de la boda. Un Velaryon, quizás su padre o su abuelo, se encontraba justo detrás de la reina favorecida. Incluso si no fuera por la seda en la que estaba vestido, en contraposición con los otros invitados del tapiz, cuyos colores más opacos desmentían que no habían merecido el suntuoso material, serían fácilmente distinguibles por sus rasgos valyrios. Solemne y digno como solo podía ser un Señor de su Casa. Quizás fuera su abuelo. Después de todo, Aethan Velaryon no se convirtió en Señor hasta la llegada de Aegon a Poniente. Tras su abuelo, de mayor importancia que todos los demás excepto los novios, el resto de los invitados celebraban. Podía ver sus copas levantadas en festejo. No, seguía sin ver que había provocado la silenciosa contemplación de la dama Massey. ¿Qué es lo que vez que te parece tan interesante? - preguntó algo frustrado - Es solo un tapiz de antes de la Conquista, abandonado en un rincón algo sombrío. Si el rey Aegon se fijara bien en estas cosas, - Alarra extendiendo la mano para tocar el borde de la tela - habría sustituido esta pieza con alguna que celebrara una de sus muchas victorias. Estoy seguro que en su momento, nuestra Casa agradeció la propaganda del mensaje, - había algo más en el pragmatismo de su tono - probablemente ideado por Rhaenys. Siempre fue la más política de ellos. Pero pasado el momento, es mejor enterrar la historia, y probablemente quemar esto. La dama abandonó la vista del cuadro como si la imagen la repugnara. Se que es menos valioso que otros que hay en esta fortaleza, - inquirió Alyssa - ¿pero no crees que es un poco excesivo quemarlo? - siempre podía ocupar un espacio lejano, su menor precio no invalidaba su utilidad. Su madre convirtió su mano en una garra, arrastrándola por la superficie del rostro del Velaryon en la estampa - Quemarlo es ínfimo para lo que se merece. Tanta miseria desatada por un simple acto egoísta. - lanzó otra mirada desdeñosa a lo que fue una herramienta para ocultar lo que realmente sucedió - No importa que algunos prefieran contar esta versión, sigue siendo una escupida en la cara de aquellos que sufrimos las consecuencias. ¿Qué? - azorada miró a su madre, su actuación tan impropia de ella. Digamos que lo que vemos aquí, - su madre se negó a darle otra ojeada, como si de hacerlo atrajera sobre ella una maldición - esconde la mayor humillación que ha vivido tu sangre. Debería haber ardido años atrás. No me extrañaría que tu padre pida que se haga al rey. - y con una agitada negación de su cabeza, Alarra Massey se marchó. La esposa de Aenys era incapaz de seguirla, todavía procesando lo dicho. La visión del cuadro en la pared la llamaba. Tuvo que volver a mirar a su abuelo, el augusto Daemon Velaryon. Solemne y digno, tal como era su padre, sostenía algo que podía ser una capa en sus manos. ¿Pudiera ser una capa de novia? Tenía sentido, considerando que a esas alturas y por lo que sabía, Aerion Targaryen estaba muerto y él era el pariente masculino de mayor rango. Solo entonces Alyssa notó, que en su retrato, no había ninguna expresión de felicidad. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Maegor y Ortiga no rompían el ayuno con el resto del personal en el comedor central debido a que por su entrenamiento, era mejor consumir algo ligero. Las cenas, más largas y formales, si se realizaban ahí. La comida de mitad del día, esa la había reservada para ella. Para charlar un poco y vincularse antes de su sesión de estudio impartida por ella misma. No había olvidado la importancia de evitar el aislamiento social de su hijo, por lo que había comenzado a realizar cambios drásticos en su vida, que increíblemente, la hicieron a ella sintiéndose mucho mejor. ¿Así que en estos momentos - Visenya habló con firmeza desde la mesa en sus habitaciones, donde compartía con sus dos problemáticos herederos - hay un hueco en una pared de uno de los alojamientos de la guarnición? Sí, en la barraca más vieja. - Maegor habló sin pudor alguno, ignorando la preocupación de Ortiga sobre el posible escarmiento - La que esta adosada a la muralla. Ya veo. - tomó la comida de su plato mientras analizaba la situación. Tenía que admitir la comodidad de tener su propia mesa era inaudita, y no se explicaba como se las arregló toda su vida con apenas una cama y un pupitre para escribir. Incluso los estantes sencillos que ocupaba eran tan útiles, que habérselos negado hasta ahora, le parecía el colmo de lo absurdo y una estupidez. Pero bueno, había pasado mucho tiempo ciega a muchas cosas. Para agregar un poco más de color a su recámara, botellas de vidrios finos con todos los tintes del arcoíris que contienen ahora sus pócimas, mezclas y otros compuestos, adornando cada superficie disponible del amplio mueble que abarcaba la pared. Estética y eficiencia sí podían combinarse para mejorar su espacio habitable. Puedo preguntar, ¿por qué no esperaron antes de, ya saben, investigar? - saboreó en conjunto las palabras y el vino tinto de su copa. Últimamente, había desarrollado un gusto por el dorniense, en contraposición a su antigua adhesión al Dorado del Rejo. Ya había tenido suficiente amargura para un par de vidas. Maegor se encogió de hombros - Fui impulsivo y no escuché a mi esposa. Mi error. - ¿su hijo reconociendo haber cometido un error? En cualquier momento le dirían que el mar Humeante dejó de echar humo y que media Valyria sobrevivió a la Maldición. Bueno, tenía frente a ella un jinete de dragón que venía de otro tiempo. Los milagros si podían ocurrir y viendo a Maegor aceptar su desacierto, solo le quedaba admitir que todavía podía ser sorprendida. Reconocer un fallo no soluciona el problema hijo mío. - su pequeña pilla los miraba muy preocupada, un indicio de ello era que se había negado hasta el momento de probar bocado - ¿Alguna razón por la que estás tan calmado? Si. - su hijo avanzando - Ortiga me dijo que necesitaban alguna excusa para lo que hicimos. Para que crear que nuestras acciones fue por algo más y nadie se ponga a buscar por su cuenta secretos entre nuestros muros. Correcto. - la reina entrecerró los ojos - Entonces, ¿tienes alguna tapadera válida? De hecho, lo tengo. - Maegor la miró con esa concentración tan característica de él - Últimamente me dedicó a estudiar sobre la construcción y cualquier tema relacionado. - eso lo sabía, puede que su niño estuviera al otro lado de la bahía de ella, pero no estaba fuera de su vigilancia y cuidado - Incluso aquí, solicité al maestre de Rocadragon cualquier literatura que tengamos relacionada con el asunto. Esta bien. ¿Y? - veamos a dónde llega su niño. Pues, di que mandé a mi esposa a buscar defectos en estructuras de mi castillo. - se encogió de hombros - Todos saben que me molestan las imperfecciones. Di que estoy estudiando sobre defectos estructurales y di que no me gusta que existan. No es el pretexto más sólido pero no tiene que serlo, solo tienen que creerlo en la superficie. - retomó el consumo de su propia comida del mediodía - Y como no es una mentira del todo... Una carcajada divertida se le escapó ante su idea. Nada mal. Bueno, un problema menos. - Ortiga dejó escapar el aire y se desmadejó en su lugar - Vamos al otro. ¿Nos pasamos un poco con el escudero, verdad? - Ortiga volvió a actuar preocupada. No, se lo merecía. - su ladrona era un regalo de los cielos, envuelta en una envoltura áspera e inesperada, pero seguía siendo un regalo. Se las había arreglado para encajar con Maegor e incluso bastante con ella, y no era tonta, el carácter de ambos no los hacían personas muy susceptibles a agradar. En condiciones normales, no dejaría que ningún sirviente desafiará su autoridad, menos aún con ella que había logrado ahuyentar las tonalidades grises de su existencia. Miró a una de las esposas de su hijo, la única que tenía valor para ella, y preguntó - Supongo que ya puedes empezar a señalar a aquellos que deben ser discretamente eliminados ya los que hay que vigilar, ¿verdad? Pues sí. - Ortiga agitó su cabeza - Si ese no es el problema, ¿cuál es? Bueno, - sacó de su librero perfectamente organizado, benditos sean los cambios, un rollo de pergamino - esto contiene lo que yo llamo los puntos claves para evitar un destino que no queremos. Prefería no discutirlo entre las murallas poco confiables de Desembarco. Ambos, su príncipe y su ladrona se inclinaron a la vez para mirar lo que decía, con Ortiga entrecerrando los ojos y gesticulando lo que leía con los labios. Primero, el matrimonio valyrio polígamo que desató las primeras chispas de rebelión de la Fé. Aunque no del todo eliminada la amenaza, tu propia boda ha sentado en ligero precedente de legalidad. ¿Entiendes qué significa? - ambos negaron - Significa que aunque la Fé acepta vuestra unión con dientes apretados, tal como... el matrimonio entre mis hermanos y yo, no quiere decir que no rechacen cualquier otro enlace semejante que no cumpla con cualquier requisito imaginario o que se inventen posteriormente. Reclamarán y reclamarán pero desde una posición más débil. Aún así debemos cuidarnos. Y evitar a cualquier hija del Lord de Harrenhal. - Maegor puso un gesto de desagrado absoluto de estar con una hija de Gargon Qoherys, era un patán absoluto y aunque el apreciaba la sangre valyria, si la hija se parecía en algo al padre... Ughhh, escalofrío. Supongo que sí. - admitió la reina - Solo que yo lo llevaría más lejos y evitaría a cualquier hija o hermana de cualquier señor. - Quizás las mujeres ándalas se vieran obligadas a soportar la indignidad de ver a su esposo revolcarse con cualquier moza, hacerle lo mismo a una jinete de dragón... Dígamos que era un deporte de alto riesgo, incluso en la vieja Valyria. Prosigamos, relacionados con tu boda poligámica, debemos evitar tu destierro. - Maegor se estremeció - Aunque si no te casas con otra mujer y no te armas una traición, no veo como nadie podría proscribirte. Sus dos niños respiraron aliviados - En caso de que ocurra, porque no podemos descartarlo, - la conmoción regresó a sus caras, hasta su chica ya lo veía como un futuro improbable cuando antes estaba tan segura de la crueldad irremediable de su retoño - tenemos que valorar otras cosas. Como tu regreso y reclamo del trono y el posterior juicio de los Siete. - la decapitación de Gawen no la contaba, de llegar a ese punto. Si se oponía él se lo había buscado. Puede que no fuera lo más inteligente, pero no movería una uña por el hombre. Que le guardara un nivel de rencor acumulado también influye. No quiero el trono. - Maegor de opuso con vehemencia - No me corresponde. Lo sé, mi niño. - pasó su mano por su corto cabello de plateado y dorado. Su príncipe lo ayudó con ligera duda, todavía no adaptado a cualquier tipo de muestra cariño de forma natural - Pero hay que tener en cuenta que hay veces que la vida nos lleva por caminos inesperados. Entonces, de ocurrir el juicio por combate, ¿qué deberías evitar? - ¿Morir? Un bufido de risa se le escapó - Pues sí, pero yo más bien pensaba en evadir cualquier golpe en la cabeza. - señaló con el dedo una línea en el papel - Una luna sin conciencia y despertaste con la peor versión de tí. Sin control de tus impulsos y sin el pensamiento estratégico tan necesario para gobernar y tomar decisiones. Que se discuta que te hayan levantado con magia, ya sea por esta - hizo el ademán de leer la hoja, pero el nombre desde que Ortiga se había acordado de él, lo tenía grabado en fuego en su mente - Tyanna de la Torre o por mí, que ya sabemos que no puedo usar magia, - una verdadera desgracia, aunque la esperanza nunca moría - es una preocupación menor siempre que eliminamos el evento. Por si acaso, intentaré estudiar todo lo que pueda sobre lesiones en el cráneo. No tenía muchas expectativas sobre ello. Había releído cualquier cosa vinculada a la sanación de su escondida biblioteca varias veces a estas alturas. Las heridas en la cabeza eran un misterio demasiado grande incluso para el viejo imperio. - Después, la batalla de dragones sobre el Ojo de los Dioses. La rebelión de Aegon el Incoronado. Balerión contra Azogue. - De ocurrir mi destierro y que ocupa el trono de los hijos de Aenys, no se me ocurre nada para evitar la rebelión. Quedaron unos instantes en silencio. Vaghar. - Ortiga murmuró el nombre de su dragona. ¿Qué? - preguntó la reina. Sin Vaghar, los Verdes no se habrían atrevido a enfrentarse a la facción de Rhaenyra. - Ortiga explicó, mientras parecía sumida en sus pensamientos. - Sin ella, estarían en una clara posición de debilidad. La balanza de poder se habría inclinado demasiado a favor de la Reina Negra para siquiera intentarlo. Era su garantía de supervivencia. ¿Qué tiene que ver Vaghar? - Maegor gruñó - Esta de nuestro lado. Solo digo, que Azogue es el equivalente a Vaghar para Aegon el Incoronado. - ambos observaron a la muchacha morena - Si Aegon no tiene a Azogue, no creo que se atreva a desafiarte en campo abierto. Visenya analizó esto, revisando otra vez el rollo - De no tener a Azogue, el otro dragón que tendrían sería la tal Fuegoensueño con Rhaena, ¿no? ¿Los otros serán crías? - Ortiga asintió - Mmm, no es una mala idea. No vamos a matar a Azogue. - Maegor lucía como si le hubieran pedido matar a su primogénito. Nadie dijo nada de matar dragones, Maegor. - explicó Visenya - Solo lograr que Aegon no lo tenga. Lo que puede ser de dos formas. Una es manteniéndolo alejado del dragón, lo que invita a que se escape y lo reclame de todos modos. O, - su mente corría a toda velocidad buscando soluciones - podemos hacer que alguien más se vincule con él. Alguien de confianza o incapaz de desafiarnos. Buen plan, muchacha. - le agitó el pelo con más fuerza que a su hijo, lo que solo provocó una carcajada en ella. Maegor se veía tan orgulloso como si la idea fuera suya - Aún no sabemos quién encajaría ahí, pero es algo que se puede responder con los años. Un problema menos. - su píldora parecía feliz - ¿Qué le sigue? Pues las otras cosas parecen pequeñas o nulas en comparación con las decisiones anteriores. - Visenta enumeró - Nada de represiones demasiado, la palabra clave es demasiado, brutales. Nada de Novias Negras. Nada de quemar el Septo de Rhaenys. Pequeños detalles a pulir. Puede ser en tono con el que habló, pero ambos se rieron de esto. Bueno, terminadas las discusiones difíciles, volvamos a asuntos triviales. - Ortiga atacó con fruición su plato - Déjame preguntarte. ¿Qué le echaron a la comida? Tienen un sabor ligeramente diferente. Visenya se encogió por dentro durante un pestañeo. Había planeado explicarle a su ladronzuela que iba a hacer antes de hacerlo, pero años de gobernar un continente y el poder casi absoluto que exigía una obediencia igual de absoluta, no ayudaba. Hacía la mayoría de las cosas y tomaba la mayoría de las decisiones esperando que los demás simplemente se doblegaran ante ellas y lo aceptaran. Todos menos Aegon. Otra cosa en la que tendría que trabajar para mejorar, luego de pedirle perdón a su pilluela, pero primero: -Veneno. Ja. Ja. Eso no es divertido. - Ortiga arrugó su redonda naricita, antes de continuar su cena - Esa muestra de humor tuyo no es divertida. No sobre estas cosas. ¿Quién dice que es un chiste? - el tono de la reina fue neutro. No es gracioso, Visenya. - Ortiga se enfadó un poco hasta que miró a Maegor - Ella está mintiendo, ¿verdad? Su hijo seguía consumiendo su sustento cuando respondió con un simple y sencillo - No. Ortiga lo contempló un momento, parpadeando. Luego se fijó en Visenya, horrorizada, solo para despegar contra el ventanal de la habitación - ¡¿Qué me habéis hecho, cabrones? - los sonidos de arcadas se hicieron audibles mientras se metía un dedo en la garganta para vomitar - ¡Pensé que estábamos del mismo lado! ¡¡¡Hijos de puta!!! Maegor estaba estático en su posición, con la boca abierta y la comida a medio masticar al ver todo esto. Ortiga, - Visenya se tuvo que reír, tenía que admitir que su humor era un tanto oscuro - Dije que le eché veneno a tu comida, no que te envenené. No es lo mismo. ¿Cómo que no es lo mismo? - la chica parecía decidida a vaciar su estómago. Mira, Ortiga. - Visenya fue a su plato y agarró una pequeña porción de carne ya cortada, la consumió ante los ojos de su ladrona, que se abrió ampliamente - No hay suficiente veneno para hacerte daño. Entonces, ¿por qué mierda hicistes eso? - dijo mientras secaba la baba con las manos y luego contra la ropa. La hubiera regañado por esto y por su lenguaje, sin embargo, decidió darle un poco de cuerda a la chica. La equivocación había sido suya. Si le hubieran hecho algo igual, ella no estaría tan calmada. Hablar de venenos asustaría a la mayoría. Porque, - estiró hasta alcanzar lo encontrado por Maegor y Ortiga, y que había pasado por alto, concentrada en otras cosas - pretendo que todos ustedes desarrollen tolerancia. No funcionará contra todos los envenenamientos, aunque sí contra un buen número. - Olfateó la botella vacía, nada. Las monedas eran del Feudo Franco, un trozo de historia no tan relevante, así que su ladrona podría quedárselas. Quedaba el libro - Solo que cometí el error de no decírtelo antes y me disculpo por ello. Mierda. Eso se avisa con tiempo. - se puso una mano en el pecho - Por poco y me matas del susto. Entonces... ¿no hay que tirar la comida? Ortiga desestimó la disculpa. Pasado el miedo, las acciones de la reina no solo tenían sentido, sino que eran convenientes. Nada como saber que el nido de víboras de la nobleza tendría un arma menos que blandir contra ella. La reina tuvo que reír. Había pasado de preocuparse por morir a preocuparse por la comida. Era claro dónde estaban sus prioridades. No, puedes comerla. - Visenya señaló a sus hermosas botellas de todos los colores. Por los dioses verdaderos, ¡como le gustaban - En caso de tener alguna reacción, aquí mismo tengo los antídotos. Es por ello que se los suministros dentro de mi cuarto, en un ambiente controlado. Ortiga había regresado a su puesto, observando a Maegor - ¿Tú también lo sabías? Sin soltar lo que estaba tragando, su príncipe ascendió. Vaya, - la miró impresionada, mientras la reina revisaba el destartalado manoscrito - parece que al final, aunque no sepas de magia, sabes de venenos. - se fijó en los recipientes de cristal coloridos ubicados en el estante y algunas repisas - ¿Esos no son perfumes o remedios y antídotos solamente, eh? Visenya empresarial con suavidad - No, no lo son. - observó a su chica que la miraba con contemplación - No es que realmente me interese envenenar gente, muchacha. - aunque tenía su utilidad en ciertas ocasiones, no lo prefería - Aprendí sobre venenos porque tienes que saber cómo funcionan para protegerte de ellos. Ambas le dedicaron su atención a la creciente colección de Visenya. Parecían más adornos distribuidos en cada costado de su habitación, que contenedores de una muerte probable o su igual de posible cura. Escondidos a simples vistas y expuestos a lo largo de su pared.
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