ID de la obra: 941

Sangre y fuego y otras magias extrañas

Het
NC-17
Finalizada
1
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579 páginas, 308.987 palabras, 45 capítulos
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Cuestión de perspectiva

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Orthyras, quédate quieta. - en respuesta, la muchacha infló sus cachetes en un comportamiento inmaduro y juvenil. Visenya se sintió tentada a apretárselos. Mi ropa estaba bien. - la chica dijo mientras alzaba los brazos para la costurera - No entiendo porque necesito más. Porque pronto, la Corte se trasladará a la Isla, y como princesa debes mantener un estándar. - ya lo estaba rompiendo, con su terquedad al evitar cualquier tipo de vestido. La reina lo permitiría porque habían batallas más grandes que luchar, y además, tenía sus propias creencias con respecto al vestuario. Entonces, - desde su lugar, Ortiga preguntó - ¿No crees que bronce y cobre encajarían más para lo que quieres hacer con la ropa? Mi querida niña, te enseñaré varias lecciones importantes sobre el poder y la costura. - su rostro se volvió una interrogación, con su naricita fruncida y la cicatriz a lo largo de ella siendo contraída - El oro y la plata en la tela no son solo adornos caros para exhibirse, como piensan algunos cabezas huecas, son un mensaje para aquellos con ojos codiciosos. Para los que podrían plantearse enfrentarse a nosotros por lo que poseemos. Cuando ves estas cubiertas, - señaló un carrete del costoso material - ¿en que piensa tu cabeza? Riqueza. - disparó ella agitando las manos, y luego pidiéndole perdón a la servidora por interrumpir su labor. Es correcto. - la dama valyria asintió - Pero solo aquellos que prosperan pueden portar estos lujos. Bueno, los tontos también lo hacen sin poder permitírselo. Sin embargo, es muy fácil reconocer a quien lleva encima más de lo que puede costearse. Parecen bufones, - Ortiga se puso a pensar bien esto, sus cejas fruncidas en concentración - mientras que los otros lucen riqueza y poder y... - un escalofrío la sacudió. Y peligro. - terminó por ella. Su pequeña ladrona tenía buenos instintos para estas cosas, solo necesitaban ser pulidos y Visenya le daría las herramientas para ello - Aquellos vestidos de seda y oro no solo cuentan una historia de prosperidad, hablan sobre cómo lo han logrado y han podido mantenerla. Son... - fue interrumpida por la chica. - Objetivos difíciles. En vez de molestarse por haber sido cortada, se le escapó una pequeña carcajada - Yo iba a decir enemigos peligrosos, sobre los que uno debe pensar dos veces antes de enfrentarse a ellos, pero sí, - la mirada calculadora de Ortiga no la había pasado por alto - en muchos casos son objetivos más difíciles de derribar. Por lo tanto, ¿a que conclusión llegas, mi niña? La opulencia no es vanidad, - veía que aún le costaba digerir la idea, su mentalidad se basaba en proteger activos como la plata y el oro, no exponerlos - es un arma. Le dice a los demás que no seremos presas fáciles. Cualquier intento de rebelión sufrirá un enfrentamiento complicado. Una primera batalla librada sin tener que levantar un arma. - sus ojos amatistas brillaron con orgullo ante su evaluación - Muchas veces, el mundo te tratará por como te ves. Es una cruel realidad de la vida. - su pilla se cubrió la cicatriz del rostro con una mano - Si demuestras fuerza de forma inteligente, - quitó su mano desde donde estaba, esconder algo era una muestra de debilidad - tendrás respeto sin tener que ejercer dicha fuerza en realidad. Porque la percepción también es poder. La morena muchacha analizó esto por un momento, antes de cabecear con fuerza, dándole toda la razón a Visenya. Era un punto a su favor que viera las cosas desde su propia perspectiva, sin aceptar todo sin dudar. Su chica tenía su propio pensamiento y no sería doblegado sin motivos válidos. Y ahora, algo que realmente te interesará. Sobre como el oro y la plata pueden resultarnos ser más baratos a largo plazo. - su mirada se posó sobre ella a gran velocidad. Un tema que se le grabaría con mayor profundidad en esa mente suya. Después de todo, estaba segura de que era capaz de oír monedas cayendo al suelo en la base de su torre, estando ella en la cima de la misma - ¿A que no pensaste en esto? Una negación veloz sacudió a su nueva hija política. Sus ojos oscuros grandes y abiertos le decían que ella no se perdería una sola de sus palabras. El cobre y el bronce se oscurecen con el paso de las estaciones. Se tornan verdes con el sudor y se corroen arruinando la tela. Un vestido confeccionado con ellos no solo demostraría que careces de los recursos para mejores materiales, sino que tendrían que ser sustituidos una y otra vez si deseas mantenerlo. - su boca se quedó abierta de una forma cómica - Mientras tanto, el oro, la plata y sus aleaciones - explicó tocando el oro de ley, confeccionada específicamente para su pedido - son metales nobles. No se empañan, no manchan la seda y de ser necesario, - esto le gustaría mucho a la muchacha - el hilo puede reutilizarse. A la larga cuesta menos. Ortiga la miraba impresionada - Pagar más hoy, para no tener que pagar más mañana. Me gusta. - sus dientes torcidos fueron expuestos por su sonrisa - Estas cosas si tienen sentido. En vez de gastar en excentricidades solo porque sí, - su pobre niña, casi medio año de ser declarada princesa y todavía le costaba desprenderse de cada moneda - estas comprando algo de buena calidad que saldrá más barato a largo plazo. Me tienes que seguir enseñando sobre estas cosas. - la alegría en su voz le decía que no mentía. Ah, ¿había algo mejor que un estudiante interesado cuando cuando estabas tratando de enseñar algo? La reina miró de nuevo los patrones que había ordenado. Las combinaciones creadas por orfebres y artesanos. El diseño de su nuevo vestuario. Cada detalle sería cuidado con detenimiento, pues había otro mensaje que quería transmitir para todos bien alto. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Más tarde en el día, vendría su familia para llevarlo de vuelta a Rocadragon. Su único consuelo era su estancia más permanente. ¿El motivo del viaje? Otra luna más en la que había fallado. Esta sería la tercera vez que regresaría al Feudo, desterrado por la sangre de mujer de Ceryse. Su madre le había dicho que no se preocupará, que aún era joven, pero ¿cómo no hacerlo? Seis esposas. Ortiga le había dicho que había tenido seis esposas y un número desconocido amantes. Sin embargo ningún hijo. Solo bebés monstruo. Maegor se sacudió el sudor de la frente tratando de distraerse. Iba a cumplir medio año de casado y no tenía a ninguna de sus esposas embarazadas. Ya podía sentir a los cortesanos murmurar a su espalda, sobre su incapacidad. Dos mujeres y ningún hijo. Aunque bien sabía que su segunda consorte no contaba en el tema, la gente a su alrededor no. Maegor lo mantendría así. Ella no sería obligada a acudir a su cama a la búsqueda de un heredero. Después de todo, era la única condición que había establecido para su alianza original. Los títulos y otras cosas fueron dados, nunca pedidos. Pero Poniente no lo vería así, exigirían que diera lo que no quería. Él cargaría con el peso de las acusaciones, después de todo y aunque se negara a creerlo, podría ser un hombre defectuoso incapaz de tener niños. Lo mínimo que podía hacer era evitar que señalaran a su amiga de esa forma. Era su deber como esposo protegerla. Además, la idea de compartir el lecho con ella como hacía con su mujer Hightower le parecía horrible. Era incómodo, desagradable y le dejaba una sensación viscosa en la piel. No, él no arruinaría lo que tenía con Ortiga para ello. - Maegor, ¿qué haces? La llegada de Aenys lo sacó de sus pensamientos. Suponía que estaba tomando un descanso de sus prácticas como hacía él, o más bien, otro descanso. Su padre había empezado a permitir que su entrenamiento con la espada aflojará en vez de aumentar su dificultad, y su hermano lo explotaba. No le gustaban las armas, había dicho. A Maegor le parecía una tontería. Aunque no le gustarán, eventualmente se convertiría en rey y debía estar preparado para lo que eso significaba. Habría quien lo desafiaría de forma directa, probando su temple, y habrían enemigos ocultos esperando atacar cuando bajará su guardia. Confiarse y creer en la protección brindada solo por los demás, lo conduciría a ser herido o peor, mientras permanecía impotente esperando a que pasara. Se lo había dicho a su medio hermano, pero este lo había desestimado de nuevo. Así que no lo volvió a intentar. Otra vez pensando en ese viejo libro tuyo. ¿Cuántas veces lo has leído ya? ¿Eh? - Aenys se colocó a su lado para refrescarse, aunque su serie de ejercicios fue lo más sencilla posible - ¿No te aburres? Él no había estado pensando en el diario del que hablaba, aunque tal vez fuera lo mejor. El manuscrito que le había devuelto su madre y los misterios que lo asediaban, serviría para distraerse de sus preocupaciones. Su cerebro nunca se quedaba vacío, así que mejor elegir el menor de dos males y su nueva obsesión. Los garabatos, aunque frustrantes, no venían cargados con el peso de muchas expectativas. Su medio hermano se quedó en silenció, así que asumió que buscaba una respuesta. No. Hay demasiadas interrogantes para aburrirse. - el autor del escrito debía ser un capataz, ya que no creía que ningún obrero supiera leer o escribir, por masacradas que estuvieran sus letras. Frases inconexas, hojas ilegibles, abreviaturas, eran solo las primeras trampas que encontró entre esas páginas. La bitácora fue escrita durante la construcción de su castillo, así que tenía trescientos años de diferencia entre ellos. Lo que significaba que venía con un lenguaje coloquial y al parecer una mezcla cultural que lo confundía. Como la aparente conversión del hombre a la Fé de los Siete mientras que continuaba adorando al Panteón de su tierra natal. También mezclaba su mal escrito valyrio con lo que él pensaba que eran palabras en común, escritas en un lenguaje que no le correspondían. Describía medidas y herramientas que no se conectaban con lo que conocía o para las que no tenía nombre. Dudas y misterios sembrados en hojas de piel mohosas que lo tenían atrapado. Su madre lo había leído por su cuenta y había descartado que contuviera nada interesante. Eran balbuceos de un maestro de obras, le había dicho, su labor era la gestión de suministros. Un hombre encargado de trabajar la piedra caliza para convertirla en el material que necesitaban. La mantenía en secaderos, la molía en molinos y luego la tamizada. Ese era el resumen de su trabajo. Obtener polvo de cal para agregar a lo que fuera que mezclaran los valyrios junto con sus hechizos. Para construir lo que solo podían soñar el resto de los hombres. Pero algo no cuadraba y Maegor no sabía que era. Hermano, si alguien te hablara de dos veces bendito, - se dirigió a Aenys, su amor por los poemas y lenguaje florido era conocido por todos, por lo que podría saber de lo que hablaba - ¿a que crees que se referiría? Tantas cosas de esa pequeña colección de pensamientos lo tenían confundido. El escritor seguía refiriéndose a la ceniza volcánica como polvo de volcán, así que pensó que quizás no sabía escribir ceniza en el idioma. Pero si sabía. Entonces en otro fragmento había dicho que la había comparado con la de los dos veces benditos, y la encontraba mejor. ¿Mejor para qué? ¿Quien eran los dos veces benditos? Como él no le prestaba mucha atención a los dioses del antiguo imperio, aparte de sus nombres y lo básico, se encontró perdido. Aenys, con su amor por el arte y el conocimiento, quizás supiera. ¿Alguien a quien los Siete le dieron su bendición dos veces? - respondió dubitativo. El menor de los príncipes hizo una mueca. Antes no le gustaba la idea de adorar a los dioses ándalos. A ninguno para el caso. Después de saber de las revueltas de la Fé, menos le agradó cualquier cosa relacionada con dicha religión. Aunque nunca estaba de más conocer a tu enemigo - No, me refiero a los dioses del Feudo Franco. Maegor, - Aenys mostró su ceño, sus cejas delicadas daban un aire de preocupación paternal extraña, o eso creía. No era bueno para notar esas cosas, aunque mantenerse tan cerca de su hermano había ayudado - esos son sólo dioses falsos. No debemos inclinarnos ante las paganas creencias de nuestros antepasados. Él no aprobaba seguir ciegamente a ninguna entidad superior, en eso estaba de acuerdo. Por ello asintió ante lo que decía, lo que pareció animar a el hijo mayor de su padre a proseguir. La gloria yace en la iluminación de los Siete. - tuvo que dar todo de sí para no poner los ojos en blanco. De repente esto se había convertido en un sermón. Tener que quedarse y escuchar fue una prueba de fuerza, considerando que ni su propia madre lo había obligado a soportar las palabrerías de los Septones - Los que ofrecen las únicas y verdaderas bendiciones sobre la tierra. Tal y como nos han bendecido a nosotros. Fue su turno de fruncir el ceño. ¿Bendiciones? ¿Qué lo tenía de tan buen humor? Se fijó en él. La cabeza altiva, había vuelto a ponerse una túnica demasiado fina bajo el gambezon y tenía una sonrisa en la boca. No había estado tan entusiasmado desde que se había resuelto el problema en su presupuesto. Otra cosa que lo confundía. Como príncipe heredero tenía una de las asignaciones más grandes y no le cabía en la cabeza que no le alcanzará. Él y sus dos esposas se las arreglaban con menos. Por fortuna para Aenys, su padre había descubierto no se que problema, y le brindaba la mesada que necesitaba. Sin embargo, no era parte de sus ingresos oficiales. Pero bueno, esos eran asuntos de gastos que le correspondían a él, ya que heredaría el reino. Sus preocupaciones recidían en Rocadragon, donde regresaría a más tardar antes del anochecer. Quien sabe, - Aenys continuaba ajeno en su discurso - puede que pronto nuestros hijos jueguen juntos por estos pasillos. - Maegor se encogió por dentro, lanzado de regreso al tema del que intentaba escapar. Su hermano ignorando su debacle, prosiguió gesticulando con sus manos - Puedo verlo. Nos encargaremos de que los primos sean amigos cercanos y mejores compañeros. Estoy seguro de que lady Ceryse será una buena madre para los tuyos, justo como lo es mi Alyssa. Algo en la frase lo irritó - ¿Solo Ceryse? ¿Qué pasa con Orthyras? - su segunda esposa había negado en redondo que sucedería, pero le interesaba saber su respuesta. El jinete de Azogue hizo una mueca rápida y algo dentro de él se erizó. Su hermano nunca decía o hacía nada con malicia, aunque si con imprudencia e ingenuidad. Aún así, ¿por qué ese gesto despectivo con Ortiga? Ella era inteligente y protectora y estaba seguro que amaría con ferocidad a cualquier niño que tuviera. También les enseñaría a ser astutos y prácticos, sus hijos serían resilientes y no caerían en palabras huecas. Maegor, la princesa Orthyras es, ¿cómo decirlo? - Aenys pasó su mano por su barba, los rizos enterándose en sus dedos para envidia de Maegor. Pronto cumpliría diez y cuatro años y apenas le habían crecido unos pocos pelos en la barbilla - La princesa Orthyras no es adecuada para ser madre de ningún niño. ¿Por qué? - su ladrido sacudió a su compañero, pero él no pudo con tenerlo, ofendido por cualquier implicación negativa sobre ella. ¿No te has dado cuenta? - los pálidos ojos lilas de su hermano lo miraron como si quisieran revelarle algo - No se viste como una dama. No sigue los modales cortesanos. Práctica con espadas. - alzo sus manos, delicadas y frágiles en comparación a las suyas - Ya sé que estas extrañamente orgulloso de sus habilidades, pero una buena mujer no actúa de esa forma. ¿Te imaginas el desastre que sería su personalidad criando a un niño? No, lady Ceryse es más adecuada en el papel. Es todo una dama, refinada y piadosa. - terminó con firmeza, totalmente convencido de lo que decía. Pero Aenys, todas esas cosas que dices de ella, las comparte con mi madre, - inclinó su cabeza a un lado y luego al otro, tratando de seguir su lógica - y mi madre lo ha hecho bien. - después de todo lo había criado a él. Oh, no. Con la tía Visenya es diferente. - Aenys se agitó - Ella es más elegante y pulida. Puede no ser lo esperado, pero actúa lo suficientemente bien como reina. - hasta hace poco tiempo, su padre le había encargado la dirección de su gobierno, así que no se podían criticar sus habilidades. A su tía solo le faltaba el brillo y energía que había caracterizado a su madre, y aunque él no la conoció, todos hablaban sobre ello. Pero la reina superviviente lo había hecho bastante bien, incluso con su carácter. Pesé a los roces contra su padre, y la inflexibilidad con la que había actuado durante su breve período dirigiendo Desembarco (Aenys esperaba que su padre gobernará muchos años más, hasta que él estuviera preparado), la mayor parte del tiempo la mayor de los tres Conquistadores no había sido tan mala como muchos le habían advertido. Severa sí, pero nunca oscura ni cruel. Nada que lo hiciera sentir receloso. Claro que lo hace. - el razonamiento de Aenys era estúpido para Maegor - Ha sido una reina por más de dos décadas. - más tiempo del ellos habían vivido. Tal y como la experiencia ayudaba en el campo de batalla, la experiencia adquirida durante liderazgo le serviría - Que mi esposa no sea adecuada para ser madre por ello no tiene sentido. No pienses más en ello, Maegor. - su hermano se atrevió a agitarse el pelo, lo que le obligó a peinárselo con los dedos - Lo entenderás cuando crezcas. Pero... él ya estaba casado y era todo un hombre. ¿Qué más necesitaba para ser visto como crecido? ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ - Lena, espero que ninguno de mis vestidos empacados tenga ningún desperfecto para cuando lleguemos. La primera impresión sería importante y Ceryse no permitiría que su imagen fuera empañada por nada. Todos deberían verla como una matrona exigente pero justa, y un descuido podría exponerla como víctima de su inexperiencia y juventud. Contrario a todo lo que quería proyectar. Inaceptable. Sí, mi señora. - la voz de Lena Flosare, de once años, había perdido su matiz alegre. Aunque ya no sollozaba, el tono gimoteante aún estaba ahí - No me equivocaré de nuevo. Eso espero. A mi me gustó esto tan poco como a ti. - tras usar su vara de madera en ella, solo tres veces en cada mano porque quería enseñarle una lección pero no ser demasiado cruel, la niña había llorado bastante. Lo que demostraba que su madre había sido demasiado blanda con ella. Era cierto que nunca permitió que la vara se usara en sus hijos, pero eran sus hijos, nobles y legítimos, no una pequeña doncella que tenía que aprender cual era su lugar en el mundo. Lena continuó realizando sus tareas con premura, o intentándolo, ya que la hinchazón le impedía las actividades más finas. - Lena... Sí, mi señora. - había un resquicio de esperanza en sus palabras. La joven criada parecía buscar afecto - Durante el viaje serás la encargada de vaciar mis orinales. Una mueca de horror se posó en su rostro. Eso estaba reservado a los sirvientes de más baja categoría. Esto te enseñará la humildad que te faltó en tu educación. - con fortuna borraría todo el mimo y cariño exagerado que recibió de la fallecida Señora de Antigua, y lo reemplazaría por una firme adhesión a la jerarquía. Si te escucho quejarte - la joven contuvo el aire - la asignación durará más que el tiempo del viaje. Consideralo un aprendizaje. Sí, mi señora. - un gesto obediente y ninguna de sus sonrisas. Mejor. Una criada no tenía porque actuar con tanta confianza con una dama. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Le había tocado a Ser Corlys, el Comandante de la Guardia Real, custodiar la puerta tras la que discutían sus dos reyes. Visenya y su pintoresca nuera habían venido por el integrante más joven de su rama familiar. Al conocer la llamada de su marido, no le había dicho a sus acompañantes que la esperaran. Los había mandado a partir de inmediato, no queriendo ver a su hijo y a su principal aliada atrapados en la capital para el enfrentamiento que pronosticaba que pasaría. En ese momento, le pareció una tontería. Otra de sus paranoias con respecto a los peligros siempre acechantes de los que se preocupaba. Al final, y como generalmente sucedía, la reina terminó teniendo en parte la razón. El rey Aegon había citado a su hermana - esposa a discutir los términos del próximo traslado. La más vieja de las tres cabezas del dragón parecía que había previsto que se desarrollaría un conflicto con esto, pese a que este baile había sido bailado durante muchos años. Cuando el Conquistador estaba en Desembarco, su hermana se marchaba a Rocadragon y cuando él viajaba de regreso al Feudo ancestral, pues Visenya era enviada de regreso a la capital. La historia oficial era para que ambos se dividieran el peso de un gobierno tan grande. Por una vez, los chismes y murmuraciones eran más acertadas. En esencia, el rey desterraba a la reina de su presencia. Pero muchas cosas habían cambiado este año. Una nueva jinete de dragón salida de la nada y una boda doble fueron solo el inicio de varios cambios trascendentales. Por ejemplo, el príncipe Maegor, siempre compartiendo el exilio disimulado de su madre, había seguido un camino contrario tras su matrimonio. No solo había acompañado a su padre en su Cortejo real por primera vez en su vida, sino que tras la partida de Visenya a la isla, se había quedado en la Corte del rey y se marcharía con ella. El otro cambio había sido la propia reina. Inmensamente leal, Visenya había escogido a Corlys como líder de los Capas Blancas porque compartía con ella la creencia del destino superior a Aegon. Al resto de sus seis espadas las había escogido basándose en esos mismos principios. Principios que al parecer había quebrado. Su prima no solo no quería saber nada de su hermano, sino que había renunciado formalmente a toda responsabilidad con su gobierno y ahora se oponía directamente a sus designios. Otra acusación enfadada atravesó la puerta. Cualquier otro miembro de su organización habría tratado de atravesar la estancia, preocupados por la seguridad del rey. Y quizás no se dijera, pero también de la reina. Después de todo, había sido la propia Visenya quien les había escogido al dedo y se había asegurado de pulir sus habilidades. Es un poco difícil no preocuparse por un compañero constante de entrenamiento, pensara la que pensara el resto del reino de ella. Corlys no se movió. Por un lado no solo sabía que los reyes no agradecerían su interrupción, ninguno de los dos, sino que como su familiar, conocía su carácter volátil. Entrar ahí lo podría convertir en un daño colateral de su furia. Algo muy peligroso entre reyes y todavía más entre jinetes de dragones. ¡No te quiero ahí! - las paredes ahogaban las voces, pero el reconoció de inmediato a su soberano. ¡Pues me importa una mierda lo que quieras! - nunca antes imaginó escuchar dichas palabras de su prima hacia su marido, pero aquí estaban - Como Señora en funciones de Rocadragon es mi deber y mi derecho recibirte. ¡Estoy en mi lugar y en mi Feudo y esta vez no seré enviada lejos! Un grito de frustración fue lanzado. Aparte de la palabra "ingratitud", ninguna otra llegó hasta sus oídos. Lloriquea todo lo que quieras Aegon, - el Velaryon se atragantó con su propia saliva - no me interesa si no quieres que estemos bajo el mismo techo. A mi tampoco me gusta la idea. - sonidos ininteligibles le privaron de enterarse de lo que decía - ¡Bien! Mientras tú te mantengas alejado de mí, yo lo haré de ti. Con suerte, no tendremos que vernos las caras. ¡Imbécil! Ser Corlys Velaryon, primer lord Comandante de la Guardia Real y hermano de lord Aethan Velaryon, Señor de las Mareas, sabía que estaba presenciado la ruptura final del matrimonio de sus primos y de la alianza de gobierno que había conformado para este reino desde hace más de veinticinco años. Había tenido que convertirse en un testigo mudo de reproches, culpas y recuerdos de lealtades pasadas. Sus primos habían peleado antes, pero nada como esto, y después de su charla con Aethan anoche, muchas cosas empezaban a cobrar sentido. No estaba del todo borracho cuando lo encontró, ya que su hermano no permitiría que el vino le ofuscara del todo la mente, pero era claro que no estaba del todo sobrio. Se tambaleaba a ratos, perdido en su cabeza y la pulcritud y regio actuar que siempre lo habían caracterizado había desaparecido bajo una máscara de shock. ¿Lo sabías? - preguntó tomándole de los brazos y intentando agitarlo - ¿Sabías que Aegon planeaba tomar Rocadragon de Maegor para dárselo a Aenys? En ese momento, Corlys pensó que la bebida había arrebatado el sentido común de su hermano mayor. Aenys heredaría el reino, y Rocadragon sería el legado de Maegor, cualquier otra cosa sería disruptiva en el mejor de los casos. Bueno, entonces no lo sabías. Que bueno. - Aethan se había reído, su carcajada siendo algo salvaje mientras se revolvía el pelo por las manos - Por un momento temí que supieras de este plan y lo ocultaras por tu lealtad al rey. Lo cierto es que de haberlo sabido, no sabría cómo habría reaccionado. ¿Mantendría el comportamiento caballeresco que se esperaba de él y guardaba la secreta estrategia del rey? ¿Correría a contarle a su familia lo que conocía? Después de todo, la lealtad de su capa era para el trono, pero... ¿qué hacer cuando ese trono planea echar al fuego a tu propia sangre? O, peor aún, o mejor, en dependencia de quien lo viera. ¿Traicionaría a su gobernante y le contaba todo a su prima? Esa jugada podría haber sacado a los caballitos de mar de las proberviales llamas, y poner toda la responsabilidad en el hombre que había jurado proteger. Al final, nunca sabría cómo habría reaccionado de haber estado en posesión de la información. Al enterarse, Corlys se había quedado ahí, negando a creer que lo que decía era verdad. Negando que Aegon podría haber planeado un movimiento como ese. Ese maldito planeaba hacerlo. Después de las humillaciones que sufrimos, esta fue su brillante idea. ¡Condenado egocéntrico! - las palabras sonaban demasiado cerca de la infamia, aunque no tenía la fuerza para detenerlas tras la revelación - ¡¿Es que acaso estaba buscando destruir a los Velaryon?! ¡¿Castigarnos por algo?! Si tras su muerte, ese idiota que tengo por yerno se le ocurría cumplir con esto, Visenya quizás hasta nos culpaba a nosotros de intentar despojarla de su herencia. Marcaderiva ardería. Puede que el rey pensara que la reina moriría primero. - el absurdo comentario salió solo porque su cerebro no podía procesarlo todo. ¿Por qué privaría Aegon a uno de sus hijos del legado que le correspondía, para dárselo al que ya iba a heredar un trono diez veces más poderoso? No tenía sentido. Había favoritismo, que Corlys pensaba que estaba mejorando tras su conversación. El rey se había dedicado a mejorar las habilidades de ambos chicos, tanto en el patio de prácticas como en el salón de estudio. Sin embargo, empezaba a aflojar con su heredero. Sus habilidades marciales nunca superarían lo básico y su plan de estudios no le interesaba mucho. Mientras tanto, Maegor prosperaba bajo la presión. Entonces se le ocurrió: ¿No planeará que Maegor herede el trono, verdad? - una creencia aterradora, basada en como presionaba al niño a aprender cosas, cuando antes ni siquiera le prestaba atención. Aethan negó, burlándose - ¿Crees que Visenya hubiera roto con él de esa forma si fuera a hacer eso? No. - negó agitándose - Quería dejar al hijo de su esposa del deber - una mofa al epitafio que todos conocían - sin nada. De morir Visenya antes que él, habría sido peor. Sin el control de su madre, ese mocoso será la destrucción encarnada para sus enemigos. Y Aegon se habría encargado de convertirnos en uno de sus blancos. ¡Maldito hijo de puta! Corlys se removió incómodo al recordar todo. Todavía creía que Aegon era diferente tras su intercambio. ¿No estaba haciéndose cargo del menor de sus hijos tras conocerlo mejor? De seguro su plan fue antes de todo ello. Solo que su prima lo había descubierto y entonces no habría habido perdón ni tregua. Pero las creencias de Aegon con respecto al más joven de sus vástagos había cambiado. Debía haberlo hecho. Su hermano lo llamaría tonto e ingenuo. Quizás lo fuera. Tenía que creer en ello. Si no lo hacía, que quedaba. ¿Qué había entregado su lealtad a alguien incapaz de devolverla? ¿De respetar en lo más mínimo los derechos de su propia carne y sangre? El silencio aturdido que flotaba en el ambiente lo sacó de sus recuerdos. Era como cuando el bosque calla ante la llegada de un depredador superior. Una señal de alerta que le advirtió que la riña entre esposos había terminado, al menos por hoy. Efectivamente, la puerta se abrió con un impulso aterrador. Pero contrario a lo esperado, Visenya no la cerró con un portazo sino con un suave clic. La reina se detuvo en ese lugar, su rostro contraído por la furia antes de que respirará profundo y casi podría jurar que la escuchó repetir - Los demás no tienen la culpa de tu mal humor, respira. Él se quedó ahí sin saber que decir. Como guardián no le correspondía decir nada, pero no era un simple guardia. Por un lado, tanto ella como Aegon eran sus reyes, con el último ostentando un estatus superior. Por otro, ambos habían sido su familia, siendo Visenya la favorita de su propio padre. Fue la reina quien se adelantó - Bueno Corlys, lamento que hayas tenido que escuchar eso. No te preocupes, lo deje entero. - guiñó un ojo de forma descarada - Aunque tal vez debas llamar al Gran Maestre Gawen, ese lame - botas de seguro tiene la cura para su ego herido. - se rió de su propio chiste mientras se marchaba con la frente en alto. Solo cuando sus pasos se desvanecieron en la distancia, Corlys pudo salir del trance provocado, inhalando el aire por el que clamaban sus pulmones - ¿Prima? - fue todo lo que pudo musitar, totalmente anonadado. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ He venido a informar de un cambio de planes. - el capitán del barco era un hombre directo y sin consesiones a los modales. Si sus invitados querían una reverencia más allá del saludo, serían decepcionados durante toda la travesía - Considerando las condiciones del mar, he decidido mejor entrar en una cala cercana, bastante conocida, para pasar el temporal. El viento en contra había frenado el avance a lo largo del día, forzándolos a navegar de bolina. El movimiento zigzagueante retrasando el avance y reduciendo significativamente la velocidad efectiva hacia su destino. Al partir, todos habían esperado un viaje rápido, impulsado por las corrientes de la desembocadura del río. El clima al que se enfrentaron a media tarde pareció burlarse de esto. El mar estaba picado, con olas cortas y empinadas transformadas en pequeños muros que el barco debía superar, frenándolo y provocando un balanceo tan incómodo como agotador. No me parece correcto, capitán. - la voz sonó autoritaria, aún con el mareo provocado por el vaivén de la embarcación - Ya perdimos bastantes horas evitando sus famosas Lanzas del Rey Merling - aunque las formaciones rocosas eran impresionantes, alzándose desde el fondo de la bahía hasta muy alto por encima de la superficie (y existiendo muchas hermanas aún escondidas a su alrededor), el desprecio hacia el dios temido por cada navegante era claro, después de contemplar el temor reverencial de la tripulación hacia él - para continuar desperdiciando tiempo. Aunque molesto, el clima no parece ser tan inclemente - tanto un juego de palabras como una burla - para que no podamos avanzar, aunque sea de forma lenta. ¿Avanzar con ninguna visibilidad en aguas de dudosa profundidad? Solo alguien que nunca antes a pisado un velero en su vida se le ocurriría semejante locura temeraria. - nadie con una gota de razocinio podría ofenderse, aunque el insulto estaba ahí, debido a que el sentido común en el mar superaba cualquier intento de barniz de civilización - En una noche buena se podría reducir la velocidad, quizás navegar con velas mínimas, pero no hoy. Mis hombres están fríos y agotados, luchando mojados contra el timón y las velas, para seguirlos presionando. Menos aún arriesgarnos a encallar por un capricho. ¡No es un capricho! - la exigencia en el tono se tornó clara - Debo llegar a mi destino lo más pronto posible, tengo muchas cosas por hacer y prepararme. Deje de dar excusas y comience a obedecer. Debemos llegar a... A ningún lado. - cortó el marinero, que a estas alturas ya había perdido la poca paciencia que tenía - Buscaremos refugio antes de intentar capear el temporal en mar abierto. Quizás en tierra usted gobierne, pero en el agua, cada capitán es el rey de su navío y su palabra es la ley. Cuando hay mal tiempo no importa la velocidad sino la supervivencia. Puede sentirse todo lo impotente que quiera y hasta enojarse, - las manos curtidas fueron sacudidas en el aire con un gesto despectivo - pero esto no es un paseo plácido por la bahía. Si los dioses quieren retrasarnos, sea cual sea la deidad que veneres, seremos retrasados. Partió así, dejando a sus pasajeros frustrados y más que enojados, y no le importó. El viejo conocía bien estas aguas, sin embargo, una vida de navegación le había enseñado que confiarse era cosa de tontos y no había durado tanto en el negocio siendo un tonto. No. Él protegería a su barco y a sus hombres, y a aquellos molestos viajeros que habían sugerido que continuará. No. Solo un loco suicida lo haría. Sus acompañantes, por decirlo suavemente, podrían resongar y amenazar todo lo que quisieran, el mar ofrecía un peligro aún mayor que había que respetar a toda costa. Después de todo, hablando las personas se entendían, mientras que contra la fuerza del océano no existía defensa. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ La lluvia los tenía calados hasta los huesos. Incluso con el calor que desprendía su bestia, y con Maegor llevándose lo peor de la tempestad, Ortiga no podía dejar de temblar. El viaje de ida había sido más rápido de lo esperado. El de vuelta no tanto. Si le sumamos la molesta caída de agua, lo suficiente fría como para que cada gota doliera y la caída de la temperatura que acompañaba a la noche, el viaje había sido miserable. Lo único rescatable de todo era que no había sido una tormenta propiamente dicha, y ni un solo relámpago había cortado el cielo. Gracias a los dioses árboles, o como sea que se agradeciera en la Fé de los Antiguos Dioses. Cuando las pequeñas luces de lo que solo podía ser la fortaleza se evidenciaron, Ortiga solo pudo enviar otro agradecimiento. Aún con la falta de visión, su dragón sabía de forma instintiva que dirección tomar. Podía decir que lo había llevado aún más lejos, ya que en vez de aterrizar en el sistema de cuevas, se había dirigido directo a la cima de si torre. El breve descenso de su montura, fue dificultada por la humedad tanto de las silla como por su propio agarrotamiento. Se resbaló en el último tramo, aunque por suerte para ella, Maegor la había estado esperando con sus brazos abiertos para atraparla. Bendita sea su previsibilidad. Mi héroe. - dijo entre escalofríos - Te daré un beso de gratitud cuando finalmente me caliente. - su frase salió entrecortada por sus temblores. El príncipe a su lado desechó la idea con un gesto de su cabeza, sin mediar palabra y sin quejarse tampoco por la situación, aunque Ortiga podía ver el tinte azulado en sus labios. En vez de simplemente bajarla, avanzó con ella a cuestas hasta llegar a la trampilla del lugar, que se encontraba abierta y con un sirviente preocupado observando. Mi príncipe, mi princesa, - el nerviosismo del hombre era palpable, sin embargo, ninguno de ellos le había dado motivos para ello. O eso razonó Ortiga - las habitaciones de la princesa están listos para recibirlos. - explicó mientras su falso novio seguía sin detenerse - Los vigías fueron capaces de distinguirlos y ya fueron informados en las cocinas de tener una cena caliente para ustedes. ¿Desean tomarlas en sus habitaciones o en el gran comedor? El cuarto de mi esposa. - fue toda la contestación que dio Maegor, que parecía no ser ralentizado por la fatiga que la asolaba. Muchas gracias. - dijo ella asomándose por encima de su hombro, sin decirle al príncipe que la bajara. Puede que estuviera mal, pero esta muestra de protección se sentía tan bien. Ya fuera imaginaria o fueran migajas, cuando careces del afecto que necesitas toda tu vida, tomas lo que te dan y te aferras a él. Casi tan fuerte como su marido de mentira la sujetaba. Puede que estuviera mal, pero era sólo un momento de debilidad. ¿A quién mierda le importaba? El criado les abrió la puerta de las estancias de Ortiga, cayendo ellos en lo que era su antecámara y ya desde entonces, se pudo sentir la calidez de las chimeneas. El hombre los abandonó allí, con una criada mayor para servirles. Mis príncipes, - lo que fuera que iba a decir, se quedó a la mitad, porque Maegor siguió hasta el cuarto. El espacio más pequeño era aún más cálido y a ella se le escapó un suspiro de alivio. Cuando la puso de pie, fue ella quien se aferró un poco más a él, temiendo colapsar si confiaba en la estabilidad de sus piernas. La mujer, mucho más calmada que el anterior sirviente, no se atrevía a traspasar la frontera invisible marcada por el marco de la puerta. Maegor procedió a comenzar a desnudarse. Su objetivo era claro, la tina humeante, deliciosamente hirviendo en un rincón. Ella se encogió de hombros y decidió seguir su ejemplo. Cuando entremos al agua, - le explicó a la señora que les servía - ¿podrías recoger la ropa mojada? Oh, mi señora, no debe pedirlo. Estoy aquí para ello. - pudo notar desde el rabillo del ojo, a su esposo asintiendo. La mujer pareció emocionarse con esa mísera muestra de aprobación - También tengo paños para que se sequen y ropa de repuesto, tanto para usted como para su señor esposo. Si no cree impertinente de mi parte el haberme preparado para que el Señor descansara acá. Ortiga se río, para luego estornudar, para consternación de la sierva - No se preocupe, no es impertinencia, es sentido común. Estoy segura de que mi amorcito valora mucho eso en su gente. ¿No es así, amorcito? Maegor la miró con el ceño fruncido antes de asentir, desviando la vista cuando llegó su turno de desnudarse. La sirvienta actuó como si hubiera recibido un elogio de él mismo y recogió su ropa mojada para doblarla como pudiera. No era tan exacta como Maegor con sus cosas, pero le extrañó. ¿Cuál era la rara obsesión de estas personas, empezando por su falso marido, de doblar la ropa? Sacudió su cabeza, un misterio para cuando entrara en calor. Dame un lado. - le dijo mientras lo empujaba en la bañera de cobre. Un gemido de satisfacción se le escapó mientras se cubría del líquido en estado casi burbujeante. Maegor se tensó antes de hablar - Esta vez yo lavo mi espalda y tú la tuya. - el tono fue defensivo y ella solo pudo aceptar, dudando del motivo. A ella no le importaba, pero él era tan ancho que le resultaría difícil. Bueno, su elección, su problema. Terminó antes que él y por ello comenzó a secarse primero. Viendo las ropas de dormir y las pieles en el lecho se le ocurrió una brillante idea. Se me acaba de ocurrir algo. - le explicó mientras se dirigía a buscar su cena. Como imaginó, la estaban sirviendo en su antecámara - Con permiso. - dijo con una sonrisa mientras tomaba todo lo que podía cargar y lo llevaba a su cuarto. Maegor ya tenía puestas su calzas y se quedó quieto viéndola regresar con tanta comida encima. Arrastra las cubiertas de la cama frente a la chimenea. - le explicó - Vamos a acampar allí. - él lució dubitativo por lo que le preguntó - ¿Acaso Su alteza tiene miedo de dormir en el suelo? Un hombre debe estar preparado para dormir en cualquier condición en el campo de batalla. - bufó, alzando orgulloso la nariz - No le temo a dormir en la alfombra. ¡Oye! - exclamó con orgullo luego de liberarse de la carga - No me había fijado. ¡Te está saliendo la barba! - eran unos pocos pelos pero por algo se empezaba. Pues sí, - afirmó con una sonrisa de vanidad - ¿qué esperabas mujer? Un hombre tiene que tener barba en algún momento. No estaba segura si era una broma o engreimiento de verdad, pero comenzó a reírse y Maegor le siguió. Cuando fue a ponerse una camisa, lo detuvo. No lo hagas. Vamos a intentar dormir piel con piel lo más posible. - los ojos violetas se abrieron bien grandes - Me pondré una cinta en los pechos, si no te molesta, y mantendremos las calzas. Pero estoy cazando calor y estoy dispuesta a compartir. ¿Qué me dices? Se inclinó de un lado a otro sobre sus pies, antes de aceptar con un ligero asentimiento. Se acercó lentamente y cargado de todas las mantas de la cama al sitio designado, mientras ella regresaba por el resto de la comida. Nunca había sido de las que comían de forma delicada, y el príncipe siempre consumía todo como un hombre hambriento. Eso estaba bien para ella. Nada sobraría y nada se desperdiciaría. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Ya hacía rato que había pasado la hora del lobo, y la habitación donde yacían su príncipes se encontraba en completo silencio. Ella estaba esperando para recoger los platos sucios y los restos, pero nunca fue llamada. Así que como una buena servidora, decidió esperar a que sus nobles señores se durmieran y realizar dichas tareas en silencio. Después de todo,la reina contaba con que sirviera adecuadamente a su señorita. No era lo que ella habría esperado de una dama, pero ¿qué cosa era eso dentro de esta familia de inesperados? La nueva princesa era una incógnita en muchos sentidos. Demasiado amable para algunos, demasiado diferente para otros, ya había demostrado que su antinatural cortesía no era un signo de debilidad. También, había logrado capturar el interés, y contra todo pronóstico, "suavizar" de alguna manera a su príncipe. Logros inmensos para cualquiera que lo conociera. Algunos aún dudaban de ella, después de todo. Las sábanas no mentían, permanecían limpias, y era claro para las lavanderas que los príncipes no se revolcaban el uno con el otro. Había algunos que decían que no había amor entre ellos, solo un vínculo de amistad. Después de todo, aunque desconocida, muchos habían escuchado los rumores de la belleza de su otra esposa y la predilección de Maegor por ella. Se atrevieron a llamarla Rhaenys y a la princesa Orthyras, la nueva Visenya, y cualquiera con dos dedos de frente en esta Isla cerró la boca. Era un rumor complicado en un lugar que de por sí, no toleraba la existencia de chismes. Ella no lo veía así. El príncipe escogía dormir con ella, compartir su cama, cuando no iba a sacar el contacto que esperaban la mayoría de los hombres. Eso hablaba de una elección más profunda para ella. Después de todo, el señor de la fortaleza podía coger con quien quisiera, incluida su esposa. Si escogía dormir con ella, sin otro placer que su compañía, tenía que significar algo más, ¿verdad? Mientras estos pensamientos rodaban por su cabeza, ella había entrado silenciosamente al cuarto, recogiendo los platos y bandejas vacías, solo para ser sorprendida por un bulto al pie de la alfombra. Unas pieles se encontraban frente a la chimenea y envueltas en ellas solo podía estar una pareja. No fue eso lo que la asustó. Unos amenazantes ojos violetas seguían lo que hacía, paralizándola en el lugar. Por un momento temió la furia de su señor, por interrumpir su descanso. Luego la princesa se removió en su brazos. Fue el propio príncipe quien desvió su atención, acomodándola mejor, para luego devolver la vista hacia ella. Sus labios se apretaron y señaló con su fantasmal mirada la puerta. Quería que saliera y lo hiciera en silencio, su molestia superada por el deseo de no perturbar el sueño de la princesa. Ella estaba un poco preocupada, menos que hace un instante, pero con el creciente temor de ser despedida por invadir su espacio. De repente se dio cuenta de la solución. Si le pedía protección a la princesa, era obvio que el marido que la adoraba no se opondría a ella. Sí, haber servido con sinceridad a la dama que todos consideraban secundaria al principio, le traería sus beneficios. Ciegos aquellos que todavía no se habían dado cuenta de esto. Mientras tanto, el crepitar del fuego servía de sinfonía para la audición de Maegor. Su esposa se había removido un poco en el lugar pero aún permanecía en sus brazos. Dudó por un breve lapso, antes de llegar a la conclusión de que la indecisión no iba con su carácter. Por ello lanzó una pierna por encima de su muy dormida esposa, que había quedado totalmente atrapada por él. Incluso sus sueños inquietos, se dijo con fascinación, le pertenecían en su totalidad a él.
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