ID de la obra: 941

Sangre y fuego y otras magias extrañas

Het
NC-17
Finalizada
1
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579 páginas, 308.987 palabras, 45 capítulos
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Semillas de disidencia

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Si antes había sido una celebración ruidosa, no era nada en comparación al festejo que se había armado después de su anuncio. Decenas de sus amigos más cercanos y el resto de la Corte vitoreaban el embarazo de Alyssa. Este día se había vuelto aún más especial, ya no era solo el día del nombre de Maegor, sino que también era el día del descubrimiento de que aguardaban la llegada de su heredero. Estaba seguro de que era varón. Ya había tenido una nena, y los Siete eran buenos y le traerían el niño que esperaba. Sí, el mundo era un lugar justo y él y su esposa tendrían el hijo que se merecían. Algo lo distrajo de la emoción que lo rodeaba. La criada que le iba a rellenar la copa se sobresaltó un poco, derramando unas gotas de la dorada bebida. Pobre muchacha. Debía estar eufórica por las buenas nuevas y se excedió con su movimientos. Fue a disculparla, pero ella no lo estaba mirando. Ojos abiertos y asustados observaban a su izquierda, luego bajaron a donde estaba él y la moza intentó sonreír, fallando miserablemente. ¿Qué fue lo que la preocupó? Miró en la misma dirección que la sierva, descubriendo al rey de Poniente tosiendo con una copa en la mano. Su tía le daba cortos golpes en la espalda, pero no actuaba tan preocupada, así que no debía ser nada malo. Ah. Su padre de seguro estaba bebiendo cuando hizo su anuncio y lo sorprendió demasiado. Pobre padre. Aenys debió fijarse mejor en que estado estaba cuando pronunció las palabras. Era obvio que las noticias lo tomaron desprevenido, provocando que se ahogara mientras tomaba un sorbo de su vino. Padre, ¿está bien? - pronunció mientras se sentaba y se inclinaba hacia él. Alyssa a su lado, descendiendo a su asiento y recibiendo felicitaciones del Lord a su derecha, un invitado del monarca si no se equivocaba. Si, Aenys. - su padre se aclaró la garganta y llenó de aire sus pulmones - Solo quedé sobrecogido por la noticia. ¿Verdad que es encantadora? - Aenys estaba rebosante de alegría, Alyssa se la había dicho en el mejor momento. Con todos reunidos y felices, ¿había una mejor situación para dar a conocer esa información? - El reino entero estará de fiesta. Sí. El reino entero sabrá de esto. - había un matiz frustrado en su voz que Aenys no entendió - No te preocupes por ahora hijo, todo se arreglará. Parpadeó confundido. ¿Qué tenía que arreglarse? ¿Había algo mal? Miró hacia su tía, que aunque no esperaba verla exultante, no estaba tan feliz como cabía esperar. Más allá de ella, las esposas de su hermano tenían sonrisas aceptables, pero era Maegor quien le preocupaba. No había alegría en su actuar, solo un rostro vacío y una pizca de confusión mientras miraba a la sala rebosante de festejo - ¿Pasa algo? Su querida Alyssa, notando algo de tensión del otro lado de la mesa, le prestó atención. Luego de observar a todos, se dirigió hacia él y dijo en voz alta - El príncipe Maegor debería dirigirnos un discurso de felicitación. Como futuro señor en cuyo hogar compartimos un aviso tan importante, - suavemente frotó su mano por su nada prominente vientre. Su tonta esposa, pensó con cariño, debía estar tan emocionada por el bebé en camino que ya quería sentirlo en su barriga - debería festejar nuestra noticia de forma pública. Oh, eso sonaba apropiado - Sí, mi Alyssa. El futuro Señor de Rocadragón debería felicitarnos por nuestro futuro rey. - él no pudo evitar poner su propia mano en el vientre de su esposa, pero cuando le echó un vistazo al resto de su familia, solo vio rigidez. Incluso su progenitor tenía un aire frío y calculador, que ponía solo cuando se enfrentaba a eventos que le desagradaban y tenía que elegir la mejor solución para ellos. Por el Padre, ¿qué estaba pasando? Yo lo haré, - la princesa Ortiga irrumpió - Maegor ya habló y no creo que sea correcto repetirse. Si no les importa, - levantó su copa que se derramó un poco, como al parecer era agua, no preocupó a nadie ser manchado - será solo para la familia, pues dudo que con este jolgorio alguien le preste atención a mis palabras. Aenys se rió, con una chispa de diversión. Sí. La gente estaba festejando con tal fuerza que solo le harían caso a su padre... si gritaba. Por el príncipe Aenys y su maravillosa revelación, deseo de todo corazón que sea un niño sano y fuerte. Y para Alyssa, - su esposa sonrió complacida - que esto que has hecho hoy por nosotros se te devuelva en cada ocasión. - los labios de su mujer cayeron y vio un rubor en sus mejillas que no parecía de modestia o vergüenza. ¿Su tierna Alyssa estaba enfadada? ¿Por qué? ¿Qué, en nombre de los Siete, estaba sucediendo aquí? No pudo averiguar nada. Un tropel de cortesanos se encaminaron a su mesa para festejarlo, pero algo vieron en el rey que los hizo circular solamente por el lado de Aenys. Trato de escrutar de nuevo el rostro de su padre. Aunque las comisuras de su labio se elevaban, había algo duro en su cara. ¿No estaba contento con su nuevo nieto? Esto no tenía sentido. Así como no tenía sentido el enfado de su Alyssa. Hasta hace unos momentos estaba radiante, pero esa... esa... princesa salvaje, la dedicatoria que le dio a su mujer la enojó en vez de complacerla. Hablaría con ella para que se disculpara después. Este no era la sala de entrenamiento, donde su brutalidad era aceptable, y su novia estaba en un estado muy frágil para aceptar incluso deseos que le parecieran discordantes. No sabía que había dicho la princesa que le molestó, pero debería pedir perdón por molestar a su Alyssa en su estado. La llegada de sus suegros dislocó sus pensamientos. Lord Aethan Velaryon y la encantadora lady Alarra Massey, su hijo mayor no los acompañaba por haberse marchado unos días antes. El padre de su esposa, con su aspecto siempre regio, le parecía la figura más cercana a como debería lucir un rey de verdad. Después de su padre, por supuesto. Cuando se presentó ante él, ese aire de confianza no era tan contundente como siempre. Lo achacaría a que estaba exultante por el nacimiento de su nuevo nieto, pero parecía nervioso. Aún así sonrió y le felicitó, aunque sus palabras y las de su consorte a Alyssa fueron breves, antes de atreverse a compartir un comentario con el monarca. Entonces, Alteza, - Aethan frente a él lamió sus labios y se detuvo antes de preguntar - debe estar muy satisfecho con la llegada de un nuevo niño de sangre Targaryen. - el rey asintió solemne - ¿Puedo preguntar, desde cuándo está consciente de la concepción de nuestra Alyssa? Me enteré junto con ustedes. - las sonrisas de sus suegros se cristalizaron y con una leve inclinación, retrocedieron presurosos. La voz de su padre fue serena, pero carente de dicha. Aenys lo miró. No era la imagen risueña que recordaba cuando se anunció la llegada de Rhaena. ¿No sería por...? Oh, padre estaba enfadado por no advertírselo antes de la fiesta. El protocolo generalmente era informar al rey y luego hacerlo de dominio público, es solo que lo embargó la emoción. Además, hacer eso hubiera requerido que posteriormente hubiera preparado su propia fiesta y sus finanzas ya estaban apretadas. Su tía había organizado esto con tanto esmero y era tan perfecta. Aenys sabía mucho de celebraciones y esta, aunque más sobria que las que disfrutaba, había sido planeada con una atención excelente hacia el detalle. Así ahorraba moneda, como su padre de seguro esperaba, y compartía un momento especial para toda la familia. Una excelente gestión si es que le preguntaban. Los cortesanos continuaron llegando, recibiendo de ellos alabanzas y adulaciones. Aún así, una parte de él se preocupó un poco. Apenas lanzaban una mirada al lado de su hermano y se retiraban sin dedicarle ningún buen deseo. En un momento dado miró hacia allá, solo para ver el rostro de su padre oscurecido. Uf. Con razón nadie se motivaba a felicitar al menor de los príncipes, algo tenía a su padre de mal humor y no podían ir desde donde estaba Aenys hasta donde estaba él. Que difícil situación. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Vulgar. Esa había sido la única palabra que Ceryse pronunció cuando el príncipe Aenys comenzó todo este fiasco. Ortiga tenía que estar de acuerdo, y eso que ella se había criado en una maldita choza. Visenya, presurosa, había dado la orden de sonreír y mantener la calma, y eso fue todo lo que la mantuvo en el lugar. Suponía que ella y Ceryse estaban haciendo el trabajo de mantener la "imagen correcta", aunque no creía que pudiera mantener ese aspecto tan tranquilo de Ceryse. Mantener los dientes afuera en la mueca que tenía ya le estaba dando dolor en sus mejillas, más al ver cómo Maegor se retraía. Cada vez que uno de esos apestosos lamebotas iban a felicitar a su hermano y se atrevían a lanzar una mirada en su dirección, su falso marido se encogía. Estaba tenso, alerta, sus ojos buscando en cada rincón de la habitación. Me están mirando. - dijo de repente aunque ella lo dudaba. Alyssa había obtenido lo que quería y se había llevado toda la atención en el día de su nombre - Me están mirando y me juzgan. Porque Aenys va a tener un hijo y yo no. ¿Qué...? Un repaso más profundo a la escena ante ellos demostró que tenía razón. De vez en cuando, algún noble les echaba un vistazo. Ella descartó esto al principio. No eran amenazantes por lo que no eran peligrosos, todo su cerebro concentrado en mantener la fachada de conformidad. A ella no le pareció que lo juzgaban, o solo algunos, lo que si podía ver era el cálculo en sus ojos. Suponía que las expectativas puestas sobre Maegor lo estaban aplastando. Aenys les echó un vistazo apresurado y Ortiga agradeció que entre ellos hubieran al menos tres personas. O si no, ya le hubiera vaciado su copa en la cara, para luego agarrar a Alyssa del cabello y arrastrarla por el suelo. A ver quién de las dos podía ser más baja y grosera. Pero no podía ser maleducada, tenía demasiado en contra y tenía que mantener aunque sea una pequeña credibilidad como princesa. Sin embargo, Maegor en sus límites, ya no podía. Tengo que salir de aquí. Tengo que salir de aquí. - sus ojos miraban sin ver y parecía a punto de colapsar. Piensa rápido Ortiga. ¿Cómo sales de esta? Se le ocurrió una idea, pero su pobre ropa. Casi le dieron ganas de llorar. Maegor la había escogido. Era uno de los mejores jubones que tenía. Aún así, sin Maegor no habría jubón, o puede que sí. Sin embargo, este lo tenía gracias a él. Su pérdida dolería, pero para ganar algo hay que sacrificar algo. Su movimiento fue tan rápido que su esposo a su lado se quedó impresionado por su velocidad. Vaya, tenía buen ojo para ver que fue a propósito. Por ello se quedó con la boca abierta al verla a ella misma empapada en el vino de Ceryse. La copa de esta, servida a su derecha, era la más cercana, y temía que su vaso de agua derramado sobre ella no fuera excusa suficiente para permitirle la retirada. La dama Hightower se quedó quieta en su lugar, puede que pensando que algún mal gesto de ella fuera el culpable de este tinto desastre - Princesa Orthyras... No se preocupe, lady Ceryse. Creo que fue mi culpa. - sentía la fijación de Maegor estática en ella - Me ha dado un mareo de repente y creo que lo mejor sería retirarme. Ceryse observó la mesa y asintió, ya fuera un accidente lo ocurrido o a propósito, parecía validar su actuar - Deberías pedirle permiso al rey. Claro, querida. - se aclaró la garganta. Puede que no le agradará, pero era Aegon el puto Conquistador y jinete de su peor pesadilla, ni la Vaghar de su tiempo le producía ese temor reverencial. Así que sí, le tenía su miedo y sano respeto al rey - Disculpe, rey Aegon. - sus orbes púrpuras se centraron en ella, un escalofrío recorriéndola - Estoy fatigada y en una precaria situación. - mostró la mancha de vino de Arbor dorado en su precioso y probablemente insalvable jubón - ¿Podría retirarme? El rey asintió y Maegor la miró asustado, su mano intentado retenerla por debajo de la mesa. Maldición. Esta mierda de los modales si que era complicada - Lamento contrariarlo, mi rey. - a todos los nobles les gustaba que le besaran el trasero así, ¿no? Con su atención vuelta de regreso a ella, prosiguió - Creo que me maree un poco y provoque este desastre. ¿Podría mi esposo acompañarme hasta mis aposentos? El rey pasó de ella a Maegor antes de asentir. Fue su falso consorte quien se levantó primero y la ayudó a salir de su asiento. La condujo hasta la salida del lugar y continuó guiándola. Su palma en su espalda se sentía como que era más bien para sostenerse él. No quiero estar aquí adentro. - Maegor miró a las paredes como si se estuvieran cerrando sobre él - Tengo que salir. Lo haremos juntos. - le dijo, tomando su mano - Déjame agarrar unas cosas primero. Varias cosas. Algo le decía que esta noche no dormirían bajo techo. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Vaya, vaya, - burlona y elegante, como si el resto de las personas que caminaran sobre esta tierra fueran inferiores, Lynelle Lannister se colocó a su lado mientras observaba la mesa alta del festín - nuestra querida y futura reina parece muy orgullosa de los que hizo. - aunque se encontraban más atrás y cubiertas en parte por una columna, podía ver a Alyssa Velaryon y a su marido, regondeándose con los comunes besadores de traseros - Robar la celebración de alguien más y convertirse en el foco de ella le puede parecer políticamente impecable y despiadadamente efectivo y lo es, por ahora. Ese por ahora era lo que preocupaba a Jeyne. Sí, la esposa de Aenys había fortalecido la posición de su marido. Sí, la mayoría de los que coqueteaban con la idea de apoyar a Maegor podrían retirarse por el momento, pensando que el nuevo retoño del príncipe heredero convertiría en sólido su lugar en la cima. A la Tyrell no le parecía que eso fuera del todo cierto. Más que nunca, la actuación del príncipe Aenys le pareció ciega y tambaleante. Uno no le hacía eso a un vasallo leal, y menos a un hermano que un día podría tener motivos para enfrentarte. Prácticamente estaba sembrando enemistad y dejándole saber a todo el continente sobre la fractura interna de la familia. Los rumores sobre la separación del rey y la reina eran comunes, así como su preferencia sobre su primogénito, pero no dejaban de ser rumores hasta que se demostrara lo contrario. Durante todos esos años, Visenya había gobernado con un poder que pocas, por no decir ninguna reina consorte había poseído. Aunque mantenía a su hijo mayor junto a él, el desprecio de Aegon por el menor era lo suficiente sutil para ser aceptable o pasar desapercibido. Después de todo, cada hombre tenía el deber de mantener a su lado y preparar a su heredero. Una cosa diferente era la que acababa de presenciar. Esto era una falta de respeto monumental y temeraria. Un grito de codicia y desesperación, que en vez de neutralizar oponentes acumulaba resentimiento. La respuesta de la interrupción a la privada fiesta de lady Alyssa por la princesa Orthyras, fue el descarado robo público de la celebración del príncipe Maegor. Parecía que la próxima reina de Poniente no podía soportar no ser el centro de atención, y podía guiar con facilidad a su marido para alcanzar lo que quería. Una reina temeraria y un rey manipulable. ¿Podrían mantener a los Targaryen en el poder? Eso le preocupaba. La posición de los Tyrell dependía por entero de que se mantuviera la dinastía. ¿De qué hablas, Lynelle? - uso su voz más aguda, su acento del Dominio realzaba su tono confundido - Lady Alyssa y el príncipe Aenys solo están anunciando la llegada de su futuro heredero. Eso es más importante que el día del nombre de un príncipe segundón. - un pensamiento que compartían muchos, pero se aseguró de no tener nadie a su alrededor antes de decirlo, ya fueran nobles o criados. Estos últimos preocupándole más, ya que la mayoría no dudaría e iría a contarlo al oído de la reina, y tenían una habilidad única para pasar desapercibidos. La Lannister bufó con altivez y señaló con su mentón a Cecilia Tully - Corta la actuación, mi astuta Jeyne. Solo hay lugar para una auténtica descerebrada en nuestro grupo de damas y el puesto ya está ocupado. Ver a Cecilia con un vestido rosado, otro más, la hizo hacer un gesto de dolor. La dama de la Tierra de los Ríos no solo no usaba los colores de su Casa, si no que carecía del refinamiento para entender que los que portaba no la favorecían. Que tuviera toda una colección de prendas de ese único color la confundía. ¿Por qué haría alguien eso? Cecilia también parecía encantada con la noticia del embarazo de Alyssa, celebrando como si fuera su triunfo personal. Idiota. Probablemente lady Alyssa y su marido salgan de esto intactos. O tan intactos como sea humanamente posible. - desapareció su hablar infantil, centrándose más en la agudeza - Son los herederos y anunciaron a un heredero, más allá del insulto a la reina y lo que está les pueda hacer, - cosa que la tendría a ella temblando oculta debajo de una mesa - no veo que les pueda preocupar. Pues, que el rey no esté muy contento. - aunque jovial desde aquí, Aegon el Dragón no parecía un hombre satisfecho con todo. Lo que era algo malo, aún más malo que su hijo mayor no lo notara en su complacencia. ¿Acaso estaba ciego? - Eso es lo que pasa cuando la gente olvida de donde sale. La última frase la puso rígida - ¿Se puede saber a dónde quieres llegar, Lynelle? Oh, no te ofendas querida. No lo he dicho por ti. - la pequeña risita de la rubia logró rayar sus nervios - Nuestra amada Alyssa actúa como la más arrogante de las jinetes de dragón, como si fuera intocable, pese a que nunca montará ninguno. Los Velaryon son poco más que comerciantes marítimos comunes, eso sí, comerciantes valyrios. Solo elevados por la Casa Targaryen. Aún así, nuestra amada caballito de mar gusta de provocar una y otra vez a los verdaderos dragones, como si se creyera inmune a las consecuencias. Jeyne tuvo que apretar los labios. No mentía en nada de lo que decía. Lady Alyssa no hacía los cálculos. Puede que su suegro superara a su esposa en poder de fuego, pero la diferencia de fuerza entre Azogue y Nixia era aún más brutal. Cuando los Conquistadores partieran de este mundo, ella y su esposo estarían en desventaja. Y la tonta lo único que intentaba era repartirles bofetadas a quienes podrían terminar sosteniendo una espada contra su cuello. Tú por otra parte, recuerdas muy bien de donde saliste. - el comentario la erizó. Incluso en comparación con los Tully, la posición de los Tyrell era aún más inestable. No tenían un legado más allá de ser sirvientes nobles de una Casa extinta - Sabes que el dominio de Alto Jardín no está asegurado mientras el trono de hierro no esté asegurado, y eres lo suficiente astuta como para actuar en consecuencia. Esto era cierto. Por ello se alegraba de la oferta que le hizo a la reina y más por la aceptación de esta. Ya había enviado cuervos avisándole a su padre de la situación y que se prepararan a enviar a su primo. Pasara lo que pasara, los Tyrell apoyarían a los dragones. Cual de los dos hijos del rey se haría con el trono aún estaba por verse, pero cuando sucediera, allí estaría su Casa. ¿A dónde quieres llegar, Lynelle? - mantendría su paciencia lo que fuera necesario, pero sabía que ambas eran lo suficiente inteligentes para no tener que estarle dando vueltas al asunto. Lady Lannister tarareó - Digamos que hay algunas personas a las que les gustaría ver caer a los dragones. Pensando en que los viejos días de gloria regresarían. ¿Cómo tu padre? - el epíteto de "el último" no agradaba mucho a lord Loren. El último rey Lannister. A padre no le gusta no portar corona. - admitió con toda sinceridad - Pero es un hombre sensato que no arriesgará su cuello para enfrentar a los Targaryen de nuevo. Se mantendrá junto a ellos si son fuertes y si no... - se encogió de hombros de forma felina, sus orbes verdes brillando con frío consideración. - ¿Y por qué me dices esto a mí? Porque lo que es conveniente para mi padre, puede no serlo para mí. Pareces lo bastante astuta como para jugar y complotar. - su risa era ahora de sardónica diversión - ¿Qué me dices, lady Tyrell? Oh, lady Lannister, - dijo más relajada, su cuerpo aflojándose - esto puede ser el inicio de una hermosa y larga... relación productiva. Ambas compartieron una sincera y maliciosa risa de complicidad. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Estúpida, estúpida Alyssa. Niña tonta. Todas las lecciones, todas las enseñanzas que le había dado, desaparecían en un tropiezo. Oh, esto no era bueno. El rey estaba enfadado. Su hija, en su tonto afán de destacar, había cometido un error, y no uno pequeño. Si no el equivalente de tropezar en un escalón en la cima de una montaña, rodeada de precipicios. ¿Cómo se le ocurrió hacer un anuncio tan público sin primero contarle al rey? ¿Cómo? ¿Las interminables fiestas y festines a los que ella y Aenys asistían le habían podrido los sesos o qué? Tomó otro trago, siendo esta su tercera o cuarta copa en un lapso de tiempo muy corto. Pero es que, ¡¿cómo se le ocurría? Niña estúpida. - junto a ella, Aethan sostenía su propia bebida, solo que había sido incapaz de darle un trago - Ofender a Visenya, y al rey, al mismo tiempo. ¿Acaso esta loca? - Aethan la miró con fijeza - Esa no puede ser hija mía. Dime mujer, ¿me engañaste con algún hermano mío para darla a luz? No me enojaré, seré el primer hombre en la historia de Poniente feliz de ser cornudo. Es solo que no creo que alguien tan, tan - buscó desesperado la palabra - chapucero, salga de mi simiente. Calla, Aethan. - en estos momentos no le importaba romper su imagen de dama perfecta, no si su marido la intentaba tildar de infiel - A mi tampoco me convence esta falta de sutileza y sofisticación. - robar el protagonismo de esta forma era obvia y torpe, y de tan mal gusto que le tocaba creer que la niñera había dejado caer a su hija de cabeza desde la cuna, en repetidas oportunidades. La excusa para la idiotez del heredero de Aegon tampoco tenía sentido. Hijo de dos portentos, ¿cómo podía salir así? Aunque también tenían Alyssa. Quizás ese fue solo un año malo para tener niños y estos salieron lo opuesto en inteligencia a sus padres. ¿Algún motivo por el que nuestra hija haya hecho esto? - su esposo fue que acercarse la copa a los labios, pero la volvió a bajar - Sabes, a parte de sus berrinches por querer destacar. Pues no se. - Alarra en serio intentaba encontrar una respuesta lógica, algún justificante, además de una pataleta de su hija - Creo que la princesa Orthyras se presentó como no invitada a su fiesta. Pero no se lo que pasó allí ¿La fiesta que organizaron para Visenya? ¡Bah! - el Señor de las Mareas se agitó, derramando parte del tinto líquido que no había bebido - Fue una estupidez de Alyssa creer que la reina no iba a moverse en ese caso. - por mucho que la despreciada, Alarra le daría la razón. Visenya no había gobernado de forma efectiva por tantos años como para no saber intervenir en cualquier jugada de poder contra su familia. Por eso es que Alyssa había sido tan furtiva ahora - También, eso fue algo pequeño. Si no hay rumores, no hay daño. - incluso si se había lastimado su orgullo, si nadie sabía, era mejor dejarlo que ir en contra de gente tan poderosa - Pero esto, esto es público. Alyssa esta gritándole al continente que hay facciones abiertas. No. No eran tan fuertes para esto. No todavía y no si el rey no estaba complacido. Alarra bebió de su copa, tratando de evitar morderse las uñas, porque una dama correcta no hacía eso - No creo que puedas llegar al rey por esta noche. Aunque quizás debas ir con Visenya. Su esposo casi deja caer de sus manos su copa - ¿Esposa? - duda y horror se combinaron en una sola palabra. Ve. - ella lo agitó - La reina acaba de abandonar la mesa. Usa tu lengua, o su amor por la familia. O lo que sea que ella aprecie, y convéncela de que los Velaryon no estamos detrás de esto. - mejor pedir perdón y parlamentar. Lo que fuera necesario. ¿Su hija no se daba cuenta de que para llegar al trono tenían que sobrevivir hasta allá? ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ El viento soplaba con fuerza, tan feroz y revuelto como el interior de Maegor, mientras las olas rompían contra los acantilados. La brisa marina estaba helada, lo suficiente para cortarle la carne al contacto. Ortiga había sugerido abrigarse antes de salir, y conseguirse un par de cosas. Eran comodidades un tanto innecesarias, o así se sentían para él. Pero como no estaría solo tenía sentido que su esposa trajera cosas para estar más cómoda. Malditas mujeres y su previsión. Aunque no podía negar con estar abrigado se sentía bien con el fresco en el aire. Después de todo, a los dragones les gustaba el calor. Su esposa había sugerido "acampar" fuera del castillo, y pese al temor de los guardias de dejarlos salir, el vuelo de la bestia de su mujer por encima de ellos y acompañada de Vaghar, silenció las objeciones. La noche era clara y despejada, con la luna llena alzándose en el cielo nocturno, y con dos dragones como vigías el peligro eran ellos para los demás, no al revés. Así fue como llegaron a esta cala, con espacio más de sobra para que los dragones se acurrucaran junto a ellos de la extraña forma en la que lo hacían. Ortiga no dudó en ponerse a recoger cosas, un arbusto seco por aquí, una rama traída por el mar por allá, pese a que él le dijo que no encendería. Ella se burló y le mostró su habilidad especial. Con su piedra y su navaja podía encender cualquier cosa, incluso en un día lluvioso. Tenía que admitir que estaba impresionado cuando lo logró. Así es como habían terminado aquí, recostados contra Nyxia, el calor que irradiaba y su forma protegiéndolos de cualquier corriente fría que atravesara las paredes de la cala. Vaghar se pegó al Ladrón de Ovejas desde el otro lado, haciendo más fácil comparar sus tamaños. La diferencia no era tan grande como entre las dos dragonas, Vaghar y Azogue, pero era claro como el día que el depredador marrón superaba a la montura bronceada de su madre. Sabes que vas a tener que enfrentarte a esto, verdad. - la voz de Ortiga quebró la noche, a pesar de que se oía como apenas como un susurró por culpa del entrechocar de las olas. Por encima de sus cabezas, el silbido del viento no ayudaba. ¿Enfrentarme a qué? - prefería fingir que no había pasado nada. Que por una vez, su fiesta había sido grande y alegre y todos lo celebraban. Ni siquiera le gustaban las fiestas, se dijo sorbiendo por la nariz, no sabía porque se había molestado de que le robaran una. Ya tendría la oportunidad de tener más. Todo el trabajo, todo el caos, para nada. Era solo otro día sobre su hermano - Aenys es el primogénito, el embarazo de su mujer es más importante que el día de mi nombre. Ya tendré más. - solo que no sería este. No sería el primero en ser celebrado en su isla, ni el primero en la Corte. El resto probablemente sería igual, pensó con desdén, mejor que se acostumbrara. Esa zorra de Alyssa que agradezca estar preñada. - escupió su mujer - Te juró por todos los dioses árbol del mundo - ¿seguía con eso de los Antiguos Dioses? - que si no estuviera embarazada la cogería y ... - hizo un gesto en el aire de apretar su puño, para su entera diversión. Ver a Alyssa en una pelea física le alegraría la vida por toda una luna. Luego de un rato suspiró, otro peso asentándose sobre él. Su garganta cerrada por el miedo a una verdad que se negaba a aceptar. Cada luna que la sangre de Ceryse llegaba, la casi premonición de Ortiga se hacía menos un cuento y más una realidad. Creía que venía del futuro. Pensaba que era cierto que de donde ella vino, él era un monstruo. ¿Por qué no podía aceptar que podría no tener hijos? Porque eso no lo podría arreglar. Si Ortiga nacería dentro de cien años, eso estaría bien. Si se esforzaba, podía evitar convertirse en un tirano. Pero, si no podía tener hijos, ¿en qué lo convertía eso? Sabía la respuesta: en defectuoso. Menos viril. Poniente entero lo señalaría con el dedo. Menos hombre, sin legado. No podía soportarlo. Lo había visto en los ojos, las miradas. Todos comenzaban a sospechar. Dos esposas y ningún embarazo, aunque solo durmiera con una. ¿Cuánto antes de que sacaran cuentas y descubrieran que el del problema era él? Mi hermano esta esperando un hijo, yo no. - decir las palabras no desató una maldición como esperaba. Fue incluso un poco liberador. Se recostó hacia atrás, donde hizo contacto con las escamas de Nyxia. Su calor era un bálsamo contra el frío del ambiente - Durante el festín, unos cuantos pusieron sus ojos sobre mi. Analizando. Medio año y ningún hijo. Que tenga dos esposas solo lo hace peor. - dijo mientras se peinaba el cabello con las manos. ¿Es tan importante tener un hijo? - Ortiga se pegó a su lado. ¿Cómo vas a decir eso? - se agitó un poco pero... Su esposa lo miraba con esos grandes ojos almendrados, abiertos, esperando respuesta. Exhaló el aire de sus pulmones - Sin hijos no tengo herederos. Sin herederos nada de lo que haga servirá. Será una mancha en mi vida. No habrá un legado que construir. Tendré menos valor. ¿Acaso no es así para las mujeres del pueblo llano? - A mi abuela la echaron por no poder dar hijos. La miró extrañado. Si ella estaba aquí, es porque pudo tener al menos una hija. Ortiga se recostó como él contra el Ladrón de Ovejas - Era la hija de unos pequeños comerciantes y la casaron con otro pequeño comerciante. Por eso sé contar. Tenía cabeza para los números y de eso me enseñó. La pequeña fogata ante ellos se arremolinó, mientras Ortiga se detenía. Él se contuvo para no apresurarla. Quería saber tanto de ella y sabía tan poco. Ortiga miró al cielo - Mi abuela tuvo a mi madre y me dijo que fue un parto complicado, pero que su marido quería más hijos. Un varón para su legado. - pronunció la frase con odio - Cuando mi abuela tuvo su segundo parto, fue peor. Se desgarró por dentro teniendo al niño que su marido tanto quería. Solo para que el bebé no prosperara. Cuando se demostró que mi abuela no podía tener más hijos ¿sabes lo que le pasó? Maegor negó con la cabeza, pero no podía ser bueno. No cuando tenía la cara arrugada, la luz plateada iluminándola en la clara noche. - Consiguió que un Septon le permitiera repudiarla. La echó a la calle con su hija, la hija de ambos y metió a su amante a su casa. ¡El puto perro! ¡Su hija legítima! ¡Echó a su hija legítima como bastarda! Ante sus palabras, Nyxia elevó su reptiliana cabeza, muy cercana a la de Vaghar y empezó a gruñir. Pequeñas chispas rojas escaparon de sus fauces. Ortiga respiró profundo, tratando de calmarse y calmar al dragón. Mira, ni siquiera le devolvió la dote a mi abuela. Se la quedó. Y mi madre creció sabiendo que vivía en la miseria por ello. Culpó a la abuela y se metió a puta - entonces posó una mano en su pecho - y por supuesto, me tuvo a mí. No era una historia bonita, pero tenía su sentido. Aunque no le pareció correcto. La mujer sí que le dió una hija. ¿Podía realmente un Septon disolver una unión y declarar bastarda a la niña en esas circunstancias? Analizaba esto mientras Ortiga prosiguió. Ustedes los Targaryen son algo bonitos, ¿sabes? - le dijo con diversión, aunque Maegor quiso decirle que ella también era uno - Cuando un príncipe le pagó a mi madre por joderla un rato, ella vio una oportunidad. Dejó de beber Té de Luna, lo sé porque esto me lo gritó un par de veces borracha. Si me parecía a él, quizás podría haberle sacado algo de plata por mí, y si no me quería, me vendería a un burdel. Pero nací, y por suerte para mí, fui una decepción. Una niña fea y oscura. Su ceño se frunció al momento - Tú no eres fea. Pero no soy bonita. Oye, no es algo malo. - le dio un golpe en el hombro, justo como veía hacer a los camaradas de armas - Al final, por ello mi madre no pudo venderme al burdel. Solo llegó y me dejó con la abuela y se perdió por un rato hasta que necesito más moneda. No es que tuviéramos mucha, pero siempre regresaba y la abuela siempre le daba lo poco que teníamos. Era su única hija. - aclaró Maegor. ¿Y qué? - la voz de su esposa era dura - Yo era una niña y era su nieta, y dependía de ella para vivir. Aún así le daba todo a la zorra que se lo gastaba en más bebida y nos dejaba a nosotros pasando hambre. Lo siento. - eso le pasaba por abrir la boca de más. No. No es tu culpa. Es solo que estoy enfadada con todos los que fallaron. - Ortiga le tomó la mano y se la apretó. Luego se estiró y se acomodó contra él - ¿En qué estábamos? Ah, sí. Como no era lo que esperaba, mi madre llegó y me dejó tirada con la abuela, sin nombre y sin estar segura de mi edad. Oye, pero al menos no me dejó regada en alguna calle. Eso ya es algo. - se burló - Es por eso que, incluso si los plebeyos tienen un día de su nombre aproximado, yo no tengo. - ¿Qué tiene que ver eso con mi problema? Nada, tonto. Y todo. - esta vez lo miro a él, o lo intentó - Lo que quiero decir es que las expectativas joden a los niños. Mi madre quería un hijo con rasgos valyrios y cuando nací yo y fallé, me desechó. Su padre quería un varón y cuando mi abuela no se lo dio, las desechó. ¿Qué pasará si tienes un hijo y no es como tu quieres? ¿Sabes lo que duele saber que no eres el hijo que tú padre quiso? Y lo más importante, ¿realmente quieres un hijo o lo quieres porque es lo que te dicen que debes tener? Dime la verdad, si te pudieran conceder cualquier deseo que quisieras, por imposible que fuera, ¿sería un hijo o algo más? No supo que decir. Si pudiera pedir cualquier cosa en el mundo, ¿se conformaría con un niño? ¿Cuándo podría elegir tantas cosas? Ser el guerrero más famoso de todas las historias, tener desde este momento su propio dragón o ser el hijo favorito de su padre. Se rascó la frente. Si pudiera pedir cualquier deseo, la verdad es que no pediría un hijo. Aunque esa era una verdad traicionera. Tampoco es que le fueran a dar cualquier deseo que tuviera. Era él quien tenía que adaptarse al mundo, pues no habrían soluciones mágicas para salir de esta situación que lo tenía acorralado. Pues no, si pudiera tener cualquier cosa que quisiera no pediría un hijo. - pero los sueños eran para los niños, y él necesitaba un heredero. Sin embargo, y considerando que según Ortiga nunca tuvo uno - Pero necesito un hijo. Solo que hay una diferencia muy grande entre yo y tus historias, mujer. ¿A si? ¿Y cuál es esa? - la diversión se notaba en el tono mientras acercaba su cara aún más a él, interrogándolo - ¿Qué tu eres un príncipe Targaryen y ellos no? ¿Qué tu eres más fuerte y más rico y ellos no? Dime. Pues en parte sí. - admitió sin duda, las reglas eran diferentes para los Targaryen y todavía más considerando su posible esterilidad. Trató mirarla a su ojos para decirle - Yo sería feliz con una niña. Si se parece a ti, mejor. Sería una heredera inteligente y feroz, astuta como su madre y fuerte como yo. - casi podía imaginarla. Una nena salvaje que aterrorizaría a sus cuidadores - La sangre de dos jinetes de dragón. No podría estar más orgulloso si pasara. - sintió sus labios elevarse, complacido por la idea de una bebé. Su mujer se quedó en silencio, puede que procesando lo que dijo. Entonces, Ortiga inclinó su cabeza y se acercó más a él, puede que tratando de leer la verdad. En un momento dado cerró sus ojos y se inclinó aún más cerca. Demasiado. Ella tenía casi su cara en la suya y si seguía así iban a chocar. - Mujer, estas demasiado cerca. Tu aliento me golpea en los labios. No me gusta. Su esposa dio un diminuto brinco. ¿Se había quedado dormida y estaba cayendo contra él? Enseguida retrocedió, separándose por completo de él y dejando un buen tramo entre los dos con su impulso. Oh, se quedó dormida en plena charla y ahora estaba avergonzada por ello. Tampoco tenías que ir tan lejos, esposa. Que no me guste que me pegues el rostro no significa que no puedas estar junto a mí. - para su sorpresa, su amiga no respondió - Mujer, ¿pasa algo? Nada. No pasa nada. - su voz sonaba aguda y algo rara. Se mantuvo allí y se quedó quieta sin mirarlo. Ortiga solía ser más descarada que eso. ¿Qué le pasaba? Entonces se hizo una extraña bolita donde estaba. ¿Tenías frío y por eso te me acercaste? Hubieras hablado mujer. - fue él quien se pegó a ella y la apretó con su brazo, para compartir de su calor corporal mientras miraba las estrellas en el cielo. Entre la calidez de la fogata y el dragón a sus espaldas, el aire gélido era sencillo de ignorar. Con su esposa acurrucada sin hablar a su lado, aunque poniéndose cada momento más rígida, de seguro la temperatura debía molestarle más que a él, pensó que no era una mala manera de terminar la noche. Paso un buen tiempo hasta que oyó un relincha demasiado cerca, el hecho de que ninguno de los dormitantes dragones tras él reaccionaran, le dijo que el jinete era conocido. Ortiga también giró el rostro buscando quien era, pero la forma de Nyxia se lo ocultaba. Su mujer pasó de estar a punto de dormirse a demasiado despierta luego del breve incidente, pensó. No había caído rendida en todo el rato. Al parecer se avergonzaba de lo ocurrido. No había motivos para ello, hasta los buenos soldados cabeceaban y echaban sus siestas. Les ayudaba a tener más energía después. Una orden firme le dijo quien era. Pueden marcharse y llévense a mi yegua. - y si se dijo algo más se perdió en el viento - No se preocupen, con dos dragones no hay peligro. De querer regresar, volveré en Vaghar. Más silencio y luego el sonido de unos pasos acercándose. Bueno, miren lo que trajo la marea. - su madre también se había abrigado antes de salir - ¿Hay un espacio ahí para mí? Sí. - la respuesta de Ortiga fue veloz y eficiente. Se despegó de su lado antes de que lo notara - Siéntese entre nosotros dos. Aquí estará más cómoda. - Mujer, tenías frío, ¿no sería mejor estar entre mi madre y yo? No. No, Visenya debió pasar más frío en el camino. Debe estar helada. - pues sí, era muy probable - Que se siente entre nosotros y la calentaremos. ¿Esta todo bien? - interrumpió su madre, el brillo de la luna combinado con el fuego de la fogata parecían la lucha de dos fuerzas en su rostro peleando por quien la favorecía mejor - ¿Ortiga tenía frío con los dragones calentándola? - la reina estrechó sus ojos - ¿Qué pasó aquí? Nada pasó. Nada. - Ortiga lo miró agitada - Tú no te atrevas a a abrir la boca, no vaya a ser que digas algo de más. - pero ¿qué iba a decir? - Visenya, te juró por los dioses nuevos y los viejos que yo te contaré lo que pueda. Después. Pero no hagas ninguna pregunta. Ni una. - su esposa actuaba como loca. Esta bien. - su madre le envió una mirada sospechosa. ¿Por qué a él? Él no había hecho nada. Se había portado bien. No había ofendido a nadie, ni siquiera en el banquete. Su mamá no tenía porque preocuparse, pensó. Aún así, una pequeña contracción en su labio se disparó. Visenya se acomodó entre ambos. Vaghar le echó una diminuta ojeada y recostó su bronceada cabeza contra la arena de nuevo. Bueno, eso fue raro. - él tuvo que asentir, aunque Ortiga del otro lado permanecía quieta. Eso le empezaba a preocupar. ¿Se sentía mal? - ¡Puedes creer que antes de irme, Aegon me dijo que él arreglaría el problema de Aenys, pero que no me atreviera a envenenar a Alyssa? ¿Ni hacer nada contra su embarazo? Dice me estará vigilando. - bufó ofendida, dio una ojeada de él a Ortiga - ¡Dejen de mirarme así! ¡El bebé es Targaryen y los Targaryen no le hacemos daño a otros Targaryen! Aunque sean hijos de una fastidiosa caballito de mar que se vería mejor cubierta de estiércol. Él y su esposa se rieron de esto. La reina parecía querer aligerar el ambiente y vaya manera de lograrlo. Aún así, el silencio no tardó en llegar. Todos sabían lo que había pasado. Como Alyssa se había apoderado de la celebración de Visenya. El insulto que esto era. En medio de sus cavilaciones, sintió un batir de alas, uno inmenso. El oleaje había enmascarado el sonido hasta que estaba demasiado cerca para huir. La silueta negra de Balerion estaba más cerca de lo esperado, a menos del alcance de una flecha. ¡Hijo de puta! ¡Qué caliente! - Ortiga seguía su llegada impresionada. - Ortiga, lenguaje. No. Nada de contestarme o ya sabes. Hígado de bacalao. El sonido de arcadas falsas no tardó en llegar. Seguido inmediatamente por el estruendo de la tierra cuando el Terror Negro aterrizó su colosal figura. Si su forma se perdía bajo los rayos del astro rey, cualquiera podría imaginarse lo que pasaría en la noche. Era apenas una sombra inmensa y con voluntad propia. El dragón parecía desaforado por avanzar sobre el grupo de jinetes y sus monturas. Ya había extendido las crestas, es su eterna escenificación contra el Ladrón de Ovejas cuando Vaghar y Nyxia contestaron con sus bocinazos. Sonaba extraño, como gigantescas trompetas, solo que fue un sonido más alto y aterrador. Fue una alerta sobre que tenían a sus jinetes cerca y un ¡Aléjate!, todo en uno. Si el Terror Negro ponía en riesgo a Ortiga y a Visenya, y puede que a Maegor, habría represalias por partes de ambas monturas. Balerion detuvo su espectáculo enseguida. Nyxia resopló y sin moverse, trazó con la extensión se su cola un semicírculo frente a ellos. El Terror Negro avanzó, una visión de caos y destrucción, hasta llegar al borde delimitado y echarse antes de atravesarlo. Llamas tan negras como sus escamas salieron de sus fauces, y contrario a lo que debería pasar, esas llamas oscuras iluminaron aún más la playa. Tanto Maegor como la reina y Ortiga observaron la interacción. Detenido el dragon de su padre, Nyxia y Vaghar alzaron sus cuellos y comenzaron a frotar su extensión del uno contra el otro, llegando a chocar la parte más expuesta de sus mandíbulas inferiores. Ambos dragones también se volvieron más vocales, con pequeños chillidos que irritaba a Balerion, que emitía sonidos bajos. Ya está, tengo que aceptarlo. - del otro lado de su madre, Ortiga habló - Mi dragón es un hijo de puta que piensa que le puede robar la novia a Balerion. ¡Es un maldito idiota! ¡Cómo todos los machos! - palmeó las escamas tras ella - Balerion mide casi el doble que tú, cabrón. Si no estuviéramos todos aquí y con Vaghar de tu parte, te iba a hacer papilla. - Ortiga, me voy a repetir una sola vez. Lenguaje. Eso la dejó callada. Aún así, tenía razón. La bestia de su padre había perseguido al erizado dragón marrón ya en un par de ocasiones. Sin dejarlo acercarse a Vaghar que lo favorecía. El mayor de los machos no permitía el acercamiento en el que estaban imbuidos los otros dragones ahora. Las dos bestias de su rama de la familia parecían tener afinidad y se acicalaban en estos momentos la una a la otra, mientras Balerion permanecía desterrado de su círculo. Pequeños quejidos, inesperados para un animal de su tamaño, se le escapaban al último hijo superviviente de Valyria y Maegor que no captaba bien muchas emociones, podía estar seguro de no haber visto jamás a un dragón más frustrado.
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