ID de la obra: 941

Sangre y fuego y otras magias extrañas

Het
NC-17
Finalizada
1
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579 páginas, 308.987 palabras, 45 capítulos
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Las semillas comienzan a germinar

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Entonces, ¿qué me dices, prima? - Aethan Velaryon intentó actuar relajado, aunque no había podido pegar un solo ojo la noche anterior. Se había quedado mirando el techo de sus aposentos, temiendo la represalia de una reina con la que no había podido parlamentar luego del fiasco del festín - ¿Entiendes que mi Casa no era consciente y no apoyó este movimiento? - ¡Por Merling! ¡Que difícil era mantener el porte cuando prácticamente estaba rogando para evitar las consecuencias! Mmm... - fría, letal, y de alguna manera luciendo más peligrosa que medio año antes, Visenya lo escuchaba desde su escritorio. La inclinación divertida de sus labios la hacía ver más joven de lo que él acostumbraba a ver, y al mismo tiempo, lo aterraba. Solo podía imaginar lo que significaba esa diversión - Vaya, primo, - la relación familiar fue saboreada - me pones en una posición difícil. Tu hija manipuló a su esposo para robar la celebración de Maegor. Mi hijo. - recalcó. Sus orbes amatistas se posaron en él - ¿Y ahora quieres deslindarte por completo de cualquier responsabilidad? ¿Piensas que estás en una posición difícil? - el Señor de las Mareas resopló, perdiendo por un instante la compostura - Imagínate ser el padre de esa muchacha. Visenya parpadeó un par de veces. Pareció analizar esto en su mente y enseguida señaló la silla ante él para que se sentara. Un alivio comenzó a apoderarse de él. La mayor de los Conquistadores era una mujer inteligente, y lo había demostrado durante toda su vida. Con ella se podía razonar. Era mejor así, con un enemigo inteligente uno aún tenía la oportunidad de prosperar. Un aliado estúpido por otro lado, te hundía más rápido que un barco haciendo aguas. Como su querida hija estaba demostrando. Claro, si fuera por él, preferiría tener a la mujer sentada a su frente como aliada. O como mínimo, que no se le opusiera, pero Alyssa parecía decida a quemar esos puentes. La Targaryen le hizo un gesto a un sirviente, que enseguida trajo dos copas y las llenó de vino. Tinto dorniense en lugar de Dorado del Rejo. El cambio todavía lo sorprendía. Anteriormente, su prima parecía odiar cualquier cosa suave, lo había aplicado incluso al sabor de sus bebidas. Pero tanto había cambiado. Por ejemplo esto. En vez de estar furiosa por la situación, con esa calma gélida que te decía que planeaba tu destrucción, una sonrisa burlesca se posaba en su boca. La nueva actitud le quitaba de encima una década y media. De no conocerla toda la vida, casi podía creer que la reina era más joven que su propia esposa. Así de bien le había asentado el cambio de aires. ¿Sabes qué? Tienes razón. - Visenya alzó su bebida para brindar antes de beber - ¿Quién necesita enemigos cuando tiene en su bando a Alyssa Velaryon? Su embarazo es un activo del que se pudo aprovechar. Aegon en otra ocasión hubiera estado encantado. Otro nieto de Aenys. El rey la hubiera cubierto de lujos. - esta vez, bebió para ocultar su indignación ante la estupidez de su hija. En vez de organizar una audiencia con el rey, y conseguir concesiones para la Casa Velaryon, su hija había malgastado todo en una jugada mezquina. Sí. - Visenya le dio la razón - En lugar de eso, arruinó un evento formal de la familia real por capricho. Aethan apretó el recipiente de metal macizo. La confección del misma evitó que se abollara y tuvo que dedicarle un destello de atención. Era plata, lo suficiente valiosa para demostrar su poderío y a su vez, lo suficiente discreta para no parecer frívola. Que contraste con la ostentación del hogar de su hija. Solo podía esperar que en la casa del príncipe Aenys se usaran aleaciones y no oro puro para la utilería. Tu hija eligió el sabotaje público antes que la astucia política. Y prácticamente lo gritó para que todos lo vieran. - Visenya asintió y luego le dirigió una mirada de lástima que lo envaró. ¿Acaso su prima creía que su hija podría terminar haciéndole daño a los Velaryon con sus jueguitos? ¿Acaso ya no lo está haciendo? Dijo esa voz en su cabeza que le recordaba siempre ser calculador antes de dejarse llevar por los sentimientos. Pudo haber conseguido cosas para su familia y en lugar de eso, parece decidida a sembrar enemigos para la misma. ¿Eso no es hacer daño? Y eso era ahora. ¿Qué haría después? Sin notar sus divagaciones, la Targaryen continuó - Lo que hizo fue un movimiento de ariete en vez de una espada fina. Hubiera sido mejor hacer algo más sutil, que consolidara su posición. - una risa bastante maliciosa brotó de ella - Alarra debe estar ardiendo en decepción por la falta de visión a largo plazo de tu pequeña. - el gesto en su cara le dijo que Visenya ya estaba imaginando el estado de su esposa, y lo disfrutaba. Alarra Massey, su esposa, el epítome de lo que debería ser una dama. Siempre correcta y elegante, y adepta a aplicar la política de forma velada, estaba más que horrorizada. El Velaryon sintió la necesidad de darle un trago largo a su copa tras sus palabras. Ayer no se había atrevido a beber, por temor a no poder detener el impulso de continuar hasta ahogarse. Hoy saboreó el trago - El rey... Aegon estará furioso. - más que sospecharlo, estaba seguro de ello. Visenya le dio una confirmación. Aunque no hubiera intercambiado con él, lo conocía lo suficiente como para darle la razón. Si su prima decía que su hermano-esposo estaba furioso, es porque lo estaría - Él prefiere a Aenys. Eso lo sabe la mayoría del reino, pero... - y ese pero era muy importante - prefiere aún más mantener la imagen de una familia unida. Ya sabes, por cuestiones de política. El Consejero de Naves asintió. Una familia divida era más fácil de destrozar, y Alyssa casi que había gritado por todo lo alto que había una abierta enemistad. Bueno, si no la había antes, ahora si la habría. Aethan estaba aquí para intentar apagar ese fuego antes de que se extendiera. O para rebajar el insulto. Lo que se pudiera lograr. No puede solo culpar a Alyssa. - intentó mediar - Tu sobrino también se prestó para ello. ¿Esa será tu defensa? - una delicada ceja se levantó en su rostro - Trata ese camino con mi hermano y te irá peor. Dirá que tu hija manipuló a su hijo para humillar a su hermano o más bien, lo sugerirá. Al final, Aenys no cargara con ninguna culpa y cuando empiece a señalar con el dedo, tendrá otra cosa de que acusar a tu retoño. Aethan mantuvo su perfil relajado, o trató, pero sentía como se le enfriaba la piel. Durante décadas, Visenya había sido el chivo expiatorio de la familia real para su hermano. Hubo momentos en que pensó que Aegon replicaría la ecuación con el menor de sus hijos. Pero le estaba dando una atención peligrosa al muchacho, y aunque quisiera, no podría ser acusado de nada. ¿Qué iban a decir? ¿Qué el príncipe Maegor, famoso por ser directo y para nada interesado en los tejemanejes cortesanos, había hecho alguna especie de movimiento furtivo para que su hermano secuestrara su propia fiesta? ¿Cómo? ¿Y para qué? ¿Para tener un agravio en su contra? ¿O para pintar a su hermano mayor como un egoísta e inepto? Era tan complicado, que incluso si lo hubiera hecho, nadie lo creería. Para empeorarlo todo para ti, - ¿cómo que empeorarlo para él? Aethan giró su cabeza hacia la guerrera, para verla enseñar todos sus dientes en una mueca depredadora - mi hermano a decidido convertir a mi hijo un una herramienta para el suyo. Por eso le está dedicando tanto interés a lo que hace y a sus estudios. ¿Qué? - preguntó anonadado. Pues pretende convertirlo en la Mano del Rey de Aenys, o sino, el que gobierne en sus sombras. - Aethan habría preferido que ese puesto lo ocupara uno de sus parientes, pero viendo como ejercía su hija su influencia, necesitaba a alguien que no cediera ante ella por nada... Tendría que considerar que tan conveniente o inconveniente podría resultar esto - Y tu hija acaba de crear un obstáculo en su plan. Creando enemistad entre dos hermanos que antes no tenían problemas entre ellos. Un sudor frío se deslizó por la espalda. Enfrentarse a Visenya era malo. Muy malo. Oponerse a los designios del rey era impensable. Alyssa había logrado interponerse en al camino de ambos monarcas a la vez. Alzó la copa de plata, y la vació por completo en un par de tragos. El peso de la misma asentándose en su mano. La extendió - Más. Visenya se rió sorprendida y le sirvió ella misma de la jarra, sin dejarle la tarea a su sirviente - Cada vez que lo pienso mejor, creo no debería responder con nada. Ya tendrán suficientes problemas con mi querido hermano. Ja. Ja. Muy divertida, Visenya. Tú y tú humor oscuro. - Aethan no tardó en quedar paralizado, dándose cuenta de su respuesta informal. Un reflejo de cuando todos ellos eran solo parientes y no un vasallo y sus reyes. Visenya no reclamó el respeto que esperaba - Pues sí. - dijo con satisfacción - Toda tu astucia y maquinaciones derribadas por la egocéntrica de tu hija. La mocosa que quiere jugar a ser reina, - la risa le salió en un ladrido - y en vez de eso, le jode los planes al rey. Aethan sujeto el envase plateado con ambas manos, intentado aferrarse a algo. También se recostó hacia atrás en su asiento. Dependían de la gracia de Aegon. Era el Conquistador quien sostenía la sucesión de Aenys como tal. Arruinar las intenciones de Aegon no haría que este renunciara a su amado heredero, pero ¿a una nuera problemática? ¿Cuándo el propio hijo de Visenya había logrado establecer un matrimonio bigámico avalado por la Fé? Aethan necesitó toda su fuerza de voluntad para no entrar en pánico. Mira, en otro momento la idea de que mi hijo fuera la fuerza oculta de los Targaryen no me hubiera molestado. - la seriedad regresó de repente a ella, alterando el ambiente - Siempre pensé que uno tenía que sacrificarse por la familia. Pero estoy harta. Harta de ser siempre la que se sacrifique, y que también se espere lo mismo de mi hijo. - Visenya exhaló profundamente - Muchos podrían estar encantados con ocupar ese lugar. Yo no. Yo se lo que significa. Significa repetir mi vida. Significa ser el que entrega, el que carga con todo, ¿y sabes para qué? Negó con lentitud, sin embargo, si sabía. Lo había vivido en carne propia. Para que al final sean mi hermano y mi sobrino los que se lleven toda la gloria por todo nuestro esfuerzo. - el amatista en sus ojos brilló como las joyas de las que sacaban su nombre - Quizás debiera dejar a Alyssa en paz. Ella solita me ahorrará tener que moverme para evitar eso mientras destruye su propia posición. Si. Eso suena como una buena idea. Hablas como si fuera tan sencillo. - ya en sus límites, Aethan no podía controlar bien su enojo - Como si solo pudieras abandonar todas las cosas que te pusieron aquí. Ella se encogió de hombros - Sí puedo. ¿Por qué no? ¿Por qué seguirte aferrando a algo que solo te hace daño? Porque si lo sueltas, tendrías que soltar todo lo que te costó alcanzar, o casi alcanzar. No es fácil dejar escapar el triunfo cuando está a tu alcance. - replicó con el rostro endurecido. ¿Consideras un triunfo los pasos que te llevaron hasta acá? - la dama valyria lo miró dudosa - Yo lo considero una serie de humillaciones destinadas a engrandecer a mi hermano. Si tu quieres seguir siendo el perro que come de sus sobras, - se encogió de hombros - es tu problema. No soy un perro. - su tono de voz salió más duro de lo que debería. Su prima no reaccionó - Solo intentó reclamar una parte de lo que me quitaron. ¿Te quitaron? - fue ella quien sonó amenazadora esta vez - Si mal no recuerdo, casi que lo entregaron. Después de todo, mi hermana y mi hermano cultivaron su romance bajo vuestros propios ojos. ¿No? Aethan saltó ante lo nunca antes dicho en voz alta. Visenya no se detuvo. Ni aunque hubiera un siervo en la habitación, un siervo que podría contar lo que tanto les había tomado a todos ocultar. Tu prometida revolcándose con otro hombre ante ustedes, y ¿cómo reaccionaron? Silencio. - la acusación llegaba más de tres décadas tarde, pero llegaba - Ni una carta, ni un aviso, ni un: Oye, Aegon parece demasiado unido a Rhaenys, cuando está destinado a ser tu marido. - ¡No podíamos oponernos! Eran dos jinetes de dragón. Nada hubiéramos podido hacer. Aegon montaba a una criatura de pesadillas. Rhaenys tenía a Meraxes, superando en fuego a su hermana mayor ella sola. Nunca antes una hija de repuesto había tenido un dragón. No desde la Maldición. Y mucho menos los Velaryon habían tenido una jinete entre sus filas. Antes de la caída del Feudo Franco, habían sido poco más que la baja nobleza. ¡Yo también era una jinete de dragón! ¡Yo hubiera podido hacer algo! - Visenya se pegó en el pecho. El rencor que le generó su boda no había sido desterrado por completo. ¡¿Qué querías que hiciéramos?! - estuvo a punto de enviar su copa al suelo - ¿Oponernos a tus hermanos? Aegon era nuestro Señor, nada podíamos hacer. ¿Qué querías Visenya? ¡Que no me dejaran perdida! ¡Sin saber! - la reina se aferraba a su mesa para controlarse. Sus dedos en garras sosteniendo el borde de madera - Aparte de mis hermanos, ustedes eran mis parientes más cercanos. O eso creía. Confiaba en ustedes, y no me pudieron avisar de la brillante estratagema de Aegon de enlazarse con Rhaenys. ¡Ustedes lo sabían! - lo señaló - ¡No lo puedes negar! Oh, no lo negaba. Pero tantas cosas permanecían ocultas de ella. Tantas cosas que nunca sabría y sería mantenido así. Su orgullo no podría soportar otra cosa. ¿O es que pensaban que mantendría a mi hermana como amante y ustedes tendrían Targaryen puros como herederos? - Visenya, cada momento más agitada, se burló - ¿Tú, cornudo, a cambio de la sangre del dragón? Los recuerdos de aquella época lo llevaron a apretar los dientes. La humillación, la traición, el robo descarado. Enfrentarse a una celebración por todo lo alto solo para que alguien más tomara a su prometida frente a sus narices. Dime Aethan. Cuando ustedes se callaron todo, ¿qué pretendían lograr? - Visenya sonó genuinamente confundida - ¿O pensaban que lo de Aegon y Rhaenys sería solo un romance? ¿Qué se detendría con mi boda y ya? Él la miró. Que imagen para infundir respeto. La mujer destinada a ser reina desde que nació. Desde el primer momento, todo el que tuviera un gramo de inteligencia, sabía que ella estaba destinada a la grandeza. Ningún hombre excepto su hermano podría doblegarla, y solo por el amor que le profesaba. La encarnación de lo que debía ser una Señora del Dragón. Todo antes de que Aegon la aplastara con sus exigencias. Una bajo un yugo mientras la otra florecía. La gentil y delicada Rhaenys, la amada de los poetas. La mujer que te podía encantar con sus palabras y te podía hacer sentir como un rey aunque fueras un pobre mendigo. La que encandilaba a los incautos, y cuando despertaba, ya era muy tarde. Si despertabas. Aquella que después de su hermano, ostentaba el dragón más grande. Los Velaryon estamos destinados a obtener siempre las sobras de los Targaryen. - aunque ofensiva, era una innegable realidad - Si no tienen una hija con la que casar a sus varones, los Velaryon ofrecemos una. Si les sobra una hija, la recibimos nosotros. Siempre los segundones. - no era una mala posición, pero aquellos sin ninguna ambición, nunca triunfarían - Por una vez, queríamos lo mejor. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ La vida de Aenys avanzaba como una canción. Las dificultades se apartaban de su camino y las recompensas llegaban a tiempo. Su tío Corlys no le exigía que acudiera a entrenamientos diarios, aunque le pedía amablemente que asistiera de vez en cuando. Ahora que su esposa estaba embarazada, él tenía un motivo válido para rechazar la invitación. Tenía que acompañar a su hermosa novia en las mañanas. Después de todo, estaba grávida, y tanto los maestres como los septones le habían recomendado encarecidamente que no la llevara a su cama durante el embarazo. Ya sea por salud o decoro, no se debía obligar a una mujer a soportar las atenciones masculinas en su estado. Como pasó con Rhaena. Como tal, no compartía sus noches con ella, así que tendría que dedicarle su atención en otro momento. Si alguien le sugería que fuera junto a ella luego del mediodía, se negaría. Las tardes y las noches eran para socializar. En las mañanas, la Corte estaba más tranquila y calmada, por lo que era más conveniente hacerlo en ese momento. Y como estaba tan ocupado no podría acudir al patio de prácticas. ¿No era todo tan excelente? Se dirigió a los aposentos de su esposa, y allí estaba su bella mujer. Un vestido azul y delicado que era suelto y caía elegantemente sobre el mueble en el que estaba recostada. La mayoría de sus damas de compañía ya estaba aquí. La dama de los Caron, cuyo nombre no recordaba, afinaba su laúd. Con la voz dulce que poseía, una herencia de su Casa, había recibido la función de entretener al grupo de su esposa con su canto. Si no se equivocaba, era la segunda hija de su hogar, la hija mayor no fue enviada por su valor para la sucesión. Pobre lord Caron, maldecido solo con niñas, que por muy encantadoras que fueran, no eran el heredero varón que se esperaba. La dama también estaba aquí porque lord Orys solo había tenido hijos varones, y por lo visto, su hijo era igual que él. Lo que demostraba que tener hijos de solo un sexo, aunque fueran masculinos, no era del todo bueno. Sin hijas no habría belleza en el hogar, ni se podrían establecer matrimonios y alianzas entre diferentes Casas. No se podrían enviar a las damas de la siguiente generación a brillar en la Corte y se tendría que recurrir a una Casa menor, como habían tenido que hacer los Baratheon. Los Caron estaban conectados con ellos, pero seguían sin ser una de las Grandes Casas como había querido que fuera su pobre Alyssa. Hablando de matrimonio, arrugó su nariz, esta la tendría difícil si su padre no le conseguía una buena dote. Lady Cecilia Tully mostraba orgullosa otro de sus infames vestidos rosados. Lo que era un atentado contra el buen gusto. Con su cabello castaño rojizo y su piel tan blanca, más su complexión rolliza, la combinación le daba un aspecto rubicundo, casi como un cerdo. Le había dicho a Alyssa que le aconsejara vestir de otra forma por eso mismo. No quería que la pobre se ganara un mote por su semejanza con dichos animales. Su esposa, de dulce y amable corazón, le había dicho que a Cecilia le gustaba ese color y como una buena amiga no la haría renunciar a algo que le gustaba. Es por ello que la halagaba cuando podía por su vestimenta. Aenys era afortunado. Pocos hombres podían aclamar tener una esposa que apoyara los malos gustos de su amiga en consideración a su felicidad. Las otras dos damas eran la oscura Lylian Darklyn y la pálida Alice Arryn. Un alivio que la última no fuera tan conflictiva como su primo Jonos, y más bien se mantuviera insípida. Alyssa querida, estas encantadora como siempre. - tanto damas como doncellas se levantaron y se inclinaron, pero su esposa no. ¿Qué clase de marido sería si forzara a su mujer a hacerle reverencias, y más en su estado? - ¿Cómo pasó la noche la más hermosa mujer de Poniente? Mi amor. - Alyssa se encendió de alegría nada más verlo y extendió sus manos hacia él. No dudó en tomarlas y besarlas - Sabes que llevo con facilidad mis embarazos. Nací para ello. - pronunció con la comisura de sus labios elevada y ese aire encantador que la rodeaba - Aunque debo decir que me siento más cansada de lo usual. Oh. Espero que no hagas nada agotador. - pronunció preocupado. El embarazo era un asunto complicado y su pequeñita novia estaba ahora en un estado más frágil - Le diré a mi tía que aumente los sirvientes que te atienden. Que esposo más preocupado y maravilloso tengo. - le respondió su halagadora caballito de mar - Pero no es correcto delegar todas las funciones. Y menos aún para una madre. Oh. Allí está quien esperaba. Justo como indique. La nodriza de Rhaena la traía en brazos. Su princesa de tres años, vestía con una tela igual a la de su madre, imitando su atuendo. Sus mejillas eran tan regordetas que tuvo que pellizcarlas. La niña, temperamental como era, intentó evitarlo. ¡Rhaena, deja de portarte así! - regañó Alyssa con una fuerza que no sabía que poseyera. Rhaena se retrajo contra el pecho de su niñera - Una adecuada princesa acepta a su padre. Alyssa, querida, - trató de intervenir - nuestra niña es aún muy pequeña. No hay que ser tan fuertes con ella. No, querido. Así debe ser. - dio la indicación de que se marcharan. Aenys despidiéndose de su niña luego de comprobar que estaba bien de salud. Si acudía con Alyssa todas las mañanas podría verla con más frecuencia - Una princesa debe ser tranquila y sonriente y debe aprenderlo desde pequeña. ¿Desde tan joven? - estaba dudoso con ello. Por supuesto, mi amor. - cuando su esposa hablaba con esa seguridad solo podía creerle - Ella debe ser bonita y dulce. Crees que a su hermano le gustaría que su hermana mayor sea tan temperamental. - su consorte colocó una mano sobre su vientre y Aenys no pudo evitar hacer lo mismo. - Tienes razón, esposa. Como siempre. Bueno, por supuesto. - Alyssa sonó complacida - Le diré a sus niñeras que además de enseñarle buenos modales, no permitan su mal comportamiento. Un carácter fuerte la llevará a convertirse en una salvaje. Esas palabras le recordaron algo - Alyssa, querida. - su esposa lo miró - No se que hizo ayer la princesa Orthyras pero te molestó.- ella fue hablar y él la detuvo - No. No importa que te haya hecho. Estas embarazada y no puedes ser tratada así. Exigiré que se disculpe. - y se mantuvo muy firme en ello. Su esposa, y después de ella todas sus damas, aclamaron su comportamiento. No era el lugar de esa mujer molestar a la dulce Alyssa. No sabía porque su padre había aceptado ofender a la agradable lady Ceryse al forzarla a un matrimonio bígamo con ella, considerando la falta de refinamiento de la princesa. Pero había ocurrido. Solo le quedaba guiar a su hermano menor hacia cual era la más correcta de las dos damas para convertirse en su consorte favorecida. Él sabía bien cuál era la más apropiada. Solo tenía que lograr que su muy joven hermanito lo entendiera. Distraído por otros temas, Aenys pasó las primeras horas del día en conversaciones muy agradables y amenas, orquestadas por todas las damas de Alyssa. Las cuales acudieron todas para cubrir sus ausencias, incluso si llegaron con bastante retraso. Fue poco antes de la mitad del día que salió de los femeninos salones. Tenía alguna duda con respecto a la actuación de su hermano la noche anterior, y necesitaba aclararlo. En este horario, casi entorna los ojos, solo había un lugar en el que podría estar. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Mira mocosa, no sé qué carajos te pasó, - por una vez, y no sabía como, Ortiga tenía a Ser Gawen incómodo y molesto al mismo tiempo - pero quita esa sonrisa de hija de puta chiflada de tu cara. No se de qué hablas, Ser Gawen. Esta es mi yo normal. - no lo era. Sus cachetes le dolían de mantener la sonrisa forzada en su cara - Ahora deje de desperdiciar valioso tiempo y dígame que ejercicio quiere que haga. Ser Corbray estrechó sus ojos, mirándola de arriba a abajo. No pudo evitar saltar en el lugar, buscando deshacerse de su energía nerviosa. Ya muchos la consideraban rara. ¿Qué era un poco más de comportamiento bizarro? Vamos Ser Gawen, - lo llamó - deme un poco más de trabajo. Puedo esforzarme más. - lo que fuera con tal de estar agotada y huir de sus recuerdos de anoche. ¡Estúpida! ¡Estúpida! ¡¿Cómo se le ocurrió?! Mira, - el caballero del Valle, de donde había aprendido que venía la Casa Corbray, la estudiaba con detenimiento. Desde su muy erizado cabello hasta sus sucias botas prácticas. Que lindo era tener botas para usar en terreno lleno de barro y botas para lucir en salones. Y anoche no pasó nada. La la la. La negación la llevaría lejos. Le había funcionado antes y le funcionaría ahora - cualquier maestro estaría más que contento con tu nueva energía y todo esto. - hizo un gesto que rodeaba su cara - Pero yo no. Me tienes incómodo como septon en un burdel y no estoy feliz con eso. Lo que sea que haya pasado con Maegor, lo sacas de mi patio. ¿Quién ha dicho que pasó algo con Maegor? - su tono salió más agudo de lonque le hubiera gustado ¡Por todos los malditos dioses árbol del Norte! ¡Que difícil es mantener la sonrisa en estos momentos! Ah, ¿no? - Gawen se cruzó de brazos - ¿Es por eso que no pasó - énfasis en la frase - que te peleaste con él por ser un niño? Pero es que es un niño. - se repetía a ella misma una y otra vez, para no abordar la causa de su vergüenza. Desde el otro lado del patio, su falso esposo la miraba raro. Si él, que no notaba las cosas más obvias, estaba perplejo con como ella actuaba, ¿qué pensarían los demás? Pero no importaba, no podía parar - El propio Maegor fue el que dijo, cuando yo le dije que en medio año se había vuelto más alto que yo, que aún le faltaba mucho por crecer. Se encogió de hombros, a lo que Gawen frunció el ceño, sin entender del todo a donde iba. O quizás sí lo entendía, lo que no comprendía es de donde salía todo esto. Si ella se salía con la suya, nadie se enteraría jamás. Si aún le falta mucho por crecer, es que todavía es un niño. Por lo tanto: Maegor es un niño. Fin de la discusión. - inclinó la cabeza, como había visto hacer a algunos cachorros juguetones, deseosa como nunca de olvidar todo lo que pasó ayer en esa playa. Es más, no había pasado nada. ¡Nada! - ¿No tengo razón, maestro? El Corbray se limitó a resongar, como si soportarla así fuera una tarea tan difícil. ¿Por qué? Estaba enérgica, feliz y obediente. No había nada malo con ella y nadie podría decir lo contrario. Después de todo, si actúas alegre es que estás alegre. Con suerte todos pronto se lo creerían y con aún más suerte, se lo creería ella misma. - Hazme el favor y vete a descansar. ¿Por qué maestro? - preguntó casi chirriando de pánico. Si tenía un descanso, Maegor se acercaría a preguntar que pasó. Y si profundizaba un poco, no sobre hoy sino sobre ayer, se derrumbaría. No podía mentirle a la cara. No a él cuando sus sentimentos estaban tan heridos y en carne viva. Mejor apartar todo de su mente y enterrarlo bien profundo. O sí no, no soportaría la vergüenza de enfrentarse a la realidad - Todavía tengo fuerzas. ¡Que te largues, muchacha de mierda! - el maestro de armas de Rocadragón señaló hacia afuera del área de entrenamiento - Yo soy tú instructor y si yo te digo que descansas, ¿qué tú haces? Tuvo que resoplar. Tomó aire y dijo con calma - Descansar. Bien. - Ser Gawen puso sus manos en sus caderas - Ahora que nos entendemos, ve a resolver tus problemas maritales o lo que sea. ¡Pero fuera de mi maldito patio! ¡Maldito cabrón! Sabía que Visenya le permitía hablar así con ella y con Maegor, pero ¿no sé suponía que, siendo ella una princesa, la trataría con mayor respeto? Echó un vistazo preocupado a donde estaba su falso marido, solo para notarlo tenso. Se puso rígida, buscando la causa de su estado. Entonces lo vio, avanzando hacia él desde un pasillo. Una toga de un color rojo brillante con adornos en dorado, sin nada negro. Se parecía más a los ricachones esos del oeste, a los que le robó en su boda, que a un Targaryen. Al menos los que había conocido. Por suerte para él, sus ojos lilas y su cabello único lo diferenciaban. ¿Y esas cosas blancas en sus pies eran medias? Uy. Más vale que no entrara al patio o iban a salir negras de aquí. Le lanzó una segunda mirada a su esposo de mentira. Se inclinaba hacia adelante, como cuando esperas recibir un ataque en medio de un combate, como había aprendido aquí. Solo que en vez de preparar el resto de su cuerpo, tenía apretado los puños a su lado y permanecía tan recto como una tabla de madera bien cortada. Parecía que no quería hablar con Aenys pero entendía que no podía huir de su hermano. ¿Pero sabes qué? Aenys le arruinó su día del nombre, así que Maegor tenía todo el derecho del mundo a rechazarlo. Y si no lo tenía, ella se lo conseguiría, y de paso arruinaría cualquier plan que tuviera el príncipe comemierda. Tiempo de intervenir. Aprovechando su necesidad de moverse, se encaminó a grandes pasos hacia el pasillo, dispuesta a interponerse en el camino de la mimada princesa. Si. A partir de ahora lo llamaría así en su mente. La princesa mimada Aenys. No era su culpa que el epíteto encajara con él. El Guardia Real que acompañaba a Aenys la vio acercarse antes que el propio príncipe. Se puso tenso por un momento, pero tras un vistazo rápido y verla desarmada, la descartó como amenaza. No pasó así con el hermano mayor de su esposo, que casi pega un brinco hacia atrás cuando la vio aparecer ante él. ¡Por todos los dioses! ¡Este tipo sería una pieza tan fácil en un mercado! Ortiga hubiera podido robarle hasta los calzones si no tuviera un guardia que lo cuidara. Princesa Orthyras, - Aenys puso una mano delgada y llena de anillos en su pecho - no es correcto aparecer así de repente. Me asustó. ¿Por qué habría de asustarse? - le preguntó, dispuesta a alargar cualquier tema de conversación y permitirle a Maegor escapar. Tras su espalda, hizo el gesto que le enseñó Visenya para cuando estuviera en los cielos de: vete. Esperemos que su falso marido lo entendiera - Tiene un Guardia Real bien atento con usted. De haber intentado algo, me habría derribado. Y así, sin vergüenza ninguna y en contra de la preciada etiqueta de la Corte, agitó la mano para saludar al hombre. Era uno de los dos gemelos que estaban en la Guardia, pero francamente no podía distinguir cuál de los dos era. Solo supo que el capa blanca se relajó. Vigilaba su entorno sin fijarse en ella y el movimiento de sus ojos siguiéndo algo le dijo que era probable que Maegor se estuviera alejando del lugar. Bien. Aenys no parecía compartir el sentimiento. Tenía la cara un poco enrojecida y un aire un poco enojado. Bah. Había visto niños de cinco años enojados que parecían más peligrosos. No se le pasó del todo que se estaba parando sin miedo frente al príncipe heredero de un país. Como cambian las cosas. Ella, antes una rata callejera, se enfrentaba ahora a la realeza sin temblar. Princesa. No sé qué formas le haya enseñado su familia, pero es claro que mi tía no ha logrado corregirlas. - Aenys parecía muy ofendido por su aparición repentina, alzando la barbilla en un gesto de superioridad moral que Ortiga conocía muy bien. Que mire cuanto le importaba. No lo había hecho durante su infancia y no lo haría ahora - No se como haya sido allá donde usted nació, pero en la corte de mi padre el respeto siempre debe primar. No respetas la celebración de tu hermano y vas a exigir ¿qué? ¿Qué ella no se acercará a hablar con él? ¿No era esa sugerencia un ataque a los modales que tanto clamaba? Aenys debía se haber notado que ella estaba totalmente distraída de lo que decía, porque el hijo mayor de Aegon procedió a agitarse. Es por ese comportamiento suyo tan... tan... salvaje, que mi Alyssa se ofendió ayer. - eso sí atrajo su atención - Exijo que vaya ante ella y se disculpe. Fue el turno de Ortiga de alzar una ceja - Disculparme, ¿por qué? - Usted hizo algo que la molestó, y por lo tanto es su deber corregirlo. Disculpe, Alteza. Pero no entiendo. - puso su mejor mirada confundida - No dije o hice nada ofensivo, por lo que no se con respecto a que debería disculparme. Para este momento, Aenys ya miraba por encima de su hombro, frustrado. Al parecer, se dio cuenta de la desaparición de Maegor, lo que solo alimentó su agitación. Tenía sus labios apretados mientras echaba un último vistazo al patio, buscando su objetivo. Al no verlo, se dirigió enfadado a Ortiga. No se haga la inocente. - el desdén en como le hablaba era claro - No se que comentario velado o con que doble sentido se dirigió usted a mi esposa. Pero es inaceptable. Como su futuro rey, le exijo que vaya ante mí consorte y pida perdón por sus palabras. Oh, vaya. Si el futuro rey me lo pide. - Ortiga se inclinó en la reverencia más formal que le había enseñado Visenya. Una sonrisa ladina en su cara mientras lo hacía. No complació a Su Alteza, el príncipe, que alzó aún más el mentón mientras giraba para retirarse - Así que no eres tan ingenuo como finges ser. - murmuró lo suficiente fuerte para que se escuchara - ¿O solo ves las ofensas cuando te convienen? Aenys se giró a tal velocidad que sus zapatos de cuero hicieron un ruido raro contra el piso. El contraste entre el oscuro calzado y sus blancas medias era divertido. O lo fue hasta que el príncipe se acercó demasiado a ella. No le gustó. No supo bien que cara puso pero su Guardia se removió nervioso. No llegó a alcanzar la empuñadura de su espada, pero había una parte de él que quería. Lo veía en sus ojos. Ortiga, por su lado, los tenía vigilados a ambos, pues en las calles nunca sabrías de donde venía la amenaza. Aunque se encontraba más preocupada por el caballero que por el príncipe ante ella. Sabía que podía derribar al último con suma facilidad, incluso si carecía de armas. Su queridísimo hermano político retrocedió presuroso, lo que solo hizo que la sonrisa de Ortiga se ampliara más. La indignación en él superó a su sentido común. El príncipe apretó sus puños a sus costados y se inclinó hacia ella. No sé de qué habla la princesa. - resopló y la miró de encima a abajo - Ni que ofensa sugiere usted que yo cometí. Todos saben que soy alguien amable - se señaló a si mismo - y que no me atrevería a insultar a alguien que no se lo merece. ¿No lo harías? - Ortiga amplió sus ojos fingiendo impacto. Entonces cruzó sus brazos sobre su pecho - Bien, digamos que te creo. Explícame, Su Alteza ¿qué mierda te hizo ayer Maegor para merecer lo que le hiciste? Yo. - el príncipe parpadeó confundido, como si todavía no se hubiera dado cuenta de la monumental ofensa cometida - Mire usted. Yo se que anoche Maegor estaba actuando raro, y es por ello que hoy venía a preguntarle lo que le pasaba. Pero sugerir que yo hice algo contra mi hermano es un insulto grave por si mismo. ¿Decir la verdad es un insulto para usted? - escupió con saña - ¿O es que acaso robar su celebración no es una ofensa en tu muy educado mundo? - terminó hablando con la misma altivez con la que le hablaba el niño mimado frente a ella. Yo no robé su celebración. - Aenys pisó fuerte el suelo - Yo solo compartí mi alegría. Era una celebración de la familia real y yo tenía una buena noticia. No lo intente convertir en algo feo. ¿Qué no lo intente convertir en algo feo? - tuvo que reírse de lo que dijo. Vio el momento exacto en el que el príncipe se erizó, pero no le dejó interumpirla - No sé qué creer. Si eres un ingenuo inepto o si eres tan egoísta que no te das cuenta de lo que sucede a tu alrededor. Eres el puñetero príncipe heredero. - golpeó su pecho con su dedo. Con el rabillo de su ojo vigiló que el movimiento no ofendiera a su guardián, pero como este miraba a todos lados menos a ellos, supuso que estaba bien - Siempre vas a ser la prioridad. En contadas ocasiones no tendrás preferencias sobre Maegor. Y entonces llegas, y le robas el día que era para él. - ¡Yo no hice eso! ¡¿Vas a negarlo?! - apretó sus dientes para no gritar, porque una princesa mantenía la calma. Maldita Visenya y sus malditas lecciones - Dígame príncipe Aenys, qué se considera más importante para la corte: ¿la fiesta de un príncipe segundario o el nacimiento del heredero del heredero? ¿Del hijo más amado del rey? Yo... - Aenys titubeó, sus ojos moviéndose de un lado a otro mientras pensaba antes de endurecerse - No era mi intención. ¿Qué importa cuál era tu supuesta intención? Eso no quita lo que pasó en realidad. ¿Sabes que pasó? - abrió los brazos con amplitud. El heredero del reino agitó la cabeza, sus rizos de oro y plata moviéndose de un lado a otro. Te diré que pasó. Visenya le preparó una fiesta de bienvenida a su hijo. Cada año, mientras tú y toda la Corte están aquí, en el hogar de Maegor, mi esposo y su madre están en Desembarco del Rey. Que por supuesto - señaló con vehemencia - está mayormente vacía de todas las personas importantes que están ¿sabes dónde? Aquí. Contigo. El Targaryen ante ella apretó sus labios. Si ya fuera en negación o porque entendía lo que decía, no le importaba. - Por una vez, por primera vez, Maegor está en su hogar para celebrar su fiesta. Con su gente y también con la corte. Una fiesta grande y esplendorosa como no ha tenido en catorce años, del tipo que estoy segura que tú estás acostumbrado a tener. Si Maegor no ha tenido una fiesta grande no es mi culpa. - farfulló mirando sus pies. No, eso no es tu culpa. Pero la primera maldita vez que tiene una maldita fiesta grande vienes tú y te conviertes en el centro de atención frente a sus puñeteras narices. - Ortiga respiró profundo, varias veces, buscando la calma. Olvida eso de hacer gárgaras con aceite de hígado de bacalao. Cuando Visenya se enterara de esto, le iba a hacer tragarse la botella - ¡Y además anuncias un bebé! ¡No te atrevas a sugerir que hay algo malo con mi bebé! - su rostro se puso por completo rojo. Todo su sensiblero carácter desaparecido. Hinchó su pecho y dio un paso al frente - ¡Nada malo puede venir de proclamar que voy a tener un hijo! Si. Nada malo. Si fuera tu... - la contención que necesitó para no maldecir - ... fiesta organizada por tí mismo. ¡Pero no lo era! Era la fiesta de Maegor. - sus brazos señalaron a donde anteriormente había estado - Como si no supieras la presión que tiene encima para que tenga un hijo, vienes tú y le restriega en la cara que ya tienes uno en camino y él no. ¡En su condenada fiesta! - ¡Maldición! Se le iban los insultos - Así que tuvo que pasar toda la noche ahí, no solo viendo como su celebración se transformaba en algo sobre ti, sino que las pocas personas que le prestaron atención lo juzgaban. ¡Era su día y solo podía sentirse menos y defectuoso No es justo. - el príncipe sonó como uno de esos niños que lo tienen todo cuando le niegan algo - Yo no tengo la culpa de como los demás miren a Maegor por algo que yo no controlo. ¿Sabes qué? El mundo no es justo. Esta lleno de mierda. Y tú solo te encargaste de que fuera aún más injusto para Maegor. ¿Quieres saber la verdad? Maegor no quiere hablar contigo, pero... - fue ella quien se acercó a él, notando que era bastante más alto de lo que parecía. La falta de músculos lo hacía ver menos intimidante de lo que debería - eres algo más que su hermano. Eres el príncipe heredero. Por lo que tiene que callar y aguantarse cualquier gilipollez que le intentes decir. Si eres tan amable como dices ser - lo miró de arriba a abajo - le harás un favor y lo dejaras en paz hasta que él este listo para hablarte. Habiendo dicho todo lo que quería decir, ella se dio la vuelta y se marchó. A su espalda oyó decir unas palabras. - ¿Y qué pasa si no lo hago? Se mantuvo en su lugar, sin volverse hacia él. Apenas le dirigió una mirada. Entonces sabremos que solo eres un hipócrita. Que te ocultas bajo una máscara de amabilidad e ingenuidad forzada, y que vives la vida bajo tus reglas y conveniencia. - se encogió de hombros, mirando hacia el frente - Has lo que quieras. No cambiará lo que yo creo de ti, como no cambiará lo que tu pareces creer de mi. Pero Maegor aún cree en la lealtad a la familia. Esta en ti demostrar sí vale la pena. Así lo dejó la jinete morena, solo en un pasillo, con la mayoría de los sirvientes evitando acercarse. Los hombres del patio se habían alejado de la riña real y el único que permanecía cerca de él era Ser Gregor Goode, el mayor de los gemelos. Bufó por la falta de respeto, mirando a su protector - ¿Puedes creer de todo lo que me acusó la princesa? El capa blanca, que lo había estado mirando cuando se dirigió a él, no le dio su aprobación. A diferencia de los cortesanos que lo rodeaban, cuya respuesta ya conocía, el hombre de armas no respondió a sus palabras. Se mantuvo firme, rígido, observándolo todo a su alrededor. Luego de que habló, su guardián se negó a mirarlo a los ojos. No había dicho nada, y aún así, podía sentir que el miembro de la Guardia Real no creía que Aenys tuviera la razón. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Mirando al niño ante él, porque pese a su tamaño que ya se perfilaba imponente y su edad, su naturaleza aunque tosca todavía era infantil, Aegon se lamentó de no poder reunir en él las fuerzas para llevarlo cerca de su corazón. Tenía demasiado de Visenya, y aunque lo negara, de él mismo. Un digno hijo de ambos. Maegor era en muchas cosas, el heredero perfecto. Quizás esa era la palabra que más le molestaba. No era perfecto. Tenía defectos graves como lo eran su falta de diplomacia, y que no era dado a granjearse aliados. No como Aenys. Su hijo era afable y carismático, y muy capaz de ganarse a la gente. Lamentablemente para Aenys, fallaba, y más si lo comparaba con su hermano menor, en todo lo demás. Maegor era aplicado, tanto a sus estudios como a sus deberes marciales. Justo en estos momentos, se revolvía ante él, algo avergonzado de presentarse ante el rey en un gambezón acolchado, sucio y sudado del entrenamiento. ¿Había otra cosa que hacer, además de aplaudir su dedicación? Mientras no olvidara sus otros deberes, Aegon solo podía felicitar la determinación del menor de los príncipes. Siendo Maegor el chico estructurado que había descubierto que era, dudaba que se atreviera jamás a descuidar sus otras responsabilidades. Incluso si era algo que amaba tanto como lo era practicar en el patio de armas, o de forma más directa, luchar. Ya le he dicho padre, - sentado en una silla, donde llevaba un buen rato meciendo sus pies como un niño pequeño e intranquilo, Maegor agachó su cabeza - que no debe disculparse por lo ocurrido. Y mucho menos usted. Oh, pero debo hacerlo Maegor. - no podía dejar que creciera la enemistad entre los dos vástagos de sangre Targaryen. Aenys, por muy capaz que fuera de brillar en los banquetes, carecía de la firmeza y perspicacia necesarias para gobernar. Los eventos de la noche anterior lo hacían demasiado obvio. Necesitaba de la mano fuerte de Maegor para que su reinado prosperara, y maldito fuera él si no garantizaba la prosperidad de su hijo - Lo que hizo tu hermano estuvo mal en muchos sentidos y es mi deber como su padre arreglarlo. Maegor se quedó en silencio, como un estudiante regañado y no como alguien a quien el monarca de todo un continente trataba de complacer. ¿Qué pensarían de él si lo vieran aquellos que lo consideraban intimidante? El más feroz y disciplinado de los príncipes, que alienaba a la mayoría con su carácter, reducido por un poco de validación. Mi hermano es el primogénito, padre. - el hijo de Visenya asintió mientras decía esto, como si lo interiorizara al pronunciarlo - El anuncio de su hijo tiene prioridad sobre la celebración organizada por mi madre. Tendría prioridad si los dos eventos compitieran, no si uno era usado para robar el protagonismo de otro. ¡Esa niña mimada de Alyssa...! Aegon apretó los puños debajo de su mesa. Era claro que su principal herramienta era la procreación, no la astucia política. Si tenía alguna habilidad para ello, la usaba para manipular a su marido. Demasiado predecible, y por lo tanto manipulable, la Velaryon caería fácilmente en la garras de cualquier adulador inteligente. Y arrastraría a su hijo todo el camino. Ya empezaba a sembrar discordia. ¡No! Él encontraría una forma de ponerla en su lugar. Su comportamiento caprichoso podría llevar a algunos a apostar directamente a la facción de Visenya, no por amor a Maegor, sino por la incompetencia del otro bando. Es por ello que tenía que asegurar que la lealtad del muchacho ante él se mantuviera. Tu hermano recibirá una reprimenda por su actuación, Maegor, y no se diga más. - un movimiento de su mano zanjó el tema - Ahora, déjame compensarlo para ti. - como no sabía la manera exacta de hacerlo, dejaría a Maegor escoger. También le serviría para evaluar lo que ambicionaba, por si era necesario - ¿Qué es lo que más deseas que yo te puedo conceder? Agitó sus pies con más fuerza antes de responder - ¿Quizás que Ser Colina... Ser Addison, Maegor. - interrumpió él - No es correcto recordarle constantemente su estatus de bastardo. El chico asintió - No me importa cómo nació padre. Pero si usted dice eso, esta bien. - al menos el jovencito era lo bastante maleable para que Aegon lo convirtiera en lo que se quería de él. Maegor suspiró profundo, tomando fuerzas para continuar - Cuando Aenys faltaba a sus prácticas - Aegon se mordió la lengua por la falta de responsabilidad de su heredero, y con algo que él mismo ordenó - yo tenía a Ser Addison y a Ser Darklyn para entrenarme a la vez. Tanto uno como otro tienen fortalezas y debilidades, y aún me queda mucho por aprender de ambos. ¿Podría usted organizar para que pudieran entrenarme en conjunto? Esa es una petición muy pequeña, Maegor. - algo que estaría encantado de conceder incluso fuera de esta situación en la que estaba atrapado. Con Aenys siendo un guerrero promedio en el mejor de los casos, necesitaba a alguien que le recordara a todo Poniente la fuerza que poseía la Casa del Dragón. ¿Qué mejor manera que afinado a su más que afilada herramienta? - Tendrás eso, pero pide algo más. Entonces... - el muchacho comenzó a palmearse un muslo en lo que pensaba la solución. Más que un regalo, parecía enfrentarse a un problema - ¿Qué tal libros? Libros más complejos para aumentar mi conocimiento. Ya sea de estrategia, gobierno, construcción, cuentas. Lo que sea que me ayude a aprender más. Era conveniente... y demasiado modesto. Si le daba libros, Aegon estaría tomando la salida fácil. La próxima mano de su hijo obtendría más material para refinarse, a cambio de un agravio demasiado grande cometido en su contra. De alguna forma está humildad resaltaba la disparidad entre la magnitud del insulto y la injusticia cometida contra él. Solo lo hacía sentir culpable. Lo tendrás también Maegor. Pero pide algo más grande. Algo que realmente anheles tener. - si le daba solo aquello, lo único que haría sería avivar el agravio de Visenya. Necesitaba algo importante para disculparse. Tuvo que pasar una mano por su cabello. ¿Cómo se le ocurrió decirle a su hermana que la creía capaz de atentar contra su nieto? Visenya no haría nada en contra de alguien con sangre Targaryen. Aquello solo fue su paranoia forjada en la Corte la que habló. Malditos ándalos y sus tendencias a las luchas internas fratricidas, que tanto lo habían preocupado. Necesitaba una forma de aplacar a Maegor y de paso a su madre. ¿Lo que sea? - el violeta de sus ojos brilló. Aegon se preparó mentalmente para lo que pediría mientras veía al hijo de su hermana observarlo con detenimiento. En determinado momento el muchacho exhaló con decepción antes de admitir - Yo... hace poco estuve hablando de las cosas que más deseo. ¿Ah, si? - preguntó mientras se mantenía imperturbable, temiendo que tan monumental sería esta petición - ¿Se puede saber que deseas? No. - admitió con firmeza. Su mandíbula ya cuadrada afirmándose - Hay cosas que ni siquiera tu puedes cumplir padre. Pero me puedes ayudar. - Maegor elevó sus labios en lo más cercano que había visto en él de una sonrisa - Deseo ser el mejor guerrero que Poniente ha visto. Ah. Bueno. Eso no era un golpe bajo ni una conspiración. El niño apuntaba alto pero, ¿no había sido él quien había marcado su nombre para siempre en los libros de historia? Suponía que había heredado un poco de su ambición y no en el mal sentido. - Bien, príncipe Maegor. ¿Cómo puedo ayudarte con ello? Quiero entrenar con la Guardia Real, cuando se pueda. Con toda. - el chico hinchó su pecho - Son los mejores guerreros del reino. Si aprendo de cada uno de ellos estaré más cerca de lograr mi cometido. ¿Incluido el Lord Comandante? - preguntó escueto. Si no se puede, no tiene que hacerse, padre. - Maegor abrió sus ojos grandes con un indicio de miedo - Si cree que me sobrepasé... Solo quería el mejor entrenamiento. Lord Corlys puede practicar conmigo cuando esté libre de sus deberes de protección y de entrenar a mi hermano. O si no nunca, no tiene porque entrenarme. - terminó algo asustado. No. No. Me parece una magnífica idea. - Aegon lo pensó bien. Era un deseo que no podía negar. ¿Cómo bloquear la oportunidad de perfeccionar una talento crucial para la Casa Targaryen? ¿Mientras elevaba a su vez el nombre de su Casa? Cumplía todos los requisitos para que fuera un buen premio de consolación, y si Maegor era feliz, también debería complacer a su hermana. Creía. Era un desperdicio que el niño careciera de la afabilidad de un buen líder, sería un gobernante macizo. Aún más, era una verdadera lástima que no pudiera reunir por él ningún sentimiento más allá de un velado interés por su utilidad. Pensó en ello un buen rato después de que se marchara, para luego ordenar a un sirviente: - Traigan ante mi al príncipe heredero.
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