ID de la obra: 941

Sangre y fuego y otras magias extrañas

Het
NC-17
Finalizada
1
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579 páginas, 308.987 palabras, 45 capítulos
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Las raíces se extienden

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Aenys acudió al llamado de su padre aún conmocionado por la respuesta, o más bien la falta de una, que le dio su guardián. ¿Cómo podría alguien creer las viles acusaciones que le hizo la salvaje esposa de su hermano? Era cierto que él no habría hecho el anuncio en el festejo de alguien más, porque eso sería de mal gusto, pensó levantando la nariz. Pero la situación de ayer era diferente. Ellos eran familia, y las noticias de Aenys solo aumentarían la dicha en la sala. Ni siquiera su tía, que últimamente no se contenía ante cualquier desdén real o percibido de su padre, había sugerido que Aenys era partícipe de tan estrafalaria malicia. ¿Cómo podía el capa blanca a su espalda respaldar los comentarios de la mujer de Maegor? Bueno, no lo había hecho, pero tampoco lo había negado. Lo que solo lo enojó más. Aenys era amable. Todos lo sabían. ¿Cómo alguien pensaría eso de él? Se presentó ante el recibidor de una de las estancias de su padre. Ser Goode se quedó en la puerta, junto a los otros dos guardias que vigilaban la seguridad del rey. Al ser llamado, Aenys ingresó. El estudio del rey era algo oscuro y tétrico, encajando demasiado con la estética de Rocadragón. Aenys le habría recomendado colores más claros para las cortinas y cambiar los muebles por algo más elegante y menos atemorizante. Después de todo, su escritorio de madera oscura era funcional, pero el gobernante de todo un continente podría obtener algo más sofisticado. Aenys. - el rey Aegon no lo recibió con una sonrisa, sino con un tono serio. Las cosas fueron a peor cuando se fijó en su ropa. El Conquistador frunció el ceño como si viera algo desagradable. ¿Qué tenía? Su túnica era de un magnífico rojo combinado con bordados dorados, elegante y fastuosa. Nadie podría decir que eran inadecuadas para un príncipe heredero. ¿Quizás fuera porque no vestía los colores de su Casa? Ya habían hablado de esto antes. Los Targaryen era ahora los monarcas de siete reinos unificados. Los simples colores de una Casa no bastaban para ellos. Debían apuntar al violeta y al púrpura, más asociados a la realeza. Aún así, vestía de esta forma en concesión a su padre. No era su elección predilecta, pero de esta manera debería cumplir con las expectativas de ambos. Padre, ¿qué sucede? - miró temeroso sus zapatos de cuero fino. No habían tocado el lodo, pero temía haberlos ensuciado por caminar por el pasillo cercano a la fangosa área de entrenamiento. Me dijeron que venías del patio de prácticas. - Aegon apretó los labios mientras miraba sus medias blancas impolutas - ¿Con esas ropas? - enarcó una ceja justo como hacía su tía. El gesto siendo menos favorable en su rostro escrutador. Sí. Pero es que no estaba entrenando. - no tenía sentido mentirle. - ¿Por qué? La pregunta disparó un leve malestar en la boca de su estómago. ¿Su padre seguía queriendo que lo hiciera? No podía. No era el momento adecuado. Puso su mejor sonrisa, aquella que sabía que calmaba a los demás antes de hablar: Tras el reciente anuncio de Alyssa, decidí visitarla en la mañana. Pensé que era lo correcto por su frágil estado. - su padre no lucía nada complacido. Las comisuras de sus labios caídas en desaprobación. Movió las puntas de sus pies, incómodo, entonces recordó - Y también para ver a Rhaena. He estado muy ocupado últimamente y no la he podido ver desde que cambió la luna. Justo como esperaba, el rostro de su padre se suavizó ante la mención de su primera nieta. Estaba tan feliz con la nena cuando nació, que cualquiera creería que su padre la hubiera preferido a ella antes que a un hijo varón. Era solo que su hijita se parecía mucho a su madre, según todos los que la conocieron. Por eso no podía evitar amarla. Y como su madre, Rhaena se convertiría en una reina dulce, gentil y amante de las artes. Alyssa tenía razón. No podía dejar que creciera para ser tan temperamental como la otra princesa que vivía en el reino. Un escalofrío lo sacudió ante la idea de que su hija fuera así, en vez de una dama correcta. Bien. Supongo que tienes razón. - padre se acarició una de sus sienes - Puedes faltar a los ejercicios los días que visites a tu esposa. Eso era excelente, porque ahora pretendía visitarla cada día. Ahora hablemos de la razón por la que te mande a llamar. - cualquier suavidad desapareció de su cara - Explícame ¿en qué estabas pensando, cuando hiciste lo que hiciste en la fiesta de tu hermano? Una sensación helada recorrió su cuerpo de arriba a abajo. ¿Su padre también creía en esas horribles ideas formuladas por la princesa Orthyras? Aegon lo conocía mejor. ¿Cómo podía creer eso de él? Padre, no entiendo. ¿Por qué están todos tan enojados? - sentado en la silla de madera negra, la misma del escritorio de su padre, Aenys se sentía como un niño reprendido de forma injusta - Era una fiesta de la Casa Targaryen y yo hice un anuncio de la Casa Targaryen. ¿Qué puede tener de malo? Su padre se peinó su pelo con las manos - ¡Qué no era una fiesta de la Casa Targaryen! No era un festival en nuestro honor, no era una conmemoración, no era una celebración tuya y mía. Era de tu hermano y tú se la robaste. - dejó de pasar sus dedos con suavidad y los agitó, revolviendo su corto cabello - Y lo hiciste de forma tal que todo el reino estará hablando de eso. Pero Maegor también es un Targaryen. ¿Por qué no es lo mismo? - fue Aenys quien se revolvió sus rizos confundido - ¿Y por qué el reino entero se preocuparía de ello? Su padre apretó los labios, antes de aflojar todo su cuerpo y suspirar - Hijo mío. Maegor se ha mantenido apartado de ti y de mi todo este tiempo. - de joven, las veces que preguntaba a sus cuidadores sobre su hermano, le decían que estaba donde tenía que estar. Lo que resultaba en que siempre estaba separado de ellos - Finalmente se nos une. El reino estará expectante de cómo será recibido por su familia. ¿Y que hacemos? Reducirlo a un papel secundario en su propia celebración. La Corte centrándose en ti en lugar de él. ¡Eso no es mi culpa! - se agitó de tal forma que casi se cae de su asiento - Yo no quería que eso sucediera. Es solo que me prestaron más atención a mí. Las intenciones no importan hijo, sino los resultados. - la voz de Aegon salió tan cortante que Aenys se paralizó. Su padre volvió a respirar profundo - Aenys, cuando realizamos los Recorridos Reales y llegamos a la celebración de alguien más. ¿Qué hacemos? Se balanceó de un lado al otro antes de responder - Los felicitamos y nos mantenemos en un lugar de honor pero intentando no destacar demasiado. - ¿Por qué? Porque todos, incluso los pequeños lores y señores terratenientes, merecen saber que importan. - se removió y luego enrolló un dedo en sus rizos y lo retorció para distraerse - Si les quitamos la poca atención que tienen, podrían resentirnos. - Y porque, si sabes eso, ¿por qué te atreviste a arruinar el día del nombre de tu hermano? ¿Quieres que te guarde rencor? ¿Arruinar? Esa era una palabra muy fea, y no, no le gustaría que su hermano pequeño sintiera algo contra él. Era un buen chico. Algo estricto y demasiado rígido, pero bueno. El tiempo que había pasado junto a él por sugerencia de su progenitor, le había enseñado que Maegor tenía un firme código al que se apegaba demasiado, y que tenía una creencia absoluta en la lealtad familiar. A pesar de ser bastante severo, le agradaba, y no quería arruinar su relación. Nunca pensé en ello, papá. Tienes que creerme. - señaló hacia la puerta antes de hacer girar su mano en el aire - Estaba tan eufórico cuando me dijeron la noticia, que no me pude contener. Solo pensé en compartir mi felicidad. Te creo, hijo. - aún así, el Conquistador apoyó un codo en la mesa y recostó su cabeza contra su mano, como si hubiera estado lidiando con una situación muy complicada - Se que no hiciste esto a propósito, ni con intención de dañar a tu hermano. Ni de ofenderlo. - remarcó él levantando un dedo - No soy como cierta persona, que además de sí hacerlo, me sugirió culpable de lo mismo. - murmuró por lo bajo, aunque el atento oído de rey lo escuchó. El entrecejo de Aegon se frunció - ¿Quién hizo qué? ¡La princesa Orthyras! - Aenys estalló indignado alzando sus manos - Después de ofender a Alyssa anoche, me acusó de humillar a Maegor. Pero ya me encargué de ella. Su padre abrió la boca de asombro. Contrario a lo esperado, no fue una felicitación lo que recibió - ¡¿Qué hiciste qué?! Padre, - replicó Aenys viendo que en esta ocasión el agitado era el rey - la princesa Orthyras dijo algo anoche que molestó a mi esposa. ¡En su estado! Así que le ordené, como su futuro rey, que fuera y se disculpara con ella. - Aenys asintió con fuerza, con la asertividad que su tía y Orys le habían recomendado que actuara cuando quería mantenerse firme en un asunto. Su padre se quedó con los ojos abiertos y desenfocados, y se recostó contra el respaldo de su silla con inconsciente abandono. No pareció reaccionar durante un breve momento. Luego cerró los ojos, y solo los abrió para mirar al techo. ¡Dioses, protéjanme! - juraría que lo escuchó farfullar. - ¿Padre? ¿Cómo se te ocurre, Aenys? ¿Ofender a la princesa Orthyras de esa forma? ¿Obligarla a disculparse con Alyssa? ¡¡¿En qué pensabas?!! - el monarca le hablaba en un tono que nunca había escuchado antes. Aenys solo quería retroceder ante sus palabras. Intentó alejarse de su padre todo lo que pudo sin abandonar su asiento. Lamentablemente, el respaldo lo detenía. Ella ofendió a mi esposa, padre. - tragó saliva, a pesar de tener la boca seca - Y luego sugirió que yo ofendí a mi hermano. ¡Porque lo hiciste, Aenys! - Aegon palmeó la mesa con tal fuerza que su primogénito saltó en el lugar - Mientras tanto, Alyssa sola se buscó lo que le dijeron. Yo estaba ahí y lo escuché todo, y lo que le dijo la princesa era todo lo que se merecía. La mandíbula de Aenys fue la que cayó esta vez hasta su pecho. ¿Sugerir que su gentil esposa merecía eso? ¿Su padre se había vuelto loco? Iba a defenderla cuando el rey lo detuvo. No te atrevas a contradecirme. - un dedo acusador apuntó hacia él - Estoy seguro de que la brillante idea de anunciar su embarazo en la fiesta de tu hermano fue suya. Esa niña descerebrada y emocional. No dudo de que planeó todo para llevarse la gloria de la celebración. Y tú, como un tonto embaucado, caíste en su manipulación. Con disimulo se pellizco un muslo, esperando que esto fuera una pesadilla y pronto despertara. No lo era - Padre, Alyssa no sería capaz de ser tan maquiavélica. Estoy seguro que no pensó que esto pasaría. Pues peor. Sea como sea, queda como una futura reina irresponsable. - Aegon el Dragón resopló antes de elevar sus labios en una mueca de disgusto - Si lo hizo a propósito, es porque no teme a meter cizaña entre los hermanos con tal de conseguir sus objetivos. Una cosa inaceptable para la Casa del Dragón. Nuestra supervivencia depende de permanecer unidos. El príncipe asintió, tratando de rebajar el temperamento encendido de su padre ante él. Estaría de acuerdo con todo lo que dijera si eso lo calmaba. No sirvió. Si no fue intencional, - el rey se burló, como si dudara de esto - entonces es una mujer corta de miras y sin un ápice de astucia para entender que esto era un mal movimiento a largo plazo para ella. Y luego vienes tú. - el gobernante de todo Poniente cubrió sus ojos, como si no quisiera verlo - Llegas y obligas a una princesa a pedirle perdón a una simple lady solo por tener la razón. ¡No la tenía! ¡Y de todas formas no importa! - Aenys trató de desviar la culpa de regreso a Orthyras. El latido en su pecho se incrementaba y sentía frías las manos. No le gustaban las confrontaciones y menos ser señalado como el causante de una - La princesa ofendió a la futura reina. Tiene que hacerse responsable. Es lo correcto. Mencionas tanto el futuro Aenys, que pareces olvidarte que vivimos el ahora. La princesa Orthyras es una princesa, mientras que Alyssa es solo una dama. - bufó - Dime, ¿quién tiene más estatus? El príncipe titubeó. En orden de importancia dinástica, Alyssa la sobrepasaba, pero en estatus puro... No fue capaz de decirlo, sus labios se quedaron quietos. Pero lo sabía. Exacto. La mujer está más alto que tu esposa, y tiene la corrección de su lado. Además, - el rey hizo un gesto abierto - olvidas el punto más importante de todos. La mujer tiene un condenadamente - pausa - grande - pausa - dragón. Supera al de tu tía. Eso solo la escuda contra la mayoría de las desavenencias. - suspiró - Un día serás rey Aenys, es cierto, y debes infundir respeto. Pero... también debes recordar que hay personas a las que debes respetar solo por lo que representan. Ella, con su dragón, es una de esas personas. ¿Ella? ¿De verdad? - arrugó la nariz antes de desviar la vista. Su tono sonó quejumbroso - Pero es una salvaje. No se comporta como una dama correcta. ¿Y qué? - el Conquistador se encogió de hombros - Es una Señora del Dragón. No está destinada a sonreír y lucir bonita. Ella debe ser útil antes que graciosa, y por lo que se, cumple con las expectativas. El heredero de Aegon lo miró horrorizado - ¿Cómo que cumple las expectativas? Es malhablada y carece de refinamiento. ¿En qué sentido podría ser ella adecuada? Sí. - el rey asintió - Ella es burda y tosca, y demasiado directa. Aún así, me informan que su mente es afilada como un cuchillo. - inclinó la cabeza de un lado a otro, considerando - Nunca será una dama de salón, ¿y qué? Le basta con ser una fuerza de la naturaleza, tanto en poder como en política. Con ella no se discute etiqueta, sobrevives a su paso. ¿Quién es capaz de hablar tan bien de ella? - miró azorado a su padre, temiendo que fueran sus propias invenciones. Buscó en cada parte de su imponente figura evidencia de la pérdida de mente provocada por la vejez. No había ninguna, además de ser su padre demasiado joven para ello. ¿Quieres nombres? - dijo divertido - Comencemos por lo que tu considerarías una dama correcta. Tengo informes de primera mano de Ceryse Hightower - ¿su hermana política? ¿Alguien como Ceryse era capaz de hablar de ella sin criticarla? Fue su turno de fruncir el ceño - sobre lo que ha aprendido de tu otra cuñada. Según ella, en poco tiempo, correrán las historias sobre la princesa, y los jugadores astutos recomendaran no provocarla. Por supuesto que no. - se recostó hacia atrás sintiendo más confianza - Es una salvaje. - se enderezó el anillo de oro que portaba sobre su cabeza - ¿Quién sabe cómo reaccionaría? ¿Escuchas lo que dices, Aenys? Y más importante, ¿me estas escuchando a mí? - tuvo que parpadear dudoso ante los que se refería - Orthyras es considerada por alguien tan educado como Ceryse como lo suficiente peligrosa. Cruda sí, pero con una buena cabeza sobre los hombros. Además de tener un dragón que la respalda. Así que la lección que importa sobre la princesa no es sobre sus modales, sino sobre no meterte con ella a ningún costo. En esencia es un arma con corona. Tenía la esperanza de que tu lograras hacer buenas migas con ella. Trabar amistad. Tu afabilidad con todos es una de tus mayores ventajas y deberías aprovecharla con ella. ¿Yo? ¡No, padre! ¡Me niego! ¡No la soporto! - y eso era mucho que decir de él, que se llevaba bien con la mayoría de la gente. Su cabeza agitándose con vehemencia todo el tiempo - No podría aguantarla por mucho rato, y menos como una amiga cercana. ¿Quién podría? Mi pobre hermano parece admirarla cuando debería favorecer a Ceryse. Pero es un niño ingenuo. El ingenuo eras tú, Aenys. - el rey se sujetó del borde de la mesa, su enfado regresando - Esa esposa que tanto desprecias tiene más sangre de dragón de Alyssa y la fuerza para prevalecer. - hizo una mueca despectiva - ¿Qué importa si no luce bonita? ¿O sí no sabe quedarse quieta y agitar las pestañas? Tiene el poder de fuego para ser una fuerza impulsora más que un apoyo para su pareja. Nada mejor se podría pedir para un Targaryen. Incluso discutí con Visenya, porque ella hubiera sido una segunda novia más adecuada para ti. ¡Por los Siete! ¡No! ¡Que horrible! - Aenys se sacudió para librarse del incómodo sentimiento. Como no era suficiente, se palmoteó buscando desalojar cualquier resto de la sensación - ¿Por qué mi padre desearía eso para mí? No es una adecuada... ¡No me importa que no sea una dama adecuada! - por segunda vez en ese día, Aenys sintió la necesidad de escapar de la silla. Incluso miró a la puerta, la que lo conduciría a la seguridad. Tan cercana antes y tan lejana ahora. - ¿No me estas oyendo? ¡No somos ponientis! ¡Deja de compararla con como debería ser con respecto a las señoras y señoritas de cada reino! - Aegon respiró para recuperar el control - ¿Qué demonios te enseñaron tus instructores? Debí aceptar el ofrecimiento de Visenya de educarte cuando eras un niño. Septones y maestres no son suficientes para educar a un valyrio. - pensaba que su padre quería que se adaptaran a la sociedad que gobernaban - La Sangre del Dragón tiene sus propias reglas. No intentes convertir a una de nuestras jinetes en una de esas mujeres doblegadas, hijo. No están sujetas a las mismas limitaciones. Sí padre. - Aenys aceptó lo que decía, aunque no lo creía del todo. El problema de su padre es que había nacido en tiempos de guerra. Creció siendo poco más que un Señor que debía luchar por su lugar. No como un rey. Lo que se esperaba de ambas posiciones eran cosas distintas. Su mundo era uno de luchas y conflictos, donde cada miembro de la familia tenía que poner de su parte para mantener el poder. Incluso su madre, a la que todos llamaban la más suave de los tres hermanos, tuvo que participar en la Conquista. Ese no sería nunca el destino de las niñas que nacieron de él. Por un momento trató de imaginarse a su dulce Rhaena, su pequeña bebé, montando un dragón para luchar. No. No lo aceptaría. Aunque se convirtiera en jinete, Rhaena solo conocería la paz. Y en caso de problemas, el Padre no lo quiera, serían sus hermanos quienes se encargarían del asunto. No asientas solo para complacerme Aenys. - el comentario de Aegon salió cortante - Hazlo cuando interiorices lo que digo y estés dispuesto a aplicarlo. Si no lo haces, esto - señaló su cara - son sólo gestos vacíos. No me atrevería, padre. - negó con suavidad, pero el rey seguía suspirando como si se enfrentara a una batalla perdida desde el comienzo. Aenys no podía soportar la idea de que pensara que él estaba fallando. O que fuera tan maleable como había dicho que era con su amada Alyssa - Sabes, papá, - golpeó con la punta de uno de sus pies el piso - pensé que aprobarías lo que hice en la fiesta. Su padre arrugó la cara en confusión, mirando hacia él como si hubiera perdido el sentido común - ¿Qué? En el momento me pareció buena idea. Con lo que hice - levantó una mano explicando - me ahorré la moneda que me gastaría organizando mi propia fiesta. ¿Por qué tendrías que ahorrar moneda en vez de organizar tu propia celebración para el anuncio? - el rostro de Aegon estaba blanco de entendimiento, luego llegó la consciencia. Sus ojos se abrieron y sus cejas se alzaron hasta casi el nacimiento de su pelo - Aenys, - tragó antes de preguntar - ¿todavía tienes problemas por el faltante de tu presupuesto? Lo dijo de forma tal que le pareció que su padre esperaba una respuesta negativa. Abrió la boca para decir que no, pero no pudo. Estaba atrapado en una situación donde no podía ocultarlo. Tenía un par de deudas atrasadas y ahora, con un bebé en camino, tenía que comprar muchas cosas y prepararse para el nacimiento. No podía reducir gastos en la isla como había esperado hacer. Solo uno pequeño. - admitió encogiéndose. ¡Por todos los dioses, Aenys! Tu presupuesto solo se redujo por un corto tiempo, - esta vez, su padre terminó masajeándose ambas sienes. El dolor de cabeza que tenía al principio de la conversación parecía estar regresando - no desapareció por completo. Y eso fue hace varias lunas. ¿Cómo es que no has podido corregir el faltante? Aenys no era capaz de mirarlo a los ojos, sintiendo la necesidad de desviar la vista. ¡¿Cómo puedes ser tan incompetente?! - el príncipe se paralizó. Nunca en su vida su progenitor había sido tan duro con él, y mucho menos lo había tratado así. Tenía que arreglarlo. Pero ¿cómo? Espera. ¿Qué fue lo que le sugirió Maegor? Se que hice mal, padre. Lo entiendo. - sacudió su cabeza con demasiado énfasis, sus rizos rebotando en sus hombros - Se que desde el primer momento, debería no solo haber limitado mis compras, sino reducir mis gastos. - Aegon se quedó quieto, fijo en él, y asintió con lentitud. Este era el camino correcto - Los servicios no esenciales no debieron ser mantenidos y aún después de pagar lo que debía y recuperarme, - esto le costó más decirlo - debería haber mantenido algunas de estas medidas. Para tener cierta cantidad de plata - su padre estaba demasiado quieto. Oro. Debió haber dicho oro, se dio cuenta - guardada para emergencias. Sí. Eso es correcto. - el rey intentaba poner una sonrisa pequeña en su boca, pero la misma se veía algo dolorosa - Eso es lo que deberías haber hecho desde el principio. Sí, padre. Eso es lo que planeaba hacer aquí. - en realidad sólo planeaba reducir sus compras, considerando el poco variado mercado artesanal de la isla. Trató de lucir lo suficiente contrito - Es solo que con el nuevo embarazo de Alyssa... Tus gastos aumentarán y no recibirás apoyo del presupuesto real hasta que nazca el bebé. - su padre descansó su cabeza hacia atrás y exhaló - Bueno, al menos tenías la idea correcta de lo que hacer, ¿verdad? - no parecía estar hablando directamente con él, así que prefirió callar. Aegon le echó un vistazo, un vistazo completo. Desde el anillo de oro pulido que reposaba sobre su frente hasta su túnica roja, de tinte fino, y sus bordados con hilo dorado. Finalizó en sus medias blanca que eran consideradas el colmo de lujo en la corte y sus oscuros y nuevos zapatos de cuero. Se arrepintió de haberse arreglado con tanto esmero. Así no parecía que intentaba limitar sus gastos para nada. Creyó que su padre pensaría igual, pero el rey le indicó que se acercara. El niño que esperas, hijo mío, es tanto una bendición como una responsabilidad. Ya me has demostrado que sabes cuál era la dirección a seguir para salir de este pequeño fallo que tuviste. Solo que con tus circunstancias actuales estás impedido de hacerlo en este momento. No podrás lograrlo por tus propios medios. - una simple torción de su mano, y uno de los siervos de su padre acudió cargando un cofre que fue depositado en el escritorio frente al rey - Tenía planeado ofrecerte una suma como regalo por el futuro nacimiento, - abrió la tapa del cofre y Aenys sintió el tintinear de las monedas, sin ser capaz de ver que hacía con ellas - pero es claro que necesitas algo más para librarte de tu estado inconveniente. Sí. - admitió necesitando de todas sus fuerzas para no extender sus manos, esperando recibir su premio. Su padre sustrajo una pesada bolsa del contenedor sobre su mesa - Esto, es más que suficiente para asegurar el próximo futuro del bebé, y a su vez, para ordenar aquellos asuntos pendientes que no son dignos de un príncipe de sangre. Empieza esta nueva etapa sin ataduras, y que esta sea la primera y última vez que tu nombre se asocie con tales cosas vergonzosas como son las deudas, ¿entiendes? Por supuesto. - se levantó de la silla, dispuesto a tomar el regalo. Por un instante su padre dudó, asustando a Aenys. Hijo, - lo miró a los ojos - te estoy dando otra oportunidad. No lo haría con cualquier otra persona. Hacer esto lo consideraría perpetuar el problema. - sopesó la bolsa, aferrándose a ella antes de llegar a una decisión y entregarla - Pero confío en ti. No me falles. Aenys tomó el saco de monedas, su peso calmando un temblor interno. Esto era un alivio y la solución a muchas de sus dificultades. ¿No decía él que todas las inconveniencias se apartaban de su camino? Sonrió con verdadera alegría - No se preocupe. No lo haré, padre. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Alyssa había esperado este momento toda la mañana, desde que su esposo le dijo que obligaría a la princesa Orthyras a disculparse. Sentía una necesidad imborrable de relamerse los labios del placer. Pero no lo había hecho. Había sonreído, había charlado y había fingido interés en cualquier conversación banal que le dirigieran. Ahora, después de tanto esperar, el momento había llegado. Alyssa se había preparado en todo su modesto esplendor. Su delicado vestido azul caía con suavidad y una cinta de perlas adornaba su platinada cabeza, asemejando una semi-corona. Buscaba emitir un aire maternal y etéreo, y además recordarle a todos la posición que un día ostentaría. Sus damas también habían sido dispuestas de forma tal que ella resaltara más. A su lado en el diván estaban la anonadina Alice Arryn, que además de carecer de cualquier aspecto llamativo, tenía la increíble habilidad de estar en sintonía con ella. Si Alyssa encontraba algo divertido, se reía. Si lo encontraba desagradable, hacía una mueca. Todo bien excepto por su tendencia de estar siempre vigilante y mirando por encima de su hombro. De su otro lado estaba la gorda de Cecilia Tully. Si bien Alice no atraía la atención, la rolliza Cecilia con su complejo de princesa, si lo hacía, pero de la forma equivocada. Como una chica cuya familia estaba en lo alto solo por la gracia de Aegon, tenía una creencia tan grande en su propia importancia, nunca lo averiguaría. Solo sabía que su ajuar de un solo color, cuya preferencia absoluta tampoco entendía, le facilitaba mucho las cosas. Con su tendencia a vestir prendas rosadas sumada a su cabello casi rojo, solía asemejarse a un cerdo blanco envuelto en sedas. Razón por la cual Alyssa animaba sus gustos. Mientras más mal parecieran las chicas a su alrededor, mejor luciría ella. En uno de los dos asientos que ocupaban plaza junto al diván estaba la muy joven Jeyne Tyrell, que no era fea como tampoco era una gran belleza. Su aspecto demasiado infantil para ser muy atractivo. En su contraparte se encontraba la oscura Lylian Darklyn, que aunque bonita, quedaba opacada por Alyssa. Era una noble de las Tierras de la Corona, por lo que aunque rica y con estatus, no era que fuera tan cotizada como el resto de sus damas de compañía. La Manderly y la Lannister si fueron enviadas hacia atrás. La sencillez de la primera no ocultaba ni su aspecto ni su riqueza. La orgullosa dama de las Tierras del Oeste ni siquiera lo intentaba. Alyssa sabía que tarde o temprano chocaría con ella. En este grupo solo había espacio para una dama principal y ese puesto lo ocupaba ella. No dejaría que la rubia dorada intentara superarla. El canto de la Caron llamó su atención un instante, ya que la había olvidado. Sin ser de una de las Grandes Casas, ni tan rica como la Manderly, había tenido que conformarse con ella de las Tierras de la Tormenta. Era la sobrina de la esposa del heredero de lord Orys y por lo que sabía, también era hija del sobrino de lady Argella por parte de los Durrandon. Aún así, no era ni tan rica ni estaba tan alto en la escala para merecer estar aquí. Pero necesitaba una dama de cada reino si no quería desentonar, por ello terminó con una dama de las Marcas. Aún así, cada una de sus nuevas damas de compañía podía decir que mantenía el estándar en alto en comparación al espectáculo que era la princesa. Era, por decir lo menos, anticlimático. Orthyras Targaryen se presentó ante ella sucia y desaliñada, con el jubón acolchado que le dijeron que usaba para aprender a esgrimir la espada. Sus botas cargadas de barro dejaban sus huellas marcadas en su costosa alfombra. ¡Que horror! Pero todo valdría la pena por ver a la sucia bastarda humillada. Por lo menos no traía su tiara. Su pelo erizado y oscuro se disparaba en todas direcciones, escapando de una trenza desajustada. Sin el espinoso anillo de oro rojo, lo único que le daba una apariencia de realeza, cualquier vestigio de respeto que le quedara por ella desapareció. Sucia y descuidada, su aspecto era el de cualquier plebeya o campesina. ¿Por qué debería temerle ella, que un día sería la consorte del gobernante de todos los reinos del ocaso, a una mujer que ni siquiera podía lucir de acuerdo su posición? A pesar de su vestimenta, todas y cada una de sus damas le dedicaron una reverencia de saludo. Algunas demorando más que otras, pero ninguna se negó a realizarla. Ni siquiera la rolliza Cecilia, que parecía odiarla con la misma intensidad que ella. De todas formas, Alyssa anotó mentalmente quienes fueron las primeras en inclinarse. Podría entender que se vieran obligadas a ello, pero no que lo hicieran sin ninguna vacilación. Vamos, vamos, no es necesario ser tan formales. - pese a haber sido requerida para disculparse, la princesa alzaba sus manos e indicaba a sus damas que le bastaba con una deferente inclinación. Alyssa la había hecho por respeto a su estatus, pero ella estaba por encima de todas estas damas - Soy alguien sencilla, así que me basta con un saludo sincero. - dijo mientras se rascaba la cicatriz sobre su nariz. Su aspecto desenfadado y su sonrisa ladina, con sus dientes torcidos pero blancos, la molestaron de sobremanera. Ella estaba aquí para disculparse, no para una reunión social ni para dar un paseo por los jardines. Princesa Orthyas. - Alyssa se levantó acercándose a ella - Usted no fue llamada aquí para intercambiar palabras con mis compañeras. Así que agradecería que dejara de rondar y cumpliera su cometido. ¿A sí? - la fea sonrisa no salió de su cara. La princesa incluso sopló un mechón que había caído sobre su frente, como si Alyssa no mereciera toda su atención - ¿Y qué es, lo que según tú, vine a hacer? - cruzó sus brazos de forma irreverente. Alyssa no toleraría que ella fingiera para salirse del guión - Vino a disculparse por ofenderme anoche. Porque no toleró bien que anunciáramos una noticia tan feliz e importante para el reino en la pequeña festividad de su esposo. - mencionó mientras colocaba delicadamente su mano en su plano bajo vientre. ¿En serio crees que por ello estoy aquí? - seguía relajada y burlesca, como si nada. ¿Cómo podía esta maleducada moza actuar así? ¿Cuándo se le había ordenado venir aquí y pedirle perdón? Sí. Estas aquí por eso. Porque mi esposo te lo ordenó. - dijo pegándose casi en su cara y tomando el salvaje mechón de Orthyra que había vuelto a caer, para colocarlo de regreso a su adecuado lugar - Porque yo soy lady Alyssa Velaryon, la esposa del príncipe heredero y futura reina de Poniente. Mientras tú serás, solo y simplemente, la princesa Orthyras. ¿Estas segura de que quieres ir por allí, mi diminuta caballito de mar? - esta vez, fue la princesa quien se acercó. Pese a no ser muy alta en comparación con la mayoría de las mujeres de la nobleza, Orthyras la superaba en altura. No era nada relevante, aún así, le molestaba muchísimo. Si estoy segura. ¿Sabes por qué? Porque esta es mi historia. Yo soy la próxima reina y la protagonista. - se acercó a su oído para que solo la morena muchacha la escuchara. El resto de sus damas observaban atentas, y aunque podían inferir algo, no podrían saber que decían - Así que cuando te disculpes, recuerda bien ese gesto. Esa posición. Porque ese esta destinado a ser siempre tu lugar Bueno, Alyssa, - su boca se amplió, enseñando todos sus dientes en no una sonrisa, sino un gesto depredador - si así quieres jugar... Sí. Si quería, pensó. Y se inclinó hacia atrás, alejándose de la descuidada chiquilla para que ella y sus damas pudieran contemplar su disculpa y humillación en toda su gloria. Bueno, lady Alyssa, vengo a ofrecerte una disculpa. - anunció por todo lo alto sin ninguna contrición. De repente la sonrisa desapareció, su semblante tornándose serio - Dame una reverencia formal. - dijo escueta. ¿Qué? - preguntó dudosa, mirando a sus acompañantes para ver si entendían. ¿Estás sorda, lady Velaryon?- la sonrisa volvió. Más aguda. Más aterradora - Vengo a presentar formalmente mis disculpas y por lo tanto, exijo de ti una reverencia igual de formal. ¿Por qué? - la breve palabra le salió demasiado alargada, pero no comprendía. Como tu dijiste, mi muy despistada Alyssa, un día serás la reina. Pero ese día no es hoy. - se puso a revisar los objetos de la habitación como si le pertenecieran - Hoy yo soy una princesa, y tu solo eres lady Alyssa de la Casa Velaryon. Así que acostúmbrate a esa posición. Porque cada vez que te vea, cada vez que te cruces conmigo, hasta que alguna corona se pose sobre tu plateada cabecita, si lo hace, - se burló - ese será tu lugar. No puedes pedir eso. - negó con vehemencia. Oh, si puedo, - afirmó ella - y lo estoy haciendo. Así que: - la señaló - reverencia. Y no una pequeña. Quiero una reverencia con todo el protocolo. Estoy embarazada. - recalcó su estado. - Ni siquiera tienes barriga. ¿Acaso estas aprovechándote de tu embarazo, lady Alyssa, para saltarte los modales más básicos? Su boca se quedó abierta, ¿en serio se atrevería a decir eso? Una sola mirada le bastó para darse cuenta de que si lo haría. Aenys sabrá de esto. - le recordó. ¿Y qué? - fue toda su respuesta, como si no fuera nada - ¿Crees que puede detenerme en este caso? - Si me haces inclinarme ante ti, Aenys demandará lo mismo de ti. Ay, Alyssa. Esa es la diferencia entre tú y yo. A mí - ejecutó una reverencia, perfectamente realizada y exagerada en su formalidad, a la Darklyn, la cual se removió incómoda con la atención - no me molesta para nada hacerlo, mientras que a ti... - la miró desde arriba, como si ella fuera una cosa baja y ruin - A ti te arderá. Te quemará por dentro cada vez que tengas que doblegarte ante mí, y puedes estar segura de que lo voy a disfrutar. - La gente hablará... De nuevo, ¿y qué? - bufó divertida - Olvidas una cosa Alyssa. Los villanos pueden actuar como villanos. Si quieres que tome ese papel, lo haré con gusto. Pero recuerda, si quieres ser la heroína debes actuar como tal. - habló tan cerca de ella que sintió su aliento en su oreja - Tendrás que ocultarte para tramar tus pequeños planes, siempre temerosa de que alguien se de cuenta, de que se rompa la imagen que tanto aprecias. Yo seguiré siendo yo. Después de todo - peinó un mechón suelto inexistente de su cabellera, porque siendo una dama correcta nunca permitiría un cabello fuera de lugar en su peinado - no me importa ser una villana en la historia que te has inventado en esa vacía cabecita. - Orthyras golpeó suavemente con su puño la frente de Alyssa. Alyssa tembló en el lugar, algo asustada por las implicaciones de lo que le revelaba la princesa. ¿Tendría que agachar su cabeza cada vez? ¿Cómo si ella fuera, le temblaron los labios, su superior? Así que, lady Alyssa, estoy esperando. - dijo Orthyras mientras aplaudía de forma suave - Reverencia. - la palabra se sintió como el veredicto de culpable en medio de un juicio. Una sentencia de muerte. De no ser por la estricta crianza de su madre no lo hubiera logrado. No cuando sus manos se agitaban mientras agarraba la falda de su vestido y doblar las rodillas casi la envía al piso en un repentino ataque de debilidad. Pero de hacerlo, nadie se lo creería. Era demasiado pronto en el embarazo y ya la princesa había sembrado la duda sobre si lo usaría de excusa. Se quedó allí, casi sin escuchar la supuesta pedida de disculpas de la princesa. Su cabeza inclinada ocultando el enrojecimiento de furia y de vergüenza de sus mejillas. Lady Alyssa, lamento que lo que transmití anoche haya sido levemente ofensivas para usted. - enumeró la princesa - Lamento además no haber dedicado en el festín mis más sinceras palabras hacia sus acciones. - esas ni siquiera eran disculpas - Lamento mucho también no haber podido demostrar los profundos y sinceros sentimientos de mi corazón hacia usted por su anunció. Sí. Creo que así está bien. Ya puede levantar su cabeza, lady Alyssa. Para ese momento, ya había logrado controlar su expresión, o eso esperaba. La sonrisa de satisfacción de la maldita bastarda frente a ella le dijo que no funcionó del todo. Y recuerda, mi preciosa Alyssa, - acarició su mentón como si fuera un cachorro perdido. Sus dedos eran ásperos, sinónimo de una vida de esfuerzo en lugar de como deberían ser las manos de una hija bien cuidada. Una prueba más de que esta era una bastarda abandonada y no una señorita protegida. A Alyssa le dio repulsión su toque - hasta el día en que finalmente logres coronarse como reina, espero de ti una reverencia formal. Cada vez. Cada ocasión. Sin excepciones. Ignorándola como si no importara, la princesa Orthyras dedicó una mirada lenta y contemplativa a la sala. Posando sus ojos en cada dama del nuevo séquito de Alyssa. Su sonrisa volvió a mostrarse, fea y torcida, y horripilante para Alyssa como nunca antes lo había sido. No se preocupen señoritas, - inclinó su cabeza - las reverencias formales las espero solamente de Alyssa. Ustedes sólo diríjanme una pequeña inclinación. Trató de poner un gesto conciliador, o eso creía Alyssa. Pero a sus ojos, lucía más como una bestia que se sebaba de sus presas. La princesa había aplastado por completo cualquier imagen de poder que había sembrado frente a sus acompañantes, y no de esa forma tosca pero aún sutil de la fiesta de Visenya. Esto había sido directo e indiscutible, no había espacio para fingir que ocurrió otra cosa. Miro bien a la princesa. Sucia y desarreglada como estaba, parecía haber crecido dos palmos por encima de Alyssa. La ausencia de su corona que antes había disfrutado ahora le pareció peor. Había sido doblegada no por una princesa descuidada, sino por una vulgar moza desaseada. El futuro que pintó ante ella le dio pavor. Ser obligada una y otra vez a rendirle tributo sonaba como una pesadilla continua para ella. Esta no podía ser su realidad. Entonces la princesa se despidió del resto de la sala - Ha sido un placer compartir con ustedes. Espero que podamos repetir lo que aquí pasó pronto. - eso último se sintió como un latigazo para Alyssa. ¿Repetir esta total humillación? Se fijó bien en ella. Orthyras miraba con ojos calculadores a cada una de sus damas de compañía - Hasta luego, señoritas. - dijo de repente, guiñando un ojo a la habitación antes de darse la vuelta y atravesar la puerta de salida como una ráfaga de viento. Alyssa no podía girarse, no se atrevía a ver las expresiones que tenían el resto de las mujeres en la habitación. ¿Por qué había pasado esto? ¿Por qué? Esa sucia mestiza que se hacía pasar por princesa había ganado otra vez, humillándola frente a todos sus sirvientes y acompañantes. Lo peor era el miedo que había sembrado. ¿De verdad tendría que hacer reverencias formales cada vez que la viera? No podía inclinarse ante ella de nuevo. ¡No podía! Incluso si los demás no lo entendieran, Orthyras tenía razón. Para Alyssa, se sentiría como el peor y más avergonzante de los desaires. No sobreviviría. En el silencio que invadió los aposentos, se armó de valor para ver el estado del resto de las ladies en el aposento. Unas tenían la cabeza aún gacha, otras desviaban la vista mientras otras aún vigilaban la puerta por donde salió la princesa. Como si lo hubieran practicado, todas pusieron sus ojos en ella. Ya fuera lástima o silenciosa contemplación, Alyssa no soportaría más tiempo. Largo. - corta y escueta fue su palabra. - Mi Señora... ¡¿No me habéis oído?! - apenas había perdido un poco el control de una situación ¿y ya no la respetaban? - He dicho que: ¡¡¡Largo!!! Todas obedecieron, marchándose con el sonido del deslizar de sus faldas. En la soledad del cuarto, su respiración era demasiado fuerte. Se tuvo que morder la lengua para evitar gritar. Ella era la futura reina. ¡Ella! ¿Cómo era posible que una piedra en su camino, una simple bastarda salida de la nada, la orillara a esto? Esta era su historia, en donde debería triunfar. Era su brillante futuro el que veía opacado una y otra vez por una simple moza, que se dedicaba únicamente a hacerla miserable. Su camino de gloria manchado por una muchacha sudada y sin modales. ¿En qué clase de historia vivía para que, hiciera lo que hiciera, triunfara la maldita salvaje? ¡No se suponía que pasara así! Alyssa era hermosa y bella. La amada esposa del príncipe destinado a ser rey. Una dama de cuentos y canciones. ¿Cómo es posible que triunfara la villana de la historia? ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Entonces dígame, mi querido esposo, - Alarra Massey se acercó a su marido en medio del evento. La corte del rey ya había disfrutado del festín y ahora se dedicaba a sus diversiones. Aethan permanecía lo suficiente cerca de ahí para estar presente, pero sin mezclarse con el jolgorio - ¿has logrado rebajar el temperamento de nuestra amada reina? Una situación tan peliaguda como la que había provocado su hija, la llevó a tomar medidas drásticas. Nunca en toda su vida soñó con enviar a su esposo a arrastrarse con Visenya. Nunca jamás. Ni en sus peores pesadillas. Pero lo que antes le parecía imposible, hoy había sido necesario. Viendo a su esposo tan relajado y considerando que no habían sido echados de la isla, o envenenados, suponía que estaban bien. Aethan alzó una de sus platinadas cejas y bebió de su copa sin responderle. Ella apretó sus labios antes de volver a poner su sonrisa educada en su rostro. Tocó a su consorte de forma muy obvia - Esposo, parece que no me escuchó, le pregunté: ¿cómo se encuentra nuestra siempre elegante reina? - la fama de su vestido no había desaparecido todavía. El Señor de las Mareas suspiró como si tuviera que enfrentarse a algo desagradable y se dirigió a ella - Notablemente bien, esposa. Mi querida prima parece estar en un raro periodo de buen humor. - ¿la hastiada hermana de Aegon, feliz? ¿O lo más cercano que pudiera estar ella? - Es nuestro rey el que parece estar sufriendo de molestos dolores de cabeza. Alarra se quedó rígida. El peligro que representaba la reina era lo suficiente para poner nervioso a cualquiera, incluso a la familia política del heredero pero... ¿el enfado del rey? El alivio que sintió al saber que la amenaza de Visenya había sido rebajada, o quizás aplazada, fue sustituido con una ansiedad más grande. Un leve mareo la sacudió y tuvo que aferrarse al brazo de su marido. Explica. - exigió entre respiraciones tensas. Te estás extralimitando un poco, ¿no crees? - con la belleza que le otorgaba su sangre valyria y su porte regio, este hombre habría sido una magnífica pieza, pero su atractivo había sido disminuido por el pasado del que nunca había podido librarse. Ella había tenido que soportarlo, amargándose en el camino, aunque en los últimos tiempos habían conspirado juntos por el bien de su descendencia. O al menos así había sido hasta hoy. Con mucha renuencia, el Velaryon admitió - A nuestro rey se le ha ocurrido como estrategia que Aenys sea el rostro que porta la Corona, mientras que Maegor sea quien cargue con el peso de la misma. Ya sabes, para que el trono se mantenga estable. Alarra apretó la mandíbula. Con Alyssa de reina, esperaba ubicar a sus hijos en posiciones de poder. La incapacidad para el gobierno de su marido era bastante obvia, un desastre en ciernes. Pero tenía la esperanza de que sus descendientes pudieran hacerse cargo de todo mientras la Casa del Dragón ostentara la dirección del reino. Cada día que pasaba veía más improbable que que aquello ocurriera. Así que el Dragón quiere mantener el poder solo para los Targaryen. ¿Y qué? - se encogió de hombros con ligereza. Todos los que conocía tenían como objetivo mantener a los suyos en el centro de su poderío. La nobleza siempre estaba imbuido en una lucha entre mantener la supremacía para el núcleo de la Casa y compartir su dominio con los miembros de su linaje materno. Las novias eran preparadas para fortalecer su nuevo hogar, y apoyar en lo que pudiera a sus parientes, ya sea a través de su esposo o de sus hijos. Los caballitos de mar le habían dado lo que creían que le correspondía a los Massey y nada más, y Aethan había criado a sus hijos mayores para creerse Velaryon de pura cepa. Había tenido que hacer las paces con eso. Que el rey considera a nuestra hija la culpable de las desavenencias que están surgiendo y que puedan surgir entre los hermanos. - continuó el Consejero de Naves, sin inmutarse cuando todo dentro de ella se detuvo. Solo volvió a respirar luego de que el dolor en sus pulmones se agravara - Empieza a considerar a nuestra dulce Alyssa - un tic cruzó su cara a toda velocidad - cada vez más demasiado impertinente y que sobrepasa sus deberes. Fue Alarra quien casi no pudo contener la mueca cuando dijo aquello. A su hija se le había metido entre ceja y ceja la manía de superioridad. Eso formaba parte de la naturaleza de cada miembro de la nobleza, pero era arrogancia vacía cuando no estaba templada con la astucia de la que su hija mayor superviviente carecía. Una vez más se lamentó de la perdida de Ethelyna. Su hermosa e inteligente bebé había cumplido sin esfuerzo todas sus expectativas, a diferencia de Alyssa que siempre lloraba para obtener la atención lejos de su hermana. El mundo era cruel por arrebatarle a su niña predilecta. Son tonterías de la juventud. Se le pasarán. - trato de decir, aunque no tenía mucha fé en ello. Enderezar a su hija estaba resultando ser una tarea titánica. Mucho esfuerzo para terminar cosechando tan poco resultado. Eso es lo que te dices a ti misma. - Aethan se burló antes de dar otro sorbo y mirar desapasionadamente la sala - Luego de charlar con Visenya, intercambié un par de palabras con mi hermano. ¿Sabes lo que tenía que decirme? ¿Otra queja velada sobre la asistencia de Aenys a su entrenamiento? - Aegon el Conquistador estuvo encantado cuando su hijo mayor le pidió cambiar de maestro. El rey consintió la petición de su heredero, que finalmente mostraba algo de interés y necesitaba un mejor instructor. Era una buena noticia para los Velaryon, que cerraban más el círculo de Aenys, aunque Corlys no parecía muy contento. Más tarde entendieron porque. El impulso de solicitar al Lord Comandante era menos sobre mejorar y más sobre obtener a alguien que le permitiera escaquearse con mayor soltura de sus responsabilidades. La información de que todo fue un plan de su hija fue una revelación chocante pero no inesperada. Si Aegon consideraba que su primogénito fallaba y decidía poner las culpas en alguien más, hicieran lo que hicieran, un Velaryon sería señalado como responsable. No. - Aethan sacudió su cabeza. Una cascada de plata líquida se deslizó sobre sus hombros. Extraño. Hacía años que no lo veía usar su cabello suelto - El príncipe Maegor solicitó poder entrenar cada cierto tiempo con todos los miembros de la Guardia Real. Todos. - le dirigió una mirada aguda - Aegon se lo otorgó, muy probable que como compensación por las acciones de nuestra retoño. Todo terminaba siempre en Alyssa. Mocosa mimada. La niña tonta se daba tanta importancia que cualquiera diría que la heredera de la Corona era ella, cuando apenas y tenía la cabeza para gobernar un feudo. Lo haría decente si tuviera un marido que la llevara con riendas apretadas, pero como no lo tenía... Así que el hijo de la reina ahora tendrá a Corlys también como instructor, además de toda la Guardia. - hasta ahí llegaba el logro, si podía llamarse así, de que Aenys entrenara con el Lord Comandante - Todo gracias a las acciones de nuestra hija pródiga. Correcto. - el tono de Aethan continuó seco. Bien, querido. - endureció un poco su voz. Lo suficiente como para que llegara a su marido pero también, para que nadie más lo escuchara - ¿Se puede saber cuál es tu problema? Oh, eso es sencillo. - dijo el Señor de los Velaryon removiendo su copa - Estoy en un punto en que te culpo a ti. ¿A mí? - mencionó azorada, la agudeza apoderándose de su voz. Sí, a ti. - asintió Aethan evaluando la sala - Fuiste la responsable de la educación de las niñas, así que Alyssa debió salir así por tu culpa. - No puedes culparme porque una haya salido mal. Si puedo. Mírame hacerlo. - el valyrio se colocó su mano libre en su pecho - Los hijos varones que tuvimos fueron mi responsabilidad, y todos salieron bien excepto Aemion, del que una vez más, tú fuiste responsable. - terminó acusador. La dama Massey tuvo que contenerse, más cuando estaba segura que el problema del menor de sus hijos fue provocado, de nuevo, por Alyssa. No me quedaré aquí callada recibiendo tales acusaciones en mi contra. - le espetó, sin que su dulce sonrisa la abandonara jamás. Oh, no te preocupes esposa. - Aethan fijó la vista en un punto - Creo que ya encontré alguien más divertido con quien charlar. Ante su mirada interrogante, señaló a su objetivo solo para dejarla pasmada. Alarra estuvo a punto de bloquear del shock - ¿La reina? ¿Desde cuándo consideras a la reina divertida? Que puedo decir, esposa. - un leve encogimiento de hombros provocó que su cabellera fluyera por los mismos - Esta mañana que pasamos juntos fue muy amena. Mi prima está dejando salir el viejo humor negro que tenía en su juventud. - una risa maliciosa salió de él - Debo admitir que disfruto bastante de ello. Con un gesto de despedida la dejó sola, encaminándose hacia donde se encontraba la esposa menos amada del Conquistador. No dudo en llamar su atención ni dedicarle un saludo. Lo que sea que le dijo ella en respuesta lo dejó paralizado. ¿Visenya lo había descartado para volver a su antiguo estado de frío reconocimiento? Resopló. Se lo tenía merecido. Mira que jugar a ser amigo de ella con tal de mantenerse apartado de Alarra. Lo que sucedió instantes después no pudo haberla dejado conmocionada a ella sola. Visenya la guerrera, la mujer seca y amargada, colocó su mano en la de Aethan y dejó que este la guiara al centro del salón. Este era un espectáculo que no se había visto en décadas, si alguna vez sucedió. La reina de Poniente había aceptado una invitación a danzar.
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