ID de la obra: 944

CAMBIO —「Last Embryo」

Het
G
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1
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planificada Mini, escritos 130 páginas, 44.722 palabras, 13 capítulos
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Capítulo 4

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Capítulo 4 Periódico Kyou Shimbun ¿Qué pasó hace cinco años donde murieron más de 600 personas? —Escrito por Ai Hoshino. El día en que Japón fue sumido en el silencio más oscuro, cuando cuatro familias prominentes fueron brutalmente eliminadas, aún resuena en la mente de aquellos que se atreven a recordar. Las familias Saito, Kurogane, Aoyama, y Takeda, pilares de nuestra sociedad, fueron aniquiladas en una sola noche de terror. Pero ¿qué llevó a este acto de violencia despiadada? Tras una exhaustiva investigación, la verdad ha salido a la luz: todo fue un acto de venganza del Clan Muramasa. El Clan Muramasa, una organización cuya influencia ha crecido en las sombras, orquestó estas eliminaciones como represalia por la muerte de 50 de sus hombres, incluyendo a sus líderes, en un conflicto con estas familias. Este acto de venganza fue llevado a cabo con precisión y crueldad, dejando un mensaje claro: aquellos que se atrevan a desafiar al Clan Muramasa pagarán con su vida. Lo más aterrador de este relato no es solo la violencia que se desató, sino el poder que el Clan Muramasa ejerce sobre nuestra nación. Desde el momento en que la sangre fue derramada, las autoridades, televisoras, radios, y todos los medios de comunicación fueron amenazados y silenciados. El control casi absoluto que el Clan Muramasa tiene sobre Japón se hizo evidente esa noche, cuando la verdad fue enterrada bajo una capa de miedo y silencio. Este artículo es una voz que se alza en medio de la oscuridad, una verdad que se niega a ser silenciada. El pueblo japonés tiene derecho a saber, a comprender la magnitud del poder que se oculta tras las sombras de nuestra sociedad. La noche del desastre no debe ser olvidada, y aquellos responsables deben ser expuestos por lo que son: los verdaderos tiranos que han sometido a nuestra nación. La pregunta que queda es, ¿hasta cuándo Japón continuará bajo el yugo de este clan? La verdad está aquí, y el cambio comienza con su revelación. Takashi Yamada, CEO del periódico Kyou Shimbun, observaba con una mezcla de ansiedad y temor cómo Senji Muramasa leía el artículo publicado por Ai Hoshino desde su propio asiento. La sala estaba cargada de tensión, cada segundo que pasaba sin una palabra de Senji hacía que el miedo de Takashi se intensificara. Senji, sin embargo, parecía imperturbable. Sus ojos se movían meticulosamente sobre cada línea del artículo, su expresión indescifrable. Finalmente, al terminar, soltó un largo suspiro y dejó el periódico sobre el escritorio. Sin apartar la vista del techo, murmuró: —En serio... lo que escribió Ai es una verdadera molestia. Takashi sintió un nudo en el estómago. Sabía que ese artículo podría desencadenar consecuencias terribles, y el hecho de que Senji estuviera allí, en su asiento, lo llenaba de pánico. Pero antes de que su miedo pudiera traducirse en palabras, Senji habló de nuevo, esta vez con un tono más suave, casi melancólico. —Pero no la mataré. Nos hicimos amigos hace seis años. Takashi respiró aliviado, aunque el sudor frío en su frente no desaparecía. Sabía que Senji no era alguien que olvidara fácilmente, y que la publicación de Ai había cruzado una línea peligrosa. Sin embargo, esa pequeña declaración sobre su amistad con Ai era lo único que mantenía a Takashi a salvo, al menos por ahora. Senji se levantó lentamente del asiento, su presencia imponente llenando la sala con una energía amenazante. Takashi Yamada apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir la mano de Senji alrededor de su cuello, levantándolo con una fuerza sorprendente. El aire se le escapó, y sus manos se apresuraron a intentar aflojar el agarre, pero fue inútil. —Escucha bien, Yamada —la voz de Senji era baja, peligrosa, cada palabra cortando el aire con precisión—. Te voy a perdonar la vida, pero solo bajo una condición. Takashi, luchando por respirar, asintió con desesperación, sus ojos suplicantes reflejando el miedo que sentía. —Mañana, en la primera plana de tu periódico —continuó Senji—, vas a publicar una retractación. Vas a decir que el artículo de ayer fue un error, una noticia falsa basada en información incorrecta. Inventarás algo convincente… —hizo una pausa, calculando la mejor manera de manejar la situación—. Dirás que las "fuentes" del periódico fueron manipuladas por un grupo que buscaba desprestigiar al Clan Muramasa y que toda la historia fue un montaje, diseñado para crear pánico y desestabilizar la confianza en los medios. Los ojos de Takashi se llenaron de horror mientras escuchaba. Sabía que lo que Senji pedía no solo era peligroso para la integridad del periódico, sino que también podía dañar irreparablemente su credibilidad. Pero no tenía elección. —Lo… lo haré. —logró decir con dificultad, sus palabras entrecortadas. Senji aflojó su agarre, permitiendo que Takashi cayera al suelo, jadeando por aire. Lo miró con desdén antes de dar media vuelta y dirigirse hacia la puerta. —Recuerda, Yamada —dijo Senji, deteniéndose un momento—. Esta es tu única oportunidad. Si fallas en arreglar este problema, no habrá una segunda. Sin decir más, Senji salió de la sala, dejando a Takashi temblando en el suelo, consciente de que la reputación de su periódico y su vida dependían de cumplir con la orden que acababa de recibir. Senji ingresó al ascensor, seguido por dos de sus hombres más leales del Clan Muramasa: Arai y Fujimoto. Mientras las puertas se cerraban y comenzaban a descender, el ambiente en el pequeño espacio se llenó de una tensión pesada. Senji, aun procesando lo que acababa de ocurrir en la oficina de Takashi Yamada, permanecía en silencio, pero su mente estaba trabajando rápidamente. —¿Han encontrado el paradero del Primer Ministro? —preguntó Senji sin apartar la vista de las puertas del ascensor, su tono era calmado pero cargado de una intención clara. Arai, un hombre robusto con una cicatriz que le cruzaba el rostro intercambió una mirada con Fujimoto antes de responder. —No, aún no, Senji-sama —respondió Arai con respeto—. Por el momento, no tenemos información concreta, pero nuestros contactos nos dicen que el Primer Ministro está cambiando de ubicación casi a diario. Está haciendo todo lo posible por mantener su paradero oculto. Fujimoto, un hombre delgado con ojos agudos, asintió mientras añadía: —Es cuestión de tiempo antes de que lo encontremos. Nuestras fuentes están cada vez más cerca de obtener la información que necesitamos. No podrá seguir escondiéndose para siempre. Senji asintió ligeramente, sin mostrar ninguna emoción evidente. —Quiero que aceleren la búsqueda —ordenó Senji, su voz firme y autoritaria—. No podemos permitir que se mantenga fuera de nuestro alcance por más tiempo. Cuando obtengan la información, actúen de inmediato. Los hombres asintieron enérgicamente, comprometidos a cumplir con la orden. El ascensor se detuvo en el vestíbulo, y las puertas se abrieron. Mientras Senji, Arai y Fujimoto salían del edificio, un auto negro se detuvo frente a la entrada. Las luces se apagaron y las puertas se abrieron, revelando a dos hombres del Clan Muramasa, Takeda e Ishikawa, quienes caminaban con paso firme. —Senji-sama, hemos traído a la señorita Hoshino. —anunció Takeda, abriendo la puerta trasera del auto. Desde el interior del vehículo, la voz animada de Ai Hoshino se hizo escuchar: —¡Cuánto tiempo ha pasado! —dijo Ai, asomando la cabeza con una sonrisa nerviosa. Senji observó a Ai por un momento antes de esbozar una media sonrisa. —Podría matarte ahora mismo, ¿sabes? —dijo en tono casi juguetón, aunque sus palabras tenían un filo inquietante. Ai tragó saliva, un sudor frío recorriendo su frente. —Eso ni siquiera se cuenta como broma, Senji. —respondió Ai, intentando mantener la compostura, aunque su voz traicionaba un leve temblor. Senji mantuvo la mirada fija en Ai, sus ojos reflejando una mezcla de irritación y resignación. —Descuida —dijo finalmente, soltando un suspiro—, no lo haré. Aunque estoy enojado por lo que publicaste en ese artículo, revelando lo que ocurrió hace cinco años. Ai soltó un pequeño suspiro de alivio, aunque el nerviosismo seguía presente en su expresión. —Pero —continuó Senji, su tono firme—, vendrás conmigo. Ai lo miró sorprendida, sin atreverse a cuestionar su decisión. Senji no le dio más opciones, y con un gesto, indicó a Takeda e Ishikawa que la escoltaran. Ai subió al auto negro con la misma expresión de nerviosismo que la había acompañado desde su captura. Mientras tanto, Senji se dirigió hacia otro carro, escoltado por Arai y Fujimoto. El vehículo se puso en movimiento, y Ai observó desde el asiento trasero el paisaje urbano de Tokio desvaneciéndose a medida que se acercaban a la mansión japonesa de Senji. El viaje fue largo, pero el paisaje cambió de concreto y edificios a una lujosa zona de jardines y caminos pavimentados. Finalmente, el carro se detuvo frente a una imponente puerta de madera, intrincadamente tallada con símbolos tradicionales del Clan Muramasa. Dos enormes puertas se abrieron lentamente, revelando una visión impresionante. A ambos lados del camino de bloques de hormigón, varios hombres del clan estaban alineados en filas perfectas, con las manos cruzadas en la espalda en señal de respeto. Sus miradas eran serias y atentas, mostrando una clara reverencia hacia el regreso de su líder. Cuando Senji bajó del carro, Ai lo siguió con una mezcla de fascinación y ansiedad. La multitud de hombres se enderezó y, al unísono, levantaron sus voces en un saludo ceremonioso. —¡Bienvenido de vuelta, Senji-sama! ¡Estamos felices de que haya regresado! La bienvenida resonó por todo el recinto, un eco de lealtad y respeto que llenó el aire. Ai observó, impresionada por la ceremonia y el poder que Senji parecía ejercer sobre su clan. Senji asintió con un gesto imperceptible, su postura erguida y autoritaria. Sin perder tiempo, comenzó a caminar hacia la mansión, seguido de cerca por Ai, quien no podía evitar sentirse como una intrusa en medio de esa ceremonia imponente. Dentro de la mansión, Senji guió a Ai hacia una habitación espaciosa y elegantemente decorada. La habitación estaba amueblada con gusto, y una mesa de madera de gran tamaño dominaba el centro del espacio, rodeada de cojines dispuestos para proporcionar comodidad. El ambiente era tranquilo, una mezcla de opulencia y serenidad que contrastaba con la tensión palpable en el aire. Senji se dirigió a la mesa y se sentó en uno de los cojines, observando a Ai con una expresión que combinaba curiosidad y severidad. Antes de que la conversación pudiera comenzar, una sirvienta apareció en la entrada de la habitación, con una actitud profesional y discreta. —¿Senji-sama? —preguntó la sirvienta con voz suave—. ¿Desea algo? —Sí, por favor —respondió Senji—. Un poco de sake. La sirvienta asintió y se volvió hacia Ai. —¿Y usted, señorita Hoshino? ¿Qué le gustaría beber? Ai, visiblemente nerviosa, miró alrededor antes de responder. —Café negro, por favor. La sirvienta tomó nota y se marchó con el pedido de ambos, dejando a Senji y Ai en la habitación. La espera aumentaba la tensión, y Ai tragó saliva mientras se sentaba en el cojín frente a Senji. Sus manos estaban ligeramente temblorosas y sus ojos no podían dejar de mirar a Senji, buscando cualquier indicio de lo que él podría estar pensando. Senji, con su mirada fija en Ai, se acomodó en su asiento con una mezcla de paciencia y autoridad. La mesa de madera, pulida y robusta, parecía simbolizar la distancia entre ellos, aunque la conversación inminente estaba a punto de cerrar esa brecha. Senji con un tono calmado, preguntó: —Ai, ¿cuál es la verdadera razón detrás de la publicación de ese artículo? No recuerdo haber hecho nada que pudiera llevarte a actuar en mi contra. Ai, al escuchar la pregunta, intentó mantener una expresión serena, pero sus ojos brillaron brevemente en forma de estrella blanca mientras buscaba la respuesta correcta. —La verdad es que… —comenzó, con una sonrisa forzada—, sentí que el artículo era importante para informar al público sobre lo que realmente ocurrió. Senji observó a Ai con detenimiento, notando el brillo blanco en sus ojos. Era evidente que estaba mintiendo. Su mirada se tornó más aguda, y el silencio se llenó de tensión. Ai, notando la incredulidad de Senji, bajó la cabeza y dejó que su mirada se volviera oscura. Su voz se hizo más seria y sincera. —La verdad es que estoy enojada contigo, Senji. Después de aquella última conversación en el cementerio, me sentí abandonada. Has estado ausente durante cinco años, y no entendía por qué. Al final, el artículo fue una forma de llamar tu atención y expresar mi frustración. El cambio en la expresión de Ai no pasó desapercibido para Senji. Sus ojos, que antes eran luminosos y engañosos, ahora reflejaban una tristeza genuina. Senji asintió lentamente, comprendiendo la verdadera motivación detrás de la acción de Ai. Senji asintió, asimilando la revelación de Ai. Su expresión se suavizó ligeramente, aunque la seriedad permaneció en su rostro. —Así que era eso —dijo con calma—. Entiendo por qué sentiste la necesidad de hacer lo que hiciste. Pero ahora, más allá de nuestras diferencias personales, has visto el impacto que ha tenido nuestra situación. El Clan Muramasa ha aumentado su influencia y poder en Japón desde entonces. Ai, con la mirada aún oscura por la sinceridad, asintió en señal de acuerdo. —Sí, he visto cómo la situación ha cambiado —respondió—. El clan parece tener un control casi total sobre el país. Senji se reclinó en su cojín, reflexionando sobre las palabras de Ai. Luego, con un tono más relajado, dijo: —Te agradezco que me hayas dicho la verdad, aunque no de la manera en que me hubiera gustado. Ahora, el Clan Muramasa tendrá que suavizar sus negocios. El ojo público seguramente investigará si lo que escribiste es verdad o mentira. Ai asintió, comprendiendo las implicaciones de lo que Senji había dicho. La conversación había tomado un giro inesperado, pero al menos, la verdad había salido a la luz. En medio de la conversación, la puerta de la habitación se abrió suavemente y la sirvienta volvió con el pedido. En sus manos, llevaba una bandeja con dos elementos: una taza de café negro para Ai y un pequeño jarrón de sake acompañado de un sakazuki para Senji. La sirvienta se acercó con paso cuidadoso y colocó la taza frente a Ai, luego colocó el jarrón y el sakazuki frente a Senji. —Aquí está su café negro, señorita Hoshino —dijo la sirvienta con una inclinación respetuosa—. Y el sake para usted, Senji-sama. Senji asintió en agradecimiento y tomó el jarrón. Con movimientos precisos, vertió el sake en el sakazuki, una taza roja con una flor en medio, diseñada para permitir una pequeña cantidad de bebida. El líquido dorado brillaba a la luz suave de la habitación. Senji levantó el sakazuki y lo llevó a sus labios, bebiendo con una expresión de satisfacción. Ai, observando el gesto de Senji, tomó su taza de café negro y dio un sorbo, buscando el confort en la bebida mientras procesaba la conversación reciente. La atmósfera se volvió un poco más relajada mientras ambos disfrutaban de sus bebidas, aunque el peso de la situación seguía presente. La sirvienta, después de entregar las bebidas, hizo una ligera inclinación y se retiró de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella con suavidad. Senji observó a Ai por un momento mientras tomaba un sorbo de su sake. Finalmente, con un tono pensativo, le preguntó: —¿Qué vas a hacer ahora? Hiciste que el CEO Takashi pasara un horrible momento por el artículo que publicaste. Es bastante obvio que serás despedida. Ai, sonriendo ligeramente, asintió con comprensión. —Sí, supongo que eso es lo que pasa cuando uno se mete en problemas grandes —dijo Ai con un toque de ironía—. Además, fuiste hasta la oficina del CEO. Estoy segura de que lo amenazaste. Justo en ese momento, Ai sintió su teléfono vibrar en el bolsillo. Lo sacó y, al revisar el mensaje, su expresión se tornó en una mezcla de sorpresa y diversión. Mostró el teléfono a Senji, donde se leía claramente el aviso de su despido. —Parece que no me equivoqué —dijo Ai, riendo ligeramente—. Me acaban de despedir oficialmente. Senji miró el mensaje y luego a Ai, quien parecía aceptar la noticia con una actitud sorprendentemente ligera. La situación, aunque seria, había tomado un giro más desenfadado mientras ambos reconocían la ironía de la situación. Viendo que todo se había resuelto con tranquilidad, Senji se inclinó ligeramente hacia adelante, una sonrisa comenzando a formarse en su rostro. —Ahora que tienes más libertad —dijo Senji con una sonrisa irónica—. ¿Qué te parece la idea de estudiar en la misma academia que yo? Voy a ingresar como estudiante en la Academia Privada Seiren. Ai lo miró con sorpresa y curiosidad, considerando la propuesta de Senji. —¿En serio? —preguntó Ai—. ¿Cómo es la Academia Privada Seiren? Senji asintió con entusiasmo. —Es una excelente institución, con muchas oportunidades y un buen ambiente para estudiar. Ai, al escuchar la propuesta, sonrió al pensar en las nuevas posibilidades que podría ofrecerle este cambio. —Lo consideraré seriamente —dijo Ai—. Parece una buena oportunidad para comenzar de nuevo. Luego de este intercambio, la conversación continuó en un tono más relajado. Ai, con curiosidad, le preguntó a Senji sobre su estadía en la prisión juvenil. Senji, con una sonrisa nostálgica, compartió algunas anécdotas de su tiempo allí, hablando sobre las experiencias y desafíos que enfrentó. Al darse cuenta de que era tarde, Senji se volvió hacia Ai con una sonrisa amable. —Es muy tarde —dijo Senji—. Si quieres, puedes quedarte a dormir esta noche. Buscaré a una sirvienta que pueda mostrarte una habitación cómoda. Ai, al escuchar la oferta, aceptó con agradecimiento. Senji salió de la habitación para buscar a una sirvienta que pudiera guiar a Ai a su habitación. Mientras tanto, Ai se mentalizaba y se preparaba para descansar y dormir por primera vez en la casa de Senji. Por otra parte, Senji caminaba por los pasillos de la mansión, moviéndose con calma hacia el jardín. Finalmente, encontró a Julie cerca del estanque, observando a los peces koi nadar lentamente en el agua iluminada por la luz de la luna. —Julie —dijo Senji, acercándose con una sonrisa—. Necesito hablar contigo sobre Ai Hoshino. Ella es nuestra invitada esta noche y se quedará en la mansión. Julie levantó la vista de los peces y asintió con comprensión. Senji, sabiendo que Julie no solía hablar mucho, le preguntó: —¿Te importaría si estoy contigo por un tiempo? Me gusta mirar la luna brillando en el cielo, y me vendría bien un poco de compañía. Julie, con su característico tono monótono, respondió con un leve movimiento de cabeza: —Claro. Ambos se dirigieron a un rincón del jardín donde la vista de la luna era más clara. Senji se acomodó en un banco cercano y se sentó, mirando el cielo estrellado. Julie se unió a él, manteniendo su silencio característico, pero disfrutando de la tranquila noche junto a Senji. —Gracias por hacer esto —dijo Senji, rompiendo el silencio—. A veces, es agradable tener un momento de calma para reflexionar. Julie asintió lentamente, apreciando la serenidad del momento. Juntos, pasaron unos minutos en silencio, disfrutando del espectáculo nocturno. Finalmente, Senji se levantó, agradecido por la compañía. Se despidió de Julie y regresó a la mansión, mientras ella permanecía en el jardín, disfrutando de la paz de la noche. Senji regresó al interior de la mansión con una sensación de calma renovada, después de compartir unos momentos de tranquilidad con Julie. Sin embargo, mientras avanzaba por los pasillos hacia el ala principal, una sensación familiar comenzó a recorrer su cuerpo. Era una sensación que Senji conocía bien, una intuición aguda que siempre había sido precisa en momentos cruciales. Sentía que el equilibrio en su mundo estaba a punto de cambiar de manera significativa, y aunque no podía identificar exactamente qué lo desencadenaría, sabía que algo grande se aproximaba. Con la mente ocupada en estos pensamientos, Senji continuó su camino hacia su oficina, donde se sentaría para planificar los próximos pasos y prepararse para cualquier eventualidad. Su actitud cambió de una tranquila reflexión a una concentración intensa, consciente de que la calma aparente podría estar por terminar. Senji hablo en voz baja: —¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué hay presencias divinas intentando ingresar a este mundo? Si su llegada no es controlada, podría traer desastres que sacudirían toda la existencia. Su expresión se endureció, y sus ojos se oscurecieron mientras una nueva preocupación emergía en su mente. —¿Por qué los 12 Devas, encargados de situaciones como esta, no están haciendo su trabajo…? —susurró, su voz cargada de desconfianza y frustración.
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