ID de la obra: 944

CAMBIO —「Last Embryo」

Het
G
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1
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planificada Mini, escritos 130 páginas, 44.722 palabras, 13 capítulos
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Capítulo 5

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Capítulo 5 Una persona de cabello blanco yacía gravemente herida. En su espalda, donde antes se distinguía el tatuaje del rostro de un oni, ahora se veían cinco profundos cortes que habían deformado la imagen, como si una cuchilla lo hubiera destrozado. Lo más alarmante era su brazo izquierdo, el cual había sido separado limpiamente de su cuerpo. Además, un corte diagonal atravesaba su torso, desde el hombro hasta el abdomen, acercándose peligrosamente al plexo solar. En esa zona, una pequeña abertura revelaba que una espada lo había atravesado, aunque la herida se ocultaba bajo la sangre que brotaba de su cuello. Era un milagro que siguiera vivo, considerando el corte profundo que marcaba su garganta. Frente a la persona gravemente herida, se encontraban dos jóvenes adolescentes. Una chica de cabello rubio y ojos morados, con varias heridas visibles en su cuerpo, sostenía firmemente una lanza dorada mientras observaba con determinación al individuo de cabello blanco. A su lado, un chico de cabello castaño rojizo y ojos de un marrón dorado, también gravemente herido, empuñaba una lanza dorada idéntica a la de la chica. Ambos miraban con firmeza al joven albino, como si el enfrentamiento aún no hubiera terminado. —Brahmastra… —murmuró el albino, lo suficiente como para que los dos adolescentes lo escucharan. —Es hora de que mueras, Sengo. —Fue la chica rubia quien habló primero, su mirada llena de determinación. —En esta guerra han muerto demasiados, todo con el único objetivo de acabar contigo —dijo el chico de cabello castaño rojizo, negando lentamente con la cabeza—. No, con el objetivo de destruir al [Mal Absoluto] y traer paz a este mundo. El chico de cabello blanco torció los labios en una sonrisa. —Bien, bien… —vieron una extraña felicidad en el rostro de Sengo—. Vengan, Izayoi Saigou y Shirou Emiya. Sin esperar más, los dos jóvenes se lanzaron hacia él, preparados para otro combate decisivo. Donde un destello de luz blanca que apareció en el choque de las lanzas impidió seguir observando con claridad la pelea. ¡bip, bip, bip! El sonido de un despertador se escuchó en la habitación de Senji, interrumpiendo el sueño que estaba teniendo el día de hoy. Levanto la mano para alcanzar el sonido chirriante de su despertador para apagarlo. Suspiró. —Es la primera vez que tengo este sueño —se levantó lentamente de su cama luego de haber apagado el despertador—. Ya ha pasado 16 años desde que reencarne en esta vida, jaja —soltó otro suspiro—. El tiempo pasa rápido. Empezó a caminar hasta el baño que se encontraba en su habitación y pensar que puede hacer este día que es domingo, mañana es cuando iniciara las clases para él. Luego de 15 minutos, Senji salió del baño y se dirigió a su ropero para vestirse cómodamente. Una vez listo, se dirigió al comedor y encontró sobre la mesa un filete de salmón a la parrilla y una sopa de miso. Mientras disfrutaba de su desayuno, tomó el periódico que le había sido entregado y examinó la primera plana. El CEO Takashi Yamada estaba haciendo todo lo posible para salvar su cuello. —Bien —comentó Senji—. Como ya deben saber, todos los negocios considerados ilegales estarán en suspensión hasta nuevo aviso —todos presentes asintieron—. Con la noticia publicada ayer y la de hoy, es probable que haya una minoría que dude de la veracidad del artículo de Ai Hoshino sobre el Clan Muramasa. Para evitar conflictos, nos concentraremos únicamente en los negocios públicos. Con esas palabras, los demás aceptaron con optimismo lo que dijo Senji. Así que Senji continuó disfrutando de su desayuno antes de retirarse, escoltado por Sato. —Aunque Senji-sama —dijo Sato—, creo que ya es momento de dejar de lado el tráfico de armas y medicamentos. Hemos generado una inmensa cantidad de dinero con China y Corea del Norte. A este punto, sería mejor desmantelar ese negocio. Senji lo pensó por unos segundos. —Supongo que tienes razón —dijo finalmente—. Avisa a los demás que dejaremos de hacer negocios con China y Corea del Norte. Creo que es el momento de enfocarnos únicamente en los negocios de hoteles, joyerías, hospitales y casinos. —Gracias por escucharme, Senji-sama. —Si, sí. Aunque es lo mejor, traerá más problemas al Clan Muramasa si somos descubiertos que hacemos negocios ilegales con China y Corea del Norte. Su conversación termino abruptamente por la presencia de alguien. —¡Senji! —Ai Hoshino deslumbraba animadamente del otro extremo del pasillo—. ¡Qué vas a hacer ahora, Senji! Llego rápidamente Ai donde Senji que miraba con una expresión monótona. —Voy a pasear por la ciudad. Después de todo, es el trabajo de Sato. —Huh, ¿Solo eso? —¿Acaso esperabas algo más? —Senji levantó una ceja ante su atrevimiento. —Mmm —Ai llevo su dedo índice a la boca—. Algo como hacer un negocio turbio con un político, tal vez. —La sonrisa de Ai carcomía la mente de Senji. “Ella de seguro investigo más de mí.” —No —respondió Senji—. Sato conducirá por la ciudad y luego iremos al onsen de la señora Mitsuki. Después de todo, alguien interrumpió mi baño en el onsen al publicar un artículo escandaloso sobre mi clan. Senji miro a Ai sin ocultar su molestia. —Ups —Ai saco su lengua intentando ser divertida para calmar la molestia de Senji—. Mi error, pensé que ya fui perdonada por eso. Viendo que su acción no fue efectiva en Senji, agacho la mirada golpeando débilmente con sus dedos índices haciéndola tierna a los ojos de Senji. —Fuiste perdonada —dijo Senji, llevándose los dedos al puente de la nariz—. Pero, aun así, el artículo me causa molestia. Comenzó a caminar a un lado de Ai para seguir avanzando. —¿Puedo ir contigo? Senji miro de reojo a los ojos de Ai. —Bien. —¡Gracias! “No se va a despegar de mí, ¿verdad?” Flashback… El Primer Ministro de Japón, Kaito Takahashi, estaba en una encrucijada. Durante semanas, había estado evitando a los hombres del Clan Muramasa, moviéndose constantemente de una propiedad privada a otra, cada día en una casa diferente. Sabía que no podía esconderse en lugares que llevasen su nombre, ya que el Clan Muramasa había comenzado a rastrear cada posible escondite conocido. Esa noche, Kaito se encontraba en una lujosa villa en las afueras de Kyoto, una propiedad perteneciente a un amigo cercano que confiaba en su discreción. Sin embargo, la suerte no estaba de su lado. Mientras él se relajaba en la terraza, tratando de relajarse después de días de estrés, la tranquilidad de la noche fue interrumpida por un grupo de hombres vestidos con trajes oscuros y con un aire de peligro inminente. Los miembros del Clan Muramasa, liderados por Yuto Tanaka, uno de los principales lugartenientes del clan, habían seguido el rastro hasta la villa. Yuto, conocido por su habilidad en la investigación y su determinación implacable, había encontrado finalmente el escondite de Kaito. La villa era lujosa, con paredes altas y un gran jardín, pero la experiencia del Clan Muramasa les permitió evadir las medidas de seguridad que el Primer Ministro había considerado suficientes. Kaito estaba en el interior de la casa, cuando escuchó el sonido de un cristal romperse en el jardín. Sus ojos se abrieron con pánico; sabía que había sido descubierto. Acelerando el ritmo de sus pensamientos, tomó una decisión apresurada. Desesperado, se dirigió a la salida trasera de la villa, con la intención de escapar por un sendero que llevaba a un pequeño embarcadero en el río cercano. Esperaba que pudiera perder a sus perseguidores en el agua, usando una lancha rápida que tenía oculta allí. Pero el destino le jugó una mala pasada. Mientras se preparaba para abordar la lancha, escuchó pasos detrás de él. Los miembros del Clan Muramasa se acercaban rápidamente, y aunque trató de apresurarse, sabían exactamente a dónde ir. —¡Kaito Takahashi! —la voz de Yuto resonó en la noche, fría y autoritaria. Kaito giró para enfrentarlos, su rostro pálido por la desesperación. La lancha estaba a unos metros de distancia, pero la distancia no era suficiente. Los hombres del Clan Muramasa se movían con precisión, bloqueando cada ruta de escape. Sin opciones, Kaito dejó caer la bolsa con documentos comprometedores que había traído consigo y levantó las manos en señal de rendición. Kaito sabía que no había más escapatoria. Mientras los hombres del Clan Muramasa lo rodeaban, comprendió que su vida estaba a punto de cambiar de manera irreversible. Había jugado al gato y al ratón durante semanas, pero ahora el juego había terminado. Fin del Flashback… ¡Ring, ring! En medio del viaje por la ciudad, el molesto sonido de mi teléfono rompió la paz que tanto deseaba. Con un suspiro, acepté la llamada. —Habla. [Senji-sama, tenemos al Primer Ministro en nuestras manos en el Hotel Kiryu. Estaremos esperando su llegada.] Hijo de puta, quería relajarme en el onsen. —Bien, iremos ahora. —respondí con un tono seco antes de colgar abruptamente. Giré hacia Sato, que estaba conduciendo. —Cambio de planes. Nos dirigimos al Hotel Kiryu. Sato asintió sin decir nada, girando el volante con precisión para cambiar de rumbo. Relajarse en el onsen tendrá que ser otro día. Después de 15 minutos llegamos al Hotel Kiryu, una majestuosa construcción que se alzaba cientos de metros, proyectando lujo y grandeza desde cada ángulo. Al pisar las escaleras que llevaban a la entrada, los guardias se enderezaron al verme. —Bienvenido, Senji-sama. —dijeron, inclinándose con respeto mientras abrían la puerta de cristal para mí. Ai Hoshino, que había estado caminando detrás de mí, no pudo evitar expresar su asombro. —¡Wow! —sus ojos brillaban tanto como el reluciente interior del hotel—. ¡Este lugar es increíble! ¡Es la primera vez que entro a un sitio así! Viendo cómo te trataron, este hotel debe ser tuyo, ¿verdad? Ignorando mi presencia, empezó a moverse por el vestíbulo con la emoción de una niña pequeña descubriendo un parque de diversiones. —Deberías calmarte —le dije, intentando contener una sonrisa ante su comportamiento—. Disfruta de las comodidades que ofrece el hotel mientras yo atiendo un asunto importante. No tardaré mucho. —¡Entendido! —respondió con entusiasmo, para luego dirigirse hacia la zona del SPA, rodeada de asistentes que se apresuraban a seguirla—. ¡Puedes tomarte todo el día si quieres, Senji! ¡Voy a disfrutar al máximo! Suspiré ligeramente y me moví hacia Sato, quien ya estaba preparado. —Andando. —Sí, señor. —respondió de inmediato mientras nos dirigíamos hacia el ascensor, directo al último piso. » ━━━━━━ « ♔ » ━━━━━━ « Kaito Takahashi se encontraba asustado. Por fuera, mantenía su compostura habitual, pero por dentro, el miedo lo consumía lentamente. Estaba encerrado en la oficina de la Gerente General, Haruka Nishida, esperando lo inevitable. Frente a él, Haruka, una mujer hermosa y enigmática, lo observaba con detenimiento. Su largo cabello negro caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos, igualmente oscuros, tenían una intensidad que lo hacía sentir incómodo. Había algo en su presencia que lo inquietaba, una frialdad calculada que lo desarmaba más que cualquier amenaza abierta. La gerente no apartaba la mirada de Kaito, como si analizara cada pequeño detalle de su persona. Era evidente que sabía lo que estaba haciendo. Su sonrisa, apenas perceptible, parecía disfrutar del momento. "Ella lo sabe," pensó Kaito, tratando de controlar su respiración. "Sabe que estoy asustado." A pesar de sus intentos por ocultarlo, Haruka parecía captar cada pequeña señal de su miedo. No lo mostraba abiertamente, pero la forma en que sus labios se curvaban en una sonrisa sádica dejaba claro que se estaba divirtiendo con su fachada. No necesitaba que Kaito temblara ni suplicara para saber que estaba aterrado. —Takahashi-san, no te ves tan tranquilo como sueles estar en el parlamento. —comentó ella con un tono suave, pero afilado como una navaja. Kaito tragó saliva con discreción, sus ojos encontrando los de ella solo por un breve momento antes de desviarse. Sabía que mostrar nerviosismo ante esta mujer sería un error. Mantente firme, Kaito. No dejes que te controle, pensó para sí mismo. —Es curioso que lo digas —respondió él con un tono mesurado, tratando de retomar el control—. Me siento bastante cómodo, considerando las circunstancias. Haruka soltó una pequeña risa, una que no llegó a sus ojos. Se inclinó ligeramente hacia adelante, sus dedos tamborileando sobre la mesa, en una especie de juego silencioso. —No tienes por qué mentirme, Takahashi-san. Sé que no es fácil para un hombre en tu posición. Tantos compromisos, tantas decisiones... y ahora esto. —Hizo una pausa, observándolo atentamente antes de continuar—. Pero te diré algo, aquí no tienes por qué preocuparte. Mientras estés en el Hotel Kiryu, estarás a salvo. Por ahora, nadie va a hacerte daño. Kaito intentó desentrañar el significado oculto en sus palabras, pero, sorprendentemente, algo en su tono le permitió soltar un poco de la tensión acumulada. Inhaló profundamente, permitiéndose bajar ligeramente la guardia. —Agradezco tu hospitalidad —dijo, inclinando la cabeza en un gesto formal—. Este lugar es... impresionante. Haruka sonrió de nuevo, esta vez sin el filo sádico en su expresión. —Espero que lo disfrutes. No todos tienen el privilegio de estar aquí, Takahashi-san. Tómate tu tiempo, relájate. —Sus ojos se suavizaron por un instante, como si estuviera intentando tranquilizarlo realmente—. Todo será más fácil si estás tranquilo. Kaito asintió lentamente. Aunque no confiaba del todo en Haruka, las palabras que ella le había dicho lograron calmar, aunque sea un poco, el caos en su mente. El ambiente en la oficina se mantuvo en una tensa calma, pero esa tranquilidad se quebró en cuanto las puertas de la sala se abrieron de golpe. Senji Muramasa entró acompañado por Sato, su fiel lugarteniente. Ambos proyectaban una presencia imponente, pero la de Senji era particularmente sofocante, casi como si el aire mismo se volviera más denso con su llegada. Kaito sintió un nudo formarse instantáneamente en su garganta. El peso de la mirada de Senji sobre él era abrumador, como si todo su cuerpo lo aplastara bajo la presión de aquel líder temido por muchos. Aunque no dejó que su rostro traicionara su creciente miedo, por dentro, sentía que cada fibra de su ser intentaba huir de esa habitación. "Así que este es el hombre..." pensó Kaito, manteniendo su postura, pero su mente giraba. Había oído rumores sobre la brutalidad y frialdad de Senji Muramasa, pero estar en su presencia era otra cosa completamente distinta. Senji, con su habitual calma, avanzó hasta quedar frente a Kaito, sus ojos afilados como cuchillas evaluándolo sin pronunciar una sola palabra. A su lado, Sato se mantenía firme, sin necesidad de decir nada, pero con una tensión palpable en su postura. —Takahashi-san, parece que te has puesto cómodo. —dijo finalmente Senji, con una voz tranquila pero cargada de una autoridad inquebrantable. No había necesidad de elevar el tono; su sola presencia era suficiente para llenar cada rincón de la sala. Kaito tragó con dificultad, su boca seca. Ese nudo en su garganta se apretaba más con cada segundo que pasaba bajo la atenta mirada de Senji. Por mucho que quisiera hablar, cualquier palabra que pensaba decir parecía quedar atrapada, sofocada por el peso de la situación. —M-Muramasa... —comenzó Kaito, pero las palabras se desvanecieron casi al instante. Se sentía diminuto ante el hombre que tenía frente a él, como si el poder que emanaba Senji lo dejara sin aire. Haruka, desde su asiento, observaba la escena en silencio, disfrutando cada segundo de la creciente tensión. Sabía que la verdadera tormenta acababa de entrar en la habitación. —No es necesario que hables ahora —interrumpió Senji, inclinándose ligeramente hacia Kaito, sus ojos perforando los de él—. Voy a usarte, porque tu poder como Primer Ministro es necesario. El corazón de Kaito latía frenéticamente en su pecho, pero con un esfuerzo titánico, logró mantener el control sobre su expresión. Sin embargo, por dentro, se sentía como un hombre a punto de caer al abismo. —Y lo que voy a enseñar, será importante para todos. Senji se enderezó lentamente, sus ojos aún fijos en Kaito, quien trataba de no perder el control. Entonces, con un movimiento sutil de su mano, el aire a su alrededor comenzó a vibrar. En un abrir y cerrar de ojos, varias katanas aparecieron, levitando suavemente a su alrededor como si fueran parte de una danza mortal. El brillo del acero relucía bajo la luz tenue de la oficina, proyectando sombras fantasmales en las paredes. Kaito sintió cómo su respiración se detenía por un instante. Las historias que alguna vez había escuchado, los mitos y leyendas sobre poderes sobrenaturales, comenzaban a tomar una forma aterradora frente a él. Senji lo estaba mostrando en ese mismo momento, y lo hacía con una naturalidad que hacía parecer todo demasiado real. —Este mundo —murmuró Senji, su voz llena de autoridad— oculta algo que muy pronto será revelado. Monstruos, deidades, seres más allá de la comprensión humana. Todo lo que alguna vez leíste o escuchaste... existe. El ambiente en la oficina se volvió denso, cargado de una presión abrumadora. Incluso los miembros del Clan Muramasa, hombres acostumbrados a lidiar con la violencia y el peligro, comenzaron a sudar bajo el peso de lo que estaban presenciando. Las katanas giraban lentamente alrededor de su maestro, creando una escena que parecía sacada de un sueño aterrador. —Cuando llegue el momento, —continuó Senji, sin apartar su mirada de Kaito— seré yo quien se encargue de esos monstruos. Tu única tarea es asegurarte de que la verdad permanezca oculta. Japón no está lista para esto... y tú lo sabes. El silencio que siguió a sus palabras fue ensordecedor, mientras Kaito sentía cómo un nudo se formaba en su garganta, incapaz de escapar de la opresiva presencia de Senji y las espadas que lo rodeaban. Mientras en la oficina la tensión se volvía casi insoportable, Ai Hoshino caminaba despreocupadamente por los elegantes pasillos del Hotel Kiryu. Los suelos de mármol pulido reflejaban las suaves luces doradas del techo, y los cuadros de artistas famosos decoraban las paredes, llenando el ambiente de una opulencia que la fascinaba. —¡Wow! —murmuró para sí misma, con los ojos brillando de emoción mientras miraba a su alrededor, deleitándose con cada rincón de lujo que descubría. Los empleados del hotel la saludaban con sonrisas corteses y atenciones constantes. Un mayordomo la guió hacia el área del SPA, abriendo las puertas de una sala envuelta en aromas florales y con fuentes de agua burbujeante que creaban un ambiente relajante. Ai soltó una pequeña risa emocionada mientras contemplaba las piscinas termales, las camas de masaje y el vapor suave que flotaba en el aire. —Esto es como un sueño hecho realidad... —susurró, mientras sus pies descalzos tocaban el borde de la piscina privada que le habían asignado. Se sumergió lentamente en el agua tibia, dejando que la calidez aliviara cualquier tensión de su cuerpo. Sus pensamientos vagaban libremente, completamente ajena al oscuro encuentro que estaba ocurriendo en la oficina de la gerente general. Ai solo tenía una cosa en mente: aprovechar al máximo las comodidades del hotel. —Espero que Senji tarde en terminar su reunión... —murmuró para sí misma, con una sonrisa traviesa mientras cerraba los ojos, dejándose llevar por el placer del momento. A medida que el tiempo pasaba, Ai disfrutaba del lujo sin ninguna preocupación. Para ella, el Hotel Kiryu era un paraíso, un escape del caos y las responsabilidades del mundo exterior, donde no había espacio para intrigas o misterios oscuros.
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