3. La marca tenebrosa
16 de septiembre de 2025, 10:35
Cuando Harry llegó a su apartamento pensó que lo echaría de menos. Aunque prácticamente no lo pisaba por el tiempo que le consumía su trabajo, tenía la ventaja de que si le apetecía, podía salir a pasear durante las noches de insomnio sin tener que rendirle cuentas a nadie. Pensó que quizá podría volver una vez que acabara con Voldemort, así que empezó a prepararse para lo que sería su última noche de libertad, pero quizás, la más anormal de su vida, ya que nunca había salido a cenar con nadie.
Harry se duchó, se afeitó y se vistió con un pantalón negro, una camisa blanca y un jersey gris. Cogió su abrigo y se fue a la estatua del parque a la hora acordada con la chica del supermercado. Enseguida llegó ella. No podía negar que la chica era mona.
–Hola. Me alegro de que haya venido. Tenía mis dudas después de lo que me costó convencerle para que viniera. –dijo Hermione. Harry no dijo nada. ¿Qué podía contestar a eso? –Bueno, ¿vamos? He reservado en un japonés que está aquí al lado. ¿Había ido alguna vez a un japonés?
Aunque sí que había cogido comida para llevar de algún chino o de alguna pizzería, lo primero que pensó Harry fue que nunca había ido a un restaurante con nadie, sin importar la nacionalidad, así que se limitó a negar con la cabeza.
–Le gustará. Por cierto, llevamos desde ayer hablando y todavía no nos hemos dicho nuestros nombres. Soy Hermione Granger –dijo ella extendiéndole la mano.
–Harry Potter –dijo él estrechando la mano de ella.
–¿Le puedo tutear?
–Haga lo que quiera. –contestó Harry bruscamente.
–Por favor, tutéame, es lo justo. –dijo Hermione.
Cuando llegaron, un amable camarero japonés los llevó a su mesa y les dejó la carta. El lugar era muy bonito y estaba muy bien ambientado. Había algunas mesas con clientes y de fondo sonaba música tradicional japonesa muy relajante.
–La verdad es que no sé qué pedir, está todo delicioso. ¿Qué te apetece?
–No lo sé. No entiendo de comida japonesa.
–¿Qué te parece si cogemos una tabla de sushi para los dos? –sugirió Hermione. Harry estaba un poco descolado, nunca antes había compartido la comida con nadie.
–Supongo que me tendré que fiar de tu criterio experto.
–No soy tan experta, pero sí que sé que la japonesa es una de las dietas más sanas del mundo. –dijo Hermione con una sonrisa. –Pero vista tu experiencia, creo que sí deberías fiarte de mi criterio. Para empezar a iniciarte en este mundo creo que podrías probar el sushi y también el tonkatsu, por si no te gusta el sushi. –Al ver la cara de Harry, Hermione decidió aclarar que era. –El tonkatsu es muy popular en Japón y es muy sencillo. Simplemente es una chuleta de cerdo empanada.
–¿Es el menú de los niños? –preguntó Harry sin pensar. Hermione no pudo evitar reírse con la pregunta de Harry.
–No, en realidad está muy bueno, yo lo pido a veces. Pero soy consciente de que hay gente a la que no le gusta el sushi y ya que vas a probar la experiencia japonesa, estaría bien hacerlo con un plato de pescado y otro de carne. Hay gente que piensa que los japoneses sólo comen pescado crudo, y no me gustaría que te fueras con esa idea.
–No lo haría, después de tu defensa a ultranza de la comida japonesa.
No sabía por qué, pero Harry empezaba a sentirse cómodo y relajado con esa chica. Una vez que pidieron, Hermione aprovechó para preguntar.
–Bueno, Harry, ¿cómo aprendiste a luchar así? –Harry se tensó de repente, algo que notó Hermione, pero debía contestar algo.
–Simplemente fui entrenado de pequeño en las artes marciales, kung fu, especialmente.
–¿En serio? Me parece muy interesante, y sobretodo útil para salvar a chicas asaltadas que hacen la compra.
–Bueno, tú también le diste su merecido a uno de esos capullos y no te dejaste amedrentar. No te quites mérito. –Harry se volvió a relajar al ver que Hermione no insistió en cómo aprendió.
–Me alegra que me lo reconozcas. En realidad estaba muy asustada y seguramente si no hubieras aparecido habrían hecho conmigo lo que hubiesen querido, pero jamás se lo habría puesto fácil.
–Es normal, eran un montón. Lo que demuestra que eran una panda de cobardes.
–Tienes una cicatriz muy curiosa en la frente. ¿Cómo te la hiciste?
–No lo recuerdo. –En realidad Harry no quería ahondar mucho en el tema. Sabía perfectamente quién se la hizo, pero no le iba a contar eso a una chica que acababa de conocer.
–Bueno, pasemos a cosas más agradables. Ahí viene la comida.
El camarero llegó con la comanda y ambos empezaron a comer. Harry se hizo un poco de lío con los palillos y cuando consiguió coger algo, se le cayó justo cuando iba a metérselo en la boca.
–Los tienes que coger así. –le mostró Hermione con habilidad. Le hacía gracia la torpeza de Harry con los palillos.
–¿Me has traído aquí para demostrarme tu habilidad con los palillos?
–Quizá. –dijo Hermione bromeando –Te acostumbrarás.
–Ahora entiendo por qué la mayoría de chinos están tan delgados.
Hermione empezó a reírse ante la ironía de Harry. Incluso Harry estaba sorprendido de que sus comentarios le hicieran gracia a Hermione, porque él no lo decía de broma, sino en serio. Nunca había bromeado con nada.
–Es curioso que manejes la navaja de la manera que lo hiciste ayer y seas tan torpe con los palillos. –Harry sólo se encogió de hombros por el comentario. –Bueno, ¿qué te parece la comida?
–Está delicioso. Se confirma que tienes buen criterio.
–Me alegro de haberme arriesgado a venir aquí.
La pareja continuó comiendo mientras Hermione le seguía explicando cosas de la comida japonesa. Entonces ella preguntó.
–¿Tú no quieres preguntarme nada? –Harry se extrañó con la pregunta. –Lo que quiero decir es que yo te he hecho una pregunta, y me parece justo que seas tú el que haga otra, así nos vamos conociendo.
–Ah. Está bien. ¿A qué te dedicas? –Harry preguntó sin pensar, sin saber que esa simple pregunta se volvería en su contra.
–Trabajo en la biblioteca de la universidad. Adoro leer, es una de mis pasiones. Me encanta aprender de todo. Y allí tengo libre acceso a casi cualquier cosa que quiera investigar.
–Ya veo que te has documentado bien para venir aquí.
–Ja,ja,ja. No te negaré que he leído sobre el tema, pero no por venir aquí, sino que simplemente tengo curiosidad y ansias de aprender un poco de todo. ¿Y tú, a qué te dedicas?
Estar con esa chica era una montaña rusa. Con lo bien que iba todo y con esa simple pregunta se volvió a tensar, y Hermione, que era especialmente observadora, lo volvió a notar. Esta vez no sabía qué contestar. Harry pensó que debía haberse preparado unas respuestas para esas preguntas típicas que surgen cuando se conoce a alguien y que para cualquiera serían muy simples de contestar.
–¿Te encuentras bien? Te has puesto muy tenso de repente.
–Oye, te agradezco todo esto, pero hay cosas que es mejor que no sepas.
–¿Por qué? ¿Es que eres un agente secreto o algo así que no puedes decírmelo? –preguntó ella intrigada. Él desvió la mirada. –¡Dios mío! ¿He acertado?
Hermione se sorprendió de sí misma y se le pusieron los ojos como platos. Harry sabía que no serviría de nada negarlo y se riñó internamente. Se preguntaba por qué no mintió diciéndole simplemente que era un aburrido contable para zanjar la conversación. Pero las buenas respuestas siempre se ocurren a toro pasado. El problema es que con lo hermético que era para los criminales, para Hermione parecía un libro abierto.
–Oye, perdona, me siento fatal. No te quería incomodar y por supuesto no diré nada.
–Ahora debes pensar que soy un agente secreto malísimo. –¿Por qué dijo eso? Nunca se había preocupado por lo que pensaran los demás. Se sentía desarmado con esa chica.
–En realidad no lo creo. Al fin y al cabo, me salvaste la vida. Pero puedes confiar en mí. Tu secreto está a salvo conmigo.
–¿Sabes que el protocolo en estos casos es matarte y hacer que pareciera un accidente? –y Harry lo habría aplicado sin dudarlo con cualquier otra persona. Hermione lo vio tan serio que empezó a dudar. Al fin y al cabo, Harry seguía siendo un desconocido.
–Lo dices en broma, ¿no?
A Harry le gustaría contestar que sí.
–Necesito ir al baño. –dijo él para evitar responder.
–De acuerdo –contestó Hermione ante el agobio del joven. Lo vio levantarse y desaparecer por el pasillo.
Una vez en el baño. Harry se miró en el espejo. Vio que se encontraba muy tenso. Harry pensó qué debía hacer con esa chica mientras se remangaba y echaba agua a la cara. Por un lado, había descubierto que era un agente secreto por su culpa, por no haber podido mantener el control de sus emociones. Pero por otro lado, todo el mundo sabe que los agentes secretos existen. Lo peligroso sería si conociera la organización para la que trabajaba y no estaba metida en ningún entramado criminal. No podía comparar a esa dulce chica con la misma gentuza con la que solía lidiar. Ella no tenía culpa de nada.
Entonces, salió un chico rubio del váter, se remangó y comenzó a lavarse las manos. Harry se quedó paralizado con lo que vio. En el antebrazo, ese hombre llevaba el mismo tatuaje que le veía al asesino de sus padres cada vez que soñaba con ellos: una calavera de la que salía una serpiente por la boca. Sin poder evitarlo, le agarró el antebrazo con fuerza y lo miró con detalle.
–¿Pero qué haces, idiota? –gritó el hombre forcejeando. Harry se quedó unos segundos más mirando el tatuaje, hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo y lo soltó.
–Lo siento mucho, señor. No sé qué me ha pasado.
–Yo le diré lo que le ha pasado: que se le ha ido la olla. No vuelva a acercarse a mí.
El tipo se bajó las mangas y salió del baño.
Harry se refrescó la cara para despejarse del momento que acababa de vivir y cuando se serenó un poco salió, aunque con la intención de no perder de vista al rubio. Ese tatuaje le podía llevar al asesino de sus padres.
Una vez que Harry salió del baño del restaurante, analizó la sala para localizar al rubio. Lo vio sentado con una mujer que le doblaba la edad y del que tenía cierto parecido, así que podría ser su madre. Una vez que lo localizó, se fue a su mesa y decidió que estaría atento a cualquier movimiento.
–¿Te encuentras mejor? Estás un poco pálido –preguntó Hermione.
–Sí. –se limitó a decir Harry.
–Oye, espero que hayas considerado no aplicar el protocolo conmigo.
–No te preocupes por eso. Jamás lo haría.
Hermione suspiró aliviada.
–La verdad es que por un momento pensé en huir, pero no tendría nada que hacer contra un agente secreto experto en artes marciales. Tendrás medios para localizarme fácilmente.
Harry casi no escuchaba a Hermione porque veía que el rubio y la mujer salían por la puerta y no podía dejar que se escaparan.
–Oye. –dijo Harry. –¿Puedes esperar aquí? Tengo que hacer algo.
Hermione estaba toda extrañada y como le pilló por sorpresa, tampoco pudo hacer mucho más porque Harry ya salía por la puerta.
Harry les siguió sin ser visto durante un par de calles y vio que el rubio y la mujer se montaban en un coche negro de alta gama. Era una lástima que no tuviera un vehículo para seguirles, pero con su móvil, le echó una foto al coche, donde se veía claramente el modelo, color y matrícula. Una vez que el coche se perdió por el horizonte, Harry volvió sobre sus pasos hacia el restaurante.
–Perdón por estropear la velada. –se disculpó Harry. De verdad se arrepentía porque por una vez en su vida lo estaba pasando bien y su torpeza y su pasado volvían a truncar su felicidad.
–¿Trabajo? –preguntó Hermione.
–Algo así.
–¿Es que un agente secreto no descansa ni en su tiempo libre? –Harry simplemente encogió los hombros. –No sé por qué pero me parece que no eres muy feliz con lo que haces. Me da la impresión de que tienes que tragar demasiados secretos y eso no es bueno para la salud mental de nadie.
¿Por qué se preocupaba por su salud mental o por cómo se sentía? Nunca nadie lo había hecho.
–Es por el bien mayor. –se limitó a decir.
–¿El bien mayor? ¿Qué eres, un mártir? Sinceramente, creo que deberías ser un poco más egoísta.
–Quizás, pero si hubiera sido egoísta probablemente estarías recién violada en una cama de hospital, o peor, muerta. –dijo Harry empezando a molestarse con el tema.
En cuanto dijo esto se dio cuenta del error que había cometido al ver la cara de Hermione.
–Gracias por salvarme, Harry, pagaré y me iré a casa.
–Espera, lo siento.
Hermione fue hasta el camarero, pagó y salió por la puerta. Harry se sentía fatal por lo que había dicho. No estaba acostumbrado a hablar con gente civilizada, tan solo con agentes secretos y maleantes. Así que decidió seguirla.
Hermione sabía que Harry iba detrás. Estaba segura de que se arrepentía de lo que le había dicho, pero seguía enfadada y no le pondría las cosas fáciles. Cuando llegó al portal de su apartamento unos diez minutos después, Harry se adelantó y llegó hasta ella.
–Mira, siento mucho haberlo estropeado todo. –Hermione abrió la puerta y subió por las escaleras y abrió la puerta de su casa. Harry la siguió. No podía dejar las cosas así, y mucho menos con la información que tenía. –Entiendo que estés enfadada. Incluso yo estoy enfadado conmigo mismo. He sido un bruto. Pero la verdad es que aunque me gustaría aplicar lo que dices, no puedo. Yo no estoy destinado a eso.
Hermione estaba sorprendida.
–Pasa, no te quedes ahí. No es el lugar para un agente secreto. –dijo con ironía.
Harry entró en el apartamento de Hermione, que aunque no era muy grande, era mucho más bonito que el suyo. Por lo menos había tenido más interés a la hora de decorarlo. Harry vio a un gato anaranjado que parecía que le habían aplastado el morro contra la pared.
–Te presento a Crookshanks. Crookshanks, este es Harry.
Nunca nadie le había presentado a un gato. Parecía muy inteligente.
–¿No quieres ser el dueño de tu propio destino? –preguntó Hermione. Al oír a su dueña hablar así, Crookshanks pareció entender que allí hacía mal tercio, así que desapareció hacia la habitación.
–Mi destino está marcado desde pequeño.
–La verdad es que no entiendo nada. Voy a preparar té. Ponte cómodo si tu trabajo te lo permite. –dijo con ironía. Harry se sentó en el sofá.
–Ya te dije que mezclarte conmigo sólo podía traerte problemas. –dijo Harry cuando Hermione volvió con el té.
–Te recuerdo que me has seguido hasta mi casa, así que, técnicamente, el problema me ha seguido a mí –le recriminó Hermione.
–Sólo te he seguido para decirte que lo siento, y que a pesar de haber estropeado la cena, lo he pasado muy bien contigo.
Harry nunca se había disculpado tantas veces como esa noche. Hermione no sabía cómo pero sabía cuándo ese chico le decía la verdad. De hecho, ni siquiera pudo negar ante ella que era un agente secreto, así que decidió poner fin a la tensión.
–Escucha, yo también lo he pasado muy bien. En realidad hace tiempo que no lo pasaba tan bien con alguien. Sólo te he dicho que seas más egoísta para que seas más feliz, pero veo que hay algo que no te deja serlo. –Harry no entendía como esa chica podía leerlo tan bien en tan poco tiempo. –Yo también debo disculparme. Supongo que ser un agente secreto no es nada fácil y te impide hablar de menos cosas que a una simple bibliotecaria.
–Entonces, ¿me perdonas? –No sabía por qué pero necesitaba su perdón. Nunca había perdido perdón ni a dios, si es que existía.
–Sí. Además, tengo que seguir enseñándote a usar los palillos. –dijo con una sonrisa.
Harry se sentía aliviado. Nunca le había importado lo que pensara la gente, pero con esta chica todo era diferente. Quizá porque era una de las pocas personas que la había tratado como una persona, y no como una máquina de matar, aunque era un dato que ella no sabía.
Harry vio que en la mesilla donde tenían las tazas de té había una foto de lo que parecía Hermione de pequeña con sus padres en un picnic en el campo.
–¿Sois tú y tus padres? –preguntó Harry.
–Sí. Tendría unos siete años. Me encanta esa foto. Lo pasé muy bien ese día. Mis padres son dentistas, por eso tienen esa sonrisa perfecta –dijo Hermione en tono de broma. Pero Harry no parecía estar para bromas. Estaba muy serio. –¿Te encuentras bien?
–Sí, sólo pensaba que a mí también me hubiera gustado vivir algo así con mis padres.
En ese momento Hermione intuyó que la infancia de Harry no había sido feliz, pero no sabía si preguntar o no.
–Oye Harry, ya sé que es peligroso relacionarse contigo, y me da la impresión de que te sientes muy solo, pero quiero que sepas que aquí tienes a una amiga, y si necesitas desahogarte o que te escuche, estoy dispuesta. Es lo mínimo que puedo hacer después de salvarme la vida.
–Está bien. Te lo contaré todo. –dijo Harry.
–¿Qué?
–Que te lo contaré todo. No sé cómo lo haces, pero solo has necesitado una compra y una cena para hacerme cantar como un pajarito. Podrías trabajar interrogando testigos.
–Bueno, creo que tengo una conexión especial contigo. Te aseguro que no se da tanto con el resto de la gente. Sólo espero que no me mates después de contarme tus secretos.
–No te preocupes, será suficiente con tenerte amenazada.
Los dos sonrieron. Pero enseguida Harry se puso serio, porque lo que le iba a contar no iba a ser fácil.
Continuará…