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–Bien Malfoy, se acabó el juego. –dijo Harry apuntándole con una pistola. –¿Quién es usted? ¡Gozo de inmunidad diplomática! –dijo Lucius Malfoy levantando sus manos. –¿En serio? Una diplomacia que huele a pies. El problema es que a mis balas no eres inmune. –¿Tú? Eres el del restaurante. –dijo Draco. –¿Lo conoces, hijo? –dijo Lucius. –Es el tipo que me cogió del brazo y se quedó mirando la marca tenebrosa en los baños del restaurante japonés. –No te hagas el tonto, Malfoy, sabes perfectamente que soy Harry Potter. ¿O es que no te acuerdas del ataque a la Orden del Fénix? Ahora, vas a ser un niño bueno y vendrás conmigo. –¡Ja, ja, ja! No me hagas reír. Te has metido en la boca del lobo. –dijo Malfoy. –Dime, Malfoy, ¿acaso tenéis reunión esta noche? Lo digo porque tienes la casa infestada de mortífagos. ¿Qué pensará la opinión pública de esto? –¡Cállate, carajada! –dijo Draco Malfoy. –Dime, ¿dónde está Voldemort? ¿Dónde se esconde?–preguntó Harry. –No se preocupe, que ya viene de camino. Tenga un poco de paciencia. –dijo Umbridge. –Pero mientras tanto, ¿por qué no nos divertimos un rato? Entonces, empezaron a salir un montón de mortífagos por las puertas, incluidos Pettigrew y Bellatrix. –Sangre fresca. –dijo un hombre corpulento que parecía un hombre lobo. –Tranquilo Fenrir, no lo acapares tú. Los demás también queremos hacerle pupa. –dijo Bellatrix juguetona. –Ese Fenrir Greyback es el que mató a Fred e hirió a George. –oyó Harry que dijo el señor Weasley indignado. Los mortífagos empezaron a atacar a Harry. Éste sacó sus nunchakus del cinturón y empezó a repartir golpes con gran maestría. Los mortífagos pararon al ver que Harry era más peligroso de lo que parecía. Entonces, empezaron a armarse con objetos que tenían a su alrededor como jarrones, un paraguas, sillas y sus propias navajas. Los mortífagos volvieron a atacar. Harry vio venir un jarrón a su cara que esquivó con dificultad, aunque algún resto le saltó a la cara dejándola algo de sangre y haciéndole soltar los nunchakus. El que llevaba la silla le atacó, pero Harry se apartó y aprovechó la fuerza con la que venía para darle un golpe en la nuca y quitarle la silla. Harry vio venir a otro, así que puso la silla en el suelo, se subió con un pie en el asiento y otro en el respaldo, haciendo caer la silla justo en el pié del mortífago, que vio las estrellas. De repente, vio venir hacia su cabeza una bola de billar que había lanzado otro mortífago, así que sujetó al mortífago al que había pisado con la silla y lo puso de escudo humano, recibiendo el golpe de la bola en toda la nuca. El tipo que lanzó la bola fue hacia él corriendo, pero Harry rápidamente, con el pie derecho se puso la bola de billar en el empeine izquierdo y se la lanzó con fuerza, haciendo diana justo en las partes bajas. El mortífago se acurrucó del dolor. –Con suerte, ese tipo no se reproducirá. –escuchó a Ginny decir. Después Harry, sintió un dolor fuerte en la espalda. Un mortífago le atacó con un palo de billar mientras que otro iba hacia él con un paraguas bastante puntiagudo. A Harry no le quedó de otra que aguantar el dolor como pudo. Consiguió darle un codazo en el estómago al del paraguas antes de cogerle de las manos al del palo de billar, de manera que neutralizó un nuevo golpe. Como si fuera un títere, Harry manejó al mortífago que llevaba el palo de billar y girando con fuerza le dio con el palo a otros dos mortífagos que iban a atacarle. Después vio venir al del paraguas de nuevo, que intentó usarlo como una espada. Harry lo esquivó, le quitó el paraguas por la parte de la punta, saltó hacia atrás y con el mango del paraguas, que tenía forma de garfio, se lo enganchó al tobillo del mortífago y tiró hacia atrás, haciendo que se abriera de piernas. –¡Aahhh! –gritó el mortífago. –Panda de ineptos. –murmuró Draco. Los mortífagos estaban fuera de combate, salvo Greyback, Bellatrix, Pettigrew, Umbridge y los Malfoy, que no habían participado en la reyerta. –Ahora sí que me toca a mí. –dijo Greyback. –Te arrepentirás de haber matado a Fred Weasley. –dijo Harry en guardia. –¿Weasley? Me suena. ¿No era el del pelo oxidado? –dijo Greyback. –Vaya, ¿era amigo tuyo? Pero no te pongas triste, estaba repetido, aunque sin oreja. Harry atacó a Greyback, pero era tan fuerte que sus golpes apenas le hacían nada. –¡Ja, ja, ja! Por favor, ¿quieres matarme a cosquillas? –dijo Greyback. Entonces Harry esbozó una sonrisa. –¿De qué te ríes? –Haré que se te salgan los ojos del dolor. –amenazó Harry. Harry empezó a darle puñetazos y patadas en puntos concretos. Poco a poco, Greyback empezó a perder el color, estaba sin palabras. –¿Qué está haciendo? ¿Por qué antes sus golpes no tenían efecto y ahora sí? –preguntó Hermione. –Es una técnica que Harry domina muy bien. Nuestro cuerpo tiene una serie de puntos vitales. Aunque parezca que está golpeando en el mismo sitio, no lo hace. Esa técnica provoca un dolor insoportable hasta llegar a la muerte. Por eso sólo la usa en casos desesperados. –explicó Lupin. –Si sigue así, Greyback morirá. –¡Harry, cuidado, por detrás! –gritaron todos en la Madriguera. Harry sintió un dolor punzante en el costado izquierdo, viendo a Bellatrix sonriendo como una posesa. Le atacó a traición clavándole una daga en el costado. –¡Ja, ja, ja! Estoy en racha. Primero maté a mi primito Sirius Black y ahora te mataré a ti: su querido ahijado. –dijo Bellatrix, sacándole la daga del cuerpo. Harry se llevó la mano derecha a la herida, llenándola de sangre. Greyback, aunque muy dolorido y más débil que antes, cogió a Harry y empezó a estrujarlo con sus fuertes brazos. –¡Ahhhh! –gritaba Harry. –Estás muerto, Potter. –le susurró Greyback a Harry en el oído. De repente, Harry escuchó un disparo y cayó al suelo. Ron había disparado desde la parte de arriba. Vio que Greyback tenía un disparo en la cabeza, por lo que estaba muerto. –Eso es por mi hermano Fred. –dijo Ron. Hagrid, Kingsley y Ron saltaron la baranda y bajaron de un salto al salón. Pero Bellatrix estuvo rápida y cogió a Harry, poniéndole la daga en el cuello. –Si dais un paso más, me cargo a Potter. –dijo Bellatrix. –¡Tirad las armas! –dijo Malfoy. Los tres obedecieron y tiraron sus armas. En la Madriguera reinaba la desesperación. Estuvieron tan cerca de conseguirlo. Probablemente los mataran a todos. –Pettigrew, llévalos arriba. –ordenó Malfoy. –¿Por qué no acabamos con ellos? –dijo Umbridge. –Porque seguro que Voldemort querrá saludar a Potter cuando llegue, eso si no muere antes desangrado. Vamos a ser humanitarios y dejemos que se despidan. De todas formas morirán, así que les concederemos ese último favor. Pettigrew los llevó hacia arriba y los encerró en una habitación pequeña con una puerta metálica y con una ventanilla que se abría por fuera para vigilar. Tenía la pinta de ser un calabozo. En la habitación había una ventana con rejas y un par de literas en cada lado. Hagrid ayudó a Harry a acostarse en una de las camas de la litera y Kingsley se puso a examinarlo. –Tienes una herida bastante fea, pero parece limpia. –dijo Kingsley. –Estás perdiendo bastante sangre. ¿Crees que podrás aguantar? –No lo sé. Estoy mareado. –dijo Harry. –Harry, tienes que aguantar. –le dijo Hermione llorando por el pinganillo. –Tenemos que intentar parar la hemorragia. –Kingsley le quitó la camiseta negra para que estuviera más cómodo, arrancó un trozo y se lo ató cubriéndole la herida para intentar frenar la hemorragia. –¡Maldita sea! Hemos estado tan cerca de acabar con ellos. –se lamentó Hagrid. –Chicos, pensad que ya tenemos todas las pruebas que obligarán al gobierno a dimitir en bloque. –escucharon a Lupin. –Sí, eso está muy bien, pero cómo vamos a escapar nosotros de aquí? –preguntó Ron desesperado. –No tenemos que escapar. –intervino Harry con debilidad en la voz. Todos en la Madriguera y en el calabozo se quedaron extrañados. –Sólo tenemos que hacer que lo parezca. Continuará…19. Mortífagos
27 de septiembre de 2025, 2:00
Pararon el furgón en una curva unos doscientos metros antes de llegar a la Mansión. Allí esperaron al guardia que cambiaría el turno.
–Yo me encargo, Harry. –dijo Kingsley.
Kingsley se plantó en el centro de la carretera, hasta que vio aparecer un coche, que frenó en seco al verle.
–¿Qué hace ahí plantado? –dijo el hombre saliendo del coche. – ¿Acaso quiere morir atropellado?
–Lo siento, amigo. Me he perdido. –dijo Kingsley yendo hacia él haciéndose el despistado.
Sin que le diera tiempo a decir nada, le golpeó en el costado del cuello y lo dejó inconsciente. Con la ayuda de Hagrid, lo escondieron entre la maleza, le quitaron la ropa y se la puso George, tapándose parte de la cara con la gorra del uniforme del guardia. Después dejaron al verdadero guardia entre los árboles.
–Harry, ¿por qué no te has puesto todavía el chaleco antibalas? –preguntó Ron.
–Faltaba uno. –dijo Hagrid.
–¿Qué? Ponte el mío Harry. Yo voy a estar en el furgón. No voy a estar expuesto. –ofreció Bill.
–No, quiero reducir el riesgo que corráis al máximo, Bill. Vas a tener un bebé.
–¡Harry!¿Vas a entrar sin chaleco? Te mataré cuando vuelvas. –escucharon a Hermione por el pinganillo que llevaban.
–Eres un bocas, Hagrid. –dijo Harry.
–Bien Tonks, ya puedes neutralizar las cámaras. –ordenó Lupin. –Tu turno George.
–Buena suerte, hermano. –dijo Ron.
–Gracias. Harry. –dijo George dirigiéndose a Harry –Me arrebataron a mi otra mitad. Hazles morder el polvo.
–Cuenta con ello. –dijo Harry. Y se chocaron las manos.
George salió y se metió en el coche del guardia y se dirigió hacia el control de la entrada de la mansión. Los demás, continuaron por la maleza y dejaron el furgón entre los árboles.
Cuando George llegó al control, enseñó la identificación al que estaba allí.
–Llegas tarde. –dijo el guardia del control.
–Lo siento. –dijo Fred intentando imitar la voz del guardia al que habían noqueado.
–¿Qué te pasa en la voz? Te noto raro. –preguntó.
–Es un catarro. –contestó Fred tosiendo. –Ya te puedes ir, aparco y vengo.
El guardia le abrió, recogió sus cosas y se fue hacia su coche. Después de aparcar, se fue a la caseta y le abrió la valla al otro.
–Chicos, ya tengo el control de la caseta.
–Lo sabemos George, recuerda que tenemos los mosquitos. Buen trabajo. –dijo Lupin. –Vuestro turno chicos.
Los demás salieron del furgón.
–Buena suerte, chicos. –dijo George cuando los dejó pasar por el control.
Hagrid, Ron y Kingsley fueron por la entrada principal, mientras que Harry se fue a buscar otra puerta por un costado de la casa.
–¡Chicos, esperad! No entréis todavía. –ordenó Lupin. –Tonks, envía un dron por el ventanal de arriba para ver si pueden entrar por la puerta principal.
–Hecho. –dijo Tonks.
Por la pantalla se vio como la cámara subía hacia el ventanal. Allí vieron una entrada enorme.
–¡Qué casa! –dijo Ginny. –Sólo en la entrada cabe toda la Madriguera y aún sobraría sitio para hacer un campo de fútbol.
–Chicos, parece que hay un carroñero vigilando. ¿Podréis controlarlo? –dijo Lupin.
–Pues claro, Lupin. –dijo Kingsley. –Hagrid, ¿te encargas?
–Ya quería pasar a la acción.
–Contra la pared, Ron, en ese lado, yo me pondré en este. –dijo Kingsley.
Hagrid tocó a la puerta como si fuera de visita a la casa de su madre. El carroñero, confiado fue a abrir la puerta. Mientras abría, Hagrid le atizó con la puerta, dejándolo mareado.
–¿Mamá? –preguntó el carroñero atontado.
–Sí, hijo. –dijo Hagrid. –Duerme un rato. –y le golpeó dejándolo inconsciente.
–Estos mortífagos son un poco confiados, ¿no? –dijo el señor Weasley.
En la Madriguera acababa de llegar Percy con la jueza Bones.
–Hola familia. –dijo Percy. –Os presento a Amelia Bones. Es la jueza de la que os hablé.
–Señora Bones, muchas gracias por apoyar esta operación. Esos bastardos me arrebataron a mi hijo. –dijo la señora Weasley.
–Es mi trabajo, señora. –le quitó importancia la jueza.
–¿Quiere tomar algo? –preguntó la señora Weasley.
–No, muchas gracias. Por desgracia no es una visita de cortesía, aunque un poco de agua estaría bien...o un whisky –dijo Amelia por los nervios –¿Cómo va la operación, señor Lupin?
–Han conseguido introducirse en la mansión Malfoy. –contestó Lupin. –Con estos monitores puede ver todo lo que ocurre.
Harry, mientras tanto, buscaba una puerta por la que entrar. Le parecía extraño que no hubiera más puertas de entrada, así que decidió entrar por una ventana de la planta baja al ver una abierta. Se asomó y vio que era la cocina, donde había dos cocineros. En la cocina había una mesa rectangular en el centro donde cocinaban.
Harry se metió por la ventana sin preocuparse que le vieran los cocineros. Cuando los cocineros vieron al intruso, fueron a atacarle con cuchillos. Harry cogió una sartén que tenía a su lado y atizó a uno mientras esquivaba al otro. Después, le cogió el brazo y se lo retorció hasta que cayó al suelo. Harry les dio un puñetazo a cada uno en la cara para asegurarse de que no despertaran en un rato.
–¡Es impresionante! –dijo Ginny. –¡Qué manera de luchar tiene Harry!
–No está luchando. –dijo Lupin sonriendo.
–¿Entonces qué hace? –a Hermione este diálogo le resultaba familiar, porque es algo que ya había escuchado de Harry en el supermercado.
–Zurrarles. –dijo Tonks tranquilamente.
–Vale, ¿y cuál es la diferencia? –preguntó Fleur.
–Está jugando con ellos. –dijo Tonks.
–¿Ve esto como un juego? –dijo la jueza Bones.
–No, no nos malinterprete, señora Bones. Pero esos cocineros no le harían ni cosquillas a Harry. Ese par de idiotas no van a hacer que Harry se emplee al máximo. –justificó Tonks.
–¿Por qué no simplemente disparan? –preguntó Fleur.
–Porque las armas de fuego hacen ruido y queremos pasar desapercibidos lo máximo posible. Además, a Harry las armas que le gustan son las de las artes marciales, como los nunchakus o la espada. Las otras no las suele utilizar a no ser que sea estrictamente necesario. –explicó Lupin.
–¿Ha llevado armas ninja? –preguntó Ginny.
–Seguramente recogiera algo. Las artes marciales han sido su vida. –dijo Lupin.
–Tonks, voy a abrir un poco la puerta, dime si hay alguien. –dijo Harry.
–Pasillo libre, Harry. –dijo Tonks.
Harry salió al pasillo. Era muy estrecho.
–Harry, se acercan dos mortífagos. Puede que se hayan dado cuenta de que las cámaras han dejado de funcionar. –dijo Lupin.
Al escuchar eso y ver que estaba atrapado en el pasillo, subió entre las paredes, con una pierna en cada pared, como si subiera por una chimenea, de manera de no ser visto. Cuando llegaron los mortífagos, Harry saltó dando una voltereta para atrás y le dio una patada en el pecho al primero mientras caía, tirando al otro también como si fueran fichas de dominó. Harry se levantó como los ninjas y se aseguró de dejarlos inconscientes.
–Wow, Hermione, ¿has visto eso? Creo que puedes estar tranquila. Parece que Harry controla la situación. –dijo Fleur al ver a Hermione nerviosa cada vez que se topaba con algún enemigo.
–Sí, es un chico con recursos. Y tiene mucha creatividad en la lucha. –dijo Lupin.
–¿A dónde me lleva este pasillo, Tonks? –preguntó Harry.
–Ahora llegarás a un cruce que te obliga a girar a la derecha, pero viene otro mortífago. –avisó Tonks.
Harry se paró en seco escondido en la esquina. Justo cuando el mortífago giraba la esquina, Harry le propinó una patada en los morros que lo dejó sin sentido. Después llegó a una puerta grande, allí entró en un salón enorme con varias puertas, sillones, sillas y una mesa de billar, encontrándose con la familia Malfoy y Dolores Umbridge.
Kingsley, Hagrid y Ron subieron al piso de arriba. Allí se fueron encontrando algún mortífago que no les causaron demasiados problemas. Fueron mirando habitación por habitación para neutralizar a los mortífagos.
–Creo que le podría cogerle el gusto a esto. –dijo Ron atizando a un mortífago. –Me estoy desahogando.
–Es tu deseo de hacer justicia lo que te está haciendo disfrutar. –dijo Kingsley, deshaciéndose de un mortífago.
–¿Dónde se han metido los peces gordos? –dijo Hagrid.
–Seguramente tendrán alguna sala donde hagan sus planes. –dijo Kingsley. –Busquemos esa sala, probablemente Harry necesite ayuda.