ID de la obra: 951

Orange Days

Het
G
Finalizada
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167 páginas, 77.050 palabras, 22 capítulos
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8. Mi corazón roto II

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–He estado pensando en lo que quiero hacer realmente. –dijo Shaoran a sus amigos. Estaban en la barra del restaurante cercano al campus tomando unas cervezas y picando algo antes de marcharse a casa. –En qué es lo que puedo hacer. –¡Demasiado tarde! –dijeron Yamazaki y Eriol a coro. –¿Qué? –preguntó Shaoran. –Así que después de casi cuatro años, cuando por fin encuentras un trabajo, ¿lo tiras todo por la borda? –preguntó Yamazaki. –Sí, qué desperdicio. –le dio la razón Eriol. –Entiendo que Yamazaki me diga eso, –dijo Shaoran después de dar un trago a su bebida. –pero ¿tú, Eriol? –preguntó Shaoran incrédulo, ya que era consciente de que él quería un trabajo especial. –Pero tú y yo somos diferentes. De alguna manera, tú eres un alumno destacado. Perder un trabajo con una empresa como la de los relojes es una lástima. –argumentó Eriol. –Estoy de acuerdo. –se unió Yamazaki. –Una lástima. –¿Qué te ha dicho el Profesor Amamiya? –preguntó Eriol. –También dice que es una pena. –contestó Shaoran. –¿Cuándo es la última entrevista? –preguntó Eriol. –Pasado mañana. –contestó Shaoran. –Deberías ir. –le aconsejó Yamazaki. –Ve, y diles que sí. Después piensa en ello y si no quieres no tienes que coger el trabajo hasta que no firmes el contrato. –Pero si les digo que sí de palabra, al final acabaré aceptando el trabajo. Tengo ese punto débil. –dijo Shaoran, pensando en que él siempre cumplía con su palabra. –No es un punto débil. –dijo Yamazaki. –Es más… –Inexplicable. –prosiguió Eriol, mientras Shaoran daba otro trago a su cerveza.

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Sakura estaba sentada en uno de los canapés de la sala abriendo el cuaderno de la Sociedad Naranja. Después de leer lo que puso Tomoyo, llegó ésta, que se sentó frente a ella en otro canapé. –Qué vergüenza. Probablemente sea la única que haya escrito en el cuaderno. –dijo Tomoyo. –No. –negó Sakura. –Alguien más ha escrito también. –dijo Sakura pasándole el cuaderno, donde había una entrada mucho más corta. –“Mirando atrás, cuando entré en la universidad, me preguntaba en qué estaba pensando”. –leyó Tomoyo en voz alta. –Esta es la letra de Shaoran. Lo sé porque vi sus apuntes. –Lo sé. –dijo Sakura. Tomoyo y Sakura salieron fuera a tomar el aire y se sentaron en el césped del campus. –He estado pensando en mi futuro. –dijo Sakura. –En qué voy a hacer ahora que ya no puedo seguir con el violín. Podría dedicarme a la pintura, intentarlo con el tenis… –decía Sakura en tono de broma. –Suena bien. –dijo Tomoyo. –…o con la cocina. –No, no te pega. –dijo Tomoyo. Al ver la cara de Sakura dijo. –Era broma. Sigue. –Podría bailar… Pero, ¿sabes qué? Cualquier cosa que piense o que imagine, él siempre está a mi lado. Siempre junto a mí. Riendo, haciendo pucheros, enfadándose o contando chistes malos. –¿Con él te refieres a Shaoran? –preguntó Tomoyo sonriente. Sakura sólo asintió con la cabeza. –¿Sabes? Generalmente, la sociedad llama a eso “gustarle alguien”. –Lo sé. –admitió Sakura. –Pero no voy a decírselo. Una vez que él se gradúe, nuestros caminos se separarán. Así que, lo que te acabo de decir es un secreto. No se lo digas a nadie. –dijo Sakura. –Tranquila. –dijo Tomoyo.

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Al día siguiente, en la sala de un elegante hotel, Tomoyo esperaba revisando algunos apuntes de la carrera de turismo vestida con un traje de chaqueta negro y una camisa blanca junto a un montón de aspirantes para la empresa Queen Travel. Para la entrevista, todos los candidatos seguían el mismo código de vestimenta y en la solapa de la chaqueta, la morena llevaba el número 23. –¡Los candidatos que tienen del número 21 al 25, por favor, pasad a la sala conjunta! –dijo la mujer que estaba en frente de todos los aspirantes, que esperaban su turno pacientemente. Tomoyo resopló para descargar los nervios y se fue hacia la sala de al lado.

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Eriol se encontraba apoyado sobre su brazo en una cama de hotel, tan solo cubierto por las sábanas de la cama. Cogió un pendiente que seguramente se le habría caído a su acompañante, la cual ya salía vestida elegantemente del baño de la habitación. –Lo dejaré aquí. –dijo Kaho Mitzuki. –¿El qué? –preguntó Eriol distraído. –Me han pagado en efectivo en el último trabajo, así que ayudaré a pagar la habitación. –dijo colocando tres billetes de cinco mil yenes en el escritorio de la habitación, donde también había una sortija y un reloj de pulsera. Además, sabía que el joven no podría permitirse pagar una habitación de un hotel de postín como aquel. –¿Ocurre algo? –Nada. –dijo Eriol sonriendo. –Gracias, te estoy agradecido. –Perdona que tenga que irme. Tengo prisa. Tengo una tras otra. –¿Una tras otra? –preguntó Eriol. –Una reunión. Un alto ejecutivo de la industria del entretenimiento quiere conocerme. –confesó Kaho refiriéndose a la reunión que tendría después. –¿Vas a acostarte con él? –preguntó él devolviéndole el pendiente que se le había caído a la mujer en la cama. –Hemos quedado en este hotel, así que dudo que quiera jugar a las cartas. –respondió Kaho con ironía mientras se ponía el pendiente en la oreja. –¿En serio? Pensaba que los famosos sólo jugaban a las cartas en las habitaciones de los hoteles con sus amigos. –dijo Eriol bromeando. –El juego de cartas de hoy ha sido muy divertido. –admitió Kaho siguiéndole el juego a Eriol. Después, le dio un beso en los labios. –Nos vemos. –Y se fue dejando solo al moreno, que dejó caer el tronco de su cuerpo en la cama.

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–Gracias por venir. –decía una de las trabajadoras encargadas del proceso de selección al grupo de Tomoyo mientras les daban un sobre con papeles. –Si han pasado la entrevista les informaremos para el día 15. –Gracias. –respondió Tomoyo bastante contenta por cómo le había ido. Después se fue hacia el ascensor, que estaba repleto de candidatos, pero le llamó la atención la única persona que iba vestida diferente al resto: Eriol Hiragizawa. –Iré por la escalera. –Perdonad, voy a salir. –dijo Eriol cuando ya se cerraban las puertas. Colocó la mano entre las puertas y éstas se volvieron a abrir. El chico logró salir del ascensor y fue tras Tomoyo. Tomoyo andaba seria y orgullosa por un pasillo y él se acopló detrás. –Te queda muy bien el traje de oficinista. –Tuve una entrevista. –dijo Tomoyo de manera cortante. –Sí, lo he podido intuir. “Siento que puedo abrir mi corazón”; “Pienso en compartir todo tipo de cosas con los demás…” –dijo Eriol recitando frases que Tomoyo había escrito en el cuaderno. –¿Vas a parar? –interrumpió Tomoyo bruscamente deteniéndose. –Verás, después de leer el cuaderno de la Sociedad Naranja, yo… –¡Te he dicho que pares! –volvió a interrumpir Tomoyo. –Vale, pararé. –accedió él. Una vez que Tomoyo retomó su camino, Eriol le dijo: –Así que vas en serio con lo de buscar trabajo. –Sí, no como tú. –contestó ella fríamente.–¿Tú no vas a buscar? –preguntó Tomoyo. –¿Yo? Bueno, quién sabe. –Tienes valor para acostarte con todo tipo de mujeres pero no para enfrentarte al mundo real. –cuando dijo eso, supo que había metido la pata al notar cómo él se detenía. –Lo siento. –deteniéndose ella también. –¿Qué pasa? –preguntó Eriol comprensivo. –Creo que me he pasado. Eso puede que te haya hecho enfadar. –No estoy enfadado. Es exactamente cómo has dicho. –admitió Eriol mientras se dirigía a una baranda que tenía al lado. Cuando se asomó, vio a Kaho del brazo del alto ejecutivo que ella había mencionado. Ambos iban sonrientes. Eriol se puso serio de repente. Kaho alzó la mirada y al verlo le saludó discretamente con la mano. Él le devolvió el saludo y una sonrisa, pero en seguida volvió a ponerse serio. Tomoyo que también la había visto preguntó sorprendida: –¿No es esa tu novia? –Él es un hombre importante dentro de la industria del entretenimiento. Es parte de su trabajo. –dijo resignado mientras se sentaba en unos sillones que habían allí. –¿Por qué no cortas con ese tipo de relación? –preguntó Tomoyo curiosa. –¿Qué relación? –preguntó Eriol sacando un cigarro. –La relación que tenéis tú y esa chica. –contestó Tomoyo. –Esa mujer y yo nos parecemos. –dijo Eriol tras darle una calada al cigarro, a pesar de que estaba prohibido fumar en el interior del hotel. –Para conseguir lo que queremos no dudamos en utilizar cualquier método. Utilizaré a las mujeres para conseguir dinero y fama. Es sólo un modo de hacer las cosas. ¿Acaso no has visto mi casa? Somos pobres. Y mi hermana tiene la pierna mal. Tengo que conseguir todo por mis propios medios. Soy diferente de Yamazaki o Shaoran. ¿Tienes tiempo? –preguntó tras una pausa. –¿Qué? –preguntó, todavía sin palabras por lo que le había confesado. –Lo digo porque todavía no te has marchado. –dijo Eriol levantándose. –¿Qué me dices? ¿Quieres acostarte conmigo? Después de todo, esto es un hotel y todavía puedo disponer de la habitación. –No voy a acostarme contigo. –dijo Tomoyo. –Vale. –dijo Eriol marchándose. –Todavía no. –añadió Tomoyo mientras que Eriol se paraba en seco al escuchar eso. –Cuando realmente te quiera y tú me quieras a mí…me acostaré contigo. –¿Va a pasar algo así? –preguntó Eriol escéptico. –No te pareces a ella. No eres como esa mujer. Porque las cosas a las que aspiras no son ni el dinero ni la fama. –dijo Tomoyo, sorprendiendo a Eriol, que no se esperaba que lo leyera tan bien, aunque nunca lo reconocería ante ella. –¿Entonces a qué ? –preguntó Eriol comenzando a alzar la voz. –Dímelo. ¿A qué aspiro? –preguntó acercándose a Tomoyo. –No me digas algo como al “amor”. ¿Vas a decírmelo o no? –¡No lo sé! –contestó ella molesta. –Pero sé que las cosas que haces y dices son una fachada. Realmente eres buena persona pero actúas de manera fría adrede. Tienes miedo de que vean lo buena persona que hay en ti, ¿verdad? Creo que tienes miedo de ver la parte de ti que intenta salir de esa fachada. Perdona. –se disculpó tras una pausa. –Olvídalo. Esta vez, Tomoyo sí que se fue, dejando a Eriol bastante tocado. Esa chica había conseguido leer como un libro abierto lo que él se esforzaba por ocultar. –¿Cómo voy a olvidarlo? –se preguntó para sí.

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Shaoran se encontraba en el despacho de una clínica de rehabilitación. Mientras esperaba, miraba por una cristalera a los pacientes realizar sus ejercicios junto con sus terapeutas. –Siento haberte hecho esperar. –dijo un señor con una bata blanca entrando con una carpeta. –Por favor, siéntese. –dijo sentándose él mismo en su mesa. –El Profesor Fujitaka Amamiya me ha hablado de usted. Eres Shaoran Li, ¿verdad? –dijo mirando los papeles. –Sí, señor. –A pesar de estar en una entrevista de trabajo, Shaoran vestía como cualquier otro día: unos vaqueros, una camiseta y una camisa abierta. –En principio comenzarás con un salario bastante bajo y a media jornada. ¿Le parece bien? –informó el jefe. –Sí, gracias. –aceptó Shaoran haciendo una reverencia con la cabeza. Después de la entrevista, Shaoran se dirigió a la universidad. Mientras iba sumido en sus pensamientos, cayeron algunas cosas al suelo, pero Shaoran no se percató hasta que le cayó una chaqueta en la cabeza desde arriba. Entonces miró y allí estaba Sakura, en uno de los pequeños patios del edificio. –No te daba, así que he tenido que tirarte todo tipo de cosas. –dijo Sakura. Después fue a su encuentro mientras Shaoran recogía un estuche y una libretita pequeña que Sakura le había tirado para llamarlo. –Aquí tienes. –dijo Shaoran. –Así que cuando caigan cosas del cielo significa que me estás llamando. –Me han dicho que vas a rechazar el trabajo en la empresa de relojes, ¿por qué? –dijo Sakura después de guardarse sus cosas en el bolso y colgárselo como una bandolera. Antes de contestar, salieron del campus y se fueron a un parque cercano con un mirador de la ciudad donde se sentaron en unos bancos. La bicicleta roja de Sakura también estaba allí. –Pensé en ello e intenté recordar qué pretendía hacer cuando entré en la universidad. Como por ejemplo, el por qué elegí asistencia y psicología social. Quería hacer un trabajo que englobara el cuidado de la gente y la ayuda en su rehabilitación. Pero la realidad es rígida y te oprime. Sin embargo, al verte, Sakura, al ver cómo intentas dar lo mejor de ti, pensé que quizás yo también podría intentar dar lo mejor de mí mismo. Por eso ahora tengo que tomar la decisión apropiada. No es que sienta que quiera o pueda salvar a la gente, tan sólo quiero ser capaz de ayudarles. Quizás sólo llegue a ser la baranda en la que apoyarse, o sus ruedines, como cuando aprendes a montar en bicicleta. Creo que puedo aspirar a eso. Pero con el tiempo, quizás esas personas puedan quitarse sus ruedines y ser capaces de montar en bici por sí mismos. Puede que se olviden de mí, pero incluso así, para mí está bien si les puedo ayudar. –explicó Shaoran mientras Sakura le miraba con ternura. –Es raro, ¿verdad? –comentó Shaoran sonriendo. –Cuando estoy contigo no hago más que decir cosas raras. Tras expresarse, Shaoran se levantó y se dirigió a la baranda del mirador y se puso a mirar el horizonte. Sakura también se levantó y fue hacia él. Pese a dar un vuelco a su carrera, no podía evitar sentir cierto vértigo. Al fin y al cabo, se iba a arriesgar y abandonar la seguridad laboral que le podría proporcionar la empresa de relojes. –Yo creo que se te dará bien. –comentó Sakura. –Porque fuiste tú quien me dio el valor, Shaoran. Has sido más que unos ruedines o que una baranda. Acabo de decirte algo muy bueno. ¿Lo comprendes? –preguntó Sakura sin estar segura de que hubiera entendido lo que estaba gesticulando. –¿Entiendes lo que estoy diciendo? –Gracias. –dijo Shaoran con una sonrisa y haciéndole una señal de que había entendido perfectamente. –Te estaré animando, así que ve a por ello. –le animó Sakura también con una sonrisa en la cara.

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–Entonces, ¿no cambiarás de opinión? –preguntó el profesor Fujitaka Amamiya en su despacho. –No. –le dijo Shaoran, que ni siquiera se había sentado. –Ya veo. ¿Quieres que hable con Relojes Alpha por ti? –se ofreció Fujitaka. –No, ya lo haré yo mismo. –rechazó Shaoran. No le parecía justo que el profesor lo hiciera después de todas las molestias que se había tomado en ayudarlo con sus entrevistas. –De acuerdo. –Muchas gracias, profesor. –agradeció Shaoran con una reverencia con la cabeza.

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Tomoyo acompañó a Sakura a una tienda de instrumentos musicales. Decidió ir allí para ver si averiguaba qué podría hacer ahora que el violín estaba descartado. De hecho, cuando pasó por la sección de cuerda, hizo caso omiso de los violines expuestos en unas vitrinas y se fue directa a los instrumentos de percusión. Allí se quedó mirando unos platillos, tocándolos con el dedo índice y haciéndolos sonar de manera suave. –¿Platillos? –pregunto Tomoyo. –He pensado que los instrumentos de percusión quizá no sean tan malos. –contestó Sakura. Después tocó unas congas, sonriendo a Tomoyo. Un rato después, las chicas fueron a un restaurante. –No creo que Eriolsea mala persona. –dijo Sakura cuando la morena le contó lo que había ocurrido con él en el hotel. –¿De verdad? –Es odioso contigo porque te tiene en su cabeza. –explicó Sakura su teoría. –¿Eso crees? Parece tener a muchas mujeres a sus pies. Se burla de mí porque soy sencilla y no tengo cualidades que me hagan sobresalir. Repetía en voz alta las cosas que escribí en el cuaderno de la Sociedad Naranja, palabra por palabra. Me cabreó muchísimo. –dijo Tomoyo. –¿Recordaba las frases que escribiste en el cuaderno? Quizás las leyera repetidamente hasta aprendérselas. Si no, no habría podido repetir palabra por palabra. –dijo Sakura sonriendo y viendo a Tomoyo, que no lo había caído en la cuenta de eso. –Tonta. –No, no puede ser eso. –dijo Tomoyo negando esa posibilidad. –Simplemente se divierte a mi costa. Olvídalo y come. –dijo Tomoyo, pero Sakura estaba con una sonrisa en la cara. Su amiga no quería reconocer que tenía razón.

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Shaoran estaba en su diminuto apartamento. Se sentó en la cama y llamó con su teléfono móvil a Relojes Alpha. –Moshi moshi. –dijo Shaoran cuando le cogieron el teléfono. –¿Es el departamento de personal de Relojes Alpha? Me llamo Shaoran Li y estoy en el último curso de la Universidad Meisei Gakuen. Quería disculparme. Llamaba para informarle que me retiro del proceso de selección y de mi entrevista de hoy.

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Nadeshiko ensayaba con el piano en casa. Sakura entró a alimentar un pajarito que tenía en una bonita jaula con pie situada en el salón. Cuando terminó, fue hacia su madre, que seguía concentrada en su interpretación. Cuando acabó, Sakura le hizo palmas mientras su madre sonreía. –La Polonesa de Chopin. –dijo Sakura. –¿Cómo lo sabes? –preguntó su madre sorprendida, ya que hasta donde ella sabía, su hija no podía oír. –Por las vibraciones del aire. También por el movimiento de tus hombros. Y, no lo sé, lo siento de alguna manera. En mi cabeza puedo escuchar tu alegre Polonesa. –explicó Sakura. –¿Alegre? –preguntó Nadeshiko. –Sí. –dijo Sakura. –No es ni muy fuerte ni demasiado dulce. Es alegre. Nadeshiko sabía que su hija siempre tuvo un don especial para la música. Incluso más talento del que podía tener ella, cosa que la enorgullecía enormemente. Estaba sorprendida por las palabras de su hija, que pese a su sordera, seguía saliendo a relucir su talento. Así que, se levantó y le dijo: –Inténtalo tú. Los platillos también están bien, pero el piano es un instrumento de cuerda percutida. Toca de manera desenfadada y ligera. –dijo su madre una vez que Sakura se sentó al piano. Primero tocó una nota aguda y después se puso a tocar “Flohwalzer” sonriendo juguetona. –Oh, siempre tan traviesa. Pero una gran interpretación. –dijo su madre sonriendo. Después de la broma, su madre se fue a hacer té y Sakura empezó a tocar la Polonesa. Cuando su madre la escuchó, se quedó anonadada por lo que estaba escuchando.

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–Que mueva sus piernas de un lado a otro. –le indicó el supervisor de Shaoran en la clínica de rehabilitación sobre una paciente bastante mayor que estaba en una camilla con una pelota debajo de las rodillas. Shaoran llevaba la típica camiseta de pijama blanca de hospital que le identificaba como trabajador de la clínica. –Hoy estaré con usted. –le dijo Shaoran a la paciente. –Ahora le moveré las piernas de un lado a otro sobre la pelota. –Muy bien. Gracias. –dijo la paciente. Un rato después, se encontraba con otro paciente que intentaba caminar en las paralelas. –Coloque sus manos más adelante. Sí, así. Oh, ¿está bien? –preguntó Shaoran ante un momento de debilidad y agarrando al paciente que iba a caerse. Un rato después, se encontraba agachado a la altura de una niña en silla de ruedas, enseñándole cómo debía lanzar unos aros para encestarlos en unos palos. –Así. Inténtalo tú. ¡Oh, ha entrado! –dijo Shaoran con entusiasmo cuando la niña lanzó. –¡Buen trabajo! Esto se te da muy bien. –elogió Shaoran chocando los cinco con la niña, la cual se puso muy contenta. –Inténtalo otra vez. –Después de su primer día, salió de la clínica de rehabilitación bastante contento por cómo le habían ido las cosas. –¡Shaoran! –escuchó que una voz femenina le llamaba. Shaoran se detuvo y giró a su derecha, de donde venía la voz. Se quedó un poco parado al ver a Meiling y después se dirigió a ella. –¿Ocurre algo? –preguntó Shaoran. Al verla se sintió aliviado pero al verla tan seria, él también se puso serio. –El Profesor Amamiya me dijo que estarías aquí. –dijo Meiling. Ambos se fueron a tomar algo a una cafetería para hablar tranquilamente. –El profesor me ha dicho que has rechazado la oferta en la empresa de relojes. ¿Qué pretendes? –preguntó Meiling curiosa. –Ahora mismo trabajo a tiempo parcial en este centro de rehabilitación. –explicó Shaoran. –Sí, eso también me lo ha dicho. No sabía nada de eso hasta que el profesor me lo dijo. –dijo Meiling recriminándole que no le hubiera dicho nada. –Fuiste tú la que dijo que debíamos distanciarnos y tomarnos un tiempo. –se defendió Shaoran. –Sí, pero ¿por qué has renunciado a Relojes Alpha? –preguntó Meiling. –Estabas prácticamente decidido a entrar. ¿No me quieres? –¿Qué? –preguntó Shaoran sin saber qué tenía que ver el trabajo con el amor. –¿No estoy en tu vida? –continuó Meiling. –¿Qué quieres decir con eso? –preguntó Shaoran con duda. –¿Te refieres a un proyecto de vida juntos? –Sí. –afirmó Meiling. –Honestamente, no puedo prometerte un futuro en este momento de mi vida. Perdona. –dijo al ver la cara de Meiling. –Sé que has estado pensando en todo esto y yo no he hecho más que evitar el tema. Sin embargo, te quiero y me gustaría que las cosas siguieran entre nosotros. He estado esperando tu llamada y quería llamarte, pero no sabía si era lo apropiado. Por eso, cuando has venido a verme, me he sentido aliviado. –No te confundas. –le cortó Meiling. –Sólo quería saber cómo te iba con lo del trabajo. Te llevaré, he traído el coche. –dijo Meiling. Shaoran se había quedado frío. Cuando se montaron en el coche y se pusieron el cinturón, Shaoran vio un encendedor en el suelo del copiloto, después miró a Meiling serio y se pusieron en marcha. –De repente dijiste cosas como darnos espacio y tiempo. ¿Te gusta alguien? –preguntó Shaoran. –¿Por qué lo dices? –preguntó Meiling con las manos en el volante. –Es una corazonada. –dijo Shaoran mirando el mechero, que seguía en el mismo lugar. –Hay una persona por la que estoy empezando a sentir cosas. –admitió Meiling. –¿Sales con él? –preguntó Shaoran. –No. –negó Meiling. –Aunque me quedé en su casa la otra noche. –Entiendo. –dijo Shaoran triste. –¿Te importa parar en el siguiente semáforo? –El siguiente semáforo probablemente esté en verde. –dijo Meiling. –¡No me importa que esté en verde o en rojo, sólo para el coche! –dijo Shaoran enfadándose. Con el semáforo en verde, Meiling detuvo el coche para que el chico se bajara. –¡Espera! –pidió Meiling. Por suerte no tenían ningún coche detrás. Shaoran se quedó de pie de espaldas a ella con la puerta del coche todavía abierta. –¿Es esto el final? –¡¿Acaso no me lo has contado porque querías cortar?! –entonces un coche por detrás le tocó el claxon y le dio las luces largas. –Te llamaré. –dijo Shaoran cerrando la puerta y marchándose. Por algún motivo, Shaoran se resistía a que eso fuera al final. Por eso le había dicho que la llamaría. Pero en ese momento se encontraba demasiado triste y enfadado como para arreglar nada. Shaoran caminaba triste por las calles de Tokio. Aunque no era tarde, ya había oscurecido. Parecía que iba sin rumbo fijo. Sin saber cómo, llegó a la sala de la facultad y cogió el cuaderno de la Sociedad Naranja, se sentó en un canapé y se puso hojear la libreta. He empezado a tocar el piano porque es un instrumento de cuerda percutida. Tal y como pensaba, la música parece el único camino para mí. No he podido tocar los platillos porque siempre acabo recordando el famoso mono de juguete tocándolos. No hacía falta ser muy listo para saber que quien escribió eso fue Sakura. Tras lo que escribió, Sakura había dibujado al mono con los platillos bien sonriente. Pese al momento amargo que estaba viviendo, lo que escribió y dibujó Sakura consiguió sacarle una pequeña sonrisa a Shaoran. Sacó un bolígrafo y empezó a dibujarle pelo al mono, con el mismo peinado de Sakura y, sacando una flecha, escribió “Sakura”. Después, Shaoran caminaba por el edificio de la facultad, que estaba ya casi vacío y con muy poca luz. De repente escuchó un piano. Alguien tocaba la Polonesa de Chopin. Se dirigió hacia el aula de donde procedía el sonido con la esperanza de que fuera Sakura, pero al abrir la puerta, se dio cuenta de que no, por lo que decidió volver a casa. De nuevo, caminaba serio y triste por las calles de Tokio recordando la conversación que tuvo con Meiling en el coche. Cuando llegó a un paso de peatones, paró esperando a que el semáforo se pusiera en verde, al igual que el resto de ciudadanos, que estaban ajenos a la tristeza que sentía. De repente escuchó un timbre de bicicleta, se giró y vio a Sakura, que tocaba el timbre avisando a los peatones que llevaran cuidado a su paso. –Sakura. –dijo Shaoran para sí mismo. Entonces empezó a correr para alcanzarla. Ella se había parado un momento para recolocarse mejor el bolso. –¡Sakura! –gritó Shaoran, pero entonces recordó que ella no podía oír. Al igual que hacía ella cuando lo llamaba en el campus desde la distancia, sacó el móvil de su bolsillo y lo lanzó, tocando en la rueda delantera. Al sentir algo en la rueda, Sakura se detuvo, extrañada de ver un teléfono móvil. Después, buscó con la mirada quién podría ser el dueño del aparato y vio a Shaoran allí parado, mientras los coches pasaban por la carretera ajenos a lo que había sucedido. Continuará…
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