ID de la obra: 951

Orange Days

Het
G
Finalizada
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167 páginas, 77.050 palabras, 22 capítulos
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9. Una tarde de secretos I

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Sakura cogió el teléfono que le había lanzado Shaoran. Lo limpió un poco con la mano y cuando el semáforo de peatones se puso verde, Sakura se bajó de la bicicleta y cruzó hasta llegar a Shaoran. Una vez que llegó le devolvió el móvil y preguntó: –¿Ocurre algo? –al ver a Shaoran tan serio y que no decía nada, intuyó que algo no iba bien volvió a preguntar. –¿Qué ha pasado?

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–Está roto. –dijo Eriol refiriéndose al teléfono de Shaoran, el cual tenía en su mano, aunque bien podría haberse referido a cómo se sentía él. –Ni siquiera se enciende. Llévalo a arreglar. La Sociedad Naranja descansaba en la sala antes de volver a sus respectivas clases. –¿Por qué le lanzaste el móvil a Sakura? –preguntó Yamazaki. –Son teléfonos. Se supone que os debéis llamar, no lanzar. Sakura, puedes enviar mensajes, ¿no? –Sakura asintió con la cabeza. –Es cierto. ¿Por qué le lanzaste el teléfono desde el otro lado de la calle? –insistió Eriol. –No se lo tiré a ella. –dijo Shaoran, pero Sakura le dio un golpe con la mano en el brazo haciéndole saber que no estaba de acuerdo. –Es peligroso. Me podrías haber dado o tirado de la bicicleta. –le recriminó Sakura. –Bueno, ¿cuál es el asunto tan importante que querías hablar con ella como para lanzarle el móvil? –preguntó Eriol. –Sí, ¿qué le querías decir? –intervino Tomoyo. –Van a dejarle. –dijo Sakura. –¿Te han dejado? –preguntó Yamazaki, aunque todos mostraron su sorpresa. –Chicos, ¿cómo es que entendéis el lenguaje de signos? –preguntó Sakura sorprendida al ver que ella se explicó en lenguaje de signos y ninguno necesitó traducción. –Parece que han estado estudiándolo. –explicó Tomoyo. –¿Cuándo te ha dejado? –preguntó Yamazaki. –Chicos. –intervino Tomoyo. –No lo han dejado. Sino que lo van a dejar. ¿Os habéis fijado en cómo Sakura ha gesticulado? Ha hecho este movimiento –corrigió Tomoyo gesticulando. –Y no este. –Yamazaki y Eriol se pusieron a practicar el gesto varias veces diciéndolo en voz alta. –Le van a dejar. –repetían ambos. –¿Sabéis? Preferiría que pararais. –intervino Shaoran, ya que con lo que estaban gesticulando y diciendo le estaban recordando constantemente la situación que estaba viviendo. Los chicos, que ni se habían dado cuenta, accedieron y Sakura le pidió perdón.

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Tras el descanso, Sakura y Tomoyo se dirigieron a clase de gimnasia. Ambas esperaban su turno para saltar el plinto y cuando el profesor hizo sonar el silbato, Tomoyo le dio la señal a su amiga de que ya podía proceder. Sakura fue corriendo y saltó el plinto sin problemas. Tomoyo le mostró lo bien que lo había hecho en lenguaje de signos. –Gracias. –dijo Sakura. –¿Quién iba a pensar que tendríamos que saltar el plinto después de los veinte años? –reflexionó Tomoyo. –Una vez me dijeron que algunas personas no pudieron graduarse por no conseguir los créditos de educación física. –dijo Sakura. Las chicas se dirigieron a la puerta del gimnasio y abrieron la puerta. Se quedaron allí, tomando un poco de sol. –¿Crees que Shaoran lo intentará contigo si rompe con Meiling? –preguntó Tomoyo. –No quiero verle triste. Así que no quiero que Meiling lo deje. –explicó Sakura. –¿De verdad? –Lo que siento hacia él no es amor, es amistad. –aclaró Sakura. –¿En serio? No sé. –dijo Tomoyo no muy convencida. –Además. –prosiguió Sakura. –No volveré a enamorarme.

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Shaoran se encontraba en su cama acostado mirando al techo con los brazos por detrás de su cabeza. No podía dejar de visualizar la conversación de Meiling en la cafetería y posteriormente, en el coche. Entonces se incorporó y sacó el móvil de la mochila, pero cuando pulsó el botón, el teléfono no funcionaba. Lo había olvidado por completo. Le dio la impresión de que en esos días nada funcionaba en su vida. Se dejó caer en la cama otra vez, suspirando.

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Al día siguiente, en el centro de rehabilitación, Shaoran debía continuar con su vida, por muy triste que fuera, así que se encontraba ayudando a una señora algo regordeta a caminar por las paralelas. –Eso es… derecha, izquierda… ¿Está bien? –Sí. –contestó la paciente. –Muy bien. Ya ha llegado. Ahora vamos a dar la vuelta, ¿vale? –indicó Shaoran. Pero al dar la vuelta, la señora perdió el equilibrio y Shaoran, al intentar sujetarla, cayeron los dos hacia atrás, con la señora de espaldas encima de él. –¡Oh, lo siento! –dijo la paciente. –¿Está usted bien? –Sí, estoy bien.

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–Aquí tienes, la información sobre los colegios profesionales que me pediste. –le dijo Fujitaka a Shaoran extendiéndole varios folletos. –Muchas gracias. –dijo Shaoran. –Después de graduarte en la universidad y de pasar tres años en un colegio profesional podrás realizar el examen para conseguir el diploma de terapeuta ocupacional. –informó el profesor mientras se abría un onigiri y sonaba el pitido del microondas de su despacho. –Como habrás podido comprobar de tu trabajo a tiempo parcial, ser terapeuta ocupacional no es fácil. –dijo Fujitaka levantándose a por la comida que estaba calentando en el microondas. –Tienes que ayudar en la rehabilitación de personas enfermas o con lesiones. –Sí, lo entiendo. Pero creo que puedo poner en práctica mis estudios en psicología social para trabajar allí. Creo que los pacientes también necesitan apoyo psicológico. –Eso es cierto. –dijo Fujitaka una vez sentado. –En el hospital en el que estás trabajando hay una vacante cada dos años. –dijo Fujitaka consultando unos papeles. –La siguiente estará disponible en el mismo año en el que te examines. –¿De verdad? –dijo Shaoran empezando a ilusionarse. –Sin embargo, es demasiado pronto para celebrarlo. –dijo Fujitaka trayendo a Shaoran a la realidad. –Es un proceso muy estricto y limitado, pero haré todo lo que esté en mi mano para ayudarte. –Me esforzaré. –dijo Shaoran.

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Una vez duchadas tras la clase de educación física, Sakura y Tomoyo decidieron ir a comer en el césped del campus aprovechando el buen tiempo que estaba haciendo. –¿Qué tal está el onigiri? –preguntó Tomoyo. –¡Delicioso! –dijo Sakura. –¡Qué bien! –celebró Tomoyo. –Los he hecho porque ayer me sobró demasiado arroz. –explicó Tomoyo, que cogió otra bola de arroz para comer. Sakura dejó su onigiri un momento para poder gesticular. –Parece que los chicos de la Sociedad Naranja están aprendiendo la lengua de signos. –comentó Sakura. –Sí, parece que todos entienden lo que dices y que incluso a veces hablan entre ellos por signos. –dijo Tomoyo. –¿Es por compasión? –preguntó Sakura. –¿Compasión o voluntario? –preguntó Tomoyo con duda al ver que Sakura seguía haciendo gestos. –Mmmm. Eso no encaja con sus personalidades. –una pequeña ráfaga de aire provocó que un pañuelo de Tomoyo se volara, aunque cayó cerca de ellas. Tomoyo se levantó a recogerlo. –Probablemente sea porque les gustas. Eres la princesa de todos. –explicó Tomoyo contenta. –No. –dijo Sakura. –Sí. Si te fijas bien, todos querían comunicarse contigo. Por eso están aprendiendo la lengua de signos. –explicó Tomoyo antes de volver a sentarse. –No quiero que todos… No necesito ser una princesa. Sólo quiero a una persona; alguien que me ame y sólo piense en mí; alguien que moriría por mí cuando muera; alguien que esté triste cuando yo lo esté; alguien que llore conmigo y se ría medio segundo antes que yo; quiero alguien que pueda animarme. –explicó Sakura. –Eso es cien veces más difícil que ser una princesa. –dijo Tomoyo. –Sí, es verdad. –admitió Sakura con resignación. Entonces, sonó el móvil de Tomoyo. –Oh, perdona. –se disculpó Tomoyo mientras sacaba el teléfono de su bolso. Sakura tocó a Tomoyo mientras miraba la pantalla. –¿Es tu novio? –bromeó Sakura. –¡No tengo novio! –le dijo a Sakura antes de responder al teléfono. –Moshi moshi… ¡Sí, sí, entiendo!¡Muchas gracias! –dijo Tomoyo levantándose, contenta mientras hacía una reverencia. –¡Sí!¡Adiós! –¿Qué ha pasado? –preguntó Sakura con la boca llena de arroz. –El otro día tuve la última entrevista con la empresa de viajes Queen Travel. ¡La he pasado!¡Lo he logrado!¡Lo he logrado! –gritó Tomoyo mientras ambas chicas se abrazaban y daban saltos de alegría.

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–Para celebrar que Tomoyo ha conseguido trabajo he pensado que la Sociedad Naranja podríamos ir de acampada. –propuso Yamazaki, que estaba de pie mirando a sus amigos, que estaban sentados en la mesa de la sala. –Bueno, rectifico ¿por qué no celebramos por los que ya han encontrado trabajo? –añadió él mismo. –Eso serían Tomoyo y yo. Tomoyo y yo. –volvió a repetir Yamazaki, enfatizando que él también había conseguido un trabajo a tiempo parcial. –No importa cuántas veces lo contemos, seríamos Tomoyo y yo. –dijo yendo hasta Tomoyo y agachándose para estar a su altura. –Sin embargo, Shaoran también está dando un nuevo giro a su vida. –dijo Eriol estropeando el momento de Yamazaki. –Sí, supongo que lo podemos incluir a él también en la celebración. –dijo Yamazaki chasqueando los dedos y levantándose. –¿Cómo que supones? Es algo para celebrar. –dijo Shaoran. –Va, va… –dijo Yamazaki quitándole hierro. –Nos vamos de acampada. –le informó Shaoran a Sakura. Sakura levantó su mano diciendo que estaba de acuerdo. –Yo también. –dijo Tomoyo. Al final, todos levantaron la mano. –¡Bien! Decidido. ¡Nos vamos de acampada! –dijo Yamazaki aplaudiendo.

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Sakura se paró frente a las escaleras de un edificio, dudosa de si entrar o no. Al final, decidió entrar y después de hacer la cola, llegó al mostrador. –¿Nos has escrito una carta? –preguntó la trabajadora buscando. –¿En qué facultad estás? –Sakura le hizo el gesto de “lo siento” y sacó un papel de su bolso. –“Tengo problemas de audición, por eso no hablo. ¿Hay algún proceso de selección abierto para mí?” –leyó la trabajadora. Cuando acabó, miró a Sakura. –Vaya, lo tienes difícil. –dijo con lástima. Tras haber acudido a la oficina de empleo, Sakura se fue a la cafetería de la facultad, donde se sentó para leer con más calma las solicitudes que había echado mientras tomaba un café. Mientras lo hacía, llegó Shaoran. –¿Puedo sentarme? –preguntó Shaoran, que estaba frente a ella cargando una bandeja. Ella le dio permiso. –¿Cómo es que comes a esta hora? –preguntó Sakura. Shaoran respondió con la cuchara en la boca. –Estaba trabajando y no he tenido tiempo de comer hasta ahora. –explicó Shaoran. –Veo que estás trabajando duro. –dijo Sakura. –¿Qué lees? –preguntó Shaoran. Sakura le extendió los papeles. –“Solicitud de empleo”. ¿Tan de repente? –Después de que Tomoyo encontrara trabajo empecé a preocuparme. –explicó Sakura. Shaoran volvió a coger la hoja y en la cabecera había un sello con el kanji de “Persona Discapacitada”. Sakura vio lo que estaba viendo. –Cuento como una persona con discapacidad. –¿Había algo bueno? –preguntó Shaoran devolviéndole los papeles. –Un montón de trabajos de oficina. –explicó Sakura. –¿No ibas a tocar el piano? –preguntó Shaoran. –¿Qué? –preguntó Sakura, que no había entendido lo que había dicho. –La última vez que escribiste en el cuaderno empezaste a tocar el piano. –aclaró Shaoran. –Es un hobby. La música es mi hobby. Cambiando de tema, ¿qué tal con tu novia? ¿Has arreglado las cosas con Meiling? –preguntó Sakura. –Lo intento. Intento que vuelva a mí. Por eso estoy intentando ser una persona lo suficientemente buena para ella. –explicó Shaoran. –¿Por eso te estás esforzando tanto últimamente con tu trabajo en el hospital? –preguntó Sakura. Shaoran simplemente asintió. Después Sakura hizo unos gestos. –¿“Si yo puedo hacerlo, tú puedes, Shaoran”? –preguntó Shaoran traduciendo. Sakura asintió. –¿Qué te pasa hoy? Estás muy amable. –preguntó Shaoran. –De vez en cuando está bien ser amable. –dijo Sakura, que sabía que debido a que Shaoran no pasaba su mejor momento con Meiling, no quiso provocarlo metiéndose con él. –Sí que es de vez en cuando…–dijo Shaoran para sí mismo. –¿Qué? –Nada. No he dicho nada. –se defendió él.

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Nadeshiko Kinomoto llegó a casa, abrió la puerta y se quitó los zapatos en el genkan. –¡Ya estoy en casa! –dijo Nadeshiko, más como costumbre, ya que su hija sólo se enteraba cuando las luces de que alguien llegaba se activaban gracias a unos sensores. Nadeshiko escuchó que su hija estaba tocando la “Polonesa” de Chopin al piano. –Mejor no molestarla. –dijo para sí. Entonces, vio encima de la mesa las solicitudes de empleo de su hija.

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Shaoran salió de un centro comercial. Por fin le habían arreglado el teléfono y dejaría de estar incomunicado. Cuando comprobaba si funcionaba, se detuvo en el número de su novia y marcó, pero ella no contestaba. Shaoran salió de allí y después de caminar un rato, pasó por una terraza y escuchó que Meiling le llamaba. –¡Shaoran! –llamó Meiling, que se levantaba de su mesa. Shaoran le sonrío con alegría de verla y se dirigió hacia ella. –Iba a tu casa. –explicó Shaoran. –¿A mi casa? –preguntó Meiling. –No contestabas al teléfono y, realmente quería verte. ¿Puedo sentarme? –preguntó Shaoran. –Estoy esperando a alguien. –dijo Meiling. –¿A qué hora? –preguntó Shaoran. –A la una. –respondió ella. Él se miró el reloj y dijo: –Está bien, seré breve. De todas formas después tengo que ir a la facultad. –dijo Shaoran sentándose. –Bienvenido. –saludó el camarero. –Café, por favor. –pidió Shaoran. Meiling se sentó lentamente. –He estado pensando. Oh, por cierto, ¿has intentado llamarme? Tenía el teléfono roto. –No. –contestó Meiling. Con la negación de Meiling, a Shaoran se le fue borrando la sonrisa de la boca. –¿No? –dijo él un poco desilusionado. Pero decidió retomar lo que iba a decir para no entristecerse más. –Bueno, creo que debería decirte lo que pienso, porque al guardarme todo para mí podría hacerte sentir inestable. –Entonces sacó un sobre grande de su mochila y sacó unos papeles. –Mira esto. Voy a ir a una escuela profesional durante tres años y haré el examen para conseguir el certificado. Así, si puedo, quiero que me contraten como terapeuta ocupacional en el hospital en el que trabajo ahora. –explicaba Shaoran. Meiling ni siquiera miraba lo que le estaba enseñando. –Es una de las razones por las que estoy trabajando allí. De esa manera me forjaré una carrera. Cuando eso ocurra, quiero casarme contigo. –Meiling le miró. –Hasta ahora, pensaba que me equivocaba al hacer mis propios planes y arrastrar a los demás con ellos. Sin embargo, no es que te vaya a arrastrar porque tú tienes tu propia vida. Pero podemos forjar nuestras carreras juntos. ¿Qué pasa? –preguntó Shaoran al notar el silencio de Meiling. –Pues, Shaoran, yo… –comenzó a decir Meiling. –Si es por lo de la última vez, lo olvidaré. –dijo Shaoran al ver que Meiling no continuaba. –Estaba confuso. Pero no soy un niño y entiendo… –Perdón. ¿Has esperado mucho? –interrumpió una voz masculina. Shaoran miró hacia arriba y vio a un hombre joven de melena plateada, que vestía un traje oscuro con corbata negra y que portaba un maletín. –Vaya, ¿quién es? –preguntó Yue curioso. Meiling se levantó. –Este es Shaoran Li. –presentó Meiling. –Así que tú eres Li. Qué adorable. –dijo Yue sonriendo. Tras una pausa incómoda, Shaoran dijo: –Yo…si me disculpáis. –Shaoran cogió sus papeles y su mochila y se fue de allí. –¡Espera! –dijo Meiling saliendo corriendo tras él. –¡Espera un momento! –pidió Meiling tras alcanzarlo al girar la esquina. Cuando intentó agarrarlo de la mano, Shaoran se soltó y se quedó de espaldas a ella. –¿Qué? –preguntó Shaoran malhumorado. –Pensé en llamarte. –dijo Meiling. –Sabía que tenía que explicarte bien las cosas. –Entonces, Shaoran se giró hacia ella. –Pues explícamelas ahora. No es una historia muy larga, ¿verdad? –dijo Shaoran con ironía. –Es el tío con el que pasaste la noche, ¿no? –Pero no pasó nada entre nosotros, sólo me quedé en su casa a dormir. –dijo Meiling justificándose. –¿Y? –le dio el pie Shaoran, consciente de que ésta no había terminado. –Me gusta. –admitió Meiling. –Ya no puedo verte como te veía antes. –Entiendo. –dijo Shaoran tras una pausa en la que notaba cómo se le rompía el corazón. –Estas cosas pasan…por las dos partes. No es culpa de una sola persona. –dijo Shaoran para que Meiling no se sintiera tan mal. Le extendió la mano y estrecharon sus manos. –Shaoran. –dijo Meiling. –Me haces daño. Esto, no es un apretón de manos. –Entonces la soltó. –Espero que seas feliz. –dijo Shaoran muy afectado y se marchó. Cuando Meiling volvió a la terraza, Yue le esperaba con el café que Shaoran no llegó a tomarse. –El café se ha enfriado. Pediré otro. –dijo Yue mientras Meiling estaba con la cabeza gacha. –¡Disculpe! –llamó Yue al camarero alzando el brazo. –¡Enseguida! –contestó el camarero. –Supongo que ahora estarás conmigo. –dijo Yue. Meiling asintió con la cabeza, aunque triste porque sabía que le había roto el corazón a Shaoran, y no se lo merecía. Incluso rompiendo con él se había mostrado increíblemente atento y preocupado de que ella no se sintiera mal. No trató de eludir la responsabilidad que pudiera tener él, aunque Meiling estaba convencida de que Shaoran no tenía ninguna. Pero ella no podía seguir pretendiendo que todo iba bien entre ellos, especialmente cuando su corazón le pertenecía a Yue.

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Tras la ruptura con Meiling, Shaoran estaba ausente sentado en la mesa de la sala junto con sus amigos. Lo cierto es que a pesar de tener clase, se las había saltado. No se sentía con ánimos para ir, por eso se quedó en la sala hasta que aparecieron el resto de miembros de la Sociedad Naranja y se pusieron a organizar la excursión. –Como posibles destinos tenemos Karuizawa y Saiko. –dijo Yamazaki mostrando unos folletos. Era el único que estaba en pie. –¡Saiko! –dijo Tomoyo emocionada. –¡El monte Fuji se puede ver desde allí! –¡Tienes que escuchar! –dijo Yamazaki a Eriol golpeándole con unos folletos, mientras éste leía un manga. –Oye, ¿vamos a ir en coche? –preguntó Tomoyo con emoción. –Sí. –respondió Yamazaki. –Oye Shaoran, ¿quieres alquilar un coche? –pero Shaoran no contestaba. –¡Shaoran! –volvió a llamarle agitando su mano delante de sus ojos. –Lo siento. –se disculpó él. –Voy a salir a fumar. –dijo Shaoran levantándose. –Ya he terminado de leer esto. –dijo Eriol devolviéndole el manga a Shaoran cuando pasaba por detrás suyo y antes de que saliera de la sala. –Tomoyo, mira esto. –dijo Yamazaki. Mientras tanto, Sakura vio salir a Shaoran y se percató de que su actitud estaba siendo un poco extraña. Preocupada, unos minutos después, Sakura salió y empezó a buscarlo por todo el campus, pero no había ni rastro de él. No estaba por ninguna parte de las que solía frecuentar. Así que decidió buscar dentro de la facultad. Al ir por los pasillos, vio una puerta entornada y se asomó dentro del aula. Lo encontró sentado en la segunda fila de la izquierda, junto al pasillo con la cabeza gacha. Parecía estar leyendo, puesto que tenía el manga que le devolvió Eriol abierto. Percibía cierto movimiento en su espalda. Sakura se acercó a él de puntillas para no ser oída y le golpeó fuerte en la espada para asustarlo. Shaoran giró la cabeza, con lágrimas cayendo de sus ojos como si fuera una catarata. A Sakura se le borró la sonrisa. Nunca había visto a Shaoran así. Sakura se colocó en el pasillo y dijo: –Lo siento. No escucho así que pensaba que te estabas riendo. –se justificó Sakura. –Al principio reía, pero después empecé a llorar. –dijo Shaoran. –Oh, ¿Por el manga? ¿cuál es, “Vagabundo”? ¿Al final muere Takezo? –preguntó Sakura intentando distraerle. Entonces, se sentó en la primera fila mirando para atrás, le dio la vuelta al manga. Entonces, Shaoran llamó su atención poniendo la mano en medio. –No es eso. Me ha dejado. –dijo Shaoran. –¿Qué? ¿Quién ha dejado a quién? –preguntó Sakura, que no había entendido bien, y pensando que se refería al manga, empezó a pasar hojas para ver si lo encontraba. Entonces, Shaoran cerró el manga. –Ya vale. Ya me has visto. –dijo Shaoran para que Sakura dejara de disimular. –Lo siento. –se disculpó Sakura. Entonces, se sacó un pañuelo del bolsillo y se lo dio a Shaoran, que se lo agradeció con un gesto. Sakura se levantó para irse pero Shaoran la detuvo cogiéndola de la mano. –¿Te vas? –preguntó Shaoran. –¿Quieres que me quede? –preguntó Sakura. –Supongo que ya no importa. –dijo Shaoran. –¿Qué quieres decir? –preguntó Sakura, pero él no contestó. –Voy a comprar algo caliente para beber. Unos minutos después llegó Sakura con un par de vasos. Shaoran seguía en el mismo lugar mientras que Sakura se sentó en la segunda fila del lado derecho, junto al pasillo, de manera que estaban uno junto al otro, separados tan sólo por el pasillo central del aula. –Lo he intentado. –empezó a decir Shaoran. –Como ella era mayor que yo, he intentado ser maduro. –Sakura se levantó y abrazó a Shaoran por detrás, rodeando su brazo izquierdo por los hombros y pecho de él, con las cabezas una junto a la otra. –¿Has entendido lo que he dicho? –No, pero he captado lo esencial. –contestó Sakura sin dejar de abrazarle. –No entiendo tus palabras, pero sí tus sentimientos. –Debo parecer un idiota llorando delante de ti. –dijo Shaoran. –Está bien. Los dos somos idiotas. –tranquilizó Sakura. Después, Sakura rompió el abrazo y se sentó junto a él. –¿Soy adorable? –preguntó Shaoran. –¿Estás alardeando? –preguntó Sakura extrañada por la pregunta. –No… El nuevo novio de Meiling me vio y me dijo que soy “adorable”. –explicó Shaoran. –No eres adorable. –respondió Sakura. –Eres interesante. –Entonces, Sakura le volvió a abrazar. –¿No decías que éramos idiotas? –preguntó Shaoran sin gesticular. –Da igual, no puedes oírme. –dijo Shaoran con una sonrisa triste. Ambos se quedaron abrazados un rato. Aunque Shaoran seguía muy triste, estar allí con Sakura le había aliviado un poco. Continuará…
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