ID de la obra: 951

Orange Days

Het
G
Finalizada
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167 páginas, 77.050 palabras, 22 capítulos
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10. Una tarde de secretos II

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El todoterreno azul marino se dirigía a toda velocidad por la carretera. Ya hacía un rato que habían dejado la ciudad. En la baca del todoterreno estaba atada la bicicleta roja de Sakura. Shaoran conducía, con Sakura a su lado y en la parte de atrás se encontraban los demás. Yamazaki y Tomoyo cantaban “Sanghai Honey” de los Orange Range que sonaba en la radio a todo volumen, mientras decían la letra de la canción acompañada con lenguaje de signos mientras Sakura les miraba divertidos. Entonces Sakura cogió la hoja que tenían con la letra de la canción y empezó a cantarla con lenguaje de signos junto a ellos. –¿Puedes oír? –preguntó Yamazaki sorprendido cuando empezó el solo de guitarra. –Puedo captar el ritmo de vuestros movimientos. Y puedo oír ligeramente los tonos agudos. –¿Qué? –preguntó él, que no entendió muy bien la respuesta. –Dice que capta el ritmo de nuestros movimientos y que los tonos agudos puede oírlos un poco. –tradujo Tomoyo mientras Shaoran seguía conduciendo bastante serio. Yamazaki y Tomoyo siguieron cantando y Sakura tocó la rodilla de Eriol. –Canta con ellos. –le pidió Sakura. –Puede que te arrepientas. Canto muy bien. –le dijo Eriol con una sonrisa y uniéndose a la canción. –Sois muy ruidosos. –se quejó Shaoran. Pero al final, se contagió un poco del entusiasmo de los demás, aceleró el coche y se unió a ellos tímidamente después del solo de guitarra, hasta que Tomoyo y Yamazaki acabaron la canción a coro de forma muy cómica. –¡Ha sido increíble!¡Aplausos! –gritó Eriol mientras aplaudían todos excepto Shaoran, que tenía las manos en el volante y después hicieron el aplauso de los sordos levantando las manos, incluso Shaoran, que tuvo que volver a poner las manos en el volante ya que se le iba el coche. –¡Ten cuidado! –dijo Sakura golpeándole, ya que se había asustado. –¡Bien, aplauso para Sakura! –dijo Shaoran aplaudiendo con una mano en lengua de signos, mientras los demás se le unían. Cuando se le pasó el susto Sakura sonrió. A pesar de haber tenido una semana de perros en las que no dejaba de pensar en su ruptura sentimental, Shaoran se estaba distrayendo mucho gracias a las tonterías de sus amigos y le ayudaban a no pensar en todo lo que había vivido durante esa semana. Aunque Sakura también lo ayudó a aliviar su dolor. Cuando llegaron al camping, se pusieron a descargar los trastos del coche. Yamazaki se encontraba cogiendo las cosas del maletero. –¿Puedes llevar esto? –preguntó a Tomoyo pasándole una garrafa con lo que parecía contener agua. –Sí. –dijo Tomoyo cogiéndola y dejándola en el suelo. –Lo que viene pesa mucho. –Yamazaki sacó una gran nevera poniéndola en el suelo. –¿Qué es? –preguntó Tomoyo. –Cerveza. –contestó él. Mientras tanto, Shaoran estaba subido en el techo del coche desatando la bicicleta. Cuando la desató, se la pasó a Eriol. –Aquí tienes, princesa. –dijo Eriol. Un rato después, los amigos fueron al río, donde se pusieron a lavar algunas verduras. –¡Qué fría que está el agua! –se quejó Yamazaki, que hacía el tonto en el río, que no cubría prácticamente nada y estaba de pie y descalzo sobre unas rocas. –¡Foto, juntaos! –dijo Eriol. Entonces se pusieron todos en la orilla del río. –¡Cheese!–dijeron todos para mostrar su sonrisa hasta que oyeron el clic de la cámara. Después del río, volvieron hacia la zona de camping, pasando por un puente de madera hasta llegar a un lugar alto donde podían apreciar un gran lago. Mientras los chicos montaban las mesas y preparaban la barbacoa, las chicas preparaban los pinchos con carne y verduras, excepto Eriol, que le lanzó un frisbiea Sakura, que no lo esperaba y cayó al suelo. Entonces lo cogió y corrió hacia él tirándoselo. –¡Eh, vosotros! –gritó Shaoran. –¡No os pongáis a jugar!¡Hay cosas que hacer! Una vez que estuvo todo preparado, disfrutaron mucho de la barbacoa. –¡Buen provecho! –dijeron todos a coro. Después de comer, Shaoran y Yamazaki se sentaron en unas sillas de campo para disfrutar de las vistas del lago mientras se tomaban una cerveza. En el lago, Sakura, Tomoyo y Eriol, que iba remando, disfrutaban de un paseo en barca. –¿Cuánto habéis practicado? –preguntó Shaoran a Yamazaki. –¿Para “Sanghai Honey”? –preguntó él haciendo referencia a la canción que cantaron en el coche. –Sí. –dijo Shaoran. –Queríamos cantarla para Sakura en lengua de signos. –reconoció Yamazaki. –Oye, las cosas van bien, ¿no? –preguntó Shaoran dándole un pequeño codazo. –¿Habéis ensayando juntos? –Sí. Nos llevamos bien. Es todo muy natural. Sin embargo, a este ritmo voy a perder mi oportunidad de confesarle mis sentimientos. –confesó Yamazaki. –Antes de darme cuenta me colocará en la categoría de “amigo” –dijo éste mientras se levantaba a dejar la lata de cerveza vacía para coger otra. –En realidad creo que ya me he estancado en esa categoría. –dijo mientras abría la nueva lata. –Una vez que entras ahí, ya no puedes salir. He oído tantas veces “eres un buen chico, pero…” –dijo Yamazaki pensativo, sin llegar a acabar la frase. –No entiendo por qué las chicas no quieren salir con los buenos chicos. –dijo volviendo a sentarse, mientras Shaoran daba un trago de su lata. –Bueno, creo que cuando pases de los 35 años y busques un compromiso de matrimonio, pasará. –dijo Shaoran. –Como diciendo: “Bien, es un buen chico, supongo que no me importaría casarme con él”. –Genial, debutaré con 35 años. –dijo Yamazaki resignado ante esa perspectiva.

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Un rato más tarde, el grupo se disponía a jugar al escondite. Para decidir quién se la quedaba, jugaron a “piedra, papel, tijera”. –¡Piedra, papel, tijera! –dijeron todos a coro. El resultado fue que perdió Eriol, que dio una patada a una lata, que sería el lugar donde los jugadores tendrían que llegar. Con la patada a la lata, el juego dio comienzo. Eriol puso un pie sobre la lata, se tapó los ojos y empezó a contar mientras el resto se escondía. –1, 2, 3, 4, 5, 6… –Tomoyo se escondió detrás de un árbol, donde había colgada una caja roja y un flotador de salvamento ya que había un lugar donde poder bañarse. Shaoran se escondió en una bajada detrás de unas piedras rectangulares. –…7, 8, 9… –Yamazaki se escondió en una zona techada con mesas de picnic. –10! –Sakura todavía no había encontrado un lugar donde esconderse. Finalmente, se escondió detrás de un árbol. Shaoran que estaba cerca, le tiró una piña de árbol para atraer su atención que le dio en el hombro. Sakura giró la cabeza y Shaoran le habló en signos, lo cual era una gran ventaja, porque así no emitirían ningún sonido que atrajera la atención de Eriol. –Podrá ver tu ropa. –le avisó Shaoran. Dándose cuenta de que su ropa sobresalía de su escondite al no ser un tronco demasiado ancho, Sakura le preguntó. –¿Puedo ir contigo? –¿Aquí? –preguntó mirando su sitio. –Vale, espera un momento. –Shaoran se asomó para ver donde estaba Eriol, que se encontraba de lado a unos cuantos metros buscando con la mirada. Cuando echó a andar hacia el lugar opuesto con las manos en los bolsillos, Shaoran le dio la señal a Sakura para que se acerara. La chica empezó a correr hasta llegar a Shaoran, sin tiempo a frenar y cayendo encima de él, pero separándose enseguida. Ambos apoyaron sus espaldas en la piedra. Al ver la mirada de “este sitio es mío” que puso Shaoran, Sakura dijo: –El lenguaje de signos es muy útil en situaciones como estas. En ocasiones como esta es conveniente. –dijo Sakura. Eriol seguía buscando hasta que encontró a Tomoyo, que había cambiado de lugar yendo a la zona de picnic. Tomoyo no se había dado cuenta de la presencia de Eriol hasta que no se giró, entonces, se levantó y echó a correr con Eriol detrás, pero él fue más rápido y tocó primero la lata con el pie. Tomoyo no pudo frenar a tiempo y se chocó con Eriol. –Te encontré, Tomoyo. –le dijo muy cerca de su cara. –Pronto te salvaré, Tomoyo. –dijo Yamazaki para sí, que se había escondido entre la maleza. –¿Todo esto es por mí? –preguntó Sakura a Shaoran. –¿Qué? –preguntó Shaoran. –Nunca he hecho nada como esto. Este tipo de cosas se convierten en bonitos recuerdos de juventud. Es difícil pasar el rato conmigo porque no puedo oír. Pero ahora me lo estoy pasando muy bien. ¿Es por mí? ¿Estáis creando estos recuerdos para mí? ¿Es lástima? –No. –respondió Shaoran. –Yo también me lo estoy pasando bien. Para serte sincero, yo tampoco he hecho nada como esto nunca. –Sakura sonrió ante la respuesta. De repente se escuchó un berrido de Yamazaki, al que Eriol consiguió atrapar tras el infructuoso intento del de Yamazaki por salvar a Tomoyo. Mientras forcejeaban, Shaoran le dijo a Sakura: –Ahora es mi oportunidad. –salió de su escondite corriendo hacia la lata. –¡Corre, Shaoran! –gritaba Yamazaki al verlo salir de su escondite. –¡Vamos, Shaoran! –gritaba Tomoyo, ya que así la podría salvar. Eriol consiguió deshacerse de Yamazaki, y aunque estuvo a punto de conseguirlo, Shaoran llegó antes a la lata, pateándola y salvando así a sus compañeros. –¡Lo conseguí! –gritó Shaoran.

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Por la noche, el grupo se sentó alrededor de una fogata mientras bebían unas cervezas. –¿Sabéis? Soy un romántico. –dijo Yamazaki. –Me gustan los cuentos de hadas y las historias de amor. Lo cierto es que una vez escribí una. –Sólo uno, por favor. –le signaba Sakura a Tomoyo y Shaoran mientras Yamazaki hablaba, refiriéndose a la traducción. Shaoran cedió ese honor a Tomoyo y empezó a traducirle. –Sin embargo, no tengo talento y lo dejé. –dijo Yamazaki. –Y al final decidiste hacerte cargo del negocio de ceremonias nupciales de tu familia. –añadió Eriol. –Sí. –dijo éste. –¿Y sabéis? He pensado que aunque no tenga talento debería crear mis historias en mi vida. –Shaoran le dijo a Tomoyo que ya seguía él al verla titubear con lo último que había dicho Yamazaki. –Está bien, no os preocupéis por mí. –dijo Sakura. –No te preocupes. He escuchado esto un montón de veces. –dijo Shaoran. –…trabajando como una persona normal; ser capaz de ayudar a la gente, al menos un poco. –seguía Yamazaki mientras Shaoran traducía. –Ser capaz de hacer algo para ayudar a mi familia; y tener una esposa adorable e hijos. Puede ser que sea una escena que se ve en todas partes, pero siempre que dé todo de mí, siempre que pueda vivir para proteger y querer a mi familia hasta el final, sólo entonces creo que habré realizado mi propia historia y no la cambiaría por nada del mundo. –dijo Yamazaki dejando su lata de cerveza encima de la nevera. –No es el tipo de historia que llame la atención, ni pasará de generación en generación, pero es una historia. Es mi sueño. –dijo él, y al ver las caras de sus amigos añadió. –Aunque es un sueño aburrido. –No es aburrido. –opinó Eriol. –Yamazaki. –dijo Tomoyo. –Eres un buen chico. En serio, eres muy buena persona. –Al oír esas palabras, Yamazaki se puso triste, mientras miraba a Shaoran, porque justo habían estado hablando de ello esa tarde. –Sabía que al final saldría a relucir lo de “buen chico” –comenzó a decir Yamazaki para sí. –¿Decías? –preguntó Tomoyo. –Nada. –se apresuró a contestar él.

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Después de la fogata, los chicos recogieron y se fueron a las cabañas de madera que tenían reservadas. Shaoran, vestido con pantalón de chándal gris claro y sudadera roja claro, intentaba matar a un mosquito que no paraba de incordiarle. En sus intentos por matarlo, golpeó a Yamazaki en el brazo, al que movió mientras estaba escribiendo. –¡Idiota! –insultó Yamazaki. –¡Mira lo que has hecho! –Lo siento. Estaba intentando matar a un mosquito. –se justificó Shaoran. –¿A quién le importa el mosquito? –se quejó Yamazaki. –¿Qué escribes? –preguntó Shaoran. Entonces tocaron a la puerta de la cabaña. Abrió y se encontró a Sakura, que vestía un chándal gris claro. –¿Qué pasa, fantasmas? –¡No! –respondió Sakura como diciendo que sólo los idiotas creerían en una cosa así. –¿Tenéis repelente de insectos? Hay algo parecido a un mosquito en nuestra cabaña. –Oh, es un mosquito. Aquí también hay. –dijo Shaoran. Shaoran entró donde tenía la mochila. –¿Qué pasa? –preguntó Eriol, que estaba subido en una litera, al ver a Shaoran buscar algo en la mochila. –Voy a comprar repelente de insectos. –dijo Shaoran, mientras Yamazaki se puso unos cascos en las orejas para no tener que escuchar nada, puesto que no quería que lo desconcentraran más de su escritura. –¿Dónde está tu bicicleta? –preguntó Shaoran cuando salió de la cabaña. –Creía que la había dejado aquí. –contestó Sakura. Así que, de paso que iban a comprar, también se fueron a buscar la bicicleta.

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Eriol abrió la puerta de la cabaña a Tomoyo después de oír que llamaban. La morena llevaba un neceser en la mano. –Si buscas a Sakura, se fue con Shaoran a comprar algo. –dijo él. –No es eso. –dijo ella. –¿Sabes que estas cabañas no tienen baño? –Sí. Están en el cruce. –dijo Eriol. –Lo sé. –dijo Tomoyo. –Pero afuera hay unos tipos que no me gustan nada y no me atrevo a ir sola. –Está bien. Te acompañaré. –accedió Eriol. –No. –continuó Tomoyo cuando Eriol se ponía sus chanclas para salir. Cada vez que se quedaban solos acababan discutiendo y Tomoyo no tenía ganas de que la sacara de quicio. –¿No quieres que vaya alguien contigo? –preguntó él. –Sí, pero… ¿Shaoran no está aquí? Mejor le pregunto a Yamazaki. –dijo ella. –Muy bien. –dijo Eriol sin poder creerlo. –¡Yamazaki! –llamó Eriol. –¡Yamazaki! –al ver que no contestaba, fue hasta donde estaba escribiendo y le tocó para llamar su atención. –¿No puedes esperar? Estoy en una parte importante. –dijo Yamazaki apartando el brazo de Eriol pero sin apartar la mirada de lo que escribía. Eriol volvió a la entrada. –Yamazaki parece ocupado. ¿Te conformas conmigo? –preguntó Eriol.

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Sakura y Shaoran caminaban por los sitios en los que habían estado desde que llegaron para encontrar la bicicleta de Sakura. –Vinimos aquí después de lavar las verduras, ¿verdad? –preguntó Sakura preocupada. –Aquí tampoco está. –Espera. –pidió Shaoran. –Está oscuro y no puedo ver bien lo que dices. Repite. –¡Me sacas de quicio! –dijo Sakura nerviosa. –¿Y qué quieres que haga? Sólo podemos andar por aquí. –dijo enfadado, girándose hacia el puente de madera, pero Sakura lo detuvo. –¡Es una bicicleta muy cara!¡¿Puedes ayudarme a encontrarla?! –dijo Sakura. –Lo entiendo, pero ¿por qué estás enfadada conmigo? –preguntó Shaoran. –Quién sabe. –contestó Sakura.

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Tomoyo salió de la zona de los baños mientras Eriol la esperaba afuera apoyado en un pilar de madera. –Perdón por hacerte esperar. –se disculpó Tomoyo. –Te ha llevado un rato. –dijo Eriol. Entonces, se escuchó a unos chicos ruidosos que iban hacia donde estaban ellos. La pandilla estaba junto a un coche blanco de gran cilindrada. Parecían bastante perjudicados, como si hubieran estado bebiendo. –Espera un momento. –dijo él. –Vamos por otro camino. Están buscando problemas.

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Después de buscar durante un rato, Sakura por fin encontró su bicicleta en un merendero con mesas de madera. –Ahora recuerdo. Cuando montamos en la barca y nos pusimos a pescar la dejé aquí. –explicó Sakura. –Lo había olvidado. –La caminata por todo el campamento ha sido divertida. –dijo Shaoran. Entonces, Shaoran fue a coger la bicicleta, pero algo lo frenó. Se dio cuenta de que llevaba el candado puesto. –¡Eh, me acuerdo de esto! Solía utilizar uno cuando iba al instituto. Me encanta el click que hace el engranaje cuando se bloquea y desbloquea. –le dijo a Sakura. –¿Cuál es la combinación? –6, 2, 1. –Falta uno. ¿Cuál es el último? –preguntó Shaoran al ver que eran cuatro números. –Adivínalo. –retó Sakura. –De acuerdo, pero ¿qué conseguiré si lo adivino? –preguntó Shaoran. –Vamos a apostar. ¿Qué quieres? –Si aciertas, saldremos juntos. –dijo Sakura. –¿Qué te parece? –¿Quieres decir como novios? –preguntó Shaoran. Sakura asintió. –Está bien. Dame una pista. –Sakura empezó a gesticular. –2, 4, 6, 8…, es un número par. –dijo Shaoran al leer las manos de Sakura. –Ahora prueba. –dijo Sakura.

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De camino a las cabañas, Tomoyo y Eriol dieron un rodeo para evitar a los ruidosos que se habían encontrado. Era un camino más largo y tortuoso. Además, la oscuridad lo hacía más difícil. En un desnivel, Tomoyo resbaló, sin poder subir una pequeña cuesta. –Por eso te dije que nos cogiéramos de las manos. –le recriminó Eriol, que ya estaba arriba. –Es que sé que tenías unas intenciones más perversas. –le contestó Tomoyo. –Estás paranoica. –dijo Eriol con gracia. Eriol se agachó y le tendió la mano. En el intento de subir, Tomoyo volvió a resbalar, haciéndose daño en el pie. –¡Ouch! –se quejó Tomoyo. –Ayúdame. –¿Qué?¿Con quién hablas? –preguntó Eriol provocándola. –Con dios. –contestó ella. –¿Qué? Mira que eres… –dijo Eriol. Entonces bajó, la cogió de la mano y la ayudó a subir. –¿Estás bien? –Sí.

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Shaoran estaba poniendo la combinación del candado. –6…, 2…, 1…, el último número es…4. –probó Shaoran al azar mostrándole cuatro dedos a Sakura. –Prueba. –dijo Sakura. Shaoran probó con el 4, pero el candado no se abrió. –Error. Era el 8. –dijo Sakura. Sakura cogió el candado y puso el número 8. Efectivamente, el candado hizo el click de desbloqueo. –Ahora tienes llevar la bicicleta llevándome detrás. –dijo Sakura. –¿Qué? Pero es mucho peso. –se quejó Shaoran. Pero ella no hizo caso y se montó detrás con los dos pies hacia el lado derecho de la bicicleta. –¡Vamos allá! POV Sakura. Pista: un número par. Las probabilidades eran de una entre cinco. En ese momento pensé que la pista era muy buena, pero si hubiera dicho el número que va después del siete, podríamos haber salido juntos. Sin embargo, no fui lo suficientemente lista para pensar en ello en ese momento; ni lo suficientemente astuta; ni adorable.

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–¡Por fin!¡Por fin he terminado mi carta de amor! Ya sólo me queda dársela. ¡Tomoyo, mi amor! –gritó Yamazaki dando vueltas de alegría, ajeno a todo lo que estaba pasando con sus compañeros. De hecho, no se dio cuenta de que no estaban hasta que los buscó por la cabaña y vio que estaba solo. –¡Shaoran, Eriol! ¿Qué? ¿Adónde han ido esos dos?

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Una vez arriba, Eriol iba agarrado de la mano de Tomoyo un poco por delante de ella, ya que le molestaba el pie y llevaba un ritmo más lento. –Me duele. –se quejó Tomoyo. –¿Qué? –preguntó Eriol. –El tobillo derecho, me duele. –repitió Tomoyo. Eriol se agachó para verlo.

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–¡Oh, una cuesta! ¡Whooooo! –gritó Shaoran soltando los dos pies de los pedales de la bicicleta. POV Shaoran. Era peligroso, pero no éramos capaces de controlar los pedales muy bien. Riendo un poco traviesos y algo asustados, avanzábamos hacia delante sin saber hacia dónde nos dirigíamos. Continuará…
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