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Eriol le revisaba el pie a Tomoyo después de haber sufrido el traspié mientras intentaban volver a las cabañas de madera. –Ve al médico cuando volvamos –le recomendó Eriol. –¿Qué? –Por el tobillo. –No es nada. –le quitó importancia. –Tienes que ir. –insistió él. –No querrás acabar como mi hermana. –¿Su pierna está así por un accidente? –preguntó Tomoyo curiosa. –Fue corriendo para alcanzar a mi madre. –explicó Eriol mientras mojaba un pañuelo en el riachuelo. –Nuestra madre no puede prescindir de los hombres, así que rara vez estaba en casa. Un día, cuando iba a casa de su novio, mi hermana la persiguió y tuvo el accidente. –al ver que Tomoyo no decía nada. –Sólo bromeaba. Las chicas se enganchan a ese tipo de historias. Les hace sentir como si quisieran cuidarme. –Mientes. –afirmó Tomoyo mientras Eriol le ponía el pañuelo en la zona afectada del pie. –Esa historia es cierta, ¿verdad? Nunca utilizarías a tu hermana de esa manera. Nunca dirías algo así para ligar. Cuando acabó, Eriol se agachó de espaldas a ella para que se subiera en su espalda. No quería entrar más en el tema porque sabía que Tomoyo estaba en lo cierto. Era la única que había sido capaz de ver más allá de la fachada que él mismo se había construido. –Sube. –dijo Eriol con la zapatilla de Tomoyo en la mano. –De acuerdo. –accedió ella. –¿Te duele? –No. –negó Tomoyo. Después de un rato caminando a cuestas, Tomoyo le dijo: –Gracias. Puedes bajarme aquí. –Eriol la bajó poniéndole la zapatilla en el suelo mientras le sostenía de una mano para que no perdiera el equilibrio mientras se colocaba la zapatilla. Cuando acabó, se miraron fijamente durante unos segundos y entonces, Eriol la abrazó. –Para. –pidió Tomoyo una vez que recuperarse de la sorpresa del abrazo. –¡He dicho que pares! –gritó Tomoyo empujándolo al ver que no se apartaba. –No soy tan fácil. –Lo siento. –se disculpó él. –Buenas noches. –dijo despidiéndose y se dio la vuelta para marcharse. –¿A dónde vas? –preguntó Tomoyo, ya que las cabañas no estaban en la dirección que tomó Eriol. –A dar un paseo y despejar mi cabeza. –contestó Eriol. Entonces Yamazaki abrió la puerta de su cabaña. –¿Dónde está todo el mundo? –preguntándose a sí mismo.00000000
–El peaje de la autopista costó 6.800 yenes, dividido entre cinco: 1.280 yenes. –calculó Yamazaki en la sala de la facultad mientras Shaoran revisaba su teléfono. Sólo las chicas veían atentamente cómo Yamazaki hacía las cuentas. –La gasolina 6.820 entre cinco: 1.364 yenes. –Las chicas empezaron a buscar en sus monederos para saldar la deuda cuanto antes. –Por las cabañas pagamos… –Hey. –interrumpió Tomoyo. –Ahora mismo no tengo ni una moneda. –Eres demasiado meticuloso, roñoso. –criticó Eriol a Yamazaki. –Ser meticuloso y roñoso son cosas diferentes. –intervino el aludido. Entonces, empezaron a sonar todos los teléfonos a la vez. Todos fueron a mirar riendo por la coincidencia. –Sólo es Shaoran. –dijo Eriol. –Últimamente he recibido muchos correos basura, así que he decidido cambiar mi dirección de email. –explicó éste. –¿[email protected]? –pregunto Tomoyo. –Sí, por la Sociedad Naranja y mi nombre. –explicó Shaoran. –Patético. –opinó Sakura. –Sobre la cabaña… –empezó a decir Shaoran mirando a Yamazaki, pero Sakura le interrumpió con unos golpes en el brazo. –No me ignores. –dijo ella, al ver que Shaoran no hizo ni caso a su crítica. –Muy bien ¿Qué hay de tu dirección de email? –preguntó Shaoran, que había intentado hacer caso omiso a la crítica de Sakura sobre su nueva dirección de correo electrónico. –¿No es patética también? A tu edad sigues siendo Saku?¿Qué es eso? –Vale, vale. –interrumpió Yamazaki intentando poner paz. –Sigamos con los cálculos. –¡saku-kino…! –continuó Shaoran mientras todos reían.0000000
Nadeshiko Kinomoto estaba en casa mirando las solicitudes de empleo de Sakura. –Administrativa…, informática…, redactora de cartas…, diseñadora de carteles…, ¿panadera? –musitaba leyendo. Entonces, la luz de la puerta instalada para que Sakura supiera que había alguien en la entrada parpadeó, lo que quería decir que su hija ya estaba en casa. Rápidamente, Nadeshiko recogió los papeles y los escondió como pudo en una mesilla que había junto a un sofá. –Bienvenida a casa. –dijo Nadeshiko mientras ésta se quitaba el bolso y lo colocaba encima de la mesa. Entonces, vio uno de los papeles, que con las prisas su madre no consiguió guardar. Dándose cuenta del error, su madre no pudo hacer otra cosa que admitirlo. –Lo encontré. –¿Lo has sacado de mi cajón? –preguntó Sakura. –¡No, no estaban en tu escritorio, estaban encima de la mesa! Si no quieres que los vean, deberías ponerlos en un cajón a buen recaudo. –se defendió Nadeshiko. –No es que no quiera que los veas. –dijo Sakura. Después se dirigió a la cocina a servirse algo de té fresquito. –Te lo dije el otro día. No hace falta que tengas prisa. Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras. –le recordó Nadeshiko. Después volvieron a la mesa y se sentó. –En cualquier caso, ¿hay algún trabajo de aquí que quieras hacer? Podrías convertirte en mi agente. –sugirió Nadeshiko. –¡No puedo oír! ¡¿Cómo se supone que voy a ser tu agente si ni siquiera puedo contestar al teléfono?! –dijo Sakura. –Perdona. –se disculpó al darse cuenta del ímpetu que utilizó para decir eso.00000000
Eriol estaba esperando a su jefe comiendo un bocadillo mientras miraba las fotos del viaje al campamento y que había impreso previamente. –¡Buenos días! –saludó el jefe. Eriol se puso de pie en seguida. –¡Buenos días! –saludó Eriol. –Perdón. –dijo Eriol por haber estado comiendo cuando llegó. –No te preocupes. Todavía tenemos tiempo. Puedes comer tranquilo. –dijo su jefe. –¿Qué es eso? –preguntó su jefe cogiendo las fotos. –Oye, son muy buenas. –alabó éste. –¿Eso cree? Las tomé durante un viaje. –explicó Eriol. –Sí, son muy buenas. –Muchas gracias.00000000
Sakura se dirigía hacia la facultad. Se paró un momento al ver una pequeña banda de instrumentos de viento metal que tocaba “The Earl of Oxford’s March” de William Byrd. Pero evidentemente, ella no escuchaba nada y siguió hacia el aulario. Ya allí, se asomó en una clase donde un montón de alumnos tocaban unos pianos eléctricos a la vez. Una vez fuera, se cruzó con Shaoran, pero ella no le vio. –Sakura. –llamó Shaoran. –¡Sakuura! –volvió a repetir. Entonces, Sakura sintió cómo la llamaba alguien, se giró y vio a Shaoran sonriéndole. Éste se acercó a ella. –Pensé que podrías oírme y por eso te he llamado. –No te he oído, pero he sentido tu presencia. –contestó Sakura. –Telepatía. –dijo Shaoran. –¡No, no es eso! No hagas que suene como si nuestros corazones estuvieran conectados. –le riñó Sakura. Shaoran no pudo más que sonreír. Entonces, ella continuó con su camino y Shaoran se colocó a su lado. –¿Dónde está tu bicicleta? –preguntó al verla que iba a salir del campus sin ella. –No me apetecía montar. –dijo Sakura. –No pareces tú. ¿Ocurre algo? –preguntó Shaoran. –He ido a la oficina de empleo. La realidad es dura. Me gustaría saber cómo la gente elige sus trabajos. –dijo Sakura. Unos minutos después, se sentaron en unas bancas del campus que se encontraban enfrente de campos deportivos. Ya se veía el cielo de tonos amarillos y naranjas propios de las puestas de sol. –No puedo limitarme a sentir algo como “es bueno estar viva” sólo con ver una puesta de sol. –¿Qué quieres decir? –preguntó Shaoran. –Para mí no es suficiente trabajar por dinero para mantener mi estilo de vida y decir “qué bonita puesta de sol” durante la vuelta a casa. Si a la vuelta del trabajo me encuentro con una puesta de sol, no podría pensar “qué bonita puesta de sol, hoy ha sido un buen día”. Como lo que dijo Yamazaki en el campamento. Si quiere escribir una novela, pienso que debería escribirla. Yo la leería. No es que él tenga un hándicap como yo. Si no hay nada que se lo impida, ¿por qué se rinde? –Yamazaki es feliz con una vida ordinaria. –dijo Shaoran. –¿Me estás diciendo que yo no? –preguntó Sakura. –No. –se defendió Shaoran. –¿No piensas que pido demasiado para alguien que no puede oír? –preguntó Sakura. –¡No es lo que trato de decir! Yamazaki no tiene ningún hándicap, pero tampoco tiene talento. No todo el mundo puede convertirse en novelista. Y hay gente que es feliz sin ser capaz de ser escritor. Hay personas que con sólo mirar las puestas de sol, son felices. Y Yamazaki es de esos. Se conforma con poco. –Lo entiendo, pero… –comenzó a decir Sakura. –Tú, Sakura, no eres así. Puedo asegurarlo con sólo mirarte. ¿Qué necesitas para sentir que es bueno estar viva? –preguntó Shaoran. –¿Qué puede hacer que te sientas viva? –La música. –contestó Sakura después de pensarlo varios segundos. –Lo he intentado muchas veces porque me lo dijiste. Pero no he podido encontrar nada aparte de eso. –El piano. –dijo Shaoran. –Toca el piano. –Tú nunca me has oído tocar el piano. –dijo Sakura. –Pero he oído que eres muy buena. –dijo Shaoran. –¿De quién? –preguntó Sakura. –De tu madre. –contestó Shaoran. –Me dijo que podías percibir las ondas sonoras, y que por eso eres capaz de tocarlo. Me llamó y me lo dijo. –confesó Shaoran. Sakura se levantó para irse enfadada. –¡Espera, espera! –la detuvo Shaoran del brazo. –¡No te enfades! Está muy preocupada por ti. Piénsalo. Cuando perdiste la audición hace cuatro años sufrirías una gran conmoción. Sé que debió ser un shock. Pero tu madre también sufrió ese shock. Quizás incluso más que tú. Si pudiera, se habría cambiado por ti. –¿También te ha dicho eso? –preguntó Sakura. –No, pero creo que es así como se sentirían la mayoría de los padres. –dijo Shaoran. –Cuando todo ocurrió mi madre no paraba de llorar. Me decía que se cambiaría por mí si pudiera. –admitió Sakura. –Por eso está preocupada. –dijo Shaoran. –Le prometí que mantendría esa llamada en secreto. –Pues eres muy malo guardando secretos. Ya me lo has dicho. –dijo Sakura. Al final, los dos sonrieron ante la ocurrencia. –Sólo ha sido una derrota. –dijo Shaoran. –Sólo has perdido una vez. Con el violín, una derrota. Si intentas trabajar con el piano y funciona, sería una victoria y una derrota. –¿Sabes que no soy luchadora de sumo, verdad? –preguntó Sakura sentándose de nuevo cuando le habló de las victorias y las derrotas. –Hablo en serio. –dijo Shaoran. Entonces se puso de cuclillas para mirarla a los ojos. –¿Tienes miedo de sufrir dos derrotas? Yo también estaba asustado cuando rechacé la oferta de trabajo y elegí un camino diferente. Fue muy difícil convencer a mis padres. Pero gracias a ti pude dar ese paso. Al verte intentarlo con todas tus fuerzas, me contagiaste. ¿Sabes? Creo que es la hora de que ambos lo intentemos. Vamos a esforzarnos. –Vale. –dijo Sakura. –¿De verdad? –preguntó Shaoran. –Sí. –y sonrieron.00000000
Sakura se encontraba en un combini hojeando unas revistas. Por el cristal, Yamazaki se percató de que su amiga estaba allí y le llamó la atención moviendo sus brazos a través del cristal. Después, entró en la tienda. –¡Qué coincidencia! –dijo Yamazaki. –¿Tienes un momento? –Sin ni siquiera esperar a que Sakura contestara, le quitó la revista de la mano, la dejó donde estaba y la arrastró de la mano hacia el restaurante cercano al campus. –¿Novio? –preguntó Sakura. Yamazaki asintió con la cabeza. –Que yo sepa está libre. ¿Entiendes? –Entiendo. –dijo él. –He aprendido de las lecciones de lenguaje de signos de la NHK. Así que Tomoyo está libre. –dijo soñador. –¿Y qué piensa de mi? –al ver que Sakura no contestaba dijo: –¿Me he equivocado al signar? –No, no es eso. –contestó Sakura. –Entonces, ¿qué piensa de mí? –volvió a preguntar. –Quién sabe. –contestó Sakura. –Espera, espera. Dame un segundo. –dijo Yamazaki mientras sacaba la carta de su mochila y que escribió en la cabaña. –¿Podrías leer esto? –preguntó extendiendo la carta, que aunque no era tan larga como la primera que escribió, sí que ocupaba varios folios, formando un pequeño tocho. –Es una carta de amor. –le dijo Yamazaki. Sakura abrió los ojos como platos al ver una carta tan larga. Entonces entró Shaoran, que al verlos se dirigió hacia la misma mesa. –Así que estabais aquí. –dijo cuando llegó. –Lo siento. Ahora tengo clase. –dijo Sakura, que vio en Shaoran la excusa perfecta para evitar tener que leer ese montón de folios, los cuáles se los pasó a Shaoran. –Toma, te paso el testigo. –¿Qué? –preguntó Shaoran confundido. –¡Espera, Sakura! –intentó detener Yamazaki. Pero Sakura ya se había levantado y salió sorprendentemente rápido del establecimiento.00000000
Tras haber prácticamente huido de Yamazaki, Sakura se encontraba sentada en un banco leyendo mirando una revista que se publicaba cada mes con ofertas de trabajo mientras esperaba el metro en la estación. Entonces vio una que le interesó. Se busca: alguien con experiencia. Detalles del trabajo: pianista para el salón de un hotel, así como en eventos como fiestas y bodas. Después de leer la oferta, la rodeó con bolígrafo rojo. Haría caso a Shaoran.00000000
–Bueno, ¿qué piensas? –le preguntó Yamazaki a Shaoran colocándose a su lado. Shaoran no pudo librarse de leer la carta por culpa de Sakura. Todavía la seguía leyendo y aún le quedaba la mitad. –Creo que es demasiado larga. –resumió Shaoran.00000000
–¿Quieres que te dé lecciones? –preguntó Nadeshiko mientras cenaban macarrones. Sakura asintió con la cabeza. –¿Qué estás tramando? –Sakura no contestó. –Por supuesto que puedo, pero soy una espartana cuando se trata de enseñar. –le advirtió su madre. Después de cenar, Sakura se puso a practicar con su madre de pie a su lado. Ensayaba “Deux Arabesques” de Claude Debussy mientras su madre le hacía unos movimientos para que supiera cómo debía interpretar. Después, su madre se puso al piano para que su hija se fijara. Después volvió a dejar a su hija. –Bien, así. –dijo Nadeshiko cuando la escuchó interpretar. –Suave, gentil, preciso. –le indicó Nadeshiko. Cuando acabó el ensayo, Nadeshiko tenía que ir a trabajar. Sakura, ya con su pijama puesto, la acompañó hasta la puerta de casa para despedirla empujándola con prisa por la espalda. –¡Vale, vale! Me da la sensación de que me estás echando. –dijo Nadeshiko sonriendo. Sabía que tramaba algo pero no la quería agobiar. Sakura le dijo adiós con sus manos y en cuanto su madre salió por la puerta, Sakura se fue directa al piano muy entusiasmada y grabó la pieza que había estado practicando con su madre. Después de grabar, empezó a preparar la solicitud para el empleo que había visto en la revista.00000000
Sakura extendió un cuaderno a uno de los responsables del proceso de selección de un hotel junto a un piano. –“He leído sobre su oferta de trabajo. No puedo oír, pero puedo tocar el piano”. –leyó el hombre. El hombre le dijo que no con la mano. Pese a haber sido rechazada, Sakura siguió buscando en lugares con pianos pero la rechazaban en todas partes. Después, paró en un puente de la ciudad. Por debajo pasaba todo el tráfico ajetreado de la ciudad. Tachó la oferta del último lugar donde la habían rechazado, el Hotel Sky Grande. Miró en su bolso, viendo el montón de copias. En ninguna parte habían aceptado la grabación de su interpretación. Entonces, recordó las palabras de Shaoran. –Al ver cómo intentas dar lo mejor de ti, pensé que quizás yo también podría intentar dar lo mejor de mí mismo… Yo también estaba asustado… Al verte intentarlo con todas tus fuerzas, me contagiaste. Gracias a ti pude dar ese paso… Por mí. Volvió a introducir las grabaciones en su bolso, cogió el teléfono móvil y buscó el nombre de Shaoran, escribió algo y lo cerró. Volvió a coger el cuaderno donde tenía apuntadas las diferentes ofertas de trabajo y decidió probar en el Tokyo Dome Hotel. Cuando llegó al hotel, se dirigió hacia un trabajador elegantemente vestido en la sala donde se encontraba el piano. Era una sala muy elegante donde la gente podía ir a tomar unas copas. –Lo siento mucho. –dijo el trabajador. –El encargado no está aquí en este momento. –al ver que Sakura no entendió lo que dijo, volvió a repetirlo más despacio para que pudiera leerle los labios. Entonces Sakura sacó de su bolso una de las copias de su CV con una de las grabaciones pegadas al folio y se lo entregó al hombre. –Lo entregaré por si acaso. Si surge algo contactaremos con usted. –Sakura se lo agradeció con una reverencia y se dio la vuelta para irse. Entonces, el trabajador miró su CV y dijo: –¡Espere! –pero Sakura seguía su camino puesto que no le escuchaba. El trabajador fue hacia ella y la detuvo. –Espere. ¿Es cierto lo que pone aquí? –mostrándole el CV. –¿De verdad estudió usted en Julliard, en Nueva York? –Sakura asintió con la cabeza. Continuará…