ID de la obra: 951

Orange Days

Het
G
Finalizada
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167 páginas, 77.050 palabras, 22 capítulos
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15. La pareja destinada I

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Unos días después de la decepción que Sakura sufrió al conocer las verdaderas intenciones de su senpai,Sakura llegó al campus en una soleada mañana con su bicicleta roja justo cuando Shaoran también llegaba. Cuando Sakura aparcó y le puso su candado, se dirigió hasta el joven. –¡Buenos días! –saludó él con entusiasmo al no haberla visto en unos días. Pero Sakura no parecía muy contenta y echó a andar. Shaoran se colocó a su lado juguetón. Sakura intentaba aumentar la velocidad de sus pasos, pero las zancadas de él le impedían que ella se escapara. Entonces, la castaña se paró. –¿Qué pasa? –preguntó Sakura. Shaoran no sabía qué contestar, ya que la que estaba molesta era ella. –Te agradezco lo del otro día. Gracias a eso, mi corazón fue capaz de calmarse. Que tengas un buen día. –¿Qué tenga un buen día? –preguntó Shaoran confundido mientras ella se marchaba. –Hey, ¿qué pasa? –preguntó Eriol llegando por detrás. –¿La princesa te ha rechazado? –preguntó al ver que Sakura se alejaba. –¿Qué soy para ella exactamente? –preguntó Shaoran. –Me dijo que quería verme y corro hacia ella como un desesperado para verla y ahora simplemente me dice que su corazón se ha calmado. –reflexionó Shaoran confundido. –¿Qué soy, como el “Tums” para el dolor de estómago o como el “Theraflu” para reducir la fiebre? –¿Cuándo corriste como un desesperado? –preguntó Eriol ante la novedad, consciente de que se había perdido algo. –Se te da bien escuchar sólo las partes que te interesan. –le recriminó Shaoran. –Sí. –admitió sonriendo orgulloso mientras retomaba la marcha. –Sólo intento ir al grano. –Fue la otra noche. –dijo Shaoran. –¿Y qué pasó, una confesión de amor? –preguntó Eriol. –Algo así. –dijo Shaoran. Al escucharlo, el moreno se puso delante de su amigo para detenerlo, ya que no se esperaba esa respuesta. –¿Entonces estáis saliendo? –preguntó Eriol. –Eso pensaba yo. Reuní mucho valor para llegar a ese punto. –pero Shaoran ya no hablaba tan convencido. –Mmm. –emitió Eriol cruzándose de brazos. –¿Qué? –preguntó Shaoran volviendo a retomar su camino. –En realidad, no se debe reunir valor para salir con una chica, pero supongo que tratándose de Sakura lo necesitas de alguna manera. –Sí. –admitió Shaoran.

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Tras haber recibido aquella horrible llamada unos días antes, Yamazaki acudió raudo a su Nagoya natal para estar junto a su familia en el difícil trance que se había presentado por caprichos de la naturaleza. Pese a intentar ser un apoyo, especialmente para su madre, se encontraba cabizbajo en la sala de espera del hospital por una preocupación que le era inevitable disimular. La luz de la puerta indicaba que había una operación en el quirófano llevándose a cabo. Su madre no paraba de llorar con un pañuelo en sus manos. Entonces se levantó y se puso a su lado cogiéndola de las manos. –Todo saldrá bien. –intentó animarla Yamazaki, dolido al ver así a su madre. –Papá se pondrá bien y yo estoy aquí contigo. Eriol, que había visto esa escena, pensó que quizá era mejor dejar que la familia de su amigo viviera ese momento en intimidad, por lo que se dio la vuelta para irse al pasillo. Quizás no había sido buena idea viajar hasta Nagoya. No estaba acostumbrado a ver a su amigo, siempre risueño tan preocupado. –¿Eriol? –lo llamó Yamazaki, que se había percatado de su presencia. Entonces, se levantó y fue hacia él. –¿Qué haces aquí? –Estaba por la zona y pensé en hacer una parada. –dijo Eriol. –¿Por la zona? ¡Esto es Nagoya! –dijo Yamazaki, que no se creyó ni una palabra. –Vine para probar la gastronomía local. –siguió mintiendo Eriol. –Takashi, ¿quién es? –preguntó la madre de Yamazaki saliendo al pasillo. –Oh. Es un amigo de la universidad, Eriol Hiragizawa. –presentó su hijo. Después también se asomó su hermano pequeño, Spinnel, que llevaba el uniforme del instituto. –Encantada de conocerla. –dijo Eriol. –¿Viniste hasta aquí desde Tokio? –preguntó la mujer. –Oh. Lo que pasa es que sé que Yamazaki es aprensivo y un remilgado y estaba preocupado por si podría sobrellevar la operación de su padre. –explicó Eriol. –Oh, perdone por llamar remilgado a su hijo. –se disculpó enseguida, pensando que podría haber importunado a la pobre mujer. –No, no. Gracias a ti por venir desde Tokio. –agradeció la mujer inclinándose hasta casi llegar a sus pies, seguida de Spinnel, que también se inclinó. –No es nada. –dijo Eriol quitándole importancia.

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–¡Muy bien Señora Sonomi, lo está haciendo muy bien! ¡Es usted asombrosa! –alabó Shaoran mientras la anciana intentaba llegar hasta Shaoran con tan sólo la ayuda de una muleta. –¡Continúe, despacio! Un poquito más. –animó el castaño, pero a la mujer le fallaron las fuerzas y cuando parecía que iba a caer Shaoran la cogió por los hombros, aunque parecía más un abrazo con el que ambos rieron. –¿Está usted bien? Vamos a sentarnos. –le dijo el chico ayudándola a sentarse en una de las camillas que había en la sala, aunque él se quedó agachado. –¡Estoy impresionado! Ha caminado una gran distancia hasta aquí usted sola. –Muchas gracias. –agradeció la mujer contenta. –En dos semanas ha sido usted capaz de andar 10 metros. Así que la semana que viene nuestro objetivo serán 15 metros. –le dijo Shaoran. –Shaoran. –dijo la mujer. –¿Sí? –contestó Shaoran sacando una libretita para registrar los progresos de la Señora Sonomi, que pese a su edad, se notaba que había sido una mujer bastante atractiva. –En realidad no tengo tanta prisa. Aunque digas que vamos a llegar allí o allá, eso sólo consigue ponerme nerviosa. Pareces muy feliz cuando lo consigo, pero cuando no lo logro, luces triste, como si hubieras suspendido un examen. –explicó la mujer. –Lo siento mucho. –dijo Shaoran levantándose y haciendo una inclinación dándose cuenta de su error. –No pretendía presionarla de esa manera. Tras la sesión, Shaoran llevaba a Sonomi en la silla de ruedas hasta su habitación. –Cuando te haces mayor ya no tienes prisa. –dijo Sonomi. –Tan sólo quieres ponerte mejor despacio, tomándote tu tiempo. –Lo siento. –volvió a disculparse Shaoran. –No sabía cómo se sentía. –No te preocupes. No tenías por qué entenderlo. Todavía eres muy joven. –le restó importancia la anciana.

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Para Yamazaki, la sala de espera del hospital le parecía una habitación en la que se detuvo el tiempo. Le parecía muy injusto que cuando se pasa mal, el tiempo parecía no pasar. Pero lo que más nervioso le ponía era no tener noticias de su padre. Él, su madre y su hermano estaban sentados en la sala de espera luciendo muy preocupados mientras que Eriol estaba apoyado en la esquina de la pared. La sala estaba en completo silencio. Por fin, la luz del quirófano se apagó tras lo que a la familia Yamazaki le pareció una eternidad. Cuando el cirujano salió, la familia se levantó y fue hacia él. –La operación ha sido un éxito. –informó el cirujano. Tras la noticia, la familia respiró tranquila, como si hubieran soltado lastre. –¡Muchísimas gracias! –agradecieron los tres inclinándose hasta casi tocarse los pies. –Hemos extirpado todas las partes malignas, así que no hay nada de qué preocuparse. –dijo el médico mientras Yamazaki miraba sonriendo a Eriol, que le sonreía de vuelta. –Todavía está un poco aturdido por la anestesia, pero puede hablar.

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–El desorden afectivo estacional produce síntomas como dolor en las articulaciones, fatiga e insomnio. Generalmente, estos síntomas tienen un impacto en el entorno cercano del paciente, sobre todo en la familia. –explicaba el profesor Fujitaka Amamiya en su clase. El alumno de apoyo de Sakura le cogía los apuntes con el ordenador. –Perdona. –le interrumpió Sakura tocándole la mano. –¿Qué pone ahí? No lo entiendo. –Lo siento, no entiendo la lengua de signos. –dijo el chico. Sakura volvió a señalarle una palabra concreta del ordenador. –Oh, ¿hay un error? –Sakura asintió con la cabeza. El alumno seleccionó la parte que estaba mal con el ratón y la borró volviendo a escribir. –Uf, qué engorro. –musitó el chico para sí mientras escribía a toda velocidad, pero Sakura había conseguido leerle los labios. Ya fuera de clase, Sakura le dio las gracias por ayudarla. Era lo único que podía hacer. –Sé que dije que iría contigo también a la siguiente clase, –dijo el chico sentado en una banca que estaba fuera del aula. –pero ¿te importaría que no fuera? Es que…, la verdad es que es demasiado trabajo. –le pidió el chico. Después se levantó. –¿Puedes decirles que sí que fui? Sólo sería una clase y estoy intentando conseguir créditos. –Está bien. –accedió Sakura. Estaba claro que aquel chico participaba en aquel programa de ayuda a alumnos con algún tipo de discapacidad por los créditos, pero no tenía ni ganas de gastar energía con alguien a quien probablemente no volvería a ver, aunque se pensaría si hacerle el favor. Entonces Shaoran llegó en ese momento. –Muchas gracias. –dijo el chico antes de marcharse. –Te he visto. –dijo Shaoran. –Eres muy popular entre los chicos. ¿Estáis juntos? –¡No es eso! –dijo Sakura enfadada. –¿Cómo que no? Vamos a tomar un té. –dijo Shaoran para intentar animarla y también porque tenía algo importante que decirle. Ambos se fueron a la cafetería y se sentaron uno enfrente del otro mientras tomaban té en vasos de cartón. Una vez sentados, Shaoran comenzó a contarle cómo le había ido el día en el hospital para distraerla de lo que fuera que le hubiera causado el enfado. –Y fue entonces cuando pensé que tenía razón. –dijo Shaoran contándole la conversación con Sonomi. –Una vez que eres mayor, ya no tienes obligaciones académicas o trabajo al que ir. Así que te puedes tomar tu tiempo para recuperarte. Me hizo comprender que realmente no tienes que tener prisa en una situación así. ¿Qué pasa? –preguntó Shaoran después de una pausa al ver que Sakura no decía nada. Sakura dejó de beber su té y puso el vaso en la mesa. –Así que, Shaoran, no eres capaz de comprender los sentimientos de las personas con discapacidad. Tú estás completamente sano, así que no comprendes los sentimientos de los que tenemos limitaciones físicas. –dijo Sakura, que lo ocurrido con aquel estudiante le había afectado más de lo que ella iba a reconocer. –Bueno, puede que tengas razón, pero quiero e intento comprenderlas. –dijo Shaoran. –Simplemente te sientes bien pensando que puedes comprendernos. –dijo Sakura frustrada. –¿Es que quieres discutir conmigo? –preguntó Shaoran extrañado del cariz que estaba tomando la conversación. –Sólo te sientes bien siendo amable con aquellos a los que consideras inferiores. –le acusó Sakura, que lejos de recular, seguía pagando su frustración con Shaoran. Shaoran dejó caer su espalda en el respaldo de la silla. –¿Y? –preguntó Shaoran, pero Sakura estaba extrañada con la pregunta. –Si hay una continuación, dímela. Sólo quiero “oír” las cosas desagradables que me tengas que decir de una sola vez. Así que dime. –Por eso has sido amable conmigo durante todo este tiempo. Sentías pena por mí. Pero conforme pasa el tiempo, empiezas a cansarte de tratar conmigo porque no puedo hacer nada por mí misma. Ni siquiera puedo asistir sola a una clase. Sólo quieres sentirte como una buena persona, siendo amable con la gente por la que sientes lástima, como yo o esa anciana del hospital. En el fondo de tu corazón, es así de simple. –dijo Sakura frustrada. Sakura parecía estar pagando con Shaoran sus frustraciones. Para ella, lo que había ocurrido con su alumno de apoyo fue la gota que había colmado el vaso y explotó con Shaoran. El chico, que no le quitaba ojo, lucía un semblante muy serio. –No puedo creer que me quieras. –¿Estás hablando en serio? –preguntó Shaoran. –¿Lo que acabas de decir es lo que de verdad piensas? –Sí. –dijo Sakura. –Genial. –dijo Shaoran con ironía. –Te he invitado a tomar un té conmigo porque quería pedirte salir. Pero olvídalo. No sabía que pensaras así de mí. –Shaoran se levantó con el vaso y lo tiró a la papelera de mal humor. –Sin embargo, te equivocas. Nada de lo que has dicho es cierto. Pero si es lo que sientes yo no puedo hacer nada. No puedo salir con alguien que tiene esa percepción de mí. –terminó de decir Shaoran marchándose de allí.

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–Es un trabajo de oficina, pero la mayoría de tus tareas serían con el ordenador. –le dijo Fujitaka a Sakura, que miraba una oferta de empleo que tenía el sello para personas con discapacidad. –Kinomoto, eres despierta e inteligente. Creo que eres apta para ese puesto. –Muchas gracias, Profesor. –agradeció Sakura, que no parecía muy entusiasmada. –¿Te molesta esta parte? –preguntó Fujitaka al ver el poco entusiasmo mostrado por la castaña y señalando a la parte de la oferta que decía que buscaban tres personas con problemas de audición. –Profesor, he empezado a trabajar tocando el piano. –explicó Sakura. –Sí, eso he oído. –dijo Fujitaka. –Me gustaría seguir tocando el piano. –dijo Sakura. –Bueno, si es así, me parece bien. Tú decides. –dijo Fujitaka. –Lo siento mucho. Sé que se ha esforzado mucho para buscarme ese trabajo. –No se preocupe, Señorita Kinomoto. –dijo el profesor. Después salieron a tomar un poco el aire en un balcón del edificio de la facultad, desde donde se veían muchos estudiantes ir de un sitio a otro, corriendo en grupo o de tomar un descanso en el césped con los compañeros. –El cuerpo y los corazones de los jóvenes se mueven. El tiempo vuela y los jóvenes lo empujan con su vigor. A veces me gustaría volver atrás en el tiempo, cuando yo también corría y mi corazón saltaba de júbilo. ¿Es difícil de imaginar? –Sakura negó con la cabeza. –Lo cierto es que no me quejo. Tuve una bonita juventud. –al ver a Sakura tan callada le preguntó: –¿Te has peleado con Li? –¿Cómo lo sabe? –preguntó Sakura sorprendida. –El viento me ha traído rumores. –explicó el profesor de forma enigmática. –Mi desgracia es mía. No quiero involucrar a nadie más. –explicó Sakura. –¿Planeas ser independiente? –preguntó Fujitaka. –Sí. –afirmó Sakura. –Eso está bien. Pero también puede ser un triste camino a recorrer. –añadió el profesor. –Aunque sea triste, quiero estar sola. –insistió Sakura. –Si tus amigos oyeran eso se entristecerían. –opinó Fujitaka. –No todos son débiles. Especialmente Shaoran Li. Él no es débil. Al menos eso es lo que pienso. POV de Fujitaka Amamiya: Llorar por las desgracias de los demás; alegrarse por la felicidad de los demás; amar; enfadarse; ¿no es eso el significado de vivir, Sakura?

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Tomoyo acababa de terminar una clase de educación física. Había estado corriendo alrededor de uno de los campos deportivos del campus. Cansada, recogió su toalla y fue a una de las fuentes a beber agua y refrescarse la cara. Cuando fue a coger la toalla, no atinaba a cogerla, hasta que alguien se la acercó. –Gracias. –dijo Tomoyo con la cara mojada y los ojos cerrados, sin darse cuenta todavía de quien le había acercado la toalla. Cuando se secó la cara y vio que era Sakura, a Tomoyo se le fue la sonrisa. –Ahora teníamos educación física. Te la has saltado. –Sí. –dijo Sakura. –Firmé por ti cuando pasaron lista. –dijo Tomoyo. –¿De verdad? –Invítame a algo. –dijo Tomoyo ante la cara de sorpresa de Sakura. –Sustituir a alguien en clase podría bajarme la nota. –entonces Sakura sonrió. Una vez duchada y cambiada, las chicas se fueron al restaurante cercano al campus. –¡Mmm!¡Esto está riquísimo! –dijo Tomoyo. –Comes mucho, ¿no? –dijo Sakura. –Qué cara me va a salir la disculpa. –se quejó Sakura. –Bueno, pensaba que podríamos comer un montón para celebrar nuestra reconciliación. –dijo Tomoyo. –Siento lo del otro día. –se disculpó Sakura, que la charla con Fujitaka le había hecho reflexionar y echaba demasiado de menos a su mejor amiga. –También fue culpa mía. –dijo Tomoyo. –Tú no hiciste nada malo. –dijo Sakura. –Sólo le dijiste a los demás que utilizaran la lengua de signos. –Pero debí haberlo hecho cuando estuvieras presente. –insistió Tomoyo. –Eso habría sido lo justo. –Siento haberme enfadado contigo. Después de todo, fuiste la primera en aprender la lengua de signos por mí cuando perdí el oído; fuiste la única amiga que no se distanció de mí; la única que no cambió. –dijo Sakura. –Pero en realidad, no te enfadaste conmigo, ¿verdad? –observó Tomoyo. –¿Qué quieres decir? –Pues que hay muchos ámbitos en los que te reprimes y simplemente no pudiste aguantar más. Además, deberíamos ser honestas. Incluso si peleamos, siempre podemos solucionarlo, igual que ahora. –Sakura le hizo saber que estaba de acuerdo asintiendo con la cabeza. –También pienso que Shaoran es la clase de persona con la que puedes ser honesta. –prosiguió Tomoyo. –No vayas por ahí. –avisó Sakura, que no quería hablar de Shaoran. –¿Por qué no? –preguntó Tomoyo extrañada y ajena a lo que había pasado entre los dos castaños. –Porque tú eres mi amiga. Si discutimos, podemos solucionarlo; pero Shaoran es un chico y… –hizo una pausa para pensar cómo seguir. –me asusta el que deje de gustarle y llegue a despreciarme. –Yo creo que Shaoran iría contigo a cualquier parte. –opinó Tomoyo. –Probablemente ya no se trate de gustar o no. Probablemente sea amor. –Sakura negó con la cabeza. –No tengo esa clase de confianza. –añadió Sakura. –No es porque sea sorda. Es porque tan sólo soy una chica. –¿Sólo una chica? –preguntó Tomoyo. –Exacto. Cuando me gusta un chico me convierto en sólo una chica. –Comprendo.

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–¡Tada! –gritó Yamazaki en la sala de la facultad dejando en la mesa tres paquetes no muy grandes y una bolsa. –Todo esto es para vosotros. Es akafuku para Sakura, los famosos dulces de los peregrinos; –explicó regalándose su paquete. –galletas bankatanoshi para Tomoyo; –dijo entregándole su caja. –y para ti Shaoran, fideos udon para la sopa de miso. –dijo dándole su regalo. –¡Has traído muchas cosas! –dijo Tomoyo. –Sí, mi padre está muchísimo mejor. Mi madre está tan contenta que la compra se le ha ido de las manos. –explicó Yamazaki. –¡Oye!¡¿Y yo qué?! –preguntó Eriol celoso. Yamazaki chistó los dedos. –Para ti, –dijo sacando una caja de la bolsa. –¡tengo esto! –en la caja había lo que parecían dos figuras doradas en forma de pez. –¿Shachonoko?–preguntó Shaoran. –Yes! –dijo Yamazaki en inglés. –El símbolo de Nagoya. En nuestro salón de banquetes tenemos este símbolo en el techo y cuando hay una boda les regalamos a los novios una caja como esta de recuerdo. Pero este de aquí, lo creáis o no, están hechos de oro puro. –¡Wow! –se sorprendió Shaoran. –¡Es increíble! –dijo Tomoyo mirando a Sakura que también estaba sorprendida. –Supongo que en Nagoya se regalan cosas como esta. –dijo Shaoran. –Yes! –volvió a asentir Yamazaki en inglés. –¿Y por qué ese regalo para Eriol? –preguntó Tomoyo, que se había dado cuenta del diferente valor de los peces y el valor de los otros regalos. –Mi padre me dijo que se lo entregara a él porque fue hasta allí cuando lo operaron. –explicó Yamazaki, mientras que Eriol le decía con la mirada que no dijera lo que acababa de decir. –¿Qué? –preguntó Tomoyo sorprendida, al no tener constancia de aquello. –Bueno, sí. Simplemente fui por matar el tiempo. –dijo sin querer reconocer lo que hizo. –Además, quería comer hitshumabushi. –añadió Eriol. –Estuvo rico, ¿verdad? –Sí. –respondió Yamazaki. –El hitshumabushi es el mejor plato típico de Nagoya. Cuando vayáis allí tenéis que comerlo. –Me alegro mucho de que tu padre se esté recuperando. –dijo Shaoran. –Sí, yo también. –se sumó Tomoyo. –¿Sabéis? –dijo Yamazaki poniéndose serio. –Creo que voy a volver a Nagoya cuando me gradúe. –¿Qué? –se sorprendió Eriol. –Con la enfermedad de mi padre me he dado cuenta de que tengo que estar con mi madre y mi hermano pequeño. –explicó Yamazaki. –¿Pero qué hay de tu trabajo aquí? –preguntó Eriol. –Al final, igualmente me tenía que hacer cargo del negocio familiar. Sólo que será antes de lo esperado. No hay mucha diferencia. –Sí, sí que hay una gran diferencia. –observó Shaoran. –Cuando te vayas todos estaremos tristes. –¡Bah, para! –dijo Yamazaki restándole importancia. –Todavía falta. No me iré hasta que nos graduemos. –No queda tanto. –dijo Eriol. –Sólo nueve meses. –De todas formas, después de graduarnos no podremos vernos como lo hacemos ahora. –dijo Yamazaki. –Me refiero a que seguiremos viéndonos y quedando. Pero ahora nos vemos aquí todos los días. Llegas aquí y te preguntas “¿quién estará? Ah, sólo es Eriol”. –dijo Yamazaki mientras recibía un golpe del aludido mientras reían. –Esos momentos acabarán pronto. –Al ver que se pusieron todos muy tristes, Yamazaki intentó animarlos. –¡¿Qué os pasa?!¡No os pongáis así! ¡No es una historia tan triste! ¡Mirad el Shachonoko!¡De verdad que es oro puro! –dijo Yamazaki intentando distraer la atención. –Dale las gracias a tu padre de mi parte. –dijo Eriol, mientras los otros tres se miraban tristes. –Vale.

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Tomoyo arrastraba a Eriol por los pasillos vacíos de la facultad. –¡¿Qué haces?!¡Me haces daño! –se quejaba el chico. –¡Ven conmigo! –ordenó Tomoyo, entrando en un aula. –¡¿Qué haces?!¿Vas a encerrarme aquí? No sabía que te gustaban esa clase de juegos. –dijo Eriol provocándola. –No quiero que nos oigan. –dijo Tomoyo. –Oh, ¿es una declaración de amor? –preguntó él. –¿Es que es lo único que tienes en tu cabeza? –preguntó Tomoyo. Pero al ver a Eriol agachar la cabeza preguntó: –¿Qué pasa? –Tus palabras se me clavan en el corazón. –Sólo ha sido un pinchacito. –Yo lo veo más como un puñetazo directo. –dijo Eriol haciendo un gesto de boxeo. –No entiendo términos específicos como ese, así que ahórratelos. –dijo Tomoyo. –No es un término difícil. –dijo Eriol mientras Tomoyo se sentaba. –¿Sabes? Hay algo que he querido comentarte. –Adelante. –dijo Eriol acercándose a ella y apoyándose en el pupitre de delante de donde estaba Tomoyo. –Has demostrado ser muy buena persona al ir hasta Nagoya para apoyar a Yamazaki. –Como dije antes, sólo tenía algo de tiempo libre. –le restó importancia. –No hace falta que actúes de forma tan fría a propósito. Sólo atrasa las cosas. –dijo Tomoyo. –¡Eres tú la que debería ir al grano de una vez! –acusó Eriol. –¡¿Por qué me hablas de esa manera?! –Oh, perdone, Alteza. Adelante. –dijo Eriol irónico. –Creo que Sakura y Shaoran realmente se gustan. –dijo Tomoyo. –¿Qué somos, alumnos de instituto? –preguntó Eriol continuando con la ironía. –Pero Sakura ha perdido la confianza, –continuó Tomoyo haciendo caso omiso al inmaduro comentario de Eriol. –y destruye lo que es bueno para ella. A veces es así. Su corazón es así de retorcido. –Creo que entiendo. –Lo entiendes porque tú también eres así. –dijo Tomoyo. –¿Sabes? Cuando le pides algo a alguien, deberías ser más educada. –De todas formas, –dijo Tomoyo levantándose y sentándose en la silla del pupitre de al lado de Eriol, pero al estar girados, quedaban frente a frente. –he pensado que deberíamos hacer algo para que se dieran una oportunidad. –¿Qué? –preguntó él extrañado. –Ya sabes, hacer algo para que pasen un tiempo a solas en algún lugar romántico.

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–De este modo, estas películas convirtieron la historia en historias… –explicaba la profesora. Tomoyo se encontraba coloreando un dibujo con peces y un barquito en el mar que había hecho mientras escuchaba hablar a la profesora. Parecía un dibujo bastante infantil para una alumna universitaria, pero era parte de su plan, porque sabía que Sakura le preguntaría. –¿El mar? –preguntó Sakura. –Sí, es inmenso y se está muy bien allí. ¿Te vienes? Lo pasaremos bien. –propuso Tomoyo. –¿Con quién? –preguntó Sakura. –Con la Sociedad Naranja. Vamos, no pienses tanto en ello. –le dijo Tomoyo al ver la cara que puso cuando se acordó de que seguía peleada con Shaoran. –Vente, por favor. –suplicó Tomoyo. –¿Por qué? –preguntó Sakura. –Porque quiero ir a ver el mar. –dijo Tomoyo. –Pues ve tú sola. –le dijo Sakura. –No, así no. Verás, es que, quiero ir con Eriol. –dijo Tomoyo utilizando a su amigo de excusa, aunque este ya conocía el plan de Tomoyo. –¿De verdad? –preguntó Sakura emocionada. –Al final he decidido ser sincera con mis sentimientos. –confesó Tomoyo. –¡Señoritas! –dijo la profesora con cara de pocos amigos. –¿Se puede saber qué hacéis hablando en lengua de signos tan furtivamente? –¡Lo sentimos! –dijo Tomoyo mientras se levantaban y se inclinaban para pedir disculpas por la gran pillada.

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–¡Es una gran idea! –dijo Yamazaki entusiasmado. –¡Vayamos! Tomoyo y Sakura también irán, ¿no?¡Será otro gran recuerdo de juventud! –dijo Yamazaki soñador sin ni siquiera dejar a Eriol contestar. –Cuando fuimos al campamento también nos lo pasamos muy bien. –Yamazaki, no creo que debas emocionarte tanto. –le advirtió Eriol, ya que el pobre Yamazaki permanecía ajeno al plan que había tramado Tomoyo. –¿Por qué no? Tú también irás, ¿verdad Shaoran? –preguntó Yamazaki al castaño, que estaba acostado con las manos por detrás de la cabeza y los ojos cerrados. –Después de graduarnos, volveré a Nagoya. Entonces no podremos ir a la playa juntos como Sociedad Naranja. Tenemos que crear buenos recuerdos. –dijo intentando convencer a Shaoran. Continuará…
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