ID de la obra: 951

Orange Days

Het
G
Finalizada
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167 páginas, 77.050 palabras, 22 capítulos
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20. No estás aquí II

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Shaoran caminaba con la mirada perdida por uno de los pasillos de la facultad. Desde que Sakura había roto con él andaba como alma en pena por todas partes. Entonces, de uno de los despachos salió Meiling, que se detuvo al encontrar a Shaoran de frente. –Hacía mucho tiempo que no nos veíamos. –dijo Meiling. –Sí, mucho. –dijo Shaoran. –Eh, si tienes tiempo podemos ir a tomar un té. –sugirió Meiling. Shaoran asintió con la cabeza. Quizás le vendría bien ir un rato con Meiling para sacarse de la cabeza su corazón roto. Ambos se fueron a la cafetería de la facultad y se sentaron uno frente al otro después de coger sus bebidas. –Entonces las cosas van bien entre vosotros. –dijo Shaoran después de que Meiling le contara sobre su vida. –¿Y qué hay de ti? –preguntó Meiling. –¿Qué? –preguntó Shaoran un poco distraído. –Con Sakura. ¿Estás saliendo con ella no? –preguntó Meiling. –¿Cómo sabes eso? –preguntó Shaoran, aunque parecía que Meiling no sabía las novedades sobre él y Sakura. –Por aquí se sabe todo. Aunque en realidad me lo dijo Yamazaki. –explicó Meiling. –Ese idiota… –musitó Shaoran. –No te enfades con él. Me lo encontré aquí de casualidad y le amenacé con darle una paliza si no me contaba la verdad. –dijo Meiling riendo. –¡Venga, vamos a tomar algo fuera! Ahora que somos un hombre y una mujer que han superado por completo su relación. –¿Qué significa eso? –preguntó Shaoran. Shaoran no parecía tener muchas ganas de nada, pero al final la siguió. Después de tomar algo, ya había anochecido. Shaoran intentaba parar un taxi mientras que Meiling estaba sentada en una baranda mirando a la acera. Se encontraba en la calle con la mano levantada para parar uno, pero el que llegaba pasó de largo. –Ocupado. –Oye Shaoran. –dijo Meiling. –Ven. Antes me he sentido algo febril. –¿Qué? –¿Tengo fiebre ahora? –preguntó Meiling. –¿Lo dices en serio? –cuando Shaoran se acercó para ponerle la mano en la frente, Meiling le besó en los labios. –Sólo bromeaba. –dijo Meiling sonriéndole. Shaoran la miraba serio –Sólo era mi venganza. –¿Venganza por qué? –Cuando salía contigo, siempre me reprimía. Al ser más mayor, pensaba que no debía llorar ni actuar de forma caprichosa. Por eso no decía muy a menudo cosas como bésame o abrázame. Pero ahora que lo pienso me pregunto por qué no lo decía. La edad no debería haber importado. Éramos novios. La niña que hay dentro de mí no puede evitar llorar por eso. ¿Te sientes incómodo conmigo diciéndote estas cosas? –preguntó Meiling al ver que Shaoran no decía nada. –Sí, un poco. –admitió Shaoran. –Oye, Shaoran. –dijo Meiling bajándose de la baranda y dando la vuelta para ponerse frente a él. –Esto me ha recordado a nuestro primer beso, ¿a ti no? –le dijo susurrándole al oído. –Aunque en realidad sea el último. –¿Puedes ser tú misma con él? –preguntó Shaoran, refiriéndose a Yue. –Se podría decir que sí. –dijo Meiling. –Entonces me alegro. –dijo Shaoran.

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Yamazaki se encontraba cambiando una bombilla en el techo de la entrada de su bloque de apartamentos. –Muchísimas gracias. –le decía la portera. –De nada. –dijo Yamazaki restándole importancia. –Al ser tan alto eres de gran ayuda. –dijo la mujer. –Esa es mi única ventaja. –dijo el chico. –Cuando vuelvas a Nagoya te echaré de menos. –confesó la portera. –Todavía falta. –dijo él, cerrando la escalera a la que se había subido y devolviéndosela a la portera. –¿Pero qué dices? ¡El tiempo vuela! Antes de que te des cuenta te estarás graduando. Te veo luego. Gracias otra vez. –dijo marchándose. La portera tenía razón. La vuelta a su ciudad natal llegaría antes de que se diera cuenta. Pero todavía se negaba a creerlo. Lo cierto era que no quería separarse de sus amigos.

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La mudanza a Alemania se acercaba a toda prisa, por lo que Nadeshiko ya estaba recogiendo sus cosas. Entre ellas, llevaba una pila de cedés hasta una caja. –Debería haber sonreído más. –mirando a la portada del primer CD que llevaba, donde su propia cara le devolvía la mirada. Entonces el teléfono de su hija empezó a vibrar. –Vaya, Sakura está bañándose. –fue hacia el teléfono y vio que había recibido un correo de Shaoran. No pudo contener su curiosidad y leyó el correo que iba dirigido a su hija, asegurándose antes de que no apareciera nadie por la puerta. Quiero volver a verte. Necesito verte y hablar contigo otra vez. Aún a sabiendas que lo que iba a hacer estaba mal, Nadeshiko borró el mensaje. Mientras tanto, Shaoran se encontraba en su apartamento esperando impaciente una respuesta de Sakura, pero ésta no llegaba. Sin poder aguantar más, cogió su teléfono y una hoja y se dirigió a la residencia Kinomoto. Tocó el timbre y Nadeshiko le abrió la puerta sin esperar ver a Shaoran. Sakura, que estaba en su habitación, supo que había alguien en la puerta porque las luces de casa empezaron a parpadear cuando se abrió la puerta de la entrada. Curiosa, abrió la puerta de su habitación y se encontró con Yukito. –Shaoran está aquí. –dijo Yukito. –¿Estás segura de que no quieres verle? –Estoy bien. Ya le dije todo le que le tenía que decir. –contestó Sakura. –Entiendo. –Sakura cerró la puerta. Mientras tanto, Nadeshiko y Shaoran estaban sentados cada uno en un sofá. –No quiero que interfieras en su futuro. –dijo Nadeshiko seriamente a Shaoran. –Va a operarse en Alemania y, con un poco de suerte, recuperará la audición. Después entrará en la escuela de música. Quizá salga con Yukito. –¿Qué? –preguntó Shaoran. –Oh, ¿has oído hablar de Yukito, no? –Sí, un poco. –dijo Shaoran, recordando al chico de gafas. –Toca el piano para la Sinfónica de la Escuela Internacional de Música Klaus. Está empezando a ser reconocido internacionalmente. Tú planeas seguir con tu educación más allá de tu campo, y lo entiendo, pero pasarán años antes de que puedas ofrecerle estabilidad a mi hija. –No sé si pasarán años, pero sí, seguiré estudiando. –dijo Shaoran. –Tal y como está Sakura, no puedo dejarla sola aquí. –dijo la mujer. –Quiero que entiendas su situación.

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Cuando Shaoran salió de casa de Sakura ya había oscurecido. Caminaba por la ciudad con paso lento y ensimismado en sí mismo. Tenía la sensación de que había perdido a Sakura para siempre. La posición de Nadeshiko era firme y no le dio lugar a réplicas. En cualquier caso, ¿quién era él para replicar nada? Era cierto que Yukito gozaba de una posición infinitamente mejor que la suya y que quizás él no podía darle toda la estabilidad que Sakura necesitaba, pero precisamente se estaba esforzando para labrarse un futuro para poder ofrecerle a Sakura todo lo que se merecía. En cualquier caso, la última palabra la tenía Sakura y ella ya había decidido, aunque a él le doliera en el alma la decisión que había tomado. Y lo que más le dolía, era la forma en la que había roto con él, porque le había hecho sentir insignificante. De pronto, se sobresaltó un poco al escuchar su teléfono. Cuando vio la pantalla, vio que Meiling lo estaba llamando. –Moshi, moshi. –contestó Shaoran. –Shaoran, perdona, ¿tienes un minuto? –preguntó Meiling. –Sí, ¿qué pasa? –¿Tienes el número de teléfono del profesor Amamiya? –dijo Meiling, que estaba en un despacho de la universidad con otros compañeros mientras miraba unos papeles. –Creo que se lo ha cambiado. –Sí, lo tengo. Espera un segundo. –dijo Shaoran. Se sentó en una baranda baja, buscó el número y dijo: –Moshi, moshi. –Dime. –dijo Meiling preparada para apuntar el número. –Gracias. Nos vemos. –dijo Meiling una vez que Shaoran le dijo el número. –Espera. –dijo Shaoran. –¿Qué pasa? –preguntó Meiling. –¿Ocurre algo? –volvió a preguntar ante el silencio de Shaoran.

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Sakura abrió la puerta del frigorífico y sacó una jarra para servirse té helado. –Sakura. –dijo su madre, apareciendo por detrás de ella. –Lo siento. Hace un rato, antes de que viniera Shaoran, te envió un mensaje a tu móvil. Lo borré accidentalmente. –No pasa nada. Ya se ha acabado. –dijo Sakura sin saber que era una verdad a medias. Pero tal y como ella decía, ya se había acabado y no tenía la mayor importancia que su madre hubiera edulcorado la realidad. Entonces, cuando se dirigía a la mesa, vio que en el sofá Shaoran había olvidado una de las camisas que solía llevar siempre encima de sus camisetas. Dejó el vaso en la mesa y se dirigió al sofá a coger la camisa. Entonces miró a su madre. –Debe haberla olvidado aquí. –dijo Nadeshiko. Sakura notó algo en la camisa. En el bolsillo había un folio doblado en cuatro partes. Lo abrió y vio un dibujo de una botella del que sobresalía una rosa. Dentro de la botella, apoyados en el tallo de la rosa y espalda contra espalda, una chica y un chico estaban sentados de perfil. Se parecían mucho a Sakura y Shaoran. El fondo era un cielo estrellado, en el cual también se veía Saturno con sus anillos. Sakura leyó el título de la canción: “Bara no Hana” de Quruli. Entonces Sakura recordó el momento en el que salieron de la tienda de discos y le preguntó a Shaoran por la canción que había estado escuchando. POV de Sakura: Es aquella canción. Ha dibujado su significado para mí. Entonces, Sakura salió corriendo con el dibujo y la camisa de Shaoran en la mano. –¡Sakura! –gritó Nadeshiko intentando detenerla, pero Sakura siguió su camino hasta llegar al apartamento de Shaoran.

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–La sesión de estudio ha durado más de lo que pensaba, así que he venido directamente. –dijo Meiling después de que Shaoran le abriera la puerta. –Esta noche escucharé todos tus problemas. –dijo entrando con una bolsa llena de bebida, consciente de que su ex novio no se encontraba del todo bien y necesitaba desahogarse. –Toma. –dijo Meiling dejándole una bolsa muy pesada mientras la chica se quitaba los zapatos en el genkan. –¿Vamos a beber aquí? –preguntó Shaoran. –¿Qué hay de malo? Tranquilo. No voy a atacarte ni nada de eso. –dijo Meiling. La chica entró y se arrodilló donde estaba la mesa baja. –¿Qué hay de la niña de la que me hablaste la última vez? –preguntó Shaoran devolviéndole la bolsa. –¿Cuál? –preguntó Meiling mientras sacaba una botella de la bolsa. –La niña de tu interior, la que no podía olvidarme. –Oh. Dijo que está bien y se salió de mí. –explicó Meiling mientras sacaba varias latas de cerveza de la bolsa. –Hace lo que quiere, ¿no? –Así somos las mujeres. Si no sería aburrido. Bueno, ¿qué ha pasado? –preguntó Meiling mientras sacaba comida de la bolsa. –Me ha dejado. –dijo Shaoran. Meiling no se lo esperaba. –Pero no puedo rendirme. La amo. Sin embargo, también me pregunto que quizás no sea yo quien pueda hacerla feliz. –Escucharé todo lo que me tengas que decir. –dijo Meiling. –Oh, vaya, he olvidado comprar hielo. –Creo que tengo en el congelador. –dijo Shaoran levantándose después de darle un trago a su cerveza. –No te preocupes, iré a comprarlo. –dijo Meiling. Mientras tanto, Sakura bajaba de un taxi con la camisa y el dibujo de Shaoran. Lo volvió a abrir antes de dirigirse al apartamento del castaño. Lo cerró y siguió andando hasta ver la entrada del castaño. Entonces, vio a Shaoran saliendo de su casa. –¡Espérame! –dijo Meiling. –No te preocupes. Puedo ir yo. –dijo Shaoran, seguido de Meiling. –En serio, ¿por qué no compramos más alcohol? –Ya es suficiente. –dijo Shaoran. Sakura, que los vio, volvió hacia atrás para no ser vista. Vio como Shaoran y Meiling se alejaban en dirección contraria. POV de Sakura: ¿Qué significa eso? Supongo que significa lo que parece.

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Hacía ya rato que Shaoran y Meiling habían vuelto de comprar hielo. –Oh, creo que estoy borracho. –dijo Shaoran acostándose en el suelo. –Hace tiempo que no bebía tanto. –¿Nos acostamos juntos? –propuso Meiling. –No. Paso. –contestó Shaoran. –Lo sabía. Siempre has sido así. –dijo Meiling. –No lo has dicho en serio, ¿verdad? –preguntó Shaoran incorporándose. –Me has leído el pensamiento. –dijo Meiling. –Lo sé porque esa parte honesta, inflexible y obstinada era lo que más gustaba de ti. –dijo Shaoran mientras cogía un botellín de agua y le daba un trago para intentar que se le bajara la cogorza. –Gustaba. –dijo Meiling. –En pasado. –Sí, en pasado. –Es cierto. Me voy a casa. –dijo Meiling. –Te acompaño. –se ofreció Shaoran. –No te preocupes. Tomaré un taxi abajo. –Meiling se dirigió a la puerta y se puso sus zapatos. –¿Sabes? Probablemente va contra las reglas ir a casa de un ex novio para beber así, pero ha estado bien. –dijo Meiling. –Siento que al final hemos podido entendernos. –Sí. –dijo Shaoran asintiendo. –Cuídate. –dijo Meiling. –Nos vemos. –Nos vemos. Cuídate. –dijo Shaoran una vez que Meiling abrió la puerta. Allí encontró colgada una camisa de Shaoran y se la dio al chico. Shaoran suspiró pensando que era lo que le faltaba para empeorar las cosas con Sakura.

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Al día siguiente hacía un día de bastante calor. Por la tarde, Yamazaki, Tomoyo y Shaoran se encontraban en la sala de la facultad. –¿Qué? –preguntó Shaoran, que no sabía si había oído bien. –Lo que oyes. Sakura vino esta mañana y se llevó el cuaderno naranja de recuerdo. –explicó su amigo. –Después ha recogido su certificado médico y ha hecho el papeleo. –añadió Tomoyo. –Sí, y después ha comido con nosotros por última vez. –añadió Yamazaki. –¡¿Y por qué no me habéis avisado?! –les reclamó Shaoran enfadado cogiendo al moreno de la pechera. –¡Para, para! –gritaba Tomoyo. –Sakura nos pidió que no te lo dijéramos! –ante eso Shaoran se detuvo y se sentó enfadado a la mesa. –Lo siento. –Nos ofrecimos a ir con ella al aeropuerto pero dijo que su madre estaría allí y que probablemente acabaría llorando, así que nos ha dicho que mejor no fuéramos. –dijo Yamazaki acercándose a Shaoran y poniéndose a su altura. –También nos ha dicho que tomaría el autobús en Shibuya y que se encontraría con su madre en el aeropuerto, así que puede que no sea demasiado tarde. –después de que Yamazaki dijera eso, Shaoran le miró. –¡Me lo podrías haber dicho antes! –le recriminó Shaoran antes de salir corriendo como si su vida dependiera de ello. Atravesó todo el campus corriendo con todas sus fuerzas. Ya en la ciudad, tuvo que detenerse en un paso de cebra regulado por un semáforo en rojo. No paraban de pasar coches. Aprovechó esos momentos para tomar aire. En cuanto se puso verde, Shaoran cruzó y continuó su carrera hasta que llegó a un autobús verde y blanco que estaba parado en una parada de autobús. Por suerte, la parada en cuestión no quedaba lejos del campus. Shaoran se puso como un loco a buscar desde abajo a Sakura, pero no estaba por ese lado. Se dirigió hacia el lado de la parada y continuó buscándola pero no la encontraba. El autobús arrancó y cerró la puerta delantera. Shaoran siguió buscando consciente de que se le acababa el tiempo antes de que el autocar se pusiera en marcha. Entonces vio unas manos sujetando algo que reconoció al instante: era el cuaderno naranja. Shaoran tocaba la puerta pero Sakura, además de estar de espaldas a él, no le escuchaba debido a su sordera. Entonces, Sakura se giró para guardarse el cuaderno en su mochila. Fue entonces cuando lo vio. Sakura se levantó y se quedó mirándole. El autobús se puso en marcha y Shaoran iba siguiéndolo para no perderla de vista. Sakura sacó el dibujo de la canción que tenía plegado en su bolsillo y se lo enseñó a Shaoran. El autobús iba dejando atrás a Shaoran y Sakura se fue al fondo del autobús para verlo por la ventana trasera. –¡Lo siento! –signó Sakura a través de la ventana. –¡Gracias por todo!¡He sido muy feliz estando contigo!¡No te olvidaré! –Shaoran seguía corriendo pero ya no le quedaban fuerzas. POV de Shaoran: No seas idiota, Sakura Kinomoto. –¡Nunca te olvidaré!¡Sé feliz!¡Sé muy feliz! –continuaba diciendo Sakura. ¿Qué dice? ¿Qué diablos quiere decir con eso? –¡Puede que no vuelva a verte más, pero cuídate! ¡Gracias, de verdad, muchas gracias! –dijo Sakura con semblante triste. Shaoran no podía más y se detuvo viendo cómo el autobús, Sakura y sus sueños se alejaban. –¡¡¡NO SEAS TONTA!!! –gritó Shaoran de la impotencia, porque pensaba que sin ella no podría ser feliz. –¡¡¡NO SEAS TONTA, SAKURA KINOMOTO!!! Eso fue lo último que le dije. No sé si leyó mis labios o no. Los meses pasaron y el invierno llegó. Shaoran procuraba seguir con su vida normal en la universidad. Después de aquello, perdí todo contacto con ella y pronto ni siquiera sabía en qué parte de Alemania se encontraba o si se encontraba allí. El chico también continuó con su trabajo en el hospital y estudiando duro en la biblioteca para convertirse en terapeuta ocupacional. Parecía que todo había sido una ilusión. Cada vez que iba a los lugares que frecuentaba con ella, como la sala de la facultad o la cafetería, no podía evitar recordar momentos con ella. Con Sakura fue todo tan distinto que sentía que todo había sido una ilusión. Shaoran abrió el buzón para recoger el correo. Como siempre, no había nada más que facturas, excepto una carta que había al fondo procedente de Frankfurt. Y justo cuando estaba a punto de olvidarlo todo, llegó una carta. Justo cuando mis lágrimas estaban a punto de secarse, llegó una carta. Muy propio de Sakura. Ella nunca permitiría que me olvidara de ella. Shaoran entró rápido a la casa, se sentó y abrió la carta. De eso estoy casi seguro. Continuará…
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