00000000
–He recibido una queja del doctor Izumi. –informó Jou a su discípula. –Parece que le ha sugerido que el señor Ishida debería buscar una segunda opinión. –Sí, lo siento. –se disculpó Sora, mientras ambos caminaban por los pasillos del hospital. –Al llegar tan lejos, me veo en la obligación de preguntarle cuál es su relación con el señor Ishida. –Es el hermano mayor de un amigo de la universidad. –contestó Sora. –Quiero ayudarle, pero no sé cómo. –¿Todavía no le ha dicho a nadie lo de su enfermedad? –preguntó Jou. –Probablemente. –Si se relaciona con él como médico, debería compadecerse sólo hasta el punto en el que no intervenga en su trabajo; pero si lo hace como conocido, puede que no quiera que se meta en sus asuntos. Debería pensar bien en lo que él quiere. –aconsejó Jou antes de entrar a su despacho.00000000
Al llegar a su apartamento, Yamato sacó su móvil y comprobó si tenía algún mensaje en el buzón de voz. Mientras dejaba su mochila y abría el frigorífico para coger algo de beber, comprobó que tenía un mensaje de Ken. –Yamato, nos han dicho que las fotos para el New York Days no son lo suficientemente buenas. Reconocen tu talento y dicen que tienen un gran nivel. Así que están dispuestos a darte otra oportunidad. Llámame a la oficina. Una vez que acabó el mensaje, se sentó en el sofá mientras bebía y se puso a escuchar un segundo mensaje. –Soy Maki. ¿Otra vez el buzón de voz? Si esto continúa así creo que me voy a hacer amiga de la operadora. Quiero saber cómo te fue la última sesión de fotos. Estoy un poco preocupada por ti. Yamato se levantó y abrió un cajón, de donde sacó un anillo que miró durante varios segundos. ¿Qué debía hacer?00000000
Ya era tarde. Los niños dormían en sus respectivas camas y Sora comprobaba el gotero de Tento, que estaba acostado en su cama. –Doctora, ¿cuándo va a venir ese chico otra vez? –preguntó Tento somnoliento refiriéndose a Yamato. –Debe de estar ocupado con su trabajo. –dijo Sora concentrada en el gotero. –¿Te gusta pasar el rato con él? –Sí. Deberíais casaros. –dijo el niño inocentemente mientras Sora se reía. –No haré tal cosa. –dijo Sora sentándose al borde de la cama mientras miraba a Tento. –¿Por qué no? ¿No te gusta? –Sí que me gusta, pero no es ese tipo gusto. –dijo Sora. –¿Qué quieres decir con ese tipo de gusto? –El tipo de gusto de cuando quieres hacer algo por esa persona o cuando piensas en ella durante todo el día. –explicó Sora pensativa. –Me pregunto si volverá otra vez. –dijo Tento mientras Sora le sonreía. –Sí, sería genial que viniera otra vez. –dijo Sora. Tento al final se quedó dormido. Sora le tapó adecuadamente para que no cogiera frío. Por último, apagó las luces y salió de la habitación.00000000
–¿Esto va arriba? –preguntó Daisuke. –Es muy difícil subirlo si no se vacían las cosas. Daisuke y Taichi intentaban subir una cajonera a una de las habitaciones de arriba. Mimí y Pal se estaban mudando a casa de los Takenouchi. Su situación financiera le había obligado finalmente a aceptar la ayuda que un día le ofreció su mejor amiga. –¡Dejad de quejaros! –reprendió Haruhiko a los chicos. Entonces vio a Pal y a Mimí entrar con una caja. –Oh, Mimí, no te preocupes. Déjala ahí. Pal, ven, mira, esto es para ti. –¡Es flan! –dijo la niña entusiasmada al ver que Haruhiko dejaba varias tarrinas de flan en la mesa. –Gracias por dejar que nos quedemos y cuidarnos durante un tiempo. –dijo Mimí, que empezaba a considerar a ese hombre como un padre. –¿Pero qué dices de un tiempo? –entonces, giró la foto de su mujer que había en el altar como si así no escuchara lo que iba a decir. –Podéis quedaros aquí todo el tiempo que queráis. Podemos echar a los idiotas de mis hijos y vivir aquí los tres felizmente. Mimí abrió uno de los flanes. –Papá, di ahhh. –dijo Mimí dándole una cucharada de flan a Haruhiko. Sora bajaba de pasar la aspiradora por el cuarto donde se quedarían madre e hija. –Está delicioso. –dijo el hombre. –¿No deberías de estar ayudando tú también? –preguntó Sora riñendo a su padre. –Lo siento. –se disculpó cabizbajo Haruhiko. Un rato después de acabar de subir las cosas más pesadas, Taichi, Sora y Mimí comían algo mientras que Daisuke y Haruhiko jugaban a perseguir a la niña por toda la casa. –¡Tened cuidado! –les advirtió Mimí. –Yo creo que le dejaste marca. –dijo Taichi mientras hablaban de cuando el padre de Pal le entregó el cheque a Mimí. Ella, sin pensarlo dos veces, lo había roto delante de sus narices y se lo tiró a la cara. Y de propina, le arreó una bofetada. –Juzgando por su manera de actuar, creo que volverá. –La próxima vez que venga le daré un puñetazo. –dijo Mimí enérgica. –Eres muy fuerte Mimí. –dijo Sora riendo. –¿Y qué hay de ti? ¿Qué ocurre con el chico del que nos hablaste? –preguntó Mimí, ya que Sora ya les había puesto al corriente de la enfermedad de Yamato –Nada más. De todas formas he estado muy ocupada en el hospital. –Perder a su hermano pequeño y ahora perder la vista. Vaya panorama. –comentó Taichi. –Pero creo que lo que dijo tu supervisor, el doctor Kido, es cierto. –añadió Mimí. –Si un extraño intenta ayudar, se puede ver como una intromisión innecesaria. –Lo sé. –dijo Sora.00000000
–La sesión de fotos no fue bien, ¿verdad? –preguntó Maki a Yamato mientras tomaban un refresco en una terraza. –¿Lo sabías? –Mi padre lo escuchó por la agencia. Pero a veces esas cosas pasan. No te preocupes. Sigue intentándolo. –Sí. –dijo Yamato no muy animado. –Deberíamos empezar a hablar un poco más de nuestra boda. –dijo Maki. –Al final, tendrás que trabajar en el extranjero, ¿no? Así que tendré que dejar mi trabajo, es mejor empezar a preparar ya las cosas, ¿no lo crees? Yamato sólo asintió con la cabeza mientras le sonreía a Maki, pero internamente, el rubio se sentía atormentado.00000000
–Koro, ¿cómo te encuentras? –le preguntó Sora a una de las niñas, mientras preparaba un gotero. –Mmm, me siento como una ola. –respondió ésta, que estaba acostada en su cama. –¿Una ola? Suenas como una anguila asada. –dijo Sora riendo. Después fue a colgarlo en la percha de Agu, que estaba incorporado inspeccionando la cámara de fotos que le regaló Yamato. –¿Cómo van las cosas, Agu? ¿Has podido sacar alguna foto? –¿Sabes hacia dónde debo girar la rueda? –le preguntó Agu. Sora le cogió la cámara. –Creo que va…¿así? –dijo ella dudando, pero girando la rueda del objetivo, aunque aparatosamente. –¡Eh, lo vas a romper! Quiero preguntarle a Yamato. Doctora, ¿puedes llamarle? –pidió el niño. Tras realizar sus tareas dentro de la habitación de los niños, Sora se salió para llamar a Yamato acompañada de Agu. No le podía negar eso al niño. Además, todos parecían querer verle. Tras varios tonos, Yamato contestó. –¿Diga? –contestó Yamato, que esperaba a Maki en la puerta de una tienda de ropa de un centro comercial. –Hola, soy Sora. –la pelirroja le contó lo que pasaba con la cámara. –¿Qué Agu quiere qué? Ah, ya veo. Bueno, intentaré dejarme caer por allí en un rato y le enseñaré en persona. –dijo Yamato al ver que Maki salía de la tienda. –Gracias. –dijo Sora. –¿Va a venir? –preguntó Agu intrigado en cuanto vio que Sora colgó el teléfono. Sora asintió con la cabeza. –¡Bien!00000000
Yamato y Maki esperaban en la recepción del hospital a que llegara Sora. –¡Yamato! –dijo Sora que trotaba hacia ellos. No esperaba encontrarse con esa chica tan guapa y sofisticada allí. –¿Cómo está Agu? –preguntó Yamato interesado. –Bien. –se limitó a contestar Sora. Tras un silencio incómodo Yamato se percató de que tenía a alguien a quien presentar. –Esta es Maki Himekawa. Esta es la mitad trabajo, mitad novia de la que te hablé. –dijo Yamato sin disimular. Las chicas hicieron una inclinación con la cabeza. –¿Todavía le cuentas a la gente esas cosas? –preguntó Maki sonriendo. Maki conocía muy bien la naturaleza de su relación y no se lo tomó a mal. Sora se percató de que esos dos se llevaban muy bien. –Ella es Sora Takenouchi. Es… de aquí. –dijo Yamato en una pobre presentación. –¿Qué es de aquí? ¿Qué clase de presentación es esa? –riñó Maki a su chico. –Ella era amiga de mi hermano y, supongo que ahora también es mi amiga. –dijo Yamato intentando arreglar la presentación. –Encantada de conocerla. –dijo Sora. Una vez realizadas las presentaciones, los tres se marcharon al área de descanso, donde les esperaba Agu y Tento. Después de los saludos, Yamato se puso a explicarle al niño cómo funcionaba la cámara ante la atenta mirada de Sora y Tento. Maki no parecía muy interesada y se puso a mirar su teléfono. –Esto es una rueda de exposición. ¿Sabes lo que significa eso? Cuando sacas fotos en exteriores puedes ajustarla. Y cuando sacas fotos en el interior, lo cambias desde aquí. –explicó Yamato. –¿Me disculpáis un segundo? –se excusó Maki marchándose a un lugar donde hablar más tranquila. –Y así es cómo se hace. ¿Lo has entendido todo? –Sí, gracias. –asintió Agu. Después, los niños se marcharon a sus habitaciones. –Gracias por desviarte y pasar por aquí. –dijo Sora dándole una lata de refresco. –No te preocupes, sólo iba de sombra de Maki mientras hacía compras. –dijo mientras abría la lata. –Parece una buena novia. No sabía qué esperar después de que me dijeras que era mitad trabajo. –Al principio era así. ¿Sabes cuánto le costó el monedero que lleva? –No entiendo de esas cosas. A ver, ¿120 mil yenes? –aventuró Sora, ya que parecía ser una chica a la que le gustaban las cosas caras. –Un millón doscientos mil. –dijo Yamato. –¿Y el anillo? Es un anillo de compromiso que hace de pareja con el mío. –Eh, ¿sobre dos millones? –1800 yenes. –dijo Yamato sonriendo. –¡¿Qué?! –¿le estaba diciendo que el monedero le costaba muchísimo más que los dos anillos de compromiso? –¿No crees que es raro? Tiene un monedero de un millón doscientos mil yenes y un anillo de 1800. Aunque es algo que le compré yo. Viene de una familia muy rica y le encantan las marcas. Estaba aterrorizado por el precio del anillo que me pediría, pero un día, paseando por la calle, vimos a un vendedor callejero y me indicó que quería uno de esos anillos. A pesar de las grandes fiestas a las que va, nunca se lo quita. Aunque veas sólo apariencia, tiene ese lado. –¿En serio? ¿Y vais a casaros? –Yamato lo pensó un momento mientras bajaba su bebida. –No lo sé. –dijo el chico evitando la mirada de Sora. –Hay algo que le estoy ocultando. –No sé qué le ocultas, –mintió Sora. –pero está mal ocultarle cosas a una novia tan preciada. No te preocupes…Probablemente lo entenderá. –Tienes razón. –dijo Yamato sonriéndole. Yamato no le quitó la vista de encima mientras ella bebía de su lata. Cuando Maki llegó de realizar su llamada de teléfono, se despidieron de la joven doctora.00000000
–Entonces su novia probablemente le apoye. –opinó Mimí una vez que Sora les contó lo que pasó en el hospital. Ambas se encontraban en la habitación de Mimí compartiendo una botella de cerveza. Pal ya estaba durmiendo tranquilamente ajena a todo. –Sí, eso pienso yo. Por fin me he quitado ese peso de mis hombros. –dijo Sora. –Pues yo estoy un poco decepcionada. –dijo Mimí levantándose. –¿Y eso por qué? –preguntó Sora, mientras bebía de su vaso. –Ya sabes. ¿No dicen que a menudo los médicos se casan con sus pacientes? Mientras les atienden, los sentimientos empiezan a florecer entre los dos hasta convertirse en amor. –dijo de manera algo teatral. –Eso no es así. –dijo Sora sonriendo ante las ocurrencias de su amiga. –¿Ah no? –No. Eso tiene más pinta de película romántica. –¿De película romántica? –preguntó Mimí dejando una revista que había cogido del escritorio y volviendo a sentarse. –Sí, como cuando los personajes principales acaban juntos y enamorados. Al final te alegras por ellos y aplaudes de corazón. No sientes la amargura de decir “¿por qué no me pasa a mí?” –Así que ese tipo es como el personaje de una película. –Exacto. Simplemente le animo y quiero que sea feliz desde mi butaca.00000000
Yamato se encontraba en el baño del restaurante, con las manos apoyadas en el lavabo y mirándose en el espejo, pensando en cómo se tomaría su prometida la noticia. Volvió a la barra, donde Maki pedía algo de cena. –También tomaré croquetas. –pidió Maki. –Lo siento, no nos quedan. –se disculpó el camarero. –Dice que no quedan croquetas. –dijo Maki al ver que su novio se sentaba. Parecía cansado. –¿Por qué no pides alitas de pollo, entonces? –sugirió Yamato. –Está bien. Pónganos unas alitas de pollo. –volvió Maki a dirigirse al camarero. –Muy bien. –¿Quieres que pida más bebida? Mañana estás libre del trabajo, ¿no? –preguntó Maki. –No, gracias. –rechazó Yamato la bebida. –A partir de ahora siempre estaré libre. –¿Qué quieres decir con siempre? –preguntó Maki. –¿Puede ponerme otra cerveza? –Por supuesto. –contestó el camarero. –Lo que intento decir es que no puedo seguir con mi trabajo. –contestó Yamato. –¿Pero qué dices? Sólo cometiste un pequeño error. –No lo vi venir, así que fracasé. –dijo Yamato. –¿Qué no lo viste venir? Creo que pediré un poco de shochu. ¡Perdone! ¿puede ponerme una botella de shochu? –En seguida. –contestó el camarero. –Maki. –¿Quieres umewari? –preguntó Maki mirando detenidamente la carta. –Pronto, mis ojos ya no volverán a ver. –confesó Yamato. Maki apartó la vista de la carta para posarla sobre Yamato, que le miraba fijamente. –Voy a perder la vista. Es cierto, pidamos un poco de umewari. ¡Perdone, pónganos un poco de umewari! Maki, perdió la capacidad de habla repentinamente. Después de cenar, se marcharon para hablar en un lugar más tranquilo. –¿Ves esa mancha blanca que va creciendo? –preguntó Yamato a Maki una vez en el apartamento del chico. Ambos estaban sentados en el sofá. Maki asintió con la cabeza. Toda la alegría que hasta ahora sentía, parecía haberse esfumado. –Es de risa, ¿verdad? Una enfermedad como Behçet, de la que nunca he oído hablar me hará… –¿Cuándo? –preguntó Maki interrumpiendo a su novio. –En unos tres meses. En unos tres meses mis ojos dejarán de funcionar y sólo servirán para decorar mi cuerpo. –¿Por qué no me lo habías contado? –preguntó Maki haciéndole una pequeña caricia en la cara. –Porque pensé que desaparecerías de mi vida. –dijo el rubio, aunque bastante tenía él, que todavía intentaba asumir su enfermedad. –¿Qué vas a hacer a partir de ahora? –preguntó Maki todavía afectada por lo que le estaba contando su novio. –¿Acerca de mí o de ti? –Acerca de ambos. –dijo Maki cogiéndole el brazo. Entonces soltó su brazo y se levantó. –Lo siento. Me iré por esta noche. Necesito tiempo para calmarme y pensar. –De acuerdo. –dijo Yamato sonriéndole. Maki cogió su chaqueta y se giró. Yamato también se había levantado. –¿Estás asustado? –Sí. –admitió el rubio. La chica se giró y se fue hacia la puerta. Yamato la siguió. –La próxima vez, estaría bien que tuvieran croquetas. Sin poder resistirlo más, Maki se giró y lo abrazó con lágrimas en los ojos. Tras varios segundos, abrió la puerta y se fue.00000000
Sora se encontraba en casa mirando el álbum de fotos de Yamato. Cuando terminó de verlo, lo guardó en un cajón de su escritorio. Entonces, le sonó el teléfono y vio que era Yamato. Sora se salió al balcón para no despertar a Mimí y a Pal, que dormían juntas en la misma cama. –Hola. –¿Estabas durmiendo? –Estaba… –empezó a decir Sora dudosa, que no sabía si decirle que se encontraba viendo su álbum. –Lo siento. Te llamaré mañana. –¿Qué pasa? ¿Algo va mal? –¿Sólo puedo llamar si algo va mal? Sólo sentía que necesitaba hablar con alguien. –dijo Yamato. –¿A veces no te sientes así? –Sí, pero…vivo en una casa en la que siempre está o mi padre o mi hermano. –Ya veo. Suena divertido. –dijo Yamato sonriendo. –¿Está tu madre en Nagasaki? –preguntó Sora. –Sí. Siempre me envía verduras y otras cosas pero no cocino, así que siempre se me echa todo a perder. –dijo Yamato mirando la última gran caja de alimentos que le había enviado su madre. –Eso es horrible. –rió Sora. Ambos se pasaron horas hablando. El tiempo se les pasó volando hablando de cosas triviales. Entonces Sora se dio cuenta de lo tarde que era. –Creo que debería colgar ya. –Sí, es cierto. –dijo Yamato mirándose el reloj. –Oye, si no tienes planes, ¿te gustaría venir a mi casa a cenar con mi familia el domingo? –sugirió Sora. –¿Qué? –preguntó Yamato, que no se esperaba ese ofrecimiento. –Trae la comida que te ha enviado tu madre. Es una pena que se desperdicie tanta comida y hay mucha gente en casa. ¿Por qué no traes también a tu novia? –¿Te parece bien que sólo vaya yo? –Sí, pero, ¿os habéis peleado o algo? –No, no es eso. Pero hoy le he contado lo que le he estado ocultando. –¿Y cómo fue? –preguntó Sora tras unos segundos. –Tal y como dijiste, lo comprendió. –Eso es genial. Me alegro. –dijo Sora sonriendo aliviada, ya que el chico no pasaría sólo por el trance de la enfermedad.00000000
En Nagasaki, Natsuko se encontraba en casa con la visita de una amiga y su nieto de varios meses. –Es adorable. Y se ve que le quieres mucho. –dijo Natsuko entrando a la estancia con una bandeja con té. –Por supuesto. Es mi primer nieto. Pronto también querrás un nieto. –dijo la amiga de Natsuko. –Yamato está en una buena edad para casarse. –Dice que está prometido con una persona y que me la presentará algún día, pero ya sabes cómo es. –dijo Natsuko. Entonces se dirigió al niño –¿Te vienes conmigo? Ojalá pronto yo también tuviera mi propio nieto.00000000
En la casa de los Takenouchi, Daisuke, Taichi, Mimí y Pal, que se encontraba en el regazo de Mimí, jugaban a cartas. De repente, Haruhiko entró acelerado y nervioso. –¡So…So… Sora ha traído un chico a casa! –¡¿Qué?! –gritó Daisuke. Los demás también pusieron cara de sorpresa, pero no les salió la voz. –¡Ya estoy en casa! –dijo Sora entrando. Yamato apareció por detrás, llevando una gran caja. –¿Qué pasa? –Encantado de conoceros. He oído que a menudo cuidabais de Takeru. Gracias. –dijo Yamato. –¿Qué? –preguntó Haruhiko, que no entendía qué tenía que ver ese chico con el amigo de su hija. –Yamato es el hermano mayor de Takeru. –dijo Sora. Una vez superada la sorpresa inicial y cocinados los alimentos que llevó Yamato, se pusieron todos a cenar. –Cuando Takeru y Taichi eran unos pobres universitarios solían venir aquí a comer con nosotros. –dijo Haruhiko. Sora y Mimí se encontraban en la cocina, que estaba justo al lado del sitio donde comían siempre, terminando de preparar algunas cosas. –Haruhiko siempre nos daba un gran saco de arroz de regalo y lo teníamos que llevar a casa entre los dos. –dijo Taichi recordando aquella época. –Takeru siempre me ayudaba con mis estudios. –dijo Daisuke. –¿Qué dices de tus estudios? –le reprendió su padre. –Le pedías que te introdujera a hurtadillas en esas fiestas en grupo para conseguir citas con universitarias. –¿Y quién era el que se me pegaba como una lapa? –intentó devolvérsela a su padre. –¡Eso es porque soy padre y me preocupo por mis hijos! –contestó Haruhiko. Yamato se lo estaba pasando muy bien escuchando todas esas anécdotas sobre su hermano. –Oye, sobre su enfermedad… –empezó a decir Mimí. –Por favor, no saques el tema. Si mi padre se entera el ambiente se volverá incómodo. –le pidió Sora. –Está bien. –accedió Mimí. –Eh, Sora, trae más cerveza. –le pidió su padre mientras ella llevaba un plato más a la mesa. –No nos queda más. –respondió ésta. –¿Cómo? –No pensé que empezaras a beber por la mañana. –Va, Daisuke, ve a comprar más cerveza. –le ordenó a su hijo. –¿Qué? –dijo Daisuke indignado, ya que se tendría que dejar la cena a medias. –¡Que vayas a comprar! –repitió su padre. –¡Está bien! ¡Ya voy! –Esto me trae recuerdos. –dijo Haruhiko. –Cuando Sora iba a la universidad era así casi todos los días. –explicó Haruhiko. –Es una pena que Takeru… –Sí. –dijo Yamato. –¿Cómo lo está llevando tu madre? –preguntó Haruhiko. –Está en Nagasaki. –contestó Yamato. –Tienes que asegurarte de no preocuparla. –dijo Haruhiko ignorando completamente la enfermedad de Yamato. –Hagas lo que hagas, ten cuidado con la salud. –Sí. –se limitó a decir Yamato. –Papá, no hables de esas cosas. –dijo Sora, consciente de que el tema ponía nervioso a Yamato. –Lo siento. Es cierto. Parece que el ambiente se haya ensombrecido. –reconoció Haruhiko. –Es mi culpa. Lo siento. ¡Taichi, canta una canción! –¿Una canción? –Taichi no entendía por qué tenía que ser él el que debiera alegrar la velada. –¡Venga, yo también cantaré! –dijo el hombre levantándose y con una botella en la mano, empezó a cantar. –¡Eres la última mujer para mí…! –Hay alguien que quiere ver a Mimí. –dijo Daisuke entrando mientras Mimí reía de la actuación. Ni siquiera le había dado tiempo de ir a comprar. –Dice que se llama Michael. La alegría se esfumó de la cara de Mimí. Por lo visto, era tanto su poder que incluso había averiguado dónde estaba viviendo. Seguro que había contratado un detective.00000000
Daisuke y Sora se habían subido a Pal a la habitación. –No bajes. –ordenó Sora a su hermano para que se estuviera con la niña. –No te preocupes, la protegeré con mi vida. –dijo Daisuke decidido. Mientras tanto, Mimí estaba reunida abajo con el padre de su hija. Los demás asomaban las cabezas por donde empezaban las escaleras. –Por supuesto, es verdad que te dejé para casarme con otra mujer. –decía Michael. –Michael, parece que no lo entiendes. No me importa con quién acabaras casándote. –dijo Mimí. Entonces, Michael sacó la cartera de su bolsillo interior del la chaqueta y volvió a extender otro cheque, al igual que hizo la última vez. –Mira que eres prepotente. –dijo Mimí. Seguía intentando comprar a su hija, ya que dinero era lo único que tenía ese hombre. –Vete a casa, por favor. –Sólo he venido a salvar a mi hija. –dijo él. –¿Pero qué dices? –dijo Mimí indignada. –Tener que mudarte a una casa como esta, y además, la casa de otra persona… Debes de estar pasando por muchos apuros económicos. –dijo Michael echando una mirada despectiva al lugar. –Si se viniera a vivir conmigo sería mucho más feliz. Hay niñeras y tutores. Un niño puede educarse sin una madre hoy en día. Lo que es necesario es el poder y el dinero de un padre para proporcionarle el mejor ambiente. Una persona como tú, que no tiene nada, no tiene derecho a criar un hijo. Aunque esté aquí contigo, nuestra hija no será feliz. –con cada palabra que decía, Mimí parecía empequeñecerse más y más. –¡¿Pero qué estás diciendo?! –salió Haruhiko saliendo de su escondite, indignado por lo que ese hombre estaba diciendo. Taichi intentó detenerlo pero logró zafarse y se fue directo a él, seguido de Taichi, Sora y Yamato. –¡Bastardo, dilo otra vez si te atreves! –¡Papá! –cogió Sora por un brazo mientras Taichi evitaba que Haruhiko golpeara a ese indeseable, agarrándolo por detrás. –¡¿Poder?!¡¿Dinero?! –gritaba Haruhiko. –¡Los hijos no se hacen con eso! ¡Por cosas muy caras que les des de comer, si no les das corazón, no se quedarán satisfechos!¡No se sentirán saciados, pedazo de idiota!¡Por un techo muy grande que les proporciones, sin corazón no los podrás proteger! ¡A lo que tiene derecho un padre es a encender una luz cuando el hijo se siente perdido! ¡Un padre es la luz en el corazón de su hijo!¡¿Lo entiendes?!¡Vete a casa! –Te olvidas de esto. –dijo Mimí levantándose y devolviéndole el cheque a Michael. Sin más, se fue por donde vino. –¡No hagas caso a lo que te ha dicho! –dijo Taichi ante las lágrimas de Mimí. –Eres una madre respetable. Daisuke y Pal bajaron en ese momento. En cuanto vio a su hija, que extendía sus bracitos, Mimí se limpió las lágrimas y se fue directamente a abrazarla.00000000
–Siento lo que ha pasado. –se disculpó Sora mientras caminaba con Yamato después de la aparatosa cena que habían vivido. –Todo se ha vuelto un caos. –Me he divertido. –dijo Yamato. –Al conocer a tu genial padre entiendo por qué te has convertido en la persona que eres. –¿Qué quieres decir con eso exactamente? –preguntó Sora, que no sabía si era bueno o malo. –Si fueras una mujer… –¡Soy una mujer! –interrumpió Sora. –…serías Chiemi. –¿Quién es esa? –Mi primer amor. –Bueno… pues gracias, supongo. –dijo Sora que seguía sin estar segura de si era bueno malo. –Dale las gracias a todos de mi parte. –pidió Yamato. –Por supuesto. Dale las gracias a tu madre por la comida. –dijo Sora. –El pescado estaba delicioso. –Muy bien. Nos vemos. –se despidió Yamato una vez que llegaron a una calle en la que el rubio podía pedir un taxi. El chico levantó la mano y un taxi paró. –Gracias. –¿Qué? –Gracias. –volvió a repetir Yamato antes de subirse al coche. Cuando se subió, Sora vio cómo el taxi se alejaba.00000000
A la mañana siguiente, Sora llevaba unos expedientes cuando vio bajar de la tercera planta a Maki bastante sumida en sus pensamientos. –Perdone. –dijo Sora. Maki se giró y Sora se acercó a ella. –Soy “la de aquí”. –dijo haciendo referencia a cómo la presentó Yamato el otro día. –Oh, gracias por lo del otro día. –dijo Maki recordándola. Parecía bastante triste. –¿Hay algo que la preocupa? –preguntó la pelirroja. –He ido al oftalmólogo a preguntar por la enfermedad de Yamato. Como médico, tiene la obligación de mantener la confidencialidad de sus pacientes, así que no me ha dicho nada. Señorita Takenouchi, ¿usted sabe algo? –No. –dijo Sora. –Entiendo. Por favor, si averigua algo, dígamelo. –pidió Maki entregándole una tarjeta con su número. Entonces, Sora le vio el anillo de 1800 yenes del que le habló Yamato. –Su anillo… es muy bonito. –comentó Sora. –Siento que ya no me queda bien. –dijo Maki con tristeza. Ante la cara que puso Sora, Maki pidió ir a hablar a un lugar más tranquilo y se subieron a uno de los bancos que había en la terraza. –Pensé que no sólo le querría por su incipiente fama como fotógrafo y por su talento; pensé que no era esa clase de mujer; que le amo como hombre. Pensé que podría seguirle pasara lo que pasara. Eso es lo que creía, por eso mantuve el anillo en mi dedo. Pero… –¿Pero…? –escuchaba Sora atentamente. –Quizás sí sea esa clase de mujer. No tengo la confianza para apoyarle una vez que se quede ciego. –confesó Maki con lágrimas en los ojos. –Soy lo peor. Sora no pudo hacer otra cosa que negar con la cabeza. No debía de ser fácil estar en su situación. Una vez que terminaron de hablar, Sora volvía a su planta mientras recordaba lo que le contó Yamato sobre el monedero y el anillo. También que le dijo a su novia lo de la enfermedad y que ella lo entendió. Parece ser que Yamato se iba a volver a llevar otro mazazo. Decidida a que eso no ocurriera, Sora decidió empezar a hacer algo por él. Tras unas pesquisas, se fue directamente al teléfono del control de enfermería. –He oído que tienen un número de teléfono de afectados por la enfermedad de Behçet. –decía Sora al teléfono. –Sí, si es posible, me gustaría visitarle y aprender un poco más sobre la enfermedad. ¿De verdad? Muchísimas gracias. Tras colgar el teléfono, tenía que pedirle un favor a Shin después de explicarle la situación a grandes rasgos. –Me han dicho que sólo pueden hablar conmigo mañana. –No te preocupes. Tú siempre estás cubriéndome los turnos a mí, así que te tengo que devolver el favor de vez en cuando. –dijo Shin sin poner ninguna pega. –Gracias. Al día siguiente, Sora se marcho al Centro de Tratamientos Médicos Ibaragi. –Nuestras instalaciones no son diferentes a las de cualquier otra clínica. Simplemente proporcionamos tratamientos efectivos para la visión. –explicaba uno de los responsables a Sora. –Además, si quiere puede hablar con nuestros pacientes. Sora se pasó casi todo el día recabando información de los pacientes y de otros médicos. –Puedo darle todo tipo de consejos, pero lo mejor sería que pudiera venir y que le echemos un vistazo. –dijo el médico antes de despedir a Sora.00000000
Mientras tanto, en el hospital, cinco de los niños ingresados miraban entre asustados y curiosos cómo Shin, Hikari y Miyako atendían a Koro, que portaba una mascarilla de oxígeno y que parecía que había tenido una crisis respiratoria. Rápidamente, entró Jou. –¿Nivel de saturación? –preguntó el médico. –Está al 91%. –contestó Shin. –¿Ha inhalado ya con el ventolín? –volvió a preguntar Jou. –Sí, pero hace dos horas. –Prepara otra dosis de inhalación inmediatamente. –ordenó Jou a una de las enfermeras. –Enseguida. –contestó una de ellas. Jou se quito el estetoscopio que llevaba siempre colgado para auscultar a la niña, pero parecía que ella quería decirle algo. Jou situó su oído muy cerca de la boca de la niña, que ya de por sí tenía dificultades para hablar con la mascarilla puesta. –Sora. –dijo la niña. Una vez que controlaron la crisis, Shin y Jou salieron al pasillo. –Creía que Takenouchi estaba a cargo de Koro. –dijo Jou mientras se volvía a poner el estetoscopio alrededor del cuello. –¿Por qué estabas tú en su lugar? –Verá, es que… últimamente ha trabajado muchas horas extras. –justificó Shin.00000000
–Lo siento mucho. –se disculpó Sora en el despacho de Jou. –¿Dónde estabas? –preguntó Jou. –Viendo a un oftalmólogo en Ibaragi. –dijo Sora. –¿Dejando sólo a un paciente aquí? –preguntó seriamente. –Koro te llamaba desesperadamente mientras sufría la crisis. Creo que debería pensar bien quién la necesita realmente. Tras salir del despacho después de recibir la reprimenda de su jefe, Sora se fue a la habitación de los niños y se sentó junto a Koro, que todavía tenía la mascarilla puesta y dormía entre molestas toses. –Doctora, no ha dormido nada. –dijo Miyako. –Ya me quedaré yo en su lugar. Por favor, vaya a descansar. Pero Sora negó con la cabeza. –Estoy bien. Me quedaré aquí con ella. –dijo Sora. Y así lo hizo. Se quedó toda la noche junto a Koro. Al ver la mejoría de la niña, Sora le quitó la mascarilla y la auscultó. –Doctora. Buenos días. –dijo Koro con voz somnolienta. –Koro, ¿cómo te encuentras? –Especialmente bien. –dijo la niña bastante entusiasmada. Sora se alegró mucho le acarició la cabeza. Después, Sora se fue al control de enfermería para hacer papeleo, cuando entró el doctor Koushiro Izumi, dejándole un sobre encima de la mesa. –En Kanagawa hay algunos oftalmólogos que conocen muy bien la enfermedad de Behçet. –dijo Koushiro. –Ahí vienen los datos de los especialistas con los informes del señor Ishida. Ya se lo he dicho, pero es extremadamente difícil prevenir la ceguera del señor Ishida. No obstante, si acude allí, le proporcionarán cuidados adecuados y estará en el mejor ambiente posible. –Muchísimas gracias. –agradeció Sora. –Si quiere agradecérselo a alguien, agradézcaselo a su supervisor. –dijo Koushiro. –¿Al doctor Kido? –preguntó Sora, que no se esperaba aquello de su jefe. –Jou me pidió este favor. –dijo Koushiro. Al saberlo, Sora se dirigió al despacho de su jefe. –Soy Takenouchi. –dijo Sora después de tocar. –Entre. –dijo Jou, que se encontraba guardando unos papeles. –Muchas gracias por su ayuda. –dijo Sora con el sobre que le había entregado Koushiro. –Le da pena el señor Ishida, ¿verdad? –¿Cómo? –Los niños ingresados tienen las mismas esperanzas que los niños sanos que van al colegio. Así que, nadie puede juzgar quién es más feliz, los videntes o los que no pueden ver. Quien decide eso es él mismo. Hagas lo que hagas, no olvides eso. –dijo Jou antes de salir del despacho. –Sí. Con todo lo que había acontecido, Sora fue al control de enfermería, sacó la tarjeta de Maki Himekawa y marcó su número. –Soy Sora Takenouchi, del Hospital Bunkyou Chuuwa. –Ah, hola. –contestó Maki. –Tengo algo que darle relacionado con la enfermedad de Yamato. Es una derivación formal a otro hospital. –contestó Sora. –¿Puede entregárselo a él directamente? –dijo Maki. –Creo que sería mejor si usted… –Lo siento. –dijo Maki antes de colgar.00000000
Por la tarde, ya sin luz solar, se puso a llover. Yamato volvía a casa de comprar algo en el supermercado protegido por un paraguas. Entonces, se detuvo cuando vio al padre de Maki esperándolo en la puerta de su edificio, también cubriéndose de la lluvia con un paraguas. Cuando el hombre se giró, se quedó mirándolo seriamente. Yamato intuyó que aquello no era una visita de cortesía. Después de la sorpresa de encontrarse allí con su futuro suegro, subieron al apartamento del rubio. El señor Himekawa se sentó en el sofá mientras que Yamato se sentó en la butaca. –Maki es mi única hija. –comenzó a decir el señor Himekawa. –Cuando escuché a un amigo sobre cómo jugaba a la pelota con su hijo, sentí envidia. Así que cuando bebía sake contigo, sentí como si yo también tuviera un hijo y me hacía feliz. Si hay algo que pueda hacer, lo haré. Sé que eres un hombre orgulloso y quizá encuentre resistencia por tu parte, pero quiero hacerme cargo. De algún modo, con tu compromiso con Maki, se puede decir que planeábamos convertirnos en algo así como padre e hijo. Maki está luchando consigo misma ahora mismo. Aunque no lo aparente, es una mujer muy amable y gentil, pero no lo suficientemente fuerte para ayudar a alguien dependiente. Le duele porque no puede traicionarte. Por favor, rompe con mi hija. –dijo el hombre poniéndose de rodillas. Yamato nunca pensó que vería a un hombre tan poderoso rogándole algo. Básicamente le estaba pidiendo que rompiera con su hija a cambio de mantenerlo económicamente. Quería que fuera él quien rompiera la relación con su hija porque no veía a su propia hija capaz de hacerlo porque ella sentiría que lo traicionaría. Quería ahorrarle ese mal trago a su hija, aunque la situación de por sí ya era un mal trago. –Perdí a mi padre hace mucho tiempo. –comenzó a decir Yamato. –Señor Himekawa, yo también he disfrutado bebiendo con usted. Gracias por haberme cuidado durante tanto tiempo. –Perdóname. –pidió el señor Himekawa al ver que Yamato también se arrodilló mostrando sus respetos. Más tarde, una vez que el señor Himekawa se marchó, Yamato recibió una llamada de su madre al teléfono de su apartamento. –Mi amiga Yoriko tiene un nieto. De vez en cuando se pasan por aquí para jugar. –explicó Natsuko a su hijo. –¡Es tan adorable! –Ya veo. –dijo Yamato con voz cansada. –Así que pronto me tendrás que dar un nieto. –dijo Natsuko. Yamato no dijo nada. –Bueno, supongo que aún es demasiado pronto para pedirte eso, si ni siquiera he conocido a tu novia todavía. Pero últimamente, eso es lo que he estado deseando. –¡No me presiones! –dijo Yamato irritado, que lamentaba no poder darle lo que quería a su madre. –¿Qué? –Que… le estoy dando muchas vueltas, así que no te preocupes. –intentó tranquilizar a su madre. –Tienes razón. No tiene sentido hablar de esto ahora. –dijo Natsuko. –Mamá. –¿Qué? –Estoy pensando en volver a casa. –dijo Yamato. –¿Has podido coger unos días libres? ¿No estás demasiado ocupado? –No. Creo que voy a cogerme más tiempo de lo usual. Entonces su teléfono móvil empezó a sonar. Yamato se levantó y vio que le llamaba Maki. –Mamá, te llamaré luego. –dijo antes de colgar.00000000
Yamato salió a la calle corriendo. Había olvidado el paraguas, pero no parecía el único. Allí, encontró a Maki empapada bajo la lluvia. Lentamente se acercaron el uno al otro. Maki cogió la mano de Yamato y depositó el anillo de compromiso. –Aquel día, la razón por la que quería este anillo era porque una amiga le compró un anillo al mismo vendedor y tiene un matrimonio feliz. –decía Maki llorando. Sus lágrimas se mezclaban con la lluvia. –Yo también quería ser así de feliz contigo. Maki se giró para marcharse cabizbaja. Yamato, se quedó allí plantado recordando el día que la conoció. Fue en una cita a ciegas organizada por el señor Himekawa. Él la esperaba en el restaurante y de repente, escuchó su voz. Flashback –Encantado de conocerle, señor Ishida. –dijo Maki elegantemente vestida. Entonces, Maki no se mostró nada tímida. –Mi padre me dijo que cenaría con usted. Parece que es usted mi tipo. Fin del flashback. Entonces, Yamato no pudo hacer más que sonreír. Desde el primer momento congeniaron bastante bien. Después de recordar aquello, Yamato, empapado por la lluvia recordó otros momentos felices con ella. Igual cenaban en los sitios más elegantes que compraban comida en la calle y la comían allí mismo. Después de estar un rato bajo la lluvia, el rubio emprendió la marcha. Unos minutos después, por fin dejó de llover y, sin saber cómo, sus pies lo llevaron hasta el hospital. Con paso decidido, entró.00000000
–Doctor Izumi, hay un paciente que insiste en verle. –dijo una enfermera al médico. Antes de que el médico pudiera darle instrucciones a la enfermera, Yamato entró. –Señor Ishida. –dijo Koushiro sorprendido. –Siento venir tan tarde. –dijo Yamato. –Me alegro de ver que… –pero el oftalmólogo ni siquiera pudo acabar la frase. –¡Por favor, cúreme! –pidió Yamato. –¿Cómo? –¡Cure mis ojos! –Señor Ishida. –empezó a decir Koushiro levantándose e intentando poner un poco de cordura. –¡Por favor! –dijo Yamato desesperado y agarrando al médico de los hombros. –¡Se lo ruego! ¡Por favor! –Intentaré todo lo que esté en mi mano, pero ya le aviso que será inútil. –dijo el médico.00000000
Sora cogió el teléfono. –Sí, es el departamento de pediatría… Doctor Izumi, sí, soy Takenouchi. Gracias por lo de esta mañana… Sí. Entiendo. Gracias por decírmelo. –a Sora le había cambiado el semblante con lo que le había dicho el doctor. Sora cogió la información que había estado recabando y echó a correr por los pasillos del hospital hacia la salida. Sora vio pasar a Yamato a paso lento. Estaba medio empapado. En un instante, descubres que no dejas de pensar en una persona todo el día. Piensas durante todo el día en qué puedes hacer por ella. Sé cómo la gente lo llama. Pero la razón de no llamarlo “amor” es porque me da miedo que me hagan daño. La razón por la que no lo llamo “amor” es porque si es algo diferente, será como perder algo tan preciado como la amistad. –¡Yamato! –llamó Sora corriendo hacia él. El chico se detuvo y se giró, no esperando encontrar a Sora. La chica le pasó los documentos con la información. Yamato le echó un vistazo por encima. –¿Qué es esto? –Si te parece bien, iré contigo por todos los hospitales. –se ofreció Sora. –Antes que nada, necesitamos una segunda opinión. –Así que lo sabes. –dijo Yamato, percatándose de que aquella pelirroja sabía lo de su enfermedad. –Si sigues el tratamiento adecuado, podría ser que no te quedes ciego. –dijo Sora. –Hay otras personas con tu enfermedad… –¿Cuándo te he pedido que hicieras algo como esto? –interrumpió Yamato fríamente. –¿Te doy lástima? –Sora negó con la cabeza. –¿Todo este tiempo sentías pena por mí? –No es lo que piensas. –dijo Sora. –¡Y una mierda! –gritó Yamato cabreado y tirando los papeles al suelo. Se giró y se fue hacia la puerta principal del hospital. No obstante, Sora no se rindió y tras pensarlo unos minutos, fue corriendo tras él. Yamato andaba más deprisa de lo que parecía porque en muy poco tiempo había llegado a la pasarela, aunque estuviera muy cerca del hospital. Sora subió los escalones. –¡Lo siento! –se disculpó gritando mientras llegaba hasta él al tiempo que intentaba recuperar el aliento del esfuerzo. El chico por fin se detuvo, aunque sin girarse. –¡Por favor, ve al hospital adecuado! –¡Esto no tiene nada que ver contigo! No eres de mi familia, ni mi pareja… ¡Sólo eres una extraña! No necesito a mi lado una persona que me tenga lástima. –No es pena. Tienes razón. Es raro llegar a tanto sin ni siquiera ser un familiar. Yo también lo pienso. Lo he estado pensando todo el tiempo. Pero no hay otras palabras para explicarlo, pero… creo que estoy enamorada de ti. Ante la confesión de la pelirroja, Yamato se giró, ya que no esperaba que le dijera eso. La razón por la que no lo llamo “amor” es porque es algo que algún día se esfumará. Continuará…