00000000
Tal y como le había prometido a Sora, Yamato volvió a Tokio. En ese momento estaba en el hospital haciéndose una revisión. Tenía la barbilla apoyada en la máquina que permitía al doctor analizar el estado de su vista. Tras la revisión, el rubio se reunió con Sora y el doctor Kido. –Le he causado muchos problemas, doctor. –dijo Yamato a Jou. –Me gustaría recibir tratamiento y seguir con mi trabajo. –¿Cree que podrá seguir trabajando? –preguntó Jou escéptico. –No lo sé. –admitió Yamato. –Creo que ya lo había mencionado, pero en Kanagawa hay un hospital especializado en la enfermedad de Behçet. –comentó el doctor. –¿Por qué no hacéis una visita? –¿Está seguro? –preguntó Yamato al saber que incluía a Sora en esa visita. –Por supuesto. –Deberías ir a ver qué dicen. –dijo Jou dirigiéndose a Sora. –Gracias, doctor. –dijo Sora. Después de hablar, se dirigieron al cuarto de los niños. Gabu, Tento, Agu, Pata y Biyo estaban jugando a un juego de mesa cuando Gabu se percató de quién había vuelto de visita. –¡Oh, es el señor fotógrafo! –dijo Gabu con emoción. Todos dejaron lo que estaban haciendo y fueron a saludar. –¿Has venido a visitarnos otra vez? –preguntó Tento. –Os lo prometí, ¿no? –dijo Yamato poniéndole la mano en la cabeza. –Has tardado mucho en volver. –dijo Gabu. –Sí, lo siento. –¿Te quedarás con nosotros todo el día? –preguntó Agu. –Claro. –dijo Yamato. Los niños lo celebraron con alegría. Mientras tanto, en una esquina, Jou y Sora hablaban. –Todavía no le he dicho nada a mi padre. Estoy segura de que se opondrá. –dijo Sora. –Pero no podrás ocultárselo para siempre. –dijo Jou.00000000
Después de haber estado todo el día con los niños, Yamato se dirigió a su antigua empresa para hablar con Ken. –Entiendo. –dijo Ken después de hablarle de su situación. –¿Entonces quieres seguir intentándolo hasta llegar al límite? –Pero… dijiste que era probable que no volvieras a ver. –comentó Daigo, que también se encontraba allí. –Me ocurre de forma momentánea. –dijo Yamato. –Y si trabajo en el estudio no creo que haya problema. –Ya. –dijo Ken. –Sé que estoy pidiendo mucho, pero no me importa que no sea un trabajo importante. –dijo Yamato. –Me conformaré con cualquier cosa que me encarguéis. –De acuerdo, veré qué puedo hacer. –dijo Ken. –Gracias. –dijo Yamato antes de darle la mano a Ken. Tras la conversación, el rubio se marchó. –¿Está bien haberle dicho eso? –preguntó Daigo. –¿Y qué querías que hiciera? No puedo rechazarlo en su estado. –dijo Ken.00000000
–¡Ya estoy en casa! –dijo Sora después de su turno en el hospital. Sora se sorprendió de ver el despliegue de platos en la mesa. –¡Vaya, parece delicioso! –No hay nada para ti. –dijo Taichi molesto. –¿Qué? –preguntó Sora, que no se esperaba que su amigo le negara esos manjares. –Haruhiko, Taichi, tenéis que dejar de comportaros como niños. –riñó Mimí. –Eres patético. Y sólo porque te rechazó. Pal asintió con la cabeza. –¡Cállate! ¡Toma, come! –dijo Taichi ofreciendo comida a Sora fríamente. –¿Dónde está Daisuke? –preguntó Sora. –Todavía no ha llegado. –respondió Taichi. –Últimamente está actuando de manera extraña. –dijo Mimí. –¿Será que no le está yendo bien en los estudios? –Eso no es nuevo. Últimamente todo el mundo actúa de forma rara. –dijo Haruhiko. –Estoy perdiendo pelo por las preocupaciones. –Eso no es algo que haya empezado ahora. –dijo Sora con ironía. –Cállate. –dijo Haruhiko. Entonces, padre e hija fueron a coger la misma croqueta de uno de los platos del centro y se miraron. –Quédatela. –ofreció Sora, pero su padre la dejó, poniéndose a comer de otra cosa. ¿Alguna vez has visto las lágrimas de un padre?00000000
Cuando Yamato salió de su antigua empresa y se fue a casa, encontró al hermano de Sora esperándole a las puertas del bloque de apartamentos. –Eres Daisuke, ¿verdad? –dijo Yamato, que no esperaba encontrarlo ahí. –Lo siento. –se disculpó Daisuke haciendo una inclinación. –¿Qué? –preguntó Yamato, que no entendía nada. –Siento pedirte esto, pero, por favor, rompe con mi hermana. –dijo Daisuke. –Rompe con ella antes de que mi padre se entere de vuestra relación. El día que mi madre murió, mi padre entró al baño a hurtadillas y se puso a llorar para que nadie pudiera ver sus lágrimas.00000000
En casa de los Takenouchi, la familia, a excepción de Daisuke seguía cenando. –¡¿Qué haces?! –preguntó Taichi escandalizado al ver que Haruhiko, seguido de Sora echaban salsa a las croquetas. –¿En esta familia echáis salsa de soja a las croquetas? –¿Es normal eso? –preguntó Mimí también un poco escandalizada por que hayan puesto la salsa. –¡Pues claro! –dijeron padre e hija a la vez, como si fuera lo más obvio del mundo. –Se nota que sois padre e hija incluso en las discusiones. –dijo Mimí. –Es cierto. –dijo Taichi. Allí, en el baño, lloró y lloró. Pero nunca vi sus lágrimas.00000000
Yamato invitó a subir a Daisuke al apartamento del para hablar más tranquilamente y que Daisuke se explicara. –¿Ibas de camino a casa desde el instituto? –preguntó Yamato intentando romper la tensión. Pero no obtuvo respuesta. –¿Tienes hambre? No puedo hacer nada especial, pero puedo hacer pasta. Entonces, Daisuke se sacó un pañuelo de tela verde oscuro del bolsillo de la chaqueta y lo extendió sobre la mesa. En una esquina ponía el nombre de su propietario: Daisuke Takenouchi. –Este es el pañuelo que solía usar para envolver el obento con el almuerzo cuando era un niño. –dijo Daisuke. –Mi madre murió poco después de nacer yo, así que mi almuerzo siempre me lo preparaba mi padre. Se levantaba muy pronto para preparar los almuerzos para mi hermana y para mí. Pero yo odiaba este trozo de tela; no lo soportaba. Todos los niños llevaban pañuelos bonitos o con personajes de dibujos que sus madres preparaban. Me daba vergüenza y no quería que los demás niños vieran mi pañuelo. Así que, un día, al volver del colegio, lo tiré. Al hacerlo, mi hermana me dio una bofetada. Me preguntó que por qué lo hice y me riñó diciendo que nuestro padre se levantaba muy temprano, incluso estando cansado sólo para prepararnos el almuerzo. Se enfadó mucho conmigo. Entonces me dijo que no hiciéramos nada que entristeciera a nuestro padre. Siempre se están peleando, pero en realidad mi hermana lo adora. Pero si mi padre se entera de lo vuestro, sin duda se opondrá. Si cortas con ella, quien sufra más dolor será mi hermana. Pase lo que pase, alguien sufrirá. Lo siento. Después de haberle explicado todo eso, se levantó para irse. –¡Daisuke! –se levantó Yamato también, pero el chico no hizo caso y se marchó.00000000
–Conforme pasan los días se parece más a ti. –comentó Sora mientras Mimí arropaba a Pal en la cama. –¿Tú crees? –preguntó Mimí. –Incluso la personalidad se parece a la tuya. –¿Cómo tú y tu padre? –preguntó Mimí. –¿Pero qué dices? No nos parecemos en absoluto. –Quizás no físicamente, pero los dos sois unos tercos y odiáis perder una discusión. –dijo Mimí. –Me preocupa. –¿El qué? –Si el tema de Yamato sale a la luz se liará la mundial. –explicó Mimí, haciendo reír a Sora. –Sí, lo cierto es que los dos somos unos cabezotas. Mientras tanto, Haruhiko bebía sake junto a Taichi, que se encontraba un poco incómodo de estar a solas con el hombre. –Taichi, ¿lo sabes, verdad? –preguntó Haruhiko un poco afectado por el alcohol. –¿El qué? –Si Sora tiene novio. –dijo el mayor. –Yo no sé nada. –dijo Taichi intentando evitar la mirada penetrante de Haruhiko. –¡Esto ha pasado porque no eres lo suficientemente atractivo! –gritó Haruhiko cogiendo a Taichi de la pechera. –¡Por eso se ha ido con otro! –¡No puedes culparme por eso! –dijo el pobre Taichi agobiado. Entonces Haruhiko le soltó. –Si eres un hombre de verdad deberías arrebatársela. –dijo Haruhiko. –¿Arrebatársela? –Te casarás con Sora. –dijo Haruhiko arrastrando las palabras, muestra de que estaba bastante afectado por el alcohol. –Eso no va a pasar. –dijo Taichi. –Oye, soy su padre, ¡así que te ayudaré! –dijo volviéndolo a coger de la pechera. –¡No importa lo turbios que sean tus métodos, se la arrebatarás y te casarás con ella! Eso sí, si le pones una mano encima, no te lo perdonaré. –¡Lo que dice no tiene sentido! –dijo Taichi un poco asustado al ver la mirada de loco que se le puso a Haruhiko. –¡¿Te gusta Sora o no?! –¡Sí, sí! De lo que no se enteraron es que mientras esos dos forcejeaban, Sora estaba allí de pie viendo la absurda escena que protagonizaban su padre y su amigo. –¿Qué estáis haciendo? –preguntó Sora. Nada más escuchar a su hija, soltó a Taichi. –No te preocupes por lo que acabas de oír. –dijo Taichi nervioso, –No me preocupa. –dijo Sora. –¿Podrías al menos ser un poco considerada con mis sentimientos? –dijo Taichi indignado. –Sora, ¿cómo te fue en Nagasaki? –preguntó Haruhiko. –Es un lugar bonito. –dijo Sora intentando evadir el tema que realmente todos tenían en mente. –Lo que quiero decir es si… hiciste… –dijo Haruhiko sin querer emplear las palabras exactas. –Bienvenido a casa. –dijo Sora al ver entrar a su hermano. No podía ser más providencial. –Hola. –saludó Daisuke. –¡Oye! ¿Por qué llegas tan tarde? –preguntó Haruhiko. –Por nada. –¿Cómo que por nada? –Lo siento. –entonces Daisuke se paró un momento a ver la foto de su madre, cosa que nunca hacía y se marchó a su habitación ante la curiosa mirada de todos.00000000
Sora y Yamato viajaron a Kanagawa. Tras un rato buscando, por fin, con unas vistas privilegiadas al mar encontraron el hospital del que les habló Jou. Una vez que entraron, Jou les esperaba allí poniendo en antecedentes al médico. Hicieron una revisión a Yamato y seguidamente Jou, Sora y Yamato fueron a una sala en la que empezaron a hablar con un paciente interno que llevaba unas gafas, el señor Kinimitsu. –¿Está nervioso? –dijo el paciente mientras habían unos pacientes que leían en braille mientras que otros jugaban con juegos adaptados. –Sí. Siento como si no me estuviera pasando a mí. –reconoció Yamato. –No intento animarle, pero le diré que sólo he encontrado un inconveniente desde que perdí la vista. –dijo el paciente. –¿Sólo uno? –preguntó Yamato. –No puedo echar bien la pasta de dientes en el cepillo. Pero para eso hay fácil solución. Sólo tengo que poner el tubo en mi boca, apretar y cepillarme directamente. –dijo el hombre riendo y quitando tensión al ambiente. –Entiendo. –dijo Yamato. –Al principio se sentirá molesto e incómodo porque no podrá ver lo que pasa a su alrededor, ni las expresiones de la cara de la gente. Pero al final, todo se reduce en si confías en la gente o no. De todas formas, eso es algo que tanto los videntes como los ciegos debemos aprender. –Por lo visto, antes de perder la vista, era un señor que no paraba de trabajar y no prestaba atención a su familia. –explicó Jou una vez que salieron de la sala. –Incluso estaba al borde del divorcio. Pero al quedarse ciego, volvió a su familia. Según él, quedarse ciego no implica sólo pérdida, sino la oportunidad de ver la vida desde una perspectiva diferente. Señor Ishida, ¿puede imaginar, por ejemplo, que tuviera que mudarse a otro país? –¿A otro país? –Sí. En un caso así, tendría que aprender un idioma completamente diferente y adaptarse a la cultura y tradiciones. Eso es un reto, ¿verdad? –Sí. –En ese lugar, hay un nuevo mundo que debe descubrir. –explicó Jou. –El señor Kinimitsu lee libros para niños en braille. –añadió Sora. –Dependiendo de cómo lo mires, hay un montón de posibilidades que se presentarán ante ti. –dijo Jou. Entonces, por fin llegaron a la entrada del hospital. –Señor Ishida, ¿puede sacarles las fotos a los niños del hospital? Yamato simplemente se inclinó mostrando agradecimiento a Jou. Una vez que salieron del hospital, Sora y Yamato se dirigían a la estación para coger el tren que les llevaría de vuelta a Tokio. De repente, Yamato se paró en mitad de la calle, justo frente a un paso a nivel. –Me pregunto cómo es ese nuevo mundo del que habla el doctor Kido. –dijo Yamato. –Quizás lo pruebe. –¿Qué? –preguntó Sora, que no entendía a qué se refería el rubio. –Desde aquí hasta Tokio, quiero ir con los ojos cerrados. –dijo Yamato. –De acuerdo. –accedió Sora. Tras unos segundos, Yamato cerró los ojos, suspiró y cuando fue a dar el primer paso, la campana del paso a nivel empezó a sonar y se puso roja, haciendo que Yamato diera un paso atrás. Las barreras empezaron a bajar y Yamato escuchó el tren. Entonces recordó las palabras del señor Kinimitsu. Todo se reduce en si confías en la gente o no. El tren pasó y las barreras se levantaron. Entonces, Yamato sintió cómo Sora le cogía de la mano. –Despacio. –dijo Sora. –Paso a paso. Evidentemente, llegar a la estación les llevó más tiempo de lo usual. –Aquí hay escaleras. –guió Sora. A mitad de las escaleras, dos surfistas subían con su tabla y Yamato se chocó con una de ellas, haciéndolo perder el equilibrio. Por suerte, y a pesar del susto, consiguieron mantenerlo y no caer los dos. A pesar del accidente, Yamato no abrió los ojos. –Es suficiente por hoy. –dijo Sora todavía con el susto en el cuerpo. –No. –volvió a coger la mano de Sora y siguieron bajando hasta que por fin llegaron al último. Por fin consiguieron llegar al tren y partir hacia Tokio. Seguían cogidos de la mano. –Hey, ¿qué ves por la ventana? –preguntó Yamato. –Veo el mar de Shonan. –contestó Sora. –Y la puesta de sol. Hay gente haciendo windsurf. Vaya, se ha caído. –Antes no prestaba atención a lo que había al otro lado de la ventana. –entonces, Yamato sintió cómo Sora también le cogía con la otra mano. –La puesta de sol es preciosa. –dijo Sora un poco triste de ver que Yamato pronto dejaría de ver esos lugares bonitos que tiene el mundo. Después de varias horas, llegaron al apartamento de Yamato y se sentaron en el sofá. Entonces, abrió los ojos, encontrándose con la sonrisa de Sora. –¿Cómo ha sido la primera experiencia en el nuevo mundo? –preguntó Sora. –Me pregunto si realmente me las podré arreglar. –dijo el chico. –Pero tengo que seguir y descubrir qué puedo hacer. –Sí. –dijo Sora casi susurrando y se mantuvieron la mirada unos segundos. –El otro día Daisuke vino a verme. –dijo Yamato cambiando de tema. –¿Qué? –preguntó Sora que no tenía ni idea. –Parece que estoy causando muchas preocupaciones. –dijo Yamato. –No sé qué hacer. Entonces Yamato se levantó para ir a la cocina y cogió dos vasos. Sora le siguió. –Hoy he descubierto algo que puedo hacer. –dijo Sora. –Coger tu mano. Yamato sonrió. Fue hacia ella y cogió su mano con las dos manos. Sora hizo lo propio con la mano que tenía libre. Entonces, Yamato acortó distancias y la besó en los labios. Esa noche fueron uno.00000000
Taichi, vestido para trabajar, pasó por una tienda a comprar algo de comer y se subió a su ciclomotor. Mientras se abrochaba el casco escuchó una voz que le resultaba familiar. –Lo siento –decía Yamato que parecía estar perdido. Entonces se giró y volvió a chocarse con otra persona. –Lo siento. Taichi terminó de abrocharse el casco, encendió el ciclomotor y se fue. Mientras tanto, Yamato se apoyaba en un escaparate, parecía que estaba teniendo una crisis. –¿Qué está haciendo? –preguntó el dueño de la tienda. –Lo siento. –dijo Yamato. Lo veía todo muy borroso. –Está usted causando molestias ahí plantado. –dijo el dependiente. –Pasará pronto. –dijo Yamato. –¡Está justo en la entrada de la tienda! ¡Muévase! Ante la insistencia del hombre, Yamato, sin haberse recuperado y muy desorientado se giró torpemente, pero nada más empezar a dar un paso, se tropezó con un cartel de publicidad que había en la acera, haciéndolo caer. Justo antes de caer, Taichi, con el casco de la moto puesto, lo sostuvo. –¡¿No cree que ha sido demasiado duro con él?! –riñó Taichi al dependiente. No pudo evitar volver al ver al hermano de su amigo Takeru tan desorientado. Después de la riña, Taichi guió a Yamato hasta un templo cercano y se sentaron en unos escalones hasta que Yamato se recuperara. –Te has enterado por Sora, ¿verdad? –preguntó Yamato. –Sí. –¿Te ocurre esto a menudo? –quiso saber Taichi. –Cada vez es más frecuente. –admitió Yamato. –Ojalá pudiera ser menos oportuno. Es bastante frustrante. –Ten cuidado al volver a casa. –dijo Taichi viendo que el rubio se encontraba mejor. Se levantó y empezó a irse hasta su ciclomotor. –¡Gracias! –dijo Yamato levantándose. Taichi se detuvo sin mirar. –La próxima vez Sora y yo nos dejaremos caer por tu restaurante. –¿Amas a Sora? –preguntó Taichi después de girarse hacia Yamato. El rubio sólo asintió con la cabeza. –¿Qué piensas hacer a partir de ahora? –No lo sé. –¿Qué no lo sabes? ¿Cómo una persona que no sabe qué hacer consigo misma va a hacer feliz a otra persona? –Tienes razón. –Lo siento, pero no puedo apoyar tu relación con Sora. –dijo el castaño. –Cuídate. Taichi se marchó, dejando a Yamato con sus dudas.00000000
Cuando Sora entraba en casa, se encontró con su padre de salida. –Voy a salir un rato. –dijo el hombre. –Papá. –¿Qué? –Nada. –dijo Sora cambiando de idea. –No bebas mucho, ¿vale? –Sí. –dijo el hombre saliendo. Cuando entraba a la sala Sora se encontró que su hermano bajaba. –Daisuke, ¿qué quieres para cenar? –preguntó Sora. Pero su hermano se sentó a la mesa sin decir nada. Sora también se sentó. –He oído que fuiste a casa de Yamato. Me alegro de que te preocupes por mí, pero… –¿Qué clase de persona era mamá? –preguntó Daisuke interrumpiendo a su hermana. –¿Qué? –preguntó Sora, que no esperaba esa pregunta. –Para mí, mamá siempre ha sido una foto. –dijo Daisuke mirando al altar familiar. –Siempre habéis dicho que mamá siempre quiso que me convirtiera en un chico amable que comprendiera el dolor de los demás, pero no sé si podré cumplir su deseo. Si hay alguien que causa problemas a mi hermana, no puedo perdonarle, no importa la pena que dé esa persona. –Daisuke. –dijo Sora sorprendida. Era evidente que hablaba de Yamato. –Si no acabas siendo feliz, no creo que mamá descanse en paz.00000000
–Doctor, pensaba que serías la última persona en mentirme. –dijo Haruhiko en el restaurante que solía frecuentar para beber y comer algo. –Lo siento. –se disculpó el médico. –No te preocupes. Pero ¿conoces al chico con el que sale? –preguntó Haruhiko. –Es un buen chico. –contestó Jou. –¿Significa eso que hay posibilidades de que se casen? –preguntó Haruhiko. Cuando Jou iba a contestar, el propio Haruhiko lo interrumpió. –¡No, no me lo digas! –De acuerdo. –dijo el doctor riendo. –Comprendo. –dijo Haruhiko después de beber de su cerveza. –Desde que era joven siempre he sido un llorón. –¿En serio? No lo parece. –Cuando murió mi mujer pensé que mis hijos lo pasarían mal si me veían llorar todo el tiempo, así que no he llorado desde entonces. –se sinceró Haruhiko. –Pensé en ahorrarme las lágrimas para el momento adecuado.00000000
Sora se encontraba en el balcón sentada en el suelo reflexionando mientras sostenía el angelito que Yamato le regaló en el aeropuerto de Nagasaki.00000000
Tal y como se propuso, al día siguiente, Yamato comenzó su ansiado reportaje fotográfico a los niños del hospital. En ese momento, fotografiaba a Tento y a Pata mientras jugaban pasándose una pelota. –¿Preparado? ¡Ahí va! –lanzó Tento. Después, enseñó a Agu a sacar una foto de Koro y Shin bajo la atenta mirada de Gabu. –Tres metros. Dispara. –el niño disparó feliz. También sacó una de Agu sosteniendo la primera cámara de Yamato y preparado para disparar. Después sacó de las niñas mientras jugaban. –Espero hacer un álbum fotográfico. –dijo Yamato a Sora en el área de descanso mientras tomaban algo. –¿De los niños? –Sí. –Estoy deseando verlo. –dijo Sora. Entonces, el chico se levantó y miró por la ventana. –¿Está bien que dependa tanto de ti? –preguntó Yamato. –No dependes de mí. –dijo Sora. Se levantó y se puso a su lado. –¿Todavía estás preocupado por lo que te dijo Daisuke? –Quiero ver a tu padre. –dijo Yamato. –¿Qué? –Quiero contárselo todo. –dijo Yamato. –Lo de mi enfermedad… todo. –Pero… –Si aún así se niega, ya no podré hacer nada. No tengo derecho de mantenerte a mi lado. Además, eso disgustaría a las personas que más quieres.00000000
–No tienes fiebre. –dijo Mimí comprobando el termómetro que le había puesto a Pal. –¿Todavía te duele el estómago? –Un poco. –respondió la niña un poco apagada. –Verás cómo te pones bien. –dijo Haruhiko para animarla. –Quizás deberías decirle a Sora que le eche un vistazo. –Probablemente sólo haya comido demasiado. –dijo Mimí cogiendo a Pal para abrazarla. –Ya le pasó una vez. Vamos a la camita a dormir y a que estés calentita, ¿vale? –Buenas noches. –se despidió Haruhiko. –Ya estoy en casa. –dijo Sora entrando. –Hola. –dijo Haruhiko cerrando el botiquín para guardarlo. –Papá. –¿Qué pasa? –¿Vas a estar mañana en casa? –Sí, ¿por qué? –Porque Yamato va a venir a verte. –¿Yamato? Ah, sí. El hermano mayor de Takeru. –Sora asintió con la cabeza. –¿Viene a verme a mí? Entonces hubo una larga pausa. Entonces Haruhiko realizó las conexiones neuronales. –Entiendo. Mañana estaré aquí. –dijo el hombre empezando a sudar. Tal y como dijo Sora, Yamato se presentó en casa de los Takenouchi. Yamato estaba junto a Sora; Haruhiko se colocó enfrente de su hija y Yamato; Daisuke se sentó con la espalda apoyada en la pared algo más apartado y serio mientras que Mimí se colocó al lado del chico después de haber servido té. –¿Te ha llevado mucho tiempo venir hasta aquí? –dijo Haruhiko nervioso y sin saber cómo romper el hielo. –No. Cogimos el autobús. –dijo Sora. –Ya. ¿Y de qué color era el autobús? –preguntó Haruhiko. El pobre hombre no sabía qué decir. –¿Y qué más da? ¿Por qué preguntas eso? –dijo Sora. –Sí, tienes razón… ¿Eres más de arroz o de pan? –volvió Haruhiko a preguntar sin sentido. –Eso no tiene sentido. –comentó Daisuke. –Soy más de arroz. –contestó Yamato, lo que alegró muchísimo a Haruhiko. Para él parecía algo importante. No por nada era su modo de vida, ya que regentaba una tienda que abastecía a las familias y restaurantes del barrio. Sora y Haruhiko dieron un trago de té, quemándose los dos a la vez. Yamato vio que había varios libros de pesca en una leja. –¿Le gusta la pesca? –preguntó Yamato para romper el hielo. –¡Sí, me encanta! –dijo Haruhiko con emoción. –¿Pesca usted en el mar o en el río? –preguntó el rubio. –La pesca debe ser de río. –contestó el hombre. –¿En serio? Bueno, la pesca en el mar también está bastante bien. –dijo Yamato. Sora pensó que su novio acababa de abrir un melón con esa opinión. –¿Pero qué dices? –preguntó indignado. –¡Esos pescadores sólo son unos idiotas que pescan desde un barco! ¡A eso no se le puede llamar pesca! –¿Usted cree? –Un día te llevaré a pescar al río. –dijo el hombre mientras que Mimí intentaba aguantar la risa. Sora sonrió sorprendida de cómo su amado había llevado a su padre a su terreno. –¡Te enseñaré lo que es la pesca de verdad! –Me encantaría. –¡Muy bien! Un rato después y una vez que Haruhiko se relajó, sirvieron la comida. Haruhiko contaba anécdotas con las que todos reían, excepto Daisuke, que últimamente no estaba para muchas fiestas al no estar convencido de que su hermana fuera a ser feliz con Yamato. –Entonces causé un gran alboroto, mamá vino y… –la anécdota fue interrumpida porque Daisuke se levantó. –¡Oye, vuelve aquí, ahora es cuando viene lo divertido! –Voy a ver cómo está Pal, aunque probablemente siga durmiendo. –dijo Mimí aprovechando la interrupción. –¿Qué les pasa? –preguntó Haruhiko. –Creo que se han ido para que podamos hablar tranquilamente. –dijo Sora. Entonces Yamato dejó los palillos con los que estaba comiendo. –Señor Takenouchi. –empezó a decir Yamato. –¿Está bien tu madre en Nagasaki? –preguntó Haruhiko sin dejar hablar a Yamato. –Papá. –Ella está bien. –Tienes que cuidarla. –dijo Haruhiko. –Lo sé. –No hace falta que se lo digas. –dijo Sora, que quería que dejara hablar a su novio. –Ya la cuida. Además, nosotros… –Está bien. –Haruhiko se giró poniéndose frente al altar de su mujer. –Hace mucho tiempo, el padre de esta mujer no me tenía demasiado aprecio. A pesar de ir muchas veces a su casa, no me aceptaron. Al final, la situación llegó a un punto en el que empezaron a amenazar con desheredarla. Entonces ella empezó a decirme que no me preocupara por su padre. Pero yo le contesté que él era el hombre que ayudó a traerla al mundo y quien la crió, que no podíamos simplemente ignorarlo. Durante ocho años fui cada día a su casa. Tras esos ocho años, por fin nos perdonó. Su padre se sentó conmigo y nos pusimos a beber sake. Estaba tan feliz que no sabría decir si lo que estaba saboreando era el sake o mis lágrimas. –el hombre volvió a girarse hacia ellos. –Ahora sois de otra generación, así que no necesito saber de lo que habláis o a dónde vais. El hombre se levantó y fue a la cocina, cogió unos vasos y una botella de sake y volvió a la mesa. –Yamato. –dijo Haruhiko. –¿Sí? –¿Quieres beber conmigo? –preguntó el hombre. –Claro. –contestó Yamato. –Papá. –dijo Sora estaba feliz de que su padre aceptara su relación. El hombre empezó a servir sake. –Bien. –dijo el hombre a punto de brindar. –Espere un momento, por favor. –interrumpió Yamato. –Antes de beber este sake hay algo que tengo que hablar con usted. –Claro, adelante. –dijo el padre de la pelirroja. –Hace unos dos meses me diagnosticaron la enfermedad de Behçet. –soltó Yamato. –¿Behçet? –preguntó Haruhiko, que jamás había oído hablar de esa enfermedad. –Sí. Esa enfermedad… –cuando Yamato estaba a punto de empezar a explicarle la enfermedad a su suegro, se empezó a escuchar a alguien bajar acelerado y nervioso por las escaleras. –¡Sora! –gritó Daisuke seguida de Mimí. –¡Es Pal! –¡Pal! ¡Pal! –gritó Mimí asustada. Entonces todos se levantaron rápidamente y fueron hacia la habitación donde Pal estaba acostada. –¿Qué ha pasado? –preguntó Haruhiko, que todavía no le había dado tiempo a levantarse. –De repente ha empeorado. –dijo Mimí a los pies de la cama de la niña. Pal, que tenía los ojos cerrados, sudaba mucho y parecía que le costaba respirar un poco. –Pal, voy a revisarte. Voy a ver la barriguita. –dijo Sora. La colocó panza arriba y empezó a presionar diversos puntos. –¡Podría tener una peritonitis! ¡Tenemos que llevarla al hospital inmediatamente! –¡Llama a una ambulancia! –ordenó Haruhiko a Daisuke. –¡Iremos más rápido en coche! –dijo Sora. –¡Vayamos en coche, entonces! –dijo el hombre. –¡Todo el mundo ha bebido! ¿Quién va a conducir? –gritó Daisuke. –¡Pal! –gritó Mimí preocupada. Entonces Yamato cogió a la niña. –Si vamos a la calle principal podremos coger un taxi. –dijo Yamato. –¡Sí! –dijo Sora. –¡Vamos! –dijo Yamato. Sora, Mimí y Yamato cargando con la niña en brazos salieron corriendo por la calle principal, donde consiguieron un taxi. De camino, Sora llamó por teléfono al hospital. –¿Está el doctor Kido? –preguntó Sora. –Voy de camino con la hija de una amiga. Es la apéndice.00000000
Un rato después, Yamato, Haruhiko y Daisuke, que habían ido en otro taxi, esperaban fuera del box al que habían metido a la niña. Entonces, Taichi, al que habían avisado después de llegar al hospital, llegó corriendo a las urgencias del hospital muy preocupado. –¡Taichi! –dijo Daisuke. –Está bien. –dijo Sora saliendo del cuarto donde estaba la niña monitorizada y con goteros y a la que habían operado de urgencia. –Tendrá que estar en el hospital unos cuatro o cinco días. Por suerte no ha llegado a la peritonitis. –Gracias a dios. –dijo Haruhiko. –Había que traerla. Las apendicitis evolucionan rápido y pueden empeorar de repente. –dijo Sora. –Muchas gracias a todos. –dijo Mimí. –Al teléfono Haruhiko no paraba de gritar el nombre de Pal y me asusté un montón. –dijo Taichi más aliviado. –Gracias. –dijo Haruhiko a Yamato por tomar la iniciativa. –No ha sido nada. –dijo Yamato. –Estás muy delgado pero eres bastante fuerte. –dijo Haruhiko al recordar cómo había cogido a la niña y había corrido varios metros con ella cargada. –En realidad estaba aterrorizado. –admitió Yamato. Daisuke miró a Yamato con una leve sonrisa. –Todos los estamos en situaciones así. –dijo Haruhiko. –Mamá. –se escuchó una voz infantil y débil. –Se ha despertado. –dijo Haruhiko. Entonces entraron todos menos Yamato y Sora que se quedaron fuera. –No parecía buen momento para hablar de tu enfermedad. –comentó Sora. –Quizás la próxima vez. –dijo Yamato. Entonces salió Daisuke y miró a Yamato a los ojos. –Muchas gracias. –dijo el hermano de Sora. –También aprecio mucho a tu padre. –dijo Yamato terminando la conversación del otro día. –Nunca haría nada que le entristeciera.00000000
Una vez en casa, Sora salió al balcón a pensar en todo lo que había acontecido ese día tan loco. Entonces Daisuke también salió. –Buenas noches. –cuando se volvía, Sora lo detuvo. –Daisuke. –dijo Sora. –¿Sabes…? –Sólo te diré que ese tío no me disgusta. –interrumpió Daisuke, aunque lo dijo muy serio. –Sé lo que estás pensando. –dijo Sora. –Voy en serio. Se lo explicaré a papá para que lo entienda. –Bueno, si ocurre algo, te ayudaré con papá. –dijo Daisuke con un gesto de superioridad. –No seas tan engreído. –dijo Sora sonriendo. –Perdona. –dijo él sonriendo. Entonces escucharon el ruido de una botella caer y bajaron abajo. –Vino hasta aquí para introducirse en la familia. –escucharon a su padre como pronunciaba palabras arrastradas propias de los borrachos. –¿Sabes? Parece un buen tipo. Todavía no sé con seguridad la clase de persona que es, pero creo que voy a confiar en Sora. Cuando los hermanos se asomaron, vieron a su padre con un vaso en la mano y hablando con la foto de su madre. –Si ocurre, ¿qué puedo hacer yo? –seguía Haruhiko que empezaba a llorar. –Está bien volver a ser el Haruhiko llorón otra vez, ¿verdad? Cuando vea a Sora vestida de novia será demasiado. Probablemente llore cubos. Pero serán lágrimas de felicidad. Seré tan feliz que querré beber y bailar desnudo. Sora, aunque llorando de la emoción, no pudo evitar sonreír con las ocurrencias de su padre. Haruhiko se tumbó. –Se ha dormido. –dijo Daisuke riendo.00000000
Al día siguiente, Sora fue a recibir a Taichi a la entrada del hospital. Venía cargado con una mochila y varias bolsas. Para ayudarlo, Sora tomó una de las bolsas. –¿Qué tal tu padre? –preguntó Taichi. –Todavía no se lo hemos dicho. –dijo Sora. –Cuando íbamos a hacerlo tuvimos que traer a Pal. –Entonces todavía no sabe nada. –Se lo diremos la próxima vez. –¿Cómo te sientes tan segura? –¿Qué? –¿Crees que puedes ir apoyando a la gente tan fácilmente? –ante la mirada de sorpresa de Sora, intentó reconducirse. –No quería decir eso. No se trata de la enfermedad o de tu padre. Es sólo… ¿por qué no puedo ser yo? Entonces Yamato bajaba de oftalmología y vio a su novia y su amigo frente a frente. Al volver a verlo, Yamato empezó a replantearse cosas. –Te esperaré. –dijo Taichi. –Será angustioso, pero esperaré. –Taichi… –dijo Sora. El castaño cogió la bolsa que llevaba Sora y se fue hacia donde estaba Pal ingresada. Al girarse para irse, Sora vio a Yamato allí plantado. Ambos se fueron a la azotea del hospital para hablar más tranquilos. –¿Está realmente bien? –preguntó Yamato preguntándose por su relación. –Sí. –Eso es lo que pensaba yo. –dijo Yamato. –Después de hablar con tu padre, lo pensaba incluso más. Ahora me pregunto si está bien seguir amándote. Deberías pensar un poco más en ti. –¿En mí? –Tienes un futuro muy largo y podrías ser feliz. Puedes recibir las bendiciones de todos con cualquiera. Yo me estoy interponiendo. No puedes tirar tu futuro por la borda por alguien como yo. Si existe dios, parece que me haya abandonado. –¿Por qué? –preguntó Sora, que le daba la impresión que estaba rompiendo con ella. –¿Por qué decides por los dos? ¿Por qué asumes que no voy a ser feliz? ¡Si soy feliz o no lo decidiré yo! Ahora mismo, mi felicidad es estar contigo. –Lo siento. –Prométeme algo. Confía en mí. –Sora acortó las distancias con él y le cogió la mano. –Confía en esta mano. ¿Qué importa dios? Tienes a alguien a quien aferrarte a tu lado. Como vuelvas a decir algo así, me enfadaré. Entonces ambos sonrieron. –No me quieras ver enfadada. –dijo Sora cogiéndole también con la otra mano. –Ya estabas enfadada. –dijo él, haciendo que riera.00000000
El aventurero escaló la montaña bajo el brillo del sol y cruzó los mares en el frío invierno, hasta que un día encontró una cabaña cálida. Mientras Haruhiko hacía el reparto de arroz por el barrio, mientras apuntaba lo que ya había repartido, vio una librería que tenía un estante con revistas en la calle. Entonces se acercó y cogió una revista de fotografía El primer día, encendió la chimenea. Haruhiko abrió la revista y cuando la ojeaba, vio una foto de Yamato sosteniendo una cámara profesional. El segundo día hizo un estofado. Parecía que Yamato era un fotógrafo bastante reconocido. Entró para pagar. El tercer día, hizo amigos que le hicieron compañía. Entonces, de camino, llegó a la sección de medicina, donde vio un diccionario de enfermedades. Y el cuarto día pulió la casa para que brillara. Entonces recordó que Yamato, antes de que ocurriera lo de Pal, le alcanzó a decir que tenía una enfermedad llamada Behçet o algo así. Haruhiko cogió el libro, se puso la revista bajo la axila para tener las dos manos libres y buscó la enfermedad. Cuando la encontró, leyó síntomas como “úlceras”, “inflamación”. Pero cuando leyó la palabra “ceguera” se le pusieron los ojos como platos. Al quinto día, lo abandonó todo y se puso a viajar de nuevo. Volvió a escalar montañas cerca del sol y volvió a cruzar los mares en invierno, porque el aventurero había prometido llegar a un lugar. Continuará…