00000000
Jou salía de su despacho cuando escuchó cómo una voz familiar lo llamaba. –¡Doctor Kido! –era Haruhiko, que llevaba una bolsa en la mano. –Oh, hola. –saludó Jou. –¿Ocurre algo? –preguntó Jou al ver que Haruhiko no decía nada. Entonces Haruhiko se acercó a él. –¿Qué es exactamente la enfermedad de Behçet?00000000
Yamato volvió al hospital a seguir haciendo fotos de los niños en su día a día. Mientras Sora auscultaba a Gabu en su cama, éste hizo una pose sonriente que hizo reír a Sora. Mientras hacía fotos, después de lo que había escuchado, Pal no dejaba de mirar a Yamato.00000000
–Sólo me han dicho que padece esa enfermedad. –dijo Haruhiko mientras le mostraba el libro que al final había comprado en la librería. Ambos habían entrado al despacho del doctor para hablar con más calma. –Es cierto que hay casos en los que el paciente pierde la vista cuando la afección alcanza a los ojos. –explicó el médico. –¿Y… afecta a los ojos de Yamato? –preguntó Haruhiko. –Ahora mismo él está en la sala de pediatría. ¿Quiere verlo trabajar?00000000
–Le he pedido a mi empresa que me haga encargos. –comentó Yamato a Sora mientras cambiaba de carrete. Siempre le gustó más sacar fotos con cámaras analógicas que con digitales. –Pero parece que no es tan fácil. Pero gracias a estos niños ahora me siento completo. Entonces en la sala entró Jou, seguido de Haruhiko, lo que sorprendió a su hija. –¿Papá? –Pal, mira. El tío Haruhiko ha venido a verte. –dijo Mimí a su hija. –¡Oh, Pal! –dijo el hombre con alegría al ver a Pal tan recuperada. La niña fue hacia él y la cargó en brazos. Aunque no fueran familiares, Haruhiko y la niña se adoraban. –¿Te encuentras mejor? –Sí. –dijo la niña. –Genial. –dijo el hombre. –Hola. –saludó Yamato. –Pareces estar bien. Me alegro. –dijo Haruhiko, viendo que aparentemente el chico estaba tan sano como una manzana. –¿Quiere una foto con Pal? –preguntó Yamato preparando su cámara. –No hace falta. –dijo el hombre bajando a la niña. –¿Por qué no te vienes conmigo a tomar algo? –Claro. Voy a recoger mis cosas. –dijo el rubio. –¡Yamato! ¿De qué país son estas fotos? –preguntó Gabu, que se encontraba con el sector masculino de los niños viendo el álbum que un día le dio Yamato a Sora. –Déjame ver. –dijo acercándose a ellos. –Siempre les está contando historias de otros países. –dijo Jou a Haruhiko.00000000
–¿Así que también has trabajado en lugares en guerra, con lluvia de misiles incluida? –preguntó Haruhiko ya en el bar donde había llevado a Yamato a tomar algo. –Sí. –contestó Yamato. –Me impresionas. –dijo Haruhiko. –Yo sólo soy un viejo que vende arroz en el barrio. Estás a otro a nivel. –Eso no es cierto. –dijo Yamato restándole importancia. –También he sacado fotos a la panadería del barrio. –¿A la panadería? –Sí. Incluso en una ciudad en la que llueven misiles, el panadero seguía abriendo la tienda todos los días. –comentó Yamato. –¿No cree que es fantástico? –Por supuesto. El ser humano debe vivir día a día, incluso en las circunstancias más duras. –dijo Haruhiko antes de darle un trago a su bebida. –Yo he aprendido eso de Sora. –dijo Yamato. –¿De Sora? –Sí. –tras una pausa, Yamato dejó los palillos con los que estaba comiendo como si eso le diera fuerzas para poder terminar la conversación que comenzó la otra vez en casa de su novia. –Señor Takenouchi. –¿Sí? –Pronto perderé la vista. –confesó Yamato, pensando que ya no tenía más sentido alargar lo que había empezado la otra noche antes de tener que llevar a Pal al hospital. Haruhiko abrió los ojos, pero sin girar la cabeza para ver a Yamato. Jou le dijo que había casos en los que los pacientes podían perder la vista, pero no le confirmó si ese era el caso de Yamato. Tenía la esperanza de que no. –Cuando caí en la desesperación e intenté volver a Nagasaki, Sora me animó y me dio consuelo. –Entiendo. –dijo Haruhiko cabizbajo. –Ahora, para devolverle todo lo que ha hecho por mí, quiero dárselo todo antes de que llegue el momento. –dijo Yamato. –Ya. –Siento muchísimo no haberle dicho esto hasta ahora. –No importa. –Por favor, crea en lo que le voy a decir. –pidió Yamato. –La considero la persona más importante de mi vida. –¡Oh! –dijo el hombre llevándose la mano a la cara. –¡Lo he olvidado por completo! He olvidado uno de los repartos. Tengo que dejarte. Haruhiko sacó un billete para pagar, le dio unas palmaditas en el hombro y se fue, dejando a Yamato sorprendido. ¿Qué significaba eso? Cuando salió del bar, ya habiendo anochecido, Haruhiko se encontró con Jou y fue hacia él. –¡¿Por qué no me lo dijiste?! –gritó Haruhiko indignado mientras lo cogía de la pechera de la camisa. –¡¿Para qué te he confiado a mi hija?! ¡Dímelo! ¡¿Qué se supone que tengo que hacer yo ahora?! –entonces lo soltó. –Si hubiera sabido que iba a ser un inútil lo habría alejado. –Su hija va en serio. –se limitó a decir el doctor. –Por él, ha decidido ser su apoyo todo el camino. –¡Tengo que detenerla! –dijo Haruhiko con decisión. –Pararé esta locura cueste lo que cueste.00000000
Cuando Yamato llegaba a su bloque de apartamentos, Maki esperaba desde un costado entre las sombras. Había ido varias veces, pero por lo visto había estado de viaje. Debía informar a su padre de que Yamato estaba de vuelta.00000000
–¿Es ese tu padre? –preguntó Hikari a Meiko. Encima de la mesa móvil de las camas, Meiko tenía un folio con un retrato dibujado y coloreado. –Sí. –respondió la niña. –Todos hemos dibujado a nuestros padres porque se acerca el día del padre. Efectivamente, el cuarto estaba lleno de retratos de padres bastante infantiles, aunque había algunos muy bien hechos. –¡Es cierto! –dijo Sora. –¿Puedo verlo?00000000
Haruhiko volvía a casa bastante disgustado con la noticia que había recibido. –Les detendré. –musitó. –Les detendré cueste lo que cueste.00000000
Tras acabar su turno, Sora se fue rápido a buscar un regalo para su padre. Entró en una tienda de ropa de hombre, concretamente a la sección de camisas. Después de ojear unas cuantas, encontró una que le convenció.00000000
–Es domingo. Me preguntó dónde habrá ido tu padre. –dijo Taichi a Daisuke mientras desayunaban en casa de los Takenouchi. –El viejo estará maquinando algo. –dijo Daisuke ignorando que iba bastante encaminado. –Yamato le contó lo de su enfermedad, ¿verdad? –preguntó Mimí. –¿Cómo reaccionó? –No ha dicho nada en absoluto. –dijo Sora. –Cuando intento sacar el tema trata de evitarme. –Es una trampa. –dijo Daisuke con la boca llena. –¿Una trampa, para qué? –preguntó Sora. –Espero que la salud de tu padre esté bien. –dijo Taichi pensando en la posibilidad de la salud. –Tienes razón. Últimamente ha estado bebiendo demasiado sake. –dijo Mimí. Sora sólo miró el regalo envuelto que tenía para su padre. –Ya estoy en casa. –dijo Haruhiko entrando cargado de bolsas. Entonces Sora cogió el regalo. –Papá, toma esto, por el día del padre. –dijo Sora ofreciéndole el regalo, pero su padre hizo caso omiso y siguió en la cocina. –Me voy a visitar a Pal. –dijo Mimí sintiéndose algo incómoda por la situación. –Te acompaño. –dijo Taichi aprovechando la situación para huir él también. –Me parece que hoy el médico de guardia es el doctor Tachimura. –informó Sora a su amiga. –Vale, nos vemos luego. –se despidió Mimí. –Adiós. –dijo Daisuke. Cuando Taichi y Mimí se marcharon, Haruhiko entró apresurado a la sala y empezó a buscar algo por los cajones que había debajo del pequeño altar. –¿Qué haces? –preguntó Sora. –¡Aquí está! –dijo Haruhiko sacando una libreta. –¡Vamos a comer! –Nosotros ya estamos comiendo. –dijo Daisuke. –¡No! –espetó Haruhiko. –Hablo de la comida de tu madre. Los hermanos se quedaron con la boca abierta.00000000
–Es para anunciar lugares turísticos. –informaba Ken a Yamato enseñándole la carpeta con el proyecto. –Son muy flexibles con los horarios, es perfecto. –No puedo coger este trabajo con estas condiciones. –dijo Yamato. –Gracias de todas formas. Estoy seguro de que es difícil encontrarme trabajo. –En realidad, este cliente te ha pedido a ti expresamente. –dijo Ken. –¿Qué? –preguntó Yamato.00000000
Haruhiko cortaba las verduras con la libreta con las recetas de su mujer delante. Entonces sus hijos aparecieron en la cocina. –Es una receta que vuestra madre dejó antes de morir. –dijo Haruhiko antes de que sus hijos preguntaran, entregando la libreta a Daisuke. Por la hoja por donde estaba abierta la libreta ponía kinpira.–Siempre la tuve en mente. Daisuke fue pasando páginas para ver qué recetas contenía la libreta. Allí encontró recetas como calabaza hervida, albóndigas o arroz al curry. –No lo entiendo. –dijo Daisuke. –¿Por qué haces esto ahora? –¿Qué receta estás haciendo? –preguntó Sora. –Todas. –¡¿Todas?! –preguntó Daisuke pensando que su padre se había vuelto loco. –¡Eso es imposible! –Calla y ayúdame. –ordenó Haruhiko. Los dos hijos se pusieron manos a la obra y acabaron todas las recetas para la hora de comer. La mesa se llenó de diferentes platos con una pinta bastante apetitosa. –¿No es este un poco diferente a como es en la foto? –preguntó Daisuke cogiendo el plato de las albóndigas y comparándolo con el del recetario. –Supongo. –dijo Haruhiko llevándose una mano a la parte trasera de la cabeza. –Vamos a probarlo. –dijo Sora. –Tienes razón. –dijo Daisuke. Los tres se pusieron a degustar los platos. –Entonces, ¿es así como sabe la cocina de mamá? –La cocina de mamá no se parece en nada a esto. –dijo Haruhiko. –Sora, Daisuke. –empezó a decir el cabeza de familia tras una pausa. –Sé que lo habéis pasado mal al crecer sin mamá. –No ha habido ni un momento en el que pensáramos que no teníamos madre. –dijo Sora restándole importancia. –Mamá siempre ha estado en esta casa con nosotros. –dijo Daisuke con la boca llena. –Tienes razón. –dijo Haruhiko. –Estoy seguro que ahora mismo está viendo lo que estáis haciendo. Entonces… tú y Yamato, ¿os habéis comprometido? –¿Qué? –preguntó Sora, que no se esperaba ese cambio de tema tan radical. –¿Ha pedido tu mano? –preguntó Haruhiko. –Me casaré con él. –dijo Sora con decisión tras coger aire. –Entiendo. –dijo Haruhiko. Después hizo una pausa. –Como padre, me opongo. –Espera un momento. –dijo Daisuke. –No juzgues la situación tan rápido. Lo que quiero decir es que yo también pensé que no era adecuado pero… –¡Cierra la boca! –ordenó su padre. –Escucha, hay diferencias entre salvar a un paciente como médico y el matrimonio. –¡Eso ya lo sé! –dijo Sora enfadada. –¡No, no lo sabes! ¡Sólo lo haces por compasión! –¡No es cierto! –espetó Sora. –¡¿Crees que puedes llevar esa carga toda tu vida sólo por pena?! –preguntó Haruhiko. –¡Papá! ¡Yo…! –¡No! –interrumpió Haruhiko. –¡No voy a permitirlo! ¡He dicho que no! ¡Me opongo completamente! ¡¿Entendido?! Tras la discusión, Haruhiko se levantó y Daisuke se levantó también para intentar detenerlo. –¡Papá, espera! –dijo Daisuke. –¡¿Qué quieres? –Confía en Sora. –dijo Daisuke, que tal y como prometió, intercedería por ella si las cosas se tornaban feas. –Ella y Yamato lo han decidido después de pensarlo mucho. –¡¿Es qué no lo entiendes?! –¡¿El qué?! ¡Lo que entiendo es que su vista no importa y lo sabes! ¡Es una buena persona! –¡No te entrometas en esto! –gritó tras una pausa, dándole un bofetón a su hijo que lo hizo desestabilizarse y caer sobre la mesa con toda la comida. –Acabo de perder todo el respeto que te tenía. –dijo Daisuke mientras Sora se limpiaba las lágrimas que empezaba a derramar. –No voy a dejar que te entrometas en esto. –sentenció Haruhiko. –Si sigues adelante con él no seré capaz de mirar a tu madre. –dijo el hombre señalando la foto de Toshiko. –¡Papá! –dijo Sora levantándose. –¡He dicho que no! –¡Maldito viejo! –gritó Daisuke de la impotencia. Tras la fallida comida, la discusión y haber recogido todo, Sora dejó su regalo encima del lugar donde su padre llevaba la contabilidad de la tienda.00000000
Yamato se encontraba en la consulta del doctor Izumi. –Con las crisis diarias que estás teniendo es necesario que comencemos un tratamiento con inyecciones directas en los dos ojos. –le explicó el doctor Izumi. –No me importa. –dijo Yamato, dispuesto a hacer lo que fuera pese a lo asustado que se encontraba. Así que, sin más dilación, el doctor le dilató los ojos con un colirio y procedió a inyectar en los ojos.00000000
Jou acompañaba a Gabu por el pasillo del hospital. El niño llevaba una manga remangada y se sostenía el brazo después de realizarle una analítica. –¡Ya estoy aquí! –dijo Gabu sonriente y animado entrando a la sala de los niños. –¡Gabu! –dijeron todos a modo de saludo. –Bienvenido. –dijo Sora. Entonces miró a la puerta y el doctor Kido le hizo una señal para que le siguiera. Cuando salió al pasillo, de repente se paró en seco, viendo a los padres de Gabu. La madre lloraba sobre el hombro del padre. Sora se fue directamente al despacho de Jou, donde también se encontraba Shin esperándola. –Doctor Kido. –dijo Sora. Jou se encontraba de espaldas mirando por la ventana. Por lo visto, tenía que anunciar algo muy importante sobre Gabu. –Si resiste, probablemente le quede un mes. –informó Jou.00000000
Gabu se encontraba jugando al parchís con el resto de niños. –Uno, dos, ¡tres! –dijo Gabu contando con su ficha. –¡Gané! –Oh, vaya. –se lamentaron los demás. –¿Dónde está hoy el señor fotógrafo? –preguntó Gabu, extrañado de no verlo por ahí a esas horas. –Dijo que volvería pronto. –dijo Biyo. –¿Sabéis? Pronto sus ojos nos van a poder ver más. –dijo Pal con inocencia. –¿Qué? –preguntaron todos con la sonrisa borrada de la cara.00000000
–Realizad todos los preparativos para llevar a Gabu la Unidad de Cuidados Intensivos en cuanto haya algún cambio en su condición. –ordenó Jou a Shin y Sora mientras los tres ojeaban sus informes médicos. –Sí. –contestaron los dos. –Sus cuidados ya no serán responsabilidad suya. –dijo Jou seriamente a Sora. La chica le miró sin comprender por qué le quitaba ese paciente. –Shin, de ahora en adelante es su paciente. Eso es todo. Jou se levantó y Shin miró a Sora como diciendo que él tampoco entendía nada. El chico se marchó y Sora se levantó. –¿Por qué? –preguntó Sora. –¿Qué? –preguntó Jou. –¿Por qué me ha quitado a Gabu como paciente? –preguntó Sora. –Es un momento importante. –se limitó a decir el doctor. –Precisamente por eso, ¿no cree que no es adecuado cambiar su supervisión? –En este momento tu vida no es muy estable. –argumentó Jou. –¿Es por Yamato, verdad? –preguntó Sora. –Como médico, nunca he descuidado mis responsabilidades con los niños. –¿Incluso cuando el señor Ishida se quede ciego? –preguntó Jou. Sora no dijo nada. –He hablado con Koushiro y dice que puede perder la vista en cualquier momento. No podrá trabajar y toda su vida dará un vuelco. Apoyarle en esas condiciones no será fácil. Llegado el momento, deberás decidir si dejar tu trabajo. Bueno, no te preocupes, Shin cuidará bien de Gabu. Deberías pensar en tu decisión. –Entiendo. –dijo Sora. Una vez que salió del despacho de su jefe, Sora fue andando seria, pero al ver que llegaba a la sala de los niños, debía poner su mejor cara. Cambiando su semblante, entró en la sala. Allí vio a todos los niños reunidos, que parecían conspirar, porque en cuanto entró Gabu se echó el dedo índice a los labios. –Shh. –¿Qué pasa? –preguntó Sora. –¿Qué estáis haciendo? –Nada. –contestó Biyo, aunque Sora no se creía mucho lo que le dijeron. –¡Siento llegar tarde, chicos! –dijo Yamato entrando en la sala llevando algo alargado en la mano, recibiendo la mirada extraña de todos los niños. –¿Qué pasa? Los niños volvieron a lo suyo. Al ver el poco entusiasmo, Yamato decidió seguir hablando. –Os he traído algo muy interesante. –dijo Yamato quitando la funda de lo que había traído. Era un tubo de madera más largo que alguno de los niños más pequeños. –Mirad. –¡Guau! –dijeron los niños atraídos por lo que había llevado el fotógrafo. –¡Es genial! Yamato puso sus labios en uno de los extremos y sopló, consiguiendo un sonido muy raro y grave. –Es un instrumento tribal. –dijo Yamato, pasando el instrumento para que todos soplaran, aunque algunos ni siquiera lo podían hacer sonar. Sora vio a Gabu y Meiko apartarse un momento del grupo sin saber qué tramaban. –Tengo una idea. –dijo Gabu.00000000
Un rato después, Yamato y Sora caminaban por los pasillos hacia la salida del hospital. –¿Ocurre algo? –preguntó Yamato. –No, no. –Tengo una reunión en mi empresa cuando salga de aquí. –dijo Yamato, que se resistía a llamarlo antigua empresa. –¿Por un trabajo? –preguntó Sora. –Parece que por fin me van a encargar uno. –dijo Yamato. –Eso es genial. –Espero que vaya bien. El declive de mi vista va en aumento, así que empiezo a pensar en cosas estúpidas como si he dejado los zapatos juntos para poder encontrarlos fácilmente o cuánto tengo ahorrado en mi cuenta. Cuando pierda la vista será complicado encontrar trabajo… Bueno, no tiene sentido que me preocupe por eso ahora, así que he decidido atesorar cada día. –Yamato, cuando te de otra crisis, por favor, avísame. –pidió Sora. –Iré y te pondré juntos los zapatos. Yamato y Sora se sonrieron.00000000
Cuando Yamato llegó al bloque de apartamentos el cielo ya había oscurecido. A punto de entrar, Maki, que le había estado esperando, se dirigió hacia el rubio. Yamato se detuvo al verla al no esperar encontrársela allí. –Cuánto tiempo. –dijo Yamato.00000000
Sora volvía a casa caminando despacio y con la mente sin poder dejar de pensar en lo que le había dicho su jefe. Básicamente le había dado a elegir entre su trabajo y Yamato. –¡Para! –gritó Taichi mientras cruzaba corriendo un paso de cebra hacia ella. La pelirroja iba tan ausente que estuvo a punto de chocarse con un poste de la luz. Cuando Sora se dio cuenta despertó de su ensoñación se rió por la estupidez. Taichi, que ya había llegado junto a ella también se rio.00000000
Yamato y Maki fueron a una cafetería cercana para hablar. –Chaqueta beige y cadena con una cruz. –dijo Yamato mientras Maki bebía de su taza. Maki se miró y se llevó una mano hacia la cadena sin esperar ese comentario. –Todavía puedo ver. Maki dejó su taza. –¿Sabes por qué he venido a verte? –preguntó la chica. –¿Para decirme que te casas? –preguntó Yamato. –Vaya, has acertado. –dijo Maki. –Felicidades. ¿Quién es? –Un fotógrafo de Nagasaki. –dijo ella. Yamato no sabía qué cara poner. –Me arrepiento de haber roto contigo. Sé que es egoísta decir esto a estas alturas pero… –Lo es. –dijo Yamato cogiendo su taza para darle un sorbo a su té. –Desde que rompí contigo no he parado de pensar en ti. –dijo Maki. Yamato dejó su taza. –No es desde entonces, pero me he dado cuenta ahora por la situación. Me he dado cuenta de que la única persona que puede apoyarte soy yo. No quiero dejarte solo. Yamato negó con la cabeza. –No estoy solo. –dijo el rubio. Maki no se esperaba aquello. –Hay una persona a la que amo.00000000
–¿Lo dices en serio? –preguntó Sora riendo por lo que le contaba Taichi. Ambos se habían sentado en unas gradas de piedra de un parque cercano. –¡Claro! Siempre andabas con libros de medicina así de gordos. –dijo Taichi indicando el grosor de los libros con su mano. –Trabajaste muy duro para ser doctora. –Sí, es cierto. –dijo Sora recordando las batallitas universitarias. –¿No estarás pensando en tirarlo todo por la borda, verdad? –preguntó Taichi más serio, que parecía conocer muy bien a su amiga. Su amigo había dado en el clavo. –Claro que no. –dijo Sora. –¿Podrás manejar las dos cosas a la vez? –preguntó Taichi refiriéndose a Yamato y a su carrera como médico. –No lo sé. –reconoció Sora. –Tan solo quiero creer. –¿En qué? Sora sólo negó con la cabeza. No le apetecía hablar más del tema, aunque se notaba que era algo que la atormentaba. Hasta ese entonces, pensó que podría compaginar su vida profesional y personal, pero tras la charla que le dio su jefe, ya no estaba tan segura.00000000
–Por supuesto, sé la gravedad de mi situación y que realmente no tengo libertad para pensar en mi futuro, pero cuanto más pienso, la respuesta la tengo ahí. –dijo Yamato. –¿Qué puede hacer esa chica? –interrumpió Maki, que no acababa de asimilar lo que le estaba contando Yamato. –¿Tiene el dinero suficiente para mantenerte? ¿Su familia tiene poder que brindarte? Yo dejaré mi trabajo y podré estar las veinticuatro horas contigo y mi padre nos dará ayuda financiera para que no tengas que buscar trabajo. No tendrás que preocuparte por nada. Sólo tienes que venir a mi casa. –Pero Maki vio como su ex novio negaba con la cabeza. –¡Puedo ayudarte más que cualquiera! –dijo Maki con desesperación y alzando la voz. –Gracias. –dijo Yamato tras una pausa. Se levantó, sacó dinero de la cartera y lo dejó en la mesa. Tras coger su mochila, se fue, dejando a Maki allí, sorprendida de que Yamato hubiera rechazado lo que ella le ofrecía. Tras dejar a Maki en la cafetería, Yamato se fue directamente hacia su empresa. Había pensado pasar por casa a cambiarse, pero con la visita inesperada de Maki no le dio tiempo y tuvo que irse directamente a la empresa. Cuando llegó, fue hacia la sala de juntas con Ken, pero el director no apareció. –Como puedes sospechar, parece que el trabajo que teníamos era gracias al padre de Maki. –dijo Ken. –Entiendo. –dijo Yamato. –¿Qué tienes que decidir? –preguntó Ken que no entendía la cabezonería del que fue su mejor fotógrafo. –Odio decir esto, pero en tu situación actual no hay manera de que consigas trabajo. No puedes rechazar esto ahora, así que espero que tomes la decisión correcta. Ken salió de la sala, dejando a Yamato allí.00000000
A la mañana siguiente, Sora bajó de su cuarto y cuando se dirigía a la salida, vio el regalo que le entregó a su padre en el mismo lugar en el que lo dejó. Cuando llegó a la parte de la tienda, vio a su padre descargando sacos de arroz. –Me voy, papá. –dijo ésta. –Oh, vaya, he olvidado repartir al señor Nishiguchi. –dijo el hombre haciendo caso omiso a su hija. Sora no dejaba de mirarle, lo que su padre notó. –¿Qué pasa? –Nada. –dijo Sora. Sin más, su padre se giró para continuar con su labor. –Voy a llamarle. –dijo el hombre refiriéndose al reparto que había olvidado hacer. –Vendré pronto a casa. –dijo Sora intentando hacer que su padre dejara de mostrarse tan frío con ella. –Muy bien. –dijo el hombre sin mirarla. Al ver sus intentos inútiles, Sora se giró para marcharse, seguida por la mirada de su padre.00000000
–Muchas gracias por curarme. –dijo Pal haciendo una reverencia a Sora. Por fin le daban el alta a la niña y Taichi y Mimí habían ido a recogerla. –No ha sido nada. –dijo Sora. –Vuelve a visitarnos a todos. –Bien, vamos. –dijo Taichi nervioso cuando Sora le miró. –Nos vemos luego. –dijo Mimí. –Hasta luego. –dijo Sora. –Sora todavía no se ha decidido, ¿verdad? –preguntó Mimí a Taichi una vez que salieron del hospital. –Creo que todavía cree que su vista se recuperará y todo el mundo les dará su bendición y las aguas volverán a su cauce. –Quiero darles mi bendición. –dijo Taichi enojado al ver que era una indirecta hacia él. –Taichi. ¿Recuerdas que cuando me quedé embarazada de Pal te pusiste en mi contra? –preguntó Mimí. –Sí, entonces era el poli malo. –dijo Taichi. –Eso no es cierto. Me alegré de que me dijeras todo lo que me dijiste. –¿Por qué? –preguntó al no comprender por qué la castaña se alegró cuando la riñó en aquel entonces. –Porque ya sabes lo que dicen, lo opuesto a gustar no es disgustar, sino la indiferencia. –dijo Mimí. –Ya. –Por eso, cuando me mostraste tu oposición me demostraste que realmente te importaba mi bienestar. –explicó Mimí. –Y por eso me alegré. –Comprendo. –dijo Taichi más relajado. –Sin embargo ahora, eres completamente indiferente. –dijo Mimí. –Eso no es cierto. –dijo Taichi. –Ojalá me notaras un poco más. –dijo Mimí, dejando a Taichi boquiabierto, ya que su amiga no se refería a la situación de Sora, sino a la suya.00000000
Sora caminaba por los pasillos del área de pediatría cuando Koro, una de sus pequeñas pacientes la llamó saliendo del cuarto y corriendo hacia ella. La niña no tendría más de seis años. –¡Doctora! –Koro. Cuando Sora vio que la niña quería decirle algo secreto se puso a su altura y la niña empezó a hablarle en el oído. –¿Puedes venir un momento? –preguntó Koro. Sora asintió con la cabeza.00000000
–Ojalá hubiera podido estar más tiempo en el hospital. –dijo Pal. –¿Por qué dices eso? –preguntó su madre sorprendida de las palabras de su hija, que no entendía quién en su sano juicio querría quedarse en un hospital. –Porque todos van a hacerle un regalo al señor fotógrafo. –dijo la niña. –¿A Yamato? ¿Qué regalo?00000000
Koro tiraba de la mano de Sora. –Koro, ¿adónde me llevas? –preguntó Sora. Entonces, la niña se paró frente a un salón de actos que había en la planta y donde había un pequeño piano. Abrió la puerta y allí se encontró con todos los niños alineados. Todos llevaban un folio, excepto Biyo que se sujetaba con unas muletas. –¿Qué pasa aquí? –¡Preparados, listos…ya! –gritó Gabu dando la entrada. Todos se pusieron a cantar algo desafinados. Pero a Sora le inspiró gran ternura y no paró de sonreír durante toda la canción.Los cerezos están ya en flor
Los cerezos están ya en flor
Sabiendo que su destino es dispersarse fugazmente
Adiós, amigo mío, es hora dejarte ir
Con sentimientos imperecederos.
–¡Doctora Sora! ¿Puedes acompañarnos en la canción? –preguntó Gabu. –Oh, claro, creo que si practico podré hacerlo. Pero, ¿por qué? –Queremos cantar para el señor fotógrafo. –dijo Koro. –Gabu dijo que aunque no puedas ver, todavía puedes escuchar, así que el mejor regalo es una canción. –explicó Tento. –Aunque, me pregunto si le gustará. –dijo Gabu. –Gabu, ¿todo esto es por Yamato? –preguntó Sora, que al principio no sabía cómo se habían enterado de la condición de su novio, hasta que recordó que Pal las escuchó a ella y su madre. –Sí, para darle las gracias. –dijo Gabu. –Seguro que le encantará. –dijo Sora con una sonrisa de oreja a oreja. –Entonces, ¿puedes acompañarnos al piano? –preguntó Gabu con emoción. –Claro. –aceptó Sora. –¡Genial! –celebraron todos. Sora se dirigió al pequeño piano mientras los niños se ponían a su alrededor para ensayar. Mientras ensayaban, el doctor Kido se asomó por la sala al escuchar música.Esperaremos al día en el que volvamos a vernos
En las calles llenas de pétalos de cerezo
Te saludaremos y te llamaremos
Sufras lo que sufras o pierdas lo que pierdas.
Gracias a tu sonrisa, no flaqueamos.
00000000
–Bien, ya está. –dijo Yamato tras realizar la última foto, ya que al final aceptó realizar la sesión de fotos que le propusieron sobre turismo. En ella aparecían tres modelos vestidos de manera tradicional con flores en las manos. –¡Muchas gracias a todos! –gritó Ken. Mientras Yamato recogía el material fotográfico, se asustó al dejar de ver, cayéndose de las manos lo que llevaba. Empezó a respirar agitado. –Yamato, ya limpiaremos nosotros para que puedas ir a la fiesta post sesión de fotos. –dijo Daigo acercándose a Yamato, que intentó disimular como pudo. –Perdona, pero, ¿puedes pedirme un taxi? –preguntó Yamato. Daigo lo miró sin estar seguro de que el rubio estuviera bien.00000000
–¡Ya estamos en casa! –dijo Mimí, volviendo con Pal y Taichi del hospital. Cuando llegaron a la salita, encontraron a Haruhiko allí sentado con una mano en la sien y apoyado sobre una caja de madera. –Señor Takenouchi. –¡Oh, ya estáis en casa! –dijo el hombre. –No tiene buen aspecto. –dijo Taichi. –Ha estado muy cansado últimamente, quizás haya enfermado. –dijo Mimí. –No es nada. Estoy bien. –dijo Haruhiko restándole importancia. –Oh, Pal, quizás me hayas contagiado un resfriado. –dijo el hombre en broma y cogiéndole cara a Pal. –Estoy bien, sólo estaba descansando un poco. Tengo que acabar lo que estaba haciendo. –dijo el hombre levantándose.00000000
Tras el ensayo, los niños volvieron a sus camas y Jou entró en la sala y se puso a mirar por la ventana. –Cuando era médico residente como tú, permanecí junto al lecho de muerte de una mujer. –dijo Jou recordando. –Fui incapaz de salvar su vida. Incluso me planteé en dejar la profesión. Me disculpé con su marido y le planteé mis intenciones de dejar la medicina, pero entonces me dijo: Flashback Una niña miraba al horizonte sujetando un carricoche. Más apartados, el doctor Kido y un señor Takenouchi mucho más joven hablaban en la azotea del hospital. –Si vas a dejar la medicina me parece bien, pero espera a que mi hija tenga la edad de su madre. Si a su edad ha encontrado la felicidad, entonces no tendrás motivos para dejar la profesión, porque significará que mi mujer seguirá viva dentro de nosotros. El señor Takenouchi se acercó a Sora para marcharse. –Papá. –dijo Sora. –¿Mamá se ha ido al cielo? –Mamá no se ha ido a ninguna parte. –dijo Haruhiko poniéndole una mano en el hombro. –Tu madre vive dentro de ti. –Mamá. –dijo Sora. Fin del flashback. –Ese hombre era tu padre. –dijo Jou. –Eso es lo que tu padre me estuvo diciendo ayer. Flashback. Como en otras ocasiones, Haruhiko y Jou se reunieron en el bar al que solían ir. –Doctor, soy realmente feliz. –dijo Haruhiko. –Yamato es un gran tipo. Y estoy tan orgulloso de Sora. Pero a pesar de todo, estoy muy frustrado, por no poder actuar de forma alegre cuando estoy con ellos. Me frustra no poder darle una palmadita en la cabeza y decirle que lo está haciendo bien. Mi hija está haciendo algo maravilloso, y como padre quiero elogiarla. Si hubiera dos oportunidades de vivir… Fin del flashback. –La primera deberías vivir para alguien, y la segunda vivir para ti. –terminó Jou de explicarle a Sora lo que le dijo Haruhiko. –Pero lo cierto es que sólo se vive una vez, y si dedicas tu vida a otra persona, un día, dentro de diez o veinte años, seguro que te arrepientes. Flashback. –Cuando ese día llegue, se resentirá con él. –dijo Haruhiko. –No puedo dejarle vivir una vida tan triste. Me frustra, de verdad. Fin del flashback. –Quiero disculparme por lo de tu madre. Lo siento mucho. –dijo Jou inclinándose frente a Sora. –Llegados a este punto, no sé lo que he sido capaz de crecer. No tengo derecho de aconsejarte nada. Pero sé que tu padre no sólo trata de protegerte ahora, sino también proteger tu futuro. Yo también quiero que seas feliz.00000000
Haruhiko se encontraba en el almacén de la tienda trabajando. Acababa de echar arroz a una máquina cuando cayó para atrás del dolor de cabeza que lo envolvió.00000000
Yamato estaba sentado en el sofá de su casa. Seguía esperando a que se le pasara la crisis que estaba teniendo y que estaba durando más de lo acostumbrado. Entonces sonó el teléfono. Por suerte, su mochila, aunque en el suelo, estaba cerca. Tanteando, consiguió llegar a la mochila y coger el teléfono. –¿Sí?... ¿Sora? Hace como unas tres horas que no veo prácticamente nada. –dijo Yamato asustado sin ni siquiera haber escuchado su voz. –Parece que haya llegado el momento. ¿Hola? –preguntó Yamato al no obtener respuesta.00000000
–Ya estoy en casa. –dijo Sora apurada. –Tu padre tiene fiebre. Está durmiendo. –dijo Mimí. –Gracias. –entonces, cuando Sora se dirigía hacia el cuarto de su padre, el papel de regalo cayó con el aire. Al darse cuenta, lo cogió y vio que su padre lo había abierto de tal forma que parecía que no estaba abierto. La camisa seguía ahí perfectamente doblada, pero vio una mancha cerca del cuello. –Tu padre ha llevado la camisa todo el día, pero su orgullo le ha hecho volverla a poner en su sitio, con envoltorio y todo. –explicó Mimí. Cuando Sora entró al cuarto, vio a su padre durmiendo con una toalla en la frente. Se arrodilló junto a él y le arropó mejor. Quitó la toalla para humedecerla. –Sora. Escucha. –dijo Haruhiko delirando. –Estoy feliz por ti. Aunque era fruto del delirio, Sora quería pensar que lo que decía era verdad. Una vez que humedeció la toalla y la puso en la frente de su padre, la joven doctora volvió a la salita. –Parece que sí está enfermo. –dijo Sora. –Ya. Ha estado muy cansado últimamente, ¿verdad? –dijo Mimí. –Sí. –Tu padre estuvo mirando eso con la camisa puesta. –dijo Mimí señalando una caja de madera con la cabeza. Y se marchó arriba con Pal. Sora abrió la caja. Lo primero que encontró fue un dibujo que ella hizo cuando era pequeña con el retrato de su padre y dándole las gracias. Era un dibujo parecido a los que habían hecho los niños del hospital. Luego cogió otro folio, donde encontró una redacción que hizo estando en segundo de primaria. Mi padre. Mi padre tiene una tienda de arroz. Los sacos de arroz son muy pesados, pero mi padre siempre los lleva, así que creo que es genial. Mi padre siempre me levanta porque dice que soy más ligera que los sacos de arroz, así que para él es muy fácil. Eso me molesta, así que estoy deseando crecer rápido. Le digo que quiero ser tan grande que no me pueda cargar más. Entonces, por alguna razón, mi padre se puso triste. Le pregunté si se pondría triste si crecía y me contestó que su felicidad era que yo creciera tanto que no pudiera alzarme más. Su padre había guardado todos los regalos que ella le hacía desde que era pequeña, como manualidades o cupones de masajes que nunca utilizó por atesorarlos en esa caja. Pensaba que quería crecer tan rápido como pudiera para que mi padre fuera feliz. Porque quiero a mi padre. Sora volvió al cuarto de su padre. Se arrodilló junto a él. –Lo siento. –dijo Sora con lágrimas en los ojos. –Lo siento, papá.00000000
Yamato seguía sentado en el sofá cuando escuchó el timbre de la puerta. Se levantó y a tientas, con los brazos por delante para situarse dentro de la casa, se dirigió hacia la puerta. Cuando por fin reconoció la puerta con sus manos, buscó el pomo y consiguió abrir. –Sora. –dijo Yamato. A pesar de oír el nombre de Sora de sus labios, Maki se abalanzó sobre él para abrazarle. El rubio no tenía ni idea de que había hablado con ella por teléfono. La crisis le había impedido ver quién le había llamado por teléfono y dio por hecho que era Sora. Continuará…