ID de la obra: 961

Finjamos un "sí"

Het
R
En progreso
3
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 99 páginas, 50.002 palabras, 19 capítulos
Descripción:
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Capítulo 15

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Sábado por la noche, estoy sola en casa. Nada como ver una de mis películas de comedia favoritas. Llueve afuera y tengo mis botanas listas para empezar. Busco el sillón grande de la sala, me acurruco con mi manta suave favorita, que siempre dejo ahí, y lista para empezar. —¿Sofía estás ahí? —viene una voz desde el pasillo de la entrada. Patrick. Suena como si me estuviera buscando. —¡Estoy en la sala! —grito lo suficiente para que me escuche. Juraría que hoy iba a salir. Esta mañana, cuando bajé a desayunar, estaba vestido con traje completo rumbo a una reunión. Me dijo que durarían todo el día y que tendría una cena de negocios. ¿Qué hace un sábado a las siete de la tarde en casa? Yo, en mi defensa, no tenía planes en todo el día. Fue mi día de relajación y descansó. Entra a la habitación con el saco colgado del brazo y con una cerveza que supongo tomo antes de llegar aqui. Se ve tan apuesto con ese traje. Todo le queda bien, pero un hombre con traje siempre será un hombre con traje. —¿Sí? —digo desde el sillón, asomando la cabeza por el respaldo. —Pensé que ibas a salir hoy. —Y yo pensé que tú tenías una cena de negocios, o eso me dijiste en la mañana. —Sí, lo dije. Es verdad —responde pensativo. Toma asiento en el sillón individual, deja el saco en el respaldo y el vaso en la mesita central junto al lado de mis botanas. Se crea un silencio incómodo. ¿Debería irme a mi cuarto?. Puedo ver la película en mi computadora, no me molesta. Pero ya estaba tan cómoda aquí. —Continúa con lo que hacías, por favor, no dejes que te moleste —dice, como si pudiera leerme la mente. —Ah, no, no. Está bien. Puedo irme a mi cuarto si pensabas usar el televisor o la sala. —No, por favor. De verdad —dice mientras se pone de pie para irse. —O… puedes acompañarme si quieres, no me molesta —respondo, más rápido de lo que pensé. En realidad no quiero que se marche tan rapido. Quiero compartir un momento con él. —¿A ver televisión? —su mirada y su pregunta son como de incredulidad, mira al televisor como si lo hubiera notado hasta ahora. Aún estoy acurrucada en la manta y mis botanas están en la mesita del centro. —Pues sí. No es como si te estuviera ofreciendo algo ilegal o fuera de lo común. Iba a ver una de mis películas favoritas de comedia, pero podemos ver algo que te guste. —Yo no veo películas —dice como si fuera un rasgo de personalidad. —¿Cómo? —No veo televisión en sí. —Ya bueno, pero Netflix o alguna plataforma de películas debes ver. —No lo sé —se encoge de hombros. Hace una pausa, como si analizara su propia respuesta—. Nunca me dejaron ver televisión de niño. Siempre estaba ocupado estudiando o con alguna actividad extracurricular. Y ahora de grande siempre estoy ocupado. Creo que desde que tengo memoria, siempre tengo algo que hacer. De hecho, estos meses que he vivido aquí en Costa Rica han sido los meses más relajados de toda mi vida. ¿Relajados? Se la pasa trabajando, en reuniones, conferencias, charlas, practicando el violonchelo y ejercitándose. En realidad, no sé de dónde saca tanto tiempo para hacerlo todo. Aquí mismo es donde me doy cuenta de que los ricos, en definitiva, tienen una vida diferente a las personas normales. Ellos se preparan de verdad para ser magnates de los negocios mientras nosotros no sabemos si ver una temporada más de Diarios de Vampiros o empezar de nuevo Betty la fea. —Pero si de verdad no te molesto está bien, pon tu comedia —dice, casi en tono de reto. —¿Estás seguro? Te advierto que me sé los diálogos. —¿También te ríes antes de que pasen las escenas aunque ya las hayas visto mil veces? —Obvio —respondo con una sonrisa burlona. Le hago espacio en el sillón. Él duda por un momento, pero se sienta a mi lado. No demasiado cerca. Pero tampoco lejos. Le paso una de las mantas extras y unas palomitas. —¿Y esto qué es? —pregunta mirando la pantalla. —Una joya del cine, Crazy, Stupid, Love. Tiene a Ryan Gosling. Te vas a enamorar. —¿De Ryan Gosling? —De la historia —respondo riendo—. Aunque… Ryan ayuda. Él sonríe de lado. La película empieza. Al principio lo noto inquieto, cruzando los brazos, revisando su celular. Pero después de unos minutos ya se relaja un poco. A los veinte, suelta una risa corta. A los treinta, ya comenta escenas conmigo. —Ese tipo soy yo —dice señalando a Steve Carell—. El que se siente perdido. —¿Y el que llega a rescatarlo? Patrick guarda silencio. Por un segundo creo que no va a responder, pero luego dice, sin mirarme: —No creo que aparezca alguien así en mi historia. No sé qué contestar. Miro hacia la pantalla, pero no veo nada. Solo lo escucho a él. Solo lo siento a él. Y ese pequeño espacio entre nosotros que de pronto parece inmenso. —Tal vez no necesites que te rescaten —digo en voz baja—. Tal vez solo necesitas… un descanso. Él gira un poco la cabeza. Me mira. Y se queda ahí, observándome. No hay sonrisa en su rostro. Ni rastro de burla. Solo algo que parece duda. O miedo. Siento que me ruborizo. ¿Por qué lo dije? ¿Por qué lo miré así? ¿Por qué no puedo actuar normal cuando está cerca? Volvemos a mirar al frente. Justo cuando la escena en pantalla se vuelve romántica. Ryan Gosling y Emma Stone solos en una casa. Genial. Justo lo que necesitaba para descomponerme. Trago saliva. Me tenso. No me atrevo ni a moverme. Siento su brazo a unos centímetros del mío. Siento el calor de su cuerpo sin necesidad de tocarlo. Siento… que siento demasiado. Y eso es peligroso. Más tarde, cuando la película termina, nadie se mueve. La lluvia sigue cayendo afuera. Patrick por fin rompe el silencio. —Gracias por invitarme a verla. De verdad necesitaba reír. —Podemos hacer esto más a menudo. Si quieres.— digo muy sincera. De verdad me encanto pasar un tiempo tranquilo con él. Sin nadie que nos mire o un contrato que debamos cumplir. Solo nosotros. —Me encantaría, la verdad. Así me puedes mostrar más películas que te gusten…y empezaría a ver películas. —Pues sería un placer para mí —le sonrío. Creo que desde que vivimos juntos, nunca habíamos pasado tanto tiempo juntos. Nos vemos en las mañanas antes de ir a la oficina, en la oficina o a veces en las tardes. Pero, así, como compañeros de casa… nunca. Es agradable su presencia, la verdad. Me hace sentir muy cómoda. —Sofía, ¿puedo hacerte una pregunta?— veo como su mirada cambia. —Claro —de pronto está serio, viéndome a los ojos. Con esos ojos suyos, intensos y penetrantes. —¿Yo te agrado? —¿Qué? —¿Patrick Reggin está preguntándome si él me cae bien? —Sé que es una pregunta un poco extraña y fuera de contexto, pero en lo que llevamos de vivir juntos, casi nunca pasamos tiempo juntos. Sé que estoy ocupado trabajando, y tú también, pero… sinceramente me preguntaba si yo te agrado.— su voz suena triste, melancolico. —Claro que me agradas.—digo rapidamente— Se que tuvimos nuestros altercados el inicio, pero ¿crees que me hubiera casado con alguien que no me agrada? Incluso con el contrato de por medio, no lo hubiera hecho si no me agradaras. ¿Por qué lo piensas? ¿Te he dado señales de que no me agradas?—Quiero ser honesta con él pero tambien quiero que sea honesto conmigo. —No. Es solo que debe ser muy difícil tener que vivir, forzadamente, con un hombre que apenas acabas de conocer. Por eso me preguntaba si al menos te agrado. —Bueno, forzada, forzada no estoy. Estuve de acuerdo en firmar ese contrato contigo desde un inicio. Ambos tomamos ventaja de la situación. Y más bien la pregunta sería para ti. Tú dejaste tu país, tus amigos, tu familia… e incluso tu prometida como me habías comentado, todo para venir al otro lado del mundo y estar fingidamente casado con una mujer que conociste en una conferencia en Nueva York, solo por tu empresa. —Negocios son negocios —dice. Suena muy triste. ¿Será que siempre es así? ¿Su vida son solo negocios? — Pero debo admitir que tú me caes bien. Si no, creo que no te lo hubiera propuesto. Asiento. —Pues ya está.—digo, para romper esta tensión que se acaba de crear en el ambiente.—Ambos nos caemos bien. —Creo que sí —dice, clavando la mirada en el suelo, aún un poco triste. —¿Quieres que lo hagamos oficial? —le digo, levantando mi vaso de agua que tenía cerca de mí. Levanta la mirada y puedo ver un signo de pregunta en su cara. —Jajaja. ¡Por la amistad de Sofía y Patrick! —Levanto mi vaso. Veo que él duda por un momento, pero levanta la cerveza también y dice: —Por la amistad de Sofía y Patrick. Nos reímos. Y así queda clausurada la ceremonia de amistad. Aunque por dentro… algo me dice que esto puede ser algo más que amistad.
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