Capítulo 20
22 de octubre de 2025, 15:38
Notas:
En este capitulo sofia dice la hora tica, aqui en Costa Rica le decimos hora tica a la gente que siemrpe llega tarde.
—Bueno… primera actividad social en nuestra nueva casa,sssueltoun suspiro— no estoy del todo segura de que Patrick esté de acuerdo con esto, pero al menos dijo que estaría presente.
Estoy en la cocina preparando algunos aperitivos. Nada muy elaborado: dips, frutas, unas bruschettas. Esta noche vienen Karol, su novio José, Luis y Susan para lo que se supone es una pequeña celebración de inauguración. Karol insiste en llamarla “la fiesta de la boda”, ya que no hicimos ninguna y obviamente ninguno estuvo invitado a la ceremonia siquiera.
Mientras corto tomates cherry, tengo a mi hermana en videollamada. Ella está en el suelo, intentando una nueva postura de yoga que, según dice, va a incluir en su próxima rutina.
—¿Pero por qué gente del trabajo? —pregunta, forzando una postura que claramente le duele.
—Sabes que mi círculo social es limitado. Karol fue quien organizó todo, y creo que por eso Patrick aceptó. Así parece más… convincente —le digo, encogiéndome de hombros.
—Honestamente, no creo que sea una buena idea —responde, haciendo equilibrio como puede.
—Bueno, ya te contaré cómo nos va.
Levanto la vista hacia el celular y la veo por fin lograr la postura. Sus manos tiemblan, pero no se cae.
—¡Lo lograste! Ahora sí vas a poder dar clases de yoga como toda una profesional.
—Por supuesto —dice, todavía en equilibrio—. Como si eso bastara para ser instructora. Me faltan años de práctica.
—Lo sé, lo sé. Solo te estaba molestando —me río, limpiándome las manos en el delantal. Me lo puse sobre el vestido informal que elegí... no tengo idea de cómo vestirme para este tipo de cosas. Nunca he sido anfitriona de nada.
—Suerte —dice mientras vuelve a sentarse con las piernas cruzadas. —espero que sobrevivas a tu primera fiesta oficial, hablamos luego—Cuelga sin más la llamada.
Debo admitirlo: estoy más nerviosa de lo que esperaba. Mentir en la oficina es una cosa. Hacerlo en casa, rodeada de amigos, con vino y conversaciones reales… es mucho más difícil.
Los invitados pueden llegar en cualquier momento. Patrick salió hace un rato a hacer compras. Antes de irse, encendió la parrilla y dijo que iba al supermercado por carnes y otras cosas para la noche. Es la primera vez que usamos la parrilla desde que vivimos aquí. Y por la cara que tenia cuando le encendia creo que esta mas emocionado que yo.
La puerta principal se abre.
—Volví… y traigo compañía —dice Patrick desde el pasillo.
¿Compañía? ¿Qué?
Aparece en la cocina con más bolsas de lo que un ser humano debería cargar. Detrás de él entran Karol, José, Luis y Susan, todos ayudándolo con cosas. ¡Claro!
¡Tenían que llegar puntuales justo hoy! Nunca lo hacen, pero hoy tenían que ser los más puntuales. Donde esta la hora tica aquí cuando la necesitas.
Patrick deja las bolsas en la isla, mete cervezas en la nevera, saca carnes y comienza a organizarlas como si lo hiciera todos los fines de semana.
—¡Pero uh la la! —dice Karol entrando y mirando a su alrededor como si acabara de descubrir un castillo—. ¡Qué es esta mansión, amiga! En fotos se veía linda, pero esto... esto es otra cosa.
—Gracias. Y gracias por venir. Aunque fuiste tú la que inventó esta actividad —le digo con una sonrisa.
—Obvio. Si no la organizo yo, ustedes jamás nos invitan. ¡cinco meses de casados y nada!
Patrick y yo cruzamos una mirada. Hay algo travieso en su expresión, como si estuviera disfrutando más de la farsa de lo que debería. Como un niño que se come el postre antes de cenar… y nadie lo regaña.
—Lo sé. Pero entre su trabajo y el mío, apenas encontramos este espacio. Hoy parecía el momento perfecto.
—¡Pues ya estamos aquí! ¡Vamos al patio, que se ve increíble! —dice Susan.
Tomo la bandeja con los aperitivos y todos salimos al jardín. Hay una mesa con snacks, frutas, dips, bebidas, y sillas alrededor. Patrick se instala frente a la parrilla con su delantal de vaquitas, como si fuera un experto. Se ve realmente adorable, pero dejare ese comentario solo para mi.
—¡La parrilla electrónica! —grita Luis, acercándose como niño en Navidad—. ¡Estas son de las mejores! Mae*, que pichudo* —dice, alzando el puño para chocarlo.
Patrick se queda paralizado, confundido.
—Choca el puño con Luis —le digo desde mi asiento.
Lo hace, un poco torpe, pero lo hace. Ambos se ponen a cocinar. Pongo música, y poco a poco el ambiente se vuelve más relajado. El olor de la carne asándose se esparce por todo el jardín. Si tuviéramos vecinos, estarían deseando haber sido invitados.
Y entonces suena el timbre.
Todos nos quedamos en silencio. No esperamos a nadie más.
—Voy yo —digo, dejando mi bebida y caminando hacia la puerta principal. Cuando abro, ahí está ella. Angie.
Angie, la compañera de trabajo que nadie invita pero que siempre se entera de todo. La que escucha, observa, y convierte cualquier detalle en chisme. Por supuesto que aparece. Claro que sí. ¿Por qué no?
—¡Angie! —exclamo, fingiendo una sonrisa sorprendida—. Qué… inesperado.
—¡Cariñooo! —exclama Angie, abriendo los brazos y envolviéndome en un abrazo que se siente más como una serpiente apretando a su presa.
Nunca hemos sido cercanas. De hecho, evitábamos hablar más de lo necesario. Pero desde que se enteró de que me había casado con el nuevo dueño de la empresa, su actitud cambió por completo. Pasó de ignorarme a tratarme como si fuéramos mejores amigas.
—¿Qué haces aquí? —pregunto aún atrapada en su abrazo sofocante.
—Bueno, escuché el rumor en la oficina de que ibas a hacer una fiesta… y pensé: ¿cómo no voy a ir?
—Sí, bueno… —logro soltarme con sutileza—. En realidad, no es una fiesta. Es más, como una cena informal entre amigos.
—Ay, por favor… —dice mientras pasa a mi lado y entra sin esperar invitación—.¿Pero qué es este lugar tan hermoso? De verdad, te quedó muy bien casarte con un millonario, Sofía . Era justo lo que necesitabas.
Ese comentario me deja en blanco. Hay tantas posibles respuestas: “Gracias”, “Lárgate”, “Qué atrevida”, “Vete al diablo”. Pero me limito a respirar hondo.
—Sí, bueno… no tienes que quedarte. Ya es tarde.
—¡¿Tarde?! Apenas son las nueve. Justo la hora para unas copitas… Siempre y cuando haya vino bueno, claro.
En ese momento, Patrick entra a la cocina con una bandeja de pan recién cortado. Se detiene al verla.
—Oh… señorita Gomez, ¿verdad? —dice con su tono cordial de siempre, acercándose y ofreciéndole la mano—. No sabía que ibas a venir.
—No, nadie lo sabía —acoto yo con tono seco.
—¡Ay, Sofí, ¡no seas así! Todos somos amigos —dice Angie mientras estrecha la mano de Patrick… con demasiada confianza. Se acerca más de lo debido, y le sonríe como si estuviera vendiéndole algo—. Puedes llamarme Angie. Soltera y dispuesta… a lo que sea —le guiña un ojo.
Patrick, incómodo, retira la mano inmediatamente y se la guarda en el bolsillo.
—Ah… bueno, es bueno saberlo —dice, forzando una sonrisa—. Acompáñanos al jardín, estamos cenando y pasando el rato.
—¿Ves, Sofí? —le pasa un brazo por el bíceps a Patrick y lo “guía” hacia afuera—. Así se trata a una visita.
Me quedo en la cocina, estática. ¿Cómo se enteró de esta reunión? Aunque pensándolo bien… siempre anda rondando la oficina, escuchando conversaciones ajenas. No debería sorprenderme. Patrick es demasiado educado deberíamos haberla sacado.
—¡Hola, hola! ¡Ya llegó la fiesta! —grita Angie al salir al jardín como si fuera la estrella principal.
Patrick la deja en una silla y regresa a la parrilla, donde Luis aún supervisa las carnes como si fueran diamantes. Karol la mira confundida.
—Angie… no sabíamos que vendrías.
—Escuché por ahí que iban a hacer una fiesta y me dije: ¿cómo no voy a venir a ver la casa de Sofi y el jefecito? —toma una cerveza sin pedir permiso—. ¿Les molesta si me tomo unas cuantas?
—Adelante, Angie. Siéntete como en casa… —responde Susan, lanzándome una mirada que dice "lo siento por ti."
La verdad, nunca le conté a Patrick que Angie y yo no nos llevamos. Ni siquiera sabía que existía. No creí necesario mencionarlo. Pero ahora ya la conoce… y probablemente no la olvide.
Aun así, la noche avanza. Conversamos, comemos, suena música suave de fondo. Patrick termina de asar la carne y todos cenamos juntos bajo la luz cálida de las lámparas del patio.
—Entonces, ¿qué tal vivir en Costa Rica, Patrick? ¿Cómo te sientes aquí? — pregunta José, bebiendo una cerveza.
—La verdad, es un país hermoso —responde Patrick con una sonrisa sincera—. Siempre quise venir, pero nunca tuve la oportunidad hasta ahora.
—Y vienes por primera vez para quedarte por siempre. Eso es admirable — interrumpe Angie, con esa voz cargada de sarcasmo disfrazado de halago.
—Bueno… uno nunca sabe cuánto tiempo va a quedarse en un lugar —responde Patrick, con calma. Su mirada se pierde por un momento en el fondo del jardín. — Pero estoy seguro de que debo recorrer el país completo antes de irme aunque no tengo prisa.
—Patrick, ¿te puedo hacer una pregunta? —vuelve Angie. Su tono cambia. Está más suelta. Se ha tomado ya cuatro cervezas por lo que no medita ya en lo que puede decir.
Yo dejo el tenedor a medio camino del plato. Esto no puede ir a nada bueno.
—Claro —dice Patrick, aún con su comida en la mano.
—¿Cómo fue Sofía en su noche de bodas?
El silencio cae como una bomba.
—¿Disculpa? — pregunta Patrick un poco confuso.
—Mira tú… —añade Angie, con una sonrisa torcida y la mirada fija en mí sus ojos irradian burla—. Por fin alguien quiso acostarse contigo Sofi. ¿Ves que al final sí pasaba?. Yo me tenia mis dudas, pero aqui estamos con las pruebas de que alguien si se atrevia.
No puedo creer lo que acaba de decir. Los cubiertos chocan suavemente en los platos. Nadie sabe si reír, toser o fingir que no escuchó.
Yo… no me muevo. Solo parpadeo.
Y Patrick.
Patrick la mira. Lento. Frío. Deja el plato con suavidad sobre la mesa. Se incorpora un poco.
Agradezco estar sentada, porque si hubiera estado de pie, probablemente me habría desplomado, siento una mezcla entre ira y vergüenza.
Siento la mirada de Patrick girarse hacia mí. Intento no mirarlo, pero es imposible. Está sentado justo a mi lado. Sin quererlo, nuestros ojos se encuentran por un segundo… y desvío la mirada, clavándola en Angie.
—Angie —digo al fin, con la voz más firme de lo que esperaba—. Basta, ya has tomado bastante y no sabes lo que dices.
Pero ella sonríe como si acabara de ganar un premio.
—Vamos, Sofia. Todos en la oficina sabíamos que nunca te habias acostado con nadie. De hecho, muchos pensábamos que eras asexual. ¡Lo cual está bien! — añade alzando las manos como si su comentario fuera progresista—. Pero mírate ahora —me señala de pies a cabeza—. Cuando Patrick nos dijo a todos que se habían casado … nos dejaste a todos en shock amiga. Probablemente no lo sabias pero solo digo lo que muchos piensan.
—Angie… —interrumpe Karol con tono firme—. Ya te pasaste. La fiesta se acabo. Mejor llamamos un Uber no puedes manejar así. Ya es tarde.
—¡NO! No me quiero ir. además, quiero que Patrick nos cuente cómo le fue con eso—insiste, con una risa cargada de veneno.
Y entonces Patrick se acomoda en su asiento. Sin alzar la voz, pero con una claridad que atraviesa la tensión como un cuchillo caliente.
—Hay cosas que es mejor dejar entre el esposo y la esposa, Angie. Ya lo entenderás… cuando alguien te ame de verdad. Como yo amo a Sofía.
Silencio. Solo se oye el leve crujido del fuego en la parrilla ya apagada.
—Si Sofía no te ha dicho nada, debe ser por una razón —añade Patrick con tranquilidad—. Y te aseguro que no es una razón decepcionante. ¿Verdad? —se vuelve hacia mí, con una chispa de picardía en los ojos, casi divertida.
Le sostengo la mirada. Recuerdo que esto es un trato. Que estamos fingiendo. Pero aun así… me cuesta no sonreír. Siento las mejillas arder, no de vergüenza ya no, sino de algo parecido al orgullo.
—Para nada decepcionante —respondo, segura. Siento algo cálido en el pecho. No es solo su defensa… es cómo me miró.
—Angie… —vuelve su mirada hacia ella una vez más —. también quiero que sepas que ese comentario está completamente fuera de lugar.
Ella se ríe. Es una risa nerviosa, como de quien no pensó que fuera a recibir una reprimenda.
—Ay, vamos… solo era una broma. No seas tan serio, jefe.
—Lo siento, pero aquí no somos tus compañeros de bar. Somos tus anfitriones y te pido respeto. Espero que te disculpes con mi esposa ya que le has faltado el respeto.
Angie se queda callada. Por fin. Cuando rompe el silencio dice.
—Buuu, ¡qué aburridos! —dice con voz pastosa, evitando disculparese como Patrick el dijo. Se intenta poner de pie pero se tamablea un poco en su silla. Se puede notar que las cervezas ya están haciendo efecto.
—No puede ser —murmura Luis, poniéndose de pie y sujetándola con un solo brazo antes de que se caiga. Angie se desestabiliza por completo, pero Luis la sostiene como si no pesara nada—. Ya es hora. Yo tengo carro, los puedo dejar a todos en sus casas.
—Sí, ya es suficiente —dicen los demás, poniéndose a recoger platos y vasos mientras se despiden.
—No tienen que limpiar, Patrick y yo nos encargamos —les digo aunque ya están recogiendo todo.
—¿Segura? No nos cuesta nada —pregunta Karol, con gesto de apoyo.
—Segura, amiga. Váyanse tranquilos, dejenlo ahi.
Patrick les da la mano, se ofrece a llevar a Angie al carro de Luis, pero él le dice que ya ella ha echo suficiente que no se preocupe, por lo que Patrick se queda atrás, en la terraza, recogiendo. Los dirijo a la puerta y me despido de todos con abrazos rápidos, una sonrisa tensa y un poco desepcionada de como termino nuetras actividad.
—Lo siento amiga—me susurra Karol antes de irse.
—No pasa nada no es tu culpa. Hablamos luego.—le digo mientras la rodeo con un fuerte abrazo.
Veo como con dificultad meten a Angie al carro y se van mientras me despido con la mano.
Cuando cierro la puerta, me quedo un momento apoyada en ella. Respiro hondo. No sé por qué me siento tan extraña. Patrick lo manejó como si no le hubiera afectado, con elegancia, incluso con un toque de humor. Pero igual… me siento expuesta. Era un tema que quería mantener fuera de esto. Un detalle íntimo que no tenía por qué salir a la luz. No le debo explicaciones. Somos amigos… socios en este trato. Y aunque nunca hablamos de mi pasado ni el suyo, estoy segura de que él puede entenderlo sin necesidad de decir mucho.
Al final, camino hasta la terraza. Patrick está solo, guardando platos, ordenando las sillas.
—Déjame te ayudo —digo, recogiendo algunos vasos.
—Puedes irte a dormir si quieres. Yo todavía no tengo sueño —responde sin mirarme, con voz tranquila.
—¿Seguro?
—Seguro. No queda mucho, todos ayudaron. Y sé que debes estar cansada fue un largo dia.
Lo observo un segundo en silencio, mientras sigue recogiendo. Su perfil bajo la luz de la terraza se ve sereno. Natural. Como si nada le hubiera afectado… pero también como si estuviera dándome espacio.
No sé qué decirle. Hay tantas cosas que podría… pero ninguna suena bien. Ninguna necesaria. Solo murmuro:
—Gracias por lo que dijiste.
Patrick deja un plato sobre la mesa, se gira apenas y me dedica una sonrisa suave, de esas que no se ensayan.
—No tenías por qué soportar eso sola.
Asiento.
Y ese simple gesto… me hace sentir más acompañada que nunca. En realidad, no estoy muy cansada, pero sí tengo la intención de evitar cualquier conversación incómoda.
Subo a mi cuarto, me pongo el pijama, me lavo la cara, los dientes, y me meto en la cama. Pero una vez acostada, no pude dormir. Tengo la mirada de Patrick clavada en la memoria. La sorpresa que mostró cuando Angie dijo lo que dijo.
No he escuchado que suba ni que entre a su cuarto. ¿Será que se fue a correr? Sé que lo hace cuando tiene cosas en la cabeza.
Miro mi celular. Han pasado dos horas desde que me metí en la cama ya es bastante tarde deberia dormir, pero justo cuando estoy revisando la hora, entra una llamada. Es Patrick. Me sorprende. Pero contesto.
—¿Aló? —digo, pensando que tal vez se equivocó. Pero no.
—Pensé que ya estabas dormida —dice su voz al otro lado. Y aun así me llamó.
—Ah, no... aún estoy despierta. ¿Necesitas algo? ¿Quieres que baje?
—No —responde rápido—. Solo quería saber cómo estabas. — “¿Cómo estoy?” Debió preocuparse. —¿Puedo preguntarte algo?
—Claro —digo, aunque ya imagino a dónde va.
—No quiero ser irrespetuoso, pero.... ¿Es cierto lo que dijo? —Hay un silencio.—No quiero hacerte sentir incómoda de verdad —agrega—, pero me gustaría saberlo.
Respiro hondo. Estoy en mi cuarto, en la oscuridad. Desde aquí, protegida por las sombras, decir un secreto parece menos aterrador. En realidad agradezco que me haya llamado y no tener que verlo a la cara mientras le digo la verdad.
—Sí, es cierto —respondo por fin.
Del otro lado, escucho una exhalación profunda. Como si hubiera estado conteniendo el aliento.
—¿Puedo saber por qué ellos lo sabían y yo no? —Pausa. Reflexiona.—No es que esté molesto —añade enseguida—. Solo… tengo curiosidad. ¿Por qué?
—Bueno —respondo, buscando las palabras—. Ellos me conocen desde hace más tiempo. Tampoco es que lo supieran con detalles, pero con los años, las conversaciones surgen. No me avergüenza sinceramente, no creí que fuera algo que tú necesitabas saber… no en ese momento y bueno el tiempo ha pasado y nunca hemos hablado del asutno asi que no le di importancia a decir verdad.
Silencio. No puedo saber dónde está. ¿En la sala? ¿En su cuarto? ¿En el garaje? No lo sé. Pero si me está llamando ahora… es porque no pudo esperar hasta mañana.
—Entiendo —dice, y luego, más bajo—. ¿Y por qué nunca lo has hecho? Si puedo saber…
Vuelvo a respirar profundo.
Confío en él. Somos amigos. Me repito eso una y otra vez para que mis sentimientos no se mezclen.
—La verdad, muchas de mis amigas dicen que duele. Que quien más disfruta es el chico. Que para la mujer es incómodo… Y si tengo que pasar por algo así, prefiero hacerlo con alguien que de verdad me guste… no con cualquiera solo porque “ya toca”. ¿Me entiendes? —hago una pequeña pausa—. O tal vez… simplemente no ha llegado alguien que me guste lo suficiente.
Río, intento sonar ligera.
—Tiene sentido —dice, pensativo.
—También... hay algo más. Un comentario de un amigo.
Patrick no dice nada. Lo tomo como luz verde para seguir.
—No diré quién, pero... este amigo me dijo que a los hombres ya no les gustan las chicas sin experiencia. Que no quieren tener que explicar lo que quieren o cómo hacerlo. Así que pensé: si va a ser con alguien así, prefiero esperar. Quiero estar con alguien que me haga sentir cómoda y segura.
—Eso no es cierto —responde de inmediato—. Muchos hombres quieren enseñar, compartir. Disfrutar juntos. Aprender.
—Exacto. Yo también creo eso.
—Pero… ¿en todos estos años, nadie te lo insinuó?
—Sí, claro. Pero tengo ese mal hábito de no gustarle a los que me gustan y gustarle a los que no me gustan. Mis amigas dicen que soy muy selectiva, pero creo que está bien serlo. Sobre todo, en esto. Que alguien me vea desnuda… no es solo físico. Es mucho más profundo. Quiero que sea con alguien que me entienda. Que me haga sentir segura de mí misma.
Patrick guarda silencio un instante. Yo le pongo atención al techo obscuro de mi cuarto. Decir estas verdades a Patrick en la oscuridad hacen que me sienta más ligera como algo que siempre había querido compartir pero que tenía miedo de soltar..
—Es extraordinario —dice al fin—. No quiero sonar como un idiota, pero… es fascinante. En serio. Debería haber más personas como tú.
—¿Como yo? ¿A qué te refieres?
Ahora sí puedo ubicarlo. Escucho el sonido del agua. Está en su baño. ¿Se está duchando?.
—¿Patrick? ¿Qué quieres decir?
—Maravillosa —responde, con una voz más grave, más cercana como si en realidad estuviera pensando algo mas que no se atreve a decir. Cuando por fin vuelve a hablar dice—. No dejes que nadie te haga cambiar tu forma de pensar. Es increíble, tú eres increíble y ese “amigo” que te dijo eso… es un imbécil. No le hagas caso. Probablemente es tan patetico con su pareja y su vida que lo unico que sabe hacer es decir estupideces a los demás para él sentirse mejor consigo mismo.
Me toma por sorpresa. Nos conocemos desde hace poco. Nuestra convivencia ha sido buena, fluida… pero no pensé que él pudiera verme así.
Él sí que es increíble. Empresario, habla varios idiomas, músico, atractivo. Nunca he necesitado validación… y mucho menos de un hombre. Pero no puedo negar que hay algo en sus palabras que me toca. Siempre me he sentido algo invisible. Tal vez por eso pensé que este matrimonio por contrato no llamaría la atención de nadie todos sin duda creerían que me enamore de alguien como él.
Pero Patrick… Patrick piensa que soy increíble. Y eso me hace sentir cosas que no sé cómo manejar.
—Yo… gracias por pensar así de mí.
—Es bueno que seas exigente Sofia. Hoy en día es difícil encontrar a alguien que se respete como tú lo haces. Eres una persona muy asombrosa. Así que no pierdas el tiempo con idiotas. No valen la pena.
El agua sigue corriendo.
Y mi corazón… también.
—Patrick —digo.
—¿Sí, cariñ…? Digo, Sofia.
—¿Me estás dando consejos de amor mientras te bañas?
Río. No puedo evitarlo. La imagen mental es demasiado absurda. Nos reímos juntos. Y por un momento, el mundo es más liviano.
Su risa es profunda, fuerte. Me lo imagino con el pecho vibrando bajo el agua caliente, su cabello mas oscuro porque esta mojado y las gotas callendo por todo su cuerpo. Sacudo la cabeza debo sacar esa imagen de mi mente ya mismo.
—Solo un poquito —dice él entre risas, como si le doliera el estómago de tanto reír.
—Gracias, Patrick. Lo aprecio mucho. Tanto el comentario como por hacerme reír.
Me acomodo mejor en la cama. Me siento bien. Ligera. Casi libre. Siempre que hablo con él… me da paz.
—Duerme —dice con ternura—. Nos vemos mañana.
—Buenas noches, Patrick —susurro ya callendo en un sueño profundo, hablar con él me ayudo a poder sacar lo que tenia en el pecho, ya me siento mucho mejor.
—Buenas noches, princesa.
Es lo último que escucho antes de quedarme dormida. No sé si lo dijo realmente o si lo imaginé… pero me deja el corazón temblando.
Y al mismo tiempo, un pensamiento triste se desliza entre sueños: en menos de un año, todo esto se acabará.
Notas:
Mae*: es como en Costa Rica le decimos con menos formalidad a una persona
que pichudo* : quiere decir que cool