ID de la obra: 961

Finjamos un "sí"

Het
R
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4
Emparejamientos y personajes:
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planificada Mini, escritos 184 páginas, 91.426 palabras, 32 capítulos
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Capítulo 27

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Cuando recupero la conciencia, me siento en un espacio cerrado, oscuro, mucho más reducido. Estoy cubierta por una manta que me da calor y escucho el ruido leve y constante de un motor. Mis ojos siguen cerrados, finjo que duermo, pero mi mente va a mil. ¿Dónde estoy? ¿Me raptaron? ¿Karol dejó que alguien me llevara? ¿Cómo es posible? ¿estaba borracha…? Entonces inhalo. Y lo sé. Reconozco ese perfume. El cuero, la colonia amaderada, la suavidad del aroma del auto. Patrick. Estoy en su carro. Me envuelve su olor, su presencia. El asiento está cálido, seguramente activó el calentador. Me siento arropada. Cuidada. —¿Ya te sientes mejor? —su voz suena desde el lado del conductor. Suena molesto, pero hay algo más profundo: preocupación. Genuina. Me estremece. Mi corazón empieza a latir con fuerza. Me doy vuelta despacio para mirarlo. —¿Co... Cómo sabías que estaba despierta?— digo un poco nerviosa, no quiero preocuparlo. —Tu respiración cambió —responde sin mirarme. Su mirada sigue fija en la carretera, su mandíbula esta apretada. Está enojado. Seguro arruiné su noche. Seguro estaba conla chica, y justo cuando iba a llegar al clímax de una escena de reconciliación y sexo de película erotica, recibió mi llamada y tuvo que salir corriendo a recogerme. Me siento tan idiota. Como un papá que tiene que recoger a su hija adolescente y arruínalo todo. Pero luego recuerdo los mensajes que vi antes de desmayarme, eran de él. Él me mando mensajes pero ¿porque?. —Te encontré en el club, tirada en el suelo. Las chicas de la oficina estaban alrededor tuyo intentando darte aire. Karol me dijo que pensabas manejar así. —¡Eso no es cierto! —Mi voz sale más alta de lo esperado, como una adolescente a la defensiva. Me escucho y me odio un poco por sonar así. Patrick gira brevemente la cabeza hacia mí, sorprendido por mi tono. También parece desconcertado. —Lo siento —digo rápidamente, bajando la voz. —¿Por qué lo sientes? —pregunta con calma, pero con esa frialdad que usa cuando intenta mantener la compostura. —¿Por no contestar mis mensajes y mis llamadas? ¿O por tu manera de responder? —Por ambas —susurro, bajando la mirada a mis manos, que están envueltas en la manta—. No había necesidad de que vinieras por mí. —Claro —responde él con ironía, mirando al frente mientras sus manos aprietan un poco más el volante—, porque desmayarse en medio club es lo más normal que le puede pasar a alguien. Y yo, sin tener idea de dónde estabas, con quién, o si estabas en problemas… ¿querías que te dejara ahí sin ayuda? Su tono ya no suena molesto, suena herido. Y eso me duele más de lo que debería. Nunca antes había actuado así. Lo ve visto molesto, triste, enfermo, feliz pero preocupado a ese nivel nunca. —Para que sepas vamos para el hospital—añade, con voz firme. —¿Qué? No, no es necesario. Estoy bien, solo me sentí un poco mareada, no es nada. Me suele pasar cuando sobrepienso las cosas o cuando estoy angustiada. Posa su mirada de nuevo en la mia, puedo ver preocupacion en sus ojos. —¿Y por qué no me contestaste el celular?— dice en tono triste. —Estábamos bailando. No me di cuenta —digo, aunque sé que no es excusa. Bajo la mirada—. Pensé que tendrías cosas en las que pensar… y también sabía que estabas acompañado. No quería que te pusieras a pensar en mí. Guardo silencio, pero él no lo hace. —Sofía, siempre pienso en ti. Eso no es algo que puedas quitar de mi cabeza. Levanto la vista hacia él. Su mirada volvio la carretera, pero sus palabras flotan en el aire como un secreto que se escapa sin querer. Me quedo mirándolo, como si acabara de escuchar algo que no debía, algo que no estaba en el guion. Porque eso… eso no lo había dicho nunca. Y lo dijo con seguridad. Sin titubear. No bromea. No se corrige.Yo solo se quepor dentro, me voy derritiendo poco a poco. Pero en ese momento, rompo el encanto. por que recuerdo mi carro. —El carro, se quedó en el parqueo del club —murmuro, tratando de cambiar el enfoque, de recuperar la lógica. —Marc viene detrás de nosotros con tu carro —responde de inmediato—. Le ofrecimos a Karol si quería que la lleváramos también, pero dijo que iría con Susan. Miro en el espejo retrovisor y veo como nos sigue un carro. No puede ser, tras de que él tuvo que venir a recogerme a estas horas, tuvo que avisarle también a Marc para que viniera con él. Voy a tener que hacer algo muy grande para poder agradecerles toda esta molestia a ambos y solo por que me puse a pensar de mas y mi cabeza no pudo con tanto. Como olvide revisar mi celular. —No te culpes. —me dice como si supiera lo que pienso. —Pero… —No pasa nada, está bien, solo que no puedo creer que no me hayas llamado o comunicado conmigo, siempre nos comunicamos. Sé que es mi culpa, por el comentario de la mañana. Lo lamento mucho, pero de verdad me preocupe. —Es que… —Por favor sé que estas así por eso y no me digas que no querías molestar —suena un poco enfadado ya no tanto como antes pero aun lo puedo escuchar en su tono de voz. Exhalo un gran suspiro y me acurruco al asiento calientito del carro. —Lo si.. —Por favor no te disculpes. —Esta bien, —digo— Entonces ¿Cómo te fue con… en tu reunión? ¿Está todo bien? —le pregunto, es lo ultimo que quiero pensar ahora mismo, pero se que es lo mas coordial. —Podemos hablar de eso luego. Creo que no es el momento. Tenemos que cerciorarnos de que estés mejor. —Muy bien, pero de verdad no debemos ir al hospital no pasa nada, en serio. Gracias por preocuparte por mi. Es que cuando me da indigestion suele pasar que me desmayo, te prometo que estoy bien. Suelta su mano derecha del volante y la coloca en mi regazo se queda un momento en silencio como si de verdad procesara lo que le acado de decir. —Bueno. Tu duerme un poco si no vamos al hospital ya casi llegamos a casa entonces. El camino continua pero me doy cuenta de que aun me siento mareada por lo tanto no puedo dormir. Patrick pone en la radio una música suave para poder llenar nuetro silencio. —No creo que pueda dormir, aun me siento muy mareada.—le digo con franqueza. —¿Debería bajar la velocidad? Patrick reduce la marcha de inmediato, sus manos vuelven al volante mientras el camino se vuelve más lento, más suave. Pero en ese momento todo empieza a dar vueltas de nuevo. El estómago me arde, siento la cabeza pesada y me cuesta mantener la vista enfocada. Trato de concentrarme en su voz, en el sonido bajo de la música instrumental que sale del estéreo, pero mi cuerpo no coopera. —Patrick para — digo en un susurro. —¿Que? —PATRICK PARA, ¡PARA! —grito sin poder contenerme. En menos de un segundo, Patrick reacciona. Da un volantazo hacia la orilla y frena en seco. Antes de que el carro se detenga por completo ya estoy abriendo la puerta. Me lanzo al suelo, mis rodillas golpean el pavimento, se que me quedara un gran moreton y sin tiempo para pensar o intentar contenerlo, vomito. Todo sale con fuerza, con rabia, como si mi cuerpo intentara expulsar no solo lo que comí el día de hoy, sino también el nudo que llevo en el pecho. Me tiemblan las manos, los codos, la garganta, todo, siento como si mi cuerpo se hubiera hecho de papel. Y entonces, entre arcada y arcada, siento una mano cálida en mi espalda. Patrick. Está arrodillado a mi lado, en la tierra, sin importarle ensuciarse el pantalón de vestir. Con una mano sostiene mi cabello hacia atrás y con la otra me sujeta la frente, como si su contacto pudiera estabilizarme. —Tranquila, te tengo— dice sin soltar una arcada o parecer asqueado ante lo que está viendo. Se mantiene a mi lado, solo escucho que dice. — Vete a casa nos vemos mañana. De seguro Marc también paro al lado de la carretera ya que se debe haberse preguntado que estaba pasando y ahora tambien esta aqui presenciandolo todo. Genial ahora tambien él esta presenciando mi mayor humillación. Escucho unas pizadas y seguido escucho a Marc marcharse con mi carro. Yo continuo ahi en el suelo sacandolo todo.Esto es algo que siempre me pasa, cuando tengo mucha ansiedad o estoy muy nerviosa con algo, la mejor reacción quetoma mi cuerpo es vomitar. o mas bien cuando siente que todo ya paso solo lo suelto, es algo con lo que he lidiado toda mi vida. Pero saber que Patrick me acompaña en lo más bajo de mis sentimientos de alguna forma eso duele más que el propio vómito. Porque no sé cómo agradecerle que no me esté juzgando, que esté ahí, entero, conmigo. Me da vergüenza. Me siento expuesta, rota… y él me esta viendo así, en pedazos. Cuando por fin todo sale y siento que mi cuerpo nunca podra volver a ponerse de pie siento que puedo volver a respirar ya nada da vueltas y mi vista esta de nuevo normal. —Ya pasó —murmura con la voz tan suave que no estoy segura de sí lo dijo o lo imaginé. Patrick me ayuda a sentarme en el suelo con la espalda apoyada contra el carro lo mas alejada de mi desastroza obra de arte. Se incorpora sin decir nada, va hasta el maletero y regresa con una botella de agua. La abre y se agacha frente a mí. —Tómala, necesitas hidratarte —dice, tendiéndomela con suavidad. —Gracias—susurro. Tomo la botella y bebo una gran cantidad de agua, necesito limpiar mi boca y volver a la normalidad, tomo un poco de agua en mis manos y me limpio la cara —Lo siento— digo cuando ya me siento un poco mas en mi misma. No se que mas decir, fue humillante por lo que prefieron cerrar mis ojos. —No tienes que disculparte conmigo, Sofía —dice en voz baja—. Solo dime si estás bien. Por favor. Cuando abro mis ojos él ahí está, de cuclillas frente a mí con el ceño fruncido por la preocupación y los ojos que me escanean como si en cualquier momento me fuera a romper y él estaria ahí para ayudarme a reparalo. Se que para él talvez la accion de ir por la botella y cuidarme no es nada. Es solo una botella, lo se, pero es también el gesto más tierno que alguien ha tenido conmigo en mucho tiempo. Y eso… eso me rompe. Nunca nadie me ha cuidado así. Mis padres, claro, me quieren. Pero desde niña aprendí a valerme por mí misma. En una casa con tantos hermanos, la autosuficiencia no era una opción, era un deber. Si no había sangre, no era una emergencia, decía mi mamá. Por eso, cuando algo me duele, simplemente lo ignoro, vomito o me encierro hasta que pase. Nunca supe cómo se sentía que alguien llegara, te buscara, y simplemente... se quedara. Patrick con sus manos cálidas toma mi rostro con delicadeza y me obliga a mirarlo. Me observa con detenimiento, sus ojos cambian se mueven de un lado a otro examinado mi rostro en silencio. —¿Por qué estás llorando? No me había dado cuenta. Pero ahí están. Las lágrimas bajan por mis mejillas como si se hubieran estado acumulando por meses talvez por años. La frustración, el cansancio… la soledad. Quiero decirle que no es por él, que no es por su prometida, ni por el vómito. Quiero decirle que estoy bien. Pero cuando intento hablar, solo sale un sollozo más fuerte. Es como si mi cuerpo se estuviera encargando de expulsarlo todo, todos los sentimientos de una vez. Entonces, sin pensarlo, me atrae hacia su pecho. Me envuelve con sus brazos como si pudiera contener todas mis partes rotas. Apoyo la frente contra su camisa y dejo que el llanto me gane. Me siento pequeña, vulnerable… pero extrañamente segura. —Tranquila, aquí estoy —susurra sobre mi cabello. Lloro hasta mojarle la camisa. Me siento como una tonta, pero él no dice nada. Solo sigue ahí, abrazándome como si tuviera todo el tiempo del mundo. Cuando por fin me calmo, me separo apenas. Levanto la mirada y lo miro a los ojo, veo que sus ojos tambien están rojos. Tal vez también lloró, o quizá no, tal vez es solo el reflejo de las luces del camino o una ilusión causada por el cansancio. No lo sé. Solo sé que me está mirando como nadie me ha mirado antes. Lentamente, baja la cabeza y roza mi frente con sus labios. No es un beso rápido. Es un beso largo, contenido, lleno de cosas que no hemos dicho y que tal vez nunca podamos decir. Cierro los ojos. Y, por un segundo, me permito imaginar que este momento es real, que no hay contratos ni países, ni prometidas rondando en el fondo. Siento su suspiro caliente sobre mi piel antes de que se aleje. Nos incorporamos en silencio. Con su ayuda vuelvo al asiento del copiloto. Me cubre con la manta sin decir nada. Patrick regresa al volante y arranca el motor. Conduce despacio, como si no quisiera romper la calma que acabamos de construir en medio del caos. No hablamos en todo el camino. Pero no hace falta. Porque en ese silencio compartido, por fin me sentí acompañada.
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